29
Berlín
Jungkook ha construido una linda relación con Rosalina, se siente cómodo con ella, le gusta que lo haga reír y lo rete a seguir con su vida junto a su padre.
Ahora puede decir que ha avanzado, le va bien en su empleo, tiene una amiga y un hombre adulto que lo aconseja y lo ha motivado a entrenar. No entrena para volver al cuadrilátero, lo hace porque se siente bien y le encanta que Johann lo entrené, siempre saca lo mejor de él.
A pesar de que ahora puede decir que todo marcha bien, todas las noches se pregunta ¿cómo estará, Jimin? Si ha conocido a alguien más, y si lo extraña como él lo extraña. Pero entonces la mañana llega y aquellos pensamientos desaparecen al mantenerse ocupado.
—¡Oye, Jeon! —escucha que alguien lo llama.
El pelinegro se acerca al octágono con la cuerda en su mano izquierda, inhala profundo y luego exhala.
—Sí —pronuncia vagamente.
—Necesito la práctica final, ¿quieres ayudarme?
—No sé muchas cosas sobre las artes marciales mixtas, Jamal. Creo que…
—No te preocupes seré cuidadoso —bromea el alemán.
—Creeme que no me preocupa que seas cuidadoso, sé cómo defenderme. Es solo que…
—Vamos, Jeon. Es solo un favor —lo interrumpe Jamal—. Ponte las protecciones y entra.
Jungkook ve hacia todos lados y se da cuenta que están solos, lanza la cuerda al suelo, se quita los zapatos y luego camina hacia el lugar donde guardan las protecciones. Coge el casco, un par de guantes, y unas chimpas para proteger sus pantorrillas.
Antes de colocarse los guantes se pone el protector bucal, cuando está listo suspira y luego entra al octágono.
—Relájate, Jeon. Seré amable contigo —parlotea Jamal, mientras salta y golpea sus guantes un par de veces—. Usa tus piernas para…
—Ya sé, no soy idiota —balbucea con serenidad, Jeon.
Jamal lanza una patada con su pierna derecha y Jungkook la bloquea con su pantorrilla izquierda. Espera el siguiente movimiento del alemán y recibe un puñetazo en el pecho y él responde con un golpe recto que lo hace retroceder.
—Jungkook, ¿qué crees que estás haciendo? —habla la rubia.
—Está ocupado, ahora no, Rosalina.
—Cierra la boca, Jamal —espeta molesta. —Jungkook, sal del octágono —le pide ofuscada.
El pelinegro se distrae viendo a la rubia y entonces Jamal se aprovecha de eso. Le lanza un par de golpes y por último lo hace trastabillar de una patada en el pecho.
Jungkook gruñe molesto, de un solo tirón se quita el casco y empuja a Jamal.
—Ponte el maldito casco, Jungkook —le exige Rosalina desde afuera.
—Si es lo que quieres está bien —dice con dificultad el alemán, quitándose el casco—. El primero que se rinda.
—¡NO! —se opone Rosalina—. Jamal, detente. Jungkook no tiene principios de…
La rubia guarda silencio al ver cómo Jungkook se lanza contra Jamal. Ambos comienzan una pelea dónde relativamente la técnica es lo que menos se refleja, en especial Jeon.
Unos segundos después fuera del octágono hay una afluencia de hombres y mujeres viendo y apoyando a los dos hombres dentro.
—¿Qué es todo este alboroto? —pregunta Johann.
—Jamal y Jeon están dentro del octágono —contesta una de las jovencitas.
—¿Jeon? —duda.
El alemán se abre paso entre sus clientes y pupilos hasta llegar al lado de su hija.
—¿Cómo sucedió esto? —la cuestiona.
—Cuando vine ellos ya habían intercambiado golpes —contesta Rosalina.
Jamal está por hacerle una llave a Jungkook, pero el pelinegro lo evita. Le da un rodillazo en el abdomen y luego le da un golpe al hígado con su mano izquierda y uno recto con la derecha que hace caer al alemán.
—Sigue siendo bueno —murmura Johann.
Rosalina se aleja de su padre, abre la puerta del octágono y entra a toda prisa.
—Eres un imbécil extraordinario —verbaliza emocionada. —Pero sigues siendo un imbécil —rectifica ahora molesta.
—¿Qué hay de mí? —inquiere Jamal, mientras toma asiento con la ayuda de alguien más.
—Eres un idiota, Jamal —es lo único que dice la rubia para luego salir con Jungkook del octágono.
La multitud abandona el área y en ese momento Johann se acerca a Jeon.
—¿Cómo te sientes, hijo?
—Adolorido —acota. —Pero bien, me siento genial —agrega contento.
—No tienes mucha técnica en las artes marciales, pero sabes algo. ¿Cómo sabes?
—Tenía que sobrevivir, he aprendido muchas cosas debido a eso —responde con simplicidad, Jeon.
—Hijo, creo que estás listo para entrenar.
—Es lo que hago —sonríe Jungkook.
—Entrenar en serio, Jungkook. Entrenar para regresar no al cuadrilátero, si no al octágono.
—Johann, no creo…
—Yo si creo que puedes hacerlo, creo que estás listo para volver a empezar. Estás listo, lo sé hijo.
—Johann, no puedo volver a ese mundo. Tengo una mala reputación y estoy seguro que tengo todas las puertas cerradas y nadie en la élite querrá apadrinarme.
—La élite —articula entre risas—. Hijo, no necesitas a nadie en la élite cuando me tienes a mí. Lo único que debes hacerme saber es que quieres empezar de cero una vez más.
—Con todo respeto, Johann. Pero no creo que esté gimnasio te dé suficiente dinero.
—Este gimnasio y yo formamos a los mejores luchadores para MMA y UFC. Reclutó, entrenó y organizó peleas. Mis ganancias y las del gimnasio son muchas, tengo un par de hostales, dos hoteles, compró, remodeló y vendo casas. Mi madre tiene un pequeño restaurante, mi hija tiene una despensa y yo soy feliz en este lugar porque sé que soy la élite.
Jungkook se queda pensativo mientras Johann comienza a alejarse de él.
—No quiero quedar en vergüenza como lo hice —se sincera Jeon.
El alemán se detiene, se da media vuelta y camina hacia el surcoreano de nuevo. Cuando está frente a él, posa sus manos sobre sus hombros y lo mira fijamente.
—Hijo, no te pediré que confíes en mí. Pero si te diré que sigas tu corazón, sueños, anhelos y aspiraciones. Todos en este lugar sabemos lo bueno que eres, tú también lo sabes, solo necesitas volver a creer en ti y en todo lo que puedes alcanzar si te lo propones.
—¿Y qué si falló de nuevo?
—Si tú fallas, yo también fallo. Si fallamos nos levantamos, entrenamos más fuerte, corregimos errores y luchamos otra vez, y otra, y otra. Hasta que consigas tus objetivos, hijo.
El pelinegro desciende su rostro por unos segundos, no tiene nada que perder. Won le arrebató todo, incluso su reputación, está a cero, en la nada.
—Si acepto, ¿me entrenaría?
—Con gusto, hijo —contesta con parsimonia.
Johann sonríe y luego abraza a Jeon sin previo aviso.
—Jungkook, prometiste limpiar los baños de hombres —aparece Rosalina. —Deja a mi padre y ve a limpiar los baños —agrega la rubia.
—Solo por está vez, Ros —masculla Jeon.
—Sí, como sea. De prisa, la abuela preparó pasta.
—Bien, pero no beberás una sola cerveza —accede el pelinegro.
—Rosalina Müller, tú no puedes beber cerveza —la reprende su padre.
—Jungkook, prometiste no decirle a papá —se queja como niña pequeña.
—No se lo dije a tu padre, te dije a ti y él escuchó —se excusa entre risas, Jeon.
La rubia abraza a su padre para evitar el regaño, Jungkook los ve, ríe y luego los deja solos. Al llegar a los baños de caballeros se detiene frente al lavabo, se sostiene con fuerza de los costados, alza su rostro y ve su reflejo en el espejo. Suspira, cierra sus ojos y luego los abre, frunce su entrecejo y asiente decidido a intentarlo una vez más.
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