11. Ha comenzado
Zaek
—Fue muy conveniente que justo cuando no podía venir contigo a la universidad los autos en la casa de mi papá fueron perfumados por zorrillos.
—¿Acaso estás acusándome de algo? —me hago el ofendido mientras caminamos por los pasillos de la universidad.
—Solo digo que fue una coincidencia muy oportuna —sonríe y yo la imito.
—Bastante.
—Bueno... Te veo a la salida, mi facultad está del otro lado —señala a la izquierda y yo asiento mientras la veo girarse y desaparecer entre la marea de estudiantes.
Camino hasta mi facultad y veo el horario para saber a qué salón debo entrar, pero en mi distracción choco con alguien.
—Deberías fijarte por dónde vas, Ezequiel.
—Lo siento, Cristina, estaba algo distraído —guardo el papel dentro de mi chaqueta y ella asiente—. ¿Cómo estás?
—Estoy excelente —dice de forma presuntuosa—. Es la segunda vez que te veo cerca de Giselle Mattwes, no sabía que eran amigos —mira sobre su hombro y luego acomoda su cabello volviendo su vista a mí—. De hecho, cuando la vi a ella y a sus únicos dos amigos aquel día en el edificio me sorprendí bastante.
—Por ahí dicen que la vida está llena de sorpresas, Cristina.
—Sí, eso ya quedó bastante claro —se cruza de brazos y veo que sus uñas están pintadas de un rojo fuerte.
—Ya debo entrar a clases y creo que deberías hacer lo mismo —pongo una mano en su hombro. Ella sonríe de manera falsa y yo me alejo rápidamente de allí.
❁❁❁
Mis clases pasan igual que las anteriores: copiar, escuchar y seguir copiando.
Una hora antes de la última clase del día la misma atmósfera que sentí ayer al llegar a casa inunda todo el pasillo de mi facultad. Es como si de repente la alegría que tenían los estudiantes se fuera por completo y el ambiente pasó a ser sombrío y muy apagado.
Mi celular vibra en el bolsillo y lo saco rápidamente.
—Ariadne, está pasando otra vez —aprieto el aparato y veo hacia todos lados—. Es el mismo bajón de energía sobrenatural que sentí ayer.
—Lo sé, están cerca y lo peor es que no sé quién o quiénes.
—¿Dónde está Jehiel? —pregunto.
—No contesta el celular.
—Ve por Giselle, está desprotegida y si Tess anda por aquí las cosas no terminarán bien.
—De acuerdo, busca a Jehiel y nos reuniremos en la sala de estudios de la biblioteca.
—Listo —cierro la llamada y volteo a ver a mi izquierda.
A menos de dos metros de mí está Kenneth Andersson mirándome fijamente, pero cuando se da cuenta de que lo estoy viendo tranquilamente se gira sobre su eje y camina en dirección a la facultad de contabilidad.
Lo ignoro y vuelvo a mirar en todas las direcciones en busca de algo inusual.
Gritos son los que escucho a continuación y un grupo de estudiantes corre en mi dirección para intentar huir de lo que sea que esté al final del pasillo. Mis sentidos se activan y los esquivo para ir al lado de donde ellos quieren salir.
Mientras más me acerco, más fuerte es el olor a putrefacción y carbón.
Tiene que estar de broma.
—Wow —dice Jehiel parándose al lado mío viendo el panorama—. Parece que la hermana loca viene con todo.
—Y está lejos de terminar —susurro mirando por mis hombros y veo algunos estudiantes que corren horrorizados evitando mirar la masacre que hay en el pasillo.
—Pero, ¿qué diablos...? —dice Giselle llevándose las manos a la boca. Ariadne está junto a ella y me mira de forma seria.
Son partes de animales muertos, quemados y amontonados, rodeados de leñas y un líquido negro los rodea. Sé inmediatamente lo que es: alquitrán del río que está en el castillo.
—¡Jóvenes! Despejen el pasillo —gritó un profesor seguido de otros cuatro más que comienzan a sacar a los estudiantes que pasan por ahí con curiosidad—. No es broma, salgan de aquí, vayan a casa —mueve sus manos para que nos movamos y eso hacemos—. Las clases se suspenden el día de hoy, por favor todos fuera.
—¿Estás bien? —le pregunto a Giselle una vez que estamos en el estacionamiento. Me percato de inmediato como algunas patrullas de policías llegan y se estacionan a las afueras del lugar.
—Eso creo —se abraza a sí misma—, porque todos los días ves cuerpos desmembrados de animales quemados... —ironiza y yo volteo a ver en dirección al recinto.
Debo volver.
—Estaba en clase de mercadotecnia y escuché gritos, luego nos sacaron a todos y... —Joshua llega hasta nosotros y todos lo volteamos a ver—. ¿Alguno puede decirme qué pasó?
—Una broma de mal gusto a la universidad —le responde Ariadne mintiendo.
—¿Qué clase de broma? —pregunta, intrigado.
—Unos imbéciles burlaron la seguridad e introdujeron partes desmembradas de animales en uno de los pasillos conectores a mi facultad —Giselle rueda los ojos.
—¿Qué? —Joshua abre sus ojos, sorprendido.
—Sí... Ya sabes, cabezas de conejos, patas de perros, aves partidas a la mitad —Jehiel enumera con sus dedos y Ariadne le da un codazo—. No entraré en detalles, imagina lo demás.
Rápidamente se sumergen entre ellos hablando del tema mientras yo solo volteo una vez más para mirar por las puertas de la universidad. Cristina y las que supongo son un par de amigas suyas vienen saliendo, haciendo muecas de asco exageradas y detrás de ellas Kenneth con un rostro glacial, él y su hermana son muy parecidos físicamente, pero en personalidades nada parece ser igual. También van saliendo un par de estudiantes más y nada luce fuera de lo normal así que veo por las ventanas y entonces nuestras miradas se conectan.
Es Tessabeth en un salón del segundo piso, moviendo descaradamente su mano como reina en desfile para saludarme.
—Joshua —lo llamo—. ¿Podrías llevar a Giselle y Ariadne a nuestra casa?
—Claro, no hay problema.
—Ezequiel... —murmura Ariadne entre dientes. Puedo ver en su mirada la confusión.
—Debo buscar un libro que dejé en una clase y lo necesito —jalo del brazo a Jehiel y él frunce el ceño sin entender—. A él también lo necesito.
—Pero podemos esperar a que vayas por el libro y nos vamos todos juntos —me dice Giselle igual de confundida.
—Lo que pasa es que luego iremos a... —busco una excusa. Miro a Jehiel y alza las manos de forma tranquila.
—Iremos por comida —sonríe—. Solo vayan, los alcanzamos en unos minutos.
—Sí, tranquilos —sonrío de lado, aunque puedo apostar a que salió como una mueca de desagrado ya que Ariadne entrecierra los ojos en mi dirección.
—我刚才在这里看到我们的妹妹 (Acabo de ver a nuestra hermana aquí) —le digo rápidamente y ella asiente.
—杀死她 , 如果可能的话 (Mátala, si es posible) —responde y yo niego con una sonrisa sarcástica.
—Estás llena de tanto amor —dice Jehiel dándole un beso en la frente—. Por eso te amo.
—¿Hablan japonés? —Giselle abre los ojos con sorpresa.
Hablo todos los idiomas y dialectos del mundo.
—Nah, es chino y casi nada —muevo mi mano restándole importancia.
—¡Nos vemos en casa! —Ariadne toma a Giselle por la mochila y comienza a caminar lejos del estacionamiento con Joshua guiándolas hasta su auto.
—¿En serio viste a esa bruja aquí?
—Jehiel, estoy seguro. Ven, corre.
Entramos estrellando las puertas de la entrada y corrimos escaleras arriba, quedan solo pocos estudiantes por los pasillos y lo que hacen es apurarse para salir de aquí cuanto antes.
—Creo que es aquí —señalo una puerta y la abro. Está vacío el salón—. ¡Demonios!
—¡Solo sigue buscando! —grita mi amigo que imitó mi acción de abrir puertas al azar.
—Juro que cuando la encuentre... —mascullo entre dientes, abriendo otra puerta.
—Ya lo hiciste, hermanito. ¿Qué harás? La intriga está matándome —dice.
Se encuentra sentada sobre el escritorio del salón. Yo cierro la puerta tras de mí y arrojo mi maleta al suelo.
Su usual tono de cabello rosa se encuentra un poco más claro al de la última vez que la vi. Posee más tatuajes coloridos en sus brazos y un vestido blanco a los muslos lleno de flores rosadas combinando con unos tenis rosa pálidos. Quien pudiera verla no creería que detrás de una imagen así hay alguien tan despiadada.
—¡Estás demente, Tessabeth! —la señalo—. Una cosa es llenar mi departamento con plumas quemadas, pero otra muy diferente es tirar animales muertos en este lugar. ¿Qué está mal contigo? Maldita sea —me llevo las manos a mi rostro restregándome la cara. Ella solo sonríe al verme así.
—Te ves frustrado, Zaek. ¿Acaso la universidad te está volviendo loco?
—La única cosa que me está volviendo loco son tus malditos juegos de mierda.
—Auch —se lleva una mano al pecho fingiendo dolerle mis palabras—. No sé qué me sorprende más, que ahora tengas que hacer estas cosas de humanos o que ya no me quieras como antes... ¿Qué pasó, hermano?
—Voy a matarte, Tessabeth.
—Sí, claro y los cerdos vuelan —rueda los ojos y se baja de la mesa para caminar hasta mí—. Sabes lo que quiero y sabes que no tendré compasión luego de lo que me hizo.
—Tú la atacaste primero, ella se defendió.
—¡Es una Inconclusa! ¡Su vida no es importante!
—Corrección, era una Inconclusa. Giselle está viva, Tessabeth.
—Y tú estás muerto, ¿o es que acaso olvidaste que eres un espíritu de Muerte? —sonríe de lado y yo aprieto mis puños—. Además... eso de que esté viva por arte de magia me parece algo sospechoso —pone su dedo índice en su barbilla y finge pensar—. Es como si de repente la hayas distanciado del Reino de la Muerte solo para tenerla lejos de mí.
—¿Y cuánto tiempo le llevó a tus neuronas pensar en eso?
—El suficiente para entender que doblegas tu convicción ante una débil humana sin gracia alguna.
—¿Y tú con qué derecho intentas a hablarme de convicción a mí? —doy un paso al frente, pero ella no se inmuta ante aquello—. Aquí de los dos eres la menos indicada para hablar de infalibilidad.
Jehiel abre la puerta del salón y entra. Tessabeth rueda los ojos ante su presencia.
—Espero y sepas que tus vacaciones están por acabar. Lucifer está tan furioso por la traición que nos estás haciendo que la palabra compasión no está escrita en el calvario que te harán pasar, Jehiel —le dice Tess.
Mi amigo se sienta en el brazo de una silla y con una sonrisa de autosuficiencia le responde—: Dile que me bese el trasero, él y todos sus demonios de cuarta.
—¡Qué agallas! Espero que las tengas cuando vengan por ti.
—Peores cosas he pasado en muchos siglos como para que vengas tú con un catálogo de animales muertos a intimidarme. Si quieres te puedo ofrecer unas lecciones de cómo asustar de verdad, estas porquerías de mensajes que dejas solo demuestran lo ya claro... —se cruza de brazos y sonríe de forma más amplia—. Eres una novata y no importa que tanto te llenen la cabeza allá en el infierno, solo eres una ficha más del tablero que botarán cuando deje de servir.
Tess frunce el ceño y yo aprieto mis labios para no reír.
—Vas a tragarte tus palabras —lo señala.
—Amanecerá y veremos —sube los hombros.
—Vas a alejarte de Giselle, la dejarás en paz y a nosotros también —digo acercándome un poco más a ella—. Sabes muy bien que no quiero tomar medidas contra ti, pero no me importará que seas mi hermana cuando te haga polvo.
—O que seas mi loca cuñada cuando te descuartice, así como le hiciste a esos animales, loca maniaca —Jehiel la señala y ella ríe.
—Solo un idiota hace amenazas que no cumplirá —nos dice a los dos.
—Entonces deja de amenazar —le respondo.
—¿En serio crees que estoy de broma? Giselle es solo una piedra en mi camino que quiero eliminar cuanto antes. La cuestión aquí, son tú y Ariadne.
—¿Qué?
—Lo que oyes —asiente—. Hijos mellizos del Ángel de la Muerte encargados de los Inconclusos... Los Inconclusos que usaremos para fortalecer la batalla del final de los días, esos que solo ustedes dos pueden saber cuándo y dónde mueren. Sí, Giselle es parte de mi cacería, pero ustedes dos son el premio gordo.
Frunzo el ceño.
—¿En serio crees que Ariadne y yo les diremos cuando un Inconcluso muera?
—Pues si quieres a tu Giselle viva y alegre, creo que lo harás, porque sabes muy bien que no la puedes vigilar las veinticuatro horas del día —sonríe con malicia—. Solo da un paso en falso, hermano, porque así se hunde y tú caerás con ella.
—No metas a Giselle en esto.
—¡Qué se muera Giselle! El infierno la espera con las puertas abiertas —sube los brazos.
—Enferma es lo que estás —escupe Jehiel con rabia—. Tanto azufre te ha oxidado el cerebro de maní que tienes.
—Necesitas más que unos insultos mundanos para ablandar sentimientos que no poseo, así que tú mejor cállate, desleal.
—No te tengo miedo, Tess. Logramos vencer tu débil ejército una vez y una segunda será igual —digo ahora tomando el hilo de la conversación—. Realiza todo el circo que quieras para acabarme a mí o Ariadne, pero ni creas que nos vas a intimidar y ni se te pase por la cabeza creer que no lucharemos para proteger a los que nos importan —la señalo—. Y reduciendo la lista ya que tú estás fuera de ella ahora.
Me giro sobre mis talones y recojo la mochila del suelo, Jehiel se levanta de la silla y cuando giramos para salir ella dice—: ¡Tengo respaldo. hermano! Poseo el infierno si solo chasqueo los dedos!
Volteo para verla.
—Veras... Querida hermana mayor, te lo diré breve y rápido —ladeo la cabeza—. Estás jugando con fuego y el problema con eso es que tarde o temprano terminas convirtiéndote en la leña —le guiño el ojo al verla roja de la furia y sin nada que decirme, así que salgo del salón con Jehiel estrellándole la puerta.
—¡ESTO HA COMENZADO! —grita desde adentro, haciendo que el pasillo comience a temblar y las paredes se rajen con miles de grietas.
—¡QUIERO VER ESO! —le grito de regreso y salgo de aquel lugar.
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