TWØ : MURDER LOVE
❝ MI AMOR POR TI ES TAN FUERTE
QUE ACABARÍA CON MI PROPIA EXISTENCIA PARA NO DAÑAR LA TUYA. ❞
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No tiene idea de donde proviene. No recuerda si su nombre era otro, si hablaba una lengua extranjera, si su vida era peor, sufría o reía. Ha nacido en la cuna de un hogar que no recuerda. «¿Quién es mi madre? ¿Tenía padre, hermanos… o alguien a mi lado?» Solía, a medida que el tiempo pasaba cruelmente, añorar la respuesta de aquellas preguntas insignificantes que en realidad no cambiaban en nada su presente, seguía siendo una niña confusa que jamás obtendría las contestaciones para definir quién es o quién fue. Los recuerdos comenzaron el día que lo observó a los ojos, eran del color de la sangre, brillaban en la noche tenebrosa, parecían llamar a la desgracia. Un par de colmillos brillaron por sobre su labio, sonrió sin ganas, tomándola por debajo de los brazos hasta alzarla a su altura. En todos los años que llevaba viviendo en el mundo de los mortales, jamás había tomado entre sus sagradas manos a una criatura tan frágil.
No derramó ni una lágrima, más bien, parecía desesperada por afecto. Se aferró a él como una pulga, y nunca quiso soltarlo.
La gente del pueblo lo llama 'Conde Rojo' la definición de peligro, es la persona con mayor poder, riquezas y frialdad en sus tierras. Temen de él, de lo que podría hacer si osan desafiarlo, aunque no ha salido de su castillo en años, más que aquella vez donde se unió a una pequeña humana. Los rumores corren, no fue difícil notar a una niña en los jardines del castillo maldito, ella era inocente, pura como un ángel caído del cielo, y él… un demonio deambulando en busca de corromper.
Min YoonGi, el Conde misterioso de la colina, adoptó como suya a una simple humana que encontró perdida en sus tierras, a las afueras de su mansión. Al ver la determinación por sobrevivir en sus ojos, le tuvo piedad y la llamó Elena. Lo conocen como un hombre solitario, no saben cómo luce, su edad u origen, solo le temen.
Excepto Elena, ella nunca le ha temido.
Desde que fue encontrada, comenzó a vivir una vida llena de lujos en las penumbras, nunca pasó por necesidad. Tenía todo lo que quisiese en el basto mundo, eventualmente sus caprichos llegaron con fuerza en la adolescencia, y con ellos la necesidad de salir del asfixiante castillo Min. La joven de cabello rojizo, ojos verdes y mejillas regordetas miraba con determinación al hombre pálido de expresión vaga. Ese día, al fin lo pediría.
—Háblame. —exigió, cansado de escucharla quejarse por los pasillos del hogar, creyendo que él no la escucharía. La crío como una hija, a su forma, la cuido de los males del afuera y ahora… se siente confundido analizando a la mujer que hay frente a sus ojos rojos. Pasó tantas décadas durmiendo en el castillo que olvidó lo rápido que pasa la vida humana; de cierta manera la vida de Elena fue como un parpadeo para él.
—Conde —habló con formalidad, cuando siempre lo llamaba 'Yoon' o a veces, hasta 'Padre' al abrazarlo antes de dormir—, he escuchado sobre un baile en el pueblo y quisiera…
—No. —sentenció, sin oportunidad a que prosiga.
Escuchó sobre dicho baile, un evento social organizado por los D' Onell, una de las familias mejor posicionadas económicamente en el pueblo. Han intentado numerosas veces que asista a una de sus fiestas, sin embargo rechazó cada una de sus cartas, lo más seguro es que Elena haya tomado una sin que se de cuenta, y así sus ganas de asistir nacieron.
—¡Pero…!
—Elena, bien conoces los peligros del exterior. ¡Ellos matan a mujeres! A todas aquellas que consideran distintas las queman con el fuego de sus antorchas.
YoonGi no puede pensar en un mundo donde su pequeña niña sea lastimada de tal modo, si tuviera un corazón, éste dolería.
—Eres malo. —su ceño se frunció— ¡Eres malo y te odio Min YoonGi! —con su vestido verde oscuro arrastrándose, corrió lejos del salón principal.
El vampiro cayó sobre el sofá de seda roja, suspiró masajeando su sien. Puede que tener a un humano encerrado durante catorce años sea un error, puede que mantenerla al lado de un vampiro sea un error, puede que empezar a verla como mujer… sea su más grande error. Los humanos no están hechos para ser protegidos, deben afrontar las asquerosidades de la realidad, porque sus vidas son demasiado cortas. Elena es un suspiro en la mañana, puede desvanecerse con la brisa sin que se percate, y eso lo atemoriza. Pero desde el primer día que le dio nombre, sabía a lo que se estaba enfrentando, ¡Es una mujer! ¿Y lo peor? Él es un vampiro.
Tiene sed de sangre, cada noche sale a cazar en buscar de saciar esa sensación que dentro suyo lo está torturando. Es inexplicable, no puede conformarse, ni siquiera poseer a la dama más bella de la corte sacia su apetito carnal. Necesita algo que jamás tomará.
A Elena. Oh, su dulce Elena. ¿Cómo ha podido tomarle tanto aprecio? Si él, es un monstruo.
Los vampiros nacen del odio, viven milenios deambulando, matando, robando. Son criaturas que atemorizan a los humanos, y muchos de ellos han llorado al verlo por primera vez. En el pueblo, a los niños que se portan mal los asustan diciendo que el Conde Rojo de la colina vendría a por ellos. Hasta quería reír de lo gracioso que era verlos esconderse debajo de las mantas cuando su sombra se deslizaba por las ventanas de cada casa en el pueblo. A veces en las noches caminaba por allí, buscando a la siguiente víctima con la cual se alimentará.
Es un monstruo lleno de pecados. Una criatura pálida incapaz de salir a la luz del sol, y que teme del fuego. Alguien como él no le daría felicidad a su dulce pequeña.
La respuesta final le llevó días tomarla, sentado en su oficina personal bebía de una copa de vino mezclada con sangre de virgen. Fue así que tomó lo que sería, su peor decisión.
Caminó al jardín, donde la encontró regando las rosas con sus lágrimas cristalinas. Se acercó a paso lento, y cuando se dio cuenta de que estaba ahí, secó la humedad avergonzada. En pocas oportunidades Elena lloraba, aunque en todas, había una razón que de verdad la afligía. Como la vez que llegó desconsolada a sus pies, pidiendo por favor que salve a una mariposa que no podía volar, era una niña de siete años que ponía toda su fe en el hombre que la criaba. No pudo salvar la mariposa, y eso la desanimó.
Tal vez ella sea una mariposa herida.
—Elena. —dijo su nombre, ella se mantuvo sentada en el césped debajo de la luz de luna— Mírame.
—No lo haré. —negó— Me gritaste.
—Lo sé, y me arrepiento.
El Conde nunca se arrepiente, es terco y cruel.
—¿De verdad? —al fin, se dio la vuelta. Unas cuencas verdes esmeraldas se clavaron en el vampiro. Asintió— ¿Entonces…?
—Voy a dejarte salir está noche a la fiesta. Afuera del castillo hay un carruaje esperando por ti, puedes disfrutar con otros jóvenes, pero… tienes que prometer volver a mi lado una vez que termines.
—¡Lo prometo, Milord! —se aferró al pecho sin latido del hombre eterno— Prometo volver contigo, siempre.
Las piernas no le dieron a basto con lo mucho que corrió aún llevando tacones altos, se adentra a la habitación iluminada por un candelabro con velas y cambia el sencillo vestido que usa por uno aún más llamativo. Desde que tiene trece años sueña con conocer a otras personas, ¡Y al fin se cumple! ¿Cómo serán los otros jóvenes? ¿Hablarán distinto? ¿La juzgarán? Llena de incertidumbre siente su estómago burbujear y baja las escaleras hasta la puerta principal, allí el Conde la espera con la mano extendida. Sonríe, caminando con él hasta la salida, por primera vez las rejas que tanto pánico le causaban se abren en par.
Cuando pisa el exterior, es el aire incluso diferente. Lo saborea, lo disfruta.
YoonGi observa amenazante al conductor del carruaje, éste le guiña un ojo asegurando que no podía estar en mejores manos.
—¡Adiós, Yoon! —se despide sacando medio cuerpo por la carroza negra— ¡Espera por mi, hoy me tienes que contar una historia antes de dormir!
El Conde asintió, viendo cómo se marchaba por la colina directo a la sociedad. Los minutos pasaron, él aún de pie no podía evitar cuestionarse si tomó una buena decisión, luego procedió una hora, empezaba a caminar en círculos, llegadas las dos horas, optó por marchar a ver si todo iba bien allá. Incluso, aplazó la hora de comer. Daría un vistazo y luego volvería a lo suyo. Si, hará eso. Como un trueno, su pálido rostro se presentó delante de la puerta de la Mansión. Espalda recta, mentón elevado, caminó imponiendo elegancia con cada paso, las personas a su alrededor quedaban atónitas, ¿Era…? No, imposible, el Conde Min es una persona anciana, no podría verse como un joven menor a sus treinta.
Llamando la atención de las demás, no le prestó atención a ninguna, buscaba a su pequeña.
—¿Busca a alguien? —una figura femenina se posó a un costado. No giró— He escuchado de usted, Conde.
—Lamento no tener la misma suerte. —soltó sarcástico, tomando la copa que un sirviente le ofreció.
—Dicen que no suele asistir a eventos, ¿qué lo trae por aquí?
—No es de su incumbencia, madam.
La mujer río.
—Debe ser una mujer, busca a una dama, ¿no? —YoonGi la miró, era una mujer en sus veinte, de cabello rubio y vestido rojo. Su ceño se frunció, pues le resultaba familiar, ella se acercó a su oído— Dicen que hay una virgen dulce entre nosotros. —se congeló, estático— Una virgen de corazón puro, que no conoce los males del mundo. Y usted debe saber que aquellas con tales características, son las de sangre más dulce, ¿o me equivoco?
Es verdad, entre los vampiros de sangre pura suele correr el mito de las sagradas vírgenes, ellas tienen el tipo de sangre suave, pero si le sumas una gran porción de inocencia sin interrumpir, del tipo que desconoce cualquier maldad, es sin duda un elassir. Para el Min es difícil coexistir con Elena, porque ella es todo lo que cualquier vampiro de su clase desea, la ha protegido de todos, hasta de sí mismo. Y ahora, ¿por qué ella habla con tanto conocimiento?
La respuesta era obvia, una vampiro.
No tarda más que un parpadeo en tirar la copa al rostro de la bella mujer y correr en busca de su protegida. La música clásica de un violin sigue, mientras tira a los jóvenes que se atraviesan en su camino, ninguno es Elena, y eso lo desespera.
—¡Elena! —grita en medio del alboroto, clavan sus miradas en él antes de seguir bailando— ¡Elena, ¿dónde estás?! —desesperado toma a una dama que se hallaba de camino a sentarse, la toma del brazo y la acerca a su cuerpo— ¿Has visto a una chica de tu altura? Cabello naranja, ojos verdes y vestido negro.
—H-Hum, creo que sí. —asintió nerviosa.
—¡¿Dónde?!
—Subió arriba con Williams D' Onell hace unos momentos.
No se dio el tiempo de procesar la información cuando ya estaba corriendo escaleras arriba, había numerosas habitaciones cerradas, y no se oía nada en el pasillo tapizado con una alfombra de terciopelo rojo. Abrió de una patada la primera puerta, no encontró nada, procedió de la misma forma hasta que las opciones disminuyeron. Estaba completamente absorbido por la furia, fue un estúpido al no darse cuenta de los planes en un principio, no estaba del todo equivocado con esa repugnante familia. Ellos son como él, unos chupa sangre malditos, unos monstruos que pretendían hacerle daño a la criatura más pura que pisó la tierra. Cegado, pateó la última puerta de par en par.
La rubia de antes era Martha D' Onell, la había visto hace ya muchos años, cuatrocientos probablemente, antes que tomara el apellido D' Onell y formará una familia en el pueblo. Ella sabía de él, y de Elena.
«Mi Elena» sollozó viendo al hombre que le quita la ropa arriba de la cama, deslizando el corset lejos de su santo cuerpo. Ella, inconsciente, no nota nada de lo sucedido, había sangre deslizándose desde su pálido cuello.
—¡Suéltala! —sonó como súplica— Elena, ¡Elena despierta! —movió su cuerpo cuando el joven se alejó, limpiando las comisuras de sus labios con una lengua juguetona.
—Gracias por cuidar una presa tan deliciosa. Y lamento quitarte la comida… Mierda, nunca pobre sangre tan exquisita.
Dicen que los vampiros no tienen sangre, por lo tanto, tampoco lágrimas. Ellos no sienten ningún tipo de emoción equivalente a amor o dolor, son monstruos. No obstante, Min YoonGi jamás había sentido una sensación tan fuerte dentro suyo, era como si mil dagas se clavaran en su pecho, como si el fuego lo estuviera consumiendo. Una gota manchó la mejilla de la pelirroja.
Sin entender, con una mano toco su propio rostro.
Imposible.
—¿De verdad tú… —el joven vampiro rió— la amabas al punto de llorar por su muerte?
—Cierra la boca.
—Conde, ella se ha ido. ¡Bebí hasta lo último que quedaba! Vino a mis brazos a bailar, parecía tímida e inexperta, como suponía. Dijo que era su primer baile en sociedad, y que estaba ansiosa por conocer a otras personas, debes imaginar la emoción de mi cuerpo y el hambre en mis colmillos. La traje a mi cuarto, la tomé como quise y devore su cuello, fui el primer hombre en poseerla. —el hombre lloró desamparado— Te has vuelto débil, ¡deberías agradecerme! esa humana te estaba volviendo un…
William saboreo su delicioso final bajo la mano de YoonGi, quien con suma precisión se levantó de la cama y estrelló la mano derecha en el corazón del vampiro. Le quito lo que parecía ser un corazón, era negro y no latía, nunca lo hizo. Lo tiro viendo el cuerpo caer, con los ojos bien abiertos en par. Aunque la venganza era un plato bien servido, nada de eso le devolvería a su Elena. Afligido se retorció en la cama, aferrándose a lo que alguna vez llamó su dulce pequeña.
Quiso darle calor, una mera fantasía. Alguien como él, jamás podría darle calor a Elena, no como sus manos algún día lo calentaron a él.
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