Epílogo. "La caída libre de nuestras vidas"

Will they hate me for all the choices I've made?
Will they stop when they see me again?
I can't stop now I know who I am
Now I'm all yours, I'm not afraid
And you're all mine, say what they may
And all your love I'll take to a grave
And all my life starts now


Metric - Eclipse (All Yours)

Mi pie tamborilea y la gastada punta de mis botas vino sobresale de la toga. El birrete me aprieta la cabeza y mis dedos impacientes juegan con la esclavina amarilla. Ni siquiera presto atención al discurso de graduación que da la chica con el mejor promedio de la generación, pues mi cerebro está ocupado intentando asimilar que es nuestra graduación y estoy a dos pasos de dejar todo esto atrás. 

Todo terminó.

Me muerdo los labios cuando nos ponemos de pie para aplaudir el discurso y observo que la chica sonríe orgullosa de sus palabras. No tengo idea de si lo qué ha dicho ha sido realmente épico, sólo recuerdo el inicio y  eso un poco a medias por la ansiedad que me invade.

A mi alrededor no hay ni una sola cara conocida, pues las personas con las que estoy, son una generación menor a mí. Lizzie, Tom, Alex, Michael y los demás, se graduaron el año pasado. Me deprimí un poco cuando asistí a su entrega de papeles, pues yo tuve que haber estado  a su lado, recibiendo los míos y festejando que sería libre. Así que cuando fue su baile de graduación, intenté disfrutarlo como si fuera el mío, pues yo no iba asistir al de la otra generación por dos simples razones: no conocía a nadie y no quería estar toda la noche sentada en la mesa bebiendo alcohol barato. 

Así que debo decir que fue una noche única. La corbata de Tom combinaba con mi vestido, mi mejor amiga y yo cantamos hasta quedar afónicas y bailé hasta que me dolieron los pies. No bebí hasta perder la consciencia pero sí lo suficiente para ignorar el frío de la noche. Nunca había reído tanto como aquella noche mientras sostenía la mano de Tom.

Cuando regreso a la realidad, escucho que la voz de director está nombrando a los alumnos graduados por orden de lista. Mi pierna tamborilea hasta que le toca a mi grupo y por fin escucho mi nombre. 

—Anderson—resuena por los altavoces—, Grecia Abigail.

Me pongo de pie como un resorte y tengo que atravesar hileras de alumnos hasta llegar a las escaleras del podio. Estoy tan nerviosa que los aplausos se escuchan como zumbidos y los gritos de emoción de mi madre parecen un lejano sonido. Todo parece correr en cámara lenta; cuando sonrío nerviosa y saludo de manera formal a todos los docentes, veo que nuestras manos se mueven pausadamente. Incluso cuando la subdirectora cambia el listón del birrete al lado derecho, siento que lo hace de manera pausada. Pero parece que todo se reanuda cuando me indica que me pare a un lado del escenario para que pose con mi carpeta negra para la gran foto. Mi sonrisa crece hasta el cielo y hasta entonces soy consciente de la cantidad de alumnos y familiares que hay en el campo. 

Mi felicidad y mis nervios no se van por completo, regreso a mi lugar con una sonrisa que ayuda a que toda la ceremonia pase rápido. El director sigue nombrando a los estudiantes hasta llegar al último. Cuando revisa que no se le haya olvidado nadie, se acomoda su saco gris y se toma unos segundos para observar frente a él. Da unas palabras sobre que los siguiente años serán duros y será un reto, que la vida es dura y que nosotros tenemos que aguantar hasta que estemos donde queramos. Dice que la felicidad no se busca, que sólo hay que abrir bien los ojos. Todos aplauden y finalmente, termina por gritar con orgullo la porra de la universidad. 

Todos comienzan a abrazarse entre ellos, esperando el momento más soñado por cualquier recién graduado: lanzar el birrete por los cielos.  

Por una fracción de segundo, logro divisar a dos importantes personas sentadas a lo lejos del campo de americano: a mi alma gemela y al que quizá es el amor de mi vida.

Después de un gran tiempo, pude confirmar lo que había dicho Elisa tiempo atrás: El amor de tu vida y tu alma gemela no son la misma persona. Tenía claro que Julián era lo segundo; era la persona que me entendía, que me comprendía y con la que tenía una extraña conexión. Y Tom... Tom es esa persona que me enseño que el amor no es sólo una reacción química provocada por nuestro organismo. Él me enseñó que hay amor después de una mala experiencia y a luchar por la persona por la que nuestro corazón late. Y estar con él, fue como mirar el paraíso estando sentada en el infierno: me llevaba a soñar con los lugares a los que jamás iría. 

Dicen por ahí, que la vida es muy curiosa; que la vida es sumamente extraña y algo efímera. También dicen que hay más tiempo que vida, que todo pasa en un segundo y que todo continua. Pero, ¿saben? creo fielmente que la vida es todo eso que vemos con amor; que la vida es eso que pasa en un suspiro lleno de emoción y una pequeña sonrisa llena de felicidad. Estoy de acuerdo en que la vida es un abrazo de alguien que quieres, una salida con amigos, una pelea, un beso de buenas noches; aquel viaje al otro lado del mundo y esa sonrisa que sabes que te destrozará. La vida podrá ir y venir, pero esos momento jamás podrán cambiar lo que somos, nos harán creer en más cosas, nos harán fuertes, pero jamás nos van a quitar nuestra esencia.

La vida es una perra, aunque en ocasiones se siente tranquilamente a tu lado para ayudarte un poco y encaminarte a lo que será mejor para ti.

Me tomó, quizá la mitad de mi vida, darme cuenta de todo eso. Siempre anduve quejándome, llorando, luchando y creyendo que todo estaba en mi contra, cuando en realidad, sólo era yo la que tropezaba con la misma roca y que nunca fue lo suficientemente fuerte para lanzarla a otro lado. Es muy cierto eso de que nosotros somos nuestros peores enemigos, pues nos conocemos tan bien, que sabemos como estropearlo todo con tan sólo un dedo.

La mitad de mi vida creí que la vida se trataba de plegarias y encontrar las señales del destino; llorar y sentarse a esperar una solución. Sin embargo, con el paso de los años me di cuenta que eso era todo lo contrario a una solución, pues me iba a costar muchísimo llegar al punto que quería. Pero voy por un camino que me gusta y de eso estoy más que segura.

Miro a Julián, que me sonríe con tanta nostalgia mientras se cruza de brazos, observándome orgulloso. Los años no parecen notarse en su rostro, tiene la misma fresca sonrisa y sus ojos casi verdes siguen brillando cuando se chocan con los míos. Sigue teniendo ese porte engreído pero ahora parece menos enojado con la vida; casi veo como ha aprendido a llevarse bien consimo mismo.

Miro a Tom, que se muerde los labios de manera nerviosa mientras sus manos entrelazadas aguardan para encontrarse con las mías. Su cabello está peinado y sus ojos se achinan cuando sonríe lleno de felicidad al encontrarme por fín. Se muerde el labio mientras aplaude con orgullo y mi corazón se vuelve loco al sentirme tan amado por él. 

Miro a mi mejor amiga, que no para de llorar mientras se comparte los pañuelos entre mi madre y la señora West. Su vestido color naranja me hace encontrarla con rapidez y observar como parece más madura que antes. Su cabello corto le da un aspecto de toda una abogada preparada para sacarme de la cárcel en cualquier momento.

Miro a mi madre, que aprieta el pañuelo en su mano y contiene las lágrimas al ver que su hija lo ha logrado. Mi padre a su lado la abraza con la misma felicidad que le vi en la graduación de Dustin. Mis hermanos están emocionados, intentando encontrarme entre todos los estudiantes.

Y finalmente, miro a Lauren Lu y Paul, que están a un lado de Julián, brincando de la emoción y esperando a que todo termine para poder abrazarme con ganas.

 La vida me ha dado la historia que tanto quería y Julián fue el proceso para entender que siempre hay segundas oportunidades y que se puede abrir el corazón una vez más. Pues la chica a su lado, me lo confirma. Y quizá por eso es que existen las antologías, pues siempre habrán historias que se sumaran unas tras otras. 

Y en mi historia, todo se resume con un error como cambiar la maleta con alguien, que dos corazones te darán las mejores tardes y que todos tenemos una historia en común.

Regreso la mirada a mis compañeros y lanzo el birrete con todas mis fuerzas. Observo como gira por los aires mientras siento que mi sonrisa no podría ser más grande. 

El viaje de Gres sólo ha llegado al interludio, pero no a la conclusión.

FIN. 


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