Escupo mis entrañas como navajas para herirte

Escupo mis navajas como entrañas para herirte.

Derramo sangre, es un proceso intestinal.

Soy las tripas que se deshacen en la saliva. Con el tiempo

volveremos al mismo punto
nauseabundo
de la espiral.

Sé que me esperas en cada esquina, vendiendo drogas. Y yo te fulmino con la mirada porque soy el prota.

Pero esto no es un shonen y no puedo matarte de una patada, no soy un Hanma. No tengo la fuerza ni las ganas.

Pienso en el suicidio cada vez que cruzo la calle. Veo ambos lados pero me da terror que mi alma traspase hacia el isekai donde seás el dios clarividente de la obediencia ciega.

Me tenés hastiado, totalmente hasta los cojones. Sos un daño intestinal, nunca me dejás en paz. Una puta piedra en el zapato que se multiplicó y ahora no para de rasparme la pierna.

Quisiera dormir sin recordar el llanto.
Quisiera reírme de tu existencia,
ser ignorancia
pero no todo se puede en esta vida.

Estamos predestinados
y vos sos mi hilo rojo sangre
porque el destino no existe
y si existe, es una mierda.

Destripo mis ojos.
Doy abono a mi carne.
Traspaso la barrera,
el espacio me define.

Soy lo que ellos piensan.
Soy lo que haces hacerme.
Soy lo que hiciste de mí.
Te felicito.

Mendigo a veces por un trago de oxígeno porque hay veces donde no respiro. Me autopercibo como poeta y luego te miro la jeta y veo cuan roto tengo el paladar. He caído en la inmundicia de pronunciar tu nombre cada vez que perforo mis labios durante una pequeña tempestad.

Sos el conejo blanco en la ventisca, nadie te puede hallar. Pero ahí estás. Ahí, de alguna manera. Mirando de frente el mundo, golpeando mi estómago cuando veo mi vientre reflejado en tus complejos.

Soy vos
y te odio.

No tenés idea de cuánto ni de cómo, por mas que te lo explique con icacos.

No han tocado racimo de flores estas manos. No han tocado ramos solo para esperar tu decisión final.

Mi palma se sobrecalienta y a veces olvido cómo actuar.

Muchas gracias por sepultar mi nombre entre el concreto de tus balazos. Las palabras que te quedan no me las voy a tragar.

Ahorra tu pena y tu histeria. Ya sé que doy lástima. Ya sé que soy la encarnación de la miseria por quejarme del mundo en mi pupila, completamente estático en un estado de enemistad

conmigo.

¿Y sabés qué? No he superado tu presencia pero he ganado la guerra. Hago mis propias reglas. Mirame.

Dale, mirame.
No te doy miedo porque te temo.
No te doy miedo
pero no te através a mirarme
cuando me pongo de frente
a tu absoluta conquista falocéntrica.

Mirame, soy la rebelión que siempre ha estado presente.

Mirame, soy las palabras que nunca callo porque me encuentro en cada fallo que cometen tus manos intentando herirme.

Soy la repercusión de una voluntad inquebrantable, una consciente egoísta que solo piensa en su propio bienestar.

¿Y qué fué?

Nos veremos de frente cada vez que se me de la gana.

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