20. Estrategia
Zaek
—Voy a ir... Tengo que ir y no me importa lo que digas, Zaek.
—¿Por qué no me sorprendo? —digo negando.
—Yo también voy a ir, ¡tienen a mis hermanas! —exclama Rachell caminando hasta nosotros.
—Yo estoy dispuesto a ir si me dejan —habla Kenneth.
—¡Un momento! Esperen, recapitulemos la situación —dice Cristina alzando su dedo índice—. Ya es viernes, tanto aquí en Grecia cómo en casa, mi fiesta de cumpleaños será esta noche y yo estoy aquí, descubriendo que mi abuela no estaba tan loca después de todo, que Jehiel es un... ¿demonio? ¿Qué Giselle es la novia de la Muerte? —me señala y yo frunzo el ceño—. Bueno, del hijo. ¿Qué la hermana loca que tienen secuestró a otros y ahora todos se están lanzando de cabeza a una misión que puede no tener retorno?
—Básicamente —responde Kenneth.
—¡No es justo! —Cristina chilla—. ¡Así no deben salir las cosas cuando llegas a conocer a tus nuevos vecinos!
—Heredaste el don de ver el mundo sobrenatural —le dice su hermano—. Las cosas jamás serán normales y lo sabes. Aunque todos estos años te negaste a creer lo que la abuela nos decía y mantenías tus barreras siempre arriba, sabes que ahora el peligro es real y quedamos envueltos de alguna forma.
—Wow —digo asintiendo.
—¡Bien! —dice Cristina entre dientes—. Pero si moriremos en cuarenta y ocho horas lo mínimo que haré será disfrutar mi fiesta de cumpleaños esta noche.
—Nadie va a morir —responde Ariadne con una sonrisa, luego me mira—. ¿Verdad, Zaek?
—Bueno... —alargo la palabra y subo mis hombros.
—¡Zaek! —grita Giselle golpeando mi hombro
—No es que esté diciendo que alguno va a morir, pero tampoco hay que descartar esa opción —digo seriamente.
—Y estás muy tranquilo ya que tú y tu hermana melliza son los hijos de la Muerte, así que nada les va a pasar —dice Cristina, enojada—. El novio de tu hermana es un demonio lo que significa que tampoco nada le va a pasar y Rachell ya está muerta, así que ¿qué tienen que perder? ¡Nada! ¿Pero qué hay de mi hermano, Joshua y yo? ¿Qué hay de ti, Giselle? —pregunta mirándola.
—Daría mi vida por mi hermano y mi mejor amiga, no pienso quedarme aquí de brazos cruzados sabiendo que están en peligro ahora.
—Están dementes, todos. —Cristina se cruza de brazos—. ¡Quiero ir a casa!
—¿Alguna vez piensas en alguien que no seas tú?
—Sí, pero prefiero no hacerlo.
—Cristina, gente real está en peligro y todos nosotros también, deja de actuar de esta manera —Kenneth la regaña, pero ella parece muy enfocada en no dar su brazo a torcer.
—Lo que debemos hacer ahora es enseñarle a Rachell cómo usar sus nuevos poderes. También entrenar, si vamos a hacer esto tenemos que ir al menos con una carta bajo la manga —digo llamando la atención—. No creo que se esperen a que ya sepa por lo menos crear campos de fuerza.
—Esperen, ¿era verdad eso de que tengo poderes? —dice casi sin creerlo.
—Así es —le responde Giselle con una media sonrisa—. Si quieres me ofrezco a ayudarte con eso.
—Supongo que estaría bien —sube los hombros poco convencida—. Haré lo que sea necesario para salvar a mis hermanas.
—Qué manera de pasar un viernes por la mañana —balbucea Joshua y Pamela ríe.
—Necesitamos un espacio abierto para entrenar, preferiblemente privado —dice Jehiel retomando el tema.
—El salón de yoga de Cristina es perfecto —comenta Kenneth.
—NO —grita ella negando—. Kenneth...
—Supéralo, princesa, papi puede comprarte otro luego de que lo usemos —dice Giselle, ambas empiezan una guerra de miradas hasta que me paro en medio de ambas para evitar golpes innecesarios.
—¿Dónde está ese salón? —le pregunto a Kenneth.
—En nuestro edificio, en el tercer piso, es tan grande como tres condominios juntos.
—Es porque son tres condominios juntos, demolidos y transformados solo para mí —dice su hermana rodando los ojos.
—Ya basta, estás irritándome más de lo usual, Cristina —le dice señalándola. Su hermana sonríe y le da una palmada en el hombro.
—Entonces hago bien mi trabajo de hermana menor —responde.
—Bien —digo tomando a Giselle de la mano—. Escuchen todos, debemos irnos, algo está por pasar y será mejor estar preparados —volteo a ver a Pamela quien aún sigue sentada en la cama—. ¿Algo más que debamos saber?
—Supongo que no, pero si van a una guerra deberían llevar a Cristina —señala a su nieta.
—¿Qué? ¿Para que la maten en un segundo? —dice Jehiel de forma arrogante—. De verdad que tu abuela no te quiere —se dirige a Cristina y esta rueda los ojos.
—Al contrario, mi nieta ha practicado boxeo desde muy pequeña, es muy buena —abro los ojos ya que no imaginaba a esta chica peleando a puño limpio con alguien más, digamos que su apariencia de niña rica no le da ese aire.
—Gracias, abuela. —Cristina sonríe falsamente—. La única vez que dices algo bueno de mí y lo haces para arrojarme de cabeza con este par de locos a una guerra en la que no quiero estar.
—Oh —mueve la mano de forma desdeñosa—, dramática, eres igual a tu madre.
—Hora de irnos —Kenneth da un ligero aplauso y luego abraza a su abuela—. Te quiero, espero verte pronto, abuela.
—Mucha suerte, cariño.
—Adiós abuela, también te quiero. —Cristina le da un corto abrazo y Pamela acuna el rostro de su nieta para decirle algo que nadie pudo oír y luego de que la rubia asintiera ante lo dicho por su abuela nos fuimos de allí.
❁❁❁
—Esto es una terrible idea —dice Jehiel cuando estamos esperando a que los chicos lleguen al salón de yoga de Cristina, solo estamos los dos ya que todos están cambiándose de ropa para el entrenamiento—. En sí ya es bastante riesgoso para nosotros ir, imagínate para ellos que son simples mortales.
—Intenta meterle eso en la cabeza a Giselle y dime como te va.
—Ella es tan terca como tú —niega con una sonrisa burlesca.
—Con todo el caos que está ocurriendo ni siquiera he tenido tiempo para estar con ella.
—Sé cómo te sientes —Jehiel pone una mano en mi hombro—, pero créeme, al final las cosas siempre vuelven a su punto de inicio y no todo termina tan fatal.
—Espero no te equivoques.
—¿Cuándo lo hago?
Golpeo levemente su hombro y ambos reímos. Tomo las barras de entrenamiento que están en una esquina del salón, le lanzo dos a Jehiel y las atrapa en el aire, yo tomo otras dos y soy el primero en atacar.
Intento golpearlo en la cabeza, pero interpone la barra haciéndome retroceder dos pasos, en un movimiento rápido él golpea mi pierna derecha cosa que aprovecho para derribarlo a él también, nos ponemos rápidamente de pie y golpeamos sin parar y sin recibir golpes ya que ninguno de los dos se deja intimidar o derribar fácil.
—Había olvidado lo que se siente entrenar contigo —dice cuando arroja las barras al suelo.
—¿O sea que extrañas el sentimiento de derrota? —arqueo una ceja y él rueda los ojos.
—Ya quisiera, joven Muerte.
Yo arrojo las barras que también tenía y a la misma vez alzamos los puños a la altura de nuestro rostro.
—¿Entonces qué? —sonrío y como siempre lanzo el primer golpe. Golpeo y el esquiva, él golpea y yo esquivo—. ¡Vamos, Jehiel, quiero algo de adrenalina!
—Tú lo pediste —sonríe y con su fuerza de demonio me lanza un golpe que me deja tirado contra una esquina del cuarto, la pared se cuartea ante el impacto, meneo la cabeza tratando de concentrarme nuevamente.
—¡Sí! ¡De eso estoy hablando! —grito poniéndome de pie y corro hasta él. Le lanzo una bola magnética que lo hace balancearse, pero no cae.
Lanzo otra, pero la esquiva rápidamente, Jehiel corre a velocidad sobrenatural por todo el salón intentando marearme, cuando está a poca distancia de mí estiro mi puño golpeándolo en el rostro haciendo que caiga de bruces contra el suelo.
—¿Táctica del mareo? ¿Por quién me tomas? Eso es para novatos —digo mirándolo desde mi altura y estiro mi mano para ayudarlo a levantarse, la toma y sonríe.
—Lo sé, pero debía intentarlo.
—Intenta otra cosa —digo seriamente y él se pone en posición de pelea otra vez al igual que yo, pero bajamos al guardia al oír varias voces del otro lado de la puerta principal del salón.
Son las chicas, están gritoneándose entre sí y luego se oye a Joshua gritándoles que se callen la boca, cosa que solo logra que ellas le griten a él.
Kenneth abre la puerta con el rostro serio, es más bien una expresión de querer matar a todos.
—Son las cuatro de la madrugada y no dejan de gritar —me dice cuando llega a mí.
—Jehiel... —digo mirando a mi amigo él asiente.
Lanza un silbido tan estruendoso que todos se cubren las orejas y se agachan un poco desconcertados.
—¿Cuál es el problema? —pregunta Jehiel.
—Eso ya no importa —responde mi hermana mirando a Cristina y a Giselle simultáneamente, ellas ruedan los ojos como si estuvieran sincronizadas y frunzo el ceño.
—Las cosas que debo soportar por tu culpa, Kenneth —gruñe Cristina, pero él no le dice nada.
—¡Ya dejen de pelear! Luego habrá momento para eso —grito en medio del salón para que ya dejen sus guerras de miradas que no conducen a ningún lado.
—Si es que vivimos para contarlo —murmura Cristina.
—Y se pone cada vez peor —dice Joshua caminando hasta mí.
—No tienes idea —sonrío—. Ariadne tú vas con Cristina —digo señalándolas—. Jehiel tú vienes conmigo, estaremos con Kenneth y Joshua.
—Entendido capitán —mi amigo asiente de forma burlona y luego toma las barras de entrenamiento una vez más.
—Giselle —la llamo—. Rachell es toda tuya.
—No digas más —sonríe y luego se aleja a otra esquina.
Pasamos alrededor de tres horas sin parar entrenando, Rachell ha avanzado más de lo que yo hubiera imaginado, supongo que todo va en quién te enseña y al parecer Giselle es muy buena maestra o tal vez sea Rachell que quiere salvar a sus hermanas y se esfuerza en hacer lo mejor que puede.
Justo ahora estoy en una batalla a puño con Cristina, sí, Cristina. No sé cómo llegamos al punto de que todos quedamos entrenando con quien no empezamos.
Me da un golpe al pecho y otro en la cadera, no me da tiempo de reaccionar cuando ya está golpeándome otra vez en el rostro y me deja caer al suelo, sonrío de lado poniéndome de pie y elevo mis puños, golpeo su hombro en un intento fallido de dar a su rostro, debo admitir que es muy rápida.
—Mi abuela debe pelear mejor que tú —dice mientras giramos en círculos esperando a que alguno lance otro golpe.
—Tal vez —respondo—, no hay que subestimar a tu abuela —muevo mi puño para atacarla, pero interpone su brazo evitando que la toque.
—Y tampoco debes subestimar a una rubia que usa Gucci y boxea —estira su pie dándome un golpe en las costillas y yo frunzo el ceño.
—Jamás te he subestimado, Cristina —lanzo un golpe y ella cae al suelo—. Interesante el piso ¿no? —sonrío de manera burlona.
—¿Por qué no hacemos un trato? —dice respirando con dificultad aun sin levantarse del suelo.
—¿Qué clase de trato? —estiro mi mano para ayudarla a levantarse, pero no la toma.
—Si te hago caer en los siguientes cinco minutos, dejaremos de entrenar por hoy y todos en esta sala irán a mi fiesta esta noche, porque no pienso cancelarla.
—¿Y si no logras hacerme caer? —me cruzo de brazos y ella se pone de pie.
—Pelearé con ustedes, los ayudaré.
Aunque me cueste admitir que Cristina es demasiado buena luchando, sin duda sabe defenderse y pelear muy bien, puede darme batalla cómo Jehiel o Ariadne, mencionando el hecho de que sólo es una simple mortal.
—Trato —asiento y ella sonríe.
Ella lanza el primer golpe, yo la esquivo. La golpeo en la cadera y ella ríe, lanza otro golpe y nuevamente la esquivo.
—No me dejaré vencer tan fácil, Andersson.
—Lo harás.
—¿Por qué estás tan segura?
—Porque Rachell le está dando una paliza a Giselle y...
—¿Qué? —bajo la guardia y volteo a ver hacia atrás. Cuando reacciono ya estoy en el suelo derribado.
—¡Eso fue trampa! —gruño.
Cristina estira su mano y yo la tomo de mala gana para ponerme de pie.
—No, querido, eso se llama estrategia. Conocer las debilidades de tu enemigo te da ventaja y no hay que ser muy listo para saber que Giselle es tu debilidad justo ahora.
—Y por eso nunca debes hacer tratos con el diablo —bromea Kenneth ya que estaba presenciando todo.
—¿Y dónde estaba ese consejo hace cinco minutos? —niego y Cristina ríe—. ¡Chicos terminamos por hoy! —grito para que todos me escuchen.
—¿Algo más que agregar? —canturrea Cristina en mi oído y luego se para junto a su hermano que le pasa una botella de agua.
—En otras noticias... Iremos a la fiesta de Cristina esta noche.
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