Primer Contacto
Han pasado seis horas desde que la isla Lebensborne fue arrasada por una fuerza más allá de la comprensión humana. Kamakura se ha sumido en un caos silencioso tras la noticia de su destrucción, y aunque las calles permanecen inmutables, el aire lleva consigo un temor inefable. Kaede, inquieta y angustiada por lo ocurrido, se retira a su habitación, incapaz de sacudirse el malestar que la consume. Cada rincón de su hogar parece más oscuro, más opresivo.
Oda Kakuzawa, por su parte, enfrenta la culminación de su desesperación. Ha desoído las advertencias de su propia hija, liberando algo que nunca debió ver la luz. Ahora, con el arrepentimiento devorándole, sabe que no hay vuelta atrás. El diablo ha pisado la tierra, y su sed de venganza es insaciable. Kamakura, una vez próspera, comienza a teñirse de sangre; los cuerpos aparecen mutilados en las calles, y nadie entiende la magnitud de lo que se ha desatado.
El horror comienza con dos desafortunados testigos: un exsoldado y un investigador. Bando, endurecido por años de combate, se encuentra cara a cara con una abominación que desafía toda lógica. Su mirada vacila, sus pensamientos son un caos. "¿Qué demonios es esto?", balbucea, mientras la criatura se abalanza sobre él, mordiendo ferozmente su brazo artificial. Con el pánico apoderándose de él, Bando responde con el hacha de carpintero que había encontrado momentos antes. Golpea frenéticamente, sus gritos desgarran la quietud de la noche, acompañados por los chillidos inhumanos de la criatura.
Kurama y Mariko llegan al lugar, atraídos por el eco de la batalla. Kurama, con el corazón acelerado, irrumpe en la casa solo para encontrar a Bando luchando por su vida. "¡No pierdas el tiempo, dispara!" —grita Bando, pero las balas de Kurama apenas arañan a la monstruosidad, que se mueve con una rapidez aterradora.
"¡Mariko, te necesitamos!", exclama Kurama, mientras la criatura avanza implacablemente. Pero antes de que Mariko pueda actuar, siente una presencia detrás de ella. Ahyma, sonriendo con una maldad insondable, susurra: "Es solo cuestión de tiempo antes de que todos sean como mis hijos, Diclonius".
Mariko, aterrada, voltea, pero no encuentra a nadie. El terror la consume por un instante, antes de escuchar nuevamente los gritos de su padre. Con furia desatada, utiliza sus vectores, desmembrando a la criatura en una explosión de sangre. Sin embargo, la sangre parece corroer sus vectores, provocándole un dolor abrasador. "¡Arden, duele demasiado!", grita mientras sus fuerzas menguan.
"Maldita sea", gruñe Kurama, "esto es mucho peor de lo que pensábamos". Bando, cubierto de sudor y sangre, se tambalea. "¿Están bromeando? ¿Esta cosa es más salvaje que un Diclonius?", masculla entre jadeos.
La tensión es palpable. Mientras tratan de calmar a Mariko y escapar, Ahyma, desde las sombras de un árbol, los observa con una sonrisa perversa, disfrutando del espectáculo. En otro rincón de la ciudad, Kaede se despierta de una pesadilla. Su corazón late con fuerza mientras sus amigos la rodean, preocupados.
"¿Estás bien?", pregunta Yuka, su voz suave pero llena de inquietud. Kaede asiente, pero el miedo persiste. "Soñé que todo ardía... todos estaban muertos. Y entre las llamas, había alguien... un ser demoníaco... pero... me resultaba tan familiar".
Mayu intentó calmar a Kaede con una voz suave: "Solo ha sido un sueño, no te preocupes". Sin embargo, Kaede no podía sacudirse la sensación de realismo que el sueño le había dejado impregnado en el cuerpo. "Sentí que todo era tan real", murmuró, aún intranquila. Nana, en un esfuerzo por reconfortarla, le aconsejó que se relajara. "Todo estará bien, solo piensa en otras cosas, ¿de acuerdo?"
Kaede asintió débilmente antes de retirarse a su cuarto. Las sombras en la habitación parecían más densas de lo habitual, y mientras se deslizaba bajo las sábanas, la familiaridad de su entorno no lograba apaciguar su creciente ansiedad. Cerró los ojos, esperando encontrar paz en el sueño. Pero en su mente, la realidad se deformó, y pronto se encontró cara a cara con las otras partes de su ser.
Lucy, la más despiadada de sus personalidades, no tardó en manifestarse. "Al fin", susurró con una sonrisa torcida. "Le entregaste nuestra virginidad a Kouta. Pensé que nunca te atreverías. Si no lo hacías tú, lo haría yo". Kaede sintió una punzada de rabia mezclada con remordimiento. "Ya sé de lo que eres capaz, Lucy", le espetó. "Aún no te perdono por haber asesinado a Kanae y a su padre".
La risa de Lucy resonó en la mente compartida. "Aunque te duela, Kaede, tú, Nyu y yo somos lo mismo. Somos una. Por tu culpa, muchos de mis objetivos han sido frustrados. Si pudiera, te mataría... pero ya sabes que moriríamos todas".
Nyu, siempre más pacífica, intervino con urgencia: "¡Basta! Algo no está bien, lo siento. Debemos averiguar qué nos está inquietando".
Kaede, ahora con la respiración agitada, supo que Nyu tenía razón. "Esto es solo el comienzo... algo grande se avecina".
Han pasado dos semanas desde la destrucción de la isla. El ambiente en todo el país es tenso, las autoridades lo han atribuido a un ataque terrorista, pero Kaede sabía que había algo más oscuro detrás de todo. En Kamakura, los asesinatos se multiplican, cada uno más brutal que el anterior. Los habitantes han comenzado a temer la noche, y la policía, desconcertada, se encuentra perdida ante la grotesca escena de los cuerpos mutilados.
Mayu y Nana, enteradas de los últimos eventos por una llamada de Bando, escucharon con atención. "Pase lo que pase", les advirtió, "tienen que proteger a Lucy". Mayu titubeó antes de responder, pero el tono desesperado de Bando la convenció de que algo grave estaba ocurriendo. "Estaré bien", dijo finalmente, tratando de sonar tranquila. "Tú también cuídate".
Mayu apagó el holovisor y se dirigió a la sala, donde Yuka parecía angustiada. "Ya casi no abren las tiendas", dijo, mordiéndose el labio. "¿Qué clase de loco está matando a tanta gente inocente? La policía no tiene pistas".
Kaede, en su rincón, reflexionó en voz baja: "Kouta, esto no es obra de un Diclonius... nuestros cortes no son así de salvajes".
"¿Estás segura?" —le preguntó Kouta, preocupado.
"Sí, estoy segura. Debemos estar alertas. Esto podría tener que ver con Oda Kakuzawa", respondió Kaede, mirando al vacío.
Mientras el enigma de la ciudad se profundizaba, Mayu y Nana intentaron relajarse. Tomaron un baño juntas, pero la conversación pronto se tornó inquietante. "Bando parecía diferente", comentó Mayu, sumida en sus pensamientos. "Recuerdo cómo deseaba vengarse de Nyu, pero hoy parecía... aliviado al saber que está viva".
Nana asintió. "Es extraño. Y esos asesinatos... no tienen nada que ver con nosotros. Pero esa frase que encontraron en las escenas de los crímenes, 'Nosotros somos la verdadera evolución', es escalofriante".
"¿Papá te habló alguna vez de otros experimentos?", preguntó Mayu, observando el agua turbia del baño.
Nana suspiró. "Kakuzawa siempre guardó secretos. No me sorprendería si lo que está matando a esas personas inocentes tiene que ver con él. Aunque... Bando mencionó que Kakuzawa estaba muerto".
Mayu suspiró. "Morir a manos de tu propia creación... debe ser una forma horrible de irse".
La conversación entre ellas se volvió más íntima, y pronto las palabras dieron paso a caricias. Nana, con una ternura inquietante, acarició la mejilla de Mayu antes de besarla. Lo que comenzó como un gesto de cariño se transformó en algo más, mientras las manos de Nana recorrían el cuerpo de Mayu, arrancándole gemidos de placer.
"Esto es prohibido", susurró Mayu, con un atisbo de duda. "Tú amas a Kurama... y yo a Bando. No deberíamos hacerlo".
Nana sonrió con picardía. "Nadie tiene que enterarse, Mayu. Déjate llevar". Las palabras fueron suficientes para que Mayu cediera, abandonándose al momento. En ese instante, mientras se entregaban la una a la otra, el mundo fuera de las paredes del baño continuaba desmoronándose.
En otra parte, una mujer corría aterrorizada mientras los gritos de niños y hombres resonaban en la oscuridad. Los gemidos de Mayu y Nana se entrelazaban con los chillidos de muerte, mientras Ahyma despedazaba a un hombre con sus tentáculos, arrancándole la cabeza con facilidad.
A la mañana siguiente, mientras el país se despertaba en medio de otro horrendo crimen, Mayu y Nana recibieron una llamada de Bando. "Otro asesinato", dijo, con la voz pesada. "Van 35 en dos semanas".
Nana apretó los puños. "Mierda...".
La atmósfera en la casa era densa, un contraste inquietante entre la calma aparente y las noticias que transmitían en la televisión. Nana, completamente desnuda, corrió hacia el televisor, ignorando la mirada incómoda de Kouta y la furia que desató en Yuka, quien, con un grito de indignación, golpeó a Kouta en la cabeza y le cubrió los ojos.
—¡Tonto!— gritó Yuka, llena de rabia.
Kouta, aturdido, apenas alcanzó a balbucear.
—¿Por qué me pegas?
Pero antes de que la situación escalara más, la voz de la reportera en la televisión capturó su atención.
—13 de enero del año 2022. Nuevas víctimas han sido encontradas dentro de su casa. Esta vez, los asesinatos se tornan más salvajes y grotescos que nunca—. La voz de la reportera era fría, profesional, pero el contenido de sus palabras helaba la sangre.
—La mujer, identificada como Rika Ayanami, de 34 años, fue decapitada junto a su esposo Yukishiro, de 40, y sus dos hijos pequeños. Las cabezas fueron encontradas en ollas sobre el comedor, parcialmente devoradas. La escena del crimen fue quemada, dificultando la recolección de pruebas. El ambiente es de desconcierto total, y muchos creen que desde el incidente en la isla, estos horribles crímenes han comenzado a multiplicarse. El gobierno ha ordenado un toque de queda, con el ejército y la policía vigilando las calles...—.
La pantalla proyectaba imágenes desgarradoras mientras la reportera continuaba con su monólogo sombrío. La tensión en la sala aumentaba, y Nana apagó el televisor con una expresión que oscilaba entre la angustia y la determinación. Kaede, quien había estado observando todo en silencio, se quedó inmóvil, sus pensamientos oscuros y profundos. Sabía que algo andaba terriblemente mal.
—No puedo quedarme sin hacer nada...— murmuró Kaede, apenas audible.
—¿Dijiste algo, Nyu?— preguntó Nana, confundida.
Kaede negó con la cabeza, ocultando sus pensamientos mientras la intranquilidad crecía en su interior. Yuka, inusualmente empática, parecía perturbada por la situación, su rostro marcado por una tristeza que no acostumbraba mostrar.
—No es buena idea que Nozomi venga a visitarnos después de todo lo que ha ocurrido— comentó Yuka, sin mirarlos a los ojos. —Pero ya lo ha decidido. Iré al mercado a comprar algo para su cena de bienvenida.
—Yo te acompañaré— ofreció Mayu, levantándose del sofá.
Kaede las miró, con una seriedad que caló en lo más profundo.
—Tengan mucho cuidado...— sus palabras, cargadas de un tono inusual, generaron una sensación de incomodidad en todos.
Yuka y Mayu se miraron entre sí, sorprendidas por la advertencia de Kaede, pero decidieron no hacer más preguntas. Se levantaron y salieron, el silencio en la sala se volvió opresivo.
Mientras tanto, en una lujosa oficina, Kurama y Bando caminaban por pasillos amplios y elegantes, sus pasos resonando sobre los mármoles pulidos. Su conversación giraba en torno a su nuevo empleador, un hombre envuelto en misterio y poder.
—¿Y quién es tu jefe?— preguntó Bando, desconfiado. —Se nota que tiene mucho dinero.
—Lo llaman J— respondió Kurama, con un tono cauteloso. —Dicen que es un hombre increíblemente inteligente. Ha resuelto misterios que otros investigadores no han logrado descifrar en años. Además, tiene Diclonius trabajando para él, como si fueran ciudadanos comunes.
—¿Y cómo ha conseguido que esas criaturas lo ayuden?— Bando entrecerró los ojos, escéptico.
Kurama no respondió. Llegaron a una puerta pesada y elegante. Kurama la abrió, y ambos entraron en una amplia oficina decorada con cuadros y libros antiguos. Un hombre de mediana edad, con un sombrero en la cabeza, estaba sentado detrás de un escritorio, comiendo semillas de girasol.
—Bienvenidos. Soy J— dijo el hombre con una voz suave, pero cargada de autoridad. El aura que emanaba era de calma, pero bajo esa tranquilidad se ocultaba un poder incuestionable.
Bando lo observó detenidamente. Había algo en J que lo inquietaba.
—Kurama me ha hablado de ti, Bando. Eres uno de los mejores soldados que el SAT ha tenido.
Bando esbozó una sonrisa sarcástica.
—¿Dudas de mis habilidades? He sobrevivido a cosas que otros ni siquiera imaginarían— respondió, su tono lleno de arrogancia.
J lo miró en silencio, evaluando cada uno de sus movimientos.
—No lo dudo. De hecho, necesito tus habilidades— dijo J, levantándose de su escritorio y dirigiéndose a un cuadro. Usó su huella dactilar para abrir una caja fuerte secreta, revelando un conjunto de prótesis y armamento avanzado.
—Esto debería interesarte— añadió J, mientras sacaba un traje especial y varias armas de alto calibre. Bando sonrió con satisfacción.
—Sabes bien lo que me gusta— comentó, admirando el equipo.
—Las cosas están mal. Si el informe de Kurama es correcto, Beyond está libre, matando a inocentes— explicó J.
—¿Y qué tiene que ver eso conmigo?— preguntó Bando, sin dejar de observar el armamento.
—Necesito que mates a Beyond. Y si es posible, que captures a Lucy— explicó J. —Este demonio es un enemigo formidable, y aunque tengas este equipo, no será un oponente fácil.
Bando se cruzó de brazos, reflexionando por un momento.
—Si el pago es bueno, no tengo problema en aceptar. Pero primero, dime a qué me enfrento realmente. No quiero perder más partes de mi cuerpo.
J suspiró, mirando un cuadro que colgaba en la pared.
—Beyond, o Cero, es el nombre clave de una criatura que Oda Kakuzawa tenía en la isla. Se llama Ahyma. Fue usada en experimentos militares, y su origen se remonta a Kamakura— explicó J, su voz adoptando un tono más grave.
Kurama se estremeció ante la mención de Ahyma.
—¿Cómo sabes tanto de él? Parece que lo conoces bien— preguntó, con una mezcla de asombro y desconfianza.
J se detuvo, su mirada perdida en el pasado.
—En 2011, hubo un incidente en Tokio. Lo llamaron un ataque terrorista. Pero eso fue una mentira. Ahyma se descontroló y desató el caos en la capital. Lo vi con mis propios ojos— confesó J, su voz cargada de dolor. —Yo sobreviví a esa pesadilla, pero muchos de mis colegas no tuvieron la misma suerte.
El silencio se instaló en la habitación. J miraba un retrato de sus compañeros caídos, el peso de sus recuerdos claramente visible en su rostro.
—Bien— dijo Bando, rompiendo el silencio. —Si me estás ofreciendo esto, debe valer la pena. Ningún Diclonius o criatura podrá detenerme— concluyó, su determinación tan feroz como su deseo de venganza.
Kurama permanecía en silencio, asimilando las palabras de J. Sabía que estaban al borde de algo mucho más oscuro y peligroso de lo que cualquiera de ellos había imaginado.
El aire se tornaba denso en la oficina de J mientras la gravedad de la situación comenzaba a asentarse en la mente de Kurama.
—Dios mío... —murmuró, los ojos dilatados en shock—. Un virus más letal que el de los Diclonius...
Bando, apoyado contra la pared, dejó escapar una risa sarcástica mientras encendía un cigarrillo. —Todo eso suena a tonterías... pero lo que vi es real. Supongo que debemos estar alertas por cualquier cosa que pase.
Kurama asintió, el peso de la información lo aplastaba. —Llamaré a Shirakawa. Necesitamos reunirnos cuanto antes, aclarar todo esto antes de que se nos escape de las manos.
J observaba su tableta con una calma inquietante, el reflejo de la pantalla mostrando proyecciones de infección global. Sus dedos se deslizaron sobre la pantalla y la respuesta le atravesó como una sentencia de muerte: tres años. Solo tres años para que el virus de Ahyma consumiera al mundo.
—Buena suerte en sus misiones —dijo J sin levantar la mirada—. Bando, te espero en dos horas en la sala de cirugía.
Bando apagó su cigarrillo en el suelo y lo aplastó bajo su bota. —Lo que usted diga. —Salió de la oficina junto con Kurama, dejando a J a solas con sus aterradoras proyecciones.
En Kamakura, el día parecía no tener fin. Las calles vacías, como si una maldición se hubiera abatido sobre la ciudad, cargaban un aire de angustia y miedo silencioso.
—Las calles están tan solas... —susurró Mayu, apretando el brazo de Yuka mientras caminaban bajo la tenue luz del atardecer—. Tengo miedo.
—No temas, Mayu. —Yuka, con un tono firme, trató de calmarla—. No te separes de mí.
No sabían que unos ojos las acechaban desde las sombras. Ahyma, cubierto con una gabardina de vagabundo, las seguía con pasos ligeros y calculados. Su mirada era fría, como la de un depredador observando a su presa.
—Qué sorpresa... —murmuró Ahyma para sí, sus ojos fijos en Mayu—. Esa niña está infectada... el virus Diclonius corre por sus venas. Deberé vigilarla.
Mientras las chicas hacían sus compras, ignorantes de la presencia que las seguía, Ahyma se movía con agilidad inhumana, deslizándose entre los techos de las casas, siempre cerca, siempre observando.
Cuando finalmente regresaron a casa, Kaede fue la primera en notar algo extraño. Su mirada, instintivamente, se dirigió a un árbol cercano donde había sentido algo... algo oscuro. Sin embargo, cuando se giró, la presencia ya había desaparecido.
—¿Ocurre algo? —preguntó Kouta, entrando en la habitación.
Kaede, forzando una sonrisa, respondió con ligereza. —Nada... no pasa nada. Vamos, Nana y Yuka ya han preparado la cena.
Mientras Kouta se adentraba en la casa, Kaede no podía dejar de mirar el árbol. La sensación persistía.
—Debo de estar estresada... —susurró para sí misma.
Desde las sombras, Ahyma sonreía para sí. Su venganza estaba cerca. Pronto, muy pronto, se enfrentaría a Kaede cara a cara después de tantos años.
Dos días después, el aire en Kamakura parecía haber recuperado un poco de normalidad. No se habían reportado asesinatos, y la gente comenzaba a salir nuevamente a las calles, aunque con una precaución palpable.
—En una semana llegará Nozomi —dijo Yuka, su tono ligeramente emocionado—. La verdad, ya la extrañaba. Ahora que es una cantante famosa...
Mayu se estiró antes de ponerse en pie. —Voy a salir a caminar un poco. Nos vemos luego.
—Ten cuidado, Mayu —respondió Yuka, su mirada preocupada siguiéndola mientras salía.
Mientras tanto, en las sombras, un encuentro más oscuro se estaba gestando. Ahyma, oculto bajo su gabardina sucia, caminaba por las calles vacías, sus ojos demoníacos fijos en su siguiente presa.
El teléfono vibró en el bolsillo de Bando, arrancándolo de sus pensamientos. Su ceño fruncido se profundizó mientras miraba la pantalla.
—¿Qué querrá esta estúpida ahora? —gruñó, deslizándose el auricular al oído—. Bueno, ¿hola? ¡Contesta, estúpida!
—Vaya modales para contestar, Bando, ¿no? —la voz era oscura, fría, resonando como el eco de una cueva.
Bando apretó los dientes. —¿Quién carajos eres? ¿Y por qué tienes el teléfono de Mayu? ¿Cómo sabes mi nombre?
—Lo vi en la lista de contactos de este curioso aparato. —El tono de Ahyma era una mezcla de burla y desprecio—. Mi nombre es Ahyma. Y sé que esta niña, Mayu, conoce a Kaede.
El estómago de Bando se revolvió, una mezcla de incredulidad y furia recorriéndolo. —Ahyma... eso es imposible. ¡¿Qué le hiciste a Mayu?! ¡Si le has hecho algo, te juro que te las verás conmigo!
—Tranquilo, no te preocupes por ella... aún. Está sumida en un sueño profundo, por ahora. No tengo intención de sacarle los órganos ni las extremidades... por el momento. Pero si no me traen a Kaede al parque de Kamakura... despídete de esta humana. —La amenaza cayó como un veneno en los oídos de Bando.
—¡Maldita sea! ¡Hola! ¡¿Hola?! —Los ojos de Bando brillaban de rabia al escuchar el tono de llamada interrumpido—. ¡Maldición! Debo llamar a Nana.
Sin perder tiempo, marcó el número. El tono sonaba interminable hasta que finalmente alguien contestó.
—¿Nana? ¡Es una urgencia! —dijo Bando, pero al otro lado no era la voz que esperaba.
—Disculpe —respondió Yuka—, Nana está bañándose. ¿Ocurrió algo?
—Mire, no sé quién esté contestando, pero necesito hablar con Nana. ¡Es una emergencia! ¿Puede llamarla, por favor?
—Está bien, espere. —Yuka se giró hacia el baño—. ¡Nana! ¡Tienes una llamada!
Nana salió corriendo, desnuda y aún mojada, tomando el teléfono rápidamente. —¿Quién es?
—No lo sé, pero está muy agitado —respondió Yuka, preocupada.
—¿Hola? —dijo Nana con la respiración agitada.
Detrás de una puerta, Kaede escuchaba cada palabra, inmóvil, mientras una sombra se cernía sobre la situación.
—¡Nana! —la voz de Bando era urgente, cortante—. Escucha bien: ¡Mayu ha sido raptada!
El color desapareció del rostro de Nana. —¡¿Qué estás diciendo, Bando?! ¡¿Que Mayu ha sido raptada?!
—No solo eso —Bando respiraba agitadamente—, el que la tiene es el responsable de los asesinatos en Kamakura. Necesito que nos reunamos. El tipo insiste en que traiga a alguien llamado Kaede. Si no la llevo... matará a Mayu.
El silencio que siguió fue sofocante, hasta que Nana respondió con firmeza. —Está bien, Bando. Búscame en la playa donde solíamos vernos. ¡Voy para allá ahora mismo!
Nana colgó el teléfono y, al girarse para salir, se encontró cara a cara con Kaede, cuyo rostro estaba marcado por una seriedad inquietante.
—¡Lucy! —dijo Nana, con el corazón acelerado.
—Lo escuché todo —respondió Kaede con voz suave, pero resuelta—. Tendrás que llevarme. Mayu también es mi amiga. No la dejaré sola.
Desde el umbral, Kouta también se acercó, su rostro ensombrecido. —Yo también lo escuché. ¿Son los mismos locos de la isla, Nana?
Nana se mordió el labio. —No lo sé, Kouta. Me reuniré con mi contacto en la playa, pero no hay tiempo que perder.
Sin más palabras, el grupo salió de la casa apresuradamente, con una determinación que casi ocultaba el miedo que los acechaba. Lo que no sabían era que, en las sombras, Ahyma observaba cada uno de sus movimientos, su mirada fija en Yuka, la próxima pieza en su juego macabro. Mientras el alboroto envolvía la casa, Ahyma se movió con la rapidez de una criatura fuera de este mundo, dejando a Yuka inconsciente de un solo golpe.
—Espero que seas tan útil como la otra chica... —musitó, mientras se llevaba el cuerpo de Yuka, su risa gélida perforando el silencio de la noche—. Kaede... pronto, muy pronto.
En el camino a la playa, Nana, visiblemente perturbada, contó todo lo que sabía al grupo mientras la penumbra se hacía más densa.
—Mayu está en un lío enorme. El responsable de los asesinatos en Kamakura la ha secuestrado. Insiste en que una tal Kaede lo enfrente, o la matará.
Kaede se detuvo abruptamente, su rostro pálido.
—¿Ocurre algo, Nyu-chan? —preguntó Nana con una preocupación evidente.
Kouta intercambió una mirada con Kaede antes de responder por ella. —Es hora de que lo sepas, Nana... Kaede es quien busca ese hombre. Es su verdadero nombre.
Nana se detuvo, perpleja. —No entiendo. ¿Qué está pasando?
—Kaede tiene tres personalidades... —explicó Kouta en voz baja—, y la original es Kaede.
—Eso no importa ahora. —Nana se volvió hacia el horizonte—. Ya me explicarás después. El tiempo se nos acaba.
El grupo reanudó su camino, el ambiente cargado de tensión. La noche caía rápidamente, y con ella, la certeza de que algo mucho más oscuro que ellos los esperaba en Kamakura.
La oscuridad envolvía el lugar como una prisión sin paredes, opresiva y cargada de tensión. El aire era espeso, casi imposible de respirar, mientras Yuka despertaba, con el cuerpo entumecido y el corazón latiéndole con fuerza.
—¡¿Mayu?! —su voz se quebró en el aire—. ¡¿Eres tú?!
—¡¿Yuka?! —la voz de Mayu era frágil, rota por el miedo—. ¡¿Qué está pasando?!
Yuka miró a su alrededor, buscando una salida, una explicación. —¡¿Quién nos hizo esto?! —gritó—. ¡Muéstrate, maldito cobarde!
Un sonido viscoso rompió el silencio. Desde las sombras emergieron criaturas grotescas, con cuerpos deformados, piel pegajosa y hedionda, acercándose lentamente, oliendo el miedo que irradiaban las dos chicas. Una de las abominaciones se detuvo frente a Mayu, y con un movimiento lento y asqueroso, deslizó su lengua fétida por su mejilla. Mayu gritó, el sonido desgarrador perforando la atmósfera.
De las sombras, una figura más alta, más aterradora, apareció con una sonrisa torcida: Ahyma.
—Vaya, al fin despiertas, señorita —dijo con una voz llena de malevolencia.
Yuka intentó contener el pánico que le subía por la garganta. —¿Quién carajos eres tú? ¿Eres uno de esos locos de la isla? —Su voz era desafiante, pero las palabras temblaban.
Ahyma se rió, un sonido oscuro y burlón. —Por favor, no me compares con esos idiotas. Yo soy algo... más ambiguo, algo que ustedes no podrían comprender. Los humanos piensan que lo saben todo, pero ni siquiera han llegado a la mitad de la cadena evolutiva.
—¡¿Y qué quieres de nosotras?! —exigió Yuka.
—Querida, ustedes son solo la carnada. Si a Kaede le importan, vendrá por ustedes sin dudarlo. —Ahyma se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con un destello enfermo.
—¿Kaede? —preguntó Mayu, temblando—. ¿Quién es esa tal Kaede?
—Es la que ustedes llaman Nyu-chan —respondió Ahyma, pronunciando el apodo con un desprecio evidente—. Me sorprende que haya desarrollado tres personalidades.
Yuka sintió la rabia crecer en su pecho. —¿Cómo sabes tanto? —exigió.
—Las he estado vigilando durante días. Incluso me infiltré en sus recuerdos. Sé todo sobre ustedes, cada momento compartido, incluso lo más íntimo. —La sonrisa de Ahyma era depravada—. Ah, y Mayu, sé por qué estás infectada con el virus Diclonius... después de acostarte con Nana, claro. —Se rió, un sonido cortante y cruel—. Es hermoso que aún crean en el amor, pero esos sentimientos solo retrasan la verdadera evolución.
—¡Deja a Nana y a Nyu-chan en paz! —gritó Mayu, con lágrimas ardiendo en sus ojos.
Ahyma la miró, divertido. —Desearía complacerte, pero tengo cuentas pendientes con Kaede. He visto lo que ustedes llaman "justicia", y es patético. ¿Aún tienen fe en la vida, después de todo lo que han visto? Yo aprendí por las malas que los humanos son un virus, una plaga. Destruyen todo a su paso, y luego tienen la audacia de llamarme a mí una plaga. ¿Por qué siguen luchando por un mundo mejor cuando todo lo que hacen es devorar y conquistar? —Ahyma alzó las manos al cielo, su voz se elevaba con una furia creciente—. ¡Son como animales, descendientes de monos, buscando dioses para llenar el vacío de su existencia!
Yuka, cansada de sus palabras, lo interrumpió. —Ya basta de tus estupideces. ¿Qué quieres de Nyu?
Ahyma dejó caer su sonrisa, su rostro volviéndose peligroso. —Oh, amiga, no arruinemos la trama revelando todo de una vez. —Su voz era un susurro burlón—. Solo quiero hablar con ella, pero una pista... Kaede arruinó mi vida, mis planes, hace muchos años. Y ahora tenemos cuentas pendientes.
—Estás loco... —susurró Mayu.
Ahyma se rió de nuevo, esta vez con una locura desquiciante—. ¿Loco? No, niña estúpida. No solo estoy loco. Estoy lleno de ira, tristeza, soledad. Lo mismo que siente Kaede. Lo que tú nunca entenderías. —Se inclinó hacia Mayu, su rostro tan cerca que ella podía sentir su aliento fétido—. Puedo ver en tus ojos, Mayu. Miedo... miedo al sexo, miedo a la vulnerabilidad. Y en tu amiga... miedo a la soledad, a perder a ese chico que tanto ama.
—¡No sabes nada de nosotras! —gritó Yuka.
Ahyma la miró, su sonrisa volviendo. —Oh, claro que lo sé. He visto sus secretos. Esta noche, será... mágica. —Su voz se volvió suave, casi susurrante.
Mayu notó algo en sus ojos, un brillo inhumano. Su corazón se detuvo.
—Tú... tú no eres humano, ¿verdad? —susurró.
Ahyma levantó una mano, y de uno de sus dedos emergió una garra afilada y retorcida. Las dos chicas se quedaron petrificadas de terror mientras él se acercaba a Mayu, su garra trazando una línea lenta y dolorosa por su mejilla.
—¡Ahhh! —gritó Mayu, su cuerpo temblando.
—¡Déjala! —gritó Yuka, impotente.
Ahyma la miró, su tono volviendo a ser tranquilo, casi agradable. —No soy humano, niña. Pero te aseguro que el miedo que me tienes... es auténtico. —Se giró hacia sus criaturas—. Vigilen que no intenten escapar. Iré a admirar el hermoso atardecer. Nuestros invitados de lujo no tardarán en llegar.
Con un gesto despectivo, Ahyma se alejó, mientras los cuervos volaban alrededor de su silueta distorsionada. Al mismo tiempo, Nana, Kouta y Kaede corrían hacia la playa. Allí, vieron a Bando, a Kurama y a Mariko esperando, pero Kaede, al verlos, sintió que una vieja herida volvía a abrirse.
La tensión en el aire era casi palpable, la noche se cernía sobre ellos como un manto opresivo. Bando, con los músculos tensos y la mirada llena de odio, habló con una furia contenida.
—Vaya, nunca pensé que vendrías con ella. —Su mano temblaba ligeramente sobre su arma—. ¡Tengo tantas ganas de matarla por lo que me hizo! —Sus ojos se volvieron hacia Kaede, oscurecidos por el rencor—. Pero hay cosas más importantes ahora mismo que mi venganza personal.
Kouta dejó escapar un suspiro incómodo. —Vaya momento incómodo...
Kurama, observando la escena con frialdad, entrecerró los ojos. —Es sorprendente que sobrevivieras, después de todo el caos que causaste y las vidas que arrebataste.
Mariko, a su lado, miró con desconfianza. —Padre, no confíes en ella —dijo con dureza.
Kaede, manteniendo la compostura, lanzó una mirada asesina a Kurama. —Lo mismo digo. Aún recuerdo lo que hiciste en el faro, Kurama.
Su mente retrocedió por un instante, recordando el momento en que Kouta la había salvado, un recuerdo tan poderoso que amenazaba con hacerla perder el control de sí misma.
Bando, cortando la tensión con su acostumbrada falta de paciencia, gruñó. —No tenemos tiempo para revivir el pasado. Debemos llegar al parque de Kamakura cuanto antes.
Kaede no iba a dejarlo pasar tan fácilmente. Su voz se volvió gélida cuando se dirigió a Kurama. —¡Kurama! Me vas a decir ahora mismo qué demonios está pasando. ¿Por qué este alboroto? Si no me explicas todo, no pienso ayudarte. ¿O es que esto es una trampa para llevarme de nuevo a esa maldita isla?
Kurama exhaló, como si estuviera preparado para el reproche. —Está bien, Lucy... Te contaré lo que sucede. Kakuzawa y la isla ya no existen. Si eso te da algo de paz, tómatelo así. —Hizo una pausa, como si sopesara cómo continuar—. El responsable de todo esto es el mismo que está detrás de los asesinatos en Kamakura.
Los ojos de Kaede se estrecharon, pero dejó que él continuara.
—Oda Kakuzawa, en su desesperación por capturarte, liberó algo... algo que no debería haber sido despertado. Shirakawa sobrevivió a lo ocurrido en la isla, pero lo que vio allí fue indescriptible. Logró sacar a Arakawa, a Anna y a una Diclonius. El que escapó de esa isla, lo que liberaron, se hace llamar Beyond... o Cero. Pero su verdadero nombre es Ahyma, una entidad mutante más peligrosa que los propios Diclonius.
El nombre "Ahyma" hizo que Kaede se tambaleara. Un dolor agudo atravesó su cabeza. Imágenes fugaces invadieron su mente: una casa en llamas, sombras danzando detrás del fuego, risas desquiciadas y gritos de agonía. Mariko y Nana notaron el cambio en ella, y rápidamente desplegaron sus vectores, alertas. Pero Kaede logró calmarse, aunque las sombras de sus recuerdos seguían acechando.
Kouta, rompiendo el tenso silencio, murmuró con un tono ácido. —Como si no bastara con lidiar con Diclonius, militares y todo lo demás... Ahora esto.
Bando, con su característica aspereza, se rió de manera sombría. —Dímelo a mí. Ese bastardo no es humano, eso está claro. El tamaño de ese monstruo no es normal.
Nana, aún alerta, preguntó con curiosidad. —¿De qué hablas? ¿Lo viste?
—¡No seas estúpida! —rugió Bando, exasperado—. Hablaba de su estatura, niña.
—Perdón... —murmuró Nana, bajando la cabeza.
Kaede, todavía recuperándose del dolor, miró a Kurama con un brillo feroz en los ojos. —¿Por qué secuestró a Mayu? —preguntó con un tono cargado de amenaza.
Kurama, sin apartar la mirada, respondió de manera tranquila. —Por lo que me dijo Bando... está buscando a alguien. A ti, Kaede.
El silencio que siguió fue abrumador. Una gota de sudor resbaló por la frente de Kouta, cayendo en su mano. Notando el repentino cambio en Kaede, preguntó con preocupación.
—¿Estás bien?
Kaede lo miró, su rostro serio, mientras finalmente revelaba lo que había estado ocultando. —Les diré la verdad... Mi verdadero nombre es Kaede. En mi mente, existen tres personalidades. Nyu, la creé para que Kouta no me temiera. Luego está Lucy... mi lado más salvaje, la que posee el mayor control sobre mis poderes. Y por último, estoy yo... Kaede, mi verdadera personalidad. Cada una de ellas contiene mi poder, como sellos. Pero si pierdo el control... esos sellos se rompen, y ocurre lo que vieron en el faro.
Kurama, tras una pausa, asintió lentamente. —Eso explica muchas cosas. Pero aún hay algo que no sabes... tu propio pasado, ¿verdad?
Kaede apretó los dientes, un brillo doloroso en sus ojos. —Así es. Kakuzawa me contó un pasado confuso, lleno de mentiras. Pero cuando mencionaste a ese tal Ahyma... mi cabeza comenzó a doler, y vi algo.
—¿Qué viste? —preguntó Kurama, con una seriedad profunda.
—Una casa en llamas... sombras detrás del fuego... y risas. —Las palabras de Kaede quedaron suspendidas en el aire, impregnadas de un terror que ninguno de ellos podía comprender completamente.
Kurama cerró los ojos por un momento antes de hablar. —Es mejor que vayamos al lugar del encuentro. No tenemos mucho tiempo.
Kaede miró a Kouta con gravedad. —Deberías volver a casa, Kouta. Esto es demasiado peligroso.
Kouta negó con la cabeza. —No, Kaede. Mayu es también mi amiga. Y estoy cansado de quedarme de brazos cruzados.
Kaede lo miró por un largo momento antes de asentir. —Está bien, Kouta.
El grupo subió al auto y se dirigió hacia el encuentro. La noche caía sobre Kamakura como un velo mortuorio. Kaede, mirando por la ventana, observaba el paisaje de templos antiguos mientras el vehículo avanzaba, como si la ciudad misma respirara la desesperación que ellos sentían.
Cuando llegaron al parque, Bando estacionó el auto cerca. Kurama y él sacaron sus armas, y Kurama le entregó una pistola a Kouta.
—Espero que sepas usarla. No sabemos si nos espera un comité de bienvenida.
—No se preocupe —dijo Kouta, con una voz firme—. Ya he usado una antes.
El grupo descendió del vehículo, el silencio era espeso, antinatural. No había pájaros, ni el usual murmullo del viento. Solo un susurro inquietante, como si algo los estuviera acechando.
Kouta, observando los alrededores, notó algo extraño en las ramas de un árbol. Un pedazo de piel humana colgaba de una rama, pálido y macabro. Su estómago se retorció al recordar lo que le había ocurrido a su padre y hermana.
Kaede se acercó, notando su expresión. —¿Estás bien, Kouta?
—Sí... no te preocupes.
Mariko, con los ojos entrecerrados, murmuró. —Guarden silencio. Siento que alguien nos observa.
Con cautela, el grupo avanzó hasta un patio abierto, donde vieron a Mayu y Yuka, amarradas y rodeadas por criaturas grotescas. Y en un columpio, balanceándose con una sonrisa torcida, estaba Ahyma.
—¡Yuka! ¡Mayu! —gritó Kouta, rompiendo la tensión.
—¡Espera, Kouta! —gritó Kaede, pero era demasiado tarde.
Kouta corrió hacia las chicas, pistola en mano, pero las criaturas se interpusieron. Ahyma, con una velocidad inhumana, se lanzó hacia Kouta, arrebatándole el arma y golpeándolo con la palma de su mano. Kouta cayó a los pies de Kaede, inconsciente.
—¡Kouta! —gritaron Kaede, Mayu y Yuka al unísono.
Kaede se inclinó para ayudar a Kouta a levantarse, pero al levantar la vista, sus ojos se encontraron con los de Ahyma. Lo que vio la hizo detenerse, sorprendida. Él... se parecía tanto a ella.
El viento cortaba el silencio como un cuchillo mientras Kaede se mantenía de pie frente a la imponente figura de Ahyma. El monstruo parecía un espejo oscuro y deformado de sí misma, una imagen grotesca que la hacía estremecer.
—¿Por qué se parece tanto a mí? —murmuró Kaede, casi en un susurro, mientras el eco de esa pregunta resonaba en su mente.
Kouta, con el sudor perlando su frente, también la observaba con incredulidad. —Lo mismo digo... ¿Qué carajos eres?
Kurama, con un tono cortante, alzó la voz: —¡No hagan nada imprudente! No sabemos de qué es capaz este hijo de perra. No bajen la guardia.
Bando apretó los puños, la rabia asomando en su mirada. —Este cabrón tiene una velocidad sobrehumana. Kouta ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar.
Con un gesto casi despreciativo, Ahyma desvió la mirada hacia Kaede. —Jamás pensé que este día llegaría, Kaede. He esperado por muchos años nuestro reencuentro.
Los ojos de Kaede se nublaron cuando un destello del pasado la golpeó: una imagen de un niño sosteniendo un cuchillo ensangrentado, una mujer muerta a sus pies, y las llamas consumiendo una casa. Los gritos eran lo único que permanecía en ese oscuro rincón de su memoria.
—Esto no puede ser real... —gimió, llevándose las manos a la cabeza—. ¡Es una maldita mentira! ¡Mi cabeza!
Kouta, visiblemente angustiado, dio un paso adelante. —Kaede, cálmate... Respira hondo.
La tensión era palpable cuando Mayu, atada y vigilada por las aberrantes criaturas, gritó: —¡Bando-san, Nana! ¡Ayúdenme!
—¡Mayu! —respondió Bando, con furia contenida.
—Debemos salvarlas antes de que esas cosas les hagan daño —dijo Nana, con voz temblorosa, pero decidida.
Sin pensarlo dos veces, Bando y Nana corrieron hacia las criaturas, pero un tentáculo de Ahyma se lanzó hacia ellos con una velocidad aterradora, haciéndolos retroceder bruscamente.
—¡Maldición! ¡Es más rápido que mis vectores! —gritó Nana, los ojos desorbitados de incredulidad.
Bando, sacando su arma, apretó los dientes. —A ver qué te parece esto, demonio.
Disparó una ráfaga directa hacia Ahyma, pero la monstruosidad simplemente absorbió las balas como si fueran nada, devolviéndoselas a Bando. Nana, apenas a tiempo, usó sus vectores para bloquear el ataque.
—Eso estuvo cerca... —gruñó Bando, con el corazón acelerado.
Kurama, observando la escena, comprendió que el enfrentamiento no sería sencillo. —Esto no va a ser fácil... Mariko, prepárate para luchar.
Ahyma, con una sonrisa torcida, habló en un tono de burla. —¿De verdad creen que con ese patético poder podrán detenerme? No soy como esos Diclonius insignificantes. Soy una forma superior, la verdadera evolución.
Yuka, en su desesperación, gritó: —¡Kouta! ¡Sácame de aquí, por favor!
Ahyma, ignorando las súplicas de la joven, fijó su mirada en Kaede. —Tú, Kaede... Si realmente tienes el valor y el poder para salvarlas, ven y enfréntame.
Kaede apretó los puños, su respiración se hizo más pesada. —Te aseguro que te vas a arrepentir. —Miró a los demás—. No se metan. Esto es entre él y yo.
Ahyma se puso en guardia, su cuerpo grotesco se agitaba con cada respiración. Bando y los demás retrocedieron, sabiendo que este duelo no era uno en el que debían intervenir. El viento soplaba con fuerza, levantando las hojas secas del suelo, y el ambiente adquiría un aire de presagio oscuro.
Kaede observó a su alrededor, buscando algo que pudiera usar. Su enemigo se despojó de su gabardina maltrecha, dejando ver los tentáculos que se retorcían en su espalda y sus manos, que se transformaban en garras monstruosas.
—Anda, Kaede. Ven a por mí si realmente crees que puedes detenerme —la voz de Ahyma resonaba con una mezcla de burla y desafío.
—No permitiré que hagas daño a mis amigas ni a los inocentes —gruñó Kaede, usando sus vectores para tomar una roca y lanzarla con fuerza hacia Ahyma.
El monstruo detuvo la roca con una mano, aunque la fuerza lo hizo retroceder. Con un movimiento rápido, devolvió el proyectil, pero Kaede lo partió en dos con sus vectores.
Antes de que pudiera reaccionar, Ahyma se desplazó con velocidad sobrehumana, apareciendo frente a Kaede en un parpadeo. La golpeó repetidamente, sus movimientos eran un torbellino de brutalidad. La agarró del rostro y la lanzó contra un árbol, con una fuerza tal que el tronco crujió bajo el impacto.
El grupo quedó en silencio, atónito ante el despliegue de poder. La Kaede invencible, la Diclonius que todos temían, había sido aplastada en segundos.
Nana, incrédula, susurró: —La venció... Ni siquiera tuve oportunidad de hacerle frente.
Mariko gruñó. —Esto no pinta nada bien.
Bando, con una mezcla de rabia y frustración, maldijo. —Esto debe ser una jodida broma... ¿Cómo es posible que este bastardo la sometiera tan fácilmente?
Kouta apenas podía respirar. —Esto... esto es imposible...
Pero Kaede, herida y sangrando, se levantó tambaleante. Su mirada era ahora de furia incontrolable.
—Esto aún no ha terminado... —gruñó, mientras una voz familiar resonaba en su mente. Lucy, la personalidad que rara vez se manifestaba, hablaba en un susurro, llamándola desde lo más profundo de su ser.
El rugido de la tormenta eléctrica resonaba en la distancia mientras el aire denso y cargado de humedad envolvía el campo de batalla. La luz intermitente de los relámpagos iluminaba los rostros tensos de los combatientes. Un instante de silencio fue roto por la voz de Lucy, fría y cortante como el filo de una navaja.
—Vamos, déjame libre y te ayudaré a derrotarlo —dijo Lucy, su voz resonó dentro de la mente de Kaede, una mezcla de urgencia y desprecio—. Ese tipo no es normal.
Kaede cerró los ojos un instante, como si tratara de apartar un pensamiento molesto.
—¿Para que vuelvas a hacer daño? No lo creo, Lucy. Aunque me resulta extraño que me hables ahora —replicó Kaede con un tono controlado, pero su voz temblaba con un deje de duda.
—¡Lo hago para sobrevivir, estúpida! —respondía Lucy con un gruñido feroz—. Recuerda que compartimos el mismo cuerpo. Si no fuera así, ya estaría haciendo otras cosas.
Un tercer pensamiento emergió, suave pero firme.
—¡Ya basta, ustedes dos! —intervino Nyu, cuya voz dulce se había endurecido con determinación—. Odio admitirlo, pero Lucy tiene razón. Si no peleamos en serio, esa cosa nos matará.
El suelo tembló bajo sus pies. Las sombras danzaron grotescamente sobre las ruinas del lugar, al ritmo del relámpago que surcó el cielo. La figura de Ahyma emergió entre los escombros, su cuerpo deformado por protuberancias y tentáculos que se retorcían como si tuvieran voluntad propia. Sus ojos brillaban con un resplandor púrpura que irradiaba una intención predatoria.
—¿Qué ocurre? ¿Acaso sólo estás acostumbrada a luchar contra Diclonius? —la voz de Ahyma era grave y resonante, cargada de desprecio—. Esto es más que eso, niña.
—¡No me subestimes! —gritó Kaede, y con un rugido de furia, desató todos sus vectores en una descarga brutal. Las extremidades invisibles se proyectaron como lanzas hacia Ahyma, atravesando el espacio con un silbido mortal.
Pero Ahyma no era un enemigo cualquiera. Con una agilidad sobrehumana, esquivó cada ataque, moviéndose con una gracia que desafiaba la biología. En el instante en que Kaede encontró una abertura y lanzó un vector con toda su fuerza, Ahyma lo interceptó con un tentáculo negro y lo envolvió con una fuerza descomunal.
—¡Es imposible! —gritó Mariko desde la distancia, sus ojos abiertos de par en par en una mezcla de sorpresa y terror.
—¿Cómo pudo ver los vectores? —preguntó Nana, retrocediendo un paso instintivamente.
—¡No puedo soltarme! —Kaede forcejeó con todas sus fuerzas, pero el tentáculo de Ahyma se cerró con aún más fuerza.
—Eres tan predecible —Ahyma se acercó a Kaede con una sonrisa cruel—. Una Reina Diclonius debería demostrar su poder, no ser humillada así. Pero tú... tú me demuestras todo lo contrario.
Con un movimiento brutal, torció el vector de Kaede hasta hacerla gritar de dolor. La sangre goteó desde su frente, donde Ahyma la había golpeado con la fuerza de un ariete.
—¡No puedo quedarme de brazos cruzados mientras veo esta masacre! —gritó Nana, pero Kurama la detuvo, colocándole una mano firme en el hombro.
—Es la primera vez que veo a Lucy humillada —dijo Kurama, observando la escena con frío análisis—. Esta no es la Lucy que conozco. Es como si le tuviera miedo a él... o quizás a sí misma.
—Esto parece una maldita broma —Bando escupió al suelo—. Yo, con todo mi entrenamiento, ni siquiera pude hacerle cosquillas, y él la humilla así.
—¡Déjala, maldito! ¡Ella no te ha hecho nada! —gritó Kouta, avanzando un paso al frente con los puños cerrados—. ¡Ella no es un monstruo como tú!
Ahyma se giró hacia él, sus ojos reluciendo con perversión.
—¿Qué eres para ella, humano? —preguntó con una sonrisa sardónica—. Siento desesperación en tu voz. ¿Acaso eres su amante?
—¡Porque la amo! —gritó Kouta, su voz desgarrada por la emoción reprimida.
El silencio fue absoluto por un instante. Incluso la tormenta pareció detenerse. Yuka sintió un temblor en su pecho, una mezcla de sorpresa y dolor. Mariko, Nana y Bando quedaron en shock.
—¿Lo ves? —dijo Ahyma con una carcajada—. Ese es el problema de los humanos. Dicen "amor" y creen que con eso es suficiente.
—¡Cállate! —Kaede se liberó con una fuerza que ni siquiera ella creía tener—. ¡No te atrevas a tocarlo!
Con un grito de guerra, sus vectores se liberaron, cada uno de ellos brillando con una energía violácea y una intención mortal.
—Al fin... —dijo Lucy con una sonrisa feroz mientras tomaba el control—. No soy Kaede ni Nyu. Soy Lucy, y seré yo quien te derrote, maldito.
—Vaya, al fin te tomas esto en serio —respondió Ahyma, alzando los brazos con desprecio—. Pero la sentencia ya está dictada.
La batalla se reanudó, más feroz y despiadada que antes. Relámpagos iluminaron el cielo, proyectando sombras danzantes de monstruos y guerreros enfrentados, mientras el mundo a su alrededor se estremecía con el choque de sus poderes.
El suelo crujía bajo sus pies, cada paso de Ahyma resonaba con una autoridad que estremecía el aire. La atmósfera, cargada de un calor sofocante, se volvió asfixiante mientras su presencia misma distorsionaba el entorno.
—¡Pero cómo es posible! —exclamó Ahyma, con incredulidad fingida. Su sonrisa torcida no ocultaba la euforia que sentía.
—¿Lo logró? —preguntó Nana, observando con los ojos muy abiertos.
—Parece que solo era otro fanfarrón —dijo Bando con una mueca de desprecio.
Lucy dio un paso al frente, sus ojos brillando con una frialdad implacable.
—Eres solo una criatura patética que no tiene idea del verdadero alcance de mi poder —dijo con voz cortante.
Las carcajadas de Ahyma llenaron el aire, estridentes, desquiciadas. Todos quedaron en silencio al presenciar lo impensable. Su cuerpo, mutilado y destrozado, comenzó a moverse, las heridas cerrándose con una rapidez grotesca. Los huesos crujieron mientras se reajustaban, y la piel, aún palpitante, se regeneró con una eficacia antinatural.
—¿Sabes que eso duele, verdad? —dijo Ahyma, sus ojos desquiciados brillando con una luz carmesí—. Jejeje, jajajaja... ¡Pero es tan divertido!
—¿Qué demonios eres? —preguntó Lucy, frunciendo el ceño—. No eres como los demás.
—Querida, ¡yo soy la verdadera evolución! ¡Te mostraré el poder de mi raza! —Ahyma rugió con una furia primitiva, y en un instante, se lanzó hacia ella.
Sus garras rasgaron el aire, desgarrando los vectores de Lucy con una facilidad aterradora. El impacto la hizo retroceder, y su expresión se endureció.
—¡No te quedarás con todo! —Nana y Mariko intervinieron, sus vectores materializándose con una ferocidad desesperada.
—¡Oh, qué adorable! —se burló Ahyma—. ¿Tan desesperados están? ¿Por qué salvar a alguien tan débil como ella? Se han vuelto igual de patéticos que los humanos.
Con una velocidad imposible de seguir a simple vista, Ahyma atacó a Mariko. Su garra afilada se detuvo a escasos centímetros de su rostro. La criatura la miró con una expresión sádica mientras lamía el filo ensangrentado de su propia garra.
—Te enviaré a donde perteneces —dijo con una sonrisa cruel.
—¡Mariko! —gritó Kurama, con el horror pintado en su rostro.
—¡Noooooo! —Mariko gritó, incapaz de liberarse.
—¡Muere! —Ahyma se lanzó con toda su fuerza.
El mundo pareció ralentizarse. Lucy se interponía entre ambos, el filo de la garra de Ahyma clavándose en su hombro izquierdo. La sangre brotó, empapándole el brazo. Apretó los dientes y sostuvo la garra con una fuerza titánica.
—Lucy... —susurró Mariko, atónita.
—No te equivoques, Mariko —dijo Lucy, escupiendo sangre—. Aún te debo esa revancha. No te he perdonado por arrancarme uno de mis cuernos.
—¡Kaede! —gritó Kouta.
—¡No quiero ver! —Yuka se tapó los ojos, su cuerpo temblando.
—Lucy-san... —Nana bajó la mirada, con los puños apretados.
—Patético —Ahyma escupió la palabra con desprecio—. Proteger a los débiles solo trae problemas. En este mundo, solo el más fuerte prevalece, Kaede. Tus instintos te lo dirán.
—¡Yo no soy como tú! ¡No dejaré que me doblegues, maldito monstruo! —Lucy atrajo a Ahyma con sus vectores, liberándose del agarre. Una furia salvaje se apoderó de su expresión mientras desataba una combinación de golpes que lo lanzaron contra los árboles cercanos, partiéndolos por la mitad.
Los restos de madera cayeron con un crujido sordo, pero Ahyma no tardó en levantarse. Se sacudió el polvo de los hombros y comenzó a caminar hacia ellos, imperturbable.
—Es una lástima que no recuerdes nada —dijo Ahyma con una calma aterradora—. Pero te aseguro que nuestros caminos siempre han estado entrelazados, Kaede. Como dije, soy muy diferente a ti, y voy a demostrarte mi poder absoluto.
Los ojos de Ahyma brillaron con una luz antinatural. Sin previo aviso, comenzó a levitar. El aire se tornó denso y pesado. De sus manos brotaron chispas eléctricas que bailaban en sus dedos como serpientes de luz. Las chispas se convirtieron en arcos de energía que chisporroteaban en el aire.
El calor aumentó de forma sofocante, y Kurama y Bando retrocedieron, incapaces de soportarlo. Kouta se quitó la camisa, el sudor cayendo por su frente.
—¡Este es el poder de la verdadera evolución! —Ahyma rugió mientras la energía se condensaba en la palma de su mano y la disparó hacia Nana.
El rayo golpeó los vectores de Nana, provocando una explosión que la lanzó por los aires. El grito de Kurama resonó por todo el campo.
—¡Nana!
—¡Pagarás por esto, maldito! —rugieron al unísono Mariko y Kurama, sus voces cargadas de rabia y desesperación.
Ahyma sonrió, una risa venenosa que retumbó en el aire.
—Oh, no. No van a escapar, jajajajaja.
De las sombras emergieron las criaturas, con la rapidez y ferocidad de bestias famélicas. En un abrir y cerrar de ojos, sus garras afiladas se clavaron en los cuerpos de Kaede y Kouta, arrastrándolos de vuelta ante Ahyma. El ambiente estaba cargado de un aire denso y opresivo, como si la misma atmósfera fuera un presagio de lo que estaba por ocurrir.
—¡No puede ser! —susurró Mayu, su voz quebrada por la desesperación.
—¡Malditos bastardos, suéltame! —gritó Bando, luchando inútilmente contra los monstruos que lo mantenían inmovilizado.
—¡Dejen en paz a Nana y a Mariko! —exclamó Kurama, su rostro contorsionado por la furia.
—¡Esto es una pesadilla! —clamó Yuka, su voz vacía de esperanza.
Ahyma, con una calma aterradora, se acercó lentamente, como una araña que juega con su presa antes de devorarla.
—Kouta, ¿por qué amas a Kaede? —su risa llena de veneno flotó en el aire—. Sabes bien que ella es igual a mí. Un monstruo, un demonio, jajajajajaja. Un arma de destrucción masiva.
Kouta, a pesar del terror que sentía, apretó los dientes y respondió con firmeza, su voz temblorosa pero llena de ira.
—¡Ella no es como tú, maldito!
Lucy, en su forma más oscura, trató de liberar a su cuerpo, luchando por recuperar el control.
—¡Detente, por favor! ¡No lo hagas! —su voz resonaba con desesperación.
Pero Ahyma, con una sonrisa de satisfacción, ignoró sus súplicas.
—Matar es fácil, querida. Pero hay destinos peores que la muerte. —Su mirada se tornó aún más cruel—. Quiero que sufras en lo más profundo de tu ser. Quiero ver cómo te rompes por dentro, cómo gritas hasta que tu alma se quiebre.
Con un gesto de su mano, una de sus criaturas arrastró a Yuka y la posicionó frente a Kouta. Las criaturas, con su grotesca fuerza, desgarraron la ropa de ambos, dejando a Kaede inmovilizada, completamente incapaz de actuar. La desesperación la invadió, pero lo peor aún estaba por llegar.
Ahyma se acercó a Kouta y posó su mano sobre su cabeza, una sensación fría y alienante recorriendo su cuerpo.
—Qué recuerdos tan hermosos... ahora son míos. —La risa de Ahyma llenó el aire mientras sus ojos brillaban con una maldad indescriptible—. Es hora de que hagas lo que yo te ordene, Kouta.
En un movimiento repulsivo, Ahyma se transformó en una figura monstruosa, fusionándose con la cabeza de Kouta. La oscuridad que emanaba de esa entidad era tan densa que parecía devorar la luz misma, sometiéndolo por completo a su voluntad.
—¡Ahyma! —gritó Lucy, su voz llena de furia y desesperación.
—¡Iaaaaaaaaaaaaaah! —Mayu chilló, pero su grito se ahogó en el caos.
La escena que se desplegó ante los ojos de Kaede fue demasiado grotesca para ser real. Kouta, ahora completamente dominado, fue forzado a realizar actos indescriptibles con Yuka, mientras su cuerpo permanecía inerte, como una marioneta sin voluntad. La sonrisa maliciosa de Yuka, mezclada con lágrimas, no hacía más que intensificar la humillación de Kaede.
—Finalmente... al fin sientes mi dolor, maldita. —Yuka habló entre sollozos, su voz saturada de rabia y satisfacción—. Esto es lo que siempre quise ver en tu rostro. Tu desesperación. Tu impotencia. Jajajajajaja. Se siente bien. Quiero que Kouta me dé un hijo, lo deseo en lo más profundo de mi alma sucia.
—¡Detente! ¡Por favor, no sigas con esto! —Kaede gritó, el dolor retumbando en cada fibra de su ser.
Lágrimas de frustración brotaron de sus ojos, mientras luchaba por liberarse de las criaturas que la mantenían inmovilizada.
Ahyma se acercó, observando la escena con delectación, disfrutando cada segundo.
—¿No es hermoso, Kaede? Mira cómo otra mujer se queda con tu hombre. Veo el dolor, la tristeza, el odio en tus ojos. Es tan placentero. Jajajajajajaja.
—¡Aaaaaaaaaaaaaah! ¡Kouta! —Kaede gritó, el dolor desgarrando su voz.
En el aire se respiraba la tensión de una agonía sin fin, y Kaede se encontraba atrapada en un ciclo de desesperación que no parecía tener fin.
Continuará...
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