10. No hay excusas

Zaek

—No puedo, Ezequiel.

—Será divertido. ¿No crees?

—Por millonésima vez, joven Watson, no puedo, lo siento.

Hago mi mayor imitación de tristeza y un puchero bastante gracioso debo admitir. Giselle se acerca a la pantalla del celular y entrecierra los ojos.

—¡Ay, por Dios! —exclama a punto de reír—. No uses esa carta conmigo, no funciona, amigo mío. No con esta chica.

—Por favor —repito una vez más.

—Ezequiel, no puedo, mi papá es muy... ¿Cómo lo digo? —revuelve su cabello y veo como muerde su labio inferior en un gesto de duda—. Es muy sobreprotector ahora, y no permitirá que un extraño le quite su trabajo de llevarme a la universidad por las mañanas.

—No eres una bebé.

—No entiendes, no puedo solo irme contigo y ya.

—¡Claro que puedes! Es muy sencillo, solo te paso a buscar, te subes a mi auto, llegamos a la universidad y a la salida te dejo en tu casa, ¿Ves? Es bastante simple de hecho.

—Ezequiel, no-

—¡Mujer! ¡Ya dile que sí! —grita Jehiel desde la habitación de al lado—. ¡El pobre lleva rogándote como media hora, siento pena ajena! —abro mis ojos y luego miro hacia la pared que da al cuarto con Jehiel.

Ya veo que no hay nada de privacidad cuando los cuartos están tan pegados.

—¿Ese fue Jehiel? —Giselle ríe y yo asiento a la pantalla de mi celular—. Creí que ya estaría dormido son casi las una de la mañana.

Dormir, si claro...

—Entonces —retomo el hilo de la conversación—. ¿Paso por ti?

—Si algo, cualquiera cosa, pasa en unas horas e impide que mi papá me lleve... —dice entre dientes—. Te llamaré y podrás venirme a buscar. Aunque sé que no sucederá. Así que iré hablando con mi papá esta semana para ver si ya puedo irme por mi cuenta en las mañanas —suspira y yo sonrío.

Eso ya es un avance.

—Perfecto —digo y luego veo como la puerta de mi habitación es abierta por Ariadne quien camina de puntillas hasta sentarse en la silla de mi escritorio en silencio.

—Bien, creo que te voy dejando —abre la boca y un gran bostezo se ve en la pantalla, reprimo mis ganas de reír y ella se talla los ojos—. Hay que estar en la universidad en menos de siete horas y seguimos aquí hablando.

—Descansa, Giselle.

—Tú igual, Ezequiel —responde y cierra la video llamada. Yo bajo el celular y lo arrojo a una esquina de la cama poniendo mi atención en Ariadne que viste un pijama negro.

—Nos adaptamos fácil a esto del entorno humano, ¿eh?

—¿Lo dices porque ya sé usar un celular? Ni que fuera un ser prehistórico, Ariadne —ella ríe—. De hecho, estoy algo confundido.

—¿Por qué?

—Estás cosas se me dan más fáciles de lo que creí, digo, andar por las calles, usar todos estos aparatos, estudiar... —agarro el libro de música que compré hace unas horas—. Solo leí esto una vez y me siento listo para la prueba diagnóstica de mañana.

—De en unas horas querrás decir —corrige y yo asiento—. Con todo esto de la invasión de plumas y el que te fueras con Jehiel no me dio tiempo para preguntarte como te fue en tu primer día.

—Pues siendo sincero jamás creí que para "aprender" música estaría en una universidad, no mentiré, cada que los profesores hablaban sentía que me estrellaban libros en la cabeza, pero no es tan grave, fui pupilo de grandes maestros de la música clásica y esto no es nada a comparación de ellos.

Ariadne asiente y toma uno de mis lápices mientras lo mueve de un lado a otro.

—¿Qué ocurre? —pregunto.

—¿Qué crees que esté pasando por la cabeza de Tessabeth? Digo, sé que está loca y eso, pero no saber cuál será su próximo movimiento me da algo de-

—¿Miedo? —bromeo y ella rueda los ojos.

—Enojo.

—No gastes tu tiempo en preocuparte por lo que hará Tess, lo quieras admitir o no, estamos un paso adelante —me pongo de pie y tomo la chaqueta que está en el respaldar de la cama—. Y ahora vamos a estar a dos pasos más.

—¿Qué? —Ariadne se pone de pie y deja el lápiz en el escritorio.

—Vístete y trae a Jehiel, nos vemos en el portal en cinco minutos.

—¿Qué diablos harás, Zaek?

—¿Haré? haremos —recalco saliendo de la habitación.

Tomo las llaves de la casa y salgo. Cuando espero a que el ascensor se abra veo a un Kenneth Anderson algo confundido al verme allí parado, pero luego su rostro cambia a uno normal sin darme mucha importancia. Yo me hago a un lado para que siga su camino y entro al ascensor. Ninguno dice nada y eso está bien.

Al cerrarse las puertas me percato de que el ascensor no tiene cámaras de seguridad, así que me vuelvo invisible al ojo humano y al espiritual. No quisiera que ningún demonio que ande rondando por ahí molestando a las personas que aún siguen despiertas o en la calle me vea.

Que bien se siente ser yo nuevamente.

Las puertas se abren y camino por la recepción con tranquilidad. Atravieso las puertas y cruzo la calle hasta llegar a la otra acera donde está el portal ubicado.

Veo algunos autos pasar por la ahora algo vacía calle y espero a los chicos, que llegan tres minutos después de mí.

Ariadne está vestida totalmente de negro y con una sonrisa radiante. Al parecer pensaron lo mismo que yo, ya que cuando cruzaban la calle un auto los atravesó cual humo.

—¡No puedes matar a la hija de la Muerte, cariño! —grita mi hermana al auto que ya va bien lejos.

Una vez frente a mí Jehiel es el que me mira esperando a que hable y asiento.

—¿Alguna vez han robado un animal del zoológico? —Ariadne mira a Jehiel y este sube la mano con pesadez—. Oh vamos, le quitas la emoción a la operación.

—¿Robaremos un animal del zoológico?

—Es lo que acabo de decir, hermana.

—¿Y luego qué? ¿Lo conservamos? Porque si es así quiero una jirafa. —Jehiel se cruza los brazos con el rostro bastante serio y yo niego abriendo la puerta.

Al cruzarla estamos en un zoológico en México. Ya que el animal que quiero específicamente lo puedo encontrar aquí.

—¿Se puede saber porque robaremos un animal en México? —Ariadne mira hacia todos lados mientras caminamos por las sendas del zoológico. En su mayoría los animales están dormidos.

—Porque si quiero llevar a Giselle todas las mañanas y también llevarla a su casa hay que hacerlo.

—No sé qué estás tramando, pero me agrada —Jehiel choca los puños conmigo y yo rio.

—Ahí, miren —señalo un letrero con la imagen del animal y Ariadne abre los ojos.

—¡Estás demente! No pienso tocar esa cosa.

—Besas a Jehiel, no es mucha la diferencia.

—Ay, pero que chistoso —Jehiel aplaude con fastidio—. Ja. Ja. —alzo los hombros y camino hasta el área cerrada donde están mis nuevos amigos y factores claves de la misión. Atravieso las rejas y mi amigo me sigue.

—¿Cómo cuántos de estos amiguitos necesitaremos para por lo menos darme la oportunidad de llevar a Giselle a la universidad por las mañanas en vez de su padre? —pregunto a Jehiel mientras vemos a los animalitos dormir.

—Con dos son suficientes como para llevarla mínimo dos semanas, si hacen bien su trabajo claro está —dice señalándolos.

—¡Están mal de la cabeza! —nos grita Ariadne desde afuera.

—¡Gracias! —le gritamos los dos a la misma vez y luego cada uno toma a un animal y salimos con ellos en las manos.

—¿Y ahora? —pregunta Jehiel acariciando el pelaje del animal que ni se inmutó en despertarse.

—Ahora viene lo divertido —digo volviendo a ir en dirección al portal.

—Necesito amigas mujeres, sus ideas de diversión no son nada lindas —se queja Ariadne señalando al animal en mis brazos—. Y tampoco limpias, ew.

Jehiel acerca el animal al rostro de Ariadne diciendo: "Vamos, dale un besito" "No te hará daño" "Mira su carita" y ella solo lo empuja gritándole que se aleje de ella.

Una vez cruzamos el portal quedamos a las afueras de la casa del padre de Giselle.

—¡Maldita sea, quita a ese animal de mi cara! —grita Ariadne y yo volteo a ver cómo aun Jehiel la sigue molestado.

—Ya oíste a mi hermana —lo señalo—. Aléjate de su cara y a esa cosa también —bromeo señalando ahora al animal y él ríe haciéndose a un lado.

—Demonios, hay tres autos, ¿cómo sabremos cuál es cuál? —pregunto una vez que estamos en la enorme cochera.

—Estoy casi segura de que es aquel —Ariadne señala una camioneta gris—. De ese la vi bajar.

—Supongo que este auto pequeño es de la otra hija —Jehiel se sienta en el capo de dicho auto—. Si yo fuera Giselle estaría enojada de que mi hermana menor tenga auto y yo no.

Ariadne atraviesa las puertas del auto y enciende las luces internas para confirmar si aquel auto pertenece al padre de Giselle. Revisa la guantera y asiente en afirmación cuando saca unos papeles y luego volviéndolos a guardar. Sale del auto y yo asiento.

—Yo digo que hay que infestar los tres autos para que así no haya excusa y solo tú la puedas llevar a la universidad —dice Jehiel parándose y yo asiento.

—Bien, pero primero el de su padre —digo entrando y abriendo las puertas del auto—. Ariadne, tu entra a la casa y métete en la cabeza de los tres y hazles creer que dejaron la cochera y los autos abiertos sin querer.

—Entendido —dice alejándose y atravesando las paredes de la casa.

—Bueno, amiguitos, hora del espectáculo, no me decepcionen.

❁❁❁

—¡Zorrillos! —exclama Giselle desde el otro lado del celular que se encuentra en altavoz sobre la isla de la cocina. Jehiel y Ariadne chocan las palmas y yo suelto una leve risa—. Dos zorrillos se colaron por la cochera de mi padre y dejaron los autos apestando como no tienes idea, bueno... eso es lo que él dice.

—¿Cómo pudo pasar algo así? —digo haciéndome el desentendido.

—Al parecer dejaron la cochera abierta y las puertas de los autos también. Dicen que no se dieron cuenta.

—Uy, que mal, no puedo imaginar cómo habrá quedado todo —hago un puchero que no puede ver y Ariadne rueda los ojos, pero sin quitar su sonrisa—. Bueno, justo ahora con los chicos ya estamos saliendo para la universidad... ¡Nos vemos, Giselle!

—¡No, no, no! —chilla para que no cuelgue y ahora si no puedo evitar reír—. ¿Sigue en pie lo de llevarme? —dice ahora con un tono más bajo.

—No lo sé, ¿ahora si quieres que te pase a buscar?

—No me hagas rogarte, Ezequiel.

—¿Por qué no? Tú me hiciste rogarte anoche.

—Creí que olvidarías ese pequeño detalle —suelta una risa nerviosa.

—Paso por ti en veinte minutos, Giselle, tranquila —digo sin más y cierro la llamada—. La misión fue un éxito, queridos compañeros del crimen —choco los puños con los dos—. Ahora no hay excusas para cuidar a mi chica sin problemas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top