Capítulo 8
Acarta era uno de los puertos más reconocidos entre todos los sistemas. Construido para brindar de combustible y suministros a los viajantes, también era lugar de una nave de transporte de gran envergadura. "La emancipadora" llevaba mucho tiempo como vía de comunicación para llegar a Ugen y el revuelo era el día a día en el puerto.
Emira miró por encima de sus hombros la cantidad de dinero que era pagado por unos cuantos materiales necesarios para algún propulsor y del otro lado para algunas telas que venían de otros sistemas a ser comercializada ahí. En el tema de los comercios se debía ser bastante ágil, de lo contrario los vendedores sacaban una buena ganancia a costa de la inocencia del comprador. Teber lo había visto en más de una ocasión en todo centro de comercio al cual iba, pero en aquel lugar las cosas cobraban un punto mayor.
En aquella ocasión era Nerit quien se encargaría de tener los boletos necesarios para subir a La emancipadora y llegar a Ugen y no por nada lo veía pelear con el vendedor de los boletos; Emira creyó ver el rostro del sujeto siendo aplastado contra el suelo si no fuera por la ventanilla.
Gonk se mantuvo solemne al lado del hombre con los brazos cruzados y una mirada aterradora. Con solo cerrar su mano en un puño de un tamaño proporcional a la cabeza del pobre, cedió a las peticiones de Agius.
—No resulta tan mala idea viajar a tu lado —exclamó Nerit luego de verse fuera de la fila de personas que esperaban por hacerse de un pase.
Miró a su alrededor buscando la cabellera castaña entre todas las personas
—¿Dónde se habrá metido?
—Allá. —Señaló el otro con la mirada diagonal a un pequeño puesto de baratijas.
—No deja de ser una mujer después de todo —resopló negando.
—Nerit, me tiene sin cuidado tu relación con Teber, pero te aconsejaría la tratases mejor, por lo menos delante del Capitán y mía.
Agius levantó la mirada al hombre que seguía de brazos cruzados. Delante de él, Gonk era un coloso; su masa muscular era considerable, aun cuando Nerit había formado su cuerpo.
—Me tiene sin cuidado tus consejos, amigo. Además poco le debe importar a Teber su hija.
—En eso estas equivocado ¿Por qué crees que estamos aquí sino? A Teber le importa Emira como no tienes idea, cada misión a la cual ha sido enviada tiene su propósito.
—Lamento llevarte la contraria, Gonk, no veo cual es el propósito de mandarla con nosotros y mucho menos de haber perdido nuestro tiempo buscando fantasmas —lanzó obstinado.
—Emira no puede tocar Zaga —susurró el hombre caminando hacia la chica.
Agius suspiró cansado. Ella lo cansaba, con solo verla sentía el peso de tener que cargar con un muerto en la espalda, aunque no fuera así.
Ella dejó en su lugar un par de aros especiales para el cabello. Le gustaba esa clase de adornos aun cuando se decía así misma que era una ilusa por dejarse llevar por los instintos. Entre eso y la voz de Seren detrás de ella, debía cohibirse de cualquier cosa que pudiera ser un gasto innecesario. A final de cuentas no podía hacer más que odiarse por sentirse rebajada y humillada ante tales objetos. Vio a Gonk acercarse por lo que decidió alejarse de la anciana que había intentado por varios minutos hacer que Emira cayera en su juego.
El hombre señaló el camino hacia la sala de espera donde Nerit ya se encontraba. El lugar era amplio con asientos dispuestos por todos lados así como mesas y centros recreativos, el aroma a cerveza y flutter se metía en sus fosas nasales así como el sonido de la música alta. La emancipadora solía tardar varias horas en llegar así que los centros recreativos eran los lugares convencionales para pasar el tiempo y entretenerse. Agius dispuso de un taburete frente a una barra. Dejó caer una moneda de oro sobre la mesa metálica al tiempo en que el barman lo tomaba, observó el pedazo de metal a contra luz y se dispuso de servir un jarrón de cerveza negra.
—¿Primera vez? —preguntó el barman.
De cabellera castaña y ojos pequeños, su mandíbula cuadrada y la barba de varios días mostraban a un sujeto común en un lugar común que intentaba socializar con los recién llegados.
—No —respondió Nerit mirando por encima de su hombro. Gonk y Emira habían preferido estar lejos de la barra y sentarse en una pequeña mesa lo más cerca posible de la entrada—. Conozco este lugar como la palma de mi mano —susurró bebiendo.
—Entonces sabrá del nuevo reglamento. Una verdadera patada en el trasero, sobre todo porque muchos no cuentan con la identificación debidamente procesada y son personas muy pobres como para poder costearlo. —señaló limpiando la barra.
Agius entrecerró los parpados escuchando atento al hombre. Se tomó el jarrón completo, depositó una nueva moneda y fijó la mirada en él.
—Háblame más de ese reglamento.
Emira había estado aguantando las ganas de patear cuanto objeto se le cruzara por el frente. Generalmente perder los estribos era parte de ella, pero en esa ocasión necesitaba pasar desapercibida ante la cantidad de personas que caminaban a su alrededor. Tres sujetos como aquellos era raro verlos, sus portes y vestimenta parecían delatarlos. Aún más su forma de caminar: los sibilantes podían reconocerse.
Nerit formaba parte de la data de La Avanza desde hacía ya diez años, investigado por el reino y siendo arrestado en más de una ocasión, la última vez contó con la suerte de conocer a Cari Trent. Esta no sería la ocasión. Gonk llevaba un prontuario muy extenso siendo clasificado como prioritario, así que se encontraba en igual desventaja. A pesar de que Emira no formaba parte de la data de La Avanza, tanto Nerit como Gonk sí y eso era un punto en contra. En el momento que pasaran por la entrada su ADN sería reconocido y rápidamente abordado por una cuadrilla de soldados.
—¿Qué piensas, Gonk? —preguntó Nerit.
—Es una locura —respondió sin dejar de ver el suelo—. El darack no tiene el suficiente combustible como para llegar a Ugen, nos quedaríamos en medio del espacio en menos de cinco días y aún nos faltaría camino por recorrer. Por otro lado desconocemos de ese tipejo.
—Podemos enviar a Emira en La emancipadora. —Comentó Nerit
El hombre fijó la vista en la propuesta, no era absurda a diferencia de las otras, pero eso significaba dejarla sola y una de las razones por las cuales él estaba allí era para mantenerla vigilada.
—Del sujeto del bar nos podemos encargar nosotros, si realmente tiene una nave que pueda viajar hasta Ugen solo será cuestión de un segundo hacernos cargo—alargó Nerit sonriendo sarcástico—. Emira puede protegerse por sí misma mientras nosotros buscamos llegar a Ugen. Lo más importante es que localice a la anciana —comentó—. Una vez lo hayas hecho no puedes perderla de vista hasta que nosotros lleguemos.
Gonk resopló por segunda vez. Ni estaba convencido ni confiado del resultado, no dudaba en lo absoluto de las capacidades de Emira Teber, después de todo él había notado los grandes avances que había dado la joven desde el momento en que llegó al navío. Su preocupación no era esa, de hecho, era pensar que podía encontrarse en una situación desigual. Aun cuando se trataba de una anciana, Narima Gasli, hizo todo tipo de tratos con piratas y mercenarios, conocía a los sibilantes como si fuera un miembro más de tan poco distinguido clan y, gracias a ello, también era confidente de una gran cantidad de secretos. Gonk no dudaba de que la mujer fuese más peligrosa de lo esperado.
Nerit lanzó una mirada a su compañero. El sujeto no hacía más que observar el horizonte con la comisura de los labios hacia abajo y una mirada que infundía temor. Agius, a diferencia de Gonk, confiaba plenamente en Emira. La había humillado en más de una ocasión, sí, y le parecía una patada ser su compañero, sin embargo Nerit solo quería que su compañera abriera los ojos al encanto que parecía depositarse delante de ella y que tomará un lugar más allá del noble titulo de hija de...
La pequeña ventanilla hacia el espacio no mostraba ninguna clase de sentimientos en Emira. Ver aquel infinito vacío siempre le había quitado tal emoción que sentía los pequeños que jugueteaban por toda la sala. Emira se levantó de su asiento dispuesta a tomar una de las miles de habitaciones que tenía La emancipadora. Pasó su tarjeta sobre la pantalla de una puerta y luego de escanearla se abrió. La joven entró al tiempo en que la entrada se sellaba y una luz tenue alumbraba el lugar. Una habitación pequeña con una litera, sábanas, un escritorio y una puerta que daba a un baño y una ducha.
Se lanzó en la cama esperando que el sueño sobreviniera. Sintió el deseo desesperado de cerrar los ojos hasta dejarse llevar.
La voz androide de una mujer resonó en todo el salón principal donde Emira llevaba varias horas. Decidió tomar su última cena en el lugar y hacer tiempo estudiando en una pequeña pantalla el recorrido que tendría que hacer hasta llegar a la zona más escaldada de Ugen. El planeta se conocía por sus amplios valles, pastos y montañas que conectaba con zonas tan desértica y muerta al que se concibió imposible volver a vivir en el lugar: Tongen. No entendía como una mujer mayor podía vivir en ese lugar sin las condiciones básicas, quizá esa cercanía fronteriza entre Tongen y una hilera de árboles le hacía creer que allí estaría bien.
—¡Uh! Odioso lugar —escuchó decir en la voz de una chica menuda de cabellera rizada y prominente, piel pálida y ojos blancos como las nubes.
—Modificada.
—¡Así es! —exclamó—. Tami Agane, para servirte —resaltó extendiendo su mano.
Emira la saludó con una de sus comisuras hacia arriba.
—¿Viajas sola, Tami?
—¿Viajas sola, extraña? —indagó con altivez
—Yo pregunté primero —siseó Emira acercándose a la chica.
—Bueno, bueno. Si, viajo sola, pero eso es lo que hacemos nosotros. Viajar por el mundo solos —resopló conforme y altiva.
—Aparte de modificada eres ¿Una nómada? ¿Dónde está tu familia?
—Eso no importa. Lo que importa es si quieres ir realmente a Tongen o no. Yo puedo llevarte —exclamó triunfante.
—Tongen no es un lugar para niños. Además ¿Por qué te inmiscuyes en asuntos ajenos? —espetó Emira cruzada de brazos.
—Porque si abres un mapa en este lugar de la manera en que lo haces es porque quieres un guía y eso es lo que soy: una guía. Yo puedo llevarte hasta el desierto de Sahara, si eso quieres.
Emira miró ceñuda a la joven.
—¿Sahara?
—Sí, Sahara —exclamó arrogante—. ¡Ah! Lo olvidé. La mayoría de los viajantes no conocen el planeta Tierra.
—He escuchado de él, pero tienes razón: la mayoría poco sabe.
—Bien, tampoco es que nos importe en este momento —dijo entusiasta—. La emancipadora atracara en unas horas. Hasta entonces podríamos conocernos mejor si vamos a ser compañeras de viaje.
—Lo siento, Tami. Me agradas, pero debo hacer este viaje sola —esbozó marchándose.
—¡Como quieras! ¡Pero mes vas a necesitar! ¡Lo sabes!
Tami se cruzó de brazos francamente enojada por su fracaso, creyó haberla conseguido y haberse hecho de un trabajo fructífero por un par de días hasta que debiera retornar.
La emancipadora se preparaba para atracar en el puerto de Ugen. Un amplio complejo de sistemas harían de anclaje para la nave cerca de una estructura con forma de domo. El movimiento dentro de la nave se hacía cada vez mayor. Emira se quedó a varios metros lejos del resto de los viajantes y, diagonal a ella, Tami Agane le guiñaba un ojo con picardía. Teber rio por debajo ante la ocurrencia. No podía negar que le agradaba. La joven guía tenía un carisma que la hacía sentir alegre aun cuando no hubiera razones. Sin embargo la complejidad o no de la misión no podía ser arruinada por un tercero y ella lo era.
Cuando las puertas estuvieron abiertas Emira salió seguida de un mar de personas. Tocar por primera vez aquel planeta era una aventura. El aire se sobrecargaba gracias a las frecuentes emisiones de industrias. Vivir en aquel lugar no era una opción viable, mucho menos en la zona donde Gasli se encontraba. Callejones empinados y estructuras metálicas selladas de forma tal que no permitía la entrada del viento en su interior era parte de las características principales del planeta.
Emira recorrió uno de los callejones hasta verse en el centro de la ciudad. Una plaza donde la máxima esfinge del planeta se evidenciaba en una escultura hecha de cobre.
—Es horrible —dijo Tami.
Teber rezongó al ver la pequeña a su lado.
—Creo haber sido clara —espetó.
—No eres la única persona que necesita un guía, sabes —lanzó haciendo señas a un par de viajantes. Turistas.
—Suerte con eso —esbozó retirándose.
—¡Suerte en Ugen, extraña!
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