Justicia Enferma

El eco de la victoria contra el segundo Hijo del Armagedón se desvanecía en la distancia mientras Kaede, finalmente en posesión del antídoto, no perdía ni un segundo antes de lanzarse en la frenética búsqueda de Mariko. La pequeña Diclonius había desaparecido sin dejar rastro. Sin embargo, lo que Kaede desconocía era el oscuro destino que había atrapado a Mariko: las garras de Nyx, uno de los miembros más salvajes y sádicos de los Hijos del Armagedón.

Nyx, una criatura tan inestable como cruel, disfrutaba de la tortura tanto de humanos como de Diclonius. Su sadismo no tenía límites, y ahora Mariko se había convertido en su nueva presa. El orfanato abandonado que Nyx llamaba hogar era un laberinto de pasillos oscuros y malolientes, donde las paredes rezumaban humedad y el aire apestaba a metal oxidado. El corazón de Mariko latía con fuerza mientras caminaba cautelosa, escuchando los chirridos de las tuberías como si los mismísimos demonios acecharan en las sombras.

Grrr... esa maldita... es demasiado resistente —murmuró Mariko, jadeando ligeramente, su respiración entrecortada. Su cuerpo aún no había recuperado por completo sus habilidades vectoriales—. Debo encontrar una forma de acabar con ella.

De repente, el eco de unas pisadas resonó por el corredor. Era Nyx. Su presencia se acercaba, imparable.

No podrás huir para siempre, pequeña Diclonius... —La voz de Nyx era un susurro malicioso, acompañada de una carcajada morbosa—. Adoro cazar... es lo que más me divierte... jajajajaja.

Mariko cerró los ojos por un segundo, buscando concentración, pero sus vectores seguían inactivos. Desesperada, avanzó por el pasillo, pero entonces, desde la penumbra, la figura de Nyx emergió con brutalidad. Su espada enorme, oxidada y cubierta de sangre seca, se abalanzó hacia Mariko. Con un reflejo instintivo, la joven esquivó el ataque por un pelo, sintiendo el viento del golpe pasar junto a su rostro. Nyx rugió de furia y comenzó a destruirlo todo a su alrededor en un frenesí sangriento, cortando las paredes y el suelo con una violencia inhumana.

¡No escaparás, maldita niña! —vociferó Nyx, su boca retorcida en una mueca de sadismo puro.

¡No lograrás matarme, monstruo! —gritó Mariko, aunque sabía que estaba en desventaja.

En un acto desesperado, rompió una tubería cercana, liberando una nube de humo corrosivo que llenó el estrecho pasillo. Nyx, cegada por el vapor, cerró los ojos con un gruñido. Y entonces, como si el destino le ofreciera una última oportunidad, Mariko sintió cómo sus vectores regresaban. Pero algo no encajaba.

Mis vectores... han vuelto... pero ¿por qué ahora? —se preguntó, desconcertada, mientras observaba a Nyx tambalearse a ciegas, golpeando las paredes a su alrededor.

De repente, lo entendió. Los ojos de Nyx interferían con su poder. El descubrimiento fue aterrador, pero también ofrecía una estrategia. Nyx recuperó la vista en un instante, y con ella llegó un chirrido insoportable que resonó en el aire. Mariko gritó de dolor cuando sus vectores fallaron nuevamente.

¡Maldito ruido! ¡Otra vez no puedo usar mis vectores! —gritó, mientras su mente calculaba desesperadamente—. Debo encargarme de esos ojos... si no, estoy perdida.

Determina su objetivo, Mariko tomó un tubo metálico y lo apretó entre sus manos. Ambas llegaron a una fábrica abandonada, donde las sombras eran profundas y el silencio ensordecedor. Sabía que este sería el lugar para el enfrentamiento final.

Nyx avanzaba, sus ojos brillando con odio, pero antes de que pudiera lanzar su siguiente ataque, Mariko la golpeó con el tubo, destrozando sus ojos en un movimiento relámpago. Un grito desgarrador escapó de Nyx mientras retrocedía, cegada temporalmente. Pero la victoria fue breve.

Con un contraataque brutal, Nyx golpeó a Mariko con una fuerza descomunal, arrojándola contra una pared. Su rostro, cubierto de sangre, solo mostraba una expresión de locura.

¡Jajajajaja! Te felicito, niña... eres la primera que logra dañar mis ojos, pero esto será momentáneo. Mi mutación me hace inmortal... —Nyx sonrió de una manera aterradora, los gusanos rojos comenzando a brotar de su herida para regenerar sus ojos—. Ahora... te enseñaré lo que es el verdadero dolor.

Mariko respiraba con dificultad, su cuerpo adolorido por el impacto. Pero algo en sus palabras la enfureció.

¡Estás enferma! ¿Cómo pudiste matar a tus propios padres?

Oh, ellos se lo merecían... igual que Kurama. —Nyx soltó una carcajada macabra—. Ahyma me contó todo sobre ti... cómo odiaste a tu padre por abandonarte. Pero no tuviste el coraje de hacer lo que yo hice. Yo maté a los míos. Y fue glorioso.

Las palabras de Nyx eran como veneno, infectando la mente de Mariko con cada risa demente. Pero en lugar de debilitarla, le dieron un nuevo propósito. Mariko apretó los dientes, levantándose de nuevo. Sabía que esta batalla no era solo física, sino también un enfrentamiento de voluntades.

La respiración de Mariko era errática, atrapada bajo los escombros, sintiendo la oscura presencia de Nyx aproximándose, la muerte acechando. El suelo temblaba bajo el peso de aquella bestia desquiciada que estaba a punto de sellar su destino.

Esos sentimientos tan obsoletos... —la voz de Nyx era un siseo venenoso mientras se acercaba—. Es lo que mantiene a tu especie estancada en la evolución. Hoy acaba tu vida.

El chirrido maldito de los tentáculos de Nyx volvía a resonar por el lugar, invadiendo la mente de Mariko, debilitando sus vectores. Antes de que pudiera defenderse, el colapso del techo la había inmovilizado. La estructura crujía, el polvo cubría el aire, y la risa de Nyx era un eco macabro. A punto de lanzar su espada hacia Mariko, la mutante se relamía ante la inminente muerte de su presa.

Lo siento chicos... —murmuró Mariko, con la resignación de una guerrera que veía su final.

Pero el destino tenía otros planes. El estruendo de disparos rompió el tenso silencio, y uno de los ojos de Nyx voló en pedazos. Un grito desgarrador escapó de la criatura, seguida por una patada certera en su mandíbula que la derribó.

¡Ni te atrevas a tocarla, monstruo! —gritó Kaede, con su presencia dominante llenando la habitación como un vendaval de furia y protección.

Mariko, sorprendida, observó a su salvadora, incapaz de hablar. La figura de Kaede era imponente, con su rostro frío y decidido, mientras apartaba los escombros que cubrían a Mariko.

¿Cómo me encontraste? —preguntó Mariko, su voz apenas audible.

Sentí tus vectores. Me alegro que estés bien. —La calma en la voz de Kaede era un bálsamo ante el caos.

El abrazo repentino de Mariko hacia Kaede fue interrumpido por un grito lleno de odio.

¡Akane! —Nyx se reincorporaba, una vez más, con una furia insana—. ¡Maldita! ¿Cómo te atreves a aparecer frente a mí de nuevo?

Akane, paralizada por el horror, reconoció los rasgos deformes de Nyx.

¿Izumi...? No puede ser... —murmuró, temblando al recordar el pasado oscuro que compartían.

Me alegro que aún recuerdes mi nombre, traidora. —Nyx sonrió, con la locura reflejada en sus ojos llenos de odio—. Pero Izumi está muerta, ¡ahora soy Nyx, el juez de Lord Ahyma!

Mariko miraba perpleja. ¿Cómo conocía Akane a este monstruo?

¿Cómo puedes llamar justicia a masacrar y torturar? —protestó Mariko, sus manos temblaban, luchando por controlar sus emociones.

Tú no entiendes nada, —rugió Nyx—. Siempre fui un defecto. Una paria. Mi vida fue un infierno, gracias a todos ustedes. Pero ya no más... ¡el cáncer de este mundo debe morir!

El cuerpo de Nyx comenzó a transformarse, emitiendo un humo rojo mientras su musculatura se hinchaba y deformaba. Los tentáculos emergían de su cuerpo, y la locura llenaba la habitación. Kaede sintió el creciente poder, y su instinto la llevó a preparar un ataque.

¡Akane, retrocede! Mariko y yo nos encargaremos de esto.

Akane vaciló antes de retirarse, mientras Nyx, con su voz distorsionada por el odio, lanzaba su embestida, los tentáculos y garras atacaban sin orden, pero con una ferocidad incontrolable. Kaede y Mariko apenas podían mantener la defensa ante los erráticos ataques.

¡Maldita sea! No se queda quieta ni un segundo, —gruñó Mariko, esforzándose por encontrar una abertura.

Debemos coordinarnos, —advirtió Kaede, su mirada fija en los ojos de Nyx—. Es la única forma de derrotarla.

Nyx, con un movimiento brusco, rasgó el suelo con sus garras encendidas en llamas, y lanzó un golpe ardiente que atravesó el pecho de Kaede, haciéndola retroceder con un grito de dolor.

¿Te duele? —Nyx reía maniáticamente—. Espera a que logre tocar tus órganos vitales.

Mariko, en un acto desesperado, lanzó un tubo metálico que distrajo a Nyx el tiempo suficiente para que Kaede, con un rápido movimiento, arrancara su ojo derecho. La criatura, ciega de nuevo, rugió con furia inhumana.

¡Vamos! ¡Pueden hacerlo! —gritó Akane desde la distancia, sus ojos fijos en la brutal escena.

Pero Nyx no se detuvo. A pesar de su ceguera, continuó atacando, sus tentáculos serpenteaban erráticamente por la sala, buscando a sus presas. Mariko, aprovechando el caos, tomó la espada de Nyx con sus vectores y, con un corte certero, decapitó al monstruo.

Akane exhaló, sintiendo por un instante que todo había acabado.

Bien hecho... —dijo, aliviada.

Pero el alivio fue efímero. El cuerpo decapitado de Nyx, aún moviéndose con vida, sometió a Mariko con sus tentáculos, lanzándola brutalmente contra una pared. Kaede corrió hacia ella, pero la cabeza decapitada de Nyx la atacó, escupiendo ácido, mientras su cuerpo luchaba con una furia imparable.

Akane, impotente, buscó algo que pudiera usar, sus ojos se posaron en una pistola caída. Con desesperación, la recogió y apuntó hacia Nyx.

¡Déjala ir! —gritó, disparando.

El impacto hizo que la cabeza de Nyx retrocediera, y por un instante, el cuerpo del monstruo quedó inmóvil.

Esto aún no termina... —Nyx susurró, mientras su cuerpo y su cabeza se unían de nuevo. El horror estaba lejos de acabarse.

Nyx miró a las tres mujeres con una calma perturbadora, sus palabras resonaron con una mezcla de amargura y resentimiento.

—¿Qué las motiva? —su voz se volvió un susurro que serpenteaba como una maldición—. ¿Qué puede impulsar a unas miserables como ustedes a seguir luchando?

Akane alzó la mirada, sus ojos apagados, pero llenos de una determinación que ni siquiera ella misma comprendía del todo.

—Mi hijo, Yahiko. Quiero verlo de nuevo... —sus palabras eran casi un ruego desesperado—. No puedo permitir que Richard y Sayer destruyan el mundo con sus retorcidas ambiciones. —Sus dedos se cerraron con fuerza, temblando—. He fallado como madre adoptiva, he dejado que todos mis hijos vendan su alma al diablo, pero si debo morir para salvar a uno de ellos... —Una pausa amarga cortó su voz—. Entonces lo aceptaré. No moriré como una cobarde, ¡moriré luchando!

Mariko la observó con incredulidad, como si nunca hubiera visto ese lado de la mujer.

—Akane...

Kaede, manteniendo su postura firme, tomó una profunda respiración, sus recuerdos la asaltaron: imágenes de Kouta, de sus nuevos aliados, sus nuevos amigos que habían puesto su fe en ella.

—Yo... también tengo motivos para luchar —murmuró, sus palabras impregnadas de una mezcla de dolor y rabia—. Tengo muchos motivos.

Pero Nyx soltó una carcajada seca, una que parecía arrancada de las profundidades del abismo.

—¿Luchar? —su voz adquirió un tono burlón—. No hay nada por lo que luchar. Todo está condenado. Pronto Sayer y Richard consumirán este mundo podrido. —Una sonrisa cruel se dibujó en sus deformados labios—. Pero yo... —Nyx se detuvo un momento, saboreando la tensión—. Soy la única que ha logrado llegar a un nivel más alto. Me queda una última transformación...

Y con esa declaración, Nyx mordió su propia lengua, desgarrándola. La sangre comenzó a correr por su boca y, con ella, una transformación grotesca se desató. Su cuerpo se retorció y cambió, alcanzando una forma que evocaba al mismísimo Cerbero de la Divina Comedia: una bestia de múltiples cabezas, con bocas llenas de odio y ojos rebosantes de venganza. Sus cuerpos serpenteaban, retorciéndose en una manifestación del caos.

Kaede y Mariko retrocedieron instintivamente al ver la monstruosidad que ahora se alzaba frente a ellas, una criatura de quince metros que destruyó el techo de la fábrica con su simple presencia.

—¡Es... enorme! —gimió Kaede, sus ojos desorbitados.

—¡¿Cómo vamos a matar a algo así?! —gritó Mariko, su desesperación tangible.

Akane, mirando a la bestia, no pudo evitar murmurar, con la voz entrecortada:

—Que Dios se apiade de nuestras almas...

Desde las sombras, Ahyma observaba, una sonrisa retorcida dibujándose en su rostro.

—Han despertado al diablo —murmuró, disfrutando del espectáculo—. Ahora nada podrá detenerla.

Nyx rugió, su voz resonando como un trueno.

—¡Voy a devorar todo! ¡Las destruiré a todas!

La criatura avanzó hacia ellas, sus pasos sacudiendo el suelo con cada pisada, sus patas en forma de manos aplastando todo a su paso.

—¡Las devoraré vivas! —gritó, su rabia creciendo con cada segundo.

—¡Estamos acorraladas! —exclamó Akane, el pánico empezando a filtrarse en su voz.

—¡Tú serás la primera, Akane! —rugió Nyx, dirigiendo su colosal cuerpo hacia la mujer.

Kaede intentó reaccionar rápidamente.

—¡Akane, sal de aquí!

Pero antes de que pudiera hacer algo más, Nyx atacó con una fuerza devastadora. Mariko, utilizando todos sus vectores, intentó detener la boca gigantesca de la bestia. Sin embargo, los tentáculos de Nyx comenzaron a devorar los vectores, deshaciendo cualquier intento de contención. El dolor de Mariko era palpable, su rostro distorsionado por la agonía.

Mientras tanto, en otra parte, Kurama sostenía una foto de su esposa embarazada, sus pensamientos oscuros cruzando su mente. Josef, a su lado, notó su distracción.

—¿Algo te preocupa, Kurama? —preguntó Josef, colocando una mano en su hombro.

Kurama suspiró, la culpa reflejada en sus ojos.

—Juraría que escuché la voz de mi hija... ¿Qué demonios está pasando en ese orfanato?

Josef sonrió con calma.

—Ten fe, Kurama. Mariko es fuerte, igual que su madre. Ella no es una niña débil. Ya ha madurado.

Kurama asintió, aunque la preocupación no lo abandonaba.

De vuelta al caos, Mariko estaba al límite de sus fuerzas, sosteniendo el colosal ataque de Nyx.

—¡Kaede! —gritó—. ¡Lleva a Akane a un lugar seguro! ¡No podré aguantar mucho más!

La boca gigantesca de la criatura se acercaba cada vez más a Mariko, quien apenas podía resistir.

—¿De verdad crees que puedes detenerme con ese poder patético? —rió Nyx, sus palabras impregnadas de desprecio—. Los Diclonius siempre han sido débiles, ahora solo son una broma.

—¡Hazlo ya, Kaede! —insistió Mariko, la desesperación evidente en su voz.

Pero antes de que Kaede pudiera moverse, una de las colas de Nyx la golpeó con una fuerza brutal, dejándola inconsciente en el suelo. Akane, impotente, miraba la escena, el terror consumiéndola.

—Esto... esto no puede estar pasando... —murmuró Akane, su cuerpo temblando.

Nyx, disfrutando de su victoria inminente, se preparó para dar el golpe final.

—¿Pensaron que podrían escapar de mí? —dijo, riendo con crueldad—. Terminemos con esto de una vez.

Mariko, ahora sola frente a la criatura, sintió la desesperación inundarla. Sus recuerdos volvieron, especialmente uno, una conversación con su padre meses atrás.

—Nunca has sido débil, Mariko —le había dicho Kurama—. Eres fuerte, como tu madre. Si ella estuviera aquí, estaría orgullosa de ti. No olvides, hija mía, nunca seremos débiles ante nadie.

—¡Nunca te fallaré, padre! —había prometido Mariko, abrazándolo con fuerza.

En el presente, mientras Nyx se preparaba para devorarla, Mariko supo que no tenía otra opción: debía luchar hasta el último aliento.

Nyx rugió con furia, sus ojos encendidos de odio puro. "¡Este será tu fin, Mariko Kurama! ¡Muere!".

Mariko apenas podía moverse, sus músculos tensos, la presencia de la bestia sobre ella como un peso imposible de soportar. El aire olía a sangre y muerte. Nyx se abalanzó sobre ella, las bocas de su horrenda forma abriéndose, pero un grito cortó el momento.

"¡Detente!" gritó Akane, con la desesperación palpable en su voz.

Nyx vaciló por un segundo. Algo estaba mal. Sintió un poder más allá de su comprensión. Los vectores de Mariko comenzaron a crecer, distorsionando la realidad a su alrededor. En el laboratorio de Richard, una alarma estalló de repente, inundando la sala con luces rojas intermitentes.

"¡Esto tiene que ser una broma!" escupió Richard, golpeando el tablero de control. "¡¿Otra vez?! ¿Será Kaede?"

"No", respondió Ahyma, su tono frío. "Ella está inconsciente. Es Mariko... la bastarda de Kurama está evolucionando."

Los ojos de Ahyma brillaron con interés mientras observaba la pantalla, viendo cómo los vectores de Mariko rompían todos los límites medidos. El dispositivo frente a ellos sobrepasó su límite, explotando y enviando esquirlas al rostro de Ahyma. Sangre negra brotó, pero él simplemente rió, su carne retorciéndose mientras se regeneraba.

"Jajaja... esto se está poniendo interesante. Cuanto más poderosos se vuelvan, mayor será su caída."

Nyx no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Mariko atacara. Sus vectores, ahora incontrolablemente poderosos, cortaron los tentáculos de la bestia como si fueran papel. El monstruo intentó regenerarse, pero Mariko, con una velocidad aterradora, perforó la cabeza de Nyx con una fuerza brutal, desintegrándola en un espectáculo de sangre y carne. Los restos del titán cayeron con un temblor que sacudió la tierra.

Akane miró con asombro la escena, su voz apenas un susurro. "Así que... este es el verdadero poder de los Diclonius..."

Mariko, su cuerpo cubierto de la sangre de Nyx, jadeaba, sus ojos brillando con una intensidad feroz. "No permitiré que dañes a mi familia... ni a mis amigas. Te destruiré, demonio."

Nyx, a pesar de su cuerpo fragmentado, se rió entre espasmos de dolor. "Maldita perra... esto me dolió... pero pagarás..."

La criatura, sin ojos, lanzó un chorro de ácido hacia Mariko, pero la joven Diclonius lo esquivó con gracia, arrancando una roca enorme y lanzándola contra Nyx. La bestia la atrapó con una de sus bocas.

"¿Eso es lo mejor que tienes? ¡Necesitarás más que una piedra para matarme!"

Mariko no respondió. Su ataque había sido solo una distracción. Con todos sus vectores, creó un taladro de energía que perforó el pecho de Nyx, destruyendo su corazón con un sonido que hizo vibrar la atmósfera. La bestia rugió por última vez antes de desplomarse, su cuerpo derritiéndose en una masa de sangre y vísceras.

Mariko se mantuvo de pie, su respiración entrecortada. "Se acabó, Nyx..."

La criatura moribunda soltó una última risa gélida. "Buen trabajo, Mariko... pero... ¿de verdad están haciendo lo correcto?"

Mariko no respondió. Nyx se desmoronó lentamente, su carne disolviéndose en el suelo. La Diclonius, agotada, cayó de rodillas. Kaede corrió hacia ella, abrazándola con fuerza. Al despertar, Mariko se encontró con el rostro de Kaede tan cerca de sus labios que el calor en su pecho le hizo sonrojarse.

"¡Estás muy cerca de mi cara, Kaede!", protestó, su voz temblorosa.

"¡Lo siento, lo siento!", respondió Kaede, alejándose con torpeza.

Mientras tanto, Akane, con solemnidad, colocaba piedras sobre el cuerpo destrozado de Izumi, formando una improvisada tumba.

"Espero que logres descansar, Izumi... Lamento haberte fallado", murmuró con tristeza.

Mariko, aún aturdida, se miró en un charco de agua cercano. Sus cuernos eran más largos ahora, un signo visible de su transformación.

El comunicador de Kaede interrumpió el momento. Era Bando, su voz tensa al otro lado de la línea. "Lamento interrumpir su... intimidad, pero tenemos un problema grave."

"¿Qué ocurre?", respondió Kaede, su expresión cambiando.

"Airi y Kazumi tienen problemas. Algo o alguien las está siguiendo... y no es humano."

Antes de que Kaede pudiera responder, la voz de Ahyma resonó, furiosa, desde el comunicador. "No sé qué dios los protege, pero han llegado demasiado lejos. Ya están cerca... muy cerca de mí y de Richard. Y también de tu hijo, Akane."

La respuesta de Akane fue inmediata, su ira palpable. "¡Quiero a mi hijo de vuelta, maldito monstruo! ¡Te mataré por lo que hiciste!"

Richard, desde su laboratorio, respondió con frialdad. "Este es el precio por haber arruinado mis experimentos, Akane. Si hubieras permanecido en silencio, nada de esto habría pasado."

"¡Eres lo peor, Richard!", rugió Akane. "¡Te mataré por todo el daño que has hecho!"

Kaede, escuchando la conversación, murmuró con rabia. "Así que esa es la voz del infame Richard..."

La voz de Richard sonó desde los altavoces. "Espero verte pronto, Kaede. Mi obra maestra está casi lista. Este juego... está llegando a su final."

https://youtu.be/qtTrfaso0cs

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