28. Bienvenido

Zaek

Diez días exactos han pasado y todos estamos a la hora de visita en el hospital ya que Kenneth sigue sin despertar.

—¿Alguien sabe dónde está Cristina? —pregunta Ariadne mirando para todos lados—. Siempre es la primera en llegar.

—Bueno, tal vez deberías preguntarle a ese oso de felpa gigante que viene caminando con tacones rojos... —señalo el pasillo.

—¡Un poco de ayuda no estaría mal amigos, esto pesa una tonelada! —grita ella y Joshua es el que se pone de pie soltando la mano de Chloë para ayudar a Cristina.

—¿Por qué todos los días le traes un regalo nuevo? Mañana no cabremos en la habitación por todas las cosas que has comprado —le dice Giselle cuando por fin pudimos verla—. ¿No te bastó con rellenar con globos de helio todo el techo ayer?

—Es mi hermano... —responde cruzándose de brazos—. Y quiero que todo esté perfecto el día que abra los ojos.

Millonarios... —susurra Chloë en tono burlón.

—Bueno —digo interrumpiendo—, creo que deberíamos entrar, la visita inició hace ya cinco minutos.

Ariadne abre la puerta y todos entramos en fila.

Joshua con el oso, Chloë, Cristina, Rachell, Giselle y yo.

—Padre, ¿qué haces aquí? —pregunta Ariadne de repente y yo alzo la mirada esquivando los pequeños hilos que cuelgan de los globos que flotan en el techo de la habitación.

Se que se hace visible al ojo humano porque Joshua y Chloë lo contemplan también sorprendidos, más ella, al parecer no esperaba ver a mi padre así de la nada, probablemente imaginaba una calavera andante con capa negra y un hacha en la mano.

—Señor, no, usted me dijo que mi hermano tenía una muy larga vida por delante, no se lo lleve aún, lo necesito. La vida sin mi hermano sería muy aburrida y-

—No vine por tu hermano —responde mirándola de manera curiosa. Cómo si Cristina fuera una cucaracha que de repente pudiera hablar.

—Oh —Cristina sonríe y mueve su mano en un gesto desdeñoso—. Entonces es un gusto verlo, señor Muerte. ¿Vino a ver cómo sigue mi hermano? Eso es gracioso, espere a que le cuente que la Muerte vino a visitarlo, se va a-

—¿Por qué has desaparecido más de una semana? —digo yo ahora parándome frente a él y apartando a Cristina por los hombros—. No te he visto desde la batalla, ¿dónde has estado?

—Tenía unos asuntos que resolver, Zaek.

—¿Qué clase de asuntos? ¿Descubrir dónde está la loca de Tessabeth? ¿Tal vez? —digo irónico—. Necesitábamos de ti y simplemente te desvaneciste.

—Zaek, contrólate, puedo sentir tu furia. —Ariadne camina hasta mí y me acaricia el brazo.

—No recuerdo la última vez que oí a alguno de mis hijos decir que necesita de mí —mi padre arquea una ceja y yo cierro mi boca volteando a ver para otro lado—. También te sorprendió reconocer lo que acabas de decir, ¿no es así? siempre han sido tan independientes, ¿qué cambio?

—No lo sé —subo mis hombros volviendo mi vista a él—. Supongo que necesitaré de mi padre, no importa qué.

—Tess está muerta —dice luego de unos instantes.

La habitación se vuelve silenciosa, es cómo si de repente todos en ella hubieran dejado de respirar, incluso de pestañear, para los que no respiramos.

¿QUÉ? —decimos Ariadne y yo a la misma vez.

—Lo cierto, hijos míos, es que, aunque yo sea su padre y ustedes tres mis únicos herederos y los seres más importantes para mí desde su creación... Soy el ángel de la Muerte y yo me encargo de sus existencias.

—Espere allí, suegro —interrumpe Giselle y yo abro mis ojos algo sorprendido, y mi padre la mira de la misma manera en la que miraba de Cristina. Despectiva y curiosa—. Digo... Señor —corrige y Ariadne ríe—. ¿Usted decide si ellos morían un día o no?

—En efecto —responde.

—O sea que cuando mi hermano se transformó en eso del escudo de Ariadne, cosa que aún sigo sin entender del todo —continúa Cristina sentada desde la cama con sus manos entrelazadas con Kenneth—. Y arrojó a la horrible chica del cabello rosa al fuego, ¿ella murió?

—No es por es grosera, pero me alegro muchísimo —dice Chloë y todos volteamos a verla —¿Qué? —sube los hombros—. Esa psicópata mandó a arrojarme a un volcán, aún tengo pesadillas.

—¿Qué hay de Rhino y Moss? —pregunta Ariadne.

—Tu hermano y tú son espíritus de muerte, así que supongo que ya saben lo que pasó.

—Creí que nuestra fuerza no incluía matar demonios a golpes —comento.

—Pues creíste mal y por eso Lucifer me envió un comunicado hace unos días diciendo que se retiraba oficialmente del querer crear demonios a base de Inconclusos, sabe que ahora ustedes sacaron la fuerza para matar a los que ya tiene y eso no le favorece mucho.

—Padre, ¿quién ocupará el trabajo que dejó Tess? —pregunto retomando el hilo de la conversación.

—Por el momento lo realizo yo, pero ese era exactamente el asunto, sostuve una reunión con los arcángeles y bueno... Dios, sobre cómo seguiría todo, los animales necesitan su ángel de la Muerte, así como los Inconclusos necesitan de los suyos —nos mira a Ariadne y a mí—. Y luego de mucho pensarlo —prosigue mientras camina lentamente hasta la única persona que no había dicho una palabra en todo lo que llevamos aquí—. Llegué a la conclusión de que si no es mucho inconveniente, Rachell Thompson podría ocupar ese puesto.

—¿QUÉ? —volvemos a decir mi hermana y yo a la misma vez de nuevo. Nos miramos y fruncimos el ceño—. ¡BASTA! —Repetimos juntos—. NO, TU BASTA. NO ES GRACIOSO, PARA YA, ¡DETENTE! —nos señalamos y luego alzamos las manos en señal de rendición.

—Cada día confirmo que estos mellizos son más raros de lo usual —le murmura Cristina a Joshua y este ríe.

—¿Yo? —Rachell camina hasta mi padre y yo me aparto para dejarle espacio—. ¿Por qué? solo soy una Inconclusa, aún debo terminar mi lista, me faltan siete asignaciones para completarla.

Lo cierto era que en cuanto abandonamos el castillo el día de la batalla, devolvimos a la hermana de Rachell a su casa, Ariadne y yo robamos sus recuerdos de las últimas horas antes de ser secuestrada y durante, así olvidó por completo todo aquello.

Hicimos lo mismo con Sebastián y descongelamos a su madre del tiempo reversible en el que la teníamos, ambos despertaron al día siguiente sin una idea de todo lo que pasó.

Por otra parte, tuvimos que dejar el cuerpo de Verónica a unas calles de su casa, para que la encontraran y supieran que la chica estaba muerta. Debo admitir que en muchos siglos no había tenido la oportunidad de poder usar muchos de mis dones cómo los usé ese día. Hicimos lo mismo con Pamela y cuando el padre de los Andersson la encontró fue demasiado triste. Hace dos días fue su funeral y todos estuvimos allí para acompañar a Cristina y su madre Andrea; Cómo Kenneth sigue sin despertar, sé que se pondrá muy mal cuando se entere de que no asistió al funeral de su abuela.

También comenzamos a ayudar a Rachell con su lista y ahora faltan menos de sus asignaciones, llevamos buen tiempo por delante y creemos que terminará en menos de una semana a partir de hoy.

—No fue algo fácil de aceptar, pero el Creador —señala el techo—. Fue quien me lo sugirió, Rachell, no fue cosa mía. Si él ve algo en ti para este puesto entonces tal vez tu destino no era el que todos esperábamos después de todo.

—¿Y bien? —pregunta Chloë—. ¿Qué dijo la fantasma? Que fastidio no poder verla —patea el piso de manera chistosa y todos reímos.

—Te acostumbras —le responde Joshua.

—Supongo que acepto —Rachell sonríe—. Desde pequeña soñaba con ser veterinaria, en mis tiempos libres ayudaba a una fundación que rescataba animales de la calle y los cuidaba hasta conseguir un hogar, esto será interesante.

—Dijo que sí —le dice Cristina a Chloë—. Y luego algo de ser parte de una fundación que rescata animales —Hace un gesto desdeñoso.

—Entonces serás... ¡Mi hermana menor! —exclama Ariadne emocionada y yo ruedo los ojos—. Oh, siempre quise una —aplaude.

—Serás literalmente... Adoptada por la Muerte —dice Giselle con una sonrisa—. Quién lo diría.

—¿Celos de mi nueva hermanita? —le susurro al oído y ella me golpea el hombro riendo.

—¿Debería sentir celos? —sube los hombros de forma arrogante y sarcástica a la vez—. Yo fui elegida por el hijo.

—¿Sabes? De cierto modo yo soy la Muerte también.

—Bueno, fuí... Elegida por La Muerte.

—Sí —sonrío—, suena mejor.

—¿Estoy muerto y ahora desperté en el cielo de los globos azules?

—¡KENNETH...! —gritamos todos viéndolo sentado en la camilla. Zafa su mano de Cristina y se cubre los oídos.

—¿Por qué gritan? Ya se parecen a mi hermana... —responde con una leve sonrisa y luego abre sus brazos para rodear a Cristina—. Hola, rubia molesta.

—Hola, rubio molesto —murmura ella entre lágrimas—. Llamaré a nuestros padres, se pondrán contentos.

—Soy fiel creyente de los finales felices —dice Ariadne mirando a Kenneth desde una esquina, él se separa de Cristina y le sonríe de la misma manera.

—Genial... Otro cuñado molesto. ¿Sabías que asesiné a uno de mis cuñados? Te estaré vigilando —digo burlón y todos ríen—. Bienvenido, Andersson, tenemos tanto que contarte.

Kenneth asiente.

—Ya creo que sí. 

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