Capítulo 8. "Entre el día y ahora"

Dicen que el dinero no compra la felicidad, pero al menos la mía, la ha estado comprando desde siempre. O al menos desde hace un tiempo.

Mi felicidad se ha visto enganchada al dinero que gano y que hace que cargue unas tremendas ojeras día con día. Y por desgracia, ahora más que nunca, he puesto todo a depender de un hilo gracias a la idea de viajar para dejar todo atrás por un rato. 

—¡Grecia!

Me levanto sobresaltada de mi asiento y me incorporo mientras busco la voz que me ha asustado. Scott me mira preocupado mientras me acomodo el cabello detrás de las orejas. El delgado chico frente a mí es casi uno de mis mejores amigos, nos conocemos desde el primer día de universidad y hemos estado juntos en todas las clases desde ese día; podría decirse que el tiempo que no estoy con Lizzie, estoy con él. O con Sebastian y Alison, también son amigos con los que he compartido clases desde el inicio, pero que comencé a tratar hasta después. 

—¿Cuántos has dormido ésta semana?—pregunta curioso.

Suspiro un poco cansada.

—Quizá no tanto como me gustaría—respondo—¿para qué me hablabas?

La expresión curiosa abandona su rostro tras mi pregunta, y una pequeña sonrisa traviesa se asoma en sus labios.

—¿Es cierto que estás cobrando por hacer tareas?

Oh, ahora entiendo. Asiento a su pregunta y recargo los codos en la mesa donde anteriormente estaba dormitando. Desde que la idea de conseguir dinero lo antes posible se asomó por mi cabeza, he hecho lo imposible por lograrlo. He estado haciendo tareas a cambio de unos dólares, he ido a la oficina de la mamá de Lizzie sólo para ayudarle en pequeños trabajos, he ido a la oficia de papá a hacer todo el trabajo que su secretaría no hace, he lavado el auto de Josh e incluso me he puesto a limpiar toda la cocina del restaurante sólo para que mi guapo jefe me aumente el salario. Aunque según Lizzie, sería más fácil que aumente mi salario si yo me pongo de amorosa con él, cosa que jamás pasará.

—Claro que sí, ¿necesitas de mis servicios?—pregunto, intentando poner mi mejor sonrisa.

Lo veo rascarse la nunca.

—¿No importa que sea la tarea de cálculo?—me mira nervioso— Es el problemario que dejó la semana pasada.

Me rasco la nuca intentando ignorar la dificultad de lo que me está pidiendo. Miro como se muerde el labio y tamborilea sus delgados y largos dedos. La lista de tareas que tengo que entregar en los siguientes días es grande, y lo peor, es que tampoco he contestado el problemario. Hasta había olvidado que había tarea de cálculo. 

—¿Eres consciente que eso se entrega pasado mañana?—lo cuestiono, dudosa.

¿Dormir un poco o no?

—Te pago el doble.

Dormir es para tontos.

Sonrío.

—Trato.

Le doy otra pequeña mordida al sándwich que preparó mi mamá y mastico lentamente, no sé si por el cansancio o porque mi cabeza anda en otro planeta como para poner atención a tal acto. Lizzie a mi lado ignora el tupper con uvas que reposa cerca de sus piernas, mientras está tan concentrada escribiendo en su carpeta y soplando las migajas de borrador que queda por ahí. Maldice por lo bajo antes de seguir escribiendo. Se da un golpe en la frente y la escucho maldecir. 

—Te pago si terminas mi tarea—habla sin despegar la vista de su apunte.

Sonrío burlonamente mientras le doy otra mordida al sándwich. Vuelve a borrar algo de su hoja y se deja caer en el pasto, hace un pequeño berrinche y se mete una uva a la boca.

—Aceptaría si no fuera porque debes entregarla en treinte minutos—le digo—y porque no tengo entendería nada de tu tarea. 

Como de mi almuerzo y me doy cuenta de todas las migajas de pan que han quedado sobre mi suéter negro. Con una mano comienzo a sacudirlas.

—Sólo es derecho constitucional, es más fácil de lo que crees.

—¿Y por qué no has podido terminarla?—la miro con una ceja arriba.

No veo el momento exacto en que me lanza una uva, sólo siento el golpe directo en mi ojo y la carcajada de Lizzie cuando comienzo a quejarme. Me sobo con el dorso de la mano intentando aminorar el pequeño dolor que siento. Intento abrir el ojo y una pequeña lágrima sale rodando. Busco la uva que ha caído a mi lado y se la lanzo. Fallo y la uva ni siquiera la toca.

—¿Quieres que pierda un ojo?—le pregunto con fingida indignación mientras sigo comienzo mi almuerzo.

—Sólo quiero que termines mi tarea—vuelve a sentarse y cierra la carpeta de un golpe—. Pero ya es caso perdido. Espero que la maestra se olvide de la tarea. 

Deja a un lado la carpeta y comienza a almorzar. Después de quince minutos invertidos en su fallida tarea, entre las dos abunda el silencio. Observo que la jardinera en donde estamos sentadas está casi vacío, sólo hay otras dos parejas; unos parecen dormidos y otros simplemente no hacen nada. El sonido de los pájaros cantando acompaña nuestro silencio y como me gustaría cerrar los ojos por uno minutos. Como mataría por dormir sólo quince minutos.

—Y cuando juntes todo el dinero, ¿ya sabes a dónde ir?

Me cruzo de brazos mientras pienso en la posible respuesta. La primera opción era el lugar más barato posible, pero eso significaba no  ir lo demasiado lejos. La segunda opción podría ser factible, pero implicaba terminar con los pies congelados y quizá donados a la ciencia. La última opción no ha terminado de gustarme, pero no suena tan mala idea, sólo que implica más dinero del que podría pensar.

—Praga—respondo.

Se sienta  de golpe nuevamente y deja su comida encima de la carpeta. 

—Gres...—inicia.

—Ya sé que posiblemente me va a costar un riñón y medio—la interrumpo—, pero si lo logro podré dormir en paz unos días antes de regresar...

—No, Gres...

—Sí, quizá no sean muchos días los que duerma en paz, quizá me alcance para menos de una semana...

Lizzie estira su mano y la coloca en mi boca, para evitar que siga hablando. Enarco las cejas y la miro confundida, ella no habla, pero con la mirada me indica que mire hacía atrás. Aún con su mano sobre mi boca miro a donde sus ojos me indican y, algo dentro de mí siente la necesidad de gritar sólo un segundo para sacar todo. 

A unos cuantos metros de nosotras, está Michael; está de espaldas a mí, pero frente a él hay una chica con la que parece tener una amena charla, pues la mirada de la chica parece explotar de felicidad combinado de amor. Hace unos minutos, el lugar que ocupan estaba totalmente vacío, supongo que no se ha dado cuenta que la chica a la cual le rompió el corazón estaba cerca. O le importa un reverendo pepino saber que estoy aquí, pues no me debe nada.

—Creo que...—Lizzie guarda silencio, pensando bien lo que dirá— que sí había alguien más.

No contesto, sólo observo esos casuales roces, las inoportunas miradas y las intencionadas ganas de acercarse cada vez más el uno al otro. ¿Lo sorprendente? dentro de mí, ya no escucho ningún crack y no veo sentimientos rotos. No sé si ya se han roto lo suficiente o estoy dos pasos delante de lo que sucedió. No voy a negar que se me oprime el pecho un segundo y que me cuesta respirar, pero ya no está el mismo dolor que en el día uno. 

—Entre aquel día y ahora, creo que sólo hay una diferencia—la miro—: no tengo ganas de llorar en posición fetal. 

Lizzie sonríe tranquila y gatea hasta quedar a mi lado. Me abraza e intento no volver a mirar en dirección a él. Suelto un pequeño suspiro y Lizzie se separa un poco de mí para decir:

—¿Ves? un corazón roto puede sanar más rápido que una pierna rota.

Sonrío a medias.

—O quizá la falta de sueño me hace olvidarme un poco de mi realidad.

Que es lo más seguro, porque no sé ni que día es hoy, no recuerdo cuándo fue la última vez que lloré por él y tampoco recuerdo cuando fue la última vez que dormí más de dos horas.

Me aprieta el cuello juguetonamente y se sienta  mi lado, olvidándose completamente de la tarea que tiene que entregar en menos de 10 minutos.

—Mejor dime porqué has decidido que es buena opción praga.

__________________________________________________

Hola, piciosas.

¿Cómo están?

Muchas gracias por leer la historia, por votar, por comentar y sobre todo, muchas gracias por estar aquí. ¡GRACIAAAAAAS!

Pd: Ya está cada vez más cerca lo emocionante.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top