Capítulo 35
SAINT
Sábado por la mañana, tengo planeado no salir de esta cama en todo el día y aprovecharme del cuerpo de mi marido. Me doy la vuelta buscando el calor de Zee, pero me encuentro la cama fría y vacía. Un gemido de frustración se escapa de mi garganta, odio que mi marido estropee mis planes de sexo desenfrenado.
Me restriego los ojos y estiro mis músculos resignado a levantarme y buscar a mi marido, quizá desayunar algo y ver que tiene planeado para hoy. Me visto con un pantalón suave y una camiseta blanca y me dirijo a la cocina, supongo que debe estar por aquí. Busco en el piso inferior pero Zee sigue sin aparecer, me sirvo un zumo de naranja y espero a que se digne a hacer acto de presencia. Diez minutos después estoy empezando a asustarme y le mando un mensaje. Sigue pasando el tiempo y mi marido no da señales de vida. Estoy tentado de llamar a Kao a ver si sabe algo de él cuando la puerta principal se abre y un sonriente Zee se acerca para besarme profundamente.
-Buenos días mi ángel – me dice.
-¿Dónde carajo estabas?, te he mandado mil mensajes y no me has respondido, estaba empezando a asustarme – le medio grito.
-Perdona cariño, tengo el teléfono en silencio y no me he dado cuenta – se excusa, pero sigue sin decirme donde ha ido.
-¿Dónde has ido tan temprano? – le vuelvo a preguntar.
-Bueno, he ido a por nuestro desayuno y por algunas cosas que vamos a necesitar para el camino – me explica.
-¿Camino? – le pregunto sin saber muy bien que ha estado tramando.
-Sí, camino a la cabaña de Mew, salimos en cuanto estés listo – me dice acariciando mi mejilla con sus dedos.
-Pero, no he preparado nada, tengo que hacer la maleta, ¿cuántos días estaremos? – tengo mil cosas en que pensar antes de salir de viaje.
-Todo eso ya está en el coche, solo necesito que te prepares tú y que sea rápido, quiero llegar cuanto antes a nuestro destino, te echo de menos – me resume apretando mi trasero con sus preciosas manos.
-¿Lo has preparado todo?, en serio Zee Pruk cada día me sorprendes más – le digo con el corazón a mil por hora.
-Ve a cambiarte, en la montaña hace algo más de frío, así que coge algo de abrigo para el viaje – me dice.
-No tardo nada, también te echo de menos – le digo besándolo fuertemente, después corro a cambiarme, no puedo esperar para ver que tiene pensado Zee para este viaje.
ZEE
Por fin da comienzo esta aventura, siento mil mariposas en el estómago, me repito una y mil veces que es una estupidez estar nervioso, Saint es mi marido y llevamos años juntos, no hay razón para ello. Miro a mi ángel con una sonrisa en los labios, relajado como hace mucho que no lo sentía y eso es de lo que se trata este viaje, de hacer feliz a mi marido, que recordemos estos días como el punto de partida del resto de nuestra vida juntos.
Saint siempre ha sido mi prioridad y por eso empezaré desde este mismo momento a demostrarle que lo es todo para mí. Paramos en el restaurante italiano preferido de Saint después de dos horas de conducir por la autopista. Su sonrisa no ha dejado su boca en todo el viaje, estoy agotado de conducir y Saint me sustituye por un rato, odia conducir mi coche, pero hoy no se ha quejado. Poco a poco dejamos atrás la ciudad y su ruidosa intensidad. El paisaje se vuelve verde y esplendoroso, cuanto más subimos hacia la montaña más fácil es respirar. Este paréntesis en la vorágine de nuestras vidas ha sido la elección más acertada que hemos tomado en muchísimo tiempo. Pasamos densos bosques y afilados barrancos, kilómetros de naturaleza indómita pasan ante nuestros ojos. Cuando el GPS anuncia que estamos cerca de nuestro destino Saint se desvía por un camino ascendente que nos lleva a las puertas de una propiedad enorme que nos deja sin aliento.
Mew me había dicho que la propiedad alrededor de la cabaña era extensa y contaba con un lago y varias hectáreas de terreno virgen, pero verlo con mis ojos es otra cosa.
En la verja de entrada nos recibe un hombre de mediana edad, moreno, alto y con una sonrisa contagiosa. Nos explica cómo funciona todo en la casa y después se va, dejándonos su contacto para emergencias.
Una vez solos en la cabaña nos dedicamos a recorrerla por completo. Se trata de una edificación de dos plantas, en la planta baja cocina y comedor comparten espacio. El salón con un enorme sofá en forma de L preside la estancia más grande de la casa. Una gran alfombra blanca descansa a los pies de la chimenea más espectacular que he visto nunca, esta cabaña es ideal, Mew no bromeaba cuando me dijo que me encantaría.
Saint tira de mi brazo para llevarme a la planta alta, allí hay tres dormitorios completos con baño incorporado. El dormitorio principal puede hacerle sombra a la suite de cualquier hotel de cinco estrellas, es simplemente espectacular y el baño es un spa en miniatura.
Al final del pasillo hay una última habitación que se distingue del resto por el color rojo de su puerta. Mew me dijo que me abstuviera de abrirla si no quería sorpresas y creo que por el momento voy a hacerle caso, aunque debo admitir que la curiosidad me está matando. Cuando le comento a Saint lo que me dijo Mew él simplemente se ríe con picardía y me insta a echarle un vistazo más tarde. Creo que él sabe muy bien que hay tras esa puerta, y yo todavía no he decidido si quiero saberlo.
Decidimos instalarnos antes de comer algo rápido y darnos un baño en la enorme piscina que vimos cuando llegamos. Nos lleva un rato ordenar nuestras cosas y preparar algo ligero para el almuerzo.
La piscina tiene forma redondeada y unas cascadas artificiales caen por uno de los costados, Saint ha ido a cambiarse y yo decido esperarlo dentro del agua. El día está siendo algo más caluroso de lo que esperaba y el agua fresca me llama con intensidad.
Llevo apenas diez minutos nadando cuando mi marido aparece con un diminuto bañador que acentúa de manera correcta todos los atractivos de su cuerpo. Mi polla se interesa de inmediato y un silbido de admiración sale de mis labios sin pretenderlo. Mi reacción hace reír a Saint, y esa felicidad calienta mi corazón, esto es lo que estaba esperando ver, a mi ángel relajado, feliz y con poca ropa, mi vida es jodidamente buena en estos momentos.
-Entra en el agua mi ángel, está a la temperatura perfecta – le digo.
-Si tú estás en ella seguro que es perfecta – me dice zambulléndose de cabeza y nadando hacia mí.
-Tú sí que eres perfecto, ¿ese bañador es nuevo? – le pregunto.
-Lo compré para seducirte, ¿ha funcionado? – me pregunta coqueto.
Atrapo su mano con la mía y la deslizo por mi dura erección, mi marido es demasiado sexy para que yo pueda controlar mi cuerpo.
-Parece que han sido los cincuenta dólares mejor gastados de la historia – me dice apretando sus dedos alrededor de mi polla arrancándome un gemido sordo.
-Me parece mucho dinero para tan poca tela – le susurro al oído mientras mis dedos juegan con la cinturilla de su diminuto bañador.
-Lo importante no es la cantidad de tela, si no de lo que puedo conseguir gracias a ella, y debo decir que estoy consiguiendo todo lo que había estado deseando estas últimas semanas – me responde tomando mis labios con total necesidad. No puedo evitar gemir contra ellos y mis manos vuelan hacia su culo tirando de él para juntarlo más a mi cuerpo.
-Zee amor, te he echado de menos, sácame del agua y fóllame – me pide.
-Que ansioso mi ángel, primero juguemos un rato – le digo mordiendo su cuello y apretando un poco más su trasero. En cuanto mis dedos aprietan su terso culito otro gemido ronco sale de mi marido, como si ya estuviese dentro de él.
-Estás muy sensible, ¿qué pasa? – le pregunto mirando sus sonrojadas mejillas y sus ojos negros por la excitación.
-Me pareció buena idea usar un plug para prepararme para ti, pero cada vez que me aprietas el cacharro se mueve tocando mi próstata y estoy a punto de explotar, te necesito Zee – me confiesa en un susurro.
-Joder, joder, joder, Saint eres tan caliente como el infierno – le digo mientras nado hacia las escaleras de salida con mi marido siguiéndome de cerca.
En cuanto estoy fuera le arranco el minúsculo bañador y lo tumbo en la cama con dosel blanco que hay en la orilla de la piscina. Su culito levantado hacia mí y su respiración agitada calentando mis venas.
-Lo estás pidiendo a gritos mi vida, así que te lo voy a dar sin rodeos – le digo y esa es toda la advertencia que recibe. Acto seguido estoy sacando el plug de su interior y cambiándolo por algo un poco más grande y duro.
Saint no mentía cuando decía que estaba al borde, el plug lo tiene abierto y húmedo para mi polla que se desliza sin problemas todo el camino hasta que toca fondo.
Un grito ronco sale de lo más profundo de la garganta de Saint y eso me empuja casi al borde, mis caderas se mueven rítmicamente sin parar, dentro y fuera de él.
-¡Dios, es perfecto! – me dice entre sollozos de placer.
Mis manos se clavan en sus caderas, después recorren su preciosa piel sin pudor, arriba y abajo, su espalda se tensa y chorros de perfecto semen blanco aterrizan sobre las sábanas. Mi nombre sale de sus deliciosos labios una y otra vez mientras cabalga su orgasmo demoledor. El mío está tan cerca, un par de empujones y una mirada lasciva después estoy corriéndome magníficamente dentro de su cuerpo.
SAINT
Definitivamente la idea del Plug ha dado resultado, mi marido me ha follado magistralmente tal y como quería, fuerte y duro. La sensación que recibo cuando estoy en sus fuertes brazos y su preciosa polla está dentro de mí es siempre igual de intensa. Desde que estuvimos juntos por primera vez Zee nunca me defrauda, cada maldita vez es como si cayera rodando por un precipicio, mi estómago da vueltas y mi corazón estalla de la emoción.
Sé muy bien que nuestro amor, esa conexión que tenemos no es algo que tenga todo el mundo, esta relación maravillosa que siempre gana contra todo pronóstico es algo por lo que luchar día a día. Nunca me cansaré de amarlo, nunca podré vivir sin él. No es algo solo que suene romántico, es una realidad palpable, Zee es mi otra mitad, sin su presencia me siento incompleto, roto y sin sentido.
Pasamos la tarde recorriendo la propiedad de Mew, es espectacular la tranquilidad y la hermosura que se respira en este lugar, no me extraña que mi cuñado y mi amigo pasen todo el tiempo que pueden aquí, es totalmente irreal.
Son casi las nueve cuando regresamos de nuestro paseo, le digo a Zee que voy a ducharme al baño del dormitorio principal. Él me contesta que usará el del dormitorio que está junto al nuestro para aprovechar el tiempo, tiene pensado cenar en el jardín a la luz de las estrellas, me encanta cuando se pone tan cursi.
ZEE
Me ducho en la habitación de invitados y salgo al pasillo en busca de Saint. Y sorpresa, he acabado antes que él, mi marido no tiene claro el concepto de "ducha rápida". Mis ojos se posan sin querer en la puerta roja del final del pasillo. Las palabras de Mew se repiten sin cesar en mi mente, incitándome a investigar la misteriosa habitación. Sin ser muy consciente de ello mis piernas se mueven en esa dirección y mis manos aprietan el picaporte de la puerta roja.
En cuanto empujo un poco la puerta cede y de inmediato una luz cálida se enciende en la habitación. Un paso, dos pasos y estoy dentro de una maldita mazmorra. Esta habitación no es una simple habitación, dos escalones dan paso a un espacio amplio con suelos de madera pulida. Las paredes están forradas de terciopelo granate dándole al ambiente un aura de decadencia y sensualidad.
En el fondo veo la cama más extravagante del mundo, cuatro postes sujetan telas suntuosas de seda de colores cálidos. En el cabecero hay todo tipo de argollas y enganches, y las sábanas son de satén rojo. Paso mis manos por ellas y su tacto es suave y fresco.
Junto a la cama hay dos pequeñas mesas bajas con cajones, abro uno de ellos y cientos de tipos de lubricante y condones me dan la bienvenida.
Me adentro un poco más y en la pared opuesta a la cama puedo ver una picota. En ella se puede encadenar a una persona, en el suelo enganches sólidos para los tobillos y en el poste para las manos. Detrás de esa estructura una colección de fustas de todos los tamaños, paletas de madera y restricciones de todo tipo. Puños, pañuelos para los ojos y cuerdas para las muñecas, bozales, collares y pinzas para pezones rodean la estancia en armarios con puertas de vidrio.
Un sitio hecho para el pecado, para el dolor y el placer. No sé cómo asimilar todo esto, nunca creí que mi hermano gustara de este tipo de experiencias, pero qué sabré yo.
Me doy la vuelta todavía un poco extasiado con todo lo que he visto y me encuentro con Saint apoyado en el marco de la puerta con sus brazos cruzados y una sonrisa traviesa en los ojos.
-¿Tú sabías esto? – le pregunto.
-Trabajé para Mew durante años y somos amigos, así que sí, conocía el gusto de Mew por este tipo de vida –me contesta.
-Gulf... - intento preguntar, pero no me atrevo.
-Gulf sabe perfectamente cómo es Mew, pero por lo que tengo entendido sólo juegan de vez en cuando – me explica.
-¿Jugar? – no entiendo nada.
-Lo primero que tienes que entender es que Mew ha sido Dom durante muchos años, esa era su forma de vida, no una fantasía sexual. Pero cuando Gulf llegó a su vida todo cambió, conoces a tu hermano mejor que nadie, él no tiene carácter de sumiso, no puede vivir de esa manera. Por eso Mew renunció a esa parte de si mismo y se contenta con lo que Gulf puede darle de vez en cuando en el cuarto de juegos – me resume.
-Es increíble, nunca pensé que mi hermano pudiese aceptar este tipo de práctica – le contesto.
-Bueno, no es nada malo, hay reglas Zee, no es todo como se ve en las películas. En este cuarto la confianza es primordial, todo es consensuado, si algo se vuelve demasiado para una de las partes se dice la palabra de seguridad y todo termina inmediatamente – me explica.
-¿Has hecho algo así antes? – le pregunto, pero no sé si quiero saberlo.
-Que haya sido real, no – me contesta.
-Da un poco de miedo – le digo mirando a mi alrededor.
-¿Qué ha sido lo primero que se ha venido a tu mente cuando has visto el cuarto? – me pregunta acercándose a mi lentamente.
-Honestamente me he acordado de cuando te até a nuestra cama después de recuperarte de ese panteón – le suelto sin pensarlo demasiado.
-Tenías miedo de perderme, necesitabas sentir que tenías el control, que si me poseías sin que yo tuviese escapatoria no volverías a sentir el terror de no tenerme contigo – me lee la mente.
-¿Cómo sabes eso? – le pregunto.
-Yo también tuve miedo Zee, miedo a no poder decirte lo mucho que sentía no haber puesto nuestro matrimonio por encima de cualquier otra cosa. Sentía que sí dominabas mi cuerpo, dejaría de sentir que había faltado a mis votos, esos que decían que siempre serías lo primero para mí. Quiero pedirte perdón, pero quizá hagan falta algo más que palabras para demostrarte que he aprendido la lección, que jamás dejarás de ser mi prioridad más absoluta. Quizá merezca un pequeño castigo para compensar no haberlo hecho bien – me dice juntado su frente con la mía.
-Yo no quiero lastimarte mi ángel, primero moriría – le digo, no sé si esto es buena idea.
-Esto no va de lastimar Zee, esto va de depositar tu total confianza en la otra persona, en saber descubrir el placer detrás de pequeños ramalazos de dolor. Como cuando me posees, siempre hay un poco de dolor que nos hace darnos cuenta de que el placer está al otro lado. No hay placer sin dolor mi vida, es siempre así – me dice esperando mi respuesta.
-Nunca he hecho algo así, pero tú atado a esa picota es la imagen más sensual que he tenido en mi cabeza jamás – le digo con mi respiración agitada por la anticipación.
-Bien, entonces pongamos las reglas de nuestro juego sobre la mesa, una vez empiece esto yo seré tu esclavo y tú mi dueño. Si algo se hace demasiado para mí diré la palabra fuego y todo se detendrá, ¿lo has entendido? – me pregunta.
-Sí, lo he entendido, ¿alguna regla más? – le pregunto.
-Confío en ti, conoces mi cuerpo y mis límites mejor que nadie, así que creo que esto lo vamos a disfrutar los dos – me dice cerrando la puerta y caminando al centro de la habitación.
Junto a los pies descalzos de Saint hay varios cojines de aspecto mullido. Mi marido se deshace de su ropa y la dobla pulcramente para depositarla encima de una cómoda antigua cerca de la cama.
Después se arrodilla encima de los cojines, separa sus bonitas piernas y sus manos se posan sobre sus muslos. Su cara está mirando hacia abajo, no dice nada, el silencio en esta habitación es ensordecedor. Siento como mi sangre bombea fuertemente dentro de mi cuerpo y la adrenalina me hace saltar de emoción. Me tomo mi tiempo para saborear la sensación de poder que me genera ver a Saint desnudo y dispuesto para mí y solo para mí.
Han querido arrebatármelo tantas veces, pero Saint me pertenece, tanto como yo le pertenezco a él y no dejaré que nadie lo aparte de mí.
Doy vueltas alrededor de su precioso cuerpo, tengo mucha suerte de tenerlo en mi vida, de que él quiera estar en ella.
-Eres mío Saint, jamás serás de nadie más – le digo pasando mis dedos entre los mechones de el pelo de su nuca.
-Sí amo – me contesta y mi polla responde en consecuencia, no sabía que esto me hiciera sentir así.
Me quito la camiseta que llevo puesta pero mantengo mis pantalones, ahora mismo es lo único que impide que salte encima de Saint y lo haga mío sin miramientos. Sigo disfrutando del espectáculo que es mi marido pensando en la mejor manera de llevar esto a otro nivel.
-Levántate Saint – le ordeno y él inmediatamente obedece.
Camino hacia el estante donde están las restricciones para las muñecas y los tobillos. Cojo un par de cada uno y le ordeno a Saint que se acerque. Con paso decidido, pero sin abrir la boca, mi marido se acerca hasta mí y me tiende las manos. Le pongo un puño de cuero en cada una de las muñecas, y me impacta lo sexy que se ve solo vistiendo esas restricciones. De la misma manera le coloco las de los tobillos y mientras me agacho a sujetarlas no puedo evitar pasar mi lengua por la polla atenta de Saint. Mi marido da un respingo y un quejido suave sale de su boca, me va a encantar volverlo loco, al fin y al cabo este es su pequeño castigo.
-A la picota Saint – me gusta mucho sentir la adrenalina correr por mis venas cuando mis órdenes son acatadas sin discusión.
Ato las restricciones de los tobillos a las anillas dispuestas para eso y el cuerpo de Saint se estira para pasar las manos por encima de su cabeza. Paso la cuerda por los puños de sus muñecas y lo ajusto para que su cuerpo quede totalmente vertical. La cuerda me da la libertad de mover a Saint a mi antojo, si aflojo el agarre se inclinará hacia delante, y si lo aprieto+ sus brazos se estirarán y su magnífica anatomía quedará totalmente a mi disposición.
Siento como mis sentidos se despiertan, mis manos arden por tocar toda la piel en exhibición ante mí. Saint con sus piernas abiertas y sujetas al suelo, sus brazos estirados sobre su cabeza, está totalmente indefenso ante mí. Lo miro a los ojos, quiero saber si esto es tan bueno para él como para mí y lo que veo en ellos me desarma por completo. Lujuria, pasión, deseo, todo eso se arremolina en su mirada, pero más allá está la confianza y el amor infinito que siente y eso es lo más cautivador de todo.
Me acerco entonces a la mesa donde antes vi el lubricante, escojo uno con efecto calor y de paso me hago con un plug anal de color negro. Con todo lo que necesito me sitúo frente a Saint disfrutando del color rojo de sus mejillas y de su bonita erección.
-Eres precioso mi ángel, algo fuera de este mundo. ¿Estás bien hasta ahora? – le pregunto, quiero cerciorarme que estamos en el mismo punto.
-Estoy más que bien, amo – me responde mordiendo su labio inferior.
-Me alegro de eso, porque ahora es cuando empieza la verdadera acción. La idea del plug en tu interior me ha gustado mucho, y creo que me apetece oírte gemir un poco – le cuento enseñándole el dildo de color negro que he escogido para él. Lo lubrico un poco, despacio lo introduzco en su cuerpo y me deleito con el gemido ronco que saco de mi marido.
-Me encanta oírte gemir, es mi sonido favorito, lo estás haciendo muy bien – lo halago.
-Gracias amo, tú también lo estás haciendo muy bien – me contesta.
-Sabes Saint, desde la primera vez que te vi deseé estar dentro de ti. Te metiste en mi mente a fuego, y cuando te conocí de verdad mi corazón se unió a la fiesta. Amo al Saint fuerte, aquel que no se rinde jamás, cabezota y decidido, tan jodidamente valiente que sé que no hay nada que te propongas que no puedas conseguir. Yo mataría por ese Saint, moriría por él – le digo sin parar de acariciar su cara, su pelo y su espalda. Mi boca busca la suya sin remedio y nos fundimos en un beso explosivo. Su lengua dentro de mi boca destruyendo cualquier pensamiento coherente que pudiese tener.
-Zee.. – me susurra en el oído.
-Pero viéndote aquí ahora, atado y vulnerable ante mí, puedo ver por qué todos esos hombres pagaban por ver tus películas. Aquí y ahora eres ese ángel etéreo, ese ser inalcanzable que todos desean poseer, pero que nadie puede tener. Nadie excepto yo, solo yo tengo la suerte de conocer todas tus facetas, todo eso que te hace tan especial. Y justamente en este preciso instante me siento el cabrón más afortunado del planeta, ni siquiera sé si soy digno de estar aquí y adorarte. Seguramente iré de cabeza al infierno por ambicionar a un ángel como tú, pero no puedo renunciar a ti porque ya eres parte de mí ser – le digo y sin más preámbulos me acerco a él y caigo sobre mis rodillas.
Mi lengua recorre su polla erguida desde la base hasta la punta. Hoy pondré mi lengua en cada parte de mi marido, lo marcaré para que todos sepan que este ser increíble ya tiene dueño.
Sigo mi particular tortura por el interior de sus muslos, que tiemblan por las intensas sensaciones. Después chupo una de sus bolas y un gemido rebota en las paredes enteladas de la habitación. Mi lengua baja un poco más y mojo su entrada dilatada con el plug, aprieto el juguete un poco y Saint grita, de su boca salen improperios más propios de un demonio que de un perfecto ángel.
Dejo de jugar y ahora si me como su polla en serio, subo y bajo por ella dejándola brillante con mi saliva. Me deleito con su sabor y dureza, algo de mi saliva corre por mi barbilla, pero eso no me importa, en todo caso me enciende más.
-Por favor, no me tortures más, me estás volviendo loco, ya estoy casi en el borde – gime para mí.
-Ni se te ocurra correrte aún, todavía no he acabado contigo. Cuando tu orgasmo arrase con tu cuerpo quiero estar enterrado profundamente en ti, quiero sentir ese precioso culo tuyo apretándome la polla y entonces me correré sobre tu perfecta piel – le informo.
-Sí, joder – me grita cuando vuelvo a mover el juguete que tiene insertado y toca su próstata.
-Sí, ¿qué? – le reprendo.
-Sí, amo, joder – me responde retándome con la mirada.
Me levanto del suelo y cojo un puñado de su pelo arrastrando su cabeza hacia atrás, de esa manera puedo mirarlo directamente a sus ojos.
-Parece que este ángel es algo rebelde – le digo mordiendo su labio inferior.
-Creo que merezco un pequeño correctivo amo – me dice Saint con esa voz seductora suya que consigue tenerme casi de rodillas otra vez.
-Quizás tengas razón, tienes un culo espectacular Saint, me encantaría verlo marcado por la fusta, rojo y acalorado antes de que te folle hasta la extenuación – le digo chupando el lóbulo de su oreja.
-Sí amo – me dice con un gruñido de aprobación.
Suelto el pelo de mi marido y elijo una fusta corta de cuero marrón, es ligera y creo que podré controlar bien la fuerza con la que castigaré el precioso trasero de Saint. Por último agarro una venda para los ojos de seda negra, las sensaciones se multiplican cuando no puedes ver, lo sé de buena mano.
Me acerco por detrás de la picota y vendo los ojos de mi ángel, no se lo espera y se tensa un poco, pero enseguida se relaja poniendo toda su confianza en mí.
-Entonces mi ángel, ¿crees que diez latigazos sean suficientes para castigar tu pequeña insolencia? – le pregunto suavemente.
-Creo que sí amo – me responde girándose hacia mi voz.
-Entonces cuenta en voz alta mi amor, quiero oírte gemir sin pudor – le digo a su oído.
Sin dejarle tiempo a reaccionar suelto la fusta sobre su nalga izquierda sin mucha fuerza, el gemido complacido de Saint no se hace esperar.
-Uno – dice.
Rodeo su cuerpo mientras paso la fusta por su polla que gotea de expectación y por sus fuertes muslos abiertos para mí. Sin mediar palabra descargo otro latigazo sobre la otra mejilla de su culo.
-Dos – suspira.
Después de eso acelero el ritmo, mi polla está a punto de estallar y no quiero correrme antes de follar el culo de Saint hasta que no pueda respirar.
Tres, cuatro, cinco latigazos y Saint lloriquea. Seis, siete, ocho y me suplica que lo folle. Cada toque de la fusta hace que el plug se mueva un poco y deje a mi marido sin aliento.
Los dos últimos golpes los descargo seguidos sobre su espalda baja y el gemido sordo que sale del pecho de Saint acaba con el poco control que me quedaba.
Me quito el pantalón dejando respirar a mi polla que está dura, caliente y totalmente preparada para deslizarse en casa.
Lubrico mi erección tocándome fuertemente un par de veces, aflojo la cuerda de las manos de Saint y lo inclino un poco para tener un mejor acceso a ese jugoso culito suyo.
Le quito el dildo que lo tiene abierto y húmedo para mí y sin decir ni una palabra deslizo mi dolorida polla todo el camino dentro de mi marido.
Un grito desgarrador de puro placer sale de la boca de Saint, que me suplica que tenga piedad de él y lo folle fuerte y duro. Saco mi polla hasta la entrada y después vuelvo a empujarme dentro fuertemente, una y otra vez mis caderas lo taladran sin cesar.
Antes de perder totalmente el control salgo de ese lugar caliente y húmedo y desato los pies y las manos de Saint. Lo llevo a la cama, lo tumbo boca arriba y vuelvo a follarlo sin parar. Mis manos bajo su trasero lo levantan un poco y el ángulo cambia ligeramente dando de lleno a la próstata de mi marido.
-Joder, dios, por favor, otra vez – me ruega clavando sus uñas en mi espalda.
-Lo que quieras mi ángel – le respondo volviendo mis estocadas más fuertes y precisas.
-Zee, ya no aguanto, es demasiado – me grita corriéndose con magníficos chorros blancos de su semen sobre nosotros. Espectacular, no puedo definirlo de otra manera.
Saco mi polla que late al ritmo de mi corazón y me masturbo fuertemente sobre el cuerpo de Saint, él alza sus manos manchadas de su semen y resbala los dedos sobre mis bolas y eso es todo lo que necesito para estallar en mil pedazos gritando su nombre. Mi semen aterriza junto al suyo por todo el cuerpo de mi ángel, jamás ha estado más bello que en este momento.
Al cabo de un rato cuando puedo respirar con normalidad, le quito la venda de los ojos y las restricciones de sus muñecas y tobillos, limpio su cuerpo con delicadeza y mi ángel se levanta para darme un beso. Es el beso más dulce y largo que nos hemos dado nunca, sus labios sobre los míos y su lengua recorriendo el interior de mi boca sacándome un gemido sordo.
No hace falta decir nada más, lo levanto suavemente de la cama entre mis brazos y lo llevo al dormitorio principal. En la habitación roja se ha tratado de mí, de mis temores y mis debilidades. Ahora voy a encargarme de mi marido, lo meto en la bañera de agua perfumada y dejo que se relaje un rato antes de secarlo con cuidado. Le pongo un ungüento en las marcas de su trasero y lo cargo hasta la cama.
Una vez en ella Saint se acurruca a mi lado y su nariz se entierra en mi cuello aspirando fuertemente. Después se duerme con sus piernas enredadas en las mías.
Quizá nuestra historia no ha sido fácil, ni perfecta, pero sé que estaremos bien cuando elegirnos el uno al otro por encima de todo y de todos es siempre nuestra elección final.
FIN
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