Sorpresas Siniestras Segunda Parte

Kaede despertó en medio de los restos del helicóptero, su cuerpo dolorido y sus sentidos todavía nublados por el caos. El pandemónium había consumido por completo la ciudad, ahora una ruina infestado de horror. Sin perder tiempo, comenzó a buscar a Kouta entre las sombras y la destrucción, la desesperación palpitando en su pecho. Cada paso resonaba entre los edificios derruidos, sus ecos cargados de la inevitable confrontación.

Al llegar a los departamentos, la recibió una visión desgarradora. Yuka, irreconocible, estaba consumida por la infección del virus Beyond. Su rostro, deformado y monstruoso, conservaba solo un atisbo de la mujer que alguna vez fue. Sin palabras, Yuka atacó con una furia bestial, y Kaede, a duras penas, logró defenderse. El forcejeo entre ambas fue brutal, sus fuerzas igualadas en una danza de muerte, hasta que una grotesca mutación comenzó a apoderarse de Yuka, retorciéndola aún más.

Kouta y los demás llegaron justo a tiempo para presenciar el horror, viendo cómo la Yuka que conocían se debatía entre la monstruosidad y la humanidad que le quedaba. Pero antes de que pudieran actuar, Yuka, en una lucha interna por no sucumbir, huyó hacia las sombras, dejando tras de sí el eco de sus propios demonios.

—¡Joder, pensaba que habíamos sobrevivido a esto! —exclamó Kouta, su respiración agitada.

En ese momento, Nate irrumpió por el intercomunicador, su voz teñida de pánico.

—¡Vienen más! Un grupo de mutantes está tras ustedes. Tienen que moverse rápido.

El grupo corrió hacia el vehículo, pero mientras cruzaban uno de los puentes de la ciudad, un helicóptero enemigo apareció en el horizonte. Las luces amenazantes del arma comenzaron a brillar.

—¡Un misil! —gritó Kouta, sus ojos fijos en el proyectil que se dirigía hacia ellos.

Mayu y Nozomi cerraron los ojos, preparándose para el impacto. Sin embargo, antes de que el misil llegara a su objetivo, un potente disparo resonó en el aire, y el proyectil explotó a escasos metros del helicóptero, enviándolo en llamas hacia el mar.

—¿De dónde demonios vino eso? —preguntó Kaede, aún en shock.

—¡Del puente! —respondió Kouta, acelerando. Al pasar bajo el puente, Kaede vislumbró a dos figuras femeninas, sus rostros vagamente familiares en la distancia.

—¿Esas no son...?

—¡Vienen más! —interrumpió Nozomi.

En lo alto del puente, Fei y Naomi observaban al grupo desaparecer por la carretera. Recogieron sus armas con frialdad y continuaron su misión.

—Tienen suerte de que estábamos cerca —murmuró Fei, sin apartar la mirada del camino.

—¿No deberíamos ayudarlos? —preguntó Naomi, su voz teñida de preocupación.

—Ya les despejamos el camino. Nuestra misión es encontrar el laboratorio. Si no lo hacemos, ya sabes lo que pasará con nuestro jefe —respondió Fei con determinación.

Mientras tanto, Kaede y su grupo continuaban su huida a través de una ciudad en ruinas. El camino estaba bloqueado por escombros y vehículos abandonados. Kouta maldijo entre dientes.

—¡Maldita sea, hay demasiados obstáculos!

Pero en un destello de rabia contenida, los vectores de Kaede se activaron. La Diclonius no había sentido su poder con tal intensidad en años.

—Mayu, sigue disparando. Usaré mis vectores para despejar el camino —ordenó Kaede con una voz afilada como una cuchilla.

Sin dudar, Mayu continuó disparando, mientras Kaede utilizaba sus vectores para lanzar autos y destrozar estructuras. Kouta miró la escena con incredulidad, acelerando hacia lo que parecía ser una rampa improvisada.

—¡Agárrense, voy a acelerar! —gritó, y el vehículo voló por los aires, justo antes de que sus perseguidores se estrellaran en una cadena de explosiones que incendiaron el camino.

Finalmente, el grupo aterrizó con un golpe seco, jadeando por la tensión del momento.

—Joder... —Mayu suspiró, su cuerpo temblando por la adrenalina.

—Dudo que puedan seguirnos ahora —murmuró Kaede, sin bajar la guardia.

Kouta, con el rostro serio, no apartaba la vista de la carretera.

—Debemos llegar a la base, pero manténganse alerta. Si ven alguna criatura, ya saben qué hacer.

La ciudad, una vez bulliciosa, ahora era una tumba abierta. La sangre y los restos de los infectados del virus Beyond decoraban las calles con grotesca brutalidad. Nozomi miraba la devastación con ojos llenos de horror.

—No han tenido piedad con nadie... —murmuró con la voz quebrada.

—Solo espero que la base aún siga en pie —dijo Kouta, la preocupación pesando en cada palabra.

Kaede observaba las marcas de destrucción con una sensación de impotencia. Sabía lo que el virus Beyond podía hacer. Su poder era aterrador, y peor aún, los infectados podían anular las habilidades de los Diclonius.

—No somos más que humanos cuando nos enfrentamos a ellos —susurró con amargura.

La atmósfera en la ciudad era opresiva, el aire estaba cargado de un silencio inquietante, roto solo por el distante eco de criaturas que acechaban en las sombras. Nozomi se adelantó, su rostro pálido y su mirada perdida. "Nunca entenderé cómo alguien puede ser tan malvado, tener esa sed de sangre...". Su voz temblaba, como si la frialdad del lugar hubiera encontrado un hogar dentro de su pecho.

Kouta la miró de reojo, su rostro endurecido por el sufrimiento. "El poder corrompe, Nozomi. Incluso al alma más pura... nadie escapa a esa corrupción. Nos transforma, nos retuerce." Un suspiro pesado escapó de sus labios, mientras Mayu inspeccionaba el entorno, sus ojos barrían las calles desiertas con una sensación creciente de malestar.

"Hay demasiado silencio...", murmuró Mayu, entrecerrando los ojos. "Deberían estar aquí, esas cosas deberían estar intentando detenernos."

Kaede, que permanecía en la retaguardia, detuvo su andar de pronto. Sus ojos carmesí brillaron, como si pudiera ver más allá de la realidad que los rodeaba. "Están aquí, Mayu."

Nozomi giró rápidamente hacia ella, incrédula. "¿Qué dices?"

"Las ventanas", dijo Kaede en un susurro gélido, señalando hacia los edificios.

Kouta y las chicas se asomaron a las ventanas vacías de los edificios. Ahí, en la penumbra, ojos amarillentos brillaban en la oscuridad, fijos en ellos como depredadores aguardando el momento perfecto para atacar. Criaturas grotescas, deformes, los observaban desde las sombras, sus figuras apenas discernibles, pero sus intenciones eran claras.

"Son demasiados...", Kouta tragó saliva, el horror pintado en su rostro. "Dios... esa pobre gente."

"¿Por qué no nos atacan?" preguntó Nozomi, su voz apenas un susurro, aterrada por la idea de lo que se ocultaba tras esos ojos.

"Es Ahyma", respondió Kaede, su tono era sombrío, teñido de odio. "Está jugando con nosotros. Nos está cazando, disfrutando del terror que nos consume."

El grupo permaneció en un tenso silencio, sabiendo que cualquier movimiento en falso podría desatar el caos. Kouta asintió lentamente. "Debemos llegar a la base, rápido."

El camino hacia la base fue una travesía infernal, sorteando los restos de una ciudad destrozada por el virus Beyond. Al llegar a la entrada, llamaron a Josef, pero fue Nate quien respondió, su voz cargada de urgencia. "Me alegro de que hayan sobrevivido. Entren, rápido. Tenemos mucho de qué hablar."

Mientras el grupo se adentraba en el estacionamiento subterráneo, la mente de Kaede vagaba. No podía dejar de pensar en Yuka, en cómo había caído ante Ahyma. Subieron al elevador en silencio, pero en la mente de Kaede, las imágenes del pasado cobraban vida. Recordaba aquel instante en la mansión de Lucía, cuando Ahyma había tomado a Yuka por el cuello, acercándose a su rostro de forma calculada. La tos incontrolable de Yuka tras aquel contacto... algo se había desatado en su interior en ese momento, y Kaede, ahora lo sabía.

De repente, sus ojos se abrieron de par en par. "¡Lo tengo!"

Mayu la miró sorprendida. "¿Qué cosa?"

"Recuerdo cuándo fue que Yuka fue infectada. Ahyma la tomó del cuello... hizo algo, usó algo para contagiarla."

Kouta frunció el ceño, su expresión endurecida por la rabia contenida. "¡Es cierto! ¡Ese maldito bastardo... jugó con nosotros desde el principio!"

Las puertas del elevador se abrieron, y Mariko los recibió. Sin previo aviso, abrazó a Kaede con fuerza, sorprendiendo a todos. "Me alegra tanto que estés bien... Estaba preocupada."

Nozomi alzó una ceja, desconcertada. "Mariko, no sabía que eras tan... emotiva."

Kaede sonrió levemente, pero la sombra de lo que había vivido aún pesaba sobre ella. "Estoy bien, Mariko. Pero ocurrió algo terrible que tenemos que contarles a todos."

La sala de reuniones estaba envuelta en una penumbra inquietante, apenas iluminada por las luces parpadeantes del techo. Kouta se quedó en la entrada por un momento, el peso de lo que debía decirle a los demás lo aplastaba. "Es Yuka... algo muy malo le ocurrió," murmuró, la voz quebrada, cargada de culpa.

Kaede lo miró, su rostro impasible, pero sus ojos denotaban una comprensión dolorosa. "Será mejor que vayamos a la sala de reuniones. Allí te escucharemos."

Ya dentro, Kaede se percató de inmediato de la ausencia de tres figuras clave. Frunció el ceño, alerta. "¿Dónde están Nana, Josef y Alma?" preguntó, su voz impregnada de una desconfianza que pocos sabían interpretar.

Nate respondió con calma tensa, su rostro cansado. "Se fueron hace más de dos horas a investigar el paradero del laboratorio de Ahyma. Además, están buscando dónde se esconde Sagara."

Mariko, que había estado en silencio, habló con preocupación. "Tratamos de detenerlos, pero están decididos a encontrarlos... y hacerles pagar por esto."

El aire en la sala se volvió más pesado. Noah, apoyado en la pared con los brazos cruzados, añadió con escepticismo: "Fue una locura que Josef se fuera en ese estado, con esas heridas. No sabemos si..."

Bando, con su tono despreocupado habitual, lo interrumpió. "No te preocupes. Josef es más duro de lo que parece."

Kaede, sin apartar la mirada del mapa sobre la mesa, preguntó con frialdad: "¿Y a dónde fueron exactamente?"

Kurama, siempre preciso, respondió de inmediato. "A la casa del alcalde Kazuo. Si la información de Fei es correcta, puede que en sus documentos o en sus computadoras encontremos algo útil sobre la ubicación del laboratorio."

El silencio fue roto por Shiro, que miró por la ventana hacia el cielo plomizo. "El tiempo se acaba. Los militares no podrán contener a los infectados mucho más... y cuando decidan actuar, será algo radical."

"Mierda..." murmuró Kaede, los labios apretados de rabia. "Ese bastardo de Ahyma nos está arrinconando como ratas."

De repente, Arakawa levantó la mirada, como si hubiera recordado algo crucial. "¿Y Yuka? Kouta... ¿No estaba contigo?"

Kouta tragó en seco, su rostro palideciendo. "Eso... eso es de lo que quería hablarles." La tensión en su voz hizo que todos se quedaran en silencio. Alma lo observó con compasión. "Tranquilízate, Kouta. No tiene sentido alterarse."

El joven respiró hondo, intentando recomponerse. Su mirada recorrió a todos en la sala antes de comenzar. Relató cada detalle del extraño comportamiento de Yuka, la forma en que había sido infectada por el virus Beyond tras el encuentro en la mansión de Lucía. Mientras hablaba, el horror en los rostros de los demás se hacía palpable.

Shirakawa se levantó de su asiento, incrédulo. "¡Eso es imposible! Le hicimos análisis completos de sangre. No había nada fuera de lo común."

Arakawa asintió, su rostro endurecido por la frustración. "La revisé de pies a cabeza. No pude haber pasado por alto algo así..."

Alma, siempre la voz de la razón en medio del caos, intervino sombría. "Tal vez Ahyma encontró un nuevo método de infección."

Noah dejó escapar un suspiro entre dientes, cargado de impotencia. "Si esa es la verdad... estamos jodidos."

Bando, que hasta entonces había permanecido en silencio, preguntó con frialdad: "¿Y qué planeas hacer con ella, Kouta?"

Kouta bajó la mirada, la culpa apretándole la garganta. "No lo sé... no tenía ni idea de que algo así pudiera pasar."

Kaede, que había estado observando a Kouta, habló por fin. "¿Y qué propones que hagamos entonces?"

Nate, que había estado observando la situación, habló de manera decisiva. "Kaede, quiero que vayas a las oficinas de Kazuo en el centro de la ciudad. Quizás allí podamos encontrar algo más. Pero debemos ser cautelosos. Solo uno de nosotros podrá acompañarte."

Antes de que pudiera decidirse, Kouta se adelantó. "Yo iré con ella."

Mariko lo miró con preocupación. "Kouta..."

Alma frunció el ceño. "Es demasiado peligroso. Apenas pudimos repeler a esas cosas cuando atacaron la base."

Airi asintió. "Son resistentes... tuvimos que destrozarlos en pedazos y luego quemarlos para estar seguros."

Kazumi añadió, con un tono oscuro. "Si no fuera por el sistema de seguridad, estaríamos muertos. Esa plaga nos habría devorado vivos."

Kouta, agobiado por la culpa y la frustración, golpeó la mesa con un puñetazo que resonó por toda la sala, dejando a todos en silencio. "¡¿Creen que no lo sé?! No he hecho más que fallar. No pude proteger a nadie, ni a Yuka, ni a Kaede... Ni siquiera sé cómo enfrentar mis sentimientos. Solo... solo soy un fracaso."

El silencio fue roto por el sonido de una silla arrastrándose. Bando se levantó y, sin decir una palabra, cruzó la sala para propinarle a Kouta un puñetazo seco en el rostro, enviándolo al suelo. Nadie dijo nada. La tensión era insoportable, el peso del momento los envolvía a todos. Bando miró a Kouta desde lo alto, su voz baja pero firme. "Levántate. No tenemos tiempo para tus malditos remordimientos."

La tensión en la sala se hizo más espesa cuando Kaede gritó con furia contenida. "¡Bando!" Su voz cortó el aire como una navaja, pero Mariko la detuvo antes de que diera un paso. "Kaede, espera", susurró con urgencia, pero la situación estaba lejos de calmarse.

Bando, con su característico desprecio hacia las emociones desbordadas, soltó un bufido y caminó hacia Kouta, su mirada ardiente de frustración. "¡Ya me cansé de tus malditos lamentos!" Su voz resonó con la furia acumulada de alguien que ha visto demasiadas muertes. "No sirve de nada seguir llorando por el pasado. ¡El pasado no se puede cambiar, pero el presente sí! Maldita sea, Kouta, si algo he aprendido, es que no puedes salvar a todos... pero tú fuiste quien trajo a esa cornuda, a Mayu y a Nozomi aquí, sanas y salvas. Si no fuera por ti, estaríamos mucho peor."

Bando se inclinó sobre él, su tono aún más duro. "Así que deja de llorar como un maldito cobarde. Ponte de pie, lucha. Deja de huir. ¡El pasado ya está muerto!"

Kouta, con sangre corriéndole por la boca, lo miró desde el suelo, las palabras de Bando golpeando con la fuerza de una verdad ineludible. Bando, sin decir más, le extendió la mano. Kouta la tomó y se levantó lentamente, limpiándose la sangre de los labios. "Gracias, Bando," murmuró, reconociendo la dureza de su mentor.

Bando lo miró fijamente, sus ojos oscuros como la muerte misma. "Aclara tus ideas, chico. Esa cosa con la que pelearon ya no es Yuka. Aunque tenga su cara, aunque hable como ella... no es más que el enemigo ahora. Y no tendrán piedad."

Nate, observando la escena desde las sombras, se adelantó. "¿Estás seguro de que quieres ir tú, Kouta?"

Kouta asintió con firmeza, el dolor y la resolución mezclándose en su rostro. "Sí, voy. Detendré a Yuka. La liberaré de su sufrimiento... y ese maldito de Ahyma pagará por todo lo que nos ha hecho."

Nate asintió, su rostro sombrío. "Bien, pero escuchen. Genshin nos dio seis días. Eso es lo que durará el muro de contención. Después de eso, no hay vuelta atrás."

Kaede asintió con frialdad. "Entendido."

Antes de que pudieran salir, Mariko tomó el brazo de Kaede, sus ojos llenos de preocupación. "Prométeme que saldrán con vida de esto," dijo, su voz un susurro quebrado.

Kaede le sostuvo la mirada, intentando infundirle confianza. "Confía en mí. Saldremos de esta."

Mientras Kaede y Kouta se preparaban para lo que podría ser su última batalla, el ambiente en la sala se volvía cada vez más opresivo. La Reina Diclonius ajustó su traje amplificador, cada movimiento preciso mientras colocaba la espada de la Luna en su espalda. Kouta, en silencio, se enfundaba en un traje militar avanzado, muy parecido al de Bando, pero con una sensación de inquietud a medida que el momento se acercaba.

Nate se acercó, su rostro serio. "Escuchen bien. Si encuentran sobrevivientes, evacúenlos. No arriesguen su vida ni sus suministros si ven que los enemigos son demasiados. La ciudad está completamente invadida. No sabemos de dónde pueden atacar esas criaturas, así que manténganse alerta. Y si encuentran a Nana, Josef o Alma, infórmenlo de inmediato. Hace horas que no tenemos noticias de ellos."

Kaede asintió con firmeza. "Lo haremos."

Kouta, con una sonrisa sombría, añadió: "Voy a disfrutar volarle la cabeza a esos bastardos."

Nate dio un último vistazo antes de indicarles la salida. "Usen la misma vía que tomaron Josef y los demás: el estacionamiento subterráneo. Esa es su salida."

Ya en el ascensor, la tensión entre ellos se desvaneció momentáneamente. Kouta, mirándola de reojo, no pudo evitar que una leve sonrisa cruzara su rostro. "Te ves hermosa con ese traje," murmuró.

Kaede, sin voltear del todo, respondió con una ligera sonrisa en la comisura de sus labios. "No eres el primero en decírmelo."

Pero antes de que el silencio volviera a asentarse, Kouta, todavía intrigado por lo ocurrido durante la persecución, preguntó: "Por cierto... esas chicas misteriosas que nos salvaron. ¿Quiénes eran?"

La atmósfera era espesa, opresiva, como si el aire mismo supiera lo que estaba por venir. Kaede y Kouta avanzaban por las calles desiertas, sus pasos resonaban en el eco de una ciudad muerta. El silencio sólo era roto por el crujido ocasional de alguna estructura a punto de colapsar, el hedor de la muerte impregnaba cada rincón.

—No tengo ni idea de quiénes eran —murmuró Kaede, sus ojos escudriñando el horizonte desolado—, pero una de ellas me resultó inquietantemente familiar.

—Ya veo... —Kouta respondió, sus palabras arrastradas por el peso del ambiente—. He notado que Mariko está siempre cerca de ti últimamente. Cuando la conocí, era tan callada, casi un espectro. Pero contigo... parece otra persona.

Kaede frunció el ceño, su mirada endureciéndose mientras trataba de desviar el tema.

—Nos hemos vuelto cercanas, nada más. ¿Te molesta? —preguntó con una calma peligrosa.

Kouta apretó los labios antes de responder, sus ojos llenos de la sombra del pasado.

—No te voy a mentir, Kaede. Sí, me molesta... Pero soy consciente de que lo nuestro quedó atrás. Pensé que, estando con Yuka, las cosas encontrarían su curso, pero nunca imaginé que...

—Lo sé —lo interrumpió ella—. Nadie pudo haber previsto lo que ese bastardo de Ahyma le haría. Infectarla de esa manera... —sus palabras flotaron en el aire, envueltas en el veneno de la desesperación.

Llegaron a su destino, un acceso subterráneo que los llevaría al exterior. Sin perder más tiempo, abrieron la compuerta y Kaede usó sus vectores para asegurarse de que no hubiera amenazas inmediatas. El exterior estaba tan silencioso que resultaba escalofriante.

—Voy a cubrir la entrada —dijo Kouta, su tono tenso.

Kaede se cruzó de brazos, su mirada fija en la desolación a su alrededor.

—Este silencio me inquieta. Todo parece demasiado tranquilo... espero que Josef y los demás estén bien —murmuró.

Kouta asintió mientras ajustaba su comunicador.

—Shiro ya nos envió la ruta más rápida hacia las oficinas de la alcaldía. No podemos entretenernos o seremos presas fáciles para esas cosas.

Las calles apocalípticas que cruzaron parecían arrancadas de una pesadilla: autos carbonizados, estructuras bombardeadas y un mar de sangre cubriendo el asfalto. Sin embargo, lo que más perturbaba era la escasez de cuerpos. Algo o alguien los había reclamado antes de que pudieran convertirse en cadáveres.

—Dios... esto es un auténtico infierno —musitó Kouta con la garganta seca.

—No lo digas dos veces —respondió Kaede, su voz un susurro quebrado—. No pierdo la esperanza de encontrar supervivientes... pero dudo que queden muchos.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el inconfundible sonido de disparos que resonaban desde una tienda cercana. Se miraron, una chispa de urgencia en sus ojos, y corrieron hacia la fuente.

—Vienen de esa tienda —señaló Kaede mientras se detenían en la entrada.

Kouta intentó abrir la puerta, pero algo la obstruía desde adentro.

—No puedo abrirla. Hay algo bloqueándola.

Kaede dio un paso al frente, sus ojos brillando con determinación oscura.

—Quítate de en medio —dijo, y con un solo movimiento de sus vectores, destrozó la puerta.

Lo que encontraron en el interior de la tienda fue una visión retorcida y repugnante. Un organismo grotesco, palpitante, cubría las paredes, el suelo y el techo, como si la estructura misma estuviera siendo devorada por algo vivo. Raíces carnosas y supurantes se extendían por todas partes.

—Qué demonios... —murmuró Kaede con una mezcla de asco y horror.

Kouta alumbró el camino con su linterna, su voz temblaba.

—Nunca había visto algo así en mi vida... parece que está... vivo.

Otro disparo rasgó el aire, esta vez proveniente de la trastienda. Corrieron hacia allí, atravesando el oscuro y viscoso corredor infectado. En el fondo, una puerta corrediza estaba medio abierta, y un grito aterrador los hizo acelerar el paso. Al entrar, lo que vieron hizo que la sangre de ambos se congelara.

Una criatura deforme, de al menos dos metros de altura, estaba frente a ellos. Su piel era una mezcla repulsiva de escamas y tejido viscoso, cubierta de pústulas que parecían a punto de reventar. Tenía a una mujer atrapada en su abrazo, sus tentáculos se introducían brutalmente en su boca y perforaban su rostro. El horror de la escena era indescriptible.

—Dios mío... —Kaede susurró, casi sin aliento.

—Esto tiene que ser una maldita broma... —Kouta apuntó su arma, iluminando la monstruosidad con su linterna—. ¡Quieto!

La criatura soltó a la mujer, dejándola caer al suelo, pero no sin antes inyectarle algo. Se giró hacia ellos y, de manera grotesca, dejó escapar una risa gutural a pesar de que su boca estaba ocupada por los tentáculos.

—¿Esa cosa se acaba de reír? —preguntó Kaede, incrédula.

Antes de que pudieran reaccionar, la bestia lanzó una alacena hacia ellos, pero Kaede, con la velocidad de sus vectores, la destruyó al instante. Kouta abrió fuego, pero la criatura, a pesar de su tamaño, se movía con una agilidad inhumana, esquivando las balas con una facilidad irritante. En un abrir y cerrar de ojos, desapareció en las sombras, dejándolos frustrados y llenos de rabia.

—Mierda... se me escapó —gruñó Kouta, maldiciendo su propia impotencia.

Kaede lo ignoró, dirigiendo su atención hacia la mujer en el suelo. Sin embargo, mientras la observaban, algo terrible comenzaba a suceder. La piel de la mujer se desgarraba en una transformación grotesca, con picos óseos saliendo de su carne, y sus venas oscurecidas brillaban con un tono rojo intenso.

—Kouta... —advirtió Kaede, con un escalofrío recorriéndole la espalda. La criatura mutante, con ojos llenos de locura, los miraba mientras sus garras crecían peligrosamente.

El enfrentamiento acababa de comenzar.

El aire denso estaba cargado de tensión cuando Kouta murmuró, con los ojos fijos en la criatura, "Ya decía yo que la chica no decía nada".

"¡No bajes la guardia!", le advirtió Kaede con un tono afilado, sus sentidos alerta. Pero cuando intentó invocar sus vectores, la bestia emitió un rugido devastador, apagando de nuevo los poderes de la Diclonius.

"¡Maldita sea!", Kaede gruñó, frustrada, mientras sus ojos destellaban furia. "¿Todas las malditas criaturas de Ahyma pueden hacer eso?"

La criatura, con una sonrisa retorcida, gruñó: "¡Te voy a moler en mil pedazos, maldita cornuda!"

El enfrentamiento fue feroz. La mutante arremetió contra Kaede con una fuerza bruta descomunal. Ambas forcejeaban, sus cuerpos entrelazados en un combate brutal, mientras Kouta intentaba apuntar con su arma, pero el caos del movimiento lo hacía imposible.

"Joder, hay demasiado movimiento", masculló entre dientes.

"Su fuerza...", Kaede respiraba con dificultad, notando cómo la criatura la superaba por momentos. "No tengo opción... Debo alejarla de mí."

Con un grito de esfuerzo, Kaede lanzó una patada brutal al vientre de la criatura, enviándola contra la pared. Kouta aprovechó la abertura, apuntando directo al rostro de la bestia. Pero lo que vio le congeló la sangre: las venas marcadas como raíces retorcidas, ojos inyectados de locura, y una mandíbula grotescamente desencajada, convertida en una masa de colmillos afilados como sierras.

"¡Dispara!", rugió Kaede, sus palabras una orden urgente.

La criatura lanzó un grito bestial. "¡Voy a arrancarte la vida, maldito humano!", gritó mientras se lanzaba hacia él. Kouta apretó el gatillo repetidamente. Las balas desgarraron la carne de la bestia, exponiendo músculos y huesos bajo la piel viscosa, bañando el suelo en una cascada de sangre. Pero la monstruosidad, lejos de caer, parecía enfurecerse aún más.

Los disparos, aunque inútiles en frenar su avance, la dejaron aturdida. Kaede no perdió tiempo. Con un rugido de su propia ira, lanzó un golpe devastador contra el cráneo de la criatura, hundiéndolo en el suelo. No se detuvo. Una y otra vez, sus manos descendieron como martillos implacables, aplastando su cabeza hasta que el cráneo cedió, esparciendo fragmentos de hueso, cerebro y sangre por el suelo en una escena de pura carnicería.

Kouta, jadeando, miró a Kaede. "¿Estás bien?"

Kaede, con la respiración entrecortada, observó los restos de la criatura a sus pies. "Sí... pero estas cosas... ahora parecen más inteligentes. Hasta hablan con más fluidez." Su mirada se desvió hacia la sustancia repugnante que cubría las paredes. "Y eso no es lo peor... esta cosa... parece un hongo."

Con cautela, Kaede extendió una mano y tomó un fragmento del extraño organismo. Tan pronto lo tocó, la sustancia pareció reaccionar, moviéndose como si tuviera vida propia.

"Joder", susurró Kouta, retrocediendo instintivamente. "Esa cosa... está viva."

Kaede asintió, inquieta. "Vi algo similar en el edificio de conferencias. Pero... ¿cuál es su propósito?"

"Deberíamos avisar a Nate", sugirió Kouta.

"Buena idea", Kaede respondió, activando su comunicador.

La voz de Nate resonó en sus oídos. "¿Qué ocurre?"

"La ciudad es un infierno", empezó Kaede. "Nos enfrentamos a una de las criaturas de Ahyma, pero descubrimos algo más... en el interior de los edificios, esta sustancia orgánica los está cubriendo. Lo mismo vimos en el edificio de conferencias."

Nate sonaba preocupado. "Toma algunas fotos. Se las enviaré a Arakawa."

Kaede hizo lo que le pidió, capturando imágenes del organismo. Mientras lo hacía, el ambiente se volvió aún más denso. Ruidos inquietantes comenzaron a resonar en varias direcciones.

Kouta, con el ceño fruncido, apretó su arma. "Debemos irnos de aquí."

Kaede, sin dejar de observar los alrededores, se despidió brevemente de Nate. "Siento ser grosera, pero parece que vienen más invitados a la fiesta."

Un golpe resonó en la puerta trasera, fuerte y persistente. Kaede, con los sentidos alerta, comenzó a buscar una salida. Kouta alzó la vista y vio una escotilla de emergencia en el techo. "Allí", indicó, señalando con un gesto rápido.

El caos era palpable. Kouta, sudando y con la adrenalina disparada, gritó: "¡Kaede, ayúdame a bajar esta escalera rápido!"

Ambos, sin pensarlo, saltaron al vacío. Sus pies golpearon el suelo metálico con un estruendo, justo cuando la escotilla se abrió sobre sus cabezas. No tuvieron tiempo de respirar; las criaturas ya estaban tras ellos, una horda de abominaciones de diversas formas y tamaños, persiguiéndolos con una ferocidad inhumana.

Antes de cerrar la escotilla, Kaede sacó una granada de su cinturón, su rostro iluminado por una sonrisa cruel. "Ardan en el puto infierno", susurró, lanzándola dentro. "¡Vamos, Kouta, salta!"

La explosión sacudió el edificio en una ola de fuego y destrucción, haciendo volar todo en mil pedazos. Los monstruos atrapados dentro no tuvieron ni una fracción de segundo para reaccionar antes de ser reducidos a cenizas y vísceras desparramadas por las paredes.

Cayeron al asfalto con fuerza, pero los trajes especiales que llevaban amortiguaron el impacto. Apenas se incorporaron, se quedaron observando cómo el lugar ardía. Una risa amarga escapó de sus labios.

"Joder", Kouta exhaló, todavía recuperándose del shock. "Eso estuvo cerca."

"Lo mismo digo", respondió Kaede, apartándose el cabello pegajoso de la frente. "Será mejor avanzar. No quiero toparme con más de esas cosas."

Sin saber que Ahyma los vigilaba desde las sombras, con una sonrisa oscura dibujada en sus labios. No solo seguía cada paso de Kaede y Kouta, sino también los de Nana y su grupo. Ahyma disfrutaba de su control sobre la ciudad, como si fuese una araña acechando a sus presas en un laberinto sin salida.

"Qué divertido es ver cómo corren como ratas", susurró Ahyma desde la seguridad de su escondite, observando los monitores que revelaban cada rincón bajo su dominio. "No llegarán lejos... Cada pedazo de esta ciudad ya está bajo mi control. Querida Kaede, tengo un regalo para ti. Me muero de ganas por ver cómo sucumbes a la locura, cómo te das cuenta de que tú también eres un monstruo, igual que yo."

En otro lugar, un hangar secreto cobraba vida. Soldados infectados cargaban dos cápsulas metálicas marcadas con los símbolos de alfa y omega hacia un helicóptero, mientras el destino de la ciudad pendía de un hilo.

Kouta y Kaede llegaron a la puerta trasera de un restaurante japonés, refugiándose momentáneamente del caos. El lugar, por alguna razón, estaba libre de la infección que devoraba la ciudad.

"No parece que hayan pasado por aquí", comentó Kaede, explorando los alrededores con cautela.

Kouta, aún tenso, preguntó: "¿Aún no puedes usar tus vectores?"

"Ni un poco", admitió Kaede con un suspiro frustrado. "Así que debemos andar con mucho cuidado."

Cuando llegaron a la cocina, un click metálico resonó en la habitación. Una escopeta apuntaba directo a la cabeza de Kouta.

"No te muevas, muchacho", gruñó una voz desde las sombras. "Quiero asegurarme de que no eres una de esas cosas camufladas."

Kouta levantó las manos en un gesto de rendición. "Está bien, amigo. No hagas una locura."

Pero algo en esa voz despertó recuerdos en Kaede. "Esa voz... ¿Yoshida? ¿Eres tú?"

El hombre emergió de la penumbra, con una sonrisa nostálgica. "Kaede... No puedo creer que seas tú."

Kouta miró a Kaede, desconcertado. "¿Conoces a este tipo?"

"Claro que lo conozco", respondió Kaede, todavía en shock. "Nos ayudó cuando fuimos a la zona rosa de Kamakura."

"Joder, qué alegría verte viva", dijo Yoshida, bajando la escopeta. "Ojalá pudiera decir lo mismo de la mayoría de la gente que conocía."

"¿Cómo sobreviviste?", preguntó Kaede, la incredulidad palpable en su tono.

Yoshida rió sin humor. "Subestimas a este humilde cocinero. Fui parte del ejército hace años. Sé cómo manejarme en ambientes apocalípticos."

Kouta no podía creer lo que oía. "¿Eres el único aquí?"

Yoshida asintió, sombrío. "Por desgracia. El lugar donde me ocultaba fue atacado por esas cosas. Si no fuera por Nana y sus amigos, no estaría aquí."

Kouta se tensó. "¿Viste a nuestros compañeros?"

"Sí, aunque se separaron hace un rato. Estaban buscando un camino hacia la casa del alcalde. Pero no sé si lograron llegar."

La tensión en el aire creció aún más cuando un sonido estruendoso rompió el silencio. Vidrios estallaron en la parte frontal del restaurante. Kouta se asomó, y su corazón se aceleró al ver una de las criaturas irrumpir a través de una barricada improvisada.

"¡Mierda! Tenemos compañía", gritó Kouta. "Y necesitamos pasar por allí para llegar a las oficinas de la alcaldía."

"No te preocupes", dijo Kaede, sacando sus armas con una sonrisa oscura. "Mis niñas están deseando volarle la cabeza a esos hijos de puta."

Yoshida le lanzó un arma a Kouta, una ametralladora pesada. "Toma. Espero que sepas cómo usarla."

"Gracias", respondió Kouta, tomando el arma con determinación.

Kaede pateó la puerta con fuerza, y el caos comenzó de nuevo. Las balas cortaban el aire, atravesando a las criaturas que se abalanzaban sobre ellos. Pero el ruido atrajo más monstruos, una avalancha de horrores que pronto puso a los tres en serios aprietos, mientras el restaurante se convertía en una trampa mortal.

El sonido de las pisadas monstruosas resonaba cada vez más cerca, una cacofonía de caos y hambre. Kouta gritó, su voz cortada por el miedo: "¡Vienen más!"

Kaede, con el sudor perlándole la frente y la respiración entrecortada, respondió con un tono firme que apenas disimulaba su desesperación: "¡Debemos aguantar hasta que ellos se rindan o recupere mis vectores!"

Yoshida, sin perder el control, apuntó con su escopeta a la horda que se acercaba. "¡Apunten a sus malditos pies y luego aplástenles el cráneo!"

El rugido de las criaturas llenó el aire, sus voces grotescas escupiendo amenazas. "¡No dejen que se escapen!" chilló una de ellas, su aliento fétido contaminando el ambiente.

"¡Me comeré cada parte de ti, zorra!" gruñó otra, sus ojos inyectados en sangre fijos en Kaede, su cuerpo deformado por la furia y el hambre.

El combate se tornó brutal. Las criaturas atacaban sin cesar, ansiosas por desgarrar carne y aplastar huesos, pero el grupo no retrocedía. Kouta, con la mandíbula apretada, logró esquivar una embestida y, con un movimiento rápido, clavó un cuchillo en la garganta de una de las bestias, bañando sus manos en sangre caliente.

"¡No dejan de venir!" gritó Kaede, apretando sus armas con frustración, los ojos escaneando el entorno en busca de una salida.

Yoshida, con el rostro endurecido por la decisión, miró brevemente a sus jóvenes compañeros. Algo se quebró dentro de él, pero su resolución no flaqueó. "Je... Escuchen, ustedes dos. Vayan hacia la puerta y salgan de inmediato. Yo los distraeré."

Kouta vaciló, con el corazón en la garganta. "Pero—"

"¿Qué estás tramando?" cuestionó Kaede, la incertidumbre llenando su voz.

Yoshida les dirigió una mirada dura, la de un hombre que ya había hecho las paces con su destino. "¡Solo háganlo! ¡Es una orden!"

El rugido de una nueva horda de mutantes reverberó a través de las paredes. No había tiempo. Kaede empujó la puerta y, sin mirar atrás, salieron corriendo. Mientras lo hacían, Yoshida se lanzó contra la marea de monstruos que inundaba el restaurante.

El valiente cocinero combatió con fiereza, pero su suerte terminó cuando una de las criaturas hundió sus fauces en su brazo izquierdo, arrancándolo de cuajo. Un chorro de sangre oscura manchó las paredes, pero Yoshida no se detuvo. Siguió disparando, retrocediendo hacia la cocina, mientras las bestias se burlaban de su inminente caída.

"Kaede..." murmuró, una sonrisa débil en sus labios mientras la sangre empapaba su ropa. "Me hubiera gustado luchar más a tu lado. Espero que logres destruir a esos malditos."

Con una risa amarga, gritó: "¡Me escuchan, criaturas infernales! ¡Pronto acabaré con ustedes! ¡Iremos todos al infierno juntos!"

Con sus últimas fuerzas, disparó a los tanques de gas que yacían en la cocina. La explosión que siguió fue ensordecedora, un rugido de fuego y metal que consumió todo a su paso. Las criaturas, el restaurante, todo desapareció en una bola de llamas.

Kaede y Kouta se detuvieron en seco, sus cuerpos tensos mientras observaban las llamas devorar el edificio. El calor les quemaba las pieles, pero no tanto como la pérdida. Una única lágrima rodó por la mejilla de Kaede, que se apresuró a secarla, aunque Kouta lo notó. Sin decir una palabra, tomó su mano.

"No hagamos que su sacrificio sea en vano", dijo Kouta, con la voz quebrada pero firme. "Acabemos con esto y encontremos a Ahyma."

Kaede asintió, apretando la mano de Kouta. "De acuerdo, Kouta. Sigamos."

Con el fuego aún rugiendo tras ellos, el dúo corrió hacia la oscuridad de la ciudad, sabiendo que lo peor aún estaba por llegar.

Continuará...

https://youtu.be/XjY4UQneD0E


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top