Único

---

El eco de los pasos resonaba en los pasillos de mármol de una mansión que se alzaba imponente en lo alto de una colina, rodeada por bosques oscuros y vigilada por un cielo estrellado. La casa, con su diseño antiguo y majestuoso, era un reflejo de su dueño: Jimin, un hombre cuyos secretos eran tan profundos como el océano y tan oscuros como la noche más larga.

Jimin era un hombre de una presencia formidable. Con 1.85 metros de altura y un cuerpo esculpido por la disciplina y la dedicación, su sola presencia inspiraba respeto y temor. Su cabello, negro como la noche, caía en ondas suaves sobre su frente, con reflejos azulados que brillaban bajo la luz tenue de las lámparas antiguas. Sus ojos, verde esmeralda, parecían tener el poder de leer las almas de quienes osan mirarlos directamente. Esos ojos eran la ventana a un universo interior lleno de pensamientos calculadores y una mente afilada como una navaja.

A lo largo de su vida, Jimin había construido un imperio en las sombras. Era conocido en los rincones más oscuros de la ciudad, donde los rumores sobre él se entremezclaban con el humo de los cigarrillos y las miradas furtivas. Se decía que no había problema que Jimin no pudiera resolver, ni deseo que no pudiera cumplir, siempre y cuando estuvieras dispuesto a pagar el precio. Su reputación era la de un hombre inflexible, capaz de tomar decisiones difíciles sin titubear, siempre con una frialdad que helaba la sangre de aquellos que lo conocían.

Pero la historia de Jimin no había comenzado en la cima. Había nacido en una familia humilde, en un pequeño pueblo alejado de las luces de la ciudad. Desde una edad temprana, había aprendido que la vida no era fácil, que el mundo era un lugar peligroso donde únicamente los más fuertes sobrevivían. El incidente que marcó su vida ocurrió cuando tenía apenas diez años. Un día, mientras jugaba en el bosque cercano a su hogar, Jimin fue atacado por un animal salvaje. La criatura lo dejó con una cicatriz profunda en la cintura, una herida que, aunque sanó con el tiempo, dejó una marca indeleble en su cuerpo y su alma.

Esa cicatriz se convirtió en un símbolo para él, un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la necesidad de ser fuerte, de nunca bajar la guardia. A medida que crecía, Jimin se obsesionó con superar sus propios límites, tanto físicos como mentales. Desarrolló una disciplina férrea y comenzó a entrenar su cuerpo, moldeándolo hasta alcanzar la perfección. Su mente también se agudizó, volviéndose más calculadora y estratégica con cada experiencia difícil que enfrentaba.

A los dieciocho años, dejó su hogar y se trasladó a la ciudad, decidido a cambiar su destino. Allí, entre las sombras y los callejones, comenzó a construir su imperio. Era un mundo donde la moralidad era un lujo que pocos podían permitirse, y Jimin rápidamente comprendió que para prosperar debía estar dispuesto a hacer lo que fuera necesario. Con cada paso que daba, se acercaba más a su objetivo, sin dejar que los escrúpulos o las dudas nublan su juicio.

Los tatuajes que cubrían su cuerpo eran un testimonio de su viaje. Comenzó a tatuarse poco después de llegar a la ciudad, buscando transformar su cicatriz en algo que lo fortaleciera en lugar de debilitarlo. El primer tatuaje que se hizo fue sobre la cicatriz en su cintura: un diseño intrincado de una constelación, representando las estrellas que había observado en su juventud mientras se recuperaba de la herida. A medida que su imperio crecía, también lo hacía el arte en su piel, con tatuajes que se extendían desde su cuello hasta sus brazos y su espalda, cada uno simbolizando una victoria, una lección aprendida, o un recordatorio de quién era y de lo que había logrado.

Sin embargo, a pesar de su éxito y poder, había una parte de Jimin que permanecía oculta, incluso para aquellos que lo conocían mejor. A pesar de su frío y calculador, Jimin tenía debilidades humanas, gustos simples que, de alguna manera, lo mantienen conectado con su humanidad. Amaba las fresas, un gusto que había desarrollado en su infancia, cuando se escapaba de las restricciones de su hogar para disfrutar de la libertad de los campos cercanos. El sabor dulce y ácido de las fresas le recordaba esos días, y aunque ahora era un hombre poderoso, nunca dejó de disfrutar de ese placer sencillo.

Otro de sus amores secretos era el universo. Pasaba horas observando las estrellas desde el observatorio privado que había construido en su mansión. Le fascinaba el misterio del cosmos, la idea de que en algún lugar allá afuera, en la inmensidad del espacio, podría haber respuestas a preguntas que aún no sabía cómo formular. Para Jimin, el universo era un reflejo de su propia mente: vasto, enigmático, lleno de posibilidades infinitas pero también de peligros desconocidos.

La mansión de Jimin estaba llena de objetos extraños e inusuales. Era un coleccionista compulsivo, comprando cosas que otros consideraban inútiles, pero que él veía como piezas de un rompecabezas más grande. A menudo, estos objetos terminaban siendo útiles de maneras inesperadas, y su habilidad para anticipar esas necesidades era una de las razones por las que muchos lo consideraban un genio. Su casa era un laberinto de habitaciones llenas de artefactos, cada uno con un propósito que solamente Jimin comprendía.

Y luego estaba su pavo real. El ave, con su plumaje brillante y su porte majestuoso, era una extensión del propio Jimin. Era un símbolo de su poder y de la belleza que podía surgir incluso en los lugares más oscuros. El pavo real lo seguía por la mansión, sus plumas resplandecían bajo las luces mientras caminaba detrás de su dueño, una criatura tan imponente como el hombre al que pertenecía.

A medida que los años pasaban, Jimin consolidó su poder, convirtiéndose en una figura influyente en la ciudad. No había trato importante que no pasara por sus manos, y sus enemigos lo temían tanto como lo respetaban. Pero a pesar de todo lo que había logrado, había una pregunta que seguía rondando en su mente, un pensamiento que no podía sacudirse, no importa cuántas estrellas contará en el cielo nocturno: ¿Estaba destinado a vivir solo, en la cima de su propio mundo, o había algo más esperando por él, algo que ni siquiera su aguda mente podía prever?

Jimin había conocido el amor, aunque nunca lo admitiera. En su juventud, antes de convertirse en el hombre que es ahora, había habido alguien que lo hizo sentir vulnerable, alguien que despertó en él emociones que había enterrado profundamente. Pero esa relación terminó de manera abrupta, cuando su amado descubrió el lado más oscuro de Jimin, el hombre que haría lo necesario para proteger lo que era suyo. El rechazo y la traición dejaron una marca en su alma, una que nunca se desvaneció, y desde entonces, Jimin decidió que el amor no era para él.

A pesar de ello, el recuerdo de lo que había perdido seguía acechándolo, apareciendo en los momentos más inesperados, como un fantasma que se negaba a descansar en paz. Cada vez que miraba las estrellas, se preguntaba si, en alguna parte de ese vasto universo, había un lugar donde el amor y el poder pudieran coexistir, donde él pudiera ser algo más que el villano que el mundo veía en él.

Pero Jimin era un hombre práctico, y no podía permitirse el lujo de soñar con lo imposible. Había construido su vida sobre cimientos sólidos de decisiones difíciles y sacrificios, y no iba a dejar que algo tan volátil como el amor pusiera en peligro todo lo que había logrado. Así que continuó con su vida, manteniendo sus emociones bajo control, permitiéndose solo pequeños placeres como las fresas, las estrellas, y la compañía de su pavo real.

El destino, sin embargo, tiene una manera de sorprender incluso a los más calculadores. Un día, mientras caminaba por su mansión, Jimin recibió una visita inesperada. Era alguien del pasado, una figura que creía haber dejado atrás junto con sus sueños juveniles. Esa persona traía consigo recuerdos que Jimin había intentado olvidar, pero que ahora volvían a la superficie con una fuerza que no podía ignorar.

La reunión fue tensa, cargada de emociones no expresadas y palabras no dichas. Pero en esos momentos de silencio, Jimin se dio cuenta de algo que lo perturbó profundamente: aún le importaba. A pesar de todo, a pesar de los años y de la distancia, una parte de él seguía aferrada a ese amor que una vez creyó perdido para siempre.

Este reencuentro forzó a Jimin a enfrentar sus propios demonios, a cuestionar las decisiones que había tomado y las vidas que había afectado en su camino hacia la cima. Por primera vez en mucho tiempo, Jimin sintió que el control que había mantenido sobre su vida se deslizaba entre sus dedos, y eso lo aterrorizaba. Pero también despertó algo dentro de él, una chispa de humanidad que pensó que había apagado para siempre.

Durante días, Jimin se debatió entre su instinto de proteger lo que había construido y el deseo de explorar esta nueva oportunidad que el destino le había presentado. Finalmente, decidió tomar un riesgo, uno que podría costarle todo, pero que también podría darle algo que había estado buscando sin saberlo: una verdadera conexión, algo más allá del poder y la estrategia, algo que pudiera darle un propósito más allá de sus logros materiales.

Jimin no era un hombre que tomara decisiones a la ligera, pero en este caso, decidió seguir su instinto, guiado por una voz interior que le decía que, tal vez, el amor no era una debilidad, sino una fortaleza que aún no había aprendido a utilizar. Invitó a esa persona a quedarse en su mansión, y juntos comenzaron a reconstruir lo que alguna vez tuvieron, esta vez con más sabiduría y comprensión.

El camino no fue fácil. Jimin tuvo que enfrentarse a sus propios miedos, a la posibilidad de que, al abrir su corazón, podría perderlo todo. Pero también descubrió que, al compartir su vida con alguien que realmente lo entendía, se sentía más completo, más en paz consigo mismo. La cicatriz en su cintura seguía ahí, un recordatorio del dolor y del pasado, pero ahora también era un símbolo de lo lejos que había llegado. Los tatuajes en su cuerpo, que alguna vez representaron victorias solitarias, ahora eran parte de una historia más grande, una que incluía no únicamente sus logros, sino también sus conexiones humanas.

Con el tiempo, Jimin se dio cuenta de que no tenía que elegir entre ser fuerte y ser amado. Podía ser ambas cosas. El amor no lo hacía débil; lo hacía más fuerte, más capaz de enfrentar los desafíos que el futuro le preparaba..

Y así, bajo el cielo estrellado que tanto admiraba, Jimin encontró un nuevo propósito en su vida. Siguió siendo el hombre calculador y estratégico que siempre había sido, pero ahora, tenía algo más por lo que luchar. El amor que una vez creyó perdido se convirtió en su mayor fortaleza, y junto a la persona que le enseñó a abrir su corazón, Jimin descubrió que, incluso en las sombras, siempre hay luz.

La vida de Jimin ya no era solo una serie de movimientos calculados en un tablero de ajedrez, sino una historia de redención y crecimiento personal. Aunque seguía siendo un hombre poderoso e influyente, ahora comprendía que su verdadero legado no se mediría sólo por las riquezas y el poder que acumuló, sino por las conexiones que hizo y las vidas que tocó.

El villano de las estrellas, como algunos lo llamaban, había encontrado su redención, no en la acumulación de poder, sino en el redescubrimiento del amor y la humanidad que siempre habían estado dentro de él, esperando ser liberados. Y así, bajo el mismo cielo que una vez contempló en soledad, Jimin encontró la paz que tanto había buscado, junto a la persona que le enseñó que incluso el villano más temido puede encontrar la redención en el amor.

Fin.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top