Capítulo 48. "Perfectamente bien"

—¿Nunca has estado en medio de una conversación en la cual escuchas que todos dicen "cuando hice esto...", "cuando hice aquello...", pero tú sólo te quedas en silencio observando?—pregunto—Y no dices nada porque no tienes nada bueno que contar.

Dustin me mira y hace una mueca.

—Eso es demasiado deprimente.

—Lo es... y es mi realidad.

Suspira antes de darle un largo trago al jugo de durazno.

—¿Entonces no tienes nada que contar?

No dudo en negar con la cabeza y mirar mis manos con un poco de pena, pues no pensé tener esta conversación con él. Y menos a altas horas de la madrugada y después de sacar de la casa a unas docenas de estudiantes ebrios.

Ninguna en la que no se incluya al tonto de tu amigo.

Veo que rueda los ojos, molesto por decir que Michael es su amigo.

—¿Crees que has estado desperdiciando tu vida?

—No, no me malinterpretes, es simplemente que... cuando digo que no tengo una historia, me refiero a que no tengo una historia del tipo "me escapé de casa la otra noche"...

—Lo hiciste—me interrumpe.

—O del tipo "me acosté con alguien mayor"...

—Estuviste a punto.

Lo fulmino con la mirada antes de seguir hablando.

—O "haber hecho algo loco con mis amigos"...

—Lo hiciste—finalmente, me vuelve a interrumpir.

Lo miro algo frustrada y la arrebato el cartón de jugo para darle un sorbo. El líquido recorre mi garganta seca y se siente tan bien, que cierro los ojos disfrutando el sabor y el frío que me recorre en la tráquea.

Grecia, creo que aún no entiendes que eres tú quien le da la verdadera importancia a la vida. No son los otros, ni las historias que escuchas por ahí sonríe. Sólo tú sabes tus historias y cuáles valen totalmente la pena contar.

Se acerca un poco más a mí con cuidado de no resbalar por la teja como Chad lo hizo hace unos años. Pasa su brazo por mis hombros y me acerca cariñosamente a él.

La vida te da todo y tú decides si el viaje es bueno o nose encoje de hombros .Y sólo porque no haya sido como querías, no significa que haya sido malo.

¿Están bromeando?nos volvemos tan rápido escuchamos la voz La casa huele a mil demonios y ustedes están aquí, descansando.

Estiro la cinta adhesiva lo suficiente para poder cerrar la caja de cartón. Me aseguro que las pestañas estén bien acomodadas antes de que las selle y escribo en la parte de arriba "ropa de Josh" antes de seguir con la segunda caja.

—¡Por un demonio, Chad, no sueltes el mueble!

—¡Cállate, a ti no te tocó la parte pesada!

—¡Niños, dejen de gritarse!

—¡Mamá, Dustin empezó!

Esta mañana después de despertar más temprano de lo usual porque Josh creyó que sería bueno avisar de última hora que hoy vendría el camión de la mudanza, la casa ha estado llena de gritos, muebles desarmados y cajas de cosas. Ni siquiera hemos desayunado y ya pasan de las once de la mañana. Mi estómago ya implora probar un poco de comida y dejar de acomodar estas cajas.

—¿Dónde demonios está Josh?

—Fue a recoger los muebles de su departamento—respondo.

—Ese maldito hijo de...

—¡Dustin!—lo regaña mamá.

—Es que nos dejó hacer todo.

Escucho que mamá bufa y se sacude las manos para limpiar lo que sea que tenga en ellas.

—¿Saben qué?—dice en voz alta, desesperada y quizá dándole la razón a mi hermano—Tomémonos un respiro para desayunar.

—Ya era hora—murmuro.

Le pongo la tapa al plumón negro y lo meto en el bolsillo de mi pantalón de dormir. Estiro los brazos y flexiono un poco la espalda para quitarme le molestia de haber cargado cajas y los tontos trofeos de natación de Josh. Definitivamente es un aprovechado y deberá pagarnos la cena después de esto.

—¿Qué harás de desayunar?—pregunto en voz alta mientras camino a la cocina.

—Lo de siempre—dice Dustin—: huevos con jamón.

—Veinte años y me sorprende que aún preguntes que hará de desayunar—Chad chasquea la lengua con desaprobación.

—Pero no siempre hace lo mismo.

—¿Y?

Ruego los ojos algo fastidiada y empujo a mi hermano menor lejos de mí. El se ríe y sigue su camino al comedor, donde se sienta a esperar que mamá termine la comida. Sin embargo, yo voy con ella para ver en qué puedo ayudar y agilizar todo para comer lo antes posible. Comienzo a sacar los platos de la alacena y camino con cuidado para colocarlos en la mesa de madera en la que mis hermanos están entretenidos revisando su celular.

—Tarados—farfullo sólo para molestar.

Pero ninguno escucha.

Me detengo el tiempo suficiente para arreglar el moño en el que he amarrado mi cabello y sólo doy dos pasos cuando el timbre de la casa suena.

—Cariño, ¿podrías abrir?—dice mamá desde la cocina—Seguro es tu hermano, siempre olvida las llaves.

No es necesario que le responda, pues de todos modos iba hacerlo. Estoy a punto de reprocharle a mi hermano que nos debe una cena cuando veo que no es él quién tocaba el timbre.

—Hola—saluda Elizabeth al segundo de ver cómo se borra mi sonrisa.

Y no se borra por disgusto, si no porque justamente hoy tenía planeado ir a verla. Es más la sorpresa de saber que tuvimos la misma idea sin siquiera platicarlo antes.

—Hola.

No sé si mi voz se vuelve un chillido por la felicidad de verla o porque mi mente ha olvidado todo lo que quería decirle. Elizabeth sigue igual que siempre, con su cabello castaño y sus ojos azules; tiene la misma expresión risueña y las diminutas pecas en su rostro parecen más marcadas, supongo que por la exposición al sol.

—¿Estás ocupada?

Le echa una rápida mirada a mi atuendo y al interior de la casa, donde se ve todo el desastre que hemos causado. No dudo que incluso vea la nube de polvo que se ha formado por tanto arrastrar los muebles por la alfombra del corredor del segundo piso.

—Para nada—respondo cruzándome de brazos, restándole importancia.

Sin embargo, un golpe sordo nos sobresalta, como si estuviera haciéndole saber que miento. Ambas buscamos el origen del sonido, pero de inmediato los gritos nos hacen saber su origen.

—¡¿Quién no recargó bien la base de la cama?!

—¡Eso lo acomodó Chad, mamá!

Intento fingir demencia al cerrar rápidamente la puerta a mis espaldas sólo para que la conversación que tienen a gritos no sea escuchaba por Elizabeth. Miro que se balacea sobre sus talones y mira a la lámpara que cuelga del techo del porche. Yo sólo intento darme un poco de apoyo para lo que se aproxima.

Escucho como se aclara la garganta antes de hablar:

—Esto es un poco extraño... es extraño estar aquí y sentirse un poco ajena, pero tenía que venir—dice—. Tom me dijo que estaba siendo una tonta... y lo creo completamente, así que he venido a disculparme contigo.

Agacha la mirada un poco apenada y yo hago lo mismo cuando digo:

—Tenía planeado hacer lo mismo hoy por la tarde.

Me da un intento de sonrisa y chasquea la lengua.

—Sé que estuvo mal lo que hice, te metí en serios problemas sin siquiera notarlo. Me dejé llevar sin pensar a quién podría lastimar—suspira—. Te dije cosas horribles, Gres, te dije cosas realmente hirientes, pero porque no entendía tu dolor. No entendía lo difícil que puede ser dejar a alguien.

Me mira con pena mientras mientras lucha porque sus ojos no se desborden entre las lágrimas comienzan a acumularse. Tengo que morderme el interior de la mejilla para ahuyentar el sentimiento que comienza a generarse en mi pecho. Admitir que has arruinado las cosas y decir en voz alta todo lo que guardas en tu cabeza, es un hecho sumamente grande; no todos tienen e valor de soltarse y de fluir. Por eso, cuando veo que Elizabeth parece sentirse débil, tomo una de sus manos entre la mía para mostrarle mi caluroso apoyo.

—Sabes que yo nunca he sido alguien de tener relaciones realmente serias, así que no comprendí lo perdida que estabas—se pasa su mano libre por sus mejillas para limpiar las gotas saldas que ruedan por ellas—. Perdóname por ser la mejor amiga y por no apoyarte como se debe.

—Elizabeth...

Levanta una mano para silenciarme, haciéndome saber que aún no termina y que tengo que aguardar por mi turno.

—Mamá me ha hecho entender si decides regresar con el idio... con Michael, lo único que puedo hacer es apoyarte, porque cuando ella vivió algo similar, lo único que quería era un amigo que la apoyara y la regresara a tocar tierra—gimotea—. Así que aquí estoy, Gres, haciéndote tocar tierra.

No soporto más y la envuelto con fuerza entre mis brazos. Ella parece que extraña la cercanía porque me regresa el abrazo con demasiado cariño. Acepto totalmente que, estar sin ella era una completa tortura, pero ahora que aquí conmigo recuerdo lo mucho que la quiera y lo mucho que significa para mí. Como le dije a Tom aquella tarde, creo que Elizabeth es más que mi mejor amiga: es esa hermana que nunca tuve.

—Yo también tengo que pedir perdón—le digo mientras me separa un poco de ella—. También me comporté como una total idiota y no fui del todo justa contigo.

—Ya no importa—afirma—, ahora sólo importa que creo que estamos mejor.

—¿Estamos mejor?

—¿Quieres que me ponga de rodillas e implore por tu perdón?—levanta una ceja mientras me ve confundida, pero decidida a hacerlo.

—No, claro que no—me rio—, pero no estaría mal verlo.

—Eres malvada, Grecia.

—Sólo un poco—digo mientras junto mi dedo índice con el pulgar al punto de casi tocarse.

—Sí, claro, sólo un poco—refunfuña.

—Soy todo un ángel, así que te invito a que pases a desayunar.

Deshago el abrazo para ir abrir la puerta y hacer una clase de reverencia para indicarle que entre antes que yo.

—Si no fuera porque tengo un poco de hambre, insistiría en que eres malvada—dice—¿Por qué hay tantas cajas...?

Enarca las cejas.

—Oh, Josh se muda.

—¿De verdad?

—Y también se va a casar.

Me mira realmente sorprendida y aprieta sus manos en un puño.

—¡Por un demonios! Tienes que ponerme al corriente—se queja.

El cuarto huele a un poco a cabello caliente, a laca y a perfume de fresa. El cabello me cosquillea en la espalda y el fijador de maquillaje aún no se seca sobre mi piel, por lo que intento ventilar mi rostro con ayuda de mis manos.

—¿Estás segura que Julián no tenía otras intenciones cuando te compró este vestido?—pregunta de sobremanera mientras observa la prenda color esmeralda.

Yo sé que es un vestido hermoso y cautivador, pero también sé que ese vestido no fue un total regalo, pues fue el vestido de la estafa maestra... o de la noche en la que tuve que fingir ser su prometida. El vestido fue principalmente para el teatro que armamos y un regalo por haber hecho que las cosas salieran bien.

—Ya te dije mil veces que nunca tuvimos algo más allá que una buena amistad—respondo sin dejar de echar aire a mi rostro.

—No puedo creer que iras al tonto baile—suspira aún admirando la prenda—. Él no te merece ver con esto puesto.

—Todo termina hoy—digo con pesadez de siempre repetir lo mismo.

—¿A qué hora llegará por ti?

—Como en quince minutos—suspiro.

Dejo caer las manos en mi regazo y ahí las dejo descansar unos segundos antes de ponerme de pie. Me quito la pijama y me quejo den ropa interior para colocarme el vestido con ayuda de mi amiga. Ella sube el cierre del vestido y yo termino por colocarme los zapatos con tacón antes de correr a verme en el espejo.

—Vaya—murmuro sorprendida.

Los zapatos altos si hacen que el vestido luzca mil veces mejor que cuando usé los converse. Me veo un poco más alta y delgada por el corte del vestido. Incluso siento que el cuello y mis clavículas lucen mejor que la anterior vez, pues ahora si hubo el tiempo suficiente para arreglar mi maquillaje, las joyas y el cabello. Mis labios nudes y mis ojos llenos de sombras negras y verdes me hacen sentir imponente y una total desconocida, pues mi rostro se ve como alguien madura; no luzco como una niña.

—Creo que me siento como una princesa—susurro emocionada mientras doy vueltas en el espejo.

—Orgullosa de mi creación—Elizabeth aplaude emocionada y después se limpia con dramatismo las falsa lágrimas.

El timbre interrumpe nuestros pensamientos y cierro los ojos algo nerviosa al imaginar como vendrá vestido Michael. Lizzie hace unos extraños sonidos con su lengua antes de mirarme y después mirar la puerta.

No decimos nada cuando tomo mi abrigo negro y mi bolso. Caminamos hasta la puerta de entrada en silencio y ella permanece detrás de mí, intentando ser ajena a toda la situación.

—Tú puedes, Grecia—susurro para mí misma.

La mano me tiembla un poco cuando topo el picaporte y lo giro con tremenda lentitud para atrasar un poco el encuentro. Sin embargo, ya es algo inevitable a estas alturas.

—Wow.

Michael me mira con los ojos relucientes. Trae un smoking negro y una flor amarilla en la bolsa del traje. Noto que el ramillete de flores que trae en una pequeña caja transparente es igualmente amarillo. Respiro un poco frustrada cuando noto su corbata de color amarillo pastel y recuerdo que se suponía que mi vestido sería amarillo. O al menos ese era el plan muchísimo tiempo atrás, antes de que termináramos.

—Luces preciosa, Grecia.

Escondo la mueca que mis boca quiere hacer cuando escucho su halago.

—Gracias.

Se acerca a mí con cuidado y pone sus manos en mi cintura con plena confianza, logrando incomodarme un poco. Aunque "un poco" es bastante poco, pues siento que algo no está bien. Y lo confirmo cuando veo que se inclina un poco en busca de mis labios, como si el grandísimo idiota hubiera olvidado lo que ha hecho sufrir.

—¿Qué... qué haces?—pregunto alejándome un poco mientras aviento su cuerpo levemente con mi mano.

—Saludándote—responde con obviedad.

—¿Besándome?—cuestiono.

—¿Está mal?—pregunta confundido.

—Tú y yo no somos pareja, Michael.

—Pero iremos juntos al baile.

Esto no está bien. Yo debería estar haciendo algo mejor que ponerme guapa para este imbécil que cree tenerme en la palma de su mano.

—¿Pasa algo, Gres?

Pasa todo, pienso.

—El ramillete es amarillo—suelto.

Mira la caja de su mano y sonríe de lado.

—Se suponía que tu vestido sería amarillo.

—Sí, se suponía que sería así... antes de que me dejaras.

—Creí que seguía en pie el mismo plan—dice algo confuso.

—Claro, como seguía esperanzada a que fuéramos al baile junto—digo con notable sarcasmo.

Algo que lo confunde, pues retrocede un paso realmente herido. Parpadea repentinamente antes de mirarme de arriba abajo y después mirar a sus costados, analizando la situación.

—¿Estás molesta por qué asumí el color de tu vestido?

Intento decir lo que pasa por mi cabeza, pero no sé cómo y no me siento tan valiente como creí que lo sería el día de hoy. Aprieto entre mis dedos el abrigo e inhalo aire por la nariz, esperando a calmar mi corazón.

—Michael—murmuro algo nerviosa.

Coloca una mano en mi mejilla y tal acto me resulta tan ajeno, que termino por alejarme de su tacto.

—No puedo—declaro repentinamente.

—¿Qué?

Michael parece demasiado confundido para notar mi incomodidad.

—No deberías estar aquí.

Guarda silencio, pero creo que tiene una especie de colapso mental, pues al parecer se ha quedado de piedra.

—¿Por qué me invitaste al baile?

Suspira antes de pasarse una mano por su boca y rascarse el cuello. Despeinando un poco su cabello negro que ha peinado con bastante elegancia.

—Quería compartir una noche especial contigo... porque te amo—confiesa.

Escucho los pasos de Elizabeth alejarse, dándome un poco de privacidad.

—¿Me amas?

Asiente con la cabeza.

—¿Por qué te fuiste?—pregunto en voz baja, temerosa de la respuesta.

Cierra los ojo con fuerza cuando responde:

—Porque tenía miedo del futuro.

—¿Y entonces por qué regresaste?

—Porque te veo conmigo en el futuro.

Sonrío con tristeza, dándome cuenta que mi amiga tuvo la razón desde el día uno de nuestra ruptura: él sólo quería probar otros horizontes, ver que tan diferente era la vida antes de graduarse.

—¿Te diste cuenta de eso después de notar que aquellas chicas no te llenaban como yo?

—Ya te dije que tenía muchas cosas en la cabeza... y tenía miedo de quererte tanto y que simplemente no fueras mi otra mitad.

Resoplo. Vaya persona me vino a tocar.

—Cuando de verdad amas a alguien, el miedo pasa a segundo plano, Michael, y te preocupas por hacer las cosas bien—le digo algo molesta—. Tú no tenías miedo, sólo querías tener tu propia historia, una que no me involucrara.

Mis dedos duelen por la fuerza que ejerzo al apretar el abrigo que cargo. El idiota frente a mí deja de mirarme y mira a mis espaldas. Me siento tan molesta como para golpearlo, pero tan nostálgica como para llorar ahora mismo.

—¿Tenías que hacerlo justamente hoy?

—No me voy a tocar el corazón, porque tú tampoco lo hiciste al terminar conmigo—declaro con la cabeza en alto—. Pero yo sí quiero darte las gracias... por enseñarme a quererme.

Rueda los ojos como si mi comentario o mi voz fuera algo molesta para él.

—Gracias por abrirme los ojos. Espero que hayas encontrado tu verdadero camino y que sepas qué es lo que quieres en esta vida—intento sonreír—. Te deseo toda la felicidad del mundo y espero que te diviertas hoy.

Me acerco rápidamente a él y le doy un último beso en la mejilla antes de mirarlo rápidamente. Él no se inmuta por regresarme la mirada, así que simplemente palmeo su hombro cuando veo la derrota en su mirada. Retrocedo sin pensarlo y cierro la puerta sin decir más. Recargo la cabeza en la madera y recuerdo que he retenido la respiración hasta que escucho como se aleja.

Me llevo una mano al pecho cuando siento que el aire se me atora en la garganta y comienza a contar del uno al cien para alejar el ataque de pánico que amenaza por comenzar.

Lo hice.

Por fin pude darle las gracias a Michael y alejarme de él. Por fin pude ponerme un pequeño punto final a toda esa situación que me hizo sufrir durante los últimos meses, al grado de perderme completamente. Y ahora, me siento a salvo.

—¿Se fue?

—Le dije que no iría al baile—respondo sin abrir los ojos y sin despegar la cabeza de la puerta.

—No sé qué decir... te veías tan decidida...

—Necesito que me hagas un pequeño favor—la interrumpo—. Tengo que aprovechar este arranque de valentía.

—¿Qué demonios harás, Gres?

____________________________________

¡Ladies and Gentlemen, the end is so close...!

Espero que estén muy bien, besitoooooos!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top