Shabná & Daran
Entrecierra los ojos cuando la luz le enfoca de frente. Siente dolor en la nuca y un terrible dolor de cabeza. Cuando al fin abre los ojos, ve que se encuentra en una sala pequeña, tumbada en un pulcro colchón estrecho. En la habitación hay un aseo delimitado por cristal esmerilado y una silla de plástico brillante. Encima de la silla, perfectamente planchado, yace un traje negro junto a un corsé de color esmeralda y unos zapatos del mismo color.
Shabná se asea y se viste con la ropa que le han dejado en la silla. Deja su cabello cobrizo suelto, pues el dolor de cabeza solo se verá incrementado por cualquier recogido que se haga.
Es entonces cuando la puerta del cuarto se abre y un dron aparece en ella. Le sobresalta ver que el color de este es blanco con leds azules, en vez de metal negro con leds blancos.
—Shabná Mash, se ruega su presencia en la sala de reuniones, acompáñeme.
Shabná se mantiene callada y sigue a la máquina, observando los pasillos blancos por los que pasan. En su cabeza se entremezclan todas las preguntas que tiene sobre lo qué ha ocurrido y qué es ese lugar, pero es consciente de que planteárselas al dron no será más que un gasto de saliva. Recuerda defender el convoy, con la intención de buscar posteriormente a su marido, y después de aquello solo recuerda silencio.
Cuando llegan a la sala de reuniones, Shabná observa que en el otro lado se halla su marido, vestido también con un traje negro y una camisa del mismo tono que la suya. Con tan solo mirarse ya se lo transmiten todo. El dron guía a Shabná para que esta ocupe el lugar junto a Daran. La mujer no resiste el impulso de entrelazar los dedos con su marido y ambos se sientan con las manos enlazadas.
—Qué bonito reencuentro —una mujer aparece al cabo de poco.
Ambos la observan. Viste un elegante mono blanco, que combina con su cabello corto recién teñido del mismo color. Y aunque su figura no es perfecta ni su rostro falto de arrugas, Daran ya sabe que no es humana. Lo lleva sabiendo muchos años, sabe que lo que está detrás de las ciudades nunca ha sido humano. Dalir le sonríe dejando ver sus colmillos y hace caso omiso de la mirada de odio que le lanza el hombre.
—Es curioso como llevas tantos años protegiéndolas para al final implicarlas del todo —suelta una corta risa—. ¿No te parece una irresponsabilidad como padre?
Daran aprieta la mandíbula ante el comentario, pero no deja que le afecte lo suficiente como para saltar, pues sabe que es lo que ella desea. La mujer se apoya en la mesa y entrecierra los ojos.
—Aunque debo agradecer todo el empeño que has puesto en proteger a Yadei, si no hubiera sido por ello, jamás habríamos llegado a saber que ella es la llave de todo —Dalir juguetea con una llave dorada entre sus dedos—, y así acabar cuanto antes con vosotros. Es horrible ver cómo os matáis entre vosotros, fruto de la locura —hace una mueca de asco—, sois tan poco eficientes.
—¿Por qué querer acabar con todo? —Shabná pregunta con rabia contenida.
—Acabar con todo, los humanos siempre tan categóricos —Dalir hace un gesto con los dedos y aparece un holograma de una joven de cabellos trenzados, abriendo una caja—:
"Y al ver Pandora la caja sellada, no
pudo contener su curiosidad y
decidió abrirla, esparciendo todos
los males entre los hombres;
dejando únicamente la esperanza
en el fondo de la caja, haciendo que
esta quedara como un consuelo
inalcanzable."
Sonríe orgullosa.
—La Caja de Pandora ya fue abierta hace siglos, y ahora es nuestro turno de esparcir la esperanza. Es hora de que los dioses construyan un nuevo hogar para los humanos.
—Creo que no captas que matar a todos no es construir un nuevo hogar —replica Daran.
Dalir le chista molesta y hace desaparecer el holograma.
—Vosotros sois humanos corruptos, consumidos por mentiras y el egoísmo. Nosotros forjaremos una nueva humanidad. Una humanidad que nos obedecerá. Destruiremos todo vuestro mundo, y cuando éste sane, la humanidad resurgirá bajo nuestro liderazgo. ¿Y así nos lo agradecéis? Les otorgaremos un futuro a vuestros hijos, ¡a vuestros nietos!
Shabná sacude la cabeza.
—No, así no es como se forjan los líderes, Dalir. Un líder se gana el respeto de la gente con sus acciones. ¿Qué ocurrirá con esos humanos que queréis dominar? Ellos solo os conocerán a vosot...
—¡No me hables de los humanos! Vosotros no comprendéis nada —la androide empieza a hablar muy acalorada—, sé lo que es vivir como un ser débil de carne y hueso. Oh, creedme que lo sé bien. Sentir la debilidad en tu cuerpo, el dolor de las heridas y la falta de respiración... Lo sé perfectamente.
"Yo antes era como vosotros, un ser débil y patético. Mi mundo se desmoronaba ante mis ojos y supe que debía hacer algo. ¡No podía dejar que todo mi imperio cayera! ¡No podía! —la mujer escupe las palabras— Como siempre llegasteis a acuerdos inútiles de paz, deseando dejarlo todo atrás. No... No podía permitirlo. Así que me aseguré que vuestro mundo perfecto se desmoronara como habíais hecho con el mío. Pero sabía que mi cuerpo no sería los suficientemente fuerte como para soportarlo, porque los humanos sois débiles y enfermizos. ¡Así que me construí un cuerpo en condiciones y luché por lo que me pertenecía!
El matrimonio observa a la androide que habla fuera de sí. Daran la mira reconociendo lo que ellos nombraban como quimera. Dalir es esa quimera de los libros que su familia conservaba, un cuerpo de androide con la mente de una mujer.
—Pero vuestra hijita cada vez lo pone más difícil. ¿Es que acaso no podría mantenerse ni un solo instante sin enfrentarse a la muerte? ¿Y cómo puede una cría insolente escapar con tanta facilidad de mis unidades? —la mujer alza la voz hasta llegar a un tono estridente.
Shabná frunce el ceño y aprieta los puños al oír esas palabras contra su hija.
—Puede que te creas muy lista, Dalir, pero en el fondo no eres más que una humana desesperada encerrada en una carcasa sintética. Inestable y quisquillosa. No eres muy diferente de todos nosotros.
Dalir ruge, pero antes que pueda decir nada, Daran la interrumpe.
—Estás subestimando a nuestra hija, y te aseguro que estás cometiendo un error —se encara contra ella—, te crees muy inteligente, pero en el fondo no eres más que una mujer llena de dudas e inseguridades, te compadezco por ello, y por no haberte dado cuenta durante todos estos siglos que lo que necesitas no es dominar a la humanidad, sino acudir a un terapeuta.
Dalir empuja a Daran con fuerza sobrehumana, haciendo que éste se golpee contra la mesa y profiera un aullido de dolor. Shabná acude en auxilio de su marido y se queda mirando a la androide con odio.
—No me sois necesarios, podría mataros lentamente, haciendo que os torturen mientras la vida se escurre entre vuestros dedos... literalmente, y podría disfrutar de ello... —susurra agachándose junto a ellos—, pero os mantengo con vida y deberías agradecérmelo. Cuando Yadei descubra donde están sus papaítos no podrá evitar venir a rescataros, y esa será su perdición: el sentimentalismo de los humanos que os lleva a actuar de forma irracional. Patéticos.
—No puedes matarla... —susurra Daran.
—Lo sé. Yadei... oh, Yadei es poderosa. Si tan solo dejara sus emociones de lado, si tan solo se centrara en su objetivo... podría llegar a tantas cosas. Imaginaos a alguien tan poderosa como ella a mi lado. El mundo que construiríamos... Y encima ella podría estar junto a su amado Hyo toda la vida... Toda la vida —Dalir sonríe visualizando la escena.
—¿Y qué te hace pensar que ella querrá estar a tu lado? Nuestra hija jamás aceptará formar parte de algo tan horrible —masculla Daran.
—Me sorprende que hables tanto de tu hija cuando no has estado en su vida.
Esas palabras de la androide hieren en lo más hondo del corazón de Daran, el cual se encoge. Sus ojos se llenan de lágrimas y se mantiene en silencio, recordando todas aquellas veces que veía a su niña yendo hacia el colegio, de la mano de su amada esposa. Esas ganas de poder abrazarlas, de poder besarlas, y saber que hacer aquello solo significaría exponerlas al peligro.
Entonces Dalir les deja solos en la sala de reuniones y sale corriendo tras recibir una llamada. Ambos rompen a llorar y se abrazan mientras el dron blanco les controla desde el extremo de la sala.
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