Capítulo 34


La sonrisa siniestra en los labios de Teber era algo que muy pocas veces había visto en él. Él era de poco fiar de por sí, pero no solía mostrar aquella faceta tan abiertamente como lo hacía en esa ocasión. Demostraba sin lugar a dudas, sus ansias de poder. Hizo de Ilu su esclava aun cuando la inteligencia tuviera total control de Anaquil. Trent ayudó a hacerlo posible con un par de cambios en su sistema.

Ella notó la mirada directa al suelo de la imagen holográfica, lo mal que llevaba cada cambio y también tuvo que hacer frente a varios ataques que ella había propulsado y que al final no sirvieron de mucho.

Erna palmeó el hombro de Trent cuando sintió la victoria en su paladar. Anaquil le pertenecía e iba camino al Sistema Dtar con todo lo que tenía a su alcance pues El Marqués seguía la misma ruta varios metros detrás de él.

—Señor, a la velocidad en la que nos encontramos pudiéramos estar muy cerca de Siline. —comunicó el piloto.

Erna rezongó, podía tener todo l oque quisiera y aun así tendría que hacer trueques en medio del camino. Se echó sobre el asiento y palmeó el posabrazos con sus dedos.

—Eso le daría tiempo a Emira para que nos alcance —lanzó Cari en un tono simple.

No intentaba detener el camino de El Marqués, pero apoyarse en ese detalle que quedaba en el aire, quizás le daría el tiempo prudente para actuar. Aunque no contaba con la banalidad con la que Erna lo tomaría.

—Emira puede hacer lo que le venga en gana, no tenemos tiempo para espararla —musitó.

—Señor, se le ha visto en una de Las Arcas; un contacto lo ha notificado. Dice que está acompañada —comentó Trent.

Erna enarcó una ceja y bufó.

—Esa niña no ha aprendido mucho. Bueno,solo fue un capricho, aunque la voy a extrañar. Hizo todo lo posible para complacer a su padre —entonó de forma burlona y aunque las risas le acompañaron, no llegaron a Cari—, ¿qué sucede? ¿Te encariñaste con ella? Todo este tiempo ha tratado de hacerte a un lado Trent, no tengas contemplaciones ahora.

Tomaba de su rostro con suavidad, màs sus palabras eran duras.

—Mirov se las ingenió para tener un localizador humano con nosotros, yo armé mi plan para que no se atreviera a acercarse, aunque no dudo que tenga a alguien más. Sabe cómo comprar a las personas —dijo sin despegar su vista de Trent.

—No sabría decirlo con franqueza, señor. Usted lo conoce mejor que nadie —dijo y tragó seco.

—Sabes, la primera vez que el idiota de Norm Druca lo comentó, recibió una fuerte paliza contra la mesa de operaciones.

Norm asintió con la cabeza y una sonrisa extendida.

—Luego, con prueba en mano, gracias al gusanillo que se había impuesto en su mente y su hermano... Creo que han encontrado algo —susurró.

—Espero saber de quién se trata —comentó ella.

—Lo sabremos, pronto. Termina con las encriptaciones, Trent. Por ahora me interesa tener a esa IA a mi servicio —zanjó.

Trent respiró. Se sentó frente a las ventanas ampliadas y continuó temerosa, Trent había recibido la mirada inquisidora de Teber, pero él, aun confundido, no lo había llevado a más.

Teber era capaz de darle su vida a esa mujer al ser de los pocos en quien sentía plena confianza y la traición le suponía amargo. La observaba inquisitivo, buscaba algún índice mientras ella se encargaba de destruir las encriptaciones que Ilu mantenía para ver al capitán dedicándole una mirada iquieta.

—¿Sucede algo, señor? —alcanzó a decir tratando de aparentar normalidad.

Había terminado con su trabajo. Erna, a pesar de lo sucedido, quería seguir creyendo en ella. Era de las mejores, los Druca eran buenos peleando, pero Cari se destacaba no solo en la defensa y su trabajo con Ilu lo demostraba. Suspiraba por saber que debía hacer lo propio con ella.

—No —Cruzado de brazos aguardó—, guía al piloto al Sistema, Trent —espetó.

Teber caminó por los pasillos con la tierna imagen de Ilu a su lado. Le había pedido que le guiase por todo el navío mostrándole hasta el último rincón. Natural, como si fuese Lord Ebsarta quien le diese la orden, la inteligencia artificial procedió a recorrer Anaquil hasta que, terminado el recorrido, aguardó a que el sujeto tuviese una nueva orden. Se había pasado por alto tan solo un lugar, la sala donde horas antes había estado con Yuri Gold y su compañero. Podían haber tocado su sistema e infiltrado de tal manera que no podía deshacer lo hecho tan fácil, pero el largo viaje al lado de Lord Ebsarta le había proveído de imágenes y videos que mantenía en su sistema desde tanto tiempo. Ver en ella la viva imagen de quien fuera su capitán le había dado la disposición de guardar todo ello en un archivo fuera del alcance de Trent. Si tenía la oportunidad de volver a Agnes de Ebsarta, como realmente se llamaba, aquellos archivos estarían ahí, esperando por ella.

Teber sonrió complacido con lo que veía. La estructura de Anaquil no se comparaba ni de lejos con El Marqués, ambos eran grandiosas naves con una disponibilidad de velocidad increíble, pero Anaquil tenía más. Había más en esa nave que la hacía tan deseable y estaba justo a su lado. Ilu era una de esas maravillas que por mucho tiempo él quiso tener en El Marqués, sin embargo la sola inclusión le llevaría tiempo, demasiado tiempo en tierra. Un sibilante no puede tocar tierra: siempre en el espacio. Así cantaba su juramento y así sería por siempre.

Giró sobre sus talones andando por el viejo salón lleno de pinturas abstractas que de inmediato pidió fueran removidos. Lo menos que quería era ver las aventuras y desventuras de un muerto. Ilu asintió sin refutar aunque lo deseaba.

—Ilu —esbozó con cierto deje en su voz.

—Capitán.

—También debo pedir que envíes a Trent a la zona de embarque y a los Druca —agregó—. ¿Sabes dónde andan ese par? —La imagen de la chica asintió. Teber sonrió—. Bien, hazlo ahora ¿Quieres?

Erna miraba con interés al par de víboras sonrientes y mal sonantes que esperaban sentados cómodamente sobre una pila de cajas. Trent se cruzó de brazos luego de verlos ahí apostados. Su relación con los Druca no era ni buena ni mala. A ella le importaba muy poco lo que hiciera el par aun cuando en algunas ocasiones se vio obligada a trabajar con ellos. No se oponía ni hacía de ello un berrinche como Emira solía hacer. Bufó. Parte de su objetivo era cuidar de la chica y ella, como si no existiese, se había desvanecido. Tenía la esperanza de que Gonk acertara. Lion, aunque convertido en sibilante, al conocerla podía cuidar de ella o eso esperaba.

El sonido de las botas dar contra el suelo la sacó de sus pensamientos. Ella dirigió su mirada al capitán quien, sin dejar de sonreír satisfecho, le dedicó una ojeada llena de emoción al cuarteto para luego dar paso a Ilu. Norm se levantó curioso, temía cual sería el movimiento. Había llegado el día, realmente esperaba que fuera así. Teber les miró de soslayo para acortar las distancias con Trent. Posó ambas manos sobre sus hombros detallándola. El instinto de Gonk le decía que debían salir, posicionó su mano sobre la funda de su arma inquieto.

—Mi segunda al mando, mi segunda mano. Quién diría que lograrías tanto —comenzó. Trent ladeó la cabeza con una mueca con la que intentaba aplacar los ánimos—. Quien diría que serías tú los ojos de Mirov —resopló con decepción.

La mujer dio dos pasos hacia atrás.

—Imaginaba que se había enterado, "Capitán". —resolvió sarcástica.

La sonrisa en Teber desapreció en ese instante en que ya no había más razones para dudarlo. Los gemelos habían acertado.

—Es una lástima —continuó—. Podía esperarlo de quien fuera, realmente esperaba que este par de idiotas tan solo estuvieran lanzando rumores con tal de ascender, pero resultó ser cierto —suspiró y, con un leve ademán, el par de hermanos dispuso de las órdenes del capitán.

Trent enarcó una ceja. Nerviosa, miraba al par de hombres ahora a la izquierda de Erna. A su derecha, Ilu estaba inmutada e indiferente a lo que ocurría y esa era su puerta de salida.

El primer disparo salió del arma de Gonk quien corría al lado de Trent y detrás de ellos, como perros salvajes guiados por su señor, los Druca les pisaba los pies.

—Ya lo sabía —exclamó Gonk

—Sí y yo también. Ilu, realiza programa de desconexión uno —ordenó.

—¿Programa de desconexión?

—No creerás que lo iban a tener todo tan fácil —bufó.

Todo lo que necesitaba ya estaba en marcha y no llegarían tan lejos como Teber deseaba. Escabulléndose entre los daracks, Gonk dispuso de uno de los pequeños navíos. Al fondo podía escuchar los gritos imperantes de Teber, sus pasos se escuchaban incesantes, parecía acercarse aunque no podía asegurarlo. Tal como se encontraban sería un milagro salir con vida de ahí.

Trent contempló al hombre entrar en uno de los navíos y sacó de su retaguardia a Hugh. El sibilante rugió del dolor, buscó ocultarse detrás del casco de la nave. Sin embargo Norm entró. Cari chifló, quería captar la atención de los sibilantes, pero más la de su compañero aun cuando era perder el tiempo. Se movió de su posición para entrar en la nave a expensas de ser herida. Recorrió el camino con prisa sin detenerse cuando un fuerte golpe la asestó desde su espalda. Ella sintió cada fibra de su cuerpo quebrarse, adolorida, tirada en el suelo y con la respiración cortada, Cari buscaba enfocar su mirada en aquello que la había tumbado al suelo. Pudo notar a Teber, erguido frente a ella con una mirada furibunda que la congelaba.

—Mi querida... —murmuró.

El motor de la nave se encendió, la hizo dudar por un segundo, no obstante Erna no se inmutó. Cual esfinge dispuesto a acabar con los últimos minutos de su vida la veía quieta bajo sus pies. Dudoso hasta cierto punto, lleno de ira por su acción y por haber sido tan ciego como para confiar plenamente en ella aun cuando el día en que llegó a la nave tan solo era una chiquilla con aires de superioridad.

—Lo pudiste haber tenido todo. El mundo a tus pies, no imaginas las ofrendas que nos daría Defaures... Pero tu tenías que hacerlo. Debías seguir a alguien, ¿por qué Smog? ¿Qué me faltó? Tenías mi entera confianza, si deseabas destruir un planeta entero te iba a acompañar... —musitó consternado.

Cari aprovechó ese único instante para hacerle una finta, el hombre cayó a sus pies pero dos disparos se perdieron en aquellos segundos en los que, luego de herirlo tomó camino hacia el darack. Se arrastró hasta la compuerta con la imagen de Hugh detrás de ella y la intervención de Ilu. El hombre había sido apuñaleado por un droide. Rugía de terror enfocándola para luego volver a amedrentar contra Trent sin conseguirlo. La compuerta se cerraba y el pasillo empezaba moverse. Trent entró tan rápido como pudo seguida por el sibilante al que le fue asestado un último golpe por el droide ahora destruido.

Gonk había puesto en marcha la nave aun con Norm dentro, advertía que era audaz, ágil y que se le había escapado un par de veces. Estaba exhausto y Norm igual, lo notaba en esa respiración pausada y lenta. Se abalanzó sobre él en un último ataque con el que deseaba asesinarle. Sus fuerzas podían medirse de igual a igual, pero Norm no dejaría que un sujeto como Gonk acabase con él, lo lanzó y enterró su cuchillo muy cerca de su hombro. Gonk rugió y se encaminó a asestar otro golpe y otro y otro hasta que el Druca dejó de respirar.

Cari caminaba al interior de la nave con la respiración forzada. Llegó hasta el umbral donde Gonk tomaba los controles para salir del lugar. Las compuertas se abrieron y el par vio el manto del espacio agradecidos. Trent cayó sobre sus rodillas exhausta. Sus manos acariciaban las heridas en su abdomen, tan cerca de su diafragma y la otra en su flanco derecho, no veía posibilidad de que ella pudiera seguir adelante. Un hilo de sangre corría por su boca y bajaba hasta su mandíbula mientras su voz intentaba llamar a su compañero. Gonk miró sobre su hombro, escuchaba una vocecilla a lo lejos. Se apresuró en llegar a su lado al verla, la tomó en brazos y llevó hasta la primera litera que encontró para recostarla. Buscó entre los gabinetes el botiquín de primeros auxilios y se dispuso en ayudarle.

Las manos de Cari rodearon las del hombre. En su mirada Gonk entendía todo lo que callaba. No había lágrimas, ni penas, únicamente una fuerte decisión. Si algo alguna vez admiró de ella era eso, su fuerza.

—Podemos llegar —esbozó alterado.

Una media sonrisa lo sacudió. Ambos sabían que no era verdad, que era imposible ello.

—Localiza al general, dile que he fallado. —Cari acarició la mejilla del hombre apenada—. Lo lamento tanto, por ti, por Trep, nuestro Trep —susurró dolida—. No pude hacer nada por él.

Gonk tomó con fuerza su mano.

—Treparius haría por ti lo que le pidieras, igual yo —Trent asintió.

No hacía falta para ella mencionarlo, entendía que entre ellos se produjo una relación que no se podía romper tan fácil.

—Si es así, si realmente es así, debes cumplir, compañero —acotó—. Te voy a dar una orden que debes acatar sin importar qué.

—Cari —resopló.

—Apestará si no lo haces —murmuró con cierto toque sarcástico. El hombre se sentó de lleno en la cama sin dejar de sostener con fuerza su mano—. Mirov te recibirá, amigo mío, deja esta vida y ve con ellos. —Él miró al otro lado cuando sintió que la fuerza de Trent decaía—. Ahora déjame dormir, grandulón —escuchó por última vez cuando sus ojos se cerraron y su respiración se detuvo.

Se sentó en el asiento devastado. La suerte no les sonreía, Elaysa parecía haberlos dejado a la deriva y así como ella, cabía en cuenta que tenía que hacer ese llamado. De un grupo, tan solo quedó él. Decir que tomaría su petición era ir lejos, no lo sabía y tampoco quería pensarlo, no mientras el cuerpo de Cari Trent, sargento de La Avanza estaba en una litera con un pedazo de tela cubriendo su rostro y pronto debería bajar a tierra para enterrarle. Lo ideal era quemarla. Las grandes naves abrían un paso mientras la urna se incendiaba en el espacio, pero ni tenía las herramientas ni deseaba alejarse todavía del cuerpo de su compañera. Las pocas heridas que pudiera haber tenido dolían menos que la muerte.

Golpeó varias veces el panel hasta que no pudo más y rugió como las bestias cuando el dolor se postra sobre ellos.

En su bolsillo, palpable aun debajo de la tela, el intercomunicador aguardaba. El hombre lo extrajo y colocó sobre una mesa estableciendo la comunicación con Mirov. Se cruzó de brazos mientras la señal era establecida. Un simple sonido como el de un clic resonó varios minutos después en que la imagen ferviente de Velikoj Mirov se tornaba en un holograma que contemplaba la nave.

—¿Trent? —inquirió luego de un segundo.

Mirándolo, Velikoj sabía la respuesta. Notaba en el hombre las malas noticias.

—Murió —esbozó—. Solo quedo yo, Faust Gonk.

Smog resopló y negó con la cabeza.

—¿Su cuerpo?

—En un dormitorio esperando por un entierro digno —contestó—. Viajaré hasta el planeta más cercano.

—Cari era una oficial de La Avanza.

Gonk chifló.

—Y la dejaron a su suerte. —Bufó.

—Para eso estabas ahí —gruñó Smog, no iba a ser condescendiente con él—. Ella confiaba en ustedes lo suficiente como para enfrentar a Teber, si tienes algo de qué quejarte deberías hacerlo de ella por creer en ti —espetó callándolo. Gonk miró el suelo con una línea en sus labios, inmutado y adolorido como estaba no deseaba seguir—. Cari recibirá ese entierro. Utiliza lo que consigas para retrasar el proceso. —musitó—. Y Gonk, no creo que encuentres algo mejor que hacer que alejarte de esto. Puedes unirte si eso deseas, de lo contrario Quirat puede darte cobijo.

Gonk contempló al hombre suspirando. Ahí estaban puestas las palabras de Trent y las aceptaría.

—Gracias, pero por el momento Quirat no es opción.

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