Capítulo 2
Llegamos al Lucius pronto. Como siempre, aquel querubín de rizos dorados había conseguido el apartamento, ¡y que a pesar de la asistencia de Rudy yo también acudiera a esa celebración!
El Lucius era un lugar amplio, muy acogedor y elegante, repleto de refinados y mullidos sofás, cheslong, camas, hamacas… y tronos. ¡Todo lo que pudiéramos necesitar para alimentarnos con la mayor comodidad!
Tenían una gran reserva de vinos y de menús, los bocados más exquisitos y selectos sólo podías probarlos en Lucius. Además, todas las semanas tenían un nuevo plato fresco recién cazado. Lo único que lamentaba es que no tuvieran menú para animalianos (aquellos que sólo se alimentan de animales), como era mi caso desde hacía tres meses; de manera que esa noche iba a pasar hambre, y sería una verdadera prueba para mi autocontrol.
John había reservado unos confortables divanes para cada uno de nosotros, que rodeaban una preciosa mesa corta de cristal. Nos pusimos cómodos y pedimos el mejor vino de la casa. Bebí mi copa de un trago, aquello iba a ser mi alimento aquella noche, e iba a necesitar muchas copas más.
De repente mis fosas nasales se expandieron: un dulce aroma se coló en mi interior provocando que mi estómago se contrajera de ansias por probar un poco de la procedencia de aquel delicioso olor. Sólo con olerlo podía saborearlo y definir su esencia: varón blanco de unos treinta años... Pude sentir cómo mis ojos cambiaron, y aquello me sacó del trance.
–¡Qué hambre tengo! –exclamó Will– ¿Pedimos ya?
–Sí. Pídele que nos muestre qué tienen hoy de especialidad.
–¡¿La especialidad?! ¿Pero cuánto dinero piensas gastar, querubín?
–¡Todo el que sea necesario! Ya sé que tú sólo comes animales, pero podrías hacer una excepción sólo por hoy...
–¡Ni lo sueñes, pequeño!
–Como quieras...
Con apenas un simple gesto de su mano, el camarero estaba delante de nosotros.
–¿Qué desean tomar?
–¿Qué tenéis de la caza de hoy?
–¡Unas presas exquisitas, señores!
El camarero hizo sonar una campanilla, e inmediatamente las puertas se abrieron, y un desfile de adanes entró a paso ligero.
Los adanes son los hijos de Adán, vástagos de un creador que los abandonó y los dejó solos vagando por el mundo. Se trata de una raza inferior a la nuestra, con unos sentidos pésimos; su mayor velocidad la supera cualquier niño de seis años, no poseen visión nocturna, y están prácticamente sordos. Aunque su apariencia es muy parecida a la nuestra, algunos de ellos tienen el rostro o las extremidades deformes. Según nos contaron en la escuela, su falta de habilidades es debida al abandono de su creador: al no tener quién les guíe y proteja, se acaban convirtiendo en animales; animales inteligentes sí, pero animales al fin y al cabo. De los cuales yo había empezado a no consumir.
Cada vez me sentía peor, su gran parecido a nosotros hacía replantearmelo todo de nuevo; todo lo aprendido, todo lo que siempre he creído. Y aquel día en que uno me habló... aquel suceso fue determinante para tomar esta decisión:
Me encontraba en Mat eligiendo mi cena cuando lo vi: un adano de veinte años y de pelo rojo, ¡mis favoritos! Así que pagué por cinco litros y me lo llevé al comedor. El encargado colocó el contador en la muñeca izquierda del alimento para contabilizar cuánto tomaba y me dispuse a dar el primer bocado, cuando una débil voz susurró:
–¿Por qué lo haces? ¿No ves que somos iguales?
Atónito, miré en la dirección de la que provenía aquel susurro y me sorprendió comprobar que esa voz procedía de la presa que acababa de adquirir. ¿Cómo era posible?
–¿Sabes hablar?
–Sí, por supuesto, todos sabemos hablar.
–¡Imposible! Llevo toda la vida alimentándome de esta forma y nunca antes me ha hablado la comida...
–Eso es porque nos lo prohíben.
–¿Quiénes?
–Ellos –respondió desviando su mirada levemente hacia el camarero, el cual se acercó hacia mí en cuanto advirtió que lo estaba mirando.
–¿Todo bien, señor? ¿Quiere que le cambie la presa? ¿No está a su gusto?
–Sí, sí, todo bien... Sólo que necesito intimidad, no me gusta que me observen mientras me alimento.
–¡Oh! Discúlpeme, señor. Si necesita algo sólo llámeme.
Asentí mientras salía de la sala. Y una vez estuvimos el joven pelirrojo y yo a solas, le inquirí:
–Cuéntame más, cuéntame todo acerca de tu especie.
–¿Por qué habría de hacerlo?
–Porque tal vez esa pueda ser vuestra salvación: si los elianos supieran que sabéis hablar, muchos no se alimentarán de vosotros.
–¿Por qué no? Sois monstruos que necesitáis beber sangre para sobrevivir...
–No es cierto, no lo necesitamos para vivir. De hecho muchos son animalianos, y no sólo toman la sangre, sino también la carne.
–¿Y entonces, por qué nos drenan la sangre a nosotros?
–Porque sois lo más delicioso que existe. Vuestra carne es dura e insípida, pero vuestra sangre es vida: es un elixir magnífico, una adicción para cualquiera.
–Así que sois unos yonkis...
–¿Unos... qué?
–¡Olvídalo! Y aliméntate, o si no me esperará un castigo.
–¿A ti? ¿Por qué? –pregunté extrañado.
–Porque siempre es así. Durante años he sufrido castigos si alguien probaba mi sangre y no era de su agrado.
–¿Años? ¡Pero eso es imposible! Las presas son liberadas cada semana para que se recuperen y puedan engendrar más presas...
–¡¿Qué?! ¡No! Eso no es verdad... Una vez que te capturan nunca vuelves a salir de aquí, a no ser que estés muerto.
–¡Mientes!
–Llevo apresado desde hace cinco años.
–No puede ser...
–Lo es. Seguro que si investigas un poco tú mismo lo podrás comprobar.
Y después de esta revelación, me alimenté de él por temor a que sufriera represalias si no lo hacía, pero salí del Mat con un amargo sabor de boca... Si era cierto lo que me había contado esa presa todo aquello en lo que creía nuestra sociedad era una gran mentira.
Llegué a mi apartamento sin dejar de darle vueltas al tema y me puse a investigar. Cogí mi portátil y me conecté a la red E., rápidamente busqué información sobre los animalianos. Tenía que ir con mucho cuidado con lo que buscaba porque todo era registrado en la base de datos de E.L.I.A.. No podía buscar datos sobre la caza de adanos o sobre política de alimentos sin ser objeto de una investigación por parte de la Seguridad Eliana. Pero en lo referente a los animalianos era una búsqueda en medio de ninguna parte.
Ante mí apareció un artículo publicado por un animaliano que básicamente describía los beneficios de alimentarse de animales, esos que yo ya estaba notando: los sentidos más agudizados, un aumento de fuerza, de velocidad...
–¡Kenny! ¿Por qué no pruebas algo sólo por esta noche? –insistió mi amigo Will, sacándome de mis recuerdos.
–Ya os lo he dicho, tíos: soy animaliano, y no va a ser hoy el día que eso cambie…
Pero justo en ese momento mi garganta se secó y mis ojos se agrandaron como platos: Entre las presas “del día" reconocí al pelirrojo que me habló aquella noche en el Mat.
¡Aquello no podía ser cierto! Esto confirmaba lo que aquella presa me contó sobre el tiempo que los mantenían cautivos. Pero si eso era cierto.... ¿Cuántas cosas más lo serían?
Todos eligieron su presa con tranquilidad mientras el camarero anotaba los litros y el número de presa. Y entonces llegó mi turno.
–¿Y usted?
Dudé unos segundos, y después una locura pasó por mi mente...
–Cinco litros del número cuatro, por favor –contesté dejando a todos mis amigos atónitos.
–¿Pero tú no me acabas de decir que eras animaliano?
–Sí, pero hoy es un día especial.
–¡Claro que sí! –dijo hablando por primera vez Rudy desde que habíamos comenzado la velada.
–¡Brindemos, amigos! ¡Por mi piso y mi mayoría de edad, y porque al fin seré libre! –dijo John lleno de alegría.
Y todos brindamos al unísono.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top