SOMBRA

NADIE NACE SABIENDO TODO, NI SIQUIERA UNA MADRE.

Ella era como una sombra, la primera que la vi fue una noche como todas, simplemente esta tenia que cambiar con su presencia como una simple pesadilla, le gustaba jugar por los pasillos, una sombra echa mujer.

El piano tocaba entre los pasillos de todo el lugar se perdían su vista era distinta a la que creías, propia a su dolor, me visitaba, abría la puerta con cuidado, el sonido de como arrastraba sus piernas cargaba tanto que no podía.

Sus miedos la seguían tocando sus hombros y tomándola de los pies con cadenas para hacerla más lenta, sin embargo no se detenía tocaba a mi puerta todas las noches sin embargo no era nada , absolutamente nada, una vez que yo abría la puerta.

Una vez que la sentía cerca de mi y no veía más haya, la sombra se perdía en la oscuridad.

Era sólido como la poca hambre que le quedaba la nada enfocada en lo mal que se sentía, su alma divagaba quebrada entre el fuego y las brisas del cielo la ataban ante malas decisiones.

Malas acciones prejuicios hilarantes que se perdida en su sosiego, el latir de un corazón, que no solo le insinuaba la vida si no que también podía darla, aún recuerda el áspero dolor de la intriga se saboreaba cómo la sangre en la boca.

El sonido le recordaba su forma de ser castigada, sus piernas sangraban si torso como un animal a rastras, era una mujer perdida una que se sentía atada, una que gritaba y se quedaba callada los pecadores arderán en el infierno gozando de fuego.

Las quemaduras en su piel se hacían cada vez más grandes, ella se encontraba en el infierno líquido presagio de anomalías, ante lo que quería, lo que fue y no pudo ser.

Las voces se arribaron en el poco sinónimo de vergüenza que podía permanecer, junto a ella todas hablaban al mismo tiempo todas necesitaban la misma ayuda, todas le gritaban al oído y le hacían querer perderlo.

Su ansiedad disminuía al sentir sus ojos sangrar el dolor era poco al que decía su mirada, sus labios sus manos no tenía voz, dejo de tener gritos y solo emitía sonidos pequeños.

La dejaban sin aire, sin pensamientos, el mundo daba vueltas a su alrededor, quería quitarse todo de ensima, esa anciedad la mataba.

Perpleja ante el monstruo de sus pesadillas, todas juntas intentando lo mismo, el ángel se despegó ante el dolor que se plasma en ella.

No cometió un error, pero los sentía todos al mismo tiempo mordiendo su espalda arañando poco a poco hasta quedar sola, en la bañera el agua se perdía con el rojo de su sangre.

Sus heridas abiertas y profundas, sanaban de la nada, por qué en realidad estaban por dentro.

Ese dolor ese miedo, esa sangre que se perdía con el agua, esa agua hirviendo que creaba aún más llagas, sus sonidos aunque no los escuchaba los sentía, haciendo que un escalofrío por todo mi cuerpo me dañará pidiendo que la ayudara, pero era demasiado tarde.

No la dejaban dormir y sentía culpa de no ayudarles, se irritaba caía a pedazos poco a poco.

Pocos lo veían su sombra avisaba y cuando dejo de escuchar, cuando dejó de sentir, cuando dejó todo.Se dio cuenta de que estaba dormida su sueño aterrador en el que solo miraba, solo se quedaba el sonido de ese latido, su perdida trastornada en esa pesadilla, murió en sus sueños y vivió tantas pesadillas que la hacían llorar con los ojos abiertos, le dolían las manos y la boca le temblaba.

No sentía las piernas, le dolían los pulmones al respirar, y su nariz sangraba.

Sentía impotencia al no poder salir de aquel sueño, esa pesadilla de la cual jamás despertaba, la decadencia el tiempo su tortura todos los días, sus pesadillas todos esos sueños respiraban en su oreja creando un ardor.

No la dejaban respirar se mira y no dejaban que los demás vivieran, se dormía y no despertaba de ese sueño una y otra vez como un juego, ella era el pion de ese mismo, no sabía quién era su contrincante, pero era claro que estaba perdiendo.

Sus gritos sinónimo de lo mucho que sufría, corría una y otra vez y no llegaba a ningún lado, era la perdida de su propia perdida no eres tú solo yo, no eres yo solo tu, criterio eres, eres tú solo tú culpable, eres tú, cuando gritaba nadie la escuchaba, pero seguía haciendo lo era muy valiente y no se daba por vencida.

La penumbra de la muerte, eres tú el pequeño silbido que sale de su boca por la noches. Hoy se calla al encontrar una presa, próxima por la mañana tu eres la presa tu eres la comida que busca, camina poco a poco si te muevas te sigue y yo solo observo no soy nada soy una sueño dilatado entre tus pupilas soy yo tu sombra...

Ella era mi madre si una historia comienza debería de ser viéndola a ella, ya que sin ella yo no estuviera aquí, hubiera dicho lo mismo de mi padre no lo vi tampoco lo conocí pero al parecer el sabia de mi existencia y mi madre murió postergando su llegada.

La escuchaba cantar todas las noches, sentía su llanto sobre mi cuello, pero jamás lo vi, ni siquiera el día que nací me dejo para que alguien más me viera crecer, la escuchaba con su voz rendir leyendas, la olvide poco a poco sin entender que lo hacia.

-¿Su madre no la crío?- pregunté, ella sonrió y negó con la cabeza.

-no, no lo hizo pero eso no impidió que le intentará recordar, yo la recordaba como una flor marchita- la mire.

-algo que solo recuerdo como un sentir, un olor que poco a poco se perdió, y mi infancia disfruto, se encontraba marchita y yo no recordaba su cara o de que tipo de flor era, lista para que dejara de recordarla.

Era algo mayor, el reloj parecía no tocar cuenta y el tiempo pasaba cada vez más lento, aunque sus labios se movían rápido.

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