29. Epílogo

Zaek

Un año después

—No olvides que esta noche debes estar en el castillo para la fiesta de cumpleaños de Rachell.

Volteo para ver escaleras arriba. Ariadne tiene la mano en la cintura y me mira seriamente.

—Por un infierno, solo saldré una hora, aún falta mucho para que anochezca, ¡Qué molesta eres!

Me giro para salir corriendo de aquí, no sé cuál es el alboroto por la bendita fiesta, cumple dieciocho no es la gran cosa. Toda la planta baja está repleta de cajas con arreglos y preparativos.

—Zaek Stefan, te juro que... —viene bajando las escaleras, puedo oírla así que me apresuro y abro las puertas. Veo que los Andersson están parados justo allí con intenciones de tocar.

—¡Oh mira! —volteo a ver a Ariadne y me hago a un lado—. Tu idiota novio ha llegado, muy oportuno, cuñado —sonrío y Kenneth rueda los ojos entrando y chocando su puño con el mío—. También trajo una caja que camina sola y tiene brazos.

Kenneth tiene la habilidad de pasar por portales. No tengo idea de cómo y tampoco sé si es algún efecto secundario de ser la ayuda idónea de mi hermana, pero el chico puede hacerlo y Cristina... Bueno a Cristina la toma de la mano y la arrastra con él ya que de otra manera la rubia no podría pasar un portal.

—Ja ja —dice Cristina estrellando la enorme caja en el suelo—. Ya va un año, debes superar el hecho de que verme te pone en modo sarcástico extremo.

—No lo sé —subo los hombros—. Siempre que apareces mis ideas sarcásticas fluyen de manera natural.

—Cariño —Ariadne corre a los brazos de Kenneth—, pensé que llegarías hasta más tarde.

Miro a Cristina y hago el amago de querer vomitar por la escenita de amor que hacen nuestros hermanos y ella ríe.

—Bueno... Cristina venía para acá a ayudarte con la decoración y decidí venir con ella en vez de solo cruzarla por el portal.

—Y no para ayudarme, vengo cargando esta enorme caja desde que cruzamos —dice ella ofendida—. ¿No han pensado asfaltar el sendero? tienen un río de alquitrán, venir con tacones a este lugar siempre es una proeza.

—Tal vez si no usaras esas agujas de quince centímetros en los pies podrías caminar mejor —respondo yo bastante obvio señalando sus nada prácticos tacones.

—Uh... ¿Cómo te atreves? estos tacones son Louis Vuitton, cabeza hueca, jamás los abandonaría —se cruza de brazos y se gira muy digna para subir las escaleras al segundo piso, probablemente para ir con Rachell.

—Seh, cómo sea —subo mis hombros—. Me voy, regreso ahora.

—¡Piérdete ya! —grita Cristina desde las escaleras y yo sonrío cuando veo que está sacándome el dedo corazón.

—Si llegas tarde te mato —me dice mi hermana riendo y asiento para salir, cerrando la puerta detrás de mí.

Quien diría que en un año tantas cosas podrían cambiar, cómo el hecho de tener a esos dos constantemente en el castillo y siendo de mis amigos más cercanos a final de cuentas, o de que Rachell sea mi hermana.

Al llegar al portal abro la puerta y pido llegar al departamento de mi mejor amigo, porque a pesar de todo nadie podría hacerme odiar a Jehiel. Y aunque nuestro pasado se haya complicado siglos de amistad no se romperían tan fácil.

—¡Llegó por quien llorabas! —exclamo mientras cruzo la puerta de su departamento.

—Al menos que te llames Sofia Williams lo dudo —dice riendo y hacemos nuestro saludo de manos usual.

—Buh —hago un puchero—, que patético te ha puesto esa chica, voy a gritarle unas cosas —niego y camino hasta la ventana para mover las cortinas—. ¿Está allí?

—Sí —dice extendiéndome el megáfono y lo tomo en mis manos.

Lo enciendo y presiono el botón que hace que el sonido de una ambulancia suene por lo alto, la veo asomarse en la ventana de enfrente y me saluda a la vez que sube su megáfono.

—Sofía Williams, queda rotundamente restringida, nada de hablar y/o salir con Jehiel hasta que se le pase el nivel de idiotez en el que lo has dejado y vuelva a su nivel normal. CAMBIO Y FUERA.

—Te juro que ya estaba así cuando lo conocí. Me declaro inocente de toda acusación. CAMBIO Y FUERA.

—Touché, Sofía —digo en respuesta, no termino de hablar ya que Jehiel me arrebata el megáfono.

—Pensaba llevarte el helado que te compré anoche —dice indignado y veo a Sofía reír—. Ahora me lo comeré todo y dejaré la vasija por si quieres guardar comida en ella, bebé troll. CAMBIO Y FUERA.

¿Bebé troll? —digo sorprendido y comienzo a reír a carcajadas, le quito el megáfono y hablo—: Qué bien, Sofía, te ganaste un apodo de por vida. CAMBIO Y FUERA.

—Idiotas. Solo mi mamá me dice así, Jehiel la escuchó un día y ahora no deja de molestarme con ese apodo. CAMBIO Y FUERA.

—Cómo digas, bebé troll, ya me voy —digo burlesco y bajo el megáfono.

—Siempre es lindo verte, Zaek, adiós —dice, sarcástica—. Y Jehiel recuerda que a las seis es la inauguración del nuevo cinema —finaliza y cierra las cortinas.

—¡Ja! —digo señalando la ventana de Sofía—. Ya le devolvieron su privacidad.

—Su mamá está medio loca, hace poco le instalaron las puertas a su habitación —dice sentándose en el sofá y poniendo el megáfono a un lado.

—Veo que has encontrado tu lugar en el mundo y es con esa chica. Nunca te vi así.

—¿Así cómo?

—No lo sé, hermano, así de feliz con Ariadne —subo mis hombros y me siento en el sofá de enfrente.

—Algo que no está destinado a ser termina en fracaso —responde tranquilo—. Amé a tu hermana, cómo no tienes una idea, supongo que ella también a mí, fui muy afortunado de tenerla, lo sé, pero también sé que no estábamos en la misma simultaneidad que me dices tiene con Kenneth.

—Y qué tienes tú con bebé troll —añado señalándolo.

—Sí, no sé qué sería de mí si esa pequeña despelucada no hubiera llegado cuando más la necesitaba.

—Me alegro, en serio —sonrío.

—¿Y tú? ¿Cómo estás? ¿Qué hay de Giselle?

—Se supone que justo ahora debería estar camino a su casa para ayudarla a elegir un vestido para usar en la fiesta de cumpleaños de Rachell esta noche, pero primero decidí venir a verte —me pongo de pie—. Ya sabes... Asegurarme de que todo siga en orden.

—Nada nunca había estado tan en orden —dice imitándome al ponerse de pie—. Ven, te escolto a la puerta para que vayas con tu Julieta —ríe.

—Supera esa mierda —lo señalo y abro la puerta para cruzar el portal—. Nos vemos, salúdame al idiota de Gylmerk.

—Adiós, saludame a Giselle.

—Lo haré —asiento y cierro la puerta tras de mí y cuando alzo la mirada estoy en mi departamento.

No se usa desde hace mucho, pero sigue siendo nuestro hogar fuera del castillo, lo compramos hace más de un año y no lo vamos a dejar abandonado. Aquí en este edificio descansan mi auto y el de Ariadne.

Tomo las llaves del auto de la isla de la cocina y salgo del departamento para ir a casa de Giselle. Al oprimir el botón del ascensor la veo parada allí sonriente.

—Hola, amor mío —sonrío algo confundido mientras retrocedo unos pasos y ella sale.

—Supongo que ibas camino a mi casa... —dice rodeándome con un abrazo y depositando un suave beso en mis labios.

—De hecho, sí; acabo de visitar a Jehiel en New York y ahora me dirigía a tu casa —le enseño las llaves del auto—. Te manda saludos.

—Que se muera ese idiota —dice bromeando.

Hace mucho que dejaron de odiarse mutuamente, bueno Jehiel no la odiaba, pero ella sí a él. Al final todo entre ellos terminó en una amistad no tan buena cómo antes, pero una amistad normal. Giselle es la única que sabe que aún sigo en contacto con él. Después de todo las cosas estaban bien en el mundo sobrenatural, ¿así que por qué tener rencores?

—Es gracioso pensar qué puedes decir que estabas en Nueva York hace cinco minutos y ahora estás en Washington —murmura.

—Bueno... Tengo un portal —subo mis hombros—. Está en medio de la sala justo ahora, por si te lo preguntas —señalo con mi pulgar el departamento y ella ríe.

Me tomo más segundos de lo que planeo en verla reír, diablos... Amo demasiado a esta chica, siento que una existencia sin ella no valdría la pena, llegó en el momento en que no esperaba y logró sacar el lado humano que un espíritu de Muerte como yo podría tener... Y sé que quiero pasar el resto de la eternidad con ella, no solo porque es mi ayuda idónea, sino porque Giselle es mi complemento perfecto.

Estoy seguro de que si la vida me hace olvidar todo la volvería a elegir una vez más.

—¿Qué pasa? —pregunta.

—Nada —niego y acomodo un mechón de su cabello detrás de su oreja—. Solo te veo y agradezco el tenerte junto a mí.

—¿Ya te dije que te amo? —dice en respuesta.

—Solo un millón de veces, pero no es cómo si contara —bromeo.

—Bueno... aquí te va —dice mirándome directo a los ojos—. Te amo un millón uno de veces, chico malgeniado de ojos azules.

—Supongo que lo de tu vestido puede esperar... —muevo mis cejas de arriba abajo y la tomo de la mano para entrar al departamento.

Ella ríe nuevamente y sé que esto es bueno.

Tenerla junto a mí es un estado de gracia y paz eterna.



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top