Capítulo 38

—¿Cómo lo supieron? —preguntó el hombre cuando las dudas no podían dejar se filtrarse— ¿Cómo llegaron a nosotros? 

El general suspiró por segundos viendo en la lejanía el rostro abatido de su hija. Aquella niña era una mujer tratando de entender que no era quien decía ser.

—No la dejé sola, nunca lo estuvo —comentó volviendo la mirada a él—. Seren estuvo con ella.

—Nunca lo vi —murmuró frunciendo el ceño—. No estaba ahí.

—Pero estaba Trent ¿no es así? Sargento de La Avanza —esbozó—. La familia Trent estuvo detrás de todo, era un seguro. —Lion tragó impresionado. Tomó asiento viéndolo.

—¿Y yo que era? —Se preguntó.

—“Injusticia”, según Kalisa —señaló—. El dispositivo que te entregó lo dejé deliberadamente a su vista para ti. El acto de deshonor debía llevarse, quiera o no, tu deber era protegerle. ¿Lo entiendes? Ante la vista de cualquiera, ante la de Strager y otros, incumpliste. Fallaste. Por supuesto, ellos no sabían de todo lo que en realidad sucedía y tú tampoco. —Mirov entornó la vista a la mujer que entraba y asentía. Blan le hacía saber en ese simple gesto lo que habían estado esperando.

—Soy un sibilante… me hice sibilante… cuando juré proteger El Reino —ironizó.

—Los actos de traición son propios de los sibilantes, Lion —vociferó Emeral. Joga levantó la mirada hacia ella—. No hay lealtades a menos claro que lo jures. Pero más allá de eso, eres libre de escoger aun cuando tengas el símbolo en tu cuerpo —murmuró. 

Se había percatado de ese simple hecho antes de comentarlo. El hombre miró a Smog indignado.

Terrence miraba al hombre a su lado con cierto deje. Ese, aquel que en ese preciso instante limpiaba su arma concentrado en esa única tarea no era el mismo Sasha que vio partir al lado de Lion. Y es que verse corriendo como una rata por Las Arcas y dejando atrás a sus compañeros no lo esperaba. Sin embargo las opciones se veían mínimas. Él solo no les enfrentaría, en el fondo, sentía el peso de su cobardía. Podía, pero no quería. 

Su compañero bufó, tomaba asiento frente a él. Depositó una bandeja con comida. Le vio desde que llegó más no le vio probar bocado alguno. Sasha ansiaba tanto como cualquiera encontrar a sus compañeros. Se juró mentalmente que en esa ocasión, a diferencia de la anterior, les protegería con su vida. Daría todo de él para rescatarles. 

—¿Sabes algo? —preguntó. Sasha. 

Terrence le había dado la espalda y contemplaba la entrada al comedor donde desde hacía dos horas Sasha se encontraba sumido en sus pensamientos.

—Central. Todo apunta a Central —contestó—. No han dado más información, puedo pensar que es porque el tal Mirov no se ha comunicado.

Sasha gruñó.

—Dependemos de ese bastardo —resopló.

—Total, él solo busca algo y mientras Yetre se los dé no habrá problemas o eso ha dicho Cavany.

El hombre dejó el arma lista sobre el mesón y cruzó sus manos delante de él.

—¿Qué será…? —murmuró para sí mismo.

—Mi preocupación es cómo estarán. Joga ha demostrado ser un sujeto duro y Yetre, bueno, hablamos de Yetre —sonrió nostálgico—. Sin embargo no sabemos nada…

Emblat daba pasos certeros por el lugar aunque cavilaba ante su inminente llegada al sitio establecido. El recibir noticias de Mirov con la confirmación de sus hombres les había devuelto el aire que parecían haber perdido, sin embargo tanto él como Rowane mantenían otro de sus intereses en perspectiva: Anaquil. Habían estado diagramando la posición en la que se encontraba y, por más que lo desearan, estaba a una distancia que le llevaría días alcanzar. Aun así Emblat mantenía su deseo sobre Defaures. Habían hecho los arreglos pertinentes con el dispositivo que Yetre les había dado, Espirale adquirió la posibilidad de transportación que buscaban así bien sabrían podrían entrar en el Sistema Dtar. Cómo entrarían en Defaures era una complicación menor que esperaban poder solucionar cuanto antes.

Prato se mantenía al borde de la escalerilla con los ojos fijos en la panorámica que le mostraba la gran estructura de Central. Pronto se acoplarían, pronto volvería a tener a su tripulación completa y embarcarían hacia ruta destino. También le preocupaba la presencia de Mirov, el hombre tenía la palabra de alguien leal, pero con la disposición de cambiar. Lo había presenciado en variadas ocasiones: Velikoj Mirov miraba por los suyos y nadie más. Un trato con él tenía la resolución de ser corto para no volver a formarse y eso le tenía en vilo.

El capitán vio a su compañero posicionarse a su lado, exhalaba un suspiro que no traía nada bueno. Cavany tendía a ser la razón dentro de la mente de Prato por lo que ataba los cabos que a él solían difuminarse.

—¿Nervioso? —preguntó. Tembló dedicándole una mirada de recelo a su compañero.

—Lo necesario. El Mirov que yo conozco… —bufó—. Ese Smog se trae algo.

—Es posible. A juzgar por su rostro, aunque también vi mucha seriedad. Quizá no sea como el Smog que conocemos. La sombra del espacio parece haber perdido facultades. 

Rowane mostró una sonrisa odiosa.

—Irás por Yetre, Cavany. Es lo que importa en tal caso.

Emblat asintió.

—Y Han —rememoró.

—No, Joga tiene cuentas que ajustar con Mirov —farfulló.

—Sigue siendo de la tripulación.

—Por eso estoy nervioso —exhaló cruzándose de brazos—. Para Mirov puede ser  importante el chico, no se trata de cualquiera y querrá retenerlo aun cuando sea un sibilante de Espirale —comentó extasiado.

—No quieres iniciar una disputa por un sibilante, pero tampoco pretendes dejar a un hombre a la deriva —Emblat se recostó del barandal sosteniéndose del metálico—. Lo entiendo. Algo se nos ocurrirá. Quiera o no, Smog debe entender que el chico es un hombre nuestro y no lo dejaremos.

La primera pisada sobre el frío suelo tensó a Terrence. Estaba a varios pasos detrás de Emblat quien caminaba con apremio en busca de la unidad médica donde sabía se encontraba su tripulante. Junto con él, un Rowane mantenía la postura rígida hasta que ambos hombres decidieron separarse. Emblat iría por Yetre, mientras que Prato hablaría con Smog. Con ello presente, el par se dedicó una mirada adusta, llena de complicidad y tomaron sus respectivos caminos.

Terrence aceleró el paso cuando lo notó y se encaminó al lado de Emblat. Ansiaba, tanto como él, encontrarse con Yetre que él mismo se ofreció como compañía de Cavany aun cuando a ojos de los presentes no fuera necesario. Sin embargo, luego de las insistencias no le quedó de otra. Emblat mantenía la firme posición de que sería de utilidad al lado del capitán y aun así, Rowane aceptó su disposición.

Miró de soslayo el lugar lleno de vida como era costumbre hasta ver las luces serpenteantes y rojas que mostraban el paso hacia la unidad médica. Luego de mirar su alrededor con aparente disimulo, el par se internó en el recinto acercándose a la enfermera de turno que les llevaría con la mujer. Tras pasar la primera puerta los músculos de Emblat se tensaron. Las veces que había tenido que ver a Ora Yetre en una situación tan riesgosa como para recurrir a un doctor estaba al punto de la muerte. Veces en que se sintió desfallecer. Ora era, a todas luces, la preferida aunque muy pocos sabían por qué cuando otras sibilantes también formaban parte del navío.

Se detuvo en el instante en que vio el número de habitación y el ventanal oscuro apenas iluminado. Entró notando la ausencia del cuerpo. Terrence se precipitó en buscar dentro del cuarto de baño y en todo lugar posible aunque improbable, al finalizar, miró a su superior  y negó con la cabeza. Cavany salió de la habitación angustiado, temeroso de pensar en lo peor cuando la cabellera morena de una mujer lo alertó. Ora estaba ataviada en su traje con las manos en los bolsillos; una mirada simple se depositó sobre él.

—Señor —murmuró.

—¿Estas mejor? 

Ella afirmó sin más. Esperó a que Cavany se acercara y sintió la palma de la mano de su compañero contra su hombro con una sonrisa sincera.

—¡Qué bueno es verte, Yetre! —Sonrió agradecida del cariño tras las palabras de Terrence; se sentía bien, más que bien, pero también se sentía fuera de contexto. Siguió a Cavany quien después de acunar su rostro tomó el paso hacia las afueras del recinto.

—¿Qué sabe de Joga? Me dejó aquí desde hace unos días y no ha vuelto. Temo que le hayan agarrado —sopesó.

—Él está bien, Yetre, ese sujeto tiene mucha suerte —aclaró—. Nos reuniremos con ellos, así que apuren el paso —ordenó en tono grave.

Prato exhaló el aire de sus pulmones al ver a Joga frente a él aunque en su rostro divisara dudas y preocupaciones, Han mantenía el carácter serio y prosiguió a cumplir con su objetivo en ese momento: llevar a Prato Rowane con Mirov. 

El capitán no esbozaba ningún tipo de palabras ni miraba al hombre de su tripulación, caminaba a su lado intrigado por la reunión con Smog y por el simple deseo de saber qué llevaban sus hombres. Después de todo, esa había sido la razón principal por lo que se había comunicado el general de La Avanza. Quizá habría creído que sus órdenes fueran aquellas, quizá estaba relacionado con Anaquil y si era así esperaba que Joga dijese palabra alguna más no sucedió. Joga era una tumba que se resignaba a respirar. Se encontraron tan pronto en la zona residencial donde Han se adelantó y entró en uno de los pequeños edificios. Se quedó quieto por un instante al ver que los tres que le seguían se detuvieron.

—No se preocupe, Capitán, él no tiene intenciones de llevar esto a más que una plática —adelantó el sibilante entornándose de nuevo al camino seguido del resto.

—Confiaré en ti, Han.

Mirov observaba con especial cuidado los cuadrantes antes del Sistema Dtar a dónde, si era necesario, ingresaría, aún más el ingreso a Defaures era algo que los mantenía en vilo. A todas luces su mejor opción era no seguir con ello, pero había puesto a la orden de Strager una nave que yacía en manos de un hombre como él. Velikoj cumpliría aunque tuviera que detener a Erna Teber a tan solo kilómetros del planeta. Alzó la mirada cuando escuchó la puerta abrirse y dar paso a Prato Rowane. El capitán de Espirale se dedicó a ver su alrededor y luego al general quien se posicionaba frente a él. 

Mirov miró a sus hombres hablándoles con solo la mirada. La habitación quedó plenamente sola con aquellos dos dentro. El general tomó asiento frente a él señalándole la silla su lado. Rowane estuvo por breves segundos de pie mirando, calculando y meditando al general que si bien no estaba relajado, tampoco estaba dispuesto a más. Como lo veía, Han le había dicho la verdad. Rowane se cruzó de pierna y fijó la mirada en él.

—¿Y bien? ¿Ya obtuviste lo que buscabas? 

Mirov resopló.

—Sí. —afirmó—. Ahora solo debo agradecer e irme, aunque me gustaría saber qué planeas, Rowane. 

El sibilante bufó.

—Si bien recuerdo entre nosotros no hay esa clase de “compañerismo” —escupió—. Mucho tiempo en La Avanza te ha hecho mal, Smog.

—No es por compañerismo, Rowane. Sé que has estado moviéndote y todos tus pasos dan hacia Anaquil, quiero saber si ese era tu objetivo o en cambio…

—Mis objetivo no te conciernen, Mirov —rugió en un tono bajo. Al punto de perder sus cabales, Rowane cerraba sus manos en puños dolorosos que le lastimaban.

—Me concierne si piensas ir por Anaquil —espetó—. Defaures no me interesa, mucho menos lo que puedan encontrar ahí, pero esa nave es distinta.

—¡Vas por lo que todo sibilante desea! —Escupió dando en ese punto clave—. ¡Tú! ¡Tú, Mirov, quien decías jamás perderías tiempo en fantasías! Es ilógico lo que veo.

Velikoj se levantó sobresaltado y Rowane le siguió.

—Anaquil está en manos de Teber, por ahora —sentenció Mirov.

—Que sea una carrera, Smog, una que ganaré gustoso —exclamó sonriente.

—¿Qué harás, Joga? 

Beryl miraba al hombre ausente dentro de sus propios pensamientos de los que salió con solo escuchar la sibilante preguntar algo que él tampoco sabía.

—No lo sé —musitó—. No sé qué debo hacer.

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