27. Si estás tú
Giselle
No dejo de dar vueltas en el recibidor y creo que estoy desesperando a todos.
Jessica, Joshua, Cristina e incluso Sebastián, están sentados en la gran escalera que lleva a los pisos de arriba del castillo de la Muerte.
—¿Por qué demoran tanto? ¡Deberían haber vuelto hace mucho! —exclamo mientras camino a la enorme puerta principal y tiro de ella para abrirla.
—La paciencia es una virtud, mi querida.
Giro para ver a el padre de los mellizos con brazos cruzados a un costado de las escaleras, todos lo voltean a ver algo confundidos, es obvio que se está mostrando al ojo humano ya que hasta mi hermano puede ver al hombre en saco y corbata que está allí.
Desde que llegamos no lo había visto, incluso toqué las puertas de su oficina en cuanto llegué, pero jamás respondió y no soy tan incauta cómo para entrar allí sin permiso.
—Señor... Pensé que no estaba aquí.
—Yo estoy en todos lados —dice de manera obvia y luego comienza a caminar hasta la entrada parándose junto a mí—. No te preocupes, sabía que estaban aquí.
—Está bien —suspiro volviendo mi vista al frente.
Nada.
—Señor Muerte, yo tengo una pregunta —Cristina se pone de pie y ambos nos giramos a verla. Él asiente y ella suspira limpiándose las lágrimas—. A Kenneth... Mi hermano —baja la mirada derramando más lágrimas que no puede controlar y yo hago una mueca, jamás creí ver el día en que esta chica estuviera tan desmoronada—. ¿Ya se lo llevó a otro lugar?
La Muerte arquea una gruesa ceja en dirección a Cristina, de cierta manera luce como si la chica estuviera hablando un idioma que él no comprende, pero luego vuelve a ponerse de manera seria y niega.
—El joven Andersson no estaba en una lista el día de hoy —responde calmadamente y Cristina sube la mirada. Yo me paro junto a ella para mirar bien al señor Muerte—. Y no sé si te reconforta saberlo... pero tu hermano no está en planes futuros de morir, por lo menos no ahora.
¿Entonces por quién fue la Muerte?
Cristina abre los ojos y voltea a verme, para abrazarme.
Otra de las muchas cosas que jamás esperé era un día recibir un abrazo de Cristina Andersson, un abrazo sincero y afectuoso en el que ambas compartimos un pedacito de la felicidad que siente la rubia más déspota y egocéntrica que he conocido en mi vida, pero al final genuina y cálida como todo ser humano puede llegar a ser.
—Oigan, ¿por qué veo tres cuerpos flotando para acá?
Es lo que dice Joshua haciendo que Cristina y yo cortáramos nuestro abrazo y echemos un vistazo en dirección al sendero y no sólo son tres cuerpos flotando, junto a ellos viene Rachell caminando de manera rápida hasta el castillo.
—¡ES RACHELL! —grito casi sin evitarlo—. Está bien... —suspiro con alivio.
—¿Rachell? —grita Jessica poniéndose de pie y corriendo hasta mí.
—Y Kenneth... —susurra Cristina y comienza a correr fuera del castillo con Jessica tras ella.
El señor Muerte no está, no puedo verlo, no sé en qué momento desapareció.
Joshua sigue junto con Sebas sentado uno al lado del otro sin decir nada. Joshua lo está rodeando con su brazo por el hombro y lo mantiene abrazado a él.
Me giro para ver como todas las chicas vuelven a entrar a la estancia y también veo como Kenneth está flotando, o más bien sostenido por un campo de fuerza, al igual que Pamela y Verónica, pero Kenneth está cubierto totalmente de un líquido plateado escarchado y me sorprendo al reconocer al instante la familiaridad de aquello.
—¿Qué ha pasado? ¿Rachell, estás bien? ¿Dónde están Zaek y Ariadne? —cuestiono tocándola en el hombro.
—¿Rachell, que tiene mi hermano? —Cristina la voltea a ver y ella sube los hombros.
—Creo que está inconsciente, no estoy muy segura —le responde y luego voltea a verme—. Los mellizos me pidieron que lo trajera aquí, y luego se quedaron a hacer no sé qué...
—¡¿Podrían parar?! —Jessica está llorando al mirarnos enojada—. No es gracioso, ¿por qué hablan como si Rachell estuviera aquí? —se acerca hasta la burbuja que sostiene a Verónica y llora con más fuerza viendo el cuerpo—. ¿Acaso no saben que jugar de esa manera me duele mucho? Primero Rachell y ahora Verónica, ¿qué diablos está pasando?
Cristina, Rachell y yo volteamos a verla.
—Jessica.... —digo suspirando. Rachell pone su mano en mi brazo y negó levemente—. Lo sentimos —digo en lugar de lo que de verdad quería decir—. No fue nuestra intención.
—Cómo sea —responde Jessica resoplando para volver a sentarse en las escaleras un escalón más arriba que Joshua y Sebastián.
—Vengan —le digo ahora a Cristina y Rachell—, sé dónde podemos dejar los cuerpos.
Ambas asienten y comienzan a caminar detrás de mí por el pasillo que está a un lado de las escaleras. Puede que sólo haya estado en este castillo un par de días hace ya unos meses, pero sigo recordando todo como si hubiera sido ayer, camino hasta llegar a la puerta que abre la habitación que una vez fue mía.
Las sábanas y fundas de la cama están sin poner en una esquina y Cristina las toma para arreglarlas en su lugar.
Una vez listo, Rachell empuja suavemente el cuerpo de Kenneth que está flotando a unos escasos diez centímetros de la cama, luego mueve las manos y logra romper la bruja haciendo que caiga sobre el colchón.
Pamela y Verónica solo fueron acomodadas en el aire en una esquina de la habitación.
—¿Qué es esta cosa? —Cristina pasa su dedo índice por el cuello de su hermano y luego mira la sustancia gris escarchada que pintaba su debo.
—Creo que lo correcto sería esperar a que los mellizos regresen y podamos preguntarle qué fue lo que sucedió —dice Rachell y yo asiento mientras miro a Kenneth, su pecho sube y baja lentamente, pero eso no me hace estar tranquila.
—Sí... tienes razón —le responde Cristina y luego me toca el brazo—. Vamos, Giselle.
Al salir de la habitación cierro la puerta detrás de mí y volvemos a caminar hacia la estancia, los chicos siguen sentados en las escaleras con la mirada perdida y Cristina junto con Rachell se sentaron dos escalones más abajo de Joshua y Sebastián.
Todo queda en esperar, sé que él volverá. Lo prometió una vez y lo cumplió, pero Dios sabe que el miedo que tengo ahora no es normal. Tal vez es porque quiero que esté aquí ya mismo.
¿Por qué tarda tanto?
—Giselle —Joshua me llama y veo cómo Sebastián está dormido con la cabeza recostada en las rodillas de mi amigo—. Deberíamos acostarlo en una cama. ¿Hay de esas en este lugar? —hace una mueca mirando la estancia.
—Creo que la única que hay la tiene Kenneth, no es como si tuvieran tantas visitas en este castillo.
Digo recordando el hecho de que solo cinco Inconclusos vienen por año y se quedan en la misma habitación que tiene Kenneth ahora.
Vuelvo a mirar por la puerta y no hay señales de nadie así que me giro para comenzar a subir las escaleras.
—Trae a Sebas, supongo que no hay problema si lo dejamos en la habitación de Ariadne —murmuro—. Cristina, quédate con las chicas y me avisas si pasa algo —ella asiente y vuelve su vista a la puerta.
Una vez llego a la segunda planta camino a paso lento tratando de ubicar en mi memoria la habitación de Ariadne, creo que ahora hay más puertas de las que recuerdo, pero al final doy con la correcta al abrir la primera y ver cómo mi visión se empaña de los enormes estantes repletos de libros en las cuatro paredes menos la ventana.
—Diablos, este lugar debe ser muy aburrido, ¡mira cuantos libros! —exclama Joshua mientras recorre la mirada.
—Ven, puedes acostar a Sebas aquí —rodeo el sofá cama negro y tiro al suelo algunos libros que tenía encima, cómo el amado ejemplar de Romeo y Julieta de Ariadne. Palmeo la superficie del sofá y Joshua acuesta a mi hermano con cuidado allí.
Ambos nos quedamos viendo a Sebastián dormir en silencio.
—Recuerdo que muchas veces yo deseaba ser como el Hombre Araña o Superman, ya sabes... Ser un héroe, tener poderes y salvar al mundo —dice Joshua de repente y subo mi mirada viéndolo con ojos empañados en lágrimas no derramadas—. Qué fácil era pensar cómo un niño y no ver que el mundo es horrible y cosas malas le pasan a personas que no lo merecen...
—Joshua —murmuro y él baja la cabeza.
—Quiero tenerla conmigo, Giselle, necesito a mi Chloë, tengo que decirle lo mucho que la amo y abrazarla cómo jamás la he abrazado —se limpia las lágrimas y me mira—. Nunca me había puesto a pensar en lo corta y cambiante que es la vida y en lo mucho que no aprecio a las personas que tengo. No tienes idea de cuánto he pensado en mi madre y mi padre —hace una pausa y rueda los ojos con una media sonrisa—. Incluso en el estúpido de mi hermano mayor.
—Supongo que estar, literalmente, cerca de la Muerte te hace meditar en esas cosas —respondo suspirando. —En lo mucho que debes valorar lo que tienes...
—Créeme, ahora lo sé —susurra.
Yo miro detrás de su hombro y sonrío de forma estúpida porque puedo ver la luz al final del camino, puedo sentir que todo se alinea en un perfecto inicio.
—Joshua... Creo que deberías voltear.
Mis lágrimas caen y mi amigo se gira para ver a Chloë de pie bajo el umbral de la puerta junto con Zaek detrás de ella, no sé cuál de los dos se ve en peores condiciones, pero sus rostros expresan completa calma.
Joshua corre hasta Chloë y la abraza levantándola del suelo para acto seguido besarla.
Zaek camina hasta mí rápidamente rodeando el sofá y coloca sus manos en mis mejillas limpiando mis lágrimas.
—¿Acaso llorabas por mí? —pregunta de manera burlona depositando un beso en mi nariz.
—¿Qué? Por supuesto que no —murmuro rodando los ojos y su sonrisa se ensancha.
Su hermosa sonrisa.
—Eres una mala actriz, amor —coloca sus manos en mis caderas y me atrae hasta él. Yo paso mis manos por su cuello y me pongo de puntillas para besarlo.
—¿Qué me dices de esa cita? —dice cuando me separo por falta de aire y él sonríe burlón ya que eso no es un problema que le afecte a él, así que comienza a depositar besos por todo mi rostro mientras suelto a reír por el afecto—. ¿Pensaste en algún lugar?
—Supongo que, si estás tú, cualquier lugar está bien —respondo abrazándolo.
—Que cursi me saliste, Giselle Mattwes.
—Es lo que causas en mí, Zaek Muerte.
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