El viento que te llevó hacia mí
Sentado en la escalinata fuera del vagón, Chanyeol observaba con nostalgia el paisaje frente a sus ojos, que le hacía recordar al lugar en el que había crecido. La primavera hacía lucir todo mucho más bonito, pero el tren andaba tan rápido que ni le daba chance de apreciarlo, lo cual era una lástima. El viento fuerte le alborotaba los cabellos y zarandeaba las páginas del libro que llevaba en la mano, el cual narraba la biografía de la ingeniera aeronáutica francesa Pauline Àdeux.
Chanyeol nunca había visto en persona a Àdeux, para su pesar, pero soñaba con ella y se imaginaba trabajar a su lado en una ciudad muy linda que ella contaba se llamaba París. Suponía que tendría muchos edificios modernos y calles bonitas, mucho mejores que los de la gran ciudad que estaba a unas horas de su pueblo natal. En las fotos del libro aparecía con cabello corto y espeso, ojos grandes llenos de coraje y una sonrisa que solo portan los soñadores.
Ah, cómo le gustaría ser como ella. En la escuela, se pasaba los días pensando en cómo había llegado a dónde estaba y varios de los profesores lo reñían duramente cada vez que perdía la mirada en la ventana. Cumplía con todo lo que le tocaba y era excelente en sus materias, especialmente en las que incluían números, por lo que le traían sin cuidado los sermones de sus maestros, que tampoco podían amenazarlo con mucho más que con palabras vacías.
Devolvió la mente al presente y notó que estaban atravesando una zona más poblada. Veía con ojos entornados por la fuerza del viento los campos que pasaban frente suyo. Estaban llenos de aldeanos que arrancaban las frutas y las verduras de la tierra o de los árboles para guardarlas con rapidez en cestas antes de que cayera la noche. Se veían puntos diminutos que se movían y se esfumaban al poco rato. Así como ellos, debían estar sus padres en ese momento, aprovechando el buen clima de la primavera para encargarse de la hortaliza.
Giró la cabeza para encontrar afuera del vagón contiguo a un muchacho que aparentaba su misma edad, con un sombrero de ala corta a juego con un traje azul celeste. Antes de que alcanzara verle el rostro, el tren se detuvo de golpe, moviéndolos a todos hacia adelante a la fuerza. La brisa arrastró súbitamente el sombrero del joven, quien quiso atraparlo al extender los brazos sin éxito.
Chanyeol se levantó de un salto y lo agarró de milagro con ambas manos, devolviéndoselo a su dueño con una sonrisa amable. Tragó saliva y abrió mucho los ojos cuando se encontró con el rostro de aquel joven, que, a su parecer, era hermosísimo. Tenía la mirada traviesa de un niño, los cabellos ligeramente ondulados y los labios curvados en una sonrisa brillante.
—Muchas gracias. —Devolvió el sombrero a su cabeza y dijo para sí mismo en voz baja algo que Chanyeol alcanzó a oír—. "El viento se alza..."
—"Debemos intentar sobrevivir..." —completó Chanyeol.
El joven lo escrutó con una mirada curiosa, fijándose sin timidez en los redondos ojos oscuros de Chanyeol, ocultos detrás de sus lentes de marco grueso.
—Byun Baekhyun. —dijo, extendiéndole la mano con gracia. Él le devolvió el saludo.
—Park Chanyeol. Un gusto.
—¿Has leído a Valéry?
Chanyeol quiso contestarle que sí solo para llamar su atención, pero en realidad no le gustaba mucho leer y no le iba a mentir. Prefería los números antes que las letras, porque le daban dolor de cabeza y le enredaban con términos que nunca había escuchado. Le explicó que conocía la frase gracias a una profesora en la escuela que nunca dejaba de recordárselas y que le había parecido tan bonita que jamás la olvidó.
Detrás suyo oyó a la gente alzando a la voz, preguntándose al mismo tiempo por qué se habían detenido, qué había ocurrido con el tren y otras cosas similares, pero no se estaba concentrando en eso, porque seguía embelesado en el chico que tenía enfrente, quien ya no le sonreía, sino que se asomaba por la puerta del vagón para averiguar como todos los demás lo que había pasado. Su perfil, como si fuera poco, era igual de majestuoso que el resto de su cara.
Alguien más adelante informó que había un problema con las calderas y pronto el rumor se convirtió en otra cosa. Ya no solo había un problema, sino que las calderas iban a explotar. El caos se formó sin previo aviso y la gente comenzó a bajarse de los vagones como alma que lleva el diablo, sin pensar a quienes lastimaban con las maletas o lo que dejaban atrás exactamente.
A Chanyeol lo arrastró el tumulto de gente que quería salir y no tuvo chance de despedirse. Trastabilló con su equipaje sobre el pasto y vio entre toda esa confusión al chico que había conocido antes, intentando sin éxito alejarse del tren.
Se acomodó bien los lentes sobre el puente de la nariz y discernió a un pequeño a su lado, de unos siete años, con una mueca agria de dolor en el rostro. No podía oírlo, pero seguramente se estaba quejando de algo. Chanyeol dejó lo que tenía a un lado, puesto que a nadie le interesarían sus valijas gastadas y se acercó para ayudarlos.
—¿Qué ocurre? Debemos irnos. —Baekhyun negó con la cabeza y se agachó al lado del niño, que se había dejado caer al suelo con lágrimas en los ojos.
—Es mi hermano, no puede caminar. Se dobló el pie cuando bajábamos y... —Chanyeol le revisó el tobillo, que se estaba empezando a hinchar de una forma bastante fea y cuando lo movió ligeramente, el pequeño aulló de dolor.
—Creo que es un esguince. —Dicho eso, lo subió en su espalda con algo de esfuerzo, a pesar de los intentos de Baekhyun de convencerle de que podrían apañárselas solos. A los pocos minutos dejaron el tren atrás.
La ciudad estaba cerca, por lo que no significaba un problema alcanzarla caminando y dado que ambos iban hacia la misma zona, decidió acompañarlos. El nombre del niño era Minhyun y no se le hizo difícil relacionarlo con Baekhyun porque los dos tenían la misma sonrisa cuadrada y juguetona.
—Tuve que regresar a casa para traer a mi hermano, mis padres quieren que empiece a estudiar aquí. —comentó Baekhyun a mitad del camino—. Vivirá con mis tíos y eso.
Chanyeol asintió y le preguntó curioso por el broche de la bandera nacional que llevaba en el traje. No lo había visto antes dado que estaba demasiado ocupado detallando su rostro y todo lo demás parecía darle igual.
—Ah, eso. Me lo dieron cuando entré al ejército. Soy piloto de la Fuerza Aérea.
—¿Eres piloto? —Chanyeol volvió a mirarlo con los mismos ojos grandes de antes, llenos de sorpresa. El cristal de sus lentes brilló cuando la luz del sol los atravesó—. Oh, eso es increíble. Siempre he querido ser piloto.
Baekhyun no quiso preguntar, pero la curiosidad le ganó.
—¿Y por qué... no lo eres?
—Ganas nunca me han faltado, pero mis ojos... no son los de un piloto, supongo. No puedo volar así —una expresión triste se instaló en su semblante cuando bajó la cabeza—. Mi familia no es adinerada, así que tampoco había manera de que pudiera convertirme en uno.
Baekhyun no supo qué contestar a eso y simplemente se quedó callado por otro rato, hasta que se dio cuenta de que no sabía qué hacía él para ganarse la vida.
—Nunca pude dejar de lado el sueño de volar, supongo. —Esta vez sonrió, aunque los ojos desanimados seguían allí—. Soy ingeniero aeronáutico, me gradué hace poco. Justo acaban de aceptarme en Kanazaki.
Kanazaki era una de las principales compañías aeronáuticas del país. Se había encargado de la creación de aviones bombarderos durante la pasada guerra y de nuevo sería responsable de ello con el mismo fin. Habían contactado a Chanyeol mediante uno de sus profesores de la universidad, el profesor Yukawa del Laboratorio de Aviación, a quien le había parecido asombroso el avión de caza que le había presentado su estudiante como proyecto de graduación. Fue gracias a él que había sido admitido en la empresa.
El profesor Yukawa era el único que sonreía cada vez que le hablaba sobre su absurdo y maravilloso sueño de volar como los pájaros. Y aunque nunca pudiera hacerlo realmente, como le había explicado antes a Baekhyun, diseñarlos y confiar en que surcarían el cielo le apasionaba de igual manera.
En casa nadie lo comprendía. Lo que todos esperaban de él era que se quedara en el pueblo manejando las cosechas para colaborar con el negocio familiar y se casara con alguna buena chica de la zona, que pudiera darle muchos hijos y con quien viviera feliz por mucho tiempo. No eran bien recibidas sus aspiraciones de gigante ya que no encajaban en ningún lado. Chanyeol no cumplía ninguna de sus expectativas, porque si bien era un estudiante modelo, no iba a encargarse de la hortaliza ni de las cuentas y tampoco iba a casarse, ni siquiera a estar con una mujer en ningún sentido, por lo que no se le hizo raro que lo vieran como una decepción.
Era el único que había tenido interés en terminar la secundaria, el único que llevaba libros a casa y también el único que quería seguir una vida fuera de lo que conocían. A su familia le aterraban las guerras que azotaban el país, temblaban ante el primer encuentro con alguna máquina a motor de la gran ciudad y seguían ocupándose de las tierras por sí solos, con los métodos milenarios de sus antepasados y sin preocuparse por la tecnología prometedora que empleaban otros campesinos de la región.
Baekhyun escuchaba atento el ir y venir de su voz grave cuando hablaba de su familia, sus sueños y las cosas que haría en Kanazaki. Los motores con los que trabajarían, el fuselaje que utilizarían para montarlo todo y el diseño especial de las alas. Nunca se ha probado, le dijo, será algo que los dejará boquiabiertos, ¿puedes creerlo? Y entonces le negaba con la cabeza, embelesado por su notable acento sureño y la emoción con la que hablaba de cada mínimo detalle de un avión que no podía ni imaginar pilotar nunca.
No se daba cuenta de que sonreía, pero lo hacía y aunque había cosas de aerodinámica y leyes complicadas que no entendía bien, intentaba hacerlo, porque demonios, si algo sabía hacer ese chico era captar su atención de manera excelente. Lo cual era algo bastante increíble, si tenía en cuenta lo mucho que solía distraerse cuando charlaba con las personas.
Salió de su ensimismamiento cuando notó cómo Chanyeol movía el cuello de lado a lado, como si lo estirara en un intento de hacer que dejara de doler. Le palmeó una mejilla a su hermano, que estaba bastante cómodo sobre la espalda de su nuevo amigo y lo hizo despertar.
—Min, bájate, por favor. Debes estar cansado, puedo llevarlo yo —Minhyun intentó hacerle caso, pero Chanyeol negó con la cabeza y lo mantuvo sobre sus hombros, a pesar de que el peso estuviese comenzando a pasarle factura.
Le dio la excusa de que estaba bien entrenado y que no pasaba nada, por lo que anduvieron el resto del camino preguntándose al mismo tiempo cómo no se habían conocido antes.
Alcanzaron la ciudad cuando ya no quedaban rastros de las vías de tren y las luces empezaban a encenderse. Con ayuda de las indicaciones de Baekhyun, encontraron sin problemas la casa la que estaban dirigidos inicialmente. No se sorprendió cuando notó que la fachada parecía pertenecerle a una familia adinerada.
Les abrió la puerta una pareja casada de mediana edad, cuyas expresiones de preocupación cambiaron al alivio apenas los vieron allí de pie, un tanto cansados, pero sin ningún daño aparente.
—¿Cómo podemos agradecerle? —le preguntó la mujer a Chanyeol, que acababa de dejar a Minhyun en la entrada.
Un hombre delgado con arrugas alrededor de los ojos, que asumió era el tío de los hermanos Byun, se apresuró a llevar al niño dentro de la casa para revisar su tobillo, cuyo aspecto no había hecho más que empeorar desde que se había tropezado.
—Oh, no se moleste. No fue nada. —dijo Chanyeol con modestia, inclinándose con formalidad ante ella. Baekhyun a su lado lo observó de reojo y le sugirió quedarse por esa noche, pero él se negó ante la propuesta.
Se despidió con una reverencia y caminó tranquilamente hacia el recinto de apartamentos en donde vivía sin dejar de pensar en su nuevo amigo. Apenas había cruzado la esquina cuando sintió pasos venir detrás suyo. Volteó con una sonrisa, porque ya sabía de quién se trataba.
—Conozco un restaurante muy bueno aquí cerca. ¿Me acompañas?
No fue necesario que le dijera que sí, ya conocía la respuesta de igual manera. Disfrutaron de la comida con gusto, porque ambos estaban hambrientos y bebieron hasta que cerraron el establecimiento, pero ya que todavía les quedaban asuntos por discutir, Chanyeol lo invitó a su departamento alquilado. Allí se quedaron por otro rato largo, gastándose de a poco la botella de vino que había en el refrigerador.
Intentaban disimular los susurros suaves de sus corazones cada vez que sin querer rozaban sus dedos o sus piernas se tocaban, pero eran esfuerzos inútiles porque cada segundo que pasaba le daba chance el alcohol de apoderarse de sus sistemas y despojarles de todo su sentido común.
Ya eran más de las doce. Ambos tenían las mejillas ligeramente coloreadas de rojo y esos sentimientos que les hacían dar vueltas y vueltas estaban haciéndose más fuertes. Baekhyun estaba poniendo todos sus esfuerzos en no dejarse distraer por Chanyeol, por sus ojos de niño adorable y sus labios bonitos, que estaban empezando a lucir muy suaves y...
«¡Baekhyun, no! No, no, no, concéntrate...»
No sabía que la situación de su amigo era bastante similar, y pensó que podría aligerar el ambiente bromeando un poco. Solían decirle que sus chistes eran terribles, pero qué más daba, tampoco le importaba mucho.
Para su sorpresa, Chanyeol lo cortó a mitad de la frase. Puso las palmas sobre sus mejillas y lo acercó tanto a su rostro que las respiraciones de ambos se mezclaron. Baekhyun tenía el corazón a punto de estallar, latiéndole a una velocidad que no conocía. Los ojos de Chanyeol encontraron cada pequeño detalle de Baekhyun, sus cejas ligeramente pobladas y la mirada de total sorpresa en sus retinas.
Chanyeol no sabía nada de nada, ni de la hora que hacía, ni de su futuro, ni de lo que pensara Baekhyun. Pero si de algo estaba seguro era de que la razón de sus latidos acelerados tenía nombre y apellido. Y estaba allí frente a él, viéndole con todas las ganas del mundo, ¿por qué tendría que contenerse hacer lo que quería?
Le dio un beso pequeño y suave, sin nada más en él que ternura y con el rostro sonrojado se alejó, una risita haciéndole cosquillas en la garganta. Quizás en algún otro momento se habría sentido avergonzado e incluso arrepentido, pero el alcohol estaba haciendo lo suyo y lo único que podía sentir era felicidad.
Baekhyun dejó de lado la timidez, convenciéndose que después de todo eran adultos que podían hacer lo que les viniera en gana y lo agarró del cuello de la camisa con fuerza, para darle un beso incluso mejor que el anterior. Chanyeol no se lo esperaba del todo, pero eso solo sirvió para confirmar que no había sido el único en creer que podían ser algo más que amigos.
Se abandonaron a lo que quedaba de noche y siguieron su pequeño encuentro furtivo de amor y caricias, sin saber muy bien qué hacían ni en dónde estaban. Se dejaron llevar por el ambiente cálido de la habitación y el frío aire de afuera, justificando que lo habían deseado desde hace rato y que, en efecto, lo merecían.
Baekhyun se fue por la mañana con una mirada apenada, a pesar de que en el fondo no se arrepintiera de nada. No había esperado conocer un extraño en un tren y luego desvestirlo en su propia casa, pero la vida daba muchas vueltas y eso era prueba de ello. Chanyeol lo vio marcharse con algo de lástima, deseando que ojalá se hubiese quedado un poquito más para contarle los lunares del cuello que le habían faltado. Se dejó caer sobre las almohadas de su cama con un suspiro y una sonrisa grande.
No sabía que pasaría mucho tiempo hasta que lo volviera a ver.
Pasó los años siguientes a ese encuentro sin poder olvidarse de Baekhyun. Lo recordaba a cada segundo que pasaba, esperando verlo cruzar la esquina o salir de esa tienda de tabaco que había en mitad de la calle. Lo confundía a menudo con transeúntes que iban por ahí y se había tenido que disculpar más veces de las que hubiese querido admitir.
Eventualmente se resignó a nunca volver a verlo y siguió su trabajo en Kanazaki como si nada.
La sede principal, a las afueras de la capital, estaba rodeada de campos extensos con un verde intenso y cielos azules despejados, perfectos para dejar volar la imaginación de los ingenieros que trabajaban allí. Chanyeol lo vio todo con una sonrisa durante los primeros meses, observando a sus colegas de distintas salas, probando esto y aquello, dibujando y discutiendo distintas cosas en las reuniones.
Su jefe, el señor Feng, era un anciano rechoncho y miope que debía pasar los 70 años. Era estricto y competitivo, siempre repitiendo que no podían dejar que les ganaran los diseños de la competencia, pero en cuanto al trato se refería era atento y respetuoso. Chanyeol se limitaba a murmurar síes pequeños ante cualquier comentario que soltaba y tragó saliva cuando le indicó el taller en el que estaría ocupándose durante su estancia en la empresa.
Era una sala mediana, con mesas de trabajo desperdigadas en desorden y muchos hombres anotando fórmulas sobre los papeles que tenían en las manos. No notaron que llegó, solo cuando el señor Feng se los avisó y les informó que había llegado un nuevo colega desde la universidad nacional. Todos asintieron con la cabeza y volvieron a lo suyo.
El señor Feng le mostró el espacio en el que trabajaría y se fue dejándole claro las tareas que debía entregar antes de que acabara la semana. Cuanto antes las terminara, mejor, porque en quince días llegaba el General de la fuerza aérea a revisar que se hubiesen empezado con éxito los preparativos para fabricar el más reciente avión de caza que habían diseñado, el Halcón.
Mientras trabajaba podía sentir a cada hora la mirada atenta y un tanto intimidante del señor Feng, que pasaba por el pasillo de la sala para asegurarse de que estuviese cumpliendo con la tarea que le había asignado. Su responsabilidad consistía en comprobar que los procedimientos empleados en el diseño del Halcón estuviesen correctos, ni una operación errónea o un número mal posicionado. Hubiese querido ser él quien las formulara en primer lugar, pero no podía quejarse ni decir nada al respecto, por lo que simplemente intentaba no distraerse e ignoraba los ojos punzantes de su jefe en la nuca.
Pasaron un par de años para que todo estuviese listo y solo hicieran falta pequeños ajustes. El ensamblaje estaba casi terminado, como habían informado los mecánicos durante la pasada reunión, aunque Chanyeol quería comprobarlo por sí mismo antes de hacer algo más, dado que no había visitado el taller desde hacía meses.
Cuando observó de cerca el modelo, soltó un silbido de admiración. Lucía poderoso e incluso indestructible, pero esto último no tenía sentido. Subió las escaleras para observar los detalles de las alas y la manera en que habían montado cada pieza en su lugar. Notó que no había muchos disruptores, solo unos cuantos desperdigados aquí y allá.
Frunció el ceño, pero no quiso mencionarle nada a los demás porque ya le habían explicado que eso había sido a propósito para reducir el peso de la nave y mejorar la duración del vuelo. Sin embargo, pensó que si hubiese sido el encargado nunca habría permitido que disminuyeran el número de disruptores bajo ningún motivo, pero se encogió de hombros, porque no podía hacer nada al respecto.
Aunque no se quedó del todo callado, sabiendo que podría arrepentirse y el día de la última reunión general, alzó la mano con timidez para exponer su opinión con respecto a lo que había observado mientras visitaba el taller de ensamblaje. No fue bien recibida su sugerencia, y lo entendió, pero esperó que la tomaran en cuenta así fuera por un segundo.
—¿Qué está haciendo, señor Park? —le dijo el señor Feng semanas después de aquella reunión.
Chanyeol volteó un tanto descolocado y negó repetidas veces con la cabeza, explicándole que no estaba haciendo nada, mientras apartaba sus proyectos personales de la mesa y le enseñaba unas hojas que demostraban que solo había estado haciendo su trabajo usual.
Su jefe lo estudió con cuidado, preguntándose por qué demonios estaba ocupándose de aviones que ni siquiera se habían inventado. Cuando lo confrontó, solo recibió excusas que no le dijeron mucho más. ¿Cómo iba a explicarle Chanyeol que había visto una golondrina volando mientras iba camino a almorzar y de repente tuvo una visión creativa de lo que podría hacer? Demasiado largo como para sonar creíble. Se lo guardó y se disculpó, viéndolo marcharse con cara de pocos amigos.
El día que debían presentar el Halcón al Comandante General de la Fuerza Aérea, Chanyeol llegó tarde al trabajo. Se había quedado dormido más de la cuenta debido a que había estado perfeccionando hasta tarde el diseño de su nuevo proyecto. No se parecía para nada a las cosas para las que se había esforzado en el pasado. Era diferente. Más dinámico, más ligero y más rápido. Aunque claro, estaba todavía a muchos cálculos de distancia de lograr volverlo realidad, pero era suficiente como para hacerle perder el sueño.
Llegó para cuando estaban todos reunidos en la pista de aterrizaje. El cielo estaba despejado, casi sin nubes y con el sol brillando a un lado. Ya el Halcón estaba en posición, listo para ser accionado, pero quien debía pilotarlo seguía en tierra, junto al corro de personas que se encontraban discutiendo aspectos del clima y variaciones en el motor.
Reconoció los uniformes color beige de los militares y del grupo pequeño de pilotos, a quienes les hizo una pequeña reverencia cuando se les unió. Quiso hacer un comentario con respecto a la conversación, pero las palabras se le atascaron en la garganta cuando uno de los visitantes se dio la vuelta.
Tenía gafas protectoras en la cabeza y el bulto del paracaídas rodeándole la espalda. A Chanyeol no se le hizo difícil reconocer ese rostro peculiar que lo había dejado soñando la primera vez que lo vio. Ese cabello revuelto y del color del café que antes había albergado un sombrero bonito ahora solo era desordenado por la brisa mañanera.
—¿B-Baekhyun...? —murmuró con voz queda, sin poder creerlo. ¿De todos los lugares, se encontrarían aquí...? ¿Cuáles eran las probabilidades de eso?
—¡Oh! ¡Chanyeol! ¡Eres tú! —exclamó Baekhyun con una sonrisa gigante, como la que había esbozado la primera vez. De verdad que la vida daba muchas vueltas.
Un sentimiento conocido comenzó a inquietarles el corazón de forma agradable. El resto del grupo los observó con confusión, aunque no tardaron mucho en explicarles que se habían conocido de antes.
Quisieron tener un momento a solas y charlar sobre todo y nada a la vez, tenían la sensación de que desde su último encuentro habían quedado mil cosas por volver a intentar y discutir, pero era claro que no era el momento indicado para eso. Sin embargo, incluso si hubiesen tenido tiempo para hablar, no habrían sabido qué decirse, porque ambos tenían dentro ciertas mariposas extrañas robándoles el aire. ¿O más bien avioncitos como los que tanto les movían la vida?
Se enfocaron en observar el despegue del Halcón, a cargo del otro piloto que había venido junto con Baekhyun y todo fueron aplausos, risas y orgullo. No fue así para Chanyeol, porque apenas notó que la aeronave se ladeaba ligeramente, recordó lo que había pensado cuando apenas la ensamblaban. Los disruptores eran el problema, podría jurarlo.
Baekhyun frunció el ceño cuando lo sintió separarse de su lado y correr hacia el taller en donde solía trabajar. Lo siguió con la mirada y algo de intranquilidad se instaló dentro suyo, por lo que no pudo simplemente quedarse parado viendo y salió detrás de él para averiguar qué había ocurrido. Cuando lo encontró, estaba desesperado hurgando entre sus papeles y sus notas.
Demonios, sabía que lo había anotado por algún lado, estaba en la copia que todos tenían de los planos del Halcón. Había sido algo muy sutil, lo había escrito en letras pequeñas durante la reunión de equipo para evitar olvidarlo, pero ¿dónde estaba, maldición?
—¿Es esto? —le preguntó Baekhyun, levantando una hoja del piso. Chanyeol asintió con la cabeza, tomándola de sus manos y regresó por donde vino con la misma rapidez, listo para enseñársela al señor Feng y demostrarle que tenía razón.
Pero se detuvo sobre sus propios pasos cuando llegó a la pista de aterrizaje. Quedó congelado ante lo que veía. El Halcón, el tan aclamado y preparado avión de caza de Kanazaki estaba reducido a cenizas lamentables sobre el pasto. El piloto descendía lentamente hasta el suelo gracias al paracaídas y cada centavo invertido en la fabricación de la aeronave ahora estaba malgastado.
Se tragó sus palabras junto con la saliva que tenía acumulada en la garganta y apretó con fuerza el papel en sus manos. Ya era inútil todo lo que tuviera para decir.
El grupo se disolvió y cada uno volvió a sus puestos de trabajo habituales, allí no había nada más que ver. La Fuerza Aérea recurriría a los aviones de la competencia, como tanto habían querido evitar y ya no tendrían otra salida. Pensó que quizás despedirían a los ingenieros de su unidad, pues ya no tenía sentido mantenerlos allí, pero negó con la cabeza para apartar al pensamiento, porque le dolía siquiera considerar su sueño como algo destruido.
No se dio cuenta de cuándo caminó hasta llegar al lugar donde se había estrellado el Halcón, pero se encontró a sí mismo allí, observando las piezas desperdigadas de la nave junto al señor Feng, que parecía ensimismado en las pequeñas llamas que estaban apagándose.
—Tenía usted razón, señor Park. —dijo el hombre, luciendo más anciano que nunca.
Ya no tenía la vitalidad y la energía con la que solía animarlos a seguir trabajando ni el vigor con el que representaba a la empresa y reprendía a quienes fallaban en sus tareas. Estaba encorvado, sin apartar los ojos de su avión fallido y con los lentes a punto de caerse de su nariz.
***
Ese mismo día, Baekhyun y Chanyeol decidieron ir a cenar para celebrar, según Baekhyun, su reencuentro. Una vez terminaron de comer, salieron a caminar sin ningún destino aparente, para buscar algo más de privacidad. La noche les caía encima como una manta, casi no había estrellas y la luna se escondía a medias en el firmamento.
—¿Por qué no les presentas tus planos? —le preguntó Baekhyun de repente, con la mirada enfocada enteramente en él.
—¿Qué?
—Los... —Baekhyun carraspeó para concentrarse. No podía evitar pensar en cómo lo había besado cuando se conocieron por primera vez hacía años—. Los vi hoy, cuando te estaba ayudando a buscar tus notas sobre el Halcón.
—¿T-tú los viste?
—¡Claro! —Los ojos de Chanyeol se iluminaron y el corazón de Baekhyun se removió inquieto—. Son increíbles. Nunca he visto un avión parecido, con un diseño en las alas tan dinámico y nuevo. Estoy seguro de que será un completo éxito.
—No lo sé, Baek... Aún me hacen falta muchas cosas. No he calculado la velocidad del vuelo... ni el problema del peso... Y...
Baekhyun le restó importancia con la mano e hizo una mueca. Quiso culpar al alcohol de sus palabras de más, pero sabía que eso era algo ya propio de él.
—Te hace falta confiar más en ti mismo. Si te preocupa tu jefe, puedo hablar directamente con mis superiores para que consideren Kanazaki de nuevo, estoy seguro de que...
Chanyeol, como lo había hecho hace mucho, volvió a interrumpirlo con un beso. Baekhyun no opuso resistencia, ni se sorprendió. De hecho, pensaba que se estaba tardando. Se dejó llevar por lo que le dictaba el corazón, sin ponerse a pensar en sí mismo ni en él ni en nadie. Solo deseó tenerlo así siempre, rozándole los labios con dulzura.
Chanyeol no quiso darle vueltas a nada tampoco, ni dar explicaciones innecesarias. Llevaba años esperándolo y ahora que por fin estaba allí, enfrente, solo tenía ganas de recordarle lo mucho que lo había extrañado.
—¿Alguna vez dejaste de pensar en mí, Yeol? —le susurró Baekhyun, trazándole la mandíbula con un dedo. Chanyeol soltó una risilla ante el nuevo apodo.
—No lo sé, ¿tú qué crees? —respondió él con una sonrisa traviesa y procedió a dibujar un camino atrevido de besos por su cuello.
***
Poco después, lo convocaron a una reunión con los directivos de la empresa, el señor Feng y unos cuantos compañeros más de unidad. Estaba nervioso, le dio la impresión de que tenía la corbata demasiado ajustada y pensó que estaba haciendo calor, a pesar de estar en otoño.
Baekhyun le había avisado antes de irse que había logrado convencer a sus superiores de seguir contando con Kanazaki para los aviones de caza que necesitaban, ya que habían decidido anular el contrato luego del incidente del Halcón. Y por el otro lado, Chanyeol había conseguido la atención del señor Feng cuando le enseñó todas sus ideas. Lo más probable era que aceptara trabajar en ellas, ya que necesitaban una solución rápida para traer de vuelta el dinero de la Fuerza Aérea y sabiendo esto, habló con él sin nada que temer. O al menos no tanto.
—Señor Park Chanyeol. —pronunció con voz grave el vicepresidente de Kanazaki, el señor Kang. Era un hombre de mediana edad con cejas pobladas y cabello ligeramente canoso.
—¿Sí?
—Hemos tomado una decisión. —Chanyeol tragó saliva y evitó limpiarse el sudor de las manos en el pantalón—. Kanazaki estará más que agradecido de utilizar sus planos en el próximo avión de caza que se fabricará en la empresa. Durante los últimos años, ha demostrado ser responsable, dedicado y sabemos que está calificado para el trabajo.
Chanyeol quiso decir algo, agradecer o siquiera reaccionar adecuadamente, pero tenía las palabras estancadas en la garganta. Le sirvió bastante que el vicepresidente Kang hubiera decidido continuar su discurso, porque no tenía idea de cómo iba a arreglárselas para hablar.
—Le asignaremos su propia unidad de ingenieros, mecánicos y demás personal necesario ya que liderará usted mismo el proyecto.
Eso, definitivamente, no se lo esperaba. Cuando había presentado sus planos, no había considerado la opción de ser él quien dirigiera a un grupo de ingenieros para hacer realidad sus diseños. Ni siquiera se había atrevido a pensarlo.
—¿Qué dice al respecto, Señor Park? ¿Acepta?
—C-claro que acepto, señor. Será un gusto. —balbuceó con el corazón latiendo rápido bajo su pecho y procedió a hacer una reverencia de noventa grados hacia todos los presentes en la sala—. Muchas gracias por confiar en mí, trabajaré duro.
***
Baekhyun abrazó con fuerza a Chanyeol cuando le dio la noticia. Había estado dando vueltas por la ciudad desde hacía varios días, ya que no quería irse sin saber cómo terminaba todo y había tomado unas pequeñas "vacaciones", por lo que allí estaba, pasando las horas en su departamento leyendo los libros que compraba en la plaza.
Gracias, gracias, gracias. —¿Qué más podía hacer si no agradecerle? Había sido todo gracias a él.
Chanyeol lo besó en los labios sin darle chance de decir algo. No había podido evitarlo. Era tal su felicidad que quería compartírsela de todas las formas posibles. Además, lo iba a extrañar cuando tuviera que irse de nuevo y se acabara su permiso, por lo que, ¿había mejor manera de pasar el poco tiempo que les quedaba juntos?
Entre risas pícaras y manos atrevidas se pasaron la noche, hasta que la luna comenzaba a irse del cielo. Se quedaron abrazados con los ojos a medio cerrar y la sábana enredada entre ambos, Chanyeol dejando besos tímidos y pequeños por el cuerpo frío de Baekhyun con una sonrisa dormilona. A pesar de que quisieron seguir así eternamente, venía siendo hora de que se desperezaran y alistaran para irse cada uno a sus trabajos.
Baekhyun entró al baño a darse una ducha y Chanyeol se sentó en su escritorio sin muchas ganas de nada. Pronto tendría que despedirse de él y eso le estaba haciendo doler el corazón, porque de verdad le encantaría quedarse cerquita suyo por siempre, pero había cosas que no podía cambiar ni manejar.
De repente, tuvo una idea que le hizo abandonar su pereza mañanera. Arrancó una hoja limpia de uno de sus cuadernos de bosquejos y en pocos minutos había logrado crear con sus manos ágiles un modelo bastante creíble de uno de sus aviones.
Era de sus diseños más ambiciosos, de los que solo se quedaban como sueños imposibles en su cabeza, pero allí estaba entre sus dedos, frágil y maravilloso como nunca podría estarlo. Le dio vueltas y sonrió, procediendo a escribir con sumo cuidado una inscripción en letras negras sobre lo que sería el fuselaje, justo por debajo de las alas.
Lo escondió rápidamente cuando lo escuchó abrir la puerta del baño a sus espaldas y le dio un beso fugaz antes de encerrarse para ducharse como era debido, sin darle oportunidad de que notara su ligero sonrojo.
Cuando llegó el momento de despedirse, no sabían exactamente qué hacer. Solo estaban allí de pie, frente a la parada del autobús, con los ojos centrados en el otro, detallándose los rostros entre sí para que les sirviera de consuelo durante el tiempo separados. Apenas y estaban empezando a vivir plenamente, ¿cómo podrían alejarse tan de repente? Era tortuoso.
Chanyeol carraspeó para evitar trastabillar en sus palabras más que para captar la atención de su novio. Sacó el avión de papel con excesiva precaución de su maletín y se lo entregó tímidamente, notando cómo los ojos de Baekhyun se hacían grandes y brillaban de emoción, como dos pequeñas estrellas a plena luz del día. Juró haber visto destellos con pinta de ser lágrimas, pero pareció arreglárselas bastante bien para esconderlas.
—Yeol, es... es precioso. —Alzó la cabeza para mirarlo y se escondió en la curva de su cuello, rodeándole el torso con los brazos. Se separó para darle un beso corto en la mejilla—. Muchas gracias.
—¿Leíste lo que dice?
—"Contigo siento que vuelo entre las nubes... Gracias por ser el sueño más bonito que tengo." —leyó Baekhyun con una sonrisa que se hacía cada vez más hermosa. A Chanyeol le dolió el corazón solo de pensar en lo mucho que iba a extrañarlo.
Baekhyun, a modo de respuesta, lo besó como nunca antes lo había hecho, con lágrimas escondidas tras sus párpados cerrados y sus manos enmarcando el rostro de Chanyeol. Esperó hacerle entender a través de sus labios y de su tacto cálido lo que su voz afectada por el llanto no le permitía decir. Le dijo sin palabras que él también era su sueño, era su alma y su vida entera. Se sentía tan feliz, tan pleno a su lado, que se le hacía difícil imaginar qué lo había hecho merecedor de tanta suerte. Y no le importaba que sonase muy apresurado, o que fuese muy pronto para decir eso, porque lo que tenía en su corazón era real y se sentía como tal. Negarlo sería tapar el sol con un dedo.
Chanyeol no necesitó nada más para entender. Solo quería tenerlo cerca para siempre, con su respiración rozándole las mejillas. Envolvió sus brazos alrededor de su cuello y usando su misma forma de hablar sin palabras le dijo que allí estaba, amándolo con su ser entero, como si fuese lo último que estuviese destinado a hacer por el resto de su vida. Le rogó que se quedara, porque no soportaba estar lejos de él, pero ya se les estaba acabando el tiempo y por mucho que quisieron seguir enlazados el uno al otro, no pudieron.
Oyeron el claxon del autobús cuando llegó a la parada, pero no se movieron. Se miraron a los ojos por lo que parecieron eternidades, rehusándose a dejarse ir. Chanyeol fijándose en las pestañas largas de Baekhyun y en sus comisuras alargadas, mientras que éste le ahuecaba la mejilla con la mano.
—¿No puedes quedarte otro poco? —le susurró Chanyeol, sosteniéndolo de la muñeca con ojos suplicantes.
Baekhyun negó con la cabeza, su mirada cubierta por el llanto y le dio un último beso en la frente a modo de despedida. Y sin más se subió al autobús con el adiós estancado en la garganta. Chanyeol no pudo hacer mucho más que despedirlo con la mano en un intento inútil por evitar llorar. Lo vio alejarse por la ventana y se dedicó a caminar hasta el trabajo con el alma vuelta pedazos.
***
Los preparativos para el modelo 02, o Deux, como solían llamarle, iban bien. Una noche, meses después de la partida de Baekhyun, estaba en una reunión con su equipo de ingenieros y técnicos del taller de ensamblaje, discutiendo el uso de los remaches planos en el armazón y los beneficios que eso podría traerle al avión.
—Pero, señor, ¿no cree que debemos discutir primero el tema de la velocidad?
Xun, uno de los aprendices más jóvenes, tenía razón. Había callado las voces de los demás al levantar la mano, porque su punto era mucho más relevante que la calidad de los tornillos. Chanyeol alargó una comisura y realizó un dibujo rápido sobre el tablero, demostrándoles la idea que acababa de formular con respecto a su pregunta.
—Es cierto, Xun, podríamos perder el contrato con la Fuerza Aérea de nuevo si no arreglamos eso, así que... —Terminó de escribir un par de cosas sobre el bosquejo—, ¿qué tal si intentamos con una hélice de velocidad constante? Con eso aumentaríamos la demanda de potencia, creo... y si...
La sala de reuniones se llenó con sonidos de asentimiento y monosílabos que se mostraban de acuerdo ante su repentina solución. Sonrió satisfecho y procedió a detallar más a fondo, recibiendo sugerencias y corrigiendo los demás errores. Estaba deseando terminar pronto e irse rápido a casa, porque había sido una semana larga, lo necesitaba con urgencia.
Cuando llegó, la casera le informó que había recibido un telegrama y no le hizo falta preguntar quién lo había enviado porque igual conocía la respuesta.
"¿Cómo va mi soñador favorito?
Te extraño mucho y quiero verte pronto.
B."
Sonrió, a pesar de que el cansancio apenas y le permitía discernir las letras en el papel y al día siguiente, antes de irse a trabajar, le envió uno similar a modo de respuesta.
"Sigo soñando con aviones como el que te di.
También te extraño. Pronto nos veremos, cielo.
C."
En un abrir y cerrar de ojos transcurrieron un montón de meses más. Cayó en cuenta del paso del tiempo cuando notó que ya no debía pasar más noches en vela trabajando en el taller, ni verificando el correcto ensamblaje del Deux o asegurándose de que los remaches fueran los que habían acordado antes. Por fin estaba listo para ser enseñado a la Fuerza Aérea, al mundo.
No se lo creía. A veces despertaba por la mañana y olvidaba que estaba cumpliendo su sueño. De repente le embargaba la tristeza porque no podía compartir su felicidad con su Baekhyun. Las cartas de su enamorado no servían para mitigar las ganas de verlo y de darle miles de besos como decía que nunca había hecho.
Cuando vio volar al Deux por los aires el día de la prueba, era tanta la velocidad que el sombrero de uno de los ingenieros del equipo salió despedido por el aire. Nadie se molestó en agarrarlo, porque tenían la concentración solamente en el avión y en el desempeño increíble del que era capaz. Aplaudieron y vitorearon llenos de alegría cuando aterrizó sin problemas sobre la grama de la pista. Definitivamente lo habían logrado.
El contrato con la Fuerza Aérea estaba saldado. Incluso habían recibido ofertas y negocios con países extranjeros, pero eso no le preocupaba porque no era su área y tampoco quería nada que ver con asuntos políticos. Su trabajo y su sueño habían sido diseñar un avión que cumpliera con la demanda del ejército nacional y la del piloto que llevaba dentro y justo eso había hecho. Lo demás le correspondía a la empresa.
Vio su nombre salir en los periódicos muchas veces y cada vez que dejaba su escritorio alguien le felicitaba. Incluso su familia, que no lo había contactado en años, hizo su aparición repentina un día, llamándole por teléfono para dejarle sus saludos y sus buenos deseos. Pero no había recibido palabra de Baekhyun y eso le estaba asustando.
En ocasiones tardaba en contestarle y entendía cuando era así porque él mismo se encargaba de explicarle y avisarle. Por eso esta vez era diferente, nunca le había dicho que iba a ausentarse. Sabía que al ver esas noticias trataría de contactarlo así fuese por señales de humo y el hecho de que estuviese ignorando sus telegramas y los mensajes que le dejaba no le dejaban otra opción si no preocuparse. Ya había sido paciente por más de un mes y no podía quedarse de brazos cruzados a esperar a que apareciera sin más.
Tomó el primer tren que salía en dirección a la ciudad costera en donde Baekhyun prestaba servicio y se plantó frente a la base a preguntar por él, pero su sorpresa fue grande cuando le informaron que no estaba en las barracas ni volando entre las nubes, sino en el hospital militar. El miedo se apoderó de su pecho, aunque intentó calmarse diciéndose que era mil veces mejor eso a que le informaran que su cuerpo estaba en una funeraria o algo similar. Eso no era para nada reconfortante.
Con la zozobra encima recorrió pasillos y esquivó pacientes hasta encontrarlo postrado en una cama, con una venda envolviéndole el cráneo y escondiendo en gran parte su bonito cabello castaño.
El corazón de Chanyeol comenzó a latir con fuerza. Además del estado de su cabeza, tenía un brazo enyesado y una cortada bastante fea le cruzaba del cuello hasta el pecho. Sus ojos estaban cerrados y tenía varias heridas pequeñas en su cara que apenas empezaban a curarse. Se sentó a su lado, tomándole una mano y empezando a llorar, derramando lágrimas sobre los nudillos de Baekhyun, que lucían tan frágiles como el resto de su cuerpo.
Baekhyun no despertó sino horas después, cuando la noche había caído y lo único que quedaba del llanto de Chanyeol eran marcas cristalinas sobre sus mejillas. Se había quedado dormido con la cabeza apoyada sobre su codo.
Baekhyun se deshizo del agarre con lentitud, temeroso de levantarlo y vio cómo uno de los doctores se le acercaba para chequearlo por segunda vez en el día y anotar algún signo de progreso en su historia clínica. Chanyeol se levantó apenas sintió la voz de su novio y se incorporó de repente para abrazarlo, pero la mirada aterrada en sus ojos le hizo detenerse en seco.
—Doctor, ¿quién... quién es este hombre? —preguntó Baekhyun con voz rasposa. Chanyeol negó con la cabeza, sin poder creerlo. Esto no podía estar pasando.
—Baek, soy... soy yo, Chanyeol... ¿No me recuerdas? Somos novios, nos conocimos aquella vez en el tren, yo... —Chanyeol dejó de hablar cuando vio que no tenía sentido hacerlo. Baekhyun seguía luciendo aterrado, con un peso en el pecho que no parecía ser capaz de quitar.
El doctor se llevó a Chanyeol aparte para explicarle a fondo la situación de su paciente. Le contó con calma que había sufrido un accidente mientras piloteaba un avión y que el paracaídas se rasgó a varios metros del suelo, por lo que no había podido descender como se esperaba. Al caer, se había golpeado la cabeza y había perdido la memoria. Los ojos de Chanyeol se llenaron de lágrimas.
El hombre intentó tranquilizarlo diciéndole que era algo temporal y que con el tiempo sus recuerdos regresarían, así que no debía preocuparse. Necesitaba descanso y el mínimo de estrés posible, no podía volver a ser piloto por mucho rato. Además de eso, tenía una fractura en el brazo derecho y un corte profundo en el cuello, pero no necesitaba preocuparse por eso ya que se habían ocupado de ello.
Chanyeol le asintió con la cabeza, dándole las gracias y el doctor se fue por el pasillo, dejándolo solo con la desesperanza en una mano y la frustración en la otra. ¿Cómo podía volver a ver a Baekhyun, al amor de su vida, si no podía recordarlo? No podía recordar sus besos, sus palabras ni el avioncito de papel que le había regalado antes de irse.
Pero tampoco podía simplemente abandonarlo, jamás se lo perdonaría. Se convenció a sí mismo de que pronto todo cambiaría y quizás con el tiempo volviera a tener a su Baekhyun de vuelta, por lo que extendió su estadía en esa ciudad por más días de lo planeado y envió un telegrama a la sede central de Kanazaki presentando su renuncia. Luego les enviaría una carta con sus razones, ahora lo primordial era otra cosa.
Ya había cumplido su sueño y no podía estar más satisfecho con ello, ahora Baekhyun necesitaba su ayuda y no iba a dejarlo allí a merced de las enfermeras mientras él seguía fabricando los aviones que casi le cuestan la vida. Sacó del banco todo el dinero que había ahorrado durante sus años en la empresa y compró una casa campestre, grande y hermosa, a las afueras de la ciudad, para poder cuidarlo y quedarse con él sin tener que preocuparse por más nada.
Poco a poco, a base de visitas y sonrisas amables, fue ganándose el cariño de Baekhyun que creía perdido. Iban paso por paso, Chanyeol no quería forzarlo a nada y se dijo a sí mismo que si tenía que enamorarlo de nuevo, empezando de cero, lo haría. Era capaz de diseñar todos los aviones del mundo con tal de recuperarlo, por muy difícil que fuese todo el camino. Luego de que le dieran el alta, se fueron a vivir juntos a su nueva casa. Baekhyun seguía viéndolo como un amigo muy amable, pero supuso que debía darle un poco más de tiempo para que fuese consciente de la relación que mantenían.
Con el pasar de los meses iba recuperando sus memorias, empezando por lo más sencillo, como lo que hacía antes del accidente, el nombre de su hermano o quién era en realidad Chanyeol.
Baekhyun no volvería a ser el mismo y Chanyeol era consciente de ello lo sabía, pero su amor por él era más grande que todo lo demás y solo bastaba que le sonriera para que olvidara lo duras que estaban siendo las cosas para él.
Un día lo encontró sentado frente a la ventana, con la mirada perdida en el sol oculto a lo lejos y una mueca extraña en el rostro. Cuando volteó a mirarlo, tenía los ojos llenos de lágrimas y se apresuró a llegar a su lado, pero enseguida notó que eran de felicidad, no de tristeza. Entre sus dedos estaba el avioncito de papel que le había regalado hacía mucho, algo arrugado y sucio, aunque conservando su forma original.
—¿Sabes algo, Chanyeol? —dijo Baekhyun, sonriéndole con los ojos cristalizados—. Siempre me pareció curioso cómo lograste atrapar mi sombrero aquella vez en el tren, cuando el viento me lo quitó de la cabeza
Chanyeol quedó de piedra, sin poder creer lo que escuchaba. De repente, sintió cómo sus pulmones respiraban bien de nuevo, cómo los latidos de su corazón recuperaban su ritmo. Sus recuerdos estaban regresando, podía recordar cuando se habían conocido por primera vez y no había noticia que fuera mejor que esa. Había estado esperando por ello tanto tiempo. Era él. Su Baekhyun estaba de vuelta. Por fin había regresado.
—Dios mío, te extrañé tanto. —Lo envolvió entre sus brazos como tanto había querido, entregándole todo el amor que había estado guardando para ese momento. Lo llenó de besos que sabían a lágrimas y le enmarcó el rostro con las manos, para no olvidar nunca esa sonrisa brillante que tanto había extrañado.
—Se levanta el viento, ¿no, mi amor? —le dijo con la mejilla apoyada sobre su pecho.
—Estamos intentando sobrevivir —le completó él, besándolo en la cabeza con dulzura y sintiendo que ese mismo viento que los había juntado a los dos en un principio ahora les desordenaba los cabellos juguetonamente, aunque pudo haber sido solo su imaginación.
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