Capítulo 3
Curiosidad
Ya son las seis de la mañana, Delia está bastante nerviosa con todo lo que ha pasado. Comenzando por Mike y terminando por la chica misteriosa. La joven sigue pensando en ella, toda la noche estuvo en su cabeza como un pensamiento recurrente. No sabe si se trata de meramente inspiración artística o algo que la atrae a ella; su existencia es un imán que la atrapa.
Hoy volverá al café a una hora similar para saber si puede verla. Además, iría a caminar con Celia por la mañana, al parecer su trabajo había ido bastante bien como para tomarse algunos días libres.
—¡Delia! —Llaman a la puerta.
Debe ser ella, sin duda. Celia es una mujer muy ocupada, no obstante, siempre tiene tiempo para ir a correr. Piensa que el ejercicio es fundamental, puesto que mantiene su espíritu y cuerpo en forma. Delia es otra cosa, mucho más perezosa en ese sentido.
Luego de conversar un poco y de que Celia estuviera saltando para calentar, se dispusieron al camino. El trayecto consistía en unsendero al lado del vecindario. Ambas lo conocían, puesto que cuando salían juntas esa era la ruta. Una preciosa línea que se bañaba de las hojas de los árboles, acompañados del sol intenso. Luego de intercambiar algunas palabras, se escuchó:
—¿Te crees que soy ciega?
—¿Por qué lo dices? —expone Delia bastante confundida. Intenta pensar un poco qué podría ser, aunque no llegué por completo la razón.
—Noté cómo atisbabas esa chica ayer en el café Luna. Esamirada la conozco muy bien.
—¿De qué hablas? Yo no estaba viendo a nadie, mucho menos obsesivamente. Solo observaba hacia un punto que no tenía nada de especial.
«¿De qué habla Celia o más bien, qué insinúa? Será que dice que yo... no, no», consideró la chica en su cabeza, era evidente que su mejor amiga tenía una corazonada sobre lo que podían expresar sus pupilas.
—Con que no sabes de que hablo. Dime si me equivoco y párame si comienzo a no hacer sentido.
»Hipotéticamente es la primera vez que la ves, de inmediato no puedes dejar de verla, es como si estuvieras atrapada...—Se detiene por un milisegundo para dedicar una mirada cómplice a su amiga—. No sabes por qué sientes fascinación absoluta, curiosidad e incluso parece que tiene una historia que contar, que tú necesitas averiguar.
Todo aquello describía por completo lo que había sucedido en esa ocasión, aun así, Delia quisiera negarlo hasta el fin. Sus luceros no eran capaces de despegarse de la enigmática mujer, ya que la tentaban a conocer más allá de la imagen que proyectaba. Sabía que se estaba dejando llevar por una primera impresión, pero no pudo evitarlo.
—Déjalo, lo que tengo por esa chica es ganas de escribir. Imagina que es una musa y yo la artista tras todo. Reconozco que es hermosa, incluso que hay algo de ella que me atrae.
—El primer paso es la negación. —En el momento oportuno tropiezo, cayendo con mis manos al frente. De inmediato me reincorporo con un mareo leve.
Lo que declara Celia le recuerda mucho a «aquella» noche. Si bien esa chica es intrigante, es quien la ha sacado de manos y pies del bloqueo intenso en el que se halla. Se pasaba con la pluma entre las manos, sin posibilidad alguna de utilizarla. Las ideas venían e iban sin saber que la solución a sus asuntos de creatividad iba a tener un rostro tan perfecto.
—¿No sabes de algún trabajo? —pregunta desviando el tema con soltura. Celia sabe muy bien que fue con toda la intención, por lo que deja pasar esa acción.
—Qué bueno que lo dices, ¿recuerdas el café en el que tuvimos la pequeña reunión?
Afirma con la cabeza y la joven carismática comenta:
—Tal vez sí estabas hipnotizada por esa chica, porque justo frente a nuestra mesa, en la pared estaba un letrero de «Se busca personal». Podrías ir a verlo. Al final, lo que todos buscamos es pagar el alquiler.
Las expectativas son importantes, se vuelve imperante no ilusionarse con obtener un puesto que puede estar al alcance de miles más. La joven Delia no se ilusiona más, porque ha perdido demasiados empleos como para mantener una experiencia.
Va camino al armonioso café, a dejar su solicitud, por supuesto. La cafetería se encuentra en la calle dieciséis, lo cual queda muy cerca de su morada. Entra y mira el letrero con el gran anuncio. El lugar se halla casi vacío, imagina que por ser las diez de la mañana, luego busca a la persona más cercana y está ella, la musa de Delia. Mientras se acerca a la barra, todo su cuerpo comienza a temblar, su estómago se siente extraño de la misma manera.
—Buenos días, ¿qué te sirvo? —El tono de voz de la mujer es seductor, de ese tipo suave que busca quedarse en la cabeza de las chicas.
—No vengo por eso, sino a aplicar para el trabajo. —Muestra una sonrisa de medio lado, nerviosa por la imponente presencia de la bartender.
—Claro, toma. —Le extiende a Delia un pequeño formulario. Rozan sus dedos por un minuto, lo que deriva que la enigmática musa le dedique una mirada dulce—. Llénalo y lo dejas sobre esta mesa.
—¡Gracias!
«¿Por qué gritas? Bájale a esos nervios, Delia», piensa para sí.
Nunca se había congelado por nada que nadie hiciera o fuera. Está tan nerviosa como nunca, esperando a salir corriendo. Luego de rellenar el bendito formulario lo deja con miras a salir lo más ponto que pueda. De ser elegida estaría aquí, junto a su inexplicable atracción.
«Cada vez me llama más ella, lo que esconde y lo que revela. Todo es un misterio en ella, es nuevo. Para mí se ve como todo lo que no soy: linda, extrovertida, amigable, libre y espontánea. Es como un sueño lejano, como una visión de un futuro fallido. Probablemente me atrae que sea tan diferente a lo común; a lo que estoy acostumbrada, a mí y ciertamente a todo lo que me rodea en sí mismo». Sigue caminando lentamente para poder verla unos minutos más.
La enigmática mujer tiene el perfil de una nómada, aunque no lo sea. Da la sensación de que es esa chica que llega, te pone la vida de cabeza y luego se va. La cual no puedes dejar porque se encarna en tu piel. Esa es ella. Un caos organizado, del peor augurio. Pero no se trata de una mujer cualquiera, no; ella elegiría con cuidado las víctimas de su ataque. A las cuales pueda voltear su cabeza. Claro, supongo que ella nunca se queda, sino que por un breve tiempo encanta y luego desconcierta con su huida. Es un peligro aislado. Es material radioactivo contenido en una botella de vidrio.
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