Shabná III

Tameo cura la pierna herida del hombre. Éste aprieta los dientes y se mantiene callado. Por primera vez, el Vínculo ha sido más inteligente que ellos. No, más inteligente no, es sencillamente que jamás imaginaban que Shabná pudiera hacer algo así. Ahora ya lo saben y deben ir con cuidado... Si tan solo pudiera informar a sus superiores... De todas formas, sabe que, aunque él no haya dado la voz de alarma respecto a Daran, sus compañeros ya lo habrán hecho. Suelta un bufido, le han quitado el localizador, así que no puede contactar con ellos.

Shabná le mira de reojo de brazos cruzados apoyada en el marco de la puerta mientras habla con una persona que está afuera. No necesita darle muchas vueltas para saber que se trata de Daran. En parte es algo que ha estado esperando durante muchos años. Muchísimos años. Volver a hablar con Daran, echarle en cara todas las cosas que ha hecho mal, hacerle sentir mal por abandonar a su hija y ver el rostro desencajado de ese hombre. Recrea la escena en su cabeza una y otra vez, ansiando ver la reacción de Daran cuando le diga que su hija está muerta. ¿Le golpeará como cuando eran jóvenes? Lo cierto es que no sabe realmente si Yadei está muerta, pero es prácticamente imposible huir por los túneles que salen del Centro de Mando.

Sonríe cuando Shabná se hace a un lado y el que fue su amigo entra en la cabaña que usan como enfermería. Es igual a como lo recordaba, con algo más de canas y alguna arruga poblando su rostro, pero al fin y al cabo el Daran de toda la vida.

—Nader —la voz de Daran suena cansada, triste.

Nader sonríe con sarcasmo.

—¿Crees que unas suaves palabras me convertirán a uno de los vuestros? Puede que a toda esta gente les funcione —extiende los brazos—, pero a mí no. Te conozco muy bien —le señala con un dedo acusador—. ¡Sé qué es todo esto! Tus ansias incansables de llegar a algo, de ser alguien importante en este mundo... Un símbolo, un salvador... ¿Sabías que existe una enfermedad...

—No quiero ser un símbolo ni un salvador —le interrumpe Daran dándole la vuelta a una silla y sentándose del revés—. Solo quiero que mi familia esté bien y segura.

—Ya claro, pudiste haberlo dejado, haberte entregado... pero no, seguiste con el Vínculo —prepara su bomba, pero Daran vuelve a interrumpirle alzando una mano.

—No sabes nada de mí, nada de todos estos años. Ni qué he hecho ni qué he dejado de hacer —masculla.

—Es cierto, solo sé que hiciste un extraordinario trabajo ocultándonos a tu familia. A cada paso que dábamos, tú nos cerrabas otra puerta. Te admiro por ello... Pero siempre has sido un blando y siempre dejas una puerta trasera...

—Ojalá no tengas que vivir jamás nada parecido —dice Daran con un hilo de voz.

—Ya he oído antes esas palabras —Nader recuerda su primera conversación con Shabná. Inclina su cuerpo hacia delante—. ¿Y sabes qué? Que aquí no sois los únicos pobres que habéis perdido a alguien, que habéis tenido que vivir alejados de las personas a las que amáis...

Nader recuerda cómo años atrás las cosas se torcieron. Él y Daran trabajaban en la misma empresa de videojuegos, él encargándose del aspecto gráfico, mientras que su amigo era un genio de la programación. Tanto que más de una vez usó las terminales de la empresa para meterse en la red oscura. Conseguía información poco a poco de las artimañas del gobierno, del Exterior, archivos antiguos de la época de la guerra... Pero luego aquella vez que desesperado le pidió que ingresara aquellos fedincs tan necesarios en su cuenta... Daran se negó, se excusó diciendo que jamás usaría sus dones para beneficio propio. Y por su culpa su hermana no había podido superar aquella enfermedad. Sí, él también odiaba cómo funcionaban las cosas en las ciudades; bajo un lema de bienestar y seguridad para todos se oculta una sociedad interesada. Su hermana pequeña vivía en una de las muchas casas comunes, una abandonada y olvidada, donde apenas tenían algo para comer cada día y donde la atención médica era precaria. Si hubiera podido sacarla de ahí con esos fedincs, si Daran le hubiera ayudado a robar ese dinero... ahora su hermana estaría viva.

—¿Recuerdas a Eliya? La mataste Daran, la mataste —gruñe con rabia—. Nunca uso mis dones para beneficio propio, pero cuando se trata de tu hija olvidas eso, ¿no es así? ¡Podrías haber salvado a mi hermana y la dejaste morir! Y ahora, ahora te ha tocado a ti —ríe bajito—, esta es mi venganza Daran —y añade en un susurro—: Yadei parecía dormida, con sus ojitos cerrados y su boca dibujando una leve sonrisa. Creo que murió pensando en vosotros, o tal vez en Hyo, quién sabe.

Espera que Daran explote, espera que se levante de la silla y le agarre de la camisa para golpearle. Pero nada de ello ocurre. Daran niega con la cabeza lentamente.

—No sé cómo has conseguido este puesto, porque mientes muy mal —Nader nota un ligero tembleque en la voz de Daran, hay una parte del hombre que se cree la mentira.

—¿Es que acaso te han informado de Yadei en las últimas horas? Su novio la ha matado —mastica las últimas palabras con satisfacción.

Daran agita una rodilla nervioso y suelta aire de forma sonora. Sabe que Nader le está mintiendo, sabe que Hyo no le haría daño... ¿O es que acaso se refiere a otra persona? No, eso es imposible... Pero debe comprobarlo. Necesita saber qué tal está Yadei. Es cierto, llevan unas horas sin saber nada de ellos. Lo último que les dijeron es que Yadei estaba sana y salva y que le habían informado de todo.

Se levanta y coge el walkie, con lo que consigue una amplia sonrisa de parte de Nader, quien siente que ha ganado.

—Aquí LV, informe de la situación. ¿Cómo está Yadei? —dice tras pulsar la tecla en el aparato.

La estática llena la habitación y el silencio se hace abrumador. Daran repite las palabras, esta vez mucho más nervioso. Shabná ha entrado en la cabaña y coge a su marido de los hombros, le mira asustada. Sigue sin haber contestación, solo estática.

—¡Que alguien me informe sobre la situación! —suplica con la voz rasgada.

La estática se ve interrumpida por el terrible zumbido que producen todas las televisiones del asentamiento al encenderse al unísono. Nader estira la cabeza para observar una de ellas y lo que ve le hiela la sangre. Su farol ya no puede salir adelante.

Yadei aparece en pantalla, una cámara enfoca su rostro y torso. Va vestida con una camiseta de tirantes negra, su cabello está recogido en una coleta de trencitas y le cae un flequillo rebelde sobre la frente. Tiene algo de ojeras bajo sus ojos y la cicatriz de su mejilla estira la piel de alrededor. Sus pequitas le dan un ligero aire infantil, pero está claro que ya no es la niña que todos conocían.

—Muchos os preguntaréis qué es esto. ¿Es una broma? ¿Vandalismo? No, nada de ello. Os ruego que me escuchéis, nuestra vida está en juego —suena decidida, pero al mismo tiempo compasiva—. Mi nombre es Yadei, y hasta hace unos meses era una ciudadana más como vosotros...

Todos miran absortos el mensaje que se está transmitiendo por todas y cada una de las televisiones y terminales. Todos, desde niños hasta mayores escuchan el mensaje de una joven que les habla de una guerra, un hogar perdido y un peligro que amenaza a toda la humanidad.


Imagen de Eddy-Shinjuku en DeviantArt

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