31
Berlín
Rosalina sale de su auto, lo rodea por la parte delantera y se detiene en la puerta del copiloto, hace puño su mano y con los nudillos golopea el vidrio. Segundos después la puerta se abre un poco y Jungkook la ve sin expresión alguna.
—Sal del auto —le pide la rubia.
—Qué tal si me quedo aquí y tú…
—Sal de una vez por todas, Jungkook —repite la chica, abriendo por completo la puerta.
—Me duelen todos los músculos del cuerpo. Al menos podrías ser un poco considerada conmigo —rezonga Jeon, mientras saca las piernas del vehículo.
—¿Y por qué tendría que ser considerada contigo? —lo interroga Rosalina, tomando las manos del pelinegro para ayudarlo a salir.
—Porque los entrenamientos me están matando y aprender Krav maga no está siendo tan fácil —acota con veracidad el surcoreano.
—Si aprendes bien el krav maga serás excelente, deja de quejarte.
—¿Excelente? Ni siquiera sé si fue la mejor decisión.
—Si lo fue, Jungkook. Ahora deja que lloriquear la abuela nos necesita.
—¿Por qué? ¿Para qué? ¿Se siente mal? ¿Le sucede algo? —la atiborra de preguntas mientras cierra la puerta del auto.
—Calmate, no es nada serio —lo detiene la rubia—. Camina y verás.
Cómo siempre Jeon sigue a Rosalina, cuando están frente al restaurante de su abuela se dan cuenta que tiene demasiada afluencia. La mujer mayor sale del lugar, luego entra y cuando sale una vez más regresa con dos mandiles, uno en cada mano.
—Llegan tarde, te dije que te apresuraras —regaña Elda a su nieta, mientras le entrega un mandil y el otro a Jungkook.
—Sí, pero es que…
—Después Rosalina, este lugar es una locura —la interrumpe.
—¿Dónde nos necesitas? —inquiere la rubia, colocándose el mandil.
—Meseros, estamos sacando órdenes. Podrían repartir la comida, retirar platos sucios, limpiar mesas y atender a nuevos clientes —les indica la mujer.
—Lo haremos, ve adentro.
Elda se da la vuelta y regresa al interior del lugar.
—Disculpa que no te lo dije, pero temía que no quisieras acompañarme y ayudarme. Y fue la abuela quien me pidió traerte —comenta Rosalina.
Jungkook luego de escuchar que la abuela de Rosalina y mamá de Johann lo ha tomado en cuenta, se coloca el mandil y luego mira a las personas sentadas rodeando las mesas y la fila larga que espera de pie su turno.
—¿Por dónde empezamos?
La rubia esboza una gran sonrisa y luego ambos van adentro por las órdenes listas para repartirlas.
—Deliciosa comida, gracias por el buen servicio —agradece el padre de familia, luego que su familia se ha puesto en pie y esperen por él.
—Gracias por la preferencia —agradece Rosalina, mientras levanta los platos vacíos.
—Disculpen la demora —se disculpa Jeon con un grupo de mujeres.
Deja la comida sobre la mesa y se retira con la bandeja vacía y la otra con un par de cervezas y batidos.
—Aquí están sus bebidas —dice, colocando la bandeja sobre la mesa, para luego entregársela a cada persona.
—Gracias —habla una de las chicas.
Haciendo sonreír a las otras tres chicas y a los dos chicos.
—Disculpa, podrías traernos dos órdenes de pan con ajo —le pide otra chica.
—Con gusto —se limita a responder con semblante serio, Jeon.
El pelinegro se da la vuelta y puede escuchar los murmullos de las chicas hablando de él, suspira y continúa con su trabajo. En ocasiones se encuentra con Rosalina en la cocina y bromean un poco, pero al salir la seriedad vuelve a su rostro.
Mientras Jungkook espera las órdenes de pan con ajo, ve a Elda, ella le sonríe y puede sentir un sentimiento cálido y acogedor. Algo que no siente desde que sus padres fallecieron.
—La orden está lista —anuncia uno de los cocineros. —Oye, la orden está lista —repite.
Elda se acerca a Jungkook, él sonríe y cuando siente una de sus manos cálidas tocar su antebrazo asiente.
—Voy —susurra.
Se aleja de Elda y continúa con su trabajo. Después de un largo tiempo, por fin, el restaurante queda tranquilo, Jeon toma asiento en una de las sillas cerca del muelle. Está agotado, ha entrenado en la madrugada con Johann, en la mañana ha trabajado, en la tarde asistió a su práctica de Krav maga y en la noche cuando se supone que descansaría, está sentando en una de las sillas luego de ayudar a la abuela de Rosalina.
La rubia se asoma junto a su abuela a la puerta, la mujer entra y regresa con una botella con agua y una cerveza. Se lo entrega a su nieta y luego la motiva a ir con el pelinegro.
—Gracias por la ayuda —verbaliza la chica, tomando asiento a su lado mientras le entrega la cerveza.
—¿Una cerveza? Me pagas con una cerveza —espeta de manera sarcástica él.
—Cállate y bebe —ríe Rosalina.
—Bien, pero no le digas a tu padre.
—Claro que lo haré, tú no me cubres —rezonga la rubia.
Jungkook está por objetar mientras sonríe, pero una pareja llama su atención. Ve como el chico abriga a su novia del frío, su sonrisa se desvanece mientras el recuerdo de él cuidando a Jimin cuando se resfrío invade su mente.
El pelinegro alza la botella y la lleva a su boca, de un solo sorbo la deja hasta la mitad.
—Al parecer alguien está llamando mucho la atención con su hermosura —menciona la rubia, intentando hacer que Jungkook se distraiga.
Jeon ve hacia la mesa de chicas y luego al otro costado a la mesa de los dos chicos y las tres chicas, bufa al mismo tiempo que niega en desacuerdo a lo que ha visto.
—No estoy interesado —balbucea él, para luego beber otro sorbo de cerveza.
—Por ahora —bromea Rosalina, golpeando uno de los hombros de Jeon.
—No lo creo —musita, mientras ve a la rubia.
—Viste a la pareja y pensaste en él, ¿verdad?
Jungkook desvía su mirada y entonces Rosalina decide hacer lo mismo.
—Está empezando a helar más, será…
—Sí —murmura el pelinegro—. Estaba pensando en él.
La chica suspira y se acerca un poco más a él, posa una de sus manos sobre el antebrazo izquierdo de Jeon y lo acaricia amistosamente.
Jungkook siente la caricia en su antebrazo, ve la mano de ella moverse sobre su piel y de inmediato lleva su vista al suelo.
Rosalina es especial, él lo sabe, pero por ahora no puede responder todas sus preguntas y curiosidades, no está listo aún.
—¡Oigan, holgazanes deben ayudar a limpiar! —grita Elda desde la entrada.
La primera en ponerse en pie es Rosalina, Jungkook, por su parte, bebe lo que le resta de cerveza, se pone de pie y luego comienza a recoger los platos que se encuentran en las mesas vacías.
Cuando los trastes están limpios, las mesas y sillas ordenadas, el pelinegro se quita el mandil y camina hasta Rosalina.
—Debo irme, nos vemos en el gimnasio mañana —se despide, entregándole el mandil.
—Sohn —se escucha la voz de Elda. —Ven acá, sohn —se dirige a Jeon.
—Ve —lo motiva en voz baja, Rosalina.
—¿Qué significa?
—Que te lo diga ella —contesta la rubia.
—Siéntate conmigo, sohn —le pide Elda.
Jungkook camina hasta la mesa, hala la silla y la coloca cerca de la de Elda y toma asiento junto a ella.
—¿Qué significa, abuela? ¿Puedo decirle abuela?—pregunta él, pero está vez a la abuela de su amiga.
Rosalina ve a su abuela y a Jungkook, y no puede evitar sonreír de manera nostálgica.
—Bueno, primero mira esto —dice descubriendo un plato sopero, que deja a la vista un exquisito ramen.
El pelinegro sonríe ladinamente complacido con lo que ve sobre la mesa.
—Significa hijo en alemán —responde Elda, cubriendo una de las manos de Jeon con las suyas.
Los ojos de Rosalina se llenan de lágrimas, puede notar por la tensión en el cuerpo de Jungkook lo mucho que ahora algo tan significativo como esto.
—Pero yo…
—Eres parte de mi familia ahora, Jungkook —le hace saber, Elda.
El surcoreano traga grueso y se queda estoico, su corazón se siente feliz porque después de mucho tiempo se siente acogido por alguien más.
—No te emociones, ok. La nieta favorita sigo siendo yo —habla con voz temblorosa, Rosalina mientras se acerca a la mesa y coge un cubierto para quitarle ramen.
—El significado es…, es…
—Es correcto, Jungkook —asegura la rubia con la boca llena, para luego abrazarlo por la espalda.
Elda sonríe al ver a su nieta feliz mientras ahora es Jungkook el cual cubre y sostiene su mano con mucha confianza.
—Ya, suéltame —reprocha Jeon.
—No lo haré.
—Ros —se queja Jungkook, intentando quitársela de encima
.
—Basta, Rosalina —le ordena su abuela—. Déjalo, debe comer su ramen y luego llevarme a casa.
—Pero yo…
—La llevaré yo —enfatiza orgulloso el pelinegro.
—Dijiste que estabas cansado y que te ibas a marchar —le recuerda la rubia a la defensiva.
—¿Lo dije? No lo recuerdo —parlotea con la boca llena de fideos.
Cuando ha terminado el ramen con la ayuda de Rosalina, se pone en pie y ayuda a Elda a levantarse.
—Jungkook —lo llama la rubia.
—Hasta mañana, Ros —se despide Jeon, mientras Elda se sujeta de uno de sus antebrazos para luego salir juntos del restaurante.
Rosalina corre a la puerta y ve como Jungkook le ayuda de manera caballerosa a su abuela a entrar al auto.
La rubia alza sus manos y las agita respondiendo a la despedida de su abuela y a la de un sonriente surcoreano antes de entrar al vehículo.
—Está sonriendo —murmura para sí misma—. Él está sonriendo.
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