Capítulo 6
El zumbido de las armas al chocar era lo único que se escuchaba en la habitación, un lugar amplio de paredes compuestas. Agius Nerit tenía la ventaja en aquel baile donde Emira parecía estar perdiendo el control, luego de un golpe certero con el que derribó la lanza de la fémina hizo una finta que la llevó contra el suelo.
—Podemos darlo por terminado —concluyó tomando el arma de la joven.
—Pude haberte respondido a ese último golpe —murmuró ella.
—Pudiste haberlo hecho, sí, pero estas dispersa, niña estúpida —espetó. Emira contempló la silueta del sujeto—. Sé en qué estás pensando y definitivamente me certificas que solo eres un juguete de tu propio padre.
—Deberías cuidar tu lengua, Nerit.
Amenazó la chica con el ceño fruncido y las manos hechas puño. Estaba decidido a golpearle la cara al hombre al que habían dispuesto como compañero suyo.
—Guárdate eso para otra ocasión, quieres —exclamó lanzándole una toalla con cual secarse.
La chica observó la tela entre sus manos tratando de decidir. Desde que había escuchado la propuesta de Rod Seren, Emira había estado vagando entre la petición y el plan actual del "Marqués". Su fuero interno le gritaba a diestra y siniestra lo que debía hacer, sin embargo una parte de ella añoraría la presencia del profesor en la nave y, solo por ese simple hecho, dudaba. Aunque tampoco supiera la razón detrás.
—No deberías pensarlo, no importa cual decisión tomes, niña, Teber no te dejará muy lejos de él. Ese lisiado consume el 80% por ciento de tu tiempo, algo que muy bien puedes ocupar en hacerte de buenos tratos con el resto de la tripulación.
La chica bufó rodando los ojos.
—Creo que soy suficientemente capaz de moverme por mi misma sin las órdenes de otros. Nada de lo que dices tiene sentido.
Nerit carcajeó negando.
—Realmente eres estúpida.
Emira frunció el ceño mientras la ira la recorría. Agius resultaba ser más mordaz de lo que ella había imaginado en primera instancia; sabía que su relación no sería normal como las otras que había tenido con antiguos compañeros, más ninguno de ellos se atrevía a hablarle de la forma en que lo hacía él. Agius era directo, sarcástico y hasta tenía una personalidad de los mil demonios, no se guardaba sus pensamientos mucho menos si eran hechos palpables. Él creía que entre más rápido la hija de Teber se diera cuenta de su posición sería mejor para todos aunque entendía que no sería fácil.
La tensión entre los dos se había incrementado en cuestión de segundos. A Nerit no le importaba destrozar el bonito rostro de ella con tal de que empezara a actuar de forma razonable. Sin embargo, la voz robótica de un droide dispersó el momento con un recado proveniente del propio Erna Teber. La chica observó a su compañero, tomó una blusa de mangas largas hecha a base de cuero y una navaja que siempre portaba en su bolsillo.
Seguida por Agius, Emira recorrió los pasillos hasta verse dentro de un elevador que los suspendió a una segunda planta donde varios hombres trabajaban frente a pantallas holográficas marcando zonas importantes para el rumbo que tomarían. Ambos bajaron por una rampilla hasta una puerta doble metálica que se abrió luego de un pequeño escaneo de la anatomía de ambos.
En su interior Erna observaba un mapa del sistema cruzado de brazos acariciando su barba larga, la cabellera había desaparecido y, en cambio, su cabeza estaba llena de tinta alienigena. Cari Trent revisaba archivos relevantes al tema que tocarían dejando uno a uno sobre la mesa donde se reunirían. Observó de reojo la presencia de Emira y Agius para volver a lo suyo. Una vez terminado, la puerta se volvió a abrir para dar paso a Rod, dos hombres de más entera confianza de Trent: Treparius y Gonk y otros dos denominados por ellos mismos como los Ducra, dos mellizos de un planeta viejo con más de cien años de edad, de contexturas menudas, pero agiles cuando lo deseaban.
Agartha, una chica corpulenta de piel negra y francas líneas delgadas de tono dorado que revestían su cuerpo y Tremun, un hombre delgado que llevaba puesto un par de lentes de gran aumento debido a su poca visión.
—Estamos todos, el resto se enterará en su momento —comentó Cari al ver al grupo reunido.
Erna observó la diversidad de hombres que se sentarían en la mesa fijando su mirada en Seren.
—Emira, ¿seguirás con nosotros? —inquirió clavando sus ojos en ella.
Tragó fuerte su mirada se posó en unos segundo en el profesor y nuevamente en Teber. Ella asintió con la cabeza.
—Bien, entonces podemos empezar.
Una sonrisa divertida se extendió por sus labios hasta iluminar sus ojos.
—¡Capitán! Igualmente sobran personas en este lugar —Aclaró uno de los mellizos: Hugh, en el chico sobresalía la heterocromía de sus ojos mucho más que en su hermano Norm.
—No, estamos quienes debemos estar. El profesor ha decidido seguirnos —lanzó victorioso.
El joven contempló al hombre con una sonrisa lánguida que iba de oreja a oreja.
—Debemos dar la bienvenida, entonces —Se burló.
Cruzado de brazos, Erna sonrió placentero de la expresión en el rostro del profesor.
—Es hora —clamó Trent activando una serie de imágenes que se desplegó a cada uno de los presentes.
—Quien tienen frente a ustedes es Clarence Tecket. Uno de los mejores amigos de Lord Ebsarta, también es considerado como "El asolador". Tecket tiene una historia interesante, pero lo que nos interesa en este instante es su traición a los suyos luego de que Lord Ebsarta repartiera los pedazos del mapa; también se dice que antes de ir en su búsqueda mandó a hacer una pintura donde está detallado las coordenadas del sistema. Tecket, agrupó todo en esos números por lo que obtenerlo sería la más grandiosa ventaja sobre los retazos del viejo papel —aseveró Tremun. La segunda imagen en mostrar fue un cuadro de lo que pudiera ser el contenedor de las coordenadas—. El cuadro es una creación de Narima Gasli, una mujer de 87 años de edad que vive al sur de Ugen, en una villa pequeña, carente de tecnología alguna. Es lo que hemos llegado a saber —expresó mostrando el rostro de la mujer. Una señora mayor de cabellera corta y plateada, piel moteada y tostada, y ojos oscuros—. Necesitamos a Gasli, o mejor dicho necesitamos el cuadro que hizo.
—¿Qué probabilidades hay de que sepa donde esta? —preguntó Emira.
—Altas —respondió Cari—. Aunque Clarence Tecket le pidió hiciera el cuadro, él nunca lo tuvo en sus manos. Tal parece que Gasli lo se quedó con él; no hay registros de que haya salido del planeta ni que hubiera sido entregado a alguien.
—Aclarado el punto, la otra parte de la misión es recuperar "Anaquil".
El asombro llegó al rostro de Seren, posó sus manos sobre ambos reposabrazos del asiento, rememoraba cada parte que conformaba aquel navío. Alguna vez escuchó de alguien abordarlo, más lo vivido tras ello hizo que ese hombre lo dejase donde estaba.
—Lo recuerdas ¿No es así? —preguntó Erna. Había visto el cambio de humor en la expresión del profesor, su reacción y el miedo palpable—. Esta vez no la dejaremos a la deriva.
—¿Esta vez? —susurró Norm Ducra.
—Sabemos que la nave se encuentra en un planeta deshabitado: AKi – 266, sin embargo los comandos, llaves y todo lo necesario para hacerla funcionar está en Zaga, bajo el cuidado de un meronte.
—Y yo creía que dejaríamos de tratar con parásitos —bufó Gonk.
—Descuida, Gonk. No podemos ir viajando de un lado a otro. En este instante estamos más cerca de Zaga que de Ugen, así que los gemelos irán por el meronte, Emira y Agius volaran a Ugen con tu compañía Gonk.
La mueca en el rostro de Gonk no se hizo esperar.
—No tengo deseos de ir a Zaga —resopló Norm.
—No me interesa lo que deseen. —Erna observó al grupo con los brazos en jarra y una mirada severa que helaba—. Ugen está a varios días de aquí, prepárense para partir.
El trío asintió.
Uno a uno los presentes salían del lugar con un plan al cual hacerse y una fecha tope para volver. Sin embargo, Erna tenía sus ojos puestos en una sola persona, lo detuvo antes de que pudiera pasar el umbral y perderse tras la puerta. Seren estaba trastocado luego de saber los planes de Teber. Anaquil no era cualquier navío, era el deseo de muchos sibilantes y a la vez su perdición tanto o más que la ciudad. Rod siempre había catalogado de absurdos suicidas a quienes se atrevían a ir tras ambos objetivos, por lo que no dudaba de que Erna fuera uno de ellos. No obstante también conoció al hombre que se atrevió a seguir la nave.
Seren se giró por completo volviendo hacia Teber. El hombre le sonreía desde su posición con soberbia. En más de una ocasión el profesor había querido estampar el rostro del capitán contra el panel de control y atravesar sus ojos con una daga que había empezado a llevar en su cinturón desde que entró en el Marqués. Aquel deseo no se cumplió jamás, siendo ahora un discapacitado, ello se venía abajo.
—La última vez que estuvimos en Anaquil, nada salió bien. —Recordó—. Esta vez será igual.
—Los sistemas de la nave estaban alterados en esa ocasión, no lo sabíamos. La nave fue programada para impedir el acceso de intrusos, pero una vez que formas parte de su sistema eres tan bienvenido como cualquier otro. Un tripulante más —exclamó victorioso.
—Tú lo has dicho, debes formar parte de él. —comentó.
—Ese es el problema, profesor. No haces alusión a tan distinguido nombre —Se mofó—. Anaquil tiene un programa de largo alcance con el que Lord Ebsarta podía comandar la nave, cambiar códigos y asustar posibles ladrones —burló—. Nosotros lo hemos conseguido hace un tiempo atrás.
—¿Sistema externo? —inquirió para sí relajándose. Los constantes agravios de Erna lo habían puesto tenso.
—Sí. Toda una suerte haberlas encontrado —exclamó palmeando el hombro de Cari Trent.
La mujer observó al capitán levantando levemente la comisura de sus labios para luego fijar la mirada en el profesor. Rod había visto a lo largo de ocho años la complicidad y amistad con la que aquellos dos se manejaban. Cari Trent había dejado de ser la menuda chica que se había ido de casa.
—Una vez hechos con las coordenadas y los códigos, podremos empezar nuestro viaje —espetó Erna bajando los peldaños para verse frente al magistral campo de visión del Marqués.
—Si tienes el sistema externo podrías modificarlo sin problemas, sin necesitar el código —exclamó Seren.
—Imposible, hemos entrado al programa pero tan solo corromperlo sería la destrucción de los controles de la nave —musitó Cari—. Necesitamos al meronte. —La mujer miró por el rabillo del ojo la expresión preocupada en él—. No debe por qué molestarle, Emira viajará a Ugen.
Rod alzó la mirada a la mujer, resopló hastiado del lugar y de la presencia de aquellos dos, rodó hasta la puerta y salió con la vista de Trent detrás de él.
Emira se había sentado en una silla y empezado a pulir el arma concentrándose en aquella tarea. Ir en busca de una mujer mayor no era precisamente su idea de peligro, pero siempre debía estar armada. Así lo había prescrito Rod Seren y así había crecido ella.
Una vez finalizada la tarea, se vistió con una blusa, cazadora y pantalones, un cinturón con el armamento en sus respectivos compartimentos y una coleta alta que dejaba ver sus facciones.
El recorrido hacia el hangar principal del navío fue tan rápido como ver a ambos sujetos preparándose para partir. Agius disponía de los controles mientras que Gonk chequeaba la parte externa de la pequeña darack. Aquella nave los llevaría hasta un puerto cercano del cual tomarían rumbo a Ugen.
Gonk era un hombre de contextura fuerte con una herida esencialmente visible en su brazo derecho. Cabellos cortos dispersos y ojos hundidos tras una capa sombría. Observó a la mujer acercarse hasta la nave, hizo un leve gesto que Emira pasó desapercibido y entró al lugar, detrás de él, Emira se posicionó al lado de Nerit.
—No te despediste —comentó burlón. Ella lo miró por el rabillo del ojo bufando.
—Nadie me despediría —Resopló al tiempo en que veía a Trova en el pasillo de una segunda planta observándolos.
—Bueno, por lo menos lo tienes a él. —Se rio Nerit.
—Estamos listos —comentó Gonk entrando. Las puertas se sellaron.
—Será un viaje largo, niña —suspiró Agius—. El puerto de Acarta está a varios días, por suerte tenemos combustible suficiente. —Emira contempló al hombre dudosa—. No te comportes como siempre, eso quiero decir.
Gonk carcajeó ante la gracia.
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