Capítulo 9
Los cortos pasos la alentaban en el vasto camino de cuarzos y piedras preciosas de autenticidad garantizada. En algún momento había escuchado a una personita hablar de ellas con pasión y sentir devoción por el misticismo oculto tras ellas. Animándola, había comprado una que simbolizaba a la tan conocida Elaysa.
La extrañaba.
Cada paso era un recuerdo que se duplicaba y afectaba sus estados. Kalisa trató en muchas ocasiones aceptar el destino de la pequeña Marian Mirova, pero solo pensar en ella era tener un puñal en su pecho que se clavaba con cada nuevo recuerdo. No imaginaba qué había sido de esos largos años, cuánto habría cambiado o si, en algún momento de su vida, se habría acordado en algún momento de ella.
Retomó su camino dejando atrás las magníficas tiendas que componían parte del centro de Riporld. Ascendió a un fraguet, un pequeño automóvil de tres puestos, que la llevaría hasta la colina donde quedaba poco de la familia Mirova.
—Señora.
Saludó un hombre alto envestido en un traje de color negro robotizado y un casco con una pantalla holográfica.
—¿Cómo ha estado el día, Giron?
—Tranquilo. El general Walter Strager se encuentra en casa.
Kalisa hizo una mueca. Ni le agradaba Strager ni nunca lo haría.
—Qué podemos hacer más que tratarlos bien ¿no es así, Giron?
El hombre rio burlón.
Velikoj mantuvo la mirada por varios segundos al hombre que desde hacía más de dos horas había estado conversando detalles importantes de la seguridad del planeta. Zaga era, a diferencia de muchos otros planetas, el más seguro y debía seguir siéndolo por lo que constantemente eran cambiados los parámetros y reforzados los puntos estratégicos.
La conversación había llegado a un punto en que ambos se encontraba en una disyuntiva: Walter Strager era certero y bastante demandante, algo que lograba desagradar a Mirov al punto de desear sacarlo de su casa con una patada entre las piernas. Lo único que lo impedía era la igualdad entre ambos; generales y conscientes de sus puestos en Zaga. Strager terminó por levantarse y resoplar estrujándose los ojos.
—Podemos pensarlo por nuestro lado y terminar esto después —comentó sin variar un ápice su rostro de seriedad imperante.
—Me parece bien —respondió Mirova extendiendo su mano.
Strager hizo un amago y tomó el apretón luego de razonarlo.
La tensión en la oficina se vació cuando dejó las inmediaciones a la casa de Mirov. El general de Riporld había sentido la presión sobre sus hombros por cada minuto que pasaba sin variar. Se encaminó a una estantería donde varios libros se encontraban, a parte de una botella de alcohol a medias. Tomó el objeto y se sirvió en un vaso mediano.
—Strager ¿ah? —dejó caer Emeral sentándose sobre el escritorio.
Velikoj asintió luego de mirar por encima de su hombro a la mujer. Los años la habían cambiado en apariencia, varios hilos plateados se veían en su cabellera larga ya no tan crespo.
—Ese hombre es una patada; siempre has sabido manejarlo ¿Qué te preocupa ahora?
—Nada que tenga que ver con Walter Strager —resopló volviendo al escritorio—. ¿Qué sabes de Lion?
Emeral bajó la mirada y suspiró.
—Nada. Ha salido de La Ilada por segunda ocasión con un éxito que muy pocos tienen, pero desconozco su paradero. Es probable que el viaje con Prato los haya alejado de nuestra panorámica; quizás usan un sistema como el del Marqués.
Velikoj cruzó sus dedos frente a su rostro meditando cada palabra de Emeral. Conocía muy poco a Prato Rowane, él era uno de esos forajidos que tuvo su lugar luego de que se saliera de la no tan compleja organización que eran los Sibilantes.
—Es un sibilante y un mercenario —escuchó en la voz de Kalisa.
Escuchó parte de la conversación fuera de la vista de aquellos dos esperando el momento adecuado para entrar.
—Un hombre de Elaysa, ahora.
—Kalisa... él es solo un chico que echamos al asador para nuestro propio beneficio y también es un problema que debemos saber manejar —musitó la mujer tomando en su mano una pantalla holográfica.
—Lion fue un soldado de La Avanza, puede proporcionar muchos datos sobre la organización. Eso es un problema, Kalisa. Él ahora es un mercenario con mucho conocimiento.
—¡¿Entonces por qué lo hiciste?! Permitir que encerraran a ese joven que lo único que hizo mal fue adorar a tu hija. ¡No has debido encerrarlo ni darle la baja en un principio! —gritó convencida.
—Ya hemos hablado de esto, Kalisa. No es el momento —zanjó antes de que la conversación fuera a más.
Emeral se acercó a ella, tenía presente su importancia pues era alguien que por mucho tiempo se había mantenido al lado de ellos. Reprochándolos, claro está, pero sin dejar de velar por la seguridad y cuidado de Velikoj Mirov y Emeral; era la madre de ambos y su consejera por igual. Tomó a la mujer de los hombros viéndola.
—No te preocupes, él ha sabido cuidarse.
La mujer, abatida, asintió con la cabeza.
Mirov suspiró cansino relajándose en el asiento. Cada día desde el momento en que le había dado "la baja" a Lion, era más difícil de llevar. La comunicación con Rod Seren, su fiel amigo, se perdió en algún momento del primer año así como el paradero de Marian. Contempló el pequeño recuadro holográfico a su lado con nostalgia. Tanto tiempo había pasado luego de su último día; nunca más la había visto y sentía la misma nostalgia que Kalisa: creer no reconocerla si sus caminos volvieran a toparse.
—Debiera sernos más preocupante no saber nada del Marqués desde hace tantos años. Generalmente Erna Teber hacía notar su presencia en toda la galaxia. Estos últimos años ha pasado desapercibido, incluso para las naves maestras y no es que el Marqués sea una nave que nadie note. —alargó Emeral sacando de sus pensamientos al general.
Lo sabía muy bien. El solo hecho de haber sido su capitán le daba cierta ventaja sobre cualquier otra persona. El Marqués siempre había contado con un intrincado sistema de camuflaje, pero que duraba poco y por sobre todo requería una gran cantidad energía. Pocas veces lo usó, pero en esos instantes fue crucial. La nave no podía haber desaparecido por el sistema de camuflaje por tanto tiempo, Teber debió hacer cambios de los que él poco sabía.
—Lo bueno es... que tenemos un indicio —asomó llamando la atención del general.
Ella sonreía de par en par convencida de lo antes dicho.
—Si, Smog, tenemos algo y tal parece que se trata de El Marqués ¡Por Elaysa! Estoy convencida que se trata de él.
—Habla claro, niña. —pidió Kalisa acercándose a ella.
Emeral frotó el hombro de la mujer y fijó su mirada en Velikoj quien, impasible, esperaba por lo que ella tuviera que decir.
—En nuestro sistema se activó una alarma. Es... es increíble, pero El Marqués está volviendo a Zaga.
Mirov suspiró hondo, no sabía en qué momento la tensión se había apoderado de sus manos y las había hecho puños. Que la nave volviera a Zaga era una noticia inesperada. Grata como podía serlo, pero inesperado y peor aún un posible peligro para la ciudadanía. Era allí cuando Strager volvía a su memoria con una fiereza que solo él podía provocar.
—Kalisa, ¿puedes hacer que venga Girón?
La mujer frunció el ceño, ante su mutismo, Smog la hizo reaccionar.
—Sí, sí, le daré tu mensaje —susurró nerviosa caminando fuera de la habitación.
Emeral palideció con la actitud del general ¿Qué había visto que ella no?
—Pero Smog...
—Son piratas, Emeral, y yo un general de La Avanza.
La mujer contuvo la respiración lanzándose en uno de los asientos. Resopló con las manos en su rostro negando.
—Es verdad ¿cómo no lo vi? —musitó—. Pero si hacemos algo, muy pronto, no tendremos oportunidad de ver a Marian, mucho menos a Rod.
—No deseo asustarlos, sea cual sea la razón por la que están aquí no podemos interrumpirles, a menos claro que sea necesario. Tú te encargaras de eso, tú y Giron. No confío en nadie más.
Emeral asintió segura viendo a aquel hombre entrar al estudio.
Terminaba de alistarse cuando escuchó el golpeteo en su puerta. Hacía una hora que había terminado de hablar sobre todos y cada uno de los detalles de su misión. No podía estar muy cerca de Teber, ni ningún otro tripulante que haya visto a Emeral Blan, la mano derecha de "Smog". Por esa razón Girón era una sombra que podía inmiscuirse en los asuntos de los sibilantes sin ser visto. Él, aun cuando era un soldado de La Avanza, se había ganado el cariño y respeto del general. Conocía la historia tras el rostro de Velikoj Mirov y, a pesar de todo, lo entendía por completo.
Ella salió de la habitación con la firmeza de lograr su objetivo. Asintió levemente al soldado quien tomó la señal y se dispuso a salir del recinto vestido con un traje negro, botines y una cazadora, además de su armamento.
Llegaron al centro de la ciudad notando la particular tranquilidad de ella. Riporld era una ciudad muy visitada que lograba calmarse según la época. Para aquel entonces, con las fiestas por llegar la vida en la ciudad se volvía bulliciosa, aunque Emeral vislumbró la pequeña taberna conocida por cualquier navegante: Solárium con rapidez. Ambos entraron disponiendo del par de taburetes solos que se encontraban junto a la barra. Inmediatamente un hombre fornido de más de cuarenta años con reflejos blancos en su cabello castaño los atendió con una sonrisa que mostraba un par de dientes de oro.
—Emeral Blan —exclamó con agrado—. ¡Qué gusto tenerte en el Solárium! ¿Con quién me habías engañado, pequeña bastarda? —espetó irónico.
—¡Oh, Carnis, cómo crees que engañaría a mi querido y petulante amigo!
Ambos carcajearon por breves segundos. Cuando aquella alegría se disipó el rostro de Emeral se tornó serio. Carnis se cruzó de brazos analizando su expresión.
—Ya, dime qué te trae por aquí. Smog te tiene bien atada en "la colina"—susurró en tono grave—. Además los soldados de La Avanza no suelen venir por aquí. —Lanzó observando al hombre con el que había llegado a la taberna.
Girón se levantó del taburete caminando hasta una mesa sola en el centro del lugar y se sentó sin perder de vista a Emeral.
—Y bien, ¿me vas a contar? —inquirió.
—Necesito algo de tu ojo que todo lo ve, Carnis —murmuró ella—. Tengo entendido que un navío podría estar entrando en cualquier momento en la atmosfera de Zaga y necesito saber a dónde llegará.
—Me estas pidiendo que haga un trazado de vuelo, ¿Sabes que no es certero? ¿O quieres que los monitoree?
—Lo que creas conveniente. Eres un maestro en estas cosas, no le pediría a nadie más algo así —comentó segura.
—¿Y por qué yo debería hacerlo cuando La Avanza cuenta con todo lo necesario? ¿Hay algo más? Algo que no me quieres contar.
El hombre se posó sobre la barra manteniendo el rostro de la mujer a tan solo centímetros de él.
—¿Quiénes son?
Las pupilas de Emeral refulgían con un brillo natural y propio de una gran emoción, una que pocas cosas lograban en ella y que Carnis tenía la suerte de conocer.
—¿Realmente es eso?
Emeral solo tuvo que asentir para que el hombre se alejara y suspirara con nostalgia. Su mirada pasó de ella al suelo sin fijarse en nada en particular. La contempló nuevamente, inquieto.
—¿Por qué andas con un soldado?
—Girón es un buen sujeto, y no es un hijo de noble que siempre quiso ser un soldado. Las circunstancias lo llevaron a convertirse en uno. Es de los pocos que si tuviera la oportunidad la tomaría en sus manos y se iría de Riporld.
Carnis asintió convencido.
—Es uno de nosotros, aunque no haya jurado lealtad a Elaysa.
—No todos juran lealtad a ella y por esa dejan de ser lo que son, Carnis, lo sabes bien.
—Está bien. ¡Me tienes, Eme! —exclamó.
Tomó dos jarras de una repisa y sirvió. El sonido al chocar contra la barra hizo emerger una sonrisa en los labios de ella.
—Qué la aventura comience.
Oculta dentro de un Fraguet, Emeral sostenía una pequeña pantalla donde dos puntos titilaban constantemente a parte de una ventanilla donde visualizaba a Carnis. El primer punto de un color verde era Girón, fuera de la vista de Emeral, él caminaba cerca de una intrincada calle angosta donde los obreros trabajaban arduamente para limpiar, vender y comprar piedras preciosas. En su camino, llegó a toparse con varios soldados teniendo que ocultarse con rapidez para no ser visto. Bajó por un callejón saliendo a una amplia plaza donde la esfinge de Lomus se alzaba con orgullo alrededor de cuatro pilares con formas de cabeza bastante desconcertantes pero imponentes. Ahí se mantuvo por pocos segundos frente a una tienda de baratijas.
El segundo punto, de color amarillo, era el de un navío. Muy lejos de la posición de girón. La nave apenas entraría en la atmosfera de Zaga. Sin embargo Carnis había sido enfático en sus predicciones. Tratándose de El Marqués, no había mejor lugar donde desaparecer de la vista de La Avanza que aquella zona. Sea a donde sea que vayan, lo harían a pie y escondiendo el navío del puerto principal.
—El callejón de las luminarias está bastante tranquilo —murmuró el soldado a través de su intercomunicador.
—Es cuestión de segundos para que aparezca alguien de la tripulación —respondió Emeral tecleando sobre el holograma—. Será fácil para ti reconocerlos, si hay algo propio de El Marqués es que todos sus tripulantes llevan una insignia característica de Elaysa.
—Creí que solo Smog la portaba —respondió Carnis desde su puesto con un par de lentes a medio venir.
—No, a pesar de todo Erna Teber mantiene las mismas reglas que "Smog".
Girón contempló a través de la vidriera un par de sujetos de porte dudoso con aquella imagen de la cual Emeral había estado hablando. Se movilizó de su puesto cuando tuvo la oportunidad dejando varios metros de distancia. Sin embargo en su camino se interpuso una mujer con un pañuelo que cubría su rostro. El hombretón trató de disminuir la distancia creada por aquella fémina, pero finalmente los perdió de vista.
—¿Girón?
—Perdí a un par. —respondió inmediatamente.
—Y perderás al resto si llegas a seguirnos —escuchó detrás de él.
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