El Secreto de Kamakura

Kaede y Kouta, tras un esfuerzo titánico, habían logrado doblegar a Takemura y activar la máquina que prometía una salida. Sin embargo, al regresar a la sala, se toparon con una imponente estatua que, al investigar, Kaede reconoció: era la imagen de Izanami. Bajo su base, un par de entradas parecían invitar a un medallón escondido. Una chispa de esperanza iluminó su mente; tal vez ahí residía la clave para escapar de aquel lugar sombrío.

Pero la esperanza es un lujo en tiempos oscuros. Ahyma, al tanto de su descubrimiento, envió dos criaturas enmascaradas para interceptar su misión, convirtiendo su ya peligrosa travesía en un juego mortal. La prueba estaba a punto de comenzar.

Kaede se vio de repente frente a un adversario inesperado. Aunque la criatura no poseía el aspecto aterrador de otros infectados, había en ella una inquietante aura que la desarmaba. La sensación de ser observada traspasó el oscuro visor del casco; podía sentir el odio y la furia emanando de la criatura, penetrando cada rincón de su ser.

Una gota de sudor se deslizó por su mejilla derecha, y aunque el miedo comenzaba a consumirla, sabía que no tenía otra opción: debía luchar para avanzar.

—No me dejes otra opción —murmuró, desenvainando su espada con determinación.

La enmascarada no se movió, como si le importara poco la amenaza que representaba Kaede. Al lanzarse en un ataque rápido, la criatura esquivó con una agilidad sobrehumana.

—¿Eso es lo mejor que tienes? —se burló la enemiga, su voz un eco de desprecio.

Sin previo aviso, recibió una patada en la espalda que la lanzó al suelo. Usando sus vectores, Kaede se reincorporó con rapidez, atacando con una serie de golpes, pero cada intento era anticipado y evadido con un desdén inquietante.

—¡Hija de perra, sabe luchar! —gritó Kaede, su frustración aumentando con cada ataque fallido.

—No eres nada sin tus vectores. Usarlos conmigo es inútil; tengo la ventaja de mis poderes mentales —respondió la enmascarada, su sonrisa fría como el acero.

Kaede, sin tiempo que perder, golpeó la pierna de su oponente, logrando que tambaleara. Pero la criatura, furiosa, contraatacó con un puñetazo que la hizo tambalear, aunque Kaede, astuta, se cubrió con su espada. El filo cortó su mano, dividiendo su extremidad en dos y generando un charco de sangre que manchó el suelo.

—Eso me dolió, y no fue nada gracioso. Me has hecho enojar —masculló la criatura, su voz ahora un gruñido bajo.

Kaede observó, horrorizada, cómo el brazo mutilado de la enmascarada comenzaba a transformarse en una grotesca boca repleta de colmillos afilados.

—¡Muere, maldita Diclonius! —gritó, disparando un potente rayo de energía que devastó la pared a su lado.

Kaede saltó para esquivar el ataque, pero el rayo dejó un rastro de destrucción a su paso.

—Este es el verdadero poder de la auténtica evolución —se jactó la criatura.

La Diclonius, sintiendo la presión de la situación, supo que debía usar todo su arsenal. Con un vistazo a la ventana cercana, la idea se formó en su mente.

—No me subestimes por tener semejante poder; yo también tengo mis trucos —replicó, mientras comenzaba a levitar objetos a su alrededor.

Pero la enmascarada, en un movimiento fluido, los esquivó y destruyó cada proyectil con su nueva boca.

—¡Ya me cansé de tus juegos baratos! Voy a acabar contigo! —la criatura siseó, preparándose para otro ataque.

—Perfecto —respondió Kaede, su mente en llamas.

En lugar de retroceder, la chica corrió hacia ella, desafiando su destino. La criatura, confiada, disparó su rayo, pero en un movimiento ágil, Kaede usó sus vectores para anclarse a la pared, eludiendo el ataque y lanzándose en un contraataque que cortó su brazo mutado.

—No puede ser. Esta puta es más astuta de lo que pensé —masculló la enemiga, mientras Kaede no perdía el tiempo y la golpeaba con fuerza en el vientre, enviándola volando hacia la ventana.

La criatura cayó desde una altura de 150 metros, desapareciendo en una nube de humo y fuego que envolvía el área. Kaede se asomó, pero la vista no le ofreció consuelo; solo un charco de sangre y un cuerpo desgarrado por el impacto, que lentamente comenzaba a regenerarse con tentáculos que ajustaban sus extremidades.

A pesar de la rotura en su casco, la criatura miraba hacia arriba, ajena a su propia vulnerabilidad. Los aullidos de otras bestias resonaban a su alrededor, recordándole a Kaede la cruel realidad de su existencia en aquel lugar.

La Diclonius, consternada por el poder del misterioso ser, observaba el brazo mutante con una mezcla de respeto y temor. Sabía que había mucho más en juego que una simple batalla; su vida dependía de ello.

Kaede se detuvo, sintiendo el eco de su propia respiración en el silencio ominoso que la rodeaba. La imagen de la criatura enmascarada aún le provocaba escalofríos. ¿Qué demonios era esa cosa? No se asemejaba en nada a los infectados que había enfrentado anteriormente, un abominable monstruo de pesadilla.

Mientras avanzaba por el laberinto del complejo, la Diclonius siguió su camino hacia la sala de archivos, sintiendo que la enormidad del lugar la aplastaba. Este lugar es un verdadero horror. Nunca imaginé que podrían construir algo así en un pueblo costero. Observó los letreros desgastados, sus corazones palpitantes en las paredes, su mente en tensión, buscando la ansiada sala de archivos.

Al girar a la derecha, el horror se desplegó ante sus ojos: el pasillo estaba cubierto de una sustancia orgánica, una masa palpitante de un repugnante color carne que parecía latir al unísono con su propia ansiedad. Dios mío, es igual al edificio de conferencias... El asco se mezclaba con el miedo mientras encendía las lámparas de su visor y se adentraba en aquel pasillo infectado. Cada paso era una lucha; la extraña sustancia se adhirió a sus botas como si intentara absorberla.

Esta cosa es pegajosa... no me dejará avanzar con facilidad, pensó, luchando por liberar sus pies de aquel horror. Las habitaciones a su alrededor estaban devastadas, llenas de lo que parecía ser la carne de aquellos que habían sido devorados por el lugar. Un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando sintió una presencia detrás de ella.

Una criatura grotesca, pegada a la pared, extendió sus tentáculos en un intento de atrapar a la Diclonius. Pero antes de que pudiera reaccionar, cortó los tentáculos con sus vectores, liberándose del agarre de la muerte. Sin embargo, el horror no terminó ahí; la masa a su alrededor comenzó a murmurar, una amalgama de personas fusionadas en una grotesca forma de horror.

Serás uno con nosotros, Kaede. No huyas a tu destino. Eres un monstruo como nosotros, resonaron las voces, llenas de una risa cruel que retumbaba en su mente.

¡No soy como ustedes! ¡Nunca seré un monstruo como ustedes! gritó, llenando su voz con determinación mientras se lanzaba al ataque, utilizando sus vectores y su espada para acabar con las abominaciones que se interponían en su camino. Tras un arduo enfrentamiento, finalmente encontró la sala de archivos.

Al fin... debo encontrar ese medallón y descubrir la verdad que se oculta aquí, pensó, mientras encendía las luces y se percataba de que alguien ya había llegado antes que ella, dejando un caos de archivos destruidos por doquier. Maldita sea, ¿habrá sido Takemura? La frustración creció en su pecho mientras deseaba que Kouta tuviera más suerte.

En otra parte del complejo, Kouta se movía con cautela, evitando las horripilantes bestias que lo acechaban. Gracias a las enseñanzas de Bando, había aprendido a mantenerse en las sombras, acabando con los monstruos a medida que se acercaban. Pero el eco de sus gritos y alaridos resonaba a través del pasillo, como un canto de sirena que prometía su perdición. Debe estar cerca; no dejen que salga con vida de este sitio, ordenaba la criatura, una voz que chillaba en la oscuridad.

Cuando Kouta finalmente se encontró frente a la oficina del alcalde Kazuo, la elegancia de su entorno le pareció casi irónica. La sala estaba llena de lujos extravagantes: muebles de calidad, adornos de viajes lejanos, y una estatua Inca que lo observaba con ojos vacíos. ¿Qué locura era esta? pensó mientras se acercaba a la computadora, ansioso por desenterrar la verdad.

Al revisar los archivos, encontró fotos que documentaban la construcción de Lebensborn y Saseba, así como un tercer complejo que nunca llegó a completarse. Richard Wong... murmuró, su mente corriendo a mil por hora. Las dimensiones del complejo eran colosales, casi del tamaño de una ciudad entera. ¿Para qué querían un lugar tan grande?

De pronto, una voz femenina rompió su concentración. Era para capturar a los Diclonius de todo el mundo.

Kouta dio un salto, sacando su arma al instante. ¡¿Quién está ahí?!

Calma, chico. No somos tus enemigos, respondieron dos figuras que emergieron de las sombras, revelándose como Fei y Naomi.

Kouta, ¿cierto? dijo Fei con una sonrisa. Parece que has descubierto lo que se oculta bajo esta ciudad.

Originalmente, estas cavernas fueron construidas por nuestros ancestros durante la guerra hace mil años, con entradas en los templos de la ciudad. Pero durante la Segunda Guerra Mundial, las transformaron en bunkers nucleares y, por desgracia, taparon las entradas en los santuarios.

Kouta sintió que el horror que lo rodeaba se tornaba aún más profundo; una revelación que amenazaba con devorar su cordura.

Kouta se detuvo un instante, el asombro contagiando sus palabras. —No puedo imaginar la fortuna necesaria para erigir algo de esta magnitud. Richard Wong iba a liderar este complejo, ¿no es así?

—Richard Wong es un criminal de alto peligro, al igual que Ahyma y su circo de monstruos —respondió Fei, su voz resonando con una firmeza ominosa.

—A ese tipo le fascina experimentar con las personas como si fueran simples juguetes. Por eso, Oda Kakuzawa se sintió complacido al contratarlo —añadió Naomi, su mirada grave.

—¿Qué crees que Ahyma estará haciendo en ese lugar? —preguntó Kouta, la inquietud en su tono.

—Eso es lo que debemos averiguar. Lo que sí sabemos es que no puede ser nada bueno. El complejo fue abandonado cuando apenas quedaba un cinco por ciento por terminar. Quizá esos últimos detalles los completó Ahyma con la ayuda del alcalde y la mafia —respondió Fei, su rostro reflejando una creciente preocupación.

Naomi lo interrumpió: —Por cierto, cuando veníamos hacia aquí, vimos a un sujeto con una máscara de retención de Diclonius. ¿Tienes idea de qué demonios es esa cosa?

Kouta frunció el ceño. —No tengo ni la menor idea, pero ese tipo no era humano. Logré perderlo de vista, pero imagino que debe ser otra de las aberraciones de Ahyma.

—¿Y Kaede? —preguntó Fei, con un rastro de ansiedad en su voz.

—Tuvimos que separarnos. Encontramos una salida secreta bajo la estatua de la diosa en la sala principal. Espero que ella también haya logrado salir de aquí.

Mientras continuaba su búsqueda, un escalofrío recorrió su columna al descubrir que la única entrada estaba cerca del orfanato donde conoció a Kaede por primera vez.

—No puede ser... Esto no es más que una cruel broma del destino —murmuró, su voz casi un susurro.

—No es una broma —replicó Fei, su rostro grave.

Naomi agregó: —Escuché que ese orfanato era uno de los muchos que Richard tenía bajo su control. No a todos les prestaba atención, solo a su complejo principal. Kaede tuvo suerte de que no se enterara de su presencia.

Kouta sintió un nudo en el estómago, una inquietud profunda. —Es que ahí fue donde conocí a Kaede...

Justo en ese momento, su comunicador sonó, y al ver el nombre en la pantalla, una chispa de esperanza lo recorrió. Sin dudarlo, contestó.

—¿Qué ocurre? —preguntó, su voz tensa.

—Tengo el último medallón —anunció Kaede, su voz firme pero con un trasfondo de tensión.

Minutos antes, en el edificio secundario de las oficinas gubernamentales...

Kaede revisaba cada gaveta con desesperación, su corazón latiendo en su pecho. Todos los archivos estaban destruidos, algunos incluso consumidos por las llamas.

—Mierda, Ahyma lo tiene todo cubierto —masculló, frustrada. —Espero que a Kouta le haya ido mejor que a mí.

Al abrir la última gaveta, sus dedos encontraron el medallón que faltaba para activar el pasillo secreto de la estatua.

—Parece que no me iré con las manos vacías después de todo —se dijo a sí misma, una chispa de triunfo iluminando su rostro.

De inmediato, se comunicó con Kouta.

—He encontrado el medallón que nos faltaba —declaró, su voz llena de determinación.

—¡Bien! —respondió Kouta, la esperanza rebosando en sus palabras.

—Iré a colocarlo en el pedestal y revisar que no haya problemas. ¿Tú tuviste suerte en tu investigación?

—Digamos que sí, pero te contaré todo cuando nos veamos. Solo ten cuidado, hay un enmascarado merodeando por el edificio.

—Mierda, parece que esa cosa sigue viva —reconoció Kaede, la preocupación apoderándose de su voz.

—¿Te ocurrió algo, Kaede?

—Tuve un problema con un enmascarado de aspecto femenino en mi camino —respondió, su tono tenso.

—Yo también, pero este parecía un hombre.

—Entonces tal vez esos dos estruendos que escuchamos...

—Ahyma no quiere dejarnos salir con vida de aquí. Será mejor que te adelantes —advirtió Kouta, el pavor punzando en su pecho.

—Tienes razón. Nos veremos en el pasillo secreto.

—De acuerdo, cambio y fuera. Debemos salir de aquí de inmediato.

—Nosotras te cubrimos, Kouta —dijo Naomi, su voz decidida.

Mientras Kaede se dirigía hacia el edificio principal, la sombra de Ahyma los observaba con malicia.

—Todo está saliendo exactamente como lo planeé —susurró, una sonrisa siniestra surgiendo en sus labios. —Es divertido jugar con mis presas. Ellos creen que estoy en desventaja, pero lo que no saben es que tengo la delantera.

—Soy el maestro del calabozo, y ustedes son mis ratas experimentales. Kaede, tú eres mi presa principal. Quiero observar cómo te desmoronas, cómo caes en la locura total.

Mientras Kaede ingresaba al pasillo oculto, el temible mutante la contemplaba desde las sombras. Descendió lentamente unas escaleras de madera, y de repente, las luces comenzaron a encenderse, revelando un pasillo largo y blanco.

Con cautela, avanzó, pero una extraña sensación de inquietud se cernía sobre ella. Al final del pasillo, se adentró en lo que parecía un sistema de alcantarillado, donde numerosos tubos se entrelazaban y emitían vapor. Las luces, más tenues, sumergieron el lugar en una atmósfera inquietante.

Kaede sintió el peso de la desolación al contemplar la vastedad del lugar. Un estremecedor rugido resonó en el aire, seguido del eco de pisadas que retumbaban al final del pasillo. El sonido era tan devastador que varios tubos oxidados estallaron, liberando nubes de vapor que se arremolinaban a su alrededor como sombras acechantes.

—Dios, eso fue horrible —musitó, mientras su mano temblorosa se cerraba sobre la empuñadura de su espada, sus vectores emergiendo como serpientes listas para atacar. La inquietud la invadió, una presencia oscura palpando en la penumbra.

Al salir del pasillo, se encontró frente a un sistema de alcantarillado grotesco, un laberinto de tubos que serpenteaban y se unían en un gran pozo, cuyas profundidades eran inalcanzables. Las aguas caían, produciendo un sonido monótono que se perdía en el abismo.

—Parece que el gobierno no escatimó en gastos —reflexionó, una sonrisa amarga asomándose en sus labios.

De repente, un objeto voló en su dirección. Kaede logró esquivarlo, iluminando con su lámpara el cadáver de un guardia, su escopeta aún apretada en su mano muerta. Sin tiempo para procesar la imagen, una mano gigantesca la atrapó, lanzándola contra una pared. El impacto creó un agujero en el concreto.

—Al fin sales de tu escondite, mal nacido —gritó, su voz resonando con rabia. Apuntó con su espada, los destellos de luz revelando la horrenda forma de su agresor.

—No... Esto debe ser una broma. ¡¿Yuka eres tú?! —su voz tembló, incapaz de ocultar la incredulidad.

La figura que una vez conoció se había transformado en una monstruosidad. La mutación la había deformado, su cara marcada y rasgada, sus ojos amarillos brillando con un fulgor sobrenatural. Intentaba hablar, pero las palabras salían entrecortadas, como si luchara contra la infección que había devorado su humanidad.

—Ayúdame, Kaede... —susurró Yuka, su voz un eco lejano.

—¡Debes morir, Kaede! ¡Me arruinaste la vida! —rugió la bestia, la rabia tiñendo cada palabra.

Una caja de metal voló hacia ella, pero Kaede reaccionó, cortando el proyectil con sus vectores. Sin embargo, la criatura la golpeó con una fuerza devastadora, haciendo que la chica se tambaleara.

—¡Yuka, detente! ¡No dejes que Ahyma te controle! —su voz era una súplica en medio del caos.

—¡Maldita zorra! Kouta nunca me prefirió a mí. Si te mato, él será solo mío.

—¡No eres Yuka! Eres la infección que consume su ser. ¡Deja de usar su voz! —gritó, sintiendo la desesperación aferrarse a su corazón.

—¡Cállate, asesina! —la criatura saltó, su puño gigante descendiendo con la intención de aplastarla.

Kaede esquivó con agilidad, pero un alarido espeluznante reverberó en sus oídos, y sintió cómo la conexión con sus vectores se desvanecía.

—Mierda, ha bloqueado mis poderes.

Con determinación, sacó su pistola, apuntando al ser que una vez fue su amiga.

—No me obligues, Yuka. Por favor, contrólate.

—Eres un monstruo, igual que yo. Arruinaste la vida de Kouta. ¡Aaaaahhh! —el grito de agonía resonó en el aire.

—Ya no hay salvación para ti, demonio. ¡Acabaré contigo, Kaede! —la criatura avanzó con una velocidad aterradora, golpeando a la chica contra la pared con un estruendo.

En ese instante, Kaede sintió que el tiempo se detenía. Yuka, consumida por la infección, se preparaba para aplastarla. La Diclonius esquivó, saltando hacia un lado mientras la fuerza bruta de su antigua amiga destruía la pared, cubriéndola en polvo y escombros.

Kaede disparó, los balas rebotando ineficazmente en la carne musculosa de la bestia.

—¡Mierda! Debo hacer algo para librarme de ella y seguir adelante —murmuró, buscando una salida en medio del horror.

—¡Maldita puta! ¡Pagarás por quitarme a Kouta! —la rabia distorsionaba el rostro de Yuka, llevándola al límite de la locura.

—No sabía que tenías ese lenguaje —respondió Kaede, el terror mezclándose con la ironía.

La criatura vomitó un chorro de ácido corrosivo, y Kaede se lanzó a un lado, disparando a los pies de Yuka, haciendo que se tambaleara. Con un golpe certero, la Diclonius la mandó a volar, su fuerza surgiendo en medio del caos.

—Vamos, no he terminado contigo. ¡Joder, este esqueleto es duro! Espero no haberme roto algún hueso —la adrenalina corría por sus venas.

Yuka se levantó, furiosa, y saltó hacia una plataforma elevada, tomando unos tubos para arrojárselos.

—¡Acabaré contigo! ¡Nada podrá separarme de Kouta! ¡Nadie! —su grito era una declaración de guerra.

Kaede, viendo la desesperación y locura en los ojos de Yuka, se dio cuenta de que la infección había devorado su cordura.

—Mierda, Ahyma, ¿esto es lo que quieres para el mundo? —pensó, sintiendo el peso del destino sobre sus hombros.

Sabía que debía acabar con Yuka, pero en el fondo de su ser, temía lo que podría perder al hacerlo.

Kouta corría a toda prisa hacia la sala principal, el eco de sus pasos resonando en el oscuro pasillo. Sin embargo, las sombras se agolpaban a su alrededor, y mutantes deformes emergían de la oscuridad con un rugido de rabia, deseosos de devorar su carne. Fei y Naomi se posicionaron a su espalda, listas para protegerlo de la horda iracunda que se cernía sobre ellos.

—¡Joder, no dejan de salir esas cosas! —exclamó Kouta, jadeando.

—Bueno, al menos tienes buena condición física para huir de ellos —replicó Naomi, un destello de humor a pesar del caos.

—Sí, pero nunca pensé que correría tanto, además, esas cosas se mueven como bestias salvajes.

Cuando la esperanza de haber perdido a sus perseguidores se atisbó en el aire, dos figuras enmascaradas se interpusieron en su camino, con la mirada fría y el instinto asesino palpables en el ambiente.

—Así que hay dos... —murmuró Kouta, el pánico creciendo en su pecho.

—Kouta, tú ve al laboratorio y detén a Ahyma y la infección antes de que sea tarde. Nosotras nos encargaremos de esto —dijo Fei, sus vectores se extendían como sombras amenazantes.

—De acuerdo, solo tengan cuidado. No se arriesguen de más —respondió Kouta, antes de girar sobre sus talones y salir disparado.

Mientras él corría hacia su destino, la feroz batalla entre Yuka y Kaede continuaba. Kaede sentía el cansancio apoderarse de ella, cada movimiento era una lucha contra el agotamiento, mientras la monstruosidad de su antigua amiga parecía estar alimentándose de su fuerza.

—Mierda, esa cosa no se cansa —gruñó Kaede, respirando con dificultad.

—Debemos cambiar para poder restaurar fuerzas, nyu —intervino una voz suave y casi infantil en su mente.

—Es peligroso hacerlo, no tienes tantos poderes como yo y Lucy —replicó Kaede, la preocupación arrugando su frente.

—Debemos hacerlo o estaremos acabadas. Además, tengo una idea —respondió Nyu, la luz de determinación brillando en su interior.

—De acuerdo. Buena suerte —murmuró Kaede, sintiendo el peso de la incertidumbre.

La transformación de Nyu era palpable; su cuerpo se encogía, convirtiéndose en una versión más pequeña y ágil de sí misma, una chispa de esperanza en medio del horror.

—¡Bien, cosa fea! ¡Es hora de terminar contigo de una vez por todas! —gritó Nyu, su voz resonando con un eco de valentía.

Enfurecida, la bestia dio un salto descomunal, intentando aplastar a la joven, pero Nyu, con una agilidad sorprendente, esquivó el ataque, como una sombra elusiva.

Mientras la monstruosidad se preparaba para embestirla de nuevo, Nyu divisó la escopeta del cadáver cercano. Con destreza, la tomó, observando que solo le quedaban seis cartuchos.

—Solo seis tiros. Debo ser cauta —pensó, sintiendo el sudor frío recorrer su frente—. Debo lanzarla al pozo cueste lo que cueste.

—Parece que has estado analizando mejor el entorno a diferencia de mí —murmuró Kaede, admirando la astucia de su otra mitad.

—Nyuu, tú me enseñaste eso. Compartimos el mismo cuerpo, cada cosa que haces, yo lo aprendo —respondió Nyu, el fervor surgiendo de su interior.

—Me alegro de que lo hayas hecho. Además, eres más rápida que yo —replicó Kaede, una sonrisa entrelazada con la tristeza.

—Je, estoy harta de ser una inútil, nyu. Quiero proteger a todos mis seres queridos. Aunque tenga que hacer sacrificios.

—¡Deja de esconderte, cobarde! —gritó Yuka, su voz llena de odio y desesperación.

Nyu apareció detrás de la bestia, su silueta delineada por la luz tenue que atravesaba el lugar.

—¡No soy una cobarde! —replicó Nyu, apretando el gatillo, el disparo resonando como un eco en la oscuridad.

La criatura perdió el equilibrio, un ojo monstruoso asomándose por su nuca, observando a su atacante.

—¡Ataca al ojo, rápido! —ordenó Kaede, su voz retumbando en la mente de Nyu.

Con determinación, Nyu desenfundó su cuchillo y se lo clavó, provocando un grito desgarrador de Yuka y liberando a Kaede de la opresión que la mantenía en silencio.

—¡Maldita seas! —bramó Yuka, el dolor distorsionando su forma.

—¡He recuperado los vectores! —gritó Nyu, la energía fluyendo a través de ella como una corriente renovada.

—Recuerda que no puedes usarlas como yo —advertió Kaede, una nota de preocupación en su voz.

—No necesito eso para ganar. Con mis golpes y mi astucia, puedo derrotarla —respondió Nyu, el fuego en su corazón brillando intensamente.

—Acabemos con esto de una vez. Ahyma espera que lleve tu cabeza... —susurró Yuka, la locura en sus palabras amenazando con consumirlas.

—Algo no está bien, ten cuidado —advirtió Kaede, la ansiedad creciendo en su interior.

Mientras tanto, Kouta se abría paso hacia la sala principal, enfrentando a los infectados con determinación. A medida que se acercaba al elevador, una horda más se interponía en su camino.

—¡Fuera de mi camino, malditos! No tengo tiempo para ustedes! —gritó Kouta, su adrenalina disparada.

Con la habilidad de un guerrero entrenado, enfrentó a las criaturas, desatando su furia a golpes y disparos. Sin embargo, la visión de una nueva horda emergiendo de un pasillo lo obligó a improvisar. Con un giro rápido, lanzó una granada explosiva, el estruendo retumbando en las paredes mientras la estructura temblaba a su alrededor.

—Bien, parece que no pasarán por allí —murmuró para sí mismo, abriendo el elevador y presionando frenéticamente el botón hacia la sala principal.

—Vamos, maldita sea, el tiempo se acaba —dijo, su corazón latiendo en un frenético compás de desesperación.

En ese instante, su comunicador sonó. No reconoció el número, pero contestó de todos modos. Su sorpresa fue mayúscula al escuchar la voz de Ahyma, la preocupación convirtiéndose en terror.

—Ha pasado tiempo, Kouta. Veo que ya estás al cien en tu aspecto físico después del coma —dijo Ahyma, su tono cargado de una malevolencia que hacía que la piel de Kouta se erizara.

—¡Maldito bastardo! ¡¿Qué es lo que tramas con ese laboratorio?! —exclamó Kouta, la rabia burbujeando en su interior.

—Calma, muchacho. Eso deberías averiguarlo junto con tu querida Kaede. Es interesante ver el miedo en sus rostros, ese miedo animal que los humanos y los Diclonius esconden muy en su interior. Pero la pregunta es, mi estimado Kouta: ¿logrará Kaede salir viva de su pelea con tu prima que tanto te desea? —se burló Ahyma, la risa siniestra resonando en la oscuridad.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Kouta, su voz un hilo de tensión.

—Parece que la razón no te asiste cuando el miedo te consume, Kouta —replicó Ahyma, su risa resonando como un eco macabro—. Yuka está enfrentándose a Kaede en este instante. Oh, sí, la rabia ha comenzado a brotar en tu prima, como un veneno en su sangre. Al ver sus pensamientos, es evidente que te amaba con locura, casi al borde de la desesperación.

—El amor no es más que un susurro fugaz en esta vida de sombras —continuó Ahyma—. Es ridículo pensar que amarás para siempre.

Nyu observó con horror cómo Yuka comenzaba a transformarse de nuevo, el grueso de su piel desgarrándose mientras su brazo se ensanchaba, sus dedos dividiéndose en garras de hueso que emergían como cuchillas de una pesadilla. Su rostro se deformaba en una mueca grotesca; sus ojos se volvieron amarillos, brillando con un fuego interno, y los dientes humanos se caían, dando paso a colmillos afilados que relucían en la penumbra. La esencia de Yuka se desvanecía, devorada por la oscuridad.

—Demonios, ha sufrido otra transformación —murmuró Nyu, sintiendo el frío de la desesperación apoderarse de ella.

—¡El poder que emana de ella está fuera de control! —gritó Kaede, su voz un reflejo del pánico que la invadía.

—No hay esperanza para ella ahora, Kouta —susurró Ahyma, la maldad palpable en su tono—. Está a un paso de la muerte, al igual que tus padres. Recuerdas, ¿verdad? Aquella escena que te persigue, que te deja en las tinieblas.

Kouta sintió cómo el dolor lo embargaba, su puño se cerró con fuerza, apretando los recuerdos de su padre y su hermana como un talismán contra la locura.

—¿No es poético? Tu prima, que tanto anhela tu cariño, se enfrenta a la asesina de tu familia. ¿Qué sientes en este instante? ¿Qué sientes al saber que tus seres queridos están a punto de matarse entre ellos? —la burla de Ahyma se entrelazaba con la angustia de Kouta, su risa retumbando en su mente.

—Pagarás por esto, Ahyma, lo juro por mi vida. Tu cuerpo será un coladero de balas. ¡Nunca entenderás lo que es el amor verdadero, aunque escudriñes las almas de los que te rodean!

—¿Aún la sigues amando, incluso ahora? Eres un humano curioso, Kouta. Tu nobleza será tu condena, y tarde o temprano, te costará la vida.

Kouta se quedó sumido en sus pensamientos, recordando a Yuka visitándolo en el centro psiquiátrico, su risa era un bálsamo. Luego recordó los momentos que compartió con Kaede, esos instantes de alegría en medio de la tormenta.

Pero sus recuerdos se vieron interrumpidos por el chirrido del elevador, un anuncio del destino que se acercaba.

—Tic-tac, Kouta, el tiempo se acaba —la voz de Ahyma se desvaneció en un susurro burlón.

Las puertas se abrieron, y Kouta avanzó, su arma lista, una determinación de hierro apoderándose de su ser.

—He tomado mi decisión. Esta vez no huiré. ¡No más!

Mientras tanto, Nyu luchaba por mantener el ritmo ante la nueva forma de Yuka, más agresiva y salvaje, la humanidad de la chica ahogada en una vorágine de furia desatada.

—¡Te desmenuzaré, zorra! —gritó Yuka, su risa maníaca resonando como un canto de guerra—. Disfrutaré desgarrando cada parte de ti, ¡jajaja!

—Se ha vuelto impredecible; su lado asesino ha tomado el control —advirtió Kaede, su voz un hilo de desesperación—. ¡No bajes la guardia!

Yuka desapareció en las sombras, su risa ecoando en el aire.

—Todo terminará para ti. Si no hubieras aparecido, yo sería feliz con Kouta. ¡Voy a llevar tu cabeza a él! ¡Cumpliré la venganza de mi tío!

—¡No sabes lo que dices, Yuka! —gritó Nyu, su corazón latiendo con fuerza—. Esa no eres tú, son las palabras de Ahyma.

—Él me dio el poder para hacer justicia. Ningún Diclonius volverá a separarme de mi amado Kouta —la locura en su voz era palpable.

Detrás de Nyu, Yuka apareció, tentáculos surgiendo de su brazo izquierdo, apresándola con una fuerza desmesurada.

—¡No! —gritó Nyu, su miedo desbordándose.

—Voy a disfrutar desgarrándote, Kaede. ¡La justicia por Kanae se servirá hoy! —la risa de Yuka reverberó, llena de promesas de dolor.

Disparos resonaron en la oscuridad, los ecos del metal impactando la carne de la bestia. Yuka se volvió, el horror en su rostro al reconocer a Kouta.

—¡Kouta! —su voz era una mezcla de sorpresa y furia.

—¡Suelta a Kaede, Yuka! —demandó Kouta, su determinación como una llama en la noche.

—¿Por qué debería dejarla ir? —su risa era una burla—. ¿Olvidaste que ella asesinó a tu padre y hermana? ¡Ella debe morir! Cuando caiga, tú y yo podremos vivir en paz, ¿no lo ves? ¡Ella es la raíz de nuestro sufrimiento!

La tensión en el aire se volvía un campo de batalla, cada palabra una espada, cada silencio un grito.

Kouta: "Esa no es la Yuka que conocí. La Yuka de antes era capaz de razonar, no esta psicópata desquiciada que tengo frente a mí." Su arma permanecía fija, la mirilla apuntando directamente a la cabeza de la aberración que alguna vez fue su amiga.

Yuka: "No he cambiado, Kouta. He visto la verdad, esa cruel revelación de que este mundo debe ser purgado de escorias como los humanos y los Diclonius."

Kouta: "¡Tú eres humana, Yuka! Nunca fuiste un monstruo. El verdadero culpable de esta pesadilla soy yo y mi cobardía." Las palabras se deslizaban de sus labios como veneno. "Yo mentí aquel día por temor a lo que esto podría desencadenar. Soy el que merece morir, solo les he causado dolor, tanto a ti como a Kaede. Ustedes no merecían esta vida llena de miseria. Especialmente tú, Kaede..."

Nyu: "Kouta..."

Kouta: "Nunca pensé que llegaría este día, ni en mis peores pesadillas me lo imaginaba." Las lágrimas brotaron de sus ojos, sus manos temblando, reflejo de su tormento interno.

Yuka: "No, Kouta. No eres el culpable. Es esta maldita zorra... ¡Aaaaahhhh! ¡¿Qué me está pasando?!" Con un grito desgarrador, la criatura liberó a Nyu, quien se lanzó hacia Kouta.

Kouta: "¿Qué está ocurriendo?"

Yuka: "¡Kouta, acaba conmigo de una vez! ¡Soy la Yuka real! No le hagas caso a mi otro yo... ¡Esa cosa solo simula ser yo para atormentarte! Tiene todos mis recuerdos, ¡no dejes que... ¡Aahhhhhh!"

Los ojos de la criatura, ahora brillantes y desquiciados, se encontraban en un feroz combate mental, mientras ambas personalidades luchaban por el control.

Parásito: "¡Cállate, maldita zorra!"

Yuka: "¡Acaba conmigo rápido, Kouta! ¡No podré detenerlo más! Kaede..."

Nyu: "Yuka-san..."

Ambas se miraron, compartiendo una mirada cargada de dolor y tristeza. Nyu comprendía lo que debía hacer.

Yuka: "Cuida de él... Por favor... Haz lo que yo nunca pude y perdóname por todo lo malo que te dije."

Nyu: "No hay nada que perdonar, Yuka."

La Diclonius cargó su arma, apuntando con determinación a la criatura. "¡Hazlo!"

Las balas comenzaron a volar, empujando a la criatura hacia el abismo. Con un grito horrible, la bestia perdió el equilibrio. Nyu se preparó, sabiendo que solo le quedaba una bala.

Nyu: "Sayonara, Yuka..." La memoria de su tiempo juntas se hizo presente, recordando cómo Yuka compartía su comida con ella cuando Nana se lo quitaba. Con una decisión firme, apretó el gatillo, y la criatura fue tragada por la oscuridad, su grito resonando en el vacío.

Kouta: "Yuka..."

Se cayó de rodillas, las lágrimas brotando sin control. Golpeó el suelo con su puño, una y otra vez, como si pudiera liberar su dolor físico.

Kouta: "¡Maldición!"

Nyu se acercó y lo abrazó con ternura, su calidez contrastando con el abismo de desesperación en el que Kouta se encontraba.

Nyu: "No estás solo, Kouta. Siempre estaré a tu lado, pase lo que pase."

Él se limpió los ojos, guardando su arma. "Debemos acabar con ese hijo de puta de Ahyma. Ya sé dónde está la entrada al laboratorio, pero necesitaremos un vehículo."

"Juro que ese cabrón pagará por todo lo que le ha hecho a mis seres queridos y a mi ciudad."

Ambos se dirigieron por un pasillo que los llevaría a una puerta secreta que daba al estacionamiento. Sin embargo, Kouta se detuvo, observando a Kaede, notando algo extraño en su expresión.

Kouta: "Te ves diferente, Kaede. Debes ser otra de sus personalidades."

Nyu: "Soy Nyu. Kaede estaba cansada, así que tomé el control por ahora. Ha pasado un tiempo desde que te vi, Kouta."

Kouta: "Me alegra que estés bien. Tu calidez me calma."

Nyu: "¿Y qué has descubierto del laboratorio?"

Kouta: "Te lo resumiré, Nyu. Estamos encima de él. Es un gigantesco recinto subterráneo, casi del tamaño de la ciudad. Sea lo que esté haciendo Ahyma allí abajo, podría traer la extinción total."

Nyu: "Dios mío, ese tipo está loco, nyu."

Kouta inspeccionó los vehículos, buscando uno con la llave. En un coche de policía, la llave estaba puesta. "Bien, encontré nuestro carruaje para ir a nuestro destino. Espero que no sea muy diferente de un coche común."

Ambos subieron y pusieron rumbo a su destino. Durante el trayecto, recibieron una llamada de la base.

Nate: "¿Qué ha ocurrido, Kouta?"

Kouta: "Hemos localizado una entrada al laboratorio, y es peor de lo que pensaba. Ese lugar es enorme. Era el tercer complejo que nunca acabaron para contener a los Diclonius. Sea lo que esté haciendo Ahyma allí abajo, podría significar el fin."

Nate: "Mierda, ese loco hablaba en serio sobre querer acabar con todos. ¿Sabes dónde está la entrada?"

Kouta: "Está en el bosque que limita con Yamanashi y Shizuoka, donde conocí a Kaede por primera vez."

Al escuchar esto, Kaede volvió a tomar el control del cuerpo, notándose inquieta, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse.

Kaede: Una vez más, regreso al lugar donde mi pesadilla comenzó, un abismo que jamás se cierra.

Nate: Mantengan mucho cuidado. Ahyma seguramente ya está al tanto de nuestra búsqueda.

Kouta: Por cierto, me topé con Fei y su compañera. Se quedaron a enfrentar a dos seres extraños, con cascos que contienen a los Diclonius.

Nate: No te preocupes por ellas, saben defenderse. Concéntrate en detener a Ahyma antes de que lleve a cabo su macabro plan.

Kouta: Entendido, cambio y fuera.

Mientras Kouta maniobra por las calles en caos, un panorama dantesco se despliega ante sus ojos: cuerpos mutilados y charcos de sangre reflejan el horror que han sembrado las criaturas. Sin embargo, hay algo inquietante en el aire; no los atacan, pero pueden sentir las miradas acechantes desde las sombras.

Kouta: Es extraño que no nos ataquen. Debemos avanzar con cautela.

Kaede: Es irónico. Ahyma siempre decía que nadie puede huir de su pasado. Me parece que juega conmigo, que sabe más de mí de lo que jamás debería.

Esa sombra del bosque cercano al orfanato donde fui rescatada de las llamas, un lugar donde mis dos primeros amigos conocieron la tragedia... todos los perdí por culpa de lo que soy.

Con los cuernos firmemente aferrados, Kaede clava su mirada en el horizonte, la desesperanza pesando en su pecho.

Kaede: Nunca pude proteger a nadie: a Yumiko, a mi perrito, a Aiko, a Akane... y ahora a Yuka...

Kouta: Lo sé, yo también me siento así. Pero aún tenemos la oportunidad de salvar a los demás y a nuestras especies de ese loco. Somos los únicos que podemos hacerlo. Josef confió en nosotros.

Kaede: Espero que no se haya equivocado. No podemos olvidar nuestro pasado, pero al menos tenemos el poder de cambiar nuestro presente. No hay tiempo para lamentos.

Kouta acelera hacia su nuevo destino, con la presión de la inminente confrontación creciendo en el aire. Mientras avanzan hacia la entrada del laboratorio, en otro rincón, Fei y Naomi libran una feroz batalla contra los dos enmascarados, adversarios que desafían incluso a los Diclonius más experimentados.

Fei: ¡Joder, son increíblemente resistentes y ágiles!

Naomi: Lo sé. ¿Qué clase de aberraciones ha creado ese lunático de Ahyma?

Justo cuando los atacantes se lanzan hacia ellas, una llamada mental interrumpe la batalla.

Ahyma: Dejen a esas dos. Necesitamos prepararnos para recibir a nuestros invitados en el laboratorio. Regresen de inmediato.

Alfa/Omega: Como usted ordene, mi señor.

Alfa lanza una granada cegadora a las chicas, dejándolas deslumbradas momentáneamente. Al recuperar la vista, se dan cuenta de que sus enemigos han desaparecido.

Fei: ¡Joder, han escapado!

Naomi: ¿A dónde se habrán ido?

Fei: No lo sé, pero tenemos que ir al laboratorio subterráneo. Es la clave de todo esto.

Desde su oscuro refugio, Ahyma observa la situación, acompañado por Ángelo y Richard.

Richard: Je, van directo a la trampa.

Ángelo: ¿Y qué sugiere que hagamos, mi señor?

Ahyma: Ustedes dos se encargarán de recibirlos. Yo tengo asuntos que resolver en China. Lucius y Judas me esperan, mientras Flagas y Phobos ya están en Estados Unidos con Alexia, Demetrius, Oswald y Reaper. Cada uno tiene la tarea de esparcir mi legado, y pronto este mundo conocerá a los nuevos habitantes del planeta.

En unas horas, el protocolo Neo Ark se activará, y miles de misiles, impregnados con mi sangre, lloviendo sobre el mundo como una plaga negra.

Con una sonrisa siniestra, Ahyma abandona el lugar, subiendo a un oscuro avión que despega, dejando atrás el paisaje apocalíptico de la ciudad. A su paso, el horror y la desolación son evidentes, mientras observa barcos de diferentes países y del ejército japonés, riendo de manera macabra.

Ahyma: Oh, Kaede, esto es solo el comienzo. Quiero que sientas cada gramo de sufrimiento, quiero ver cómo arde tu mente por haber creado a este monstruo.

Y en medio de esta tormenta de desesperación y dolor, la historia se detiene, pero solo por un momento.

Continuará...

https://youtu.be/XjY4UQneD0E

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top