Capítulo 21


Trent contempló el gran colosal: Las Arcas de Simeleone, con sus líneas satelitales, su estructura cuadrangular y gris, además de las líneas coloridas que se perdían en el espacio. Siempre sentía una especial atracción por aquel lugar, aún más cuando caminaba por sus angostos parajes.

En aquella ocasión estaba más poblado y es que, en cuestión de horas se iniciaría La conmemora, un festival que celebra los años de vida y muerte. Cari observó las puertas del ascensor y entró seguida de un Treparius exaltado por la festividad. Había aprovechado la ocasión para hacerse de un platillo especial que consistía en carnes magras y rojas sin cocción aderezada con un sabor picoso y dulce a la vez. Una de las tantas delicias de las Arcas. Resentía no poder disfrutarlo en grande. Si otra fuera la ocasión tanto ellos como los tripulantes de la nave disfrutarían de un par de días de fiesta.

Una vez vistos en su destino, un local pequeño donde solo un alienígena atendía, dispusieron de una habitación para descansar y esperar al resto de la tripulación. Trent se lanzó en una cama amplia de telas ásperas y color opaco. Las Arcas tenían lo suyo, pero en cuanto a sitios para dormir no era el mejor. Trep, en cambio, prefería mantenerse cerca de la ventana ovalada donde unos pies abajo, se notaba la emoción del festival.

—Podríamos ir a ver un rato.

Sonsacó el pirata.

—No te detengo —respondió.

Cari se incorporó una vez que se relajó y sacó su intercomunicador del bolsillo. Tecleó en ella y esperó a que la conexión se estableciera, lo dejó sobre la mesa y acto seguido acompañó a Treparius en la ventana. La imagen del capitán sobresalió con una amplia sonrisa.

—Ya en tu posición —dictaminó Teber.

Cari lo miró atenta y asintió con la cabeza.

—Teber y su grupo deben estar aquí mañana —comentó.

—Bien. —Lo vio ladear la cabeza—. Asegúrate que sea lo buscamos, Trent. No quiero tener más sorpresas, no por ahora —dijo formal y la comunicación terminó.

—Duda de su propia hija —ironizó Trep.

Trent sonrió sarcástica.

—Sabes que no lo es. Aunque ella se muere por hacerle ver que es imprescindible —negó—. Salgamos a disfrutar un poco del festival, después de hoy no tendremos momento para divertirnos.

—Estoy completamente de acuerdo.

En la segunda planta un hombre trajeado de blanco con un lazo en su cuello, finos colores luminiscentes que corrían por las costuras y un sombrero de copa invitaba a los turistas a disfrutar de los exóticos bailes preparados para el momento. Un grupo de veinte personas había tomado las calles que se ampliaron para hacer del sitio su zona de baile. Trent disfrutaba del momento junto a un Treparius que encontró en una de las bailarinas una pareja a la cual unirse. Cari fue la segunda en entrar gracias a un caballero y, con ellos, el resto de visitantes y lugareños de las Arcas.

Treparius carcajeaba con cuanta anécdota se contaba entre ellos. El local más conocido era "La cimarrona", un lugar amplio dividido en cuatro zonas siendo la cuarta más exclusiva. Trent y Treparius decidieron pasar el momento allí y observar desde el amplio ventanal el manto de estrellas que le cubrían. Con organzas, telas de chiflón y plumas a su alrededor, era más que íntimo.

—¿Ves a aquel sujeto? —preguntó el Trep.

Señalaba a un sujeto alto y fornido, ataviado en un traje verde oliva y pantalones negros con unos ojos hundidos y una cabellera azabache rapada en los laterales. Cari asintió.

—Su nombre es Miguel Oleare. Es un tipo duro, conocido por complacer los deseos de la reina. Dicen que ha asesinado más hombres bajo la nariz de Blanchett que cualquier otro. Es uno de sus matones preferidos.

Cari negó con la cabeza.

—Nuestra reina es una despiadada. Es posible que los rumores sean ciertos —Razonó.

Treparius asintió convencido. Detrás de la monarquía había muchos cuentos y Oleare formaba parte de ellos en casi toda su extensión.

—No lo dudo. Es un sujeto al que debemos tener cuidado. No suele meterse con sibilantes, pero nos detesta —Cari se encogió de hombros— y nos está mirando mucho —murmuró el pirata, tomó un sorbo de su trago para desviar la atención.

—Miguel Oleare quiere divertirse un poco.

Ella alargó una sonrisa.

—Trent.

—Está bien, yo lo manejo.

Ella se encaminó hacia el hombre, guiñándole un ojo y él la aceptó. Trep negó con el corazón en el cuello, sabía de lo que Trent era capaz y conocía sus propias habilidades, más no deseaba entrar en conflictos tan grandes como sería meterse en líos con un matón de la reina. Siendo así, justo cuando ella giró a mirarlo, él alzó su trago, lo tomó y se marchó.

Con la última jornada del día, en la lejanía podía verse el titilar de las luces y el cilindro preparado para acoplarse a La emancipadora Veral. El grupo de personas se reunían en la puerta cuando Emira terminaba de comerse un pastel de frutas de aloja. Una extraña, pero dulce fruta que crecía en los campos de Tremura. Había devorado algunos cuantos más entre que su compañero destilaba picardía con una mujer no muy lejos de ella. Era extraño ver a Gonk, un hombre tan modesto y de poco hablar en aquel plan, pero también era agradable saber que el pirata no era de acero. Al contrario, había recibido muy buenos consejos de su parte, no solo en el combate cuerpo a cuerpo, también en campos de la vida donde ella parecía inexperta.

Con ello en mente, comprendía por qué Trent mantenía tan cercana su compañía y, por supuesto, la de Treparius. Nerit se lanzó a su lado luego de haber desparecido por el resto del viaje. Contempló al hombretón que doblaba en tamaño y anchura a la joven de cabellos rubios al que un sublime rubor le llegaba a las mejillas y bufó.

—Ella realmente lo está pensando —comentó.

Emira se encogió de hombros con una sonrisilla en sus labios.

—Si es así, él lo tiene merecido.

Nerit negó incrédulo ante la respuesta

—¿Qué les pasa a las mujeres de hoy en día? —gruñó.

—¿Qué te pasa a ti? Seguro requieres de alguien que te haga sentir querido, Agius —contestó con acidez en su voz.

—¡Ja! —espetó dispuesto a marcharse.

—También podrías decirme por qué me entregaste tu arma —dijo y eso lo detuvo.

—Es una baratija de segunda mano, puedes quedarte con ella —exclamó.

Quería salir de allí al sentirse oprimido por el ambiente, pero la embarcación estaba a punto de llegar a su destino final. Solo por eso se quedó inmóvil. Regreso al asiento y aguardó sin mirar a la cara de Emira.

Al salir del navío, el grupo se dispuso a vagar por los angostos pasadizos de Las Arcas y es que, el lugar era amplio cuando lo requería, en ese entonces eran tan angosto que costaba caminar. Recibía tantas personas de todos lados del universo en busca de lo más novedoso en criaturas, ropas, comidas exóticas y, por supuesto, contrabando. Lo que sea necesario se encontraba en el lugar. Emira caminaba alzando la vista a su alrededor, salir del lugar sería cuestión de ubicar las puertas. Al encontrarlas, el grupo entró disponiéndose a ir a un sitio menos ruidoso que la planta principal.

El ascensor se abrió justo en la tercera planta donde cobraba sentido el nombre del recinto. Simeleone era una hermosa mujer que había viajado por el espacio, combatido batallas y defendido a quienes consideraba débiles o eso es la versión que daban a los viajantes. En su navío lograron encontrar una habitación llena de recuerdos, fotos, eventos y toda clase de objetos personales que mantenía cerrada a cualquiera de su tripulación. Aquel pasillo contenía los momentos más celebres de la mujer, los más queridos por ellas y también retrataba en sus fotos a las personas que más quería. Simeleone había luchado contra todo lo que ella creía era incorrecto bajo la aprobación del antiguo rey de la monarquía. Hasta que, poco antes del rey desfallecer, ella se suicida. Su historia era sabida por todo el universo y muchos le consideraban una mujer de respeto.

El grupo se adentró en una de las habitaciones tras la cual se abría un ventanal circular, un par de sillones eran dispuestos alrededor de una mesa pequeña y un par de estanterías con pantallas holográficas y un panel a un lado. Emira colocó el trozo de papel con las coordenadas inscritas en ella y espero a que el panel las reconociera. Una vez hecho esto, en su panorámica se mostró en un acercamiento la ubicación exacta del navío. Había esperado que las coordenadas le llevasen al planeta, pero se equivocó. Frunció el ceño extrañada y sorprendida. Con el palmeo en su hombro observó al pirata.

—Eso es lo que buscamos. No te sorprendas. Todos sabemos dónde queda Defaures —comentó encogido de hombros.

—Yo no. —confesó.

—Me temía que tu profesor era un bastardo, esa es la razón por la que no lo sabes. Te ha quitado demasiado tiempo —agregó Nerit.

—Basta, Nerit —negó Gonk—. No hagas de esto un campo de batalla. Creía que te había quedado claro...

Agius bufó.

—Saldré un momento.

El par suspiró al verlo salir aún más Emira. Había notado cambios en él, pasaba de estar agresivo a amable, cambios a los que no podía atribuirle una razón.

Trent bufó cuando notó la hora. Había pasado más de diez horas desde que vio por última vez a Treparius. Salió con cuidado a recorrer el pasillo de la habitación donde horas antes había tenido una noche agitada al lado del conocido Oleare. El sujeto, a final de cuentas, era un buen hombre hasta cierto punto. Tuvo la oportunidad de verlo molesto, alegre y otra vez molesto al mismo tiempo, sin embargo se centraba cuando era necesario. El solo ir a una zona de tiros se lo confirmó. Llegaron a tal circunstancias luego de que el francotirador se jactara de ser el mejor tirador del mundo. Cari sintió el deber de bajarle su ego al piso, así que ni corta ni perezosa lo retó. Debía admitir que era bueno, pero en el juego impuesto, ella ganó.

Vista frente a la puerta de la habitación que habían tomado, entró. Treparius estaba leyendo una serie de folletos que encontró en el lugar. El hombre también tuvo una noche agitada, pero se había despertado temprano y hecho limpiar el lugar para cuando la mujer regresara. Era un sujeto curioso y detallista que gustaba de mantener sus pasos ocultos. Aun así, tanto Gonk como la misma Trent, sabían cuando el pirata estaba haciendo de las suyas. Casi siempre, por un brillo en su rostro que lo hacía ver idiotizado.

Él miró a Cari quien le hizo un gesto para que lo siguiese. En su comunicador ya estaba señalada la habitación en la que Gonk y el resto se encontraban. Era hora de reunirse con ellos. Cari soltó un bostezo y se desperezó señal que su compañero tomó a modo de burla. Llegaron a la tercera planta, ubicaron la habitación y luego de presentar sus huellas dactilares esta se abrió.

Gonk aprovechó las horas antes del encuentro para probar los platillos que le enviaron. El dúo no se inmutó al verlos entrar, de hecho, Gonk tan siquiera les dedicó una mirada y, aunque Teber no se movió de su lugar, se tensó. Cari irradiaba respeto por toda ella. Las pantallas seguían desplegadas, así que tan siquiera le bastó echar un vistazo para saber qué era lo que estaban buscando.

—Bien hecho —susurró.

—¿Dónde está Nerit?

Treparius se cruzó de brazos, detallaba el lugar. No había ninguna otra habitación, ni puertas. Desconfió.

—Ha salido hace poco —esbozó Teber. La chica se encogió de hombros restándole importancia—. Volverá en cualquier momento.

—Debemos estar aquí cuando El Marqués aparezca. Trep, ve por el idiota —lanzó—. Teber, bien hecho —comentó dirigiéndose a ella—. Seguro el capitán te recompensará con esto. Espero que sea con otro compañero ¿Gonk, te importaría?

El hombre se encogió de hombros indiferente a la petición. En el fondo, Emira le parecía una chica especial con una actitud positiva.

—No me importaría —confesó—. ¿Qué dices, Teber? De esa forma podemos terminar tu entrenamiento. Creo que con Nerit no estaba rindiendo frutos —dijo en tono sarcástico bajo aquel semblante imponente.

Emira negó. Aun cuando hablar con Gonk se le hacía fácil, no era de las que cambiara a las personas a la ligera.

—Iré a ayudar a Treparius —musitó.

—Alto —Cari extendió los códigos que habían liberado—. Gonk no es muy bueno con esto y necesitaré una mano. Déjale ese trabajo a Trep. Te necesito aquí.

—Bien podemos hacerlo una vez estemos en El Marqués.

Trent negó con la cabeza.

—Necesito una conexión especial y solo la obtendremos aquí, en Las Arcas ¿acaso creías que venir a este lugar era solo para buscarles? Ilusa. Todo tiene una razón de ser, Teber, recuérdalo. Ahora, empecemos de una buena vez —ordenó.

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