VEINTICUATRO

Sigo los apresurados pasos de Dalir. Camina casi impaciente, como un niño en busca de su regalo. Y pienso que tal vez se sienta así, yo soy lo que ha estado buscando por tanto tiempo, soy esa llave que necesitaba y sin la que no podía conseguir su objetivo.

—¿Por qué toda esa pantomima de la ciudad en el desierto? —le pregunto a la androide.

Ella ríe.

—Bien serás consciente que no puedes acceder a la información que albergan tus nanobots de forma natural —yo asiento lentamente—. Después del ataque en el Túnel, intentamos acceder nosotros a la fuerza, pero ni la mejor de nuestras programadoras fue capaz. Así que pensamos que tal vez un entorno que te recordara a casa, con el debido control de dos de nuestros agentes y el suceso necesario, servirían para que actuaras.

—Dos agentes, uno de ellos Áster —farfullo con claro rencor.

—Y Cobalto. Es una pena que ambos hayan muerto. Áster me agradaba, tenía mucho potencial, pero su cuerpo humano era demasiado débil. Me sorprende que me guardes rencor cuando le devolví la vida a tu amiga.

—No Dalir, no le devolviste la vida, le arrebataste la poca que le quedaba —aprieto los puños—, y que ahora colabore no quita que siga pensando que tus métodos son horribles y crueles.

—Oh por favor, eres tan noble que me va a petar un conducto de energía.

El sarcasmo en su voz me repugna, reprimo mis ganas de seguir contestándola, porque sé que entonces se desmoronaría esta mentira. Dalir debe saber que sigo sin estar de acuerdo con ella, porque si no sería demasiado evidente que tramo algo, pero si le recrimino ahora todo lo que ha hecho, notará que no estoy de su lado.

—He de reconocer que me sorprendiste, no creí que fueras capaz de recordarlo todo de nuevo. Aunque tal vez el que más me sorprenda sea Hyo. Lleva tantos años sirviendo a mi lado... y ver como de repente deja de estarlo... —empieza a decir Dalir.

—Hyo nunca estuvo de tu lado realmente, ambas lo sabemos, él sufría mucho. Su verdadero yo estaba reprimido.

—¿Ah sí? No lo parecía —la androide agita su mano y aparece un holograma frente a nosotras. Reconozco enseguida a Hyo, que está reclinado en una silla, con las piernas cruzadas en una pose poco decorosa. Lleva el pelo más largo, recogido en una pequeña cola baja y algún mechón rebelde. Parece estar esperando algo o a alguien. Su mirada es oscura y salvaje, con el ceño fruncido—. Esta es solo una de las muchas imágenes que tengo guardadas de él. Ha cambiado mucho a lo largo de los años, incluso por un tiempo cambió su rostro.

—¿Has visto su mirada? Yo no lo consideraría precisamente feliz.

—El problema de tu chico es que se tomaba las misiones muy enserio. No disfrutaba de la vida, él tan solo ansiaba desconectarse para no pensar. Pero eso ya no es culpa mía querida.

Sacudo la cabeza una y otra vez.

—Hyo ansiaba desconectarse porque sufría, Dalir.

Ella se encoge de hombros, está claro que Hyo no le importa y si lo hace, se esfuerza por ocultarlo.

—Qué vergüenza, siento que hayas visto eso —por un momento olvido que Hyo y yo estamos conectados y su voz me pilla desprevenida, disimulo con un ataque de tos y restándole importancia con un gesto.

Todos cambiamos, no te preocupes —le digo—. ¿Cómo vas?

Estoy en una sala junto a varios drones, no sé nada de tus padres, tengo un mal presentimiento...

—¿Crees que quieren matarte? —pregunto alterada.

Dalir llega hasta un ascensor y me tiende la mano para que pase. Pulsa la última tecla, lo que nos llevará al Eje. Yo entro y suspiro, tenemos que actuar ya.

Probablemente —la respuesta de Hyo me desasosiega hasta el punto de que se me corta la respiración—, pero no te preocupes, puedo con ellos. He estado analizando a Dalir a través de tus ojos, no tienes escáneres, pero creo que he encontrado su punto débil, está en la nuca, si puedes acceder ahí probablemente puedas noquearla. No tienes mucho tiempo, debes actuar rápido.

Yo asiento, sin ser consciente de que Dalir puede verme, lo que basta para llamar su atención más de lo necesario. Mierda. Cruzamos nuestras miradas y me basta para notar que la androide ya no me cree.

Lo primero que hago es bloquear el ascensor. Pulso el freno de emergencia y comienzo a apretar los botones hasta que el sistema se satura. Dalir y yo nos quedamos encerradas en esta habitación de metal y vidrio de apenas unos metros de ancho. La androide es claramente mucho más fuerte que yo, pero yo soy más pequeña y eso puede jugar en mi favor. No tengo ningún arma, y que yo recuerde, ella tampoco.

—¿Por qué Yadei? ¡Estábamos tan cerca! Siempre tienes que estropearlo todo. ¡Siempre!

Las luces del ascensor parpadean, y en los segundos de oscuridad busco algo que me pueda servir de arma. Paso mis dedos por las ranuras de las placas de metal, esperando que alguna esté suelta, esperando que haya algún pedazo que se desprenda, pero nada de esto ocurre. Dalir parece leer mis pensamientos y arranca una de las barandillas del lateral. Sujeta la barra de metal con fuerza y me sonríe. Disfruta de ver mi desesperación.

—No eres muy lista, no. Quedarte aquí encerrada junto a mí no ha sido buena idea, niña. Ahora morirás sola.

Corre hacia mí y yo la esquivo deslizándome por el suelo, el impacto frío me hace estremecer, pero me otorga unos segundos.

—Si me matas ahora, ¿qué pasará con tu plan?

—¡Ya no funcionan más esas palabras! Te han mantenido con vida hasta ahora niña, pero se acabó. Si tengo que esperar más tiempo del necesario a que se cumpla mi plan, esperaré. Tu vida acaba aquí —Sonríe maliciosa al tiempo que deja caer el pedazo de metal a su lado—. Te mataré con mis propias manos, de hecho.

Se acerca rápidamente a mí y antes de que pueda esquivarlo me golpea en la mejilla y mi vista se nubla. Esquivo el siguiente golpe, pero no el rodillazo que va a mis costillas. Le golpeo lo más fuerte que puedo, provocando más dolor en mi puño que daño en su cuerpo mecánico. Ella me empuja, lanzándome hacia la pared contraria del ascensor, cerca de donde ha arrancado la barandilla antes. Me sujeto del borde roto de metal, profiriendo un alarido cuando mi piel se corta. Dalir corre hasta donde me hallo para golpearme, esquivo a tiempo y con una patada le hago perder el equilibrio y consigo que el saliente de metal corte su mejilla, que empieza a regenerarse en cuanto se separa. Y mientras busca ponerse en pie, corro hacia la otra esquina y agarro con fuerza el pedazo de metal que me puede servir como arma.

Arremeto contra ella cuando se acerca a mí, sujeto con ambas manos el palo de metal y lo clavo en su abdomen, consiguiendo que se separe de mí por un instante. Le golpeo en las rodillas y consigo que caiga, pero ella me agarra de la pierna y caigo junto a ella. Se me resbala el metal de las manos y suelto un gruñido. Pero antes de poder recuperarlo, Dalir ya está sobre mí y me propina varios golpes en la cara. Me encojo y hago fuerza con el abdomen para intentar incorporarme un poco, lo suficiente para que Dalir me dé tregua. Intento sacármela de encima con los pies, pero es mucho más fuerte que yo y me inmoviliza cuando apenas he podido arrastrarme un poco.

Rodea mi cuello con sus manos y me mira sonriente. Su mirada designa locura. Siento temor. Mi piel se eriza al notar sus manos extrañamente frías alrededor de mi cuello.

—¿Cómo prefieres morir? ¿Morir ahogada o prefieres que te arranque la cabeza? —desplaza sus manos hasta mi mandíbula y mejillas y comienza a apretar.

Gruño mientras siento mi cuerpo inútil ante el ataque de la androide. Estiro el brazo derecho y mis dedos se topan con metal frío... La barra de la barandilla. Continúo estirando el brazo mientras Dalir se ríe y disfruta de mi sufrimiento. Así que no se da cuenta de cuando sujeto la pieza de metal entre mis manos y la blando hacia ella. Profiero un grito con las pocas fuerzas que me quedan y clavo el metal en su hombro, Dalir se sorprende y lleva sus manos hacia ello, pero antes que pueda agarrarlo, arranco el cilindro de metal y me arrastro para poder incorporarme.

—¡Yadei! —grita con odio mientras hace amago de levantarse, pero antes que pueda hacer nada le golpeo en el cuello, justo donde Hyo me dijo.

El borde del palo de la barandilla rompe su carne sintética y algún cable, pues empieza a brotar un líquido oscuro al mismo tiempo que Dalir me observa desconcertada. Siento que me tiemblan las manos cuando le atesto otro golpe.

Me dejo caer en el suelo y suelto el pedazo de metal. La androide intenta levantarse, pero sus movimientos son imprecisos, se lleva la mano a la herida del cuello.

—Yadei no me dejes morir —me suplica con una voz mecánica.

Sacudo la cabeza y cierro los ojos. Estoy temblando y llorando. No puedo ver esto, no puedo.

—Eres una... eres... asesina... Una ase...

Y Dalir muere bocabajo. Me repito una y otra vez que era su vida o la mía, que no podía dejar que acabara conmigo. Estaba loca, iba a cometer un genocidio terrible, este era el mejor camino. Sacudo la cabeza, no he matado a nadie, Dalir ni siquiera se merecía ser llamada persona. No... No he matado. No soy una asesina, ¿verdad? Ahora todo será mejor. Ahora todo... todo será mejor.

Toso, mi mandíbula lastimada hace que profiera un quejido. Me levanto y paro la alarma que en algún momento de nuestra lucha ha empezado a sonar en el ascensor, probablemente al arrancar la barandilla.

Miro el cuerpo vacío de Dalir. No, no voy a dejar que me trastoque. He hecho lo que debía hacer para seguir adelante. La única manera de parar toda esta locura. Porque ahora sí es el momento de acabar con todo esto. La líder de Replika ha muerto, ya no tienen quién les dé las órdenes. Ahora solo falta cerrar la Caja de Pandora y acabar con la pesadilla.

Abro la puerta del ascensor y me encuentro con un pasillo vacío extrañamente conocido. Mis nanobots me guían.

Yadei —la voz de Hyo parece preocupada—. Me habías asustado, no te sentía, algo me ha bloqueado... ¿estás bien?

La última planta, allí está el panel de control, lo recuerdo —sueno decidida.

Voy para allá, ha sido difícil despistar a los drones. ¿Y Dalir?

Recuerdo el cuerpo de Dalir y siento emociones procedentes de Hyo, se sorprende, se apena, se alegra, son varias emociones entremezcladas, pero siento que no me juzga por mi acción, sino que, al contrario, la aprueba.

La he matado.

* * *

Hyo llega junto a mí al cabo de unos pocos minutos. Nos abrazamos y me examina las heridas preocupado. Le pido desconectar nuestras mentes por un momento o, al menos el flujo de emociones entre ambos. No porque no quiera que él note lo que siento en estos momentos, sino porque me abruman tantas emociones entremezcladas. Él asiente lentamente y dejo de sentir sus emociones.

—Has hecho lo correcto, preciosa —susurra acariciándome el cabello.

—Lo sé, pero aún nos queda una cosa. Tenemos que cerrar la Caja —digo en tono bajo pero decidido—. Y cuando todo esto acabe, buscaremos a mis padres y al Vínculo, a Ogue, a Yaroc... a Fiko. Todo habrá acabado y podremos vivir tranquilos al fin.

—Sí, todo estará bien —susurra Hyo con una leve sonrisa.

El ruido de unos tacones contra el suelo nos sorprende a ambos. Una silueta se dibuja ante nosotros. Viste unos tejanos y una camisa ajustada. Nos apunta con una pistola de plasma.

—Y vivieron felices y comieron perdices —se ríe Misuk—, ¿adónde vais tortolitos?

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