02. Ahora o nunca
Zaek
Abandonar el Inframundo puede que no sea de las cosas más difíciles que alguna vez hice. Constantemente Ariadne y yo salimos al mundo terrenal cuando es el momento de hacer nuestro trabajo como guardianes de los Inconclusos.
Algunas otras veces salgo con Jehiel solo a pasar el rato, como aquella vez que fuimos a un carnaval a Brasil, pero hacerme visible es algo que no he realizado desde hace más de veinticinco años.
Algo claramente va a cambiar, como espíritu de Muerte no cuento con muchos sentimientos. Mi padre solía decirnos a mis hermanas y a mí que solo poseemos los que nos son útiles.
Ser visible en la actualidad es salirme de mi zona de confort, es ser alguien nuevo y al parecer no soy el único que no la está pasando del todo bien con esta nueva imagen que debemos brindar.
—¡Parezco un arcoíris! ¿Qué es esta abominación? —mi hermana estalla y Jehiel pone la mano en puño sobre sus labios para no reír.
Jamás creí ver el día en que Ariadne vistiera de forma colorida, supongo que no hay que juzgar el poder de persuasión que posee un demonio y más uno de primera jerarquía. Miro a Jehiel sorprendido y extiendo mi puño hacia él y él hace lo mismo dándonos un golpecito de victoria, ya que ni él mismo parece creer lo que ha logrado. Ariadne, por su parte, solo se limita a poner las manos en sus caderas y mirarnos mal.
No quiero saber que le dijo o prometió Jehiel a cambio de que mi hermana accediera.
—Están completamente dementes si creen que me haré visible al ojo humano vistiendo como una princesita —rueda los ojos una vez más y saca la lengua como si estuviera a punto de vomitar.
Dramática.
—No soy dramática, Zaek —dice y ahora es mi turno de rodar los ojos y no, ella no puede leer mi mente, soy bastante obvio con mis expresiones—. Es solo que me parece absurdo que yo sea la que deba cambiar su apariencia para que Giselle no sospeche que de verdad somos nosotros.
—Oye, yo cambiaré mi nombre —digo de lo más tranquilo y me cruzo de brazos.
Jehiel está con un celular, que no tengo ni la menor idea de dónde sacó, "disimuladamente" tomándole fotos a Ariadne nada discretas ya que se escucha el sonido de la cámara. Mi hermana y yo lo miramos con el ceño fruncido.
—Seamos sinceros, nunca creí que esto pasaría —sonríe—. Necesito recuerdos para futuras extorsiones.
—¿Y que se supone que este idiota va a cambiar? —Ariadne lo señala—. Si yo estoy aquí vistiendo este horrible vestido con florecitas, más vale que lo que él cambie sea algo bueno.
—¿Cambiar yo? —Jehiel pone una mano en su pecho y hace cara de indignación—. Disculpa, soy demasiado perfecto como para cambiar...
—Va a cambiar. Será un buen novio contigo ya que de lo contrario se las verá conmigo y mis puños nuevamente. También morderá su lengua cuando se le ocurra decir algo imprudente al estar con Giselle, lo que menos necesitamos es exponernos frente a ella.
Jehiel alza ambas manos en forma tranquila dando a entender que ya no va a tocar más el tema y sonríe despreocupado.
—También frente a Chloë y Rosie —agrega Ariadne—. Para este punto ellas saben quiénes somos.
—Pero jamás nos han visto, no es que sean una gran amenaza —comenta Jehiel—. Tal vez piensen que Giselle está loca y le siguen la corriente para no hacerla sentir mal.
—Todo saldrá bien, Ariadne —le aseguro—. Lo único que verdaderamente me preocupa es el tema de la universidad —hago una mueca y Jehiel ríe.
—Esto será interesante —dice mi amigo y toma la maleta llena de dinero que mi padre nos dio anoche y comenzamos a salir del castillo.
Los tres vamos en total silencio mientras caminamos por el bosque seco en dirección al portal. Un plan que llevamos elaborando por meses está a punto de empezar. Pero para que todo salga perfecto hay que instalarnos como los nuevos humanos que pretenderemos ser.
Según investigamos, el campus de la universidad tiene habitaciones para estudiantes, pero nosotros iremos a comprar un departamento. Si nos vamos a instalar lo haremos a lo grande.
He vivido en un castillo por siglos, vivir en una habitación ubicada en un campus universitario no está entre mis planes y menos en los de mi hermana.
Al cruzar el portal quedamos frente al edificio donde Jehiel y yo vimos el apartamento que queríamos. Es casi del tamaño de nuestra segunda planta del castillo y cuenta con tres habitaciones bastante grandes para poder sentirnos a gusto el tiempo que estemos, también posee todas esas cosas que el humano suele tener; como muebles y electrodomésticos.
—Y aquí estamos —digo mirando todo a mi alrededor.
Es una ciudad muy movida, hay autos en las carreteras y gente en las aceras, unos con ropa ejecutiva, otros con ropa de deporte solo caminando. Jehiel toma con la mano que tiene libre la mano de Ariadne y ambos se miran de reojo.
—Es ahora o nunca —dice Jehiel.
Yo empujo las puertas del lugar con ambas manos suavemente.
La recepcionista voltea hacia nosotros y nos regala una sonrisa. Yo miro a los chicos y ellos asienten.
Espero que nada salga mal.
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