NUEVE
Me levanto cuando ya no puedo seguir durmiendo. Camino por el búnker, hay mucha gente. En las paredes se dibuja un círculo con dos líneas entrantes. El símbolo del Vínculo. Me adentro en las diferentes salas, me doy cuenta de que la gente que está aquí es gente normal y corriente: niños y adultos, niños que corretean, juegan, otros hacen deberes en su Lada. Me río por dentro al darme cuenta de que hace mucho que perdí la noción del tiempo. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Varios meses sí, tal vez incluso se esté acercando la primavera, quién sabe.
Lo cierto es que a pesar de las paredes frías y grises, se respira un ambiente cálido. La gente aquí hace esfuerzos porque este sitio sea algo acogedor. Alguien me explica qué es este lugar: toda la gente que está aquí son colaboradores del Vínculo, amigos del tiempo, como les gusta decir. Son personas, jóvenes, mayores, familias, que se han negado a creer lo que el gobierno les dice. Han visto las fisuras en una historia cogida con pinzas y han decidido averiguar la verdad.
Suelto aire, ¿qué verdad? Ahora sé que en las ciudades nos controlan, nos vigilan con androides que se parecen demasiado a nosotros, sí. Pero, ¿por qué? ¿Qué quieren ocultar? ¿Qué hay detrás de todo? Suspiro. Son demasiadas preguntas, y hay muy poco tiempo. El reloj corre en nuestra contra y a cada minuto el final de la humanidad está más cerca.
Aún me cuesta creerlo. Sacudo la cabeza, suelto una risa incrédula. Esta situación me supera del todo.
Me dirijo lentamente hacia la enfermería, siendo consciente de que lo que encuentre allí seguramente no me guste. No sé nada de Yaroc. Ni siquiera sé si sigue vivo. Y, aunque Hyo me dijo que podían salvarlo... Ahora sé que puede valerse de mentiras piadosas.
Cuando llego, veo una camilla al fondo, apartada del resto por unas cortinas. Me acerco a ella. Yaroc yace tumbado en ella, con vías conectadas a sus brazos, el torso descubierto con un vendaje limpio en su abdomen. Suspiro de alivio al ver que sigue vivo. Miro las constantes que aparecen en su pantalla, que indican que su corazón sigue latiendo.
Respira levemente. Me siento a su lado y aprieto su mano. Miro su cabello rubio que alguien se ha encargado de limpiar. Le acaricio la mano levemente con el dorso de la mano. No despierta e imagino que es por la anestesia, los calmantes o que simplemente está demasiado cansado.
Una enfermera se acerca a mí y me sonríe amablemente, pero con tristeza.
—Está en coma —dice con suavidad.
Está en coma. Esas palabras me golpean más fuerte de lo que deberían. Me quedo paralizada y mis dedos se quedan congelados en la mano del chico. Me vuelvo hacia la chica con lágrimas en los ojos.
—¿Qué? —pregunto incrédula.
—Hicimos lo que pudimos... —y sus palabras suenan tan huecas. No vacías de sentimiento, pues lo dice apesadumbrada, sino porque parece una burda disculpa, un eufemismo a no fuimos capaces de hacer nada más.
—¿Despertará? —necesito que me diga que sí, necesito que me dé esperanzas.
—No lo sabemos, eso ya depende de él.
Y la respuesta no es la que quería oír. Sacudo la cabeza. No, no puede ser, no puede ser... La enfermera me da un apretón en el hombro y me deja sola. Yo apoyo mi cabeza sobre la camilla y lloro.
—Lo siento Yaroc, todo esto es mi culpa. No quería meterte en esto... No quería que te pasara nada de... ¿De qué sirven las palabras ahora? —sacudo la cabeza— Una vez dijiste que siempre intentaba buscarle solución a todo... Tenías razón. Siempre busco una vía de escape, algo a lo que aferrarme... Pero tal vez esta vez no haya, tal vez deba dejar que las cosas ocurran sin más. No puedo luchar contra la corriente. Este... este es un río demasiado fuerte. Y yo ni siquiera sé nadar —sonrío triste ante la ironía—. Espero que despiertes, porque si no lo haces —me tiembla el labio—, si no lo haces todo esto me pesará demasiado...
Me levanto, le doy un beso en la frente y salgo temblando de la enfermería. Si Yaroc no despierta, su muerte... o como pueda llamársele (porque al fin y al cabo estar muerto y no despertar jamás es prácticamente lo mismo...) pesará en mi conciencia por mucho tiempo. Suspiro.
Camino con los hombros caídos por el búnker. Las luces tenues y las paredes grises me acompañan en mi triste caminar y me adentro por pasillos solitarios en los que no hay nadie. Escucho voces e inconscientemente me dirijo hacia allí. No quiero hablar con nadie ahora, pero al menos conversaciones ajenas harán que deje de pensar tanto, o eso espero. Me quedo a una distancia prudencial de una sala de la cual provienen las voces. Me apoyo en la pared y me dejo caer hasta el suelo, con los ojos cerrados.
—No, Yadei y Yaroc irán a la cuarta de Gamma —dice Hyo—, el doctor Tameo podrá tratar a Yaroc, y Yadei se reunirá con su madre.
Abro mucho los ojos, la conversación me pilla del todo desprevenida y estoy segura de que no debería escucharla, pero me mantengo aquí, siguiendo el hilo de las voces. Pienso en mamá, ¿qué hace en la cuarta de Gamma? ¿Por qué no sigue en la tercera?
—Pero Yadei es la única que puede parar esto —exclama una mujer, sacándome de mis cavilaciones.
—No pienso poner más en riesgo su vida —afirma Hyo.
—¿Entonces cómo vamos a cerrar la Caja? ¡Ella es la única llave!
—¡Lo sé! Pero no puedo hacerle esto... ya ha sufrido demasiado.
—¿No puedes? —añade otra voz— Recuerdo que el Vínculo somos todos. Y quien toma las decisiones finales es Daran.
—¡Daran no quiere que sufra más! Él solo quiere conocer a su hija de una vez por todas.
—Ah claro, y sentenciarnos a muerte a todos, ¿no? A ti no te importa Hyo, tú no vas a morir.
Proceso toda la información que acabo de escuchar. ¿Esa llave que vi... Era yo? ¿Yo puedo pararlo? ¿Cómo? Suspiro. Si es así, no hay nada más que cavilar. Hasta ahora no he producido más que quebraderos de cabeza, pero puedo ser útil. Puedo contribuir. Cierro los ojos. Él solo quiere conocer a su hija, ¿será cierto que mi padre me ama? Cojo aire con fuerza, el corazón me late más rápido de lo que debería.
—Encontraremos una solución, siempre hay una puerta trasera —replica Hyo tranquilo.
Abro los ojos, me levanto y entro en la sala. Los integrantes me miran algo sorprendidos, en especial Hyo.
—Lo haré —digo con determinación—. Es hora de acabar con todo esto.
Hyo se acerca a mí, me coge de los hombros, abre la boca para decir algo, pero le interrumpo con un gesto de la mano. Entiende que he estado escuchando la conversación.
—Si es cierto que soy esa llave, si es cierto que yo puedo cerrar la Caja de Pandora, lo haré, aunque me cueste la vida —la pena, el dolor, ya han quedado atrás, ahora mis palabras están llenas de decisión, determinación.
Apenas he tenido unos segundos para pensarlo, pero de todas las decisiones que he tomado estos últimos meses, esta es la única de la cual estoy al cien por cien segura.
—¿Estás segura?
Por la forma en que me mira Hyo sé que no va a intentar disuadirme, no va a intentar convencerme para que no lo haga. Su pregunta es simple, no va con segundas intenciones. No es un ¿estás segura? Podría ser peligroso, mejor que no lo hagas ni un ¿estás segura? Deberías volver a casa. Hyo tan solo quiere saber hasta qué punto estoy dispuesta.
Le devuelvo la mirada, nos la sostenemos por unos instantes, asiento levemente y él coge aire. Me acaricia la mejilla con la mano y puedo ver una mezcla de orgullo y tristeza en sus ojos.
—Todo va a salir bien —le susurro.
—Lo sé —dice con un hilo de voz, pero no añade más.
Y le abrazo con fuerza, lo que causa las miradas tiernas de los que me rodean y alguna que otra sonrisa. Hyo me rodea con sus brazos y hunde su cabeza en mis trenzas. Me susurra que me quiere y yo le devuelvo las palabras.
Me doy cuenta ahora de cuánto lo echaba de menos, de cuanto lo necesitaba. Necesitaba a ese amigo que me apoya, que me ha estado ayudando durante tanto tiempo. Necesitaba a ese amigo que me ama... Y que yo amo también.
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