「 ❝ Capítulo IV ❝ 」

Capítulo IV ☆ 》Humano con alas

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☆ ━━━━ ☆ ⟫ ¿Seré como tú alguna vez? ⟪ ☆ ━━━━ ☆

Cuando la campana emitió su característico sonido, él supo que el show comenzó al cruzar la puerta. Debía actuar bien, aunque técnicamente eso se traduce como una mentira. Es decir, ser alguien que no es, es mentir, y en alguna parte de su ser, estaba siendo consumido por... ¿Cómo le dice la gente? ¿Miedo? ¿Culpa? Una de las dos, pero era por el bien de su amo, así que no estaba del todo mal, quería pensar para no tener tales pensamientos de incomodidad.

Nunca había hecho algo así, es más, ni siquiera se había puesto otra ropa que no fuese su armadura. Y aun así, Dareki le dijo que su "sentido de la moda" era impresionante y encantador. Todo de él era extravagante.

Mientras tanto, trataría de ser la persona que su amo deseaba. Al menos de esa forma podría quedarse en la tierra más tiempo sin levantar sospechas, porque recientemente entendió que los humanos allí no están acostumbrados a la presencia luminosa de los Sky-Gios.

Gingka suspiró para dejarle espacio a la más adorable sonrisa que tenía, una vez que Dareki saludó a dos chicos a lo lejos, quienes se encontraban sentados en una mesa de cuatro personas. Según ella, le enseñaría a él a cómo ser un poco más normal —y a cómo divertirse—, con ello conseguiría hacerlo pasar por un chico del montón en este mundo.

—Escucha Gingka —comenzó a explicar la jovencita un día antes, teniendo la atención de su ángel a su disposición—, desde ahora tendrás una cuartada como humano ¿ok? Digamos, que es una vida falsa.

El pelirrojo asintió, preparado a memorizar cada palabra que suelte. Si mentir era un camino a recorrer por ella, el miedo no tendría lugar en su mente, porque en vez del terror, el cariño hacia Dareki era más grande.

—Eres Gingka Hagane —las letras empezaron a aparecer en la pizarra, una caligrafía hermosa que indicaba los kanjis del nombre ya dicho.

鋼銀河, hagane ginga

—Eres fuerte como el acero, pensé que sería gracioso... No sé, como Superman o algo así —ella carcajeó, llevándose una cara de confusa inocencia por parte de su contrario.

Comprobaron su resistencia al ser el sujeto de pruebas de distintos experimentos. En conclusión, un par de ladrillos salieron rotos.

—Bueno, en fin... Tienes 15 años, tu padre es mecánico y tienes una familia numerosa.

Bueno, no era del todo mentira. Pensó él.

—No vas a la escuela porque tienes clases en casa. Y te gusta... ¿Qué te gusta hacer?

—¡Estar con usted!

—Ah, no... Eso no —si seguía así, de seguro moriría por un paro cariaco de ternura—. Además, cuando estemos en público, no te refieras a mí como "usted", llámame Dareki solamente. ¿Está bien? Sé más relajado.

Una de las primeras reglas de los hijos del cielo es respetar a los dueños como si estos fuesen el único ser cósmico al cual anhelar, pero antes de esa, dice que también hay que obedecerlos sin rechistar o dudar. ¿Si seguía los mandatos sería respetar a su amo? ¿No?

—¿Cierto, Gingka?

La ensoñación terminó. Al llamado, él tuvo que recordar el rumbo de la conversación. Preguntaron si iba a clases.

—Sí, tengo clases en casa —contestó viéndose tranquilo, extendiendo de nuevo su gesto amigable.

No podía actuar de forma calmada porque en realidad lo estaba, se sentía a gusto con los amigos de Dareki, así incluyendo a las personas que iban y venían a la tienda. No es como si solo estuviese allí y ya, formaba parte del ambiente y de la gente.

—Se ve que tu viejo te quiere mucho —un adolescente de gorra con mirada cansada pero burlesca hizo sonar su comentario—. ¿Eres un niño mimado? —sus intenciones tras esa preguntan eran insondables.

Jonathan; de 16-17 años, cabello morado y personalidad similar a la de la pelinegra. Tiene gustos por los videojuegos y a molestar a la gente, sus amigos lo describen como el payaso de grupo.

—Jonathan, no seas descortés —el tono elegante de alguien más se escuchó, a lado de la única mujer allí estaba otro chico alto y esbelto—. Lo estás incomodando.

Shouto Niimura; 18 años, de tez pálida y extrañas cicatrices en su cara. Ama expresarse con educación pero es el más sociópata de los tres en su grupo, se podría decir que es el adulto. Sus compañeros suelen consultarlo por si necesitan consejos.

De esos tres se componía el equipo de Dareki, según las maravillas que la misma contó. Eran inseparables, a pesar de estar diferenciados por algo pero los unía algo en común, que Gingka no logró conocer, no esa noche.

Las palabras que se intercambiaban entre ellos corrían con fluidez, nada de vergüenza. La confianza llenaba el aire, y dejaba a entender que los tres formaban una hermandad desde hace mucho tiempo. No eran amigos, esa definición no alcanzaba ni a los al aprecio del trio.

Y se llegaría a decir que Gingka se consideraba fuera de lugar al verlos tan unidos pero la verdad es que no, sino todo lo contrario. Era divertido formar parte de algo junto a su dueña. Incluso Jonathan aludió que ya era uno más del grupo, a lo cual recibió el rostro de felicidad del de bandana.

Poco a poco, comenzaba a descubrir los motivos por los cuales las estrellas cada vez brillaban al ver al planeta y sus habitantes experimentar sentimientos.

—¿Gingka? —Dareki se escuchó con una preocupación genuina.

Cuando sintió gotas invisibles en sus mejillas, supo la dicha de tener un alma para apreciar los momentos que se le presentaban. ¿Desde cuándo podía hacer eso? ¿Era la llamada tristeza? ¿Alegría? ¿Qué era todo aquello que de pronto iba llegando a él?

—Dios, ¿la hamburguesa está tan mala? —el de pelo morado hizo su broma habitual.

Gingka no conseguía en la inmensidad de las palabras, una descripción clave a esa situación. En un instante, justo al morder por primera vez la comida que en su plato estaba, y tomarse un mínimo tiempo de llevar el bocado de acá para allá en sus labios, las lágrimas que nunca supo que contaba, saltaron tal cual prisioneros de sus celdas, sedientos de albedrío. Ansiosos por tocar la libertad en el exterior.

Cabe aclarar que todo fue involuntario; él no podría llorar. Los Sky-Gios estaban hechos para... Otras cosas, ¡no llorar! Cualquiera de su mundo le llamaría aberración, pero... Por su parte, dejar caer esas gotas trasparentes era lo más satisfactorio del universo.

Liberación. Era lo correcto.

Gracias a la emoción del momento, nada más llegó a decir:

Me da tanta alegría estar vivo... —se degustó con cada una de las silabas que dijo, porque sabía que no lo estaba en realidad.

Nadie le juzgó, no mucho. Aunque la salida terminó una hora después, todos contentos del resultado.

Estar vivo de verdad era cruel y hermoso. Ese es el encanto del mundo humano.

El ángel pensó que, si prestaba atención, podría tratar de imitar las actitudes de ellos y ser ¿humano finalmente? Ese fue su plan al ver la normalidad con la que los otros se expresaban. Quizás la despreocupación del chico de gorra, el liderazgo de Shouto y la manera divertida de ser de Dareki serían sus ingredientes, y quién sabe, a lo mejor saldría un muchacho buena onda. Por ahora debía aferrarse al plan de ser normal —quitando el que llorara en la primera salida—.

Esa noche, regresando a casa, no dejó de agradecerle a la jovencita por llevarlo con ellos. Más cuando descubrió que se divirtió, ¡se divirtió! Tuvo que preguntarle a ella si realmente eso sentía, porque al fin y al cabo las emociones seguían siendo algo del mar infinito de la humanidad para explorar.

En su vida, jamás imaginó llegar a tal punto. ¡Ser parte de la tierra era genial! Las cosas normales de ese planeta, como ir a comer con amigos, se le hacía de lo más encantador. Sin dudas, tenía envidia por las personas de allí, quienes contaban con estas cualidades tan maravillosas de poseer un corazón latiendo en la dichosa tierra de los mortales.

☆ ━━━━ ⟫ 🌟 ⟪ ━━━━ ☆

El agua fría cayó directo a los vasos, donde se mezcló y se pintó de naranja brillante. Pronto, como si del rocío de lluvia en una ventana se tratase, el vidrio de cada envase se adornó. El jugo estaba listo.

El sol no se hallaba muy ansioso ese día pero no vendría nada mal un poco de frescura. Mientras tanto, en la casa de Los Hoshima, la calma y el ambiente soleado se combinaban cada vez.

—Así que... ¿Todo bien? —Habló Daiki, entre el canto de la cocina y la dulzura que brincaba del dulce.

—Sí, como siempre —explicó sin más detalle su hermana, quien antes de tomar la bandeja con las bebidas le miró, sosteniendo unos ojos desafiantes—. Que no se te quemen los mochis.

—Claro, claro... Diviértete, señora anfitriona.

La chica, teniendo seguridad de ello, desapareció entre las escaleras para tomar el pasillo hacia su habitación, tarareando una canción desconocida que solo pasa y viene a su mente como el silbido efímero de las aves afuera.

Cruza la puerta con dificultad, pues sus pies ahora sirven de manos y debe abrirla como puede. Al entrar encuentra a tres chicos sentados en sillas esponjosas de colores pasteles, perdiendo el tiempo en un juego absurdo de niños, de seguro sugerido por Jonathan. El origami.

—...Tres, cuatro y cinco —el de gorra, con una pereza minúscula, alzó levemente la hoja que contenía un mensaje personalizado:— "Morirás comiendo mucho"... Sí, bueno... No es tan trágico.

—¿Y si lo que comes es chorizo? —Shouto habló demostrando tranquilidad y apatía. Sin embargo, una media sonrisa lo delató, por eso al recibir un vaso con jugo, lo llevó directo a su boca.

El cuarto se llenó por un segundo de risas, hasta que era el turno de Gingka. Él no entendió la razón de esas carcajadas, aunque agradecía mantener escenas así con ellos. Eligió el 5 cuando le pidieron un número.

—"Te casarás con una modelo"—explicó Jonathan el, entre muchas comillas, futuro del pelirrojo, quien no pudo despejar la confusión al pensar qué era esa palabra—. Uy, si es así, invita a la boda ¿no?

—¿Qué es "casarse"? —La manera natural e ingenua de preguntarlo fue impresionante.

Tras emitir su duda, los sonidos existentes parecieron tener miedo porque todo se apagó de pronto. Los otros tres lo miraron extrañados. Dareki quiso deshacerse de la tensión que se posó allí, es decir, tenía que bajar sospechas sobre su amigo. ¿Pero en serio no sabía sobre eso o simular que lo sabía?

—Pues, es... —intentó buscar una definición sencilla ella, moviendo su vaso en círculos— Cuando te unes a alguien para toda la vida, y se representa con un anillo en el dedo anular —lo simplificó para no darle tanto romanticismo a algo tan tonto, a su parecer.

—O como dice mi tío —el pelimorado sacó la lengua y colocó sus manos alrededor de su cuello a modo de broma—. ¡Con un grillete!

—¿Y para qué se casan entonces? —Shouto unió sus cejas, observando a su compañero reírse sin muchas explicaciones.

Quizás para ellos era ya algo pasajero, un tema normal de conversación. Por otra parte, en los pensamientos del ángel esa palabra no podía dejar su estadía allí. Parecía tomar mucha importancia cada vez que pensaba mejor en su significado, tanta que tomó en serio la broma del grillete. ¿Era importante en la vida de las persona aquello? Temía a preguntar un tema tan emocional que no comprendería, porque un ser sin vivencias sentimentales no aprendería nunca.

Y haciendo memoria, alguna vez vio en imágenes de lo que llamaban televisor, algo similar a lo que contaban: Una serie de amor.

Lo recordaba todo, fue una noche donde Dareki le pidió estar sentado un rato mientras ella le explicaba a su hermano un par de asuntos. Ahí pasó. La voz de alguien en la tele le robó la atención, volteó para hallar una escena de flores y personas celebrando con demasiado fervor una cuestión que no llegó a comprender del todo.

—Miroko Tamane, acepta usted a Haru Yoshida como su fiel esposo —cuestionó un hombre de traje en medio de dos personas, que a simple vista no se llegaba a notar por completo el amor en sus ojos.

Gingka quedó anonadado, impactado y encantado. Como la primera vez que conoció a Dareki, sus pupilas se encendieron para dejarle espacio a lo incandescente de una galaxia, dándole sentido a su nombre.

—Acepto —y seguido de la famosa frase final, sellaron el encuentro con una unión de labios.

El público estalló en aplausos y gritos de pura felicidad, mientras dentro del Sky-Gios, una chispa se encendió y se solidificó al apreciar a los dos novios apretar sus manos, en una pasión y calidez increíble. Ese destelló en él tal vez fue lo que nombraban como asombro.

—Estar vivo se ve divertido.

☆ ━━━━ ⟫ 🌟 ⟪ ━━━━ ☆

Dentro de la casa, no era sorpresa que el silencio se la pasara todo el tiempo allí. Más cuando las únicas dos personas que habitaban estaban en su helecho sueño, o así era para uno.

La noche cayó a la par de los sonidos de la tarde, yéndose con el paso del sol. Ahora los colores en el cielo se adornaban con azules, siendo acompañados de puntos brillantes que saludaban a quienes se deslumbraban con su luz.

Dareki aun no conseguía dormir, por eso mantenía sus ojos al techo, en el cual buscaba quizás la respuesta a su pequeño insomnio. Esperaba toparse con el sueño pronto, ya que el día siguiente sería de clases y tareas, no podría darse el lujo de perderlo.

El cuarto no era más que simple vacío, los muebles intactos y el reloj mudo daba una falsa sensación de un mini paro en el tiempo. Ella sabía que pronto llegaría algo a su ventana, que increíblemente, fue tal cual lo imaginó. Gingka trepaba la pared hasta llegar a la habitación, desde luego con precaución.

De un salto la jovencita lo recibió, cargando una cara de seriedad. No había razón para sorprenderse de su llegaba, ella podía sentir lo que él. Una cosa rara, que llegaría a mencionar si no fuese por la vergüenza de pedir más explicaciones sobre Los hijos del cielo.

—¿Pasó algo? —preguntó Dareki, una vez estuvo en frente de él. Su tono un tanto adormilado daba a entender que deseaba conciliar el sueño.

—Nada, solo... —ya Gingka sabía que debía medir su voz en las noches, debido a la facilidad de los ruidos de colarse entre tanta calma en esa casa solitaria, llena de calor falso de dos personas muy distanciadas pero unidas a la vez— Estamos casados ¿no? Tú y yo.

Se vio obligada a ladear su cabeza a causa de la confusión. ¿Desde cuándo su ángel tomó la seguridad de hablarle tan informalmente?

—Nuestras vidas están unidas... Yo tengo una cadena en el cuello... —de cuclillas en la ventana, logró alcanzar migajas de valor y esbozó una sonrisa digna de ser pintada por los mejores artistas— Me gustaría pensar que estamos casados.

Dareki no necesitaba admirar las estrellas cuando ya tenía algo mejor frente a ella, pero no lo haría saber, no ese día, ni nunca. Lo tendría en secreto desde su mente, para apreciar el recuerdo cada mañana y saber que existe alguien tan radiante como él, esperando por ella.

Una pequeña risa se fugó por su parte, siendo acallada a tiempo tras taparse la cara. Gingka solo miró confundido ¿dijo un chiste? Bueno, ya era costumbre no entender las carcajadas inesperadas de la gente. Ni tampoco la inusual mirada tan cálida que le dio la pelinegra esa noche.

Nada más conocía que estar vivo para observar esas expresiones era suficiente.

Nøtās dəl aųtôræ

☆ •. °☆

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¡Hola hijos del cielo! Aquí Ghosty. Vaya, ¿actualizando seguido? No se acostumbren. Poco a poco vamos a ver qué son realmente los Sky-Gios y la historia de Gingka, ¡y va a aparecer un personaje querido! Espero estén listos, recuerden volar con ganas.

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