30

Los Ángeles 

Un sonriente y atractivo italiano se encuentra en una pequeña convivencia con algunos de sus fanáticos escogidos por su representante. Es la nueva y poderosa cara del gimnasio de Won Park, que mejor forma de promocionar que una convivencia en la cual, todos los medios deportivos y de farándulas también recibieron su invitación.

—Por favor, firma mi sostén —le pide una pelirroja.

El italiano coge el marcador, la chica alza su blusa y él se limita a complacer a su fanática, se paran uno al lado del otro para ser fotografiados como recuerdo de ese encuentro. La pelirroja antes de marcharse lo abraza de manera efusiva y al instante uno de los guardaespaldas se acerca a ella y la aleja del luchador.

La secuencia de fotografías random, conversaciones cortas y firma de autógrafos continua hasta que convive con el último de sus fanáticos.

—Eso es todo, ragazzo —le hace saber su manager.

El azabache desciende su mirada a la mesa, ve algunos pósters de él mismo y cuando está por ponerse de pie alguien lo detiene.

—No puedes irte, quiero mi autógrafo.

Al escuchar y reconocer esa voz una enorme sonrisa surca los labios del italiano.

—¿A dónde quieres el autógrafo? —indaga de forma juguetona mientras sostiene uno de los marcadores.

—No lo sé, ¿a dónde lo sugieres? —le sigue el juego el castaño.

—Bueno…

—Dimarco, los hijos del dueño de Kawasaki están aquí. Tú… disculpa la interrupción 

—Está bien, ve. No quiero que mi padre diga que no los saludaste por mi culpa —murmura Jimin.

El italiano asiente y poco a poco comienza a girarse, pero se detiene.

—Jimin —llama al castaño. 

De inmediato aquellos ojos color miel que ocultan mucho dolor lo ven con atención.

—No te vayas, espérame —le pide Dimarco.

—Es que creo que tardarás mucho y…

—Te lo recompensare, haremos lo que tú quieras después —le propone el italiano.

Jimin sonríe complacido y dice—. Si lo planteas así, por supuesto que sí.

Dimarco se gira y con una enorme sonrisa va hasta la numerosa familia del dueño de Kawasaki. Saluda, conversa y se toma fotografías con cada uno de ellos. Cuando están complacidos decide despedirse y recorrer el gimnasio junto al manager del italiano.

Won se asoma por la ventana de la oficina del encargado del gimnasio, con un simple movimiento de cabeza llama al italiano. El azabache llega a la oficina y antes de adentrarse un poco más ve hacia atrás, divisa a Jimin teniendo una conversación junto al promotor de imagen y luego entra por completo.

—Esto ha sido muy bueno, es estupendo. Hemos recibido muchas llamadas para un par de visitas y nuevos aprendices de boxeo y MMA —le plática Park, mientras toma asiento. —Tú, tu imagen es poderosa —agrega, alabando al italiano.

—Es un placer que nuestro negocio vaya bien —se limita a decir, Dimarco. —Jimin, me insistió mucho en hacerlo. Ahora que escucho que todo va bien me siento feliz de haberlo escuchado —añade, tomando asiento frente a Won.

—Sé que no eres mucho de este tipo de eventos, pero ha sido de ayuda para la imagen y credibilidad del gimnasio —dice Won. —Estoy agradecido de que hayas accedido a hacerlo, y también por las ganancias venideras para ambos —gesticula con una norma sonrisa en su rostro.

El italiano asiente mientras ve con seriedad al surcoreano, se remueve en la silla y toma una mejor postura, enderezando su espalda.

—Señor Park, he visto y escuchado que busca pareja para su hijo —verbaliza Dimarco, ganándose la absoluta atención de Won—. Y déjeme decirle que estoy en desacuerdo con eso. 

—Es mi hijo y…

—Sí, es su hijo. Todo el mundo lo tiene claro —lo interrumpe el italiano—. También yo lo tengo claro, tan claro como mis sentimientos por él.

Won frunce su entrecejo, humedece sus labios e inquiere al azabache—. ¿Qué es lo que insinúas, Dimarco? ¿A qué te refieres?

—Insinuó en que debe dejar de buscarle pareja a su hijo, señor Park. Míreme —le pide, poniéndose de pie mientras se señala a sí mismo. —Soy reconocido en cualquier país, tengo muchas casas, un buen contrato con Bugatti, Red Bull, Adidas y otras marcas. Y lo más importante, tengo dinero, mucho dinero, suficiente para complacer en todo lo que Jimin desee en el presente y en el futuro —alardea con voz ronca.

—Dimarco, creo que…

—Creo que debe detenerse, Park. Lo que quiero decir y dejar claro es que me gusta su hijo, me gusta demasiado.

—Entiendo, pero debes saber sobre su pasado…

—Yo sé su pasado, no necesito que me lo recalque —objeta el italiano con tono tosco. —Quiero a Jimin, y deseo con todo mi corazón que él se enamoré de mí a su manera y a su tiempo. Entonces necesito que deje de presentarle tanto imbécil, porque desde ahora voy a pretender, enamorar, cortejar o ligar a su hijo, escoja la palabra que más le guste. Lo que quiero es que entienda que desde ahora estaré cerca de su hijo siempre, porque puedo y quiero hacerme cargo de su corazón y vida —expone con toda claridad y autoridad.

Won se queda sin palabras, simplemente se pone de pie y se limita a ver al azabache.

—¿Algún problema u objeción con lo que acabo de exponer? —indaga Dimarco.

—No, todo bien —acota Park.

—Espero y los pretendientes se detengan —masculla con serenidad. —Ahora si me disculpa debo ir con su hijo, le prometí hacer lo que él quiera si me esperaba —comenta, luego hace una pausa para ver la hora en su costoso reloj y luego articula—. Ya lo hice esperar demasiado.

Park asiente, estrecha su mano con el italiano y luego lo ve salir de la oficina. Se asoma a la ventana y consigue ver cómo Dimarco va directo hasta su hijo.

—Estaba empezando a desesperarme —se queja Jimin.

—He terminado —le hace saber el azabache. —¿Has decidido a dónde quieres ir? —lo interroga mientras se acerca a él y coge una de sus manos.

Jimin lo mira por unos segundos, ve su mano siendo sujetada por Dimarco y luego alza su vista, le sonríe y niega al mismo tiempo.

—Podríamos salir de aquí para empezar —sugiere el castaño.

—Estoy completamente de acuerdo con eso —concuerda el azabache.

El italiano coge con firmeza la mano de Jimin, lo mira a los ojos y de esa manera le da seguridad y al castaño, el cual, ahora también sujeta con confianza la mano del luchador.

Ambos abandonan el gimnasio mientras los fotógrafos luchan por tomar la mejor fotografía. Won observa como Jimin y Dimarco salen de su gimnasio tomados de la mano y suben al Bugatti del italiano. No puede evitar sonreír, no cuando su hijo ahora está en un auto lujoso con un hombre con mucho dinero que le puede asegurar un futuro económico muy próspero.

—He pensado a dónde quiero ir —dice Jimin, mientras viaja de copiloto al lado del italiano.

—Te escucho.

—A tu casa en la playa. Es uno de mis lugares favoritos ahora, y tú mi persona favorita —se sincera el castaño.

Dimarco no puede ocultar su felicidad luego de haber escuchado aquellas palabras tan sinceras.

—Mira esa sonrisa, por Dios —verbaliza con emoción, Jimin.

El castaño coge su celular, activa la cámara y coloca el aparato en dirección al italiano.

—Sonríe para mí, Di —gesticula entre risas, Jimin, mientras lo fotografía.

—Eso no es justo —dice el italiano.

—No es justo que no sonrías, te ves demasiado atractivo.

—Bueno, a partir de ahora sonreiré más.

—No, no lo harás. Tú amas la seriedad —comenta el castaño mientras mira las fotografías.

—Sonreiré para ti, Jimin. 

—¿Dónde sea, cuándo quiera y te lo pida? —inquiere efusivo el castaño.

—Sonreiré dónde sea, sonreiré cuando quieras y sonreiré cuando tú me lo pidas —asevera el italiano.

Los dos bajan del auto cuando han llegado a la casa de la playa, el castaño camina hacia el azabache, toma su mano izquierda y luego lo mira.

—¿Siempre, Di?

—Siempre, Ji.

Permanecen tomados de la mano viendo el lindo atardecer, mientras conversan y ríen al mismo tiempo.

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