「 ❝ Capítulo VI ❝ 」
Capítulo VI ☆ 》Ángel menos perfecto
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☆ ━━━━ ☆ ⟫ Grilletes de un deber tortuoso ⟪ ☆ ━━━━ ☆
Lo escuchaba, algo que no alcanzaba a su descripción; hierro brillante solo hecho para las batallas, dando golpes y golpes sobre sí ¿Un coro? Un llamado a la guerra. Uno y dos, uno y dos, como un par de sinfonías que se persiguen y chocan con una sacudida que se desata en los alrededores.
Dareki sabía que así podría describirse la llegada de las trompetas, en esa ficción lejana de un armagedón sobre la tierra, cualquier lo confundiría. Era irrefutable que incluso desde lejos esos ataques no hacían más que llevarse todo ser viviente por delante, no es un amable reencuentro.
Los oía en su posición, distante pero tan fuerte que no negó los hechos. Gingka y el nuevo contrincante son de un plano que su mente no llegaría a comprender, ni en esta vida o en otra. Miró a esas colinas siendo peinadas aun por la brisa de un día soleado y sobre todo a las dos figuras dar hasta la última gota de su existencia en esa confrontación, que apenas logra llamar como celestial.
—¡Dejaste tu puesto! —la manera de discriminar es la que le dio mal sabor de boca a Gingka, no hacía falta recalcarlo mas parece que la sombra de sus recuerdos lo habían alcanzado— ¡Nos abandonaste! ¿¡Por estar con una patética humana!?
El pelirrojo se vio en la necesidad de cubrirse con Pegasus al instante. Los ataques y el viento no tenían compasión de ningún tipo.
—Por favor…
—¡Dos, eres un desertor cobarde! ¡A nuestros hermanos, nuestro hogar y nuestros creadores los dejaste atrás!
—Detente, tres…
Y le dolía más sus verdades. Dos era un cruel desertor que huyó de lo que había conocido por ser imperfecto, un egoísta.
Un último golpe a su rostro hizo que soltara a Pegasus, dejando que el vacío se lo llevara al suelo en un punto remoto del bosque bajo ellos. Las nubes pasaban a su tiempo, indiferentes y lentas en el proceso, esto no afectaba el día reluciente ni al tiempo que se consumía vívidamente sobre sí mismo.
La espada se vio cayendo a la tierra mientras que su amo perdía vuelo sabiendo muy bien la razón de eso, sus deseos ya no eran ese algo satisfactorio. Número Tres, aunque molesto con su rival, fue a por esa mujer quien en primer lugar no debería estar viéndolos.
Era un problema. Ese universo era un problema. Los humanos, la fauna, la impureza. Lo que órbita es un mero error, por haber torcido un hecho que creía inanerrable desde los inicios. Voló hacia ella rompiendo un récord, torciendo el rostro en furia a pesar de que fueron creados a partir de la buena voluntad de sus amos que dijeron: Protejan a los humanos.
No podía seguir esa regla en esa situación, cuando es una falta a sus principios mismos. Tres no tenía opción y a pesar de que tuviera elección, preferiría su plan desde que la vio. Exterminar con las adversidades a todo pronóstico.
Dareki paseaba en su bicicleta por los campos más afanados del pueblo y de pronto escuchó a su Gingka, sin poder verle, después de días allí lo encontró de nuevo y quiso llamarlo, lamentándose mucho supo que quedaría esperar la resolución pronto. Se mantuvo lo más apartada posible al combate pero más que obvio, Número Tres la notó.
Así que ahí se hallaba; de pie y con el asombro mezclado en miedo en su cara, inerte ante el ángel de color verde. Dos cicatrices en sus mejillas y esa expresión que ya conocía por oscuras razones, de alguien que no la quería respirando. Apretó sus manos sobre los manubrios sin despegarle los ojos a Tres, quien no buscaba establecer una conversación amena entre ambos.
—Tú… —una voz de poder, nada que ver con la dulce melodía de Gingka— Eres un obstáculo —aquello la convirtió en una pequeñez apenas escucharlo.
No era su guardián de blanco, no se acercaba a su bondad al mirarla o a su gentileza al sonreírle. Este ser la consideraba una masa de carne sin derechos a estar presente y lo peor es que no sabía nada del por qué. Gritó dentro de ella por el chico de bufanda como nunca antes lo había hecho.
Antes de recibir la última estocada de su vida, el filo de Pegasus casi se abrió camino en la espalda de Tres luego de un rayo veloz de azul. Gingka llegó justo, deteniendo por las malas a su compañero.
El de verde olvidó ser parte del tiempo y perdió su estabilidad unos segundos. Ardía, no a causa de la espada. La jovencita se vio aterrada y retrocedió, notando que el pelirrojo le costó muchísimo romper el silencio.
—No es un obstáculo, se llama Dareki —despegó a Pegasus y miró a Tres por encima, queriendo no odiarlo demasiado— y es mi amo —increíble sería el que ellos continuaran luchando con la carga de la anterior pelea en sus cuerpos.
—¿Eso quita que es un problema? —fue la última alerta de su parte.
Un rayo verde viniendo en torno a ella, un golpe seco que la sacó fuera de su sistema y la oscuridad comió de sus pensamientos, durmiendo en su inconsciente. Ese ángel la atacó en un parpadeó, esta semana empezó de cualquier forma menos la que esperaba.
Su Sky-Gio aclamó a su nombre, ardiendo de sentimientos desbordados y la pelinegra se dejó caer sin más remedio que desaparecer del mundo un rato.
☆ ━━━━ ⟫ 🌟 ⟪ ━━━━ ☆
Frío sobre su rostro, pensando que era una llovizna dentro de un día bastante despejado. Toques gélidos en muchos segundos los que se aferraban, ni tampoco el mareo que se percató tenía desde que regresó en sí. Una lluvia débil atacando consecutivamente, pasiva, callada; sin nada más que ofrecer ¿Por qué era familiar la calidez en su cuerpo?
Unas gotas pequeñas que se alojaban en sus mejillas. Un, dos y de regreso, igual que al principio. ¿El del clima dijo que iba a llover? Imposible, no hubiese salido antes. Muchas preguntas que no conseguía, tuvo que abrir los ojos lentamente pues el dolor sobre ella, tal cual una garrapata la aturdía… Tal vez se cayó de su bici, se dijo. Cuando pensó que el cielo nublado la saludaría, una melena arrebolada combatió por ese puesto.
—Lo siento, enserio lo siento… —balbuceos… No, plegarias. Lanzando su lamento a alguien que yacía bajo sus cuidados, no podía responder.
Lo halló, a su ángel. Frente suyo Gingka lloraba sin palpar consuelo, consigo en brazos debajo muchos árboles y la tarde acechando detrás, no podía decidir si era un sueño o una alucinación pero una de las verdades que defender era el golpe que se llevó. No mejoraba el asunto saber que su guardián la protegía, por eso su mano se fue a la mejilla de este, deslizando sus dedos tranquilamente y demostrándole que ella también era fuerte.
El Sky-Gio la recibió abriendo los ojos, cesando un poco las lágrimas. Ellas dejaron de correr y morir en los cachetes de Dareki, a lo que él suavizó su expresión. Pudo comprender que hasta los más valientes se doblegaban ante situaciones más potentes.
—Dareki…
—¿Por qué lloras? ¿Acaso estoy muerta? —su desgaste se le veía en el bajo tono de voz. En mucha suerte elevó los labios con una tibia sonrisa.
—Nunca pasará si yo estoy aquí —entonces él la apegó a su cuerpo en un abrazo, agradeciendo mil veces a cualquier cosa. La sonrisa fue contagiosa, se amplió con cada segundo que confirmó que Dareki aun vivía en este plano.
Incluso en sus brazos, no confiaba en mantenerla allí por más tiempo, ahora viéndose envuelto en diversos pensamientos de escapes y planes de batalla, volviendo su mente en un tren en marcha. Empezó primero a remarcar su vuelo en el que ya no debía confiar del todo, razones existían en una inmensa lista aunque la primera de ellas era la lentitud con la que últimamente contaba. Para un hijo del cielo guerrero como él no había más deshonor que perder velocidad, en algo de vida o muerte podría determinar el final de un alma o el comienzo de una esperanza.
Qué complicado cuando lo más importante depende de lo justo no puedes hacer. Su mano acarició el cabello de su amo, volviendo en bucle a esa idea.
—Gingka ¿Ese era tu hermano o algo así? —Preguntó desde la inocencia la de ojos morados, de inmediato su contrario la apartó para verle mejor.
—De hecho, es mi compañero de batalla. Soy un Virtue de Ataque, él es de Defensa así que los de mi categoría van de dos en dos… Por lo que parece ha venido a buscarme —sus hombros se vinieron abajo, recordando su estadía allá— y no de buena voluntad.
Ella comprendió el silencio que vino después, no le preguntó al respecto, mucho ya sabía.
—Lo que no sé es su comportamiento… Te vio y no lo pude contener a tiempo. Es como si…
—Está loco, es lo que pasa —y no hizo esperar las quejas, juntando sus cejas. El dolor de ese puñetazo no se lo iban a quitar a base de telepatía.
—No. Es… —al tratar de indagar por una respuesta, alzó la cabeza pareciendo haber encontrado la cúspide.
—Número Dos.
Justo. Gingka no soltó a Dareki, ambos encontraron el dueño de esas palabras, a lo que Tres tomaba cualquier medio para seguir de pie y devolverles la mirada. Un árbol fue generoso y le sirvió de soporte mientras yacía en la cima de la pequeña colina. No esperaban que la ira siguiera tan presente, notándose debilitado y no con menos ganas de seguir combatiendo.
Los chicos competían por ver quién era el más golpeado, ganando Tres a lo mejor. Sus alas ya no servían como muestra de superioridad, perdieron los dos algunas de sus plumas y las armaduras se llevaron el peor trato, no por nada los rasguños y abolladuras querían ser parte del acero antes brilloso.
—Gingka, él… —la jovencita rompió la tensión tras expresarse con preocupación, siendo acurrucada por el pelirrojo. No podía creer en el problema donde pisaba, a pesar de que en sus huesos sentía la frialdad con la que el otro sujeto la observaba, ella sin dudas no permitiría un ataque más— ¿¡Quién diablos eres tú!? ¿¡Y por qué atacaste a una simple dama que paseaba!? —vio que la cara del muchacho león se apretó del disgusto.
—¿Una dama? ¿Los estándares de aquí están al nivel de una roca?
—¡HAA! ¿¡Y se supone que eres un ángel!?
—Tres… —Gingka siguió conmocionado, su cara dejaba escapar sus emociones sin vergüenza y la que más relucía era una enorme sorpresa. El de verde lo miró con indiferencia.
—¿Ese es tu nombre ahora, Dos?... —quizás le dio algunas vueltas al asunto, al final cerró los ojos un poco decepcionado— Una pena que hayas caído aquí, en un universo simplón de personas poco cultas.
—¡Poco cultas tu trasero angelical!
—Estás enojado… —Fue una afirmación por parte del de bandana, lo que hizo flaquear a su compañero. Dareki apenas volteó a él queriendo comprenderlo— Eso es, estás enojado y triste por mi partida ¿No es así? De esta manera te dejaste llevar y rompiste una regla que conoces.
Ningún ruido, permitiendo que las respuestas salieran solas al aire. El sol se despedía, los colores naranjas daban señal por él.
—¡Si sabes lo que pasa entonces debes entender mi situación! ¡Por favor, Tres! ¡Esto no es tan mal como parece! ¿Cierto?
—En setenta y dos horas abriré el portal de regreso a Edem —La mandíbula de Gingka se vino abajo y Dareki apretó sus manos; una frase que los aturdió—. Era mi misión pero en vista de estos contratiempos solo esperaré a que cedas… Y en mi defensa, también conoces la otra regla por la que fuimos creados, no me metas en un saco donde ya no quieras salir ya que yo sí busco una solución.
—Tres…
—“Los Sky-Gios obedecen a su dueño y pelean en nombre de lo que ellos creen correcto.” —a ese punto el peliverde se hallaba de espaldas, preparando sus alas y brindándole una última ojeada a su aliado, ignorando el rostro de amarga tristeza suyo— Si lo que crees es lo correcto, entonces me verás aquí en setenta y dos horas.
Su última frase con la que emprendió vuelo de un salto, surcando las nubes en un parpadeo. Desapareció poco después entre el ocaso ya en su mejor estado, lo que hubo luego fue una afonía de funeral.
—Al fin se fue, ni disculpas me dijo —la pelinegra suspiró llamando a la calma, de todos modos volvió al chico pegaso que bajó la cabeza con pinta de estar nadando en diversas posibilidades del ayer y del hoy—. Te vas a tener que ir… —no era un reproche, se acercaba a ser un recordatorio.
—¡Nooo! No es eso. Debo ¿pensarlo mejor?
—Admítelo ya, son tus cosas de hijo de Dios o lo que sea… Aunque ya me acostumbré demasiado a ti —pronto Gingka la acomodó en sus brazos, listos y empezando a viajar de vuelta a casa.
—Lo siento, en compensación te llevaré a casa ahora y cuidaré de ti, eso es un hecho.
En el camino él le daba buenas señas a través de su sonrisa, esa la que la ayudaba a despejar las dudas. Con el aire en mejor sintonía, logró imitar su gesto aún más grande mostrando los dientes y olvidando que las alturas eran aterradoras.
—No te perdonaré tan fácil esta vez… —afirmó sus brazos al cuello de este y eligió ese mismo lugar como escondite al pequeño sonrojo de sus cachetes tras ocultar su cara— Realmente me encariñe a que me des problemas, Gingky.
En contestación ensanchó su sonrisa y siguió su vuelo con bici en mano, lo oscuro del dilema ahora era tomar la decisión definitiva. ¿Los señores de arriba sabían que él desertó? ¿Huyó? ¿Traicionó las leyes de Edem? Eso en cuestión de segundos que él tomó como pasadizo a nuevos horizontes y en busca de una tranquilidad menos artificial.
El sol se escondió pero Gingka seguía allí, lo que le daba a entender que su compromiso pasó a ser una cadena que cortaría por su cuenta. Creyó que Tres lo entendería si solo hubiera echado a un lado el tema de Edem, al igual que esa negación por ser… imperfecto.
Su compañero necesitaba ver el mundo con sus mismos ojos, no desde la de las reglas porque si él lo hizo, Tres también. Si sus conclusiones no estaban erradas, entonces significaba una cuestión.
—Tres, los Sky-Gios no se enojan como tú lo mostraste —por lo que la buena sensación de ir por los aires en una tarde fresca pasó a segundo plano—. Te enseñaré que ser un humano no es lo que crees… Estar roto no es el fin para ambos. Lo prometo.
El último aliento que le dio el día fue antes de sumirse en la noche, dándole ánimos al ángel menos perfecto en la tierra.
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