Choque de Ideales
La batalla contra el último Hijo del Armagedón se ha convertido en una auténtica pesadilla. Ares, el más poderoso de todos, ha superado las expectativas de las Diclonius. Aunque tienen ventaja, su astucia y fuerza han demostrado ser una amenaza imparable. El tiempo apremia, y saben que si no lo detienen ahora, nunca podrán llegar hasta Ahyma.
Las tres Diclonius —Nana, Mariko y Lucy— se preparan para el clímax de la batalla, sus cuerpos tensos, sus corazones latiendo al ritmo del peligro. Pero Ares está lejos de rendirse; su furia sigue creciendo como una tormenta imparable.
—No crean que esto ha terminado —gruñe Ares, su voz ronca de odio—. Mi cuerpo y mi alma arden... el virus quiere su carne, su sangre... ¡Sus almas!
Nana siente cómo un dolor lacerante se extiende por su cráneo, como si un cuchillo se clavara en su mente.
—Mi cabeza... ese maldito sonido... —se queja, apretando los dientes mientras el zumbido infernal perfora su mente.
Mariko, observando a su hermana, se estremece al recordar.
—Esto no pinta bien... es lo mismo que me hizo Nyx.
Lucy, siempre mordaz, escupe entre dientes:
—Lo mismo me hizo esa cucaracha gigante. ¡¿Qué truco es este?! —sus vectores vibran de furia, pero están impotentes ante la amenaza que Ares representa.
Ares ríe, una carcajada que resuena con ecos mecánicos.
—No es ningún truco... es el poder de los Hijos del Armagedón. Cuando liberamos todo nuestro potencial, nuestras glándulas pineales, más evolucionadas que las suyas, bloquean su capacidad. —Su sonrisa se ensancha, mostrando colmillos afilados y una maldad insondable—. Es hora de acabar con esto.
El cuerpo de Ares empieza a retorcerse y fusionarse con sus partes mecánicas. Carne y metal se mezclan en un espectáculo grotesco, formando una criatura aún más horrenda. Su tamaño crece, su forma se distorsiona. Tubos, cables y extremidades monstruosas cubren su cuerpo deforme, mientras las Diclonius lo observan, atónitas ante el horror indescriptible que tienen frente a ellas.
—¡Ahora sentirán el verdadero terror! —grita Ares, su voz resonando con un poder inhumano.
Tentáculos surgen de su cuerpo, buscando a Mariko como una bestia hambrienta, pero Nana, en un acto reflejo, se lanza para salvarla. La ira de Ares se desata sobre Lucy, que es arrojada contra las paredes, golpeada una y otra vez por la cola monstruosa de la criatura.
Lucy, tambaleándose, escupe sangre.
—¿Quieres jugar rudo, maldito? Yo te enseñaré lo que es jugar rudo. —Sujeta la cola de Ares con sus vectores, intentando desgarrar su carne, pero el cuerpo de Ares es tan elástico y viscoso que sus ataques no surten efecto.
Ares agarra su hacha, girándola con furia desmedida, golpeando el suelo con tal fuerza que fragmentos del lugar vuelan por todas partes. Akane, mirando desde la distancia, apenas puede creer lo que está viendo.
—Dios... ha perdido el control de su cuerpo... —murmura con los labios temblorosos.
Ares, fuera de sí, ruge:
—¡Kaede! ¡Pagarás por lo que hiciste en el pasado! ¡No soy yo! ¿Qué me está pasando?
Desde las sombras, Ahyma, observando la escena desde la sala de control, sonríe con satisfacción oscura.
—Lord Ahyma, ¿por qué Ares está actuando de esta forma? —pregunta Richard, intrigado y asustado por la transformación de la criatura.
—Ares liberó todo su poder de golpe. Su cuerpo, aunque ha asimilado el virus, ahora es una marioneta de mi voluntad. Al final, no es más que un recipiente para mis ideales.
Richard observa la sangre de Ahyma caer al suelo y moverse como si tuviera vida propia, horrorizado por lo que ve.
—¿Eso significa que si uso mi poder al límite... también me convertiré en ti?
Ahyma asiente con una sonrisa oscura, cortándose la palma para liberar más sangre.
—Así es. Soy el original, el líder de esta colmena. Mi objetivo es simple: infectar a los dignos, exterminar a los que se opongan, y crear una colonia bajo mi control absoluto. Ahora verás mi poder en acción.
En ese instante, Ares se detiene, como si algo lo estuviera controlando. Ríe de manera inhumana, pero su risa no pertenece a él.
—No soy Ares —dice la criatura, con la voz escalofriante de Ahyma resonando desde su interior—. Él está... fuera de servicio por incompetente. Ahora, soy yo quien juega con ustedes.
Lucy reconoce la voz al instante, su odio herviendo en sus venas.
—¡Ahyma, maldito bastardo!
Nana, asustada y confusa, susurra:
—¿Cómo puede ser él?
Ahyma, tomando el control completo del cuerpo de Ares, sonríe:
—Este es mi verdadero poder, hijas de Kurama. Control mental a distancia. Si desean salvar a su querido Kouta, deberán matarme aquí y ahora.
La batalla está lejos de terminar. La oscuridad se cierne sobre ellas, el verdadero horror apenas comienza.
Akane: Grrr, ¡maldito seas, Ahyma!
El cuerpo de Ares comenzó a derretirse, dejando a su paso un rastro de metal destrozado y la llave para acceder al laboratorio. Ahyma abrió los ojos con una mirada de satisfacción sombría, mientras Richard lo observaba, intrigado.
Richard: ¿Qué ha ocurrido?
Ahyma: Prepárate para recibir a nuestros invitados, Richard. He desatado todo mi poder para mostrarle a ella que estamos conectados, pero el costo ha sido alto.
Richard: Lo que veo en las cámaras es un caos. Al menos, esto nos da tiempo para preparar nuestra última arma. No saldrán vivos de aquí.
Lucy se levantó, la furia ardiendo en su interior, mientras Nana liberaba a los demás, que despertaban aturdidos.
Bando: ¿Qué ocurrió?
Kazumi: ¿Dónde estamos? Recuerdo pelear contra una bestia mecanizada y luego... nada.
Airi: ¿Qué demonios le pasó al Orfanato?
Mariko: Una larga historia. Pero no es momento de contarla.
Akane: Necesitamos la llave para abrir la puerta al laboratorio.
Nana: Yo la tengo. Vaya emblema tan raro...
Bando: Es el Ojo de Osiris. Parece que a Richard le gusta mucho el ocultismo.
Lucy: No perdamos el tiempo. Quiero acabar de una vez con ese hijo de puta.
Nana: De acuerdo. No bajen la guardia; no sabemos qué puede esperarnos.
Nana colocó el emblema en la fuente, que comenzó a vibrar y a moverse. Una compuerta de acero se abrió, revelando unas escaleras que descendían a las profundidades del lugar.
Bando: Joder, ese lugar parece un búnker de guerra. Las damas primero.
Lucy: Vaya caballero.
El grupo comenzó a bajar. Mientras tanto, Ahyma se preparaba para ir al helipuerto privado y llamar a los refuerzos para la evacuación.
Ahyma: Prepara al nuevo espécimen, Richard. Iré a llamar a los demás.
Richard: Sí, mi señor. Te prometo que nuestra nueva arma no nos fallará.
Al llegar a un gran pasillo iluminado por extraños focos de luz fría, Lucy sintió una oleada de rabia y golpeó la pared con los nudillos.
Lucy: Grrrr, maldita sea. ¿Qué demonios eran esas visiones? Siento tanto miedo... ¿Por qué?
Mariko: ¿Estás bien?
Bando: Sí, ¿qué mosca te picó?
La dulce niña se acercó a Lucy, pero ella retrocedió con un gesto brusco.
Lucy: No me toques, Mariko... Por tu bien, no lo hagas.
Nana: Lucy-san...
Airi: Traten de calmarse. Estamos en territorio enemigo, no bajen la guardia. Estamos expuestos a una emboscada.
Nana: Este lugar me da escalofríos. Se siente tan grande y vacío...
En su mente, Kaede suplicó a Lucy que le dejara tomar el control.
Kaede: Es mi turno de regresar, Lucy.
Lucy: No sé en qué lío te has metido, pero seguramente viste lo mismo que yo. Ese sujeto no es normal. Nunca había sentido tanto miedo.
Kaede: Ni yo sé qué quiere ese loco de mí, pero algo en mí me dice que lo conocemos desde hace mucho. Por cierto, gracias por ayudarme.
Lucy: No pienses mal, tú y Nyu; lo hago por diversión. Aunque ese loco lo arruinó todo. Buena suerte con tu problema.
Kaede tomó de nuevo el control, y Bando notó el cambio al ver sus ojos.
Bando: Al fin volviste a la normalidad. Bienvenida de nuevo.
Kaede: ¿Cómo sabes que soy yo?
Bando: Tus ojos te delatan, niña. Al menos esa bruja de Lucy se fue. Debemos seguir; se nos acaba el tiempo.
Akane: Solo espero que mi hijo esté bien.
Bando: Mujer, por favor, dame un respiro. Apenas estamos recuperando fuerzas. Sé que tienes prisa por ver a tu hijo, pero no sabemos qué hay en este lugar.
Kazumi: Esta gente realmente invirtió mucho dinero en este lugar; es más grande de lo que parece.
Airi: Sí. ¿Cuántos lugares así habrá en el mundo?
Akane: Esos locos usaron a mis pacientes para crear esas aberraciones. ¿Cómo pudieron hacer eso? Me siento tan culpable...
Kaede: Akane, no dejes que esto te afecte. Tu hijo te espera; aún lo puedes salvar.
Akane: Tienes razón. No debo dejar que la culpa me limite.
Kaede: Ya es muy tarde para pensar. Además, tu hijo te está esperando, aunque se siente horrible sentir esto.
Kaede: Te entiendo muy bien, Akane...
Bando: Tengo un mal presentimiento... No sé por qué.
El grupo llegó al final del pasillo y se encontró ante una gran puerta. Al abrirla, se encontraron con más cuartos.
Airi: Genial, más cuartos. Estos locos nos quieren marear con su laberinto.
Kaede abrió una de las puertas y se encontró con camillas que sostenían cadáveres y mutantes.
Kaede: Pobre gente... Espero que encuentren el descanso eterno.
Mariko abrió otra puerta y se encontró con un quirófano. En la camilla, una Diclonius yacía mutilada, sus extremidades reemplazadas por partes mecánicas.
Mariko: ¡Qué asco!
Nana: Oh, Dios...
Kazumi se acercó al cuerpo, pero ella simplemente movió la cabeza, dejando claro que no había sobrevivido.
Akane: Esto es obra de Richard. No cabe duda de que ese bastardo sigue vivo.
Bando: Así que ese loco se dedicaba a esto: a crear aberraciones mecánicas y orgánicas. Me trae recuerdos de que soy igual a sus creaciones. Mis prótesis se basaron en lo que él creaba.
Akane: De hecho, deberías agradecerme, Bando. Después de que supuestamente Richard murió, Kakuzawa robó muchos de sus planos y diarios de trabajo. Creo que uno de esos diarios contenía planes para crear prótesis muy avanzadas. Afortunadamente, logré recuperar algunas y dárselas a Josef.
Bando: Ahora todo cobra sentido para mí.
Nana: La ciencia es una espada de doble filo; puede perjudicar o ayudar. Desafortunadamente, se utiliza más para el mal que para el bien, y cuando sus propias creaciones se rebelan, sienten el verdadero miedo.
Airi: Eso ya depende de la moral de quien la use. Afortunadamente, hay quienes aún la emplean para el bien. Josef es un ejemplo de ello.
Kazumi: Es verdad.
Mientras los demás hablaban, Mariko se encontró con fotos en unos expedientes que la horrorizaban.
Mariko: Esto es espantoso; no se miden con quién experimentar... ¡Mira estas fotos!
Kaede tomó las fotos y vio niños, ancianos y Diclonius torturados, mutilados y muriendo de hambre. Al contemplar esta escena horrible, recordó la isla y no pudo contener las lágrimas.
Kaede: Estos malditos no tienen alma. Son unos demonios. ¡Grrrrr, no les voy a perdonar por lo que hicieron a esta gente inocente!
Mariko: Kaede...
Bando: Mmmmm...
Airi: Debemos seguir; tenemos que encontrar la sala principal. Esta calma me da un mal presentimiento.
Akane: Deben estar en la parte más baja. Hagámoslo rápido; este lugar me trae muy malos recuerdos.
Al salir de la habitación, escucharon por los altavoces una voz familiar. El eco de su tono los puso en alerta, mirando a su alrededor.
Richard: Me sorprende que hayan derrotado a mis hijos. Tanto tiempo de cautiverio y experimentación para esto. La suerte siempre les ha acompañado, pero eso acaba aquí. Akane, ¿quieres ver a tu hijo? Ven a la sala principal; allí te estaré esperando.
Akane: Eres un monstruo despreciable, Richard. ¿Cuántas vidas más vas a arruinar en tu búsqueda de poder?
Richard: Son sacrificios necesarios para alcanzar la evolución perfecta.
El eco de una puerta abriéndose resuena en el gran pasillo, y como si estuvieran bajo un oscuro hechizo, el grupo avanza hacia la sala principal. Al entrar, se encuentran en una vasta habitación, repleta de contenedores que aprisionan criaturas imperfectas en un sueño inquietante. Al final del pasillo, un hombre de gabardina oscura y capucha oculta su rostro, un extraño emblema de pulpo se dibuja en su espalda, sugiriendo un culto siniestro.
Akane: ¡Richard!
Richard: Al fin nos encontramos, Akane. No olvidaré cómo arruinaste mis experimentos. También es un placer conocer a la Reina Diclonius.
Kaede: ¡¿Dónde está Yahiko y ese engendro llamado Ahyma?!
Richard: Lord Ahyma tuvo que atender ciertos asuntos, pero Yahiko... pronto lo verán.
Se da la vuelta, y al quitarse la capucha, revela una prótesis mecánica que le cubre parte del rostro, dejando al grupo en shock.
Akane: No me sorprende que esa caída te dejara cicatrices, pero jamás imaginé que experimentarías contigo mismo.
Airi: No bajen la guardia. Siento una energía poderosa emanar de su cuerpo.
Richard: Así es, Akane. Experimenté con mi propia carne para sobrevivir a la caída. Gracias a una muestra de sangre que guardé de Lord Ahyma, he trascendido la humanidad.
Con un brillo siniestro en su ojo, lee el poder vectorial de las Diclonius. Los chicos se miran entre sí, horrorizados.
Bando: ¿Qué demonios eres ahora?
Richard: Mi muerte fue solo una resurrección. Lord Ahyma nos ha otorgado un poder que ustedes no pueden comprender.
En un arrebato de furia, Bando se lanza hacia él, solo para quedarse inmóvil, atrapado en un campo de fuerza invisible.
Bando: ¡¿Qué clase de truco es este?!
Richard: No es ningún truco, idiota. ¡Es evolución!
Con un movimiento de su mano, Bando es lanzado por los aires, chocando contra la pared.
Nana: ¡Bando!
Mariko: ¡Hijo de...!
Richard: No soy como mis creaciones. Mi poder supera todo lo que han conocido. Akane, espero que hayas disfrutado tus recuerdos, porque ahora presenciarás el horror de mi última creación.
Detrás de él, una cápsula emerge del suelo. En su interior, una criatura pálida, vestida con partes mecánicas, se prepara para salir. Su garra metálica reluce con una ferocidad inquietante.
Richard: ¡Conozcan a mi último hijo, el Hijo del Armagedón definitivo! ¡Demise!
El corazón de la criatura late con fuerza, resonando en el silencio, y en un abrir y cerrar de ojos, rompe la cápsula, salpicando líquido por todo el lugar. Richard aprovecha el caos para escapar.
Kaede: ¡No escaparás, maldito!
Pero antes de que pueda seguirlo, Demise embiste a Kaede, estampándola contra la pared.
Mariko/Nana: ¡Kaede!
Mientras Mariko y Nana atacan a la criatura, un escudo eléctrico la protege, lanzando a ambas contra varias cápsulas, dejándolas inconscientes.
Kazumi: Esto no está bien.
Airi: ¡Ataquemos juntas!
Pero son demasiado lentas; Demise las somete con una rapidez letal, dejándolas fuera de combate.
Akane: ¡No, chicos!
La criatura avanza con paso firme hacia Akane, quien, paralizada por el miedo, cae al suelo. Demise levanta su garra, pero se detiene, como si un hilo invisible lo frenara.
Akane: ¿Por qué se detuvo?
Su comportamiento es desconcertante. Kaede, recuperándose, se pone de pie con determinación.
Kaede: ¡Akane, lleva a los demás a un lugar seguro! ¡Yo enfrentaré a esta abominación!
Akane: ¡De acuerdo!
Kaede: Pegas duro, engendro, pero yo no soy como otras Diclonius. ¡Te demostraré quién manda!
Demise: Diclonius... ¡Matar!
La lucha estalla entre Kaede y la espantosa criatura. Akane, mientras guía a los demás a un lugar seguro, observa horrorizada cómo Demise controla la pelea.
Akane: Joder, esa cosa tiene a Kaede acorralada.
Kaede: ¡Debo encontrar una forma de penetrar ese escudo!
Desesperada, Kaede lanza todo lo que encuentra, pero Demise corta los objetos con su garra. Aprovechando un momento de distracción, Kaede lanza una patada feroz, haciendo que Demise se estrelle contra varias cápsulas.
Kaede: ¿Eso fue todo? Patético. ¿Cómo están los chicos, Akane?
Akane: Están bien, están recobrando el conocimiento.
Nana: Ay, ¿qué pasó? ¿Y dónde están la criatura y Richard?
Kazumi: Sí, ¿dónde están esos locos?
Kaede: Richard escapó cuando liberó a esa cosa, pero yo me encargaré de él.
Bando: Dudo que esté lejos. No perdamos más tiempo.
Las alarmas del lugar empiezan a sonar, interrumpiendo la tensión con un mensaje ominoso.
Sistema: Activando el sistema de autodestrucción. Cerrando todos los accesos y abriendo ruta de escape. Todos los trabajadores evacuen el lugar. Tienen 45 minutos para evacuar. Repito, 45 minutos para evacuar.
Bando: ¿Me están jodiendo, cierto?
Mariko: Parece que no.
Akane: Esto es obra de Richard. Quiere matarnos aquí. Y aún no sé nada de mi hijo. ¿Qué hacemos?
Kaede: Seguro lo tiene Richard. Primero, salgamos de aquí.
Akane: La salida de emergencias está por aquí. ¡Síganme!
El grupo corre, pero al llegar al pasillo, soldados mutantes les bloquean el paso, abriendo fuego. El eco de los disparos resuena en la oscuridad mientras se esconden tras las paredes, sabiendo que su lucha está lejos de terminar.
Un soldado se interpuso con desdén, la voz cortante como un acero afilado. —¡No irán a ninguna parte!
Bando apretó los puños, la rabia burbujeando dentro de él. —¡Ese hijo de puta de Richard hará lo que sea para que no salgamos de aquí!
Mariko, con la determinación de una guerrera, se plantó al frente. —¡Pónganse detrás de mí! Yo me encargo de estos bastardos.
Tomando una puerta de metal grueso como escudo, Mariko se lanzó hacia adelante, embistiendo a los soldados. Uno tras otro caían, sus cuerpos sin vida deslizándose por el suelo manchado. La tensión crecía con cada segundo, el aire se tornaba denso como un manto de miedo.
—¡¿Qué tan lejos está la salida de emergencias?! —gritó Mariko, la adrenalina pulsando en sus venas.
—¡Ya casi llegamos al elevador, sigan adelante! —respondió Akane, con la voz entrecortada.
—¡Lo veo! —anunció Bando, su mirada fija en la salida.
—¡Ve a activarlo, nosotros te cubrimos! —ordenó Kaede, la furia brillando en sus ojos.
—¡Yo iré con él! —dijo Kazumi, uniendo fuerzas con Bando mientras corrían hacia el elevador, disparando a los soldados mutantes que se abalanzaban sobre ellos.
—¡Carajo, no puedes bajar más rápido! —gritó Bando, la ansiedad marcando su tono.
—¡Dios, son infinitos! —exclamó Airi, temblando de rabia y miedo.
—¡Aguanta! ¡Ya casi! —gritó Nana, la desesperación en su voz.
El elevador finalmente llegó y el grupo se precipitó hacia él, sintiendo el aliento de la muerte tras ellos. Al llegar al último piso, se encontraron en un helipuerto, el amanecer tiñendo el cielo de un rojo amenazante. Akane buscó indicios de Richard, su corazón latiendo con furia.
—¡¿Dónde estás, maldito?! —gritó, la rabia burbujeando en su interior.
Kazumi miró a su alrededor, suspicaz. —Dudo que ese bastardo ya haya huido; todo fue demasiado repentino.
—¡Tenemos que explorar el lugar! ¡No perdamos tiempo! —instó Kaede, la impaciencia oscureciendo su juicio.
Cuando se disponían a explorar, un rayo desgarrador surcó el aire, dirigido hacia Akane. Kaede la protegió con sus vectores, y el horror se desató ante ellos: la criatura, que parecía haber renacido, ahora más alta, más fuerte, con un arma de aspecto siniestro en su mano izquierda. La voz de Richard resonó en la penumbra.
—¿Pensabas que un simple golpe acabaría con mi obra maestra? Jajaja, qué gracioso. Demise vuelve a la vida una y otra vez gracias a su núcleo especial. Akane, ¿tanto deseas ver a tu hijo de nuevo?
—¡¿Dónde está el maldito monstruo?! ¡Devuélveme a mi hijo! —gritó Akane, la desesperación transformándose en un grito desgarrador.
Richard se burló. —Eres tan ciega que no has notado las señales. Pensé que las madres tenían una conexión especial con sus hijos, pero parece que no siempre es así.
—¡Basta de acertijos, maldito loco! ¡¿Dónde lo tienes?! —exigió Kaede, el odio ardiente en su pecho.
Nana palideció, un escalofrío recorriendo su espina dorsal. —No será que... Oh Dios...
—¿Ocurre algo, Nana? —preguntó Akane, sintiendo un nudo en el estómago.
Airi miró a Nana, alarmada. —¿Por qué estás tan pálida?
—¡Responde de una vez! —gritó Bando, la ira y la angustia en su voz.
Ahyma apareció en la escena, su mirada burlona. —En efecto, Nana... Es triste que ni siquiera el instinto materno pueda darle la respuesta a Akane.
Mariko frunció el ceño, reconociendo la siniestra presencia. —De nuevo, ese monstruo ha aparecido.
Kaede apretó los dientes, furiosa. —¡Responde de una vez, Ahyma! ¡¿Dónde está Yahiko?!
—De acuerdo... Demise es Yahiko. —Las palabras de Ahyma cayeron como una sentencia de muerte, y el grupo se quedó en shock, la revelación atravesando sus corazones como un puñal.
—¡Ahyma, hijo de puta! ¡¿Cómo pudiste hacerle esto al hijo de Akane?! —gritó Kaede, el desprecio brotando de su ser.
—No te enojes. Solo le hicimos unas mejoras. Al menos ya no sufrirá como humano. —La risa de Ahyma se mezcló con la agonía del momento.
Akane cayó de rodillas, las lágrimas resbalando por su rostro. —No... No, no, no. ¡Los voy a matar con mis propias manos, malditas ratas!
—Grrr... —el gruñido de Kaede resonó como un eco de la rabia contenida.
Richard sonrió, su mirada llena de malicia. —Si quieres llegar hasta nosotros, tendrás que pasar sobre tu propio hijo, Akane. Solo les quedan treinta y cinco minutos antes de que este lugar estalle. Nos vemos, jajaja.
—Demise, Diclonius, humanos... ¡Matar! —la criatura apuntó su arma hacia el grupo, y todos se pusieron en guardia. Akane, con el corazón desgarrado, intentó llegar a su hijo.
—Hijo, por favor, no hagas esto. ¿No me recuerdas? —su voz temblaba con la esperanza.
Kaede, comprendiendo la confusión de Demise, se interpuso. —Deja que me encargue de tu hijo. Esperemos que aún le quede algo de humanidad dentro de él.
—Kaede... Por favor, ten cuidado. —las palabras de Akane eran un susurro, un eco de su desesperación.
—Cuiden de Akane, chicos. Yo me encargo de esto. —dijo Kaede, avanzando hacia el centro del helipuerto.
A medida que el amanecer se acercaba, Demise y Kaede se enfrentaron, el viento aullando a su alrededor como si la naturaleza misma temiera la inminente lucha. Sus miradas se encontraron, la tensión palpable, el silencio cargado de promesas y amenazas.
—Sé que Yahiko sigue dentro de ti, y lo recuperaré a cualquier costo... —la voz de Kaede resonó con fuerza, un faro de determinación en la oscuridad.
Al escuchar sus palabras, Demise atacó, furioso, utilizando su nueva arma. Kaede saltó, corriendo sobre unos contenedores, pero la criatura no cesó en su ataque. Bando y los demás miraron los relojes, el tiempo corriendo en su contra.
—Esa arma tiene un poder inmenso, no sé qué tecnología están usando, pero si llega a tocarla... —la voz de Nana tembló.
—¡Vamos, Kaede, tú puedes! —gritó Airi, su aliento agitado.
Bando se quedó pensativo. —Mmmm.
Akane, con el corazón en un puño, observaba la batalla, la tristeza y la impotencia llenando su ser. —Esto es un mal sueño... Esto no puede estar pasándome.
—Calma, Akane, por favor. —Mariko intentó consolarla.
Bando, con furia en sus ojos, añadió: —Esos malditos no tienen corazón ante nada ni nadie. Solo quieren crear monstruos y exterminar a los débiles.
—Si no los detenemos, todo el mundo acabará como él. —Mariko sintió la presión del tiempo.
—¡Yahiko, reacciona, por favor! ¡Tú no eres un monstruo! —gritó Kaede, su voz un grito de desesperación.
La garra de Demise chocó contra los vectores de Kaede, creando una onda expansiva que resonó como un trueno en el aire.
—¡Maldición! ¡No me dejas otra opción! —gritó Kaede, sus ojos ardiendo de resolución.
Desde un helipuerto superior, Richard observaba la pelea, su sonrisa torcida reflejando la locura que habitaba en él. —No podrás hacer nada contra mi creación definitiva. La tecnología que he sacado de los documentos históricos del gran Nikola Tesla hace que su núcleo sea de energía infinita y renovable. Mátalo las veces que quieras, pero volverá a la vida más fuerte que antes. No podrás ganar esta vez, Kaede.
—Llama loca a quien quieras, pero esas cosas que cubren el cuerpo de la criatura son muy similares a los documentos que vi hace años del gran inventor Nikola Tesla —Airi había encontrado una chispa de esperanza.
Kazumi asintió, comprendiendo el peso de la situación.
—No eres la única que piensa —respondió, su voz cargada de tensión.
—Joder, cada loco que nace en esta vida —murmuró Bando, la ansiedad rasgando su tono.
—¿Hay alguna forma de parar a esa mole? —preguntó Nana, el pánico empezando a aflorar en su mirada.
—Si usaron ese invento de Tesla, hay un modo de pararlo, pero... —Kazumi titubeó, su voz disminuyendo ante la gravedad de la revelación.
—No me digan que... —interrumpió Akane, la inquietud palpable en su expresión.
La joven Diclonius luchaba por mantener el control de la pelea. El campo eléctrico que emanaba de Demise interfería con sus vectores, sumiéndola en una confusión inquietante.
—Mierda, este tipo es más fuerte que cuando lo enfrenté abajo —gritó Kaede, su adrenalina elevándose mientras el enemigo se abalanzaba sobre ella.
Demise hundió sus garras en el suelo, y de este brotaron afilados pinchos, amenazando con atravesar a Kaede. Ella logró esquivar el ataque por un suspiro, pero la criatura la embiste, estrellándola contra la pared.
—Esto no pinta nada bien... —susurró Nana, el terror reflejado en sus ojos.
Demise apuntó con su arma, pero Kaede, sin dudar, usó todos sus vectores, desgajando el suelo para protegerse de los disparos. Lanzó fragmentos de escombros hacia él, pero la criatura los destruyó con facilidad, como si fueran meras hojas secas.
Aprovechando un momento de vulnerabilidad, Kaede se lanzó hacia adelante, golpeándolo con todas sus fuerzas. Demise fue lanzado por los aires, estrellándose contra el suelo.
—¡Bien! —exclamó Bando, aunque su aliento estaba entrecortado por la tensión.
Pero la victoria fue efímera. Demise se reincorporó con una furia desatada, golpeando el suelo con su pierna, haciendo que más pinchos se dirigieran hacia Kaede. Esta vez, un disparo eléctrico logró rozar su pierna.
—¡Mierda! —gritó ella, el dolor agudo recorriendo su cuerpo.
—¡La tiene acorralada! —gritó Bando, el miedo palpitante en su voz.
—¡Kaede! —clamó Mariko, su preocupación convirtiéndose en desesperación.
Demise se lanzó hacia Kaede, intentando hundir su garra en su rostro, pero la joven, en un acto de desesperación, lo detuvo con sus manos.
—¡No te daré el gusto de destrozarme la cara! —dijo, su voz firme, aunque temblorosa.
Con un salto impulsado por sus vectores, logró romperle el brazo a Demise, propinándole una patada en la espalda que lo hizo chocar contra un contenedor. Pero el monstruo, enfurecido, sanó su herida en un instante, sorprendiendo a Kaede. Desatando un aura eléctrica, disparó contra ella, la enviando volando hacia varios contenedores.
—Esto no pinta nada bien... —murmuró Mariko, la preocupación en su voz.
—No sé qué hacer... Me siento muy inútil —admitió Akane, sus manos temblando a su lado.
Kaede, ahora de pie pero gravemente herida, sentía cómo los golpes de las batallas anteriores comenzaban a pasarle factura. La sangre brotaba de su cuerpo, sus movimientos se volvían cada vez más erráticos.
—No puedo leer sus movimientos, se han vuelto muy rápidos... —gruñó, con frustración—. Y con estas heridas, me cuesta moverme.
En un ataque sorpresa, Demise perforó su hombro con su garra. Un grito desgarrador escapó de sus labios, pero en un acto de resistencia, le propinó una patada en la cara, logrando que retrocediera un paso. Kaede, tambaleándose, se dio cuenta de que la sangre se acumulaba a sus pies, cada vez más cerca de la desesperación.
—Esto está de mal en peor... —pensó, el mundo comenzando a nublarse ante sus ojos.
En ese instante, la voz de Lucy resonó en su mente, una advertencia y una súplica.
—No pierdas el tiempo, déjame usar todo mi poder. Si no lo haces, moriremos.
—Mierda, pero sé lo que harás, Lucy... ¿Matar lo único que le queda a Akane en este mundo?
—¡Deja tu maldita moral! —exclamó Lucy, la urgencia de su tono estruendosa—. Ese chico ya no es humano. Si no lo hacemos, él nos matará y todos morirán. ¡No podrás ayudar a Kouta! ¡No tenemos otra opción!
—Nunca te vi actuar de esa manera, Lucy. Pensé que solo te importaba a ti misma.
—No pienses mal, lo hago para sobrevivir.
—Está bien, espero que tengas más suerte que yo...
Lucy emergió, su poder resurgiendo y comenzando a sanar las heridas de Kaede poco a poco.
—¡Es mi turno de darte una paliza, cabrón! —gritó, su voz resonando con una confianza renovada.
—Lucy ha vuelto... Espero que pueda ganar, se nos acaba el tiempo —dijo Nana, un rayo de esperanza en sus palabras.
—Yahiko, por favor, deja de atacarnos. ¡Tú eres mi hijo! —imploró Akane, su voz desgarrada por el dolor.
Las palabras reverberaron en el aire, y Demise, al escucharlas, empezó a recordar fragmentos de su pasado. Gritó en agonía, destruyendo el arma que tenía en su poder, golpeándose la cabeza contra el suelo.
—¿Qué demonios le pasa? ¡Demise, levántate y acaba con ella! —gritó Richard, la frustración repleta de desespero.
—Madre... ¡Madre! —gritó Yahiko, su voz desgarrada por la lucha interna—. ¡No! ¡Yo soy Demise! ¡No soy Yahiko!
Demise comenzó a destrozar lo que lo rodeaba. La electricidad en su cuerpo estallaba descontrolada, mientras tentáculos emergían de su brazo izquierdo, transformándolo en un monstruo aún más aterrador.
—Yahiko... —susurró Akane, su corazón rompiéndose al ver su sufrimiento.
—Está mal... Su psique está muy inestable —observó Mariko, su mirada fija en la escena caótica.
Akane comenzó a avanzar hacia la criatura, ignorando las advertencias de su grupo, demasiado enfocada en la pelea para notar el peligro.
—¡Akane, no te acerques! —gritó Lucy, la preocupación inundando su voz.
—Humano... ¡Matar! —rugió Demise, levantando su mano izquierda para atacar a Akane.
Pero la mano derecha se detuvo, como si luchara contra sí misma.
—¡No lastimarás a mi madre, maldito virus! —gritó Yahiko, la lucha dentro de él más feroz que nunca.
—¿Acaso este monstruo tiene dos personalidades? —preguntó Lucy, la incredulidad marcando su tono.
—¡Aleja a mi madre de mí, rápido! —ordenó Yahiko, la desesperación evidente.
Lucy, asintiendo con determinación, alejó a Akane de Demise y la colocó en un lugar seguro. La criatura se lanzó hacia ella, pero Lucy, con su energía renovada, se preparó para el ataque, dispuesta a proteger a quien le quedaba.
Demise rugió con un eco que resonó en el aire, su voz desgarradora como el viento que atravesaba los restos de la batalla. —¡Yo soy Demise! Este es mi cuerpo!
Lucy, con los ojos llenos de determinación, se acercó a la bestia. —No eres un monstruo; ¡eres humano! ¡Despierta!
Demise apretó los dientes, su rostro deformado por la rabia y la confusión. —Yo soy... ¡Soy Demise!
El terreno, ahora un campo de escombros y cenizas, temblaba bajo la intensidad del combate. Ambos luchadores estaban heridos, la sangre manchando la tierra, conscientes de que solo uno de ellos podría sobrevivir a este encuentro mortal.
El viento soplaba con fuerza, trayendo consigo los primeros rayos del sol que asomaban en el horizonte. Akane, con lágrimas surcando su rostro, observaba el espectáculo desgarrador, mientras el resto del grupo contaba los minutos que quedaban, la ansiedad palpable en el aire.
Mariko, con la voz temblorosa, murmuró: —Kaede... No pierdas.
En ese momento, un avión de obsidiana surcó el cielo, partiendo de un lugar desconocido en Japón, su rumbo fatal hacia Kamakura. A bordo, el enigmático enmascarado estaba sentado junto a Saya y otros miembros de la hermandad de Ahyma. Saya reportó con voz fría: —Llegaremos en unos 17 minutos, señor.
Diclonius asintió, su mirada fija en el horizonte. —Espero que estén listos. Será la primera vez que nos enfrentemos a nuestro objetivo. No me fallen.
El amanecer iluminaba el campo de batalla, y ambos combatientes acumulaban poder, sabiendo que el desenlace estaba próximo. Nana, inquieta, comentó: —Siento como si Lucy-san estuviera acumulando una inmensa energía.
Bando se pasó la mano por la frente, el sudor frío resbalando por su piel. —Nunca había sentido tanto nerviosismo en mi vida...
Mariko asintió, su voz apenas un susurro. —Parece que todo se decidirá con este ataque final.
Akane, con el corazón en un puño, llamó a su hijo en silencio.
Los dos se movieron en un compás, como samuráis en el clímax de su duelo. Demise, desafiando la tensión, sonrió con frialdad. —¿Nerviosa?
Lucy, firme como una roca, replicó: —Ni un poco.
Demise apretó los puños, su deseo de acabar con la lucha ardía en su interior. —Acabemos con esto de una vez.
Lucy corrió hacia él, y la colisión fue inevitable. Un silencio sepulcral se apoderó del entorno mientras se preparaban para el impacto.
Yahiko, en un último aliento de lucidez, murmuró: —Nada mal... Muchas gracias, Diclonius.
El golpe de Lucy hizo que parte del tórax de Yahiko se desintegrara, cayendo al suelo en un mar de sangre. Akane, al ver a su hijo, corrió hacia él, abrazándolo con desesperación.
—Hijo mío... ¿Por qué? ¿Por qué... Te he fallado, hijo?
Nana, perpleja, observó a Lucy, su rostro demacrado. —Lucy... ¿Qué has hecho? Lucy... ¿Estás llorando?
Kaede, mirando el horror frente a ella, musitó: —Ya no era el demonio de su interior; era el...
Yahiko, con voz temblorosa, le dijo a su madre: —No te culpes por todo. Hiciste lo que pudiste. Estoy muy feliz de que nunca te olvidaste de mí... De que siempre estuviste a mi lado hasta el final.
Akane rompió en sollozos, su corazón desgarrado. —Hijo... Juro que haré que paguen por lo que te hicieron estos malditos.
Con una mirada de ternura, Yahiko pronunció sus últimas palabras. —Cuídate mucho... Tienen que irse ya... El tiempo se acaba. Le mandaré saludos a papá de tu parte. Te quiero mucho, madre...
Los ojos de Yahiko se cerraron lentamente, y su mano se deslizó de la mejilla de Akane, mientras el viento aullaba como un lamento entre las sombras. Todo quedó en un silencio abrumador.
Mariko, despertando del trance, gritó: —¡No hay tiempo que perder! ¡Tenemos que salir de aquí rápido!
Kaede, aún aturdida, asintió. —De acuerdo.
Mariko tomó a Akane de la mano, y juntos se retiraron del lugar, dejando atrás el orfanato que comenzaba a explotar, un monumento a la muerte y a las pesadillas, consumido por las llamas.
Bando respiró hondo, su voz cargada de resignación. —Todo terminó...
Airi asintió, un eco de alivio en su tono. —Eso parece.
Nana, con un destello de esperanza, murmuró: —Al fin, la gente que murió podrá descansar en paz.
Mariko advirtió la verdad detrás de su optimismo. —Solo hemos ganado una batalla, pero la guerra continúa.
Kaede lo confirmó con la mirada perdida en el horizonte. —Así es...
El silencio se rompió abruptamente cuando una nave extraña aterrizó cerca, un helicóptero despegando con una gran caja hacia un destino desconocido.
Kazumi, con la tensión acumulándose en su pecho, observó. —Aún siguen esos bastardos en este lugar.
Nana, sin dudarlo, propuso: —Se fueron por allá. Vamos a ver.
Se acercaron al helipuerto secreto y, en el centro, una figura encapuchada de negro se erguía con un emblema de salamandra en la espalda, junto a la nave que habían avistado.
Kaede frunció el ceño, un escalofrío recorriendo su espalda. —Ese sujeto... Me da muy mala espina.
Airi coincidió, su voz llena de inquietud. —Sí... es como si no fuera humano.
Bando, impaciente, exclamó: —No perdamos el tiempo indagando. Si esperamos más, ese par se escapará.
El grupo se acercó, y el Diclonius se volvió lentamente, su mirada fría como el acero. —Llegan muy tarde. El amo Ahyma se ha ido.
Nana, desafiando su nerviosismo, preguntó: —¿Quién eres?
Los demás rodearon al extraño ser, el nerviosismo palpable mientras se preparaban para lo que podía ser la última batalla de sus vidas.
Airi sintió una presencia abominable, un poder que helaba la sangre en sus venas. Kaede compartía la misma inquietud, sus instintos alertas ante lo desconocido.
Ángelo se presentó, su voz resonando con una frialdad helada. "Soy Ángelo, líder de la Hermandad de Luminus." Con un movimiento calculado, se quitó la capucha, revelando un casco de contención de Diclonius que brillaba ominosamente. Cuando sus ojos se encontraron con los de Kaede y su grupo, un terror primigenio invadió el aire, una presión palpable que les oprimía el pecho.
Bando soltó una risa nerviosa. "Esto debe ser una broma..."
"Es un Diclonius," murmuró Mariko, su voz temblando al reconocer la amenaza.
"¿¡A dónde se fueron Richard y Ahyma?! ¡Contesta, maldito!" exigió Akane, su rabia intensificándose ante la despreocupada mención de su familia.
"Él tiene asuntos que atender," respondió Ángelo, su tono despectivo. "No perderá el tiempo con una simple humana débil que no pudo proteger a su estúpida familia."
La ira consumió a los presentes, encendiendo su determinación.
"¡Cómo te atreves a decir eso!" gritó Nana, lanzándose contra él con sus vectores. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Ángelo se movió con una velocidad que desafiaba la lógica, atrapando uno de los vectores de Nana y arrastrándola hacia él. Con un movimiento brutal, le propinó una patada que la hizo caer, vomitando sangre, y un silencio atónito se extendió entre sus amigos.
"Nana!" gritó Mariko, pero el horror había tomado el control de la escena.
"Esto es la supervivencia del más apto, Diclonius de cuarta. Ustedes no son dignos de vivir en el nuevo mundo que lord Ahyma creará," se burló Ángelo, mientras el desánimo envolvía al grupo.
"¡No nos subestimes!" replicó Airi, pero las palabras se sintieron vacías en el aire.
Ángelo, desatando su poder, comenzó a someter uno por uno a los miembros de Kaede. Mariko lanzó todos sus vectores, pero una barrera invisible los repelió, arrojándola contra un árbol. Bando intentó proteger a Akane, pero sus esfuerzos resultaron en vano, como una hoja seca atrapada en un torrente.
"Patéticos," murmuró Ángelo con desdén, observando a sus oponentes caídos. "Pensé que darían más pelea. Pero me han decepcionado."
La rabia de Kaede alcanzó su punto de ebullición, y con un grito desgarrador, se lanzó hacia él. Pero Ángelo, con una facilidad escalofriante, liberó tentáculos que la atraparon, inmovilizándola.
"¿Te sorprende que pueda manejar tanto los vectores como la plaga?" dijo, su voz casi un susurro. "No te asustes, pero así te quería ver, perra... Arrodillada ante mí. No intentes usar tus vectores; estoy presionando en el lugar justo para que no puedas."
Kaede, llena de rabia, lanzó un escupitajo a su rostro. Ángelo, sorprendido, la lanzó al aire, golpeándola con un tentáculo, estrellándola contra el suelo. "Esto te enseñará a respetarme," dijo con desdén.
A pesar del dolor, Kaede se levantó, la determinación brillando en sus ojos. "No me rendiré... Encontraré a Ahyma... ¡Me dirás cómo salvar a Kouta!"
"Me sorprende que te levantes, Diclonius," dijo Ángelo, claramente irritado por su tenacidad.
"¡No sigas!" advirtió Airi, su voz temblando.
"¡Es muy poderoso!" gritó Kazumi.
"¡No seas estúpida!" insistió Mariko.
Pero en un giro inesperado, Akane tomó una granada de alto calibre que Bando había dejado caer. Con la mente llena de recuerdos, se preparó para el sacrificio.
"Fue un placer conocerlos a todos... Pero debo irme. Gracias por todo. Parece que pronto me reuniré con mi hijo," susurró, con lágrimas brotando.
"¿Qué planeas hacer?" cuestionó Bando, el miedo surgiendo en su voz.
"¡No me digas que...!" exclamó Mariko, la angustia paralizando su cuerpo.
Sin dudar, Akane corrió hacia Ángelo, mientras el resto observaba con horror. En un instante, se preparó para recibir el ataque, pero en su lugar, el cuerpo de Akane se interpuso entre él y su objetivo.
"¿Qué demonios?" balbuceó Ángelo, la sorpresa desdibujando su arrogancia.
"Gracias por todo, Kaede," susurró Akane, un último destello de paz iluminando su rostro. "Prométeme que harás que estos malditos paguen por todo. Salúdame a Josef de mi parte. Gracias por ser una gran amiga en este corto tiempo."
Ángelo intentó liberarse, pero Akane lo abrazó, aferrándose a él con desesperación. "¡Hacer lo correcto, maldito!" gritó.
"¡Akane!" llamó Kaede, su voz llena de dolor y desesperación.
"¡Sayonara, Kaede!" exclamó antes de hacer estallar la granada. La explosión resonó, lanzando a Kaede por los aires, y todos los presentes miraron con tristeza la devastación del sacrificio.
"Se ha ido..." murmuró Kazumi, la desolación tiñendo su voz.
Mariko tomó a Kaede, quien gritaba el nombre de su amiga, mientras corrían hacia el vehículo que los había traído, dejando atrás el eco de su impotencia y dolor.
Kaede gritó, su voz resonando en el aire cargado de desesperación.
—¡Suéltame! ¡Debo salvarla!
Mariko, con el rostro marcado por la angustia, replicó con un tono que rompía en llanto.
—¡Se ha ido, Kaede! ¡Se ha ido!
—¡No! ¡Es mentira! —exclamó Kaede, aferrándose a la esperanza como un náufrago a su última tabla.
En el lugar donde una explosión había desgarrado la tierra, los soldados mutantes buscaban a Ángelo entre las sombras de la devastación. Solo encontraron su casco, pero antes de que pudieran procesar su fracaso, este comenzó a levitar, desafiando la lógica, y se ajustó a la cabeza de un sujeto que permanecía de espaldas.
—¡Señor Ángelo! ¿Está usted bien? —preguntó un soldado, con la voz temblorosa.
—¡Esa maldita zorra de Akane me ha causado un daño crítico! —respondió Ángelo, su ira burbujeando. —¿Saben a dónde se fueron nuestros enemigos?
—No, señor. La explosión y la nube de polvo nos han hecho perder el rastro.
—¡Bola de inútiles! —gritó, y con un movimiento rápido como el rayo, decapitó al soldado con su cuchilla. La sala quedó en silencio, la atmósfera espesa con el terror que emanaba de su figura.
—¡Saben que odio la incompetencia! —rugió, y sus soldados se apresuraron a obedecer. —¡No permitiré que Kaede y el Dragón Blanco se salgan con la suya! ¡Suban a la nave, ahora!
Mientras la nave despegaba, Ángelo contempló la ciudad desde las alturas, un rictus de furia y venganza dibujado en su rostro.
—Este error no me lo perdonará lord Ahyma. Te encontraré, Kaede. Pagarás por lo que me hiciste hace años, maldita.
En la base, Kaede y su grupo regresaron, maltrechos, con heridas que requerían atención inmediata. Josef, preocupado, se dirigió al cuarto donde se encontraba Kaede.
—Kaede, ¿qué ocurrió en ese lugar? —inquirió, su voz un susurro de tensión. —Hay reportes de una gran explosión en el Orfanato.
Kaede se detuvo, la tristeza la abrumaba.
—No sé por dónde empezar... Fallé en la misión. No pude salvar a Akane; ella se sacrificó para salvarnos.
—Entonces ella... ¿está muerta? —preguntó Josef, el eco de su voz retumbando en el silencio.
Kaede guardó silencio, asintiendo lentamente.
—Soy débil... Muy débil. No pude capturar a Ahyma ni a Richard, y tampoco logré vencer a su esbirro, Ángelo.
—No te culpes, hiciste todo lo que pudiste. No dejes que el sacrificio de Akane sea en vano. Ella sabía que tú eras la única esperanza del mundo —intentó consolarla Josef, aunque sus palabras parecían un eco distante.
Kaede, con la mirada perdida, murmuró.
—No es eso... Lo que me atormenta son las derrotas, me traen recuerdos de Aiko Takeda, una gran amiga que perdí.
Josef palideció al oír el nombre, una sombra de preocupación cruzó su rostro. Kaede, alerta, lo observó.
—¿Por qué te pusiste pálido al escuchar el nombre de Aiko?
—No es nada... Creo que tengo mucha presión. —respondió, esquivando su mirada.
—¿Y Kouta? —preguntó Kaede, cambiando de tema.
—Sigue igual. Arakawa investiga el parásito, pero no ha encontrado la manera de quitarlo de su cabeza.
Una Diclonius, oculta entre las sombras, espiaba su conversación, leal a la infame Lucia.
—Anda, sigan soltando más la sopa —murmuró, su risa helada resonando en la penumbra.
Kaede, sin darse cuenta, reveló todo a Josef sobre el Orfanato, dejando a su compañero impactado.
—Así que Sayer tiene compañía... Esto pinta muy mal.
—Sí, Richard sigue vivo y tiene una Diclonius híbrido a su lado.
—No quería contarte esto, pero el parásito estaba destinado a matar a Kouta una vez que cumpliera su misión. Sin embargo, encontramos que su sangre contiene el virus Diclonius a niveles nunca antes vistos. ¿Qué pasó?
—Lo salvé de un tiro que le dio Kurama. Usé todo mi poder en él y logré salvarlo, aunque mis instintos asesinos y mis vectores se descontrolaron.
—Gracias a ti, el parásito no llegó a más. Arakawa me dijo que su semen está impregnado del virus. Si Kouta tiene hijos, serán los más poderosos jamás creados. Prácticamente lo has convertido en el rey Diclonius.
—¿¡Qué dices!? —exclamó Kaede, su incredulidad transformándose en horror.
—Debemos mantenerlo vigilado. No sabemos a qué grado llega su mutación, pero tal vez sea la clave para derrotar a Sayer, nuestro objetivo principal. Debo regresar a la base. Descansa, Kaede.
Kaede asintió, sintiéndose abrumada por el peso de sus palabras.
En un lugar remoto, Ángelo se reunía con otros doce miembros, cada uno marcado con un emblema que los identificaba.
—Señor Ángelo, bienvenido... —dijo Saya, con un tono de respeto que apenas ocultaba su miedo.
—Ahorra las bienvenidas. Vengo con noticias: Akane ha muerto.
—¿En serio? ¿Cómo pudo morir? Esa mujer no es fácil de matar. —Richard arqueó una ceja, escéptico.
—Se sacrificó para salvar a Kaede y sus amigos, por eso mi casco está rasgado.
Un miembro, que observaba con desdén, replicó.
—Eso te pasa por bajar la guardia, pero no importa. Nuestros planes siguen en curso. Lord Ahyma ha comenzado a mover sus piezas en destinos peculiares.
—¿Cuáles son esos destinos? —preguntó un miembro, su voz temblando de curiosidad.
—Son las potencias de este mundo. Los humanos siempre han sido cobardes ante lo desconocido. Es hora de que lo desconocido los extorsione. Les sacaremos dinero a cambio de silencio sobre sus corruptelas.
—¿Y quién se encargará de saber de sus corruptelas? —inquirió Saya, interesada.
—Un viejo amigo de una guerra pasada.
Mientras tanto, Ahyma se encontraba en un restaurante, acompañado de un misterioso hombre cuyo rostro permanecía oculto en las sombras.
—Ha llegado la hora, tal como te prometí —dijo Ahyma, su voz un murmullo cargado de ambición.
—No se preocupe, nunca he fallado. Cuando tenga toda la información, los gobiernos se arrodillarán ante usted —respondió el hombre misterioso, una sonrisa apenas perceptible dibujándose en su rostro.
—Perfecto... El mundo sabrá lo que es el verdadero miedo.
Tres semanas después de los eventos en el Orfanato, Kaede se dirigía a visitar a Kouta. En su camino, se topó con Nozomi, Mayu y Yuka. Al verla, Nozomi se mostró visiblemente irritada y se dio la vuelta, evitando su mirada.
Yuka: Con su permiso, me retiro.
Mientras Yuka pasa junto a Kaede, esta la empuja con desprecio, como si la fuerza de sus palabras pudiera cambiar el destino.
Kaede: Todo sigue igual, ¿no es así, chicas?
Mayu: Sí, todo sigue igual desde que partiste a ese maldito viaje a ese lugar.
Nozomi: Me cuesta creer que haya pasado tanto tiempo. Pensé que todo volvería a la normalidad.
Kaede: Me alegra que tu carrera artística esté floreciendo. También escuché que finalmente te operaron de tu... problema de incontinencia.
Nozomi: Así es, ahora me siento más segura de mí misma. Aunque he decidido tomarme un descanso y ayudar en lo que pueda para cuidar a Kouta. Arakawa ha descubierto muchas cosas singulares en su cuerpo.
Kaede: Josef me habló de eso en mi habitación. Dijo que en su sangre corre la nueva generación de nuestra especie.
Mayu: Arakawa también me comentó que encontró grandes dosis del virus Diclonius en él. Ya no sería considerado humano; más bien, es un híbrido.
Kaede: Cómo da giros la vida, ¿no creen?
Mayu: Así parece. Por ahora, su condición se mantiene estable. Ya le dieron de comer y le han hecho los masajes necesarios.
Kaede: Deseo tanto tenerlo a mi lado. No puedo evitar soñar con que está bien...
De repente, la voz urgente de Josef resuena en el aire tenso, llamando a todos a la sala de juntas para revelar información crucial que podría alterar el curso de su lucha.
Josef: ¡Reúnanse todos! Tengo noticias que podrían cambiar el paradigma de este conflicto.
Los miembros se apresuran a la sala, cada uno cargando sus propias ansias y temores.
Shirakawa: Lista para dar el informe, señor.
Kurama: ¿Qué ocurre, Josef?
Nate: No estoy conforme con que una de mis chicas haya perdido un ojo. Esos malditos pagarán por ello.
Kaede: Hemos llegado, Josef. ¿Qué está pasando?
Josef: Por todo lo que me han comentado, lo resumiré. Richard Wong ha sido el responsable de varias desapariciones desde que lo dimos por muerto. Esta es la lista de los desaparecidos.
Kurama: Joder, esto data desde el incidente de Vieja Tokio.
Arakawa: ¿Pero para qué querría a toda esta gente?
Bando: Para nada bueno, niña. Fuimos testigos del mismo infierno.
Josef: Esto me hace pensar que Richard ya trabajaba para Sayer antes de desaparecer. Todo indica que quieren crear un gran ejército de mutantes, un ejército similar al de la guerra de hace mil años.
Nana: Espera, ¿estás diciendo que esto ya ocurrió hace miles de años?
Kaede: Explícate, Josef.
Josef, con el rostro ensombrecido por la luz tenue que se cuela por la ventana, contempla el atardecer antes de hablar: Creo que ha llegado el momento de revelarles la verdad sobre todo lo que está sucediendo... Hace mil años atrás. Supongo que Kakuzawa ya te lo habrá contado, Kaede.
Kaede: ¿Te refieres al origen de mi especie?
Josef: No solo al de tu especie, sino también al de Sayer. Existió un clan, antepasados de Kakuzawa, que fueron humillados y perseguidos por clanes rivales en la época en que Japón era joven.
La sed de venganza de los sobrevivientes brotó como un veneno, llevándolos a una obsesión por crear un ser supremo que acabara con sus enemigos. Vinieron a Kamakura, exactamente a la isla donde las tienen cautivas a ustedes y a otros Diclonius. ¿Te suena esta historia, Kaede?
Kaede: Es lo mismo que me dijo Kakuzawa cuando me tenía capturada.
Bando: ¿Me estás diciendo que esto tiene algo sobrenatural?
Josef: Para la gente de aquel tiempo, sí. Pero para nosotros, es ciencia. Tuvieron hijos en una isla que emana radiación natural, un lago profundo donde los niveles de radiación son peligrosamente altos.
Tras varios intentos, tuvieron dos hijos: una niña con cuernos y un niño que, a primera vista, parecía humano. Sus padres, fascinados por el poder de la niña, descubrieron que ella era la primera Diclonius, a quien llamaron Izanami.
Mariko: No puede ser... ¿O sea que aquellos a quienes consideramos dioses principales de nuestra cultura son...
Josef: Así es. Son mutantes. Cuando salieron al mundo exterior, la gente las consideraba diosas, pero su hermano fue el marginado de la familia, el que abrazó un odio profundo hacia su hermana mayor. Nunca fue bautizado, no tuvo nombre, pero él se auto proclamó Izagami.
La oscuridad se adensa al recordar los horrores del pasado. Un día, incapaz de soportar más los abusos de sus padres, decidió matarlos de una forma indescriptible. Su poder había despertado, y la muerte y el caos reinaban en Kamakura.
Los Diclonius de la isla se vieron obligados a exiliarse por todo el Japón antiguo, perseguidos por el miedo a lo desconocido, hasta que comenzaron a ser llamados Oni.
Shirakawa: Vaya, no sabía que toda nuestra mitología estaba tejida por estos mutantes.
Mariko: Me cuesta creer todo lo que nos estás contando, Josef.
Josef: Lo peor está por venir. Al enterarse de que Izagami había asesinado a sus padres, Izanami se enfrentó a su hermano, pero el poder de Izagami era colosal. Con su ejército mutante, arrasó con muchos pueblos y comenzó a extender su imperio más allá de Japón, hasta Europa. Una guerra sin precedentes estalló, y la sangre y la carne se esparcieron por los campos de batalla.
Nadie era inmune a "La Plaga", como se conocía a la mutación de Izagami. La batalla final entre los dos hermanos tuvo lugar en el mismo lugar donde vieron la luz del mundo. Fue un enfrentamiento brutal, pero al final, Izanami logró derrotar a su hermano.
Sin embargo, en su desesperación, decidió suicidarse para que su poder no cayera en manos equivocadas. Se pensó que el gen Diclonius y la Plaga se desvanecerían, pero al ver a ti, Kaede, y a Ahyma, entiendo que aún reside en nosotros; solo faltaba un factor externo para revivirlo.
Anna: Todo esto suena como un cuento de hadas... Nunca imaginé que mi familia fue la que dio origen a las leyendas de los dioses.
Josef: La historia tiende a repetirse. El emblema de la capucha es la hermandad de los Luminous, una referencia a una de las sectas que intentó revivir a ambas especies. Por fortuna, los clanes hicieron un buen trabajo ocultando todo lo relacionado. Por eso creamos el Dragón Blanco, para evitar que ese mal antiguo resurja.
Solo espero que estén preparados para lo que se avecina. Aunque vivimos en tiempos modernos, la mente humana permanece en su estado primitivo, y Ahyma usará eso en su beneficio. Antes de que se vayan, debo ofrecerte un gran tesoro, Kaede: el tesoro del clan del Dragón Blanco, la misma hermandad que Izanami fundó para combatir a Izagami hace más de mil años.
Josef se acerca a Kaede, llevando consigo una caja alargada. Al abrirla, Kaede descubre una espada magnífica, resplandeciente con un brillo único.
Kaede: ¿Qué es esta espada?
Josef: Es la espada de Izanami, forjada con el mineral único de la isla, la usó para acabar con la Plaga.
A la mañana siguiente, Mariko se encuentra junto a Kaede, quien se muestra inquieta.
Mariko: Veo que aún te cuesta aceptar lo que te contó Josef, ¿cierto?
Kaede: No pude dormir en toda la noche. Al ver esa espada y llevarla al cuarto, sentí como si las voces de mis antepasados me llamaran. Muchos dicen que en nuestra sangre hay recuerdos de ellos. Esa noche, concentré todo mi poder y traté de recordar aquella guerra.
Lo que vi fue espantoso: fuego, gente corriendo... sangre, mucha sangre. Lo curioso es que Izanami e Izanagi se parecían a nosotros. Parece que el ciclo se repite.
Mariko: Si es así, de nuevo ellos caerán. Cuentas con nosotros, Kaede. Ya no estás sola...
La tierna Diclonius toma la mano de Kaede, mirándola con dulzura.
Kaede: Esta vez... no cometeré más errores. No permitiré que nadie destruya el mundo de paz que tanto nos costó construir. Akane, tu sacrificio no será en vano. Espero que Ahyma y Lucia estén listos para enfrentarse a mí. Pondré fin a su reino de terror.
https://youtu.be/qtTrfaso0cs
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top