Capítulo 10 💥
Pero por mas ansiosa que me sintiera igual debía salir, tenía que ir a la reunión el día siguiente y era como de nuevo salir y enfrentar esa sensación de acoso... Extrañamente no estaba presente ¿Sólo había sido entonces mi mente?. Sentada mordisqueando mi bolígrafo vi como el señor Elliot llegó luciendo como siempre antipático y con su mirada fría... ¿Es algo de adolescentes fijarse en el típico "chico misterioso"? Pero... yo ya no era una adolescente. Pase toda mi adolescencia con un novio y no miraba a nadie más... así que tal vez era eso, la falta de "colirio badboy en mi adolescencia" pero lo que me molesta fue ver a quién tenía colgando de su brazo como un mono, si a Mérida.
Merida se veía feliz, mientras él tenía la misma expresión con la frente arrugada, tanta felicidad en ella era como si hubieran tenido una cita.... O follado, "Por lo visto los hombres bonitos tenían mal gusto", me dije a mi misma mientras rascaba mi mejilla.
— Aquí tiene nuestro trabajo profesora— le dijo entregándole el informe a la señora Heinz y me miró ¿Había hecho mi tarea? Ni Taylor accedía a eso y la tarea tenía preguntas personales, sentándose en su asiento se sacudió a su acompañante y yo me quedé procesando lo ocurrido.
— ¿Qué había pasado aquí? Me pregunte consternada, me gire y le silbe para llamar su atención, levantando la mirada hacía mi me miro a la expectativa. – ¿qué ocurre? Le pregunte moviendo los labios y este simplemente levanto los hombros sin importancia y volvió a lo que hacía.
— ¡Maldito! Lo maldije en voz baja. Luego que la sesión terminó me acerqué hacía él.
— Espera, no te vas a escapar— lo detuve sosteniendo su brazo molesta, en ese momento lo mire sorprendida, había algo más entre nosotros que simplemente conocerlo... ¿Me había acostado con él y ya lo había olvidado? Seguramente era eso dada su actitud, me dije a mi misma algo orgullosa pero a la vez apenada por si había sido eso.
— ¿Qué ocurre?
— El trabajo era juntos y tu...— le señalé molesta, tomándome de la muñeca su presión era delicada a pesar de todo, apartándome de su brazo me miró fastidiado.
— Yo tengo mis problemas y tu los tuyos, Eli. Es mejor que no nos mezclemos por lo que veo— se quejó mientras seguía su camino dejándome con las maldiciones en la boca y antes de eso, un taconeo me hizo girarme.
— ¿Qué haces tocando mi hombre??? Me reclamó furiosa Merida— mira tu... "negrita"- no se de donde saliste con tu ropa cara y demás estupideces- pero, ¡Dominic es mio! ¿comprendes? ¿O tengo que decírtelo en que idioma?— me reclamó y no evitó que me riera por aquélla escena tan patética que estaba montándome en medio de la calle.
— ¿Dominic? Pregunte curiosa ya que aquél nombre no había sido ni la primera ni la segunda vez que lo escuchaba,—pero...¿ Segura que se llama Dominic?
— ¡¡Sii! Ya déjalo. No esta interesado en ti, anda con anguila ya que él si te quiere.
— Tu no eres quien para decirme con quien ir... "Rubia oxigenada"— le conteste y antes que me dijera algo la señorita Heinz pasaba con su carro y aproveche que se distrajo para huir... Yo sabía que una mujer ofendida y celosa era peor que un atentado terrorista.
Ya segura me detuve a respirar, ¿Negrita? ¿Cómo me dijo negrita? Aquella rubia de raíces negras, no estamos en la colonia británica y yo no era tan negrita, mi base no era negra... era color caramelo...
¡Maldita racista! Suspire y me fui a mi casa refunfuñando.
El camino se hacía cada vez mas largo y solitario, muchos se preguntarían como soportaba usar tacones y caminar... yo tenía un secreto: "para lucir bien... Hay que sufrir" no los iba a dejar encerrados en el closet, pero a pesar del dolor de mis pies, tenía la misma sensación de como si unos pasos rápidos se acercaban mucho mas... Y entre las sombras de los postes y de las casas... Supe que me seguían.
Tenía que pedir un taxi, pero ninguno pasaba y en aquel enorme bolso busque las llaves y entre ellas seleccioné la mas filosa mientras mas aceleraba el paso y mientras más aceleraba, más sentía la presencia detrás mi.
En tan solo un segundo, escuché detrás de mi un golpe en seco y al girarme vi al señor Elliot golpeando a un hombre vestido de negro mientras lo sostenía como podía.
— ¿Qué haces allí con la boca abierta? Llama a la policía—me gritó entre el forcejeó y rápidamente busque el teléfono en aquella cantidad de mierda que tenía en el bolso ¿Acaso era un bolso infinito? Distrayéndome vi a otro hombre detrás del señor Elliot y le grité asustada.
— ¡Cuidado! Lanzándole el el juego de llaves en la cabeza al hombre éste retrocedió y como pudo sometió a desde el cuello al hombre que era casi de su altura.
— ¿Quién los manda? Le interrogó molesto
— No es tu problema. El otro hombre se levantó del suelo y asustada lo miré sacar aquél objeto de su bolsillo.
— Señor Elliot, ¡están armados! — ya cuándo el hombre iba detrás me agachó y tomé mi tacón —Lo siento Chanel—le dije mientras me se lo arrojaba al hombre de la navaja, golpeándolo justo en la cabeza y el tacón le dio en toda el ojo, dejando caer la capucha que lo cubría.
Éste era un hombre de unos 30 o 35 años y de aspecto aterrador, con una enorme cicatriz en la frente, ya me imaginaba porque se cubrían, llevándose las manos al ojo y viendo como la sangre salía de este me asuste... ¡Mierda! Me dije llevándome las manos a la boca.
— ¡Vámonos! le gritó al hombre el cual sometía el señor Elliot.
Dejando ver su frente me di cuenta que había sido la ceja la que le había roto y pude respirar aliviada, empujando con sus fuerzas para quitarse de encima a mi compañero, siguió al otro desconocido y tomando el tacón que me restaba, lo arroje al aire cayéndole encima de ese bastardo.
— No creas que te dejaremos en paz, Eleine Brooke ya te tenemos vigilada y no crees que te escaparas mocosa.— me amenazo el último hombre que se sobaba el golpe de la cabeza.
— Díganle quien los manda que Chanel me protegerá o Dior tal vez— respondí mientras corría al otro zapato que estaba en la acera, con el que había casi dejado tuerto al otro y se lo arroje golpeándolo en todo el rostro del hombre.
Por lo visto mi talento aparte de ser un desastre, debió ser campeona olímpica de arrojado de tacón.
— ¿Estas bien? Me Preguntó el señor Elliot mientras se acercaba a mi inspeccionándome.
— Tu.. estas sangrando— dije mirando su labio superior.
— No fue nada— me apartó la mano mientras se limpiaba la sangre de los labios, mirando me acerqué de nuevo y con la manga de mi abrigo le aparte un poco la sangre de la barbilla, asi despeinado era bastante atractivo y sus labios parecían ser perfecto a pesar de su ceño fruncido.
— ¿Esos.. los conoces? Preguntó y yo negué con la cabeza, exhalando toda la angustia me di de cuenta que estaba descalza.
— Por un demonios.. ¿qué putas había hecho? Estúpida adrenalina — me dije a mi misma mirando mis pies descalzo en la asquerosa y fría acera, me habían costado 500$ , y en ese momento empecé a sollozar.
— ¿Que ocurre?—Pregunto el nervioso. —¿Estas bien?
— ¡¡Los zapatos!!! Eran de colección ¿ y ahora?— Me gire hacia la calle y alli estaban, yendo a buscarlos él me Sostuvo del brazo y en ese momento un automóvil paso rápidamente volviendo mis zapato en pedazos que saltaron por el asfalto.
— ¡¡¡Mis zapaaatooos!!! Grité desconsolada.
— Es solo un zapato.— Dijo cruzando a buscarlos y recogiendo los pedazos que alli estaban.
— ¡No son unos simples zapatos!—Le grite llorando—trabaje sin parar por ellos cuando fui asistente en la maldita editorial—. Le respondi entre lágrimas, dándome l lo que quedaba de los tacones yo los abracé llorando.
— Acabas de ser casi asaltada o secuestrada, ¿Y solo a ti te importan unos tontos zapatos?— me reclamó y bajando la mirada me limpié las lágrimas haciendo que suspirara frustrado, había conocido en él, la nariz perfilada, los labios delgados, la forma en que su ceño se fruncía mirándome resignado.... ¿ Quién era? Joder.
— Son mis zapatos... Entiéndeme señor,— le dije haciendo puchero — ¿ ahora.. como voy a ir a mi casa? Me va a doler los pies cruzar la ciudad descalza.. yo... no voy a gastar dinero para ir a unas cuadras — me quejé llorando, él tomó llaves del piso y me miró girando los ojos.
— Creo que esta... Ya perdí las veces que lo he hecho — se rectificó incomodó, yo no le entendía y se agacho delante de mi para cargarme en su espalda
— Pero... pero...
— Cállate, antes que me arrepienta— exigió y yo me acerqué a él nerviosa, levantándome con fuerza sujeto mis piernas y yo sujete su cuello, avergonzada aunque por algún motivo sentía que esta situación ya la había vivido... no una segunda vez.. si no más de una ocasión, apoyándome de su espalda cálida suspire.
— No es un paseo Eleine...— me regaño y rápidamente me incorporé.
— Yo... —dije nerviosa
— No hables, mocosa— exigió mientras caminábamos hacia mi departamento, haciéndome dudar ¿le había dicho donde vivía? Mientras caminábamos por las calles, en silencio él solo miraba al frente.
— Estas algo mas.. pesada que la ultima vez— refunfuño y lo miré molesta.
— ¿Ultima vez? Pensé dándome cuenta de la situación, al llegar a mi edificio, éste me bajo bruscamente sorprendiéndome.
— Y ya estas en casa.
— ¿Cómo ...? pregunte curiosa y antes que se diera la vuelta se fue sin verme dejándome con la pregunta en la boca.
— ¡Espera...! ¿Puedes... llevarme a mi apartamento..? Pregunte haciendo puchero.
— No, gracias. — refusó sin vacilar.
— Por favor.. mis vecinos son asquerosos. — le dije haciendo puchero—Por favor ¿ vas a dejar a una señorita sola a mitad de la noche descalza? — insistí sonriendo y señalando mi pie, refuñando accedió y se acercó a levantarme, con mi sonrisa triunfante me llevo hacía el living del edificio.
— ¿Vamos por el ascensor ? Dame la llave.
— ¡¡Noooo!!! Le Grite— el administrador me vigila y si lo uso daré por perdido la guerra, vamos arre— le dije sonriendo y éste puso los ojos en blanco.
— Deberías de dejar de comer harinas o dulces— se quejó.
— Vamos que esos brazos no están de adorno— le respondí rápidamente
— Debería dejarte caer aquí... Por atrevida — murmuró en voz baja que incluso pude escucharlo.
— Vamos, dije abrazándolo y hundiéndome en su pecho, sus brazos me hacia sentir cómoda de alguna forma.
— Ya no tengo 20 años para andar cargando mocosas mimadas y además... has comido mucho — se quejó subiendo apenas por el segundo piso.
— ¿qué edad tienes? — ignorándome, al llegar a mi apartamento me dejo en el piso y se incorporó para limpiarse el sudor de la frente y recobrar el aire.
— Ven- te ofrezco una cerveza o agua, lo que quieras— Dije con una amplía sonrisa.
— No hace falta— dijo sin aliento, agachado llevándose la mano en la columna.
— Tranquilo... nada va a pasar ¿O la religión no te lo permite?—bromeo ya que éste señor supuestamente trabajaba en la iglesia, según anguila— Ven—dije tomándolo del brazo y abriendo la puerta, —tengo que agradecerte.. eres amable... Mas de lo que te ves.—
— ¿Acaso vives con una banda de rock? Preguntó mirando mi alrededor.
— No entiendo la pregunta— respondí sin comprenderle.
— En verdad eres un desastre... ¿cómo has sobrevivido estos 28 años...? –
— Así como todos... Viviendo...¿ Quieres.. cerveza? Pregunte abriendo la nevera y él suspiró resignado.
— Espero que este bastante fría.
Yo le sonreí y le lleve la lata fría y se la entregué.
— Esta tan fría como tú ... Abre la mia— le dije sonriendo y él puso los ojos en blanco y abriéndola me la entregó y yo sonreí satisfecha —Gracias... y gracias por ayudarme...
— A veces pienso que dios te pone en mi camino como una prueba a mi resistencia— murmuro tomando un sorbo de cerveza y yo lo mire sorprendida.
— ¿Yo... te conozco verdad?— aquellos ojos oscuros se sonrieron y me di cuenta de que ya los había visto esa vez. — no me jodas... ¿Eres.. tu? —Lo mire avergonzada llevándome la mano para cubrirme la boca, al recordar un poco lo que había pasado esa noche, retrocedí rogando que él hubiera estado tan intoxicado como yo... Y por lo visto, yo no tenía esa suerte.
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