Dos

Las horas parecían eternas, cada día era inusualmente largo y estaba harto. Lo había intentado todo, muchos métodos que le sirvieran para entretener su mente y alejarla de la realidad. Los libros ayudaron en muchas ocasiones, pero no siempre era lo que necesitaba. 

Miró el piano a un lado del librero, ya tenía una gruesa capa de polvo. Llevaba tanto tiempo si usarlo que era posible que no tocara bien, algunas cosas se oxidaban y sus habilidad podrían estar por ese camino. 

Rígidas.

Los días que no tenía clases con Celia eran las más aburridas. Y aunque a veces no le gustara admitir, ella le hacia la vida un poco más amena y si su orgullo se lo permitía, podría decir que era su primera amiga, para no decir la única. Lo hacia reír con sus bromas y ninguna de sus clases era aburrida. Celia era el tipo de profesora que todos desearían tener. 

Celia era genial.

Odiaba el silencio, una de las tantas cosas que estaban en su lista negra, justo después de las personas entrometidas.

—¿Cuánto tiempo vas a llevar ahí? —Era su madre.

No se dio cuenta del momento en que llego, ni la escucho entrar. Normalmente lo hacía, escuchaba el taxi detenerse frente a su casa y las puertas abrirse y cerrarse, sin embargo su mente estaba absorta del mundo los últimos días. 

Divagando.

—No tengo nada mejor que hacer, mamá.

—Creo que hay demasiadas cosas que puedes hacer. Solo es cuestión de decidir.

—Tengo más tiempo del que crees, no voy a desperdiciarlo en algo que me aburre.

—¿Has pensado en aprender un nuevo idioma?—Cuestionó la mujer, se acercó hasta donde se encontraba y arrastró una silla para sentarse a su lado.

—Gracias a Celia domino el español y no sé, no me apetece intentar con otro. Ingles y español es suficiente por ahora.

Su madre resopló. Había algo que podría decir, pero no lo intentaba en mucho tiempo.

—Podemos intentar con las terapias, el doctor dijo…

No la dejo terminar. 

—¡NO!

Christian apretó los puños hasta enterrarse las uñas, sus ojos se volvieron distantes y se mordió el labio inferior con fuerza. No quería decir algo de lo que se iba arrepentir, estaba haciendo uso de todo su autocontrol.

—Pero Chris…

—No, mamá. No va pasar, no ha pasado en seis años y no pasara ahora, me quedare así para siempre ¿Crees que no lo intente? ¿Crees que me rendí tan fácilmente? No, pero cuando vi que nada pasaba, que todo se reducía en esto, perdí la fe. 

Los ojos del chico estaban sin vida. El color del iris era opaco, como si el dolor se hubiera comido su brillo, su esencia. Así se sentía ser tan desdichado.

—Christian, no puedes seguir así. —Le respondió su madre, tranquila, intentando no desmoronarse, luchando para no gritar—Hay modos, no todo se resume en…

—En ser un inútil, claro que sí. 

—No hables así cariño, no eres un inútil.

—Puedes preguntarle a muchas personas, y sé lo que te dirán. Se lo que soy, se cual es mi lugar y nunca he querido aparentar otra cosa.

Colocó sus manos en ambas ruedas, con cuidado dio media vuelta y se fue de ahí, lejos de su madre. 

***

Las semanas pasaron con la misma lentitud de un caracol, había días agradables, momentos divertidos, pero seguían siendo eso, simples días. Su madre no volvió a insistir en el tema, no creía que volver a mencionarlo sería bien recibido así que prefirió callar, siempre era el mismo resultado. 

Christian nunca cambiaba de opinión.

El mes de Marzo llego como cada mes, días, simples días. En el no sucedía nada emocionante, solo una cosa que año con años lo destrozaba, su cumpleaños.  Y seguía igual que siempre, quizá un poco más alto, con el rostro menos aniñado y un rastrojo de barba que comenzaba a hacer acto de presencia—herencia de su padre—, pero no había razón para alegrarse. Uno años más no significaba nada, no si se dependía de un armatoste de metal.

No sí eras Christian.

Aunque sucedió algo completamente inesperado. Celia llegó tarde, por primera vez en mucho tiempo. No era común en ella, su puntualidad era una de sus más grandes cualidades y ese día, llegó veinte minutos después de la hora acordada.

—Lo siento señora Anderson. —Fue lo primero que dijo Celia al llegar, estaba exhausta y se notaba que había corrido por mucho tiempo—Hubo un pequeño inconveniente con mis hermanos, pero lo he resuelto, no volverá a pasar.

—Tranquila Celia. —Afortunadamente la madre de Christian había tomado muy bien su falta— No tienes porque preocuparte, solo avísame la próxima vez. Así no estaré preocupada.

La joven embozo una sonrisa de alivio.

—Gracias, en seguida veré a Christian. Espero no esté molesto. 

—Tómalo con calma, está de buen humor.

La chica asintió, pero decidió espera a comprobarlo ella misma. Lo encontró cerca de la ventana, observando el rosal que se expandía por toda una cerca de madera. Era hermoso, como un mural hecho de ellas, se extendía hasta cubrir parte de la casa vecina y desprendía un olor agradable.

Hermoso.

—Siento la demora, Chris. —Dijo Celia al tiempo que se acercaba.

El chico ladeo el rostro hasta toparse con la sonrisa apenada de su profesora. 

—Está bien. ¿Qué paso? —Ella esperaba eso, pero no creyó que sería tan pronto. 

—Mis hermanos.

—¿Qué hay con ellos?

—No los dejaron entrar a la escuela. —La chica se mordió el labio inferior con fuerza y Christian logro ver una pequeña línea de sangre escurrir de ellos. Celia era fácil de leer y nunca escondía sus emociones, sus ojos destellaron un segundo pero trato de que no se notara.

Algo andaba mal y él lo sabía.

—¿Hicieron algo malo? 

—¡No! No. —Respondió con rapidez—No hicieron nada malo, solo no querían dejarlo entrar.

Celia había tenido muchas dificultades para establecerse en Canadá, ella no era de ahí y fue honesta con sus orígenes, nunca oculto de donde venía y no le daba pena hablar su lengua natal. La madre de Christian lo agradeció desde el principio y le aseguró que su procedencia no le importaba en lo absoluto, sin embargo, había gente que no lo comprendía.

—Pudieron.

—Sí, pero me temo que vuelva a pasar, no los ven como quisiera. —Christian no entendí como podía seguir existiendo gente así—David, tiene tu edad y me ha contado lo mal que la pasa, ya he ido a hablar con la directora pero creo que no hace nada.

—No te preocupes, estarán bien.

Celia lo miro dudosa, no sabiendo si creerle. Era difícil, no solo era su origen, también lo era su idioma y su color de piel.

—Eso espero.

Dejaron que el tema se disolviera en el aire, Christian podía ver como a Celia le costaba hablar de ello, así que prefirió no volver a preguntar nada. 

Ambos se sentían incómodos, Christian quería ayudarla y Celia deseaba no haber dicho lo que dijo. Ella no quería la compasión de nadie, había luchado toda su vida para llegar hasta donde estaba, y encontrar ese pequeño pueblo a las afuera de Canadá fue como un rayo de sol en medio de una tormenta. 

Le gritaba que era su lugar y no se iba rendir, jamás lo hacía.

***

La clase estuvo llena de cosas nuevas, no pensó que le encantaría químicas, creyó que serian difíciles pero supo cómo hacerlo bien. Celia parecía orgullosa y eso elevaba su ego, solo un poco.

Estaban por terminar cuando lo escucharon.

Suave, como una caricia, desdichado, solo.

Era un violín.

—La vecina está tocando otra vez. —Mencionó Christian, no era la primera vez que la oían. 

—Hablas de la señorita Devin.

—Sí.

—Te molesta el sonido, puedo cerrar la ventana si quieres.

—No, no lo hagas—replicó con un semblante calmado—. Es relajante, me gusta y además toca muy bien.

—Escuche que ella fue una gran violinista, participo en muchos concursos y gano los nacionales.

—Eso es increíble, me gustaría decirle algún día que su música es muy hermosa.

Celia sonrió.

—Le pasare tus halagos.

—No los necesita, estoy seguro de que lo sabe perfectamente.

—Pareces conocerla bien.

—No, se lo que dicen de ella, que es un bruja y odia al mundo, pero sigue siendo la señora Devin y mientras yo no la conozca no podre dar hincapié a los rumores. 

Por un momento Christian sintió que se estaba describiendo así mismo. Odiar al mundo. Entendía eso. 

—Algunas personas son malas con lo que dicen. —Celia estaba confundida del porque llamaban bruja a Devin.

El sonido era tan mágico, como el trinar de una golondrina, como la brisa de un día de primavera. Una perfecta melodía. La señora Devin sabía trasmitir. 

—Algunas sí. —Explicó el chico—Otras se dan a la tarea de conocer y desmentir.

Celia estuvo de acuerdo. 

***
Aquí vemos un poquito de Celia, ahora ya no es un personaje que esta por estar. Celia es más que una profesora y quiero que la amén, como yo la estoy amando.

El siguiente capítulo ya sera parte de lo que ustedes conocían, si es que leyeron la primera versión. Será casi igual, con unos cambios muy importantes.

¿Alguien quiere que aparezca nuestra Dawn?

Será más pronto de lo que creen.

Maeris 💕

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