「 ❝ Capítulo II ❝ 」
Capítulo II ☆ 》El sonido de las intenciones
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☆ ━━━━ ☆ ⟫ A veces los silencios son el peor enemigo ⟪ ☆ ━━━━ ☆
El nuevo día había comenzado al divisar el techo de su habitación, luego de no sentir la alarma destrozar su siesta. Por supuesto, era sábado.
7:45 AM; sábado.
Agh, malditos pájaros cantando felizmente afuera.
Dareki se levantó sin deseos de apresurarse, normalmente ya estaría en las calles tirando al suelo la basura de los vecinos, pero por mágicas razones sin sentido solo quería procrastinar. Porque sí, porque podía.
Sacó un pie de la cama.
Su cuerpo no le permitió moverse más allá que el nivel anciano. Estaba con la espalda hecha un desastre, quizás por dormir en una mala posición. Bueno, no quería discutir apenas empezando el día.
Casi se arrastra, o más bien, se arrastró al cruzar la puerta. Fue así de lenta en todo el camino hasta el baño. Se sentía como una abuelita.
No era para menos, soñó que recibió semejante golpe y cayó al lago. Aun olía el agua buscando llevarla al fondo, sentir a su mente divagar en sin fines de mares de la inconsciencia, buscando respuestas del cómo y por qué llegó hasta ahí.
Pero fue tan real que el dolor seguía haciendo de las suyas. Tuvo que ponerse la nota mental de no beber café antes de dormir. Ahora le quitó las motivaciones para salir a disfrutar lo nulo de su juventud. Qué desgracia.
Llegó al final de las escaleras antes de irse a la cocina. No sabía de dónde sacaría las ganas para empezar a hacer el desayuno. Tampoco sabía si le quedaba tiempo de ir a la tienda a comprar complementos y cosas, era muy tarde a su parecer.
Menos mal no era un día de escuela.
Llegó bostezando, sin haberse peinado aun, asomándose primero a la habitación.
—Buenos días, Darere.
La recién despierta abrió los ojos por completo, notando así a su hermano con una espátula en mano. Él le dio los buenos días, siempre acompañado de sonrisas y bonitos gestos.
El sonido de los huevos explotar le dio una idea de lo que ocurría. Se sintió culpable, porque ella solía cocinar todos los días sin retraso, eso ya que su hermano estudiaba y trabajaba muy duro. Lo menos con lo que podía agradecerle era cocinar.
—Lo siento, desperté tarde —dijo en voz baja la chica rascando su cabeza, a lo que recibió una negación por parte de Daiki.
—No pasa nada, la escuela debió ser agotadora ¿verdad? —Sonrió como nadie, ahora volteando de frente con las manos en su espalda.
Dareki parpadeó confundida. Qué miedo daba cuando se ponía así, ¿acaso estaba molesto? Dios, no era para estar de esa forma. Conocía a su familiar, tanto que sabía que esa sonrisa era de enojo.
Sí, así funcionaba la familia Hoshima.
No concluyó en algo claro hasta que se percató de una presencia más. Sentado en la mesa, un chico pelirrojo la miraba expectante, mostrando ojos tímidos pero bien abiertos.
La pelinegra no dijo más. Mantuvo la boca abierta y los hombros en alto.
—No fue un sueño entonces —pensó más calmada.
El día anterior pasó rápido y lento, demasiadas cosas que procesar y todavía no se había arreglado. Eso explicaba su dolor de cuerpo... Oh, vaya. O sea que el supuesto Sky-Gios sí existía y además, se encontraba en la cocina. ¿¿Por qué no se había ido volando??
Aunque el asunto más importante era explicar quién es ese invitado.
¡Genial! Le debía mentir a su hermano. A la única persona en quien confiaba, y viceversa. Obvio no empezaría a decir que lo encontró cayendo del cielo. Lo bueno de su actitud tramposa eran las habilidades en mentiras, el dilema era si él se comería eso o no.
Estaba muy segura de que no iba a castigarla por ocultar a un ángel en la casa aunque no olvidaría a ser precavida en asuntos como esos.
De la forma más rápida, se inventó una historia sosa que a su vez le pareció convincente.
—Oh, sí... Se me olvidaba decirte —empezó a hablar Dareki, acercándose más a ellos sin dejar su tono despreocupado y cansado—. Es un compañero de la escuela, me ayudó ayer en las tareas y eran tantas que se tuvo que quedar aquí.
Esperó a una reacción buena de Daiki, él era tan impredecible pero no difícil de llevar si se jugaba las cosas bien. No sonó ni asustada ni quejosa, así que no dio ningún indicio de mentiras en su lenguaje corporal.
El mayor los miró a ambos, no dejando su sonrisa.
—Ya veo —y se volteó para terminar lo preparado.
Dareki se llevó un punto en su mente. Agradecía a los sociópatas de su familia y amigos por darles grandes consejos. No estaría mal ser política si su habilidad crecía.
—¿Y es tímido? Porque le pregunté su nombre hace rato y no ha dicho nada —Comentó Daiki en voz melódica dándole los últimos toques a los huevos.
—¿No será que fuiste muy intimidante? Cielos, sé más amable con mis amigos... —le contestó su hermana, claramente bromeando, notando la nueva ropa se Gingka. ¿Cuándo se cambió?
Lucía más normal, como un chico buena onda que le gusta divertirse. Un chaleco azul con un suéter naranja hasta después de los codos. No vestía nada mal. ¡Hasta su cabello se recogió! Combinaba con esos zapatos Converse rojos y su pantalón enrollado negro. ¿Los Ángeles tenían un sensor de modas o qué?
—He sido amable, es otra cosa el que te busques amigos peculiares —se escuchó una vez más a Daiki, con signos de haberse creído el cuento.
Con eso calmó más a Dareki, quien en silencio le hacía señas raras a Gingka.
—¡Habla! ¡Respóndele! ¡Miente, di algo! —quizás fue culpa de ella al decirle que no hablara con nadie.
Aunque pareció improbable, él comprendió todos sus gestos y movimientos de manos. Asintió decidido, listo para cualquier interrogatorio.
—No fue intimidante, solo me sorprendió que lo amable que es.
Eso fue repentino, tanto que Daiki tuvo que girar al muchacho, sin aparentar no estar sorprendido.
Después de quedarse en silencio por un rato, en donde Dareki se asustó pensando en que sospecharía, el más mayor volvió a sonreír.
—Wow, tu voz es extrañamente linda —mencionó como halago, así volviendo por tercera vez la vista a la cocina—. Si gustas puedes quedarte a desayunar. Eres menos escandaloso que los demás.
Ambos chicos celebraron tras mirarse contentos. Ganaron otro punto. Al menos la de ojos morados logró asegurarse pasar el día tranquilo.
Ahora las aves cantaban su victoria desde afuera, mientras la mañana seguía con su curso natural llevándose lo que quedó de la tensión.
☆ ━━━━ ⟫ 🌟 ⟪ ━━━━ ☆
Una vez Daiki se fue al trabajo, todo prosiguió en serenidad.
La brisa mañanera arrastró los últimos sonidos de la casa, dejando en cambio una grata afonía bastante relajante. Ya que era sábado, Dareki quiso disfrutar cada segundo de ello.
No haciendo travesuras, ahora no podía. Pues el chico ángel existía, y mientras hiciera eso sus planes no podrían ir como quería.
Debía hacer algo con eso. No podía ir por la vida a lado de un muchacho con alas.
Lo miró limpiando la mesa, con sumo cuidado, como si la madera fuese cristal. Se le hizo raro, pero después de haber confesado no estar "diseñado para hacer esas labores", se ofreció ayudarla. Ella no se quejó y le dijo cómo no destrozar el comedor en el intento.
—Gingka —estando en una silla a un extremo de la mesa, Dareki le llamó, con bastantes preguntas para atacar.
Él de inmediato dejó todo, prestándole su absoluta atención.
—¿De dónde sacaste esa ropa? ¿A caso la robaste?
—Claro que no, jamás haría tal cosa —se vio determinado, demostrando ser verdad, al segundo cambió su seriedad a una sonrisa—. Vi algunas revistas... ¿Cómo se llaman? ¿De moda? ¡Sí¡ Estaban en su habitación y adapté mi vestimenta a lo que parecía correcto usar en este mundo.
—Ah, entiendo... —se alivió de no haber dejado algún manga de chicas mágicas en el suelo— Me gusta ¡te ves genial!
Gingka sonrió más ampliamente, siendo imitado por la chica.
Ahora que lo recordaba, su mano ardía desde el viernes. En el baño notó una algo, como si la hubieran marcado al igual que una vaca. Solo que era una forma de cruz pequeña, tal cual las pupilas de Gingka.
Él, cuando la conoció, deslumbró con ojos enorme y redondos, adornados de dichas pupilas en blanco. Y ahora, con su "modo humano" —si había que llamarlo de alguna manera— era normal, de apariencia relativamente adecuada para la edad que aparentaba.
—Oye, ah... ¿Por qué tengo esto es la mano? —cuestionó la pelinegra levantando la mano, así enseñando el sello, le ardía un poco y juraba que hasta sentía las llamas quemando— ¿Es por ti, verdad?
Gingka enfocó su mirada y al saber de lo que hablaba, un poco de vergüenza salió de su rostro. Lo olvidó. No recordó decirle que hay varios asuntos a saber de un Amo y un Sky-Gios.
—Sí, es que... Como sabe —dejó por un momento la limpieza—, cuando cayó al agua yo le pregunté si quería ser mi nueva dueña... Porque no podía salvarla sin una orden.
Con que fue su voz... Pensó Dareki, ahora entendiendo más.
—No escuché su respuesta pero sentí que sí aceptó —sonrió satisfecho, hasta pintando con gentileza sus mejillas—. ¡Es por eso que nuestras almas están unidas para toda la eternidad! Y esa marca es la prueba de que yo soy de su propiedad.
—Ya veo... —ella miró nuevamente su mano, pensando en lo fácil que fue esconderla de su hermano— ¿Se puede quitar? No quiero que Daiki se preocupe.
—¡Claro, solo debe apretar la mano y desear que desaparezca!
—Wow, ¿así de sencillo? Esto es lo menos sorprendente que hemos hecho...
Hizo eso mismo. Oprimiendo en un puño, mentalizó la orden que quería. Fueron cortos los segundos al experimentar un cambio en su palma, pero ahora de la nada, como si se tuviera creando algo, comenzó un brillo intensificado.
La misma escena de las alas de su Sky-Gios. Preciosa y enigmática. La joven no apartó su atención ni sintiendo a sus ojos arden por tanta intensidad.
Una cadena incandescente que iba desde el cuello de Gingka hasta su mano.
El mismo pelirrojo incluso se sorprendió, se quedó tieso admirando al "lazo" que lo unía a su amo.
Ambos quedaron sin habla, se miraron impactados para llevar su asombro a la cadena. Dareki no pareció haberla formado por intención.
—¡Wow! ¿Quééé? ¡No quise hacer eso! —espetó eufórica la chica, levantándose tan rápido que dejó caer la silla.
—Por mis plumas... —no había mucho que decir de Gingka, quien también olvidó mencionar eso— Esto... ¡Esto es normal! No debe asustarse... Pero creo que estoy dejando pasar muchas cosas... —lo dijo en un susurro para sí mismo.
—¡Empieza a recordar qué más hay por saber, tonto!
Qué divertido y todo pero no quería imaginarse pasando por eso de nuevo en frente de la gente.
—Lo siento ¡jaja! —Posó su mano por detrás de su cabeza, ensanchando una sonrisa.
Él se veía menos alterado y se podría afirmar que hasta contento se hallaba. Quitó el hecho de la expresión nerviosa de la joven, llevando una mueca pequeña de felicidad a las cadenas. Las vio en silencio, apreciando cada detalle en el perfecto metal. El brillo que estas poseían, las compartía en los ojos del ángel.
Dareki se percató y se le hizo extraño. ¿No sería normal querer la libertad? No sabía mucho de su vida anterior, cosa que no le favoreció tras no entender esa cara de... de... ¿alegría?
¿Los Sky-Gios sentían felicidad por tener ese grillete en el cuello? ¿Orgullo quizás? Lucía incómodo llevarlo, y un poco mal moralmente. Gingka era un ser raro; mas su contento rostro demostraba comodidad por dichas cadenas.
A ella le daba cosa preguntarle qué pensaba, no quería relacionarse mucho para no encariñarse. Era lindo, sí. Adorable, sí. Inocente e impresionante, sí. Sin embargo en sus planes no estaba escrito llevar a un mágico chico toda la vida.
Debía hacer algo, pronto.
—Ah... Gingka, escucha... —se vio algo incómoda por tener que cortar la escena— ¿Quieres pasear conmigo?
El de banda azul sin dudar asintió bastante animado.
Era un buen día. Ese mundo no podía ser más perfecto, según él. Las simples mañanas sin ruidos, las charlas entre los dos ¡y ahora un paseo! No podía contener tanta alegría.
Las nuevas experiencias le daban cálidas bienvenidas, siendo guiado por Dareki. No llegaba a querer mejores cosas.
Qué gentil era su amo.
☆ ━━━━ ⟫ 🌟 ⟪ ━━━━ ☆
Tal cual dijo Dareki, pasearon minutos después de dejar la casa limpia.
Por suerte su bicicleta tenía un segundo asiento —más bien, era donde ponía cajas o cosas pesadas, y el chico pesaba un demonio—. Allí se quedó Gingka, mirando la belleza simple de las pequeñas casas y las colinas a lo lejos, dejando al aire despeinar hasta la última hebra de su alocado cabello.
Mientras la pelinegra iba a su ritmo por toda la ciudad, paseando como si en un día de picnic lo primordial sería relajarse. Pasó por diversos sitios, parando varias veces para descansar, y visitando tiendas cuyos encargados eran bien serviciales.
No tuvo un destino concentro por un tiempo. Quería pasear, es todo.
De vez en cuando echaba un vistazo a su acompañante, quien nunca llegó a desvanecer su sonrisa y esa cara de niño sorprendido incluso por los postes de luz.
Las cosas más insignificantes para Dareki, eran el mundo entero para Gingka.
Las personas en las aceras dándoles los buenos días. Los animales correteando sin vergüenza en el monte. Los olores de la mañana yéndose poco a poco, permitiendo así la llegada de un nuevo amanecer.
⟪—¡Hola, Dareki! ¿No andas causando problemas?⟫
—No. Por desgracia, hoy no.
⟪—Buenos días, ¿Quién es él? No lo he visto por aquí. ⟫
—Un compañero de clases, ¿a que no es adorable?
⟪—¡Jesús, has crecido tanto que ya tienes novio! ⟫
—¿Tengo tan malos gustos, señora Aiko?
Bueno, las respuestas estaban siendo naturales y más divertidas. Disfrutó ese rato como desgraciada.
Al parar en la carretera, cerca de la salida del pueblo, ella ya no pudo obligarse a no preguntar. Más al verlo sonriente, admirando el bosque que recién dejaba ver los colores verdosos gracias a la luz del sol.
Viniendo de otro universo o lo que sea ¿No habrían mejores vistas allá? Es decir, ese siendo una pobre localidad sin nada interesante que dar a los visitantes, ¿Qué tanto se le hacía lindo? No había algo en especial para destacar, lo máximo quizás serían las flores y comparado con muchas ciudades, no le llegaban a los talones.
La realidad es que ese sitio era corriente, aburrido y fácilmente dan ganas de mudarse.
—¿Qué tanto ves? -preguntó la joven luego de haber tomado agua de su botella- Estoy segura de que hay mejores cosas en tu mundo. Aquí solo hay pasto y tierra -finalizó en broma.
—Bueno, de hecho... No lo sé. Nunca vi qué paisajes hay —en su rostro apareció la nostalgia y algo de tristeza—. No tuve tiempo de mirar lo bello que es la vida, incluso en lo pequeño.
Dareki no negaría que con eso quedó sorprendida. Ahora había un agujero más grande en donde deberían estar las respuestas.
No le dio más vueltas, de todos modos, no quería indagar más allá de su básico conocimiento. Era lo mejor.
Volvieron al camino, esta vez alejándose más del pueblo y desviándose por rocas y montañas. Recorriendo un sendero que parecía abandonado o nunca explorado, pero al parecer la chica sabía por dónde pasar, por lo que su ángel no cuestionó su juicio.
Cada vez que subían, el panorama cobraba un sentido majestuoso. ¡Más alto y más lindo!
—Es aquí —habló Dareki, una vez consiguió el lugar indicado para sentarse a recuperar aire—. Como te gustan tanto las vistas, aquí te encantará.
Gingka no creía nada. ¿Acaso?... ¿Ella pensó que le gustaría e hizo ese gran recorrido? ¿Solo por él?
No podía amar más a su dueña.
Dispuesto a dar las gracias por siempre, decidió observar lo que el ambiente le tenía preparado. Todo era magnífico.
La niebla que, tomando su debido tiempo, se despejaba para dejar brillar a los árboles de abajo. Los colores naturales se mezclaban, ofreciendo verdes, marrones y varios más llamativos de las aves, completando, kilómetros y kilómetros de aquello abarcaban zonas que a lo lejos se perdían en más vegetación.
La pureza del aroma se hizo presente, todo aquello era hecho por la tierra. El pueblo se podía ver, pero colocándolo a lado de lo demás, pasaba por desapercibido.
El sol salía más y más al fondo, llevándose cada mirada del muchacho. Y ni hablar del cielo, tan perfecto como siempre, con tonos blancos de las nubes, las cuales desfilaban de aquí allá.
Era divino. Para un ser cuyo conocimiento no pasaban de las guerras, no había algo que sobrepasara tanta intensidad.
—¿Es lindo, verdad?
—¡Más que eso! —exclamó animado el de banda, deambulando con sus ojos a todas partes.
—Ja, es un lugar secreto. Mis amigos y yo venimos para comer dulces que robamos —explicó Dareki, sin siquiera ocultar lo orgulloso de su comentario—. Pero ¡te tengo una orden!
—Wow, ¿en serio? —Gingka se volteó con rapidez, aun manteniendo su mirada infantil.
—Sip, es... Solo tienes que quedarte aquí, hasta que venga ¿entendido?
Cómo no. Con la escena más bella de regalo no se negaría. ¡Era tan generosa! ¿Los humanos podían ser así de buenos? No tenía las palabras suficientes para agradecer.
Sonriendo como nunca, el pelirrojo aceptó de un solo grito. La chica lo miró, manteniendo una sonrisa poco entusiasta que no fue percibida por su contrario.
—Nos vemos entonces, pásala bien —se iba a retirar pero fue detenida al ser tomada del brazo, eso provocó una cara de angustia por su parte.
Gingka aun no podía dejar de sonreír, y con ese mismo rostro demostró su alegría.
—Antes de que se vaya... No sé cómo puedo agradecerle —expresó él, con sus emociones al límite o más allá—. ¡Solo quería decirle que es la mejor que he conocido!
Dareki volvió a fingir una mueca, sin revelar más. En sus ojos se notaba una leve lástima que sentía por él. Aunque se fue por fin, dejando al ángel con la madre naturaleza.
No fue cuestión de tiempo para dejar llegar al silencio. Todo estaba tan tranquilo, que se podía escuchar las aves llamarse una a las otras y a las hojas regodearse con la brisa. Sin una pizca de artificialidad, solo es el mundo dando lo mejor de sí.
El chico se quedó ahí, sentado como niño obediente, sin las intenciones de mover la vista a otra parte. Hace mucho estaba acostumbrado a los sonidos de batallas, nunca logró desmenuzar los pasivos ruidos que una grata mudez podía darle.
Era su primera vez escuchando a la nada, dejando aparte a los animales y las plantas hacer sus propias sinfonías. Eso no lo hacía menos, tenía su belleza, más con semejante vista a las montañas y árboles.
Gracias a su amo, ¡claramente! ella era buena, tan considerada. ¡Jamás dudaría de su amabilidad!
No lo hizo, un pensamiento así no se le cruzó por la mente. A pesar, de que cayeron tormentas cuyos fríos fueron infernales y el sol no dio tregua tampoco. No lo dudó, ni un segundo. Su sonrisa no decayó.
Ni cuando pasaron los minutos, ni las horas... Ni los 12 días que esperó a su regreso. Él seguía convencido; su dueña era tan gentil.
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Nøtās də lă aųtôræ
☆ •. °☆
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¡Hola hijos del cielo! Aquí Ghosty, ¿creyeron que Dareki es buena? Ella es de todo excepto eso. Esto me recuerda a Spinel, que aún sigo con el dolor atorado T~T
Recuerden, si quieren más haganlo saber por los comentarios o dando estrellitas. ¡Me gusta este proyecto¡
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