Capítulo 46. "Signos vitales"

CAPÍTULO DEDICADO A @belsabethcarstairs , @CRISM8 , @akarisyenijacobo , @Patita_sabionda , @LiaRM97

Aquella noche había dormida como nunca. Había bastado con recargar la cabeza en la almohada para caer en un sueño profundo que duró hasta las siete de la mañana. No había tenido pesadillas y no había despertado con un ataque de pánico.

Me sentía viva.

Sentía que la carga en mis hombros se había desplazado por mi cuerpo para aminorar el peso, siendo así un poco más fácil de llevar. Era casi como si algo dentro de mí estuviera sacando lo último de sí para luchar, para sanar todo, porque a veces tienes que tocar fondo con ambas manos para saber qué es hora de salir a la superficie. Y para saber que el oxígenos que te queda es poco.

Así que era hora de salir a respirar y ver el exterior desde otra perspectiva. Era hora de aceptar los errores, de aceptar las pérdidas y de aceptarme a mí misma.

Respiro con ansias cuando el bus se detiene frente a la pequeña parada. Aprieto el dinero que hay en mi mano cuando la cierro en un puño, nerviosa por el viaje y porque me descubran. Me muerdo los labios, esperando mi turno para subir y deseando que las dos horas de viajes no sean tan lentas, pues no creo que mi trasero soporte mucho tiempo.

Ya arriba, camino hasta los asiento del fondo, sentándome uno por delante del último. Recargo la cabeza en la ventana y abrazo mi mochila, intentando echarme porras e intentando calmar el alboroto que siento en el corazón. Todo parece moverse deprisa; todo va al ritmo del palpitar de mi músculo cardiaco.

El bus termina de recolectar a los pasajeros y emprende el camino. El camino a una pequeña esperanza.

Las piernas se me han entumecido un poco, pero nada que me impida caminar. Me recuerda la ocasión en la que aterrizamos a Francia para tomar el vuelo directo a Praga; mis piernas parecían dos garrotes de madera y mi espalda necesitaba de una buena tronada para fingir que nada había pasado. En estos momentos sólo me vendría bien estar de pie unos minutos.

Bajo del vehículo y me quedo congelada al ver que la terminal es un poco más grande de lo que había esperado. Tiene unas cinco salidas y otras cinco entradas, todas llevan a diferentes puntos y conectan con otras rutas dentro del estado o fuera de este. Tengo que mirar con cuidado hacía todos lados para encontrar la salida número tres, que es la que me llevaría con quien quiero.

Mis pies se mueven con cautela y observan a todas las personas que pasan por mi lado, sólo para verificar que no es un rostro conocido. Siento la boca un poco seca y los nervios comienzan a marearme, pero estoy segura que no falta mucho para que se calmen. Guardo el ticket del bus en mi bolsillo trasero y termino por acomodarme la mochila en mi espalda, mientras busco entre la multitud de personas que se dirigen a la salida que hay detrás de las enormes puertas corredizas de cristal.

—¡Grecia!

Giro la cabeza, buscado a la persona que me ha nombrado. La veo a unos metros de mí, sonriendo ampliamente, con la mochila en un hombro y con un vaso de café de Starbucks en cada mano. No tengo idea de si es la emoción de verla o que ella me recuerda la paz que tuve durante esos días en Europa, pues la quijada me tiembla por el sentimiento que quiere desbordarse por mis ojos.

—¡Lauren!—chillo con emoción antes de correr a su encuentro.

La rodeo del cuello, con cuidado de no tirar el líquido de los vasos blancos. La aprieto contra mí y ella me rodea con fuerza, olvidando que ha pasado demasiado desde la última vez que hicimos esto. No puedo evitar cerrar los ojos ante su cercanía y por un segundo puedo respirar, porque con ella implica abrazar un poco del pasado que tanto he extrañado.

—¿Cómo has estado?—su voz tiembla de la emoción y sus ojos están un poco cristalinos casi como los míos—. Creí que llegaría antes que tú, pero me detuve por esto.

Me entrega un vaso aún caliente y yo lo recibo con una enorme sonrisa. El olor del chocolate blanco entra como suave terciopelo por mi nariz.

—Lo recuerdas—murmuro sorprendida.

—¿Cómo iba a olvidarlo? Si siempre refunfuñabas cuando se te terminaba—se burla.

—No te veo por meses y cuando lo hago, lo primero que haces es burlarte de mí—bromeo—. Quizá debería regresar.

—Claro, fue un gusto verte sólo para entregarte un chocolate caliente—se burla al tiempo que engancha uno de sus brazos en el mío para así comenzar a caminar a la salida—¿Quieres ir a comer?, ¿quieres ir por un helado?, ¿quieres ir a mi casa... que también es tu casa—agrega—, a ver películas?

—No quiero molestar a tu familia con mi inesperada visita—arrugo la nariz por la pena.

—Patrañas—mueve una mano en el aire y sonríe—. Mi mamá se emocionó desde que le dije que haría una pijamada contigo.

—¿No se le hizo extraño?

—¿Por qué?—ladea la cabeza y me mira por un segundo antes de ver al frente buscando algo—. Eres mi amiga

El estómago se me comprime por el cariño de sus palabras. Al no tener que responder, aprieto un poco su brazo para demostrar que el sentimiento es mutuo.

—¡Bingo!

Se pone detrás de las orejas el cabello y me jala del brazo con emoción. Tardo en reaccionar que nos dirigimos a un polo blanco. La mandíbula se me cae por los pies cuando veo que el piloto es Paul.

Estos chicos si que conocieron el amor aquel día.

Lauren abre la puerta de los asientos traseros y ella toma el asiento del copiloto, aún lado de Paul. Supongo que estos dos ya han formalizado su relación, porque dudo que estos meses hayan salido sólo con las intenciones de ser amigos. Además, era demasiado visible la química que había entre ellos cada que estaban juntos.

—Hola, Paul—saludo—. Ha pasado mucho desde la última vez que te vi.

—Demasiado—acepta—. Estas tan pálida como el día que te conocí.

—¡Amor!—lo reprende Lauren y yo suelto una pequeña risita.

—Lo sé, el bronceado europeo no duró mucho.

—Pero, ¿qué tal el amorío europeo?

Frunzo el ceño entre confundida y divertida, porque no entiendo a qué se refiere y porque me parece graciosa la manera en que Lauren lo fulmina, mientras él sólo se dedica a conducir y a mirarme por el espejo retrovisor, para analizar si sus comentarios son correctos o fuera de la confianza que existe.

—¿Amorío?

—Sí, Lauren me dijo que no venías con nosotros a las salidas por salir con un chico checo.

Elevo ambas cejas y miro a mi amiga, que se limita a esconderse detrás de su gran cabellera. No tenía que darle muchas vueltas al asunto para saber que se refería a Julián y tampoco tenía que preguntar cómo lo sabía, pues era obvio que observaba a Lauren y con quien se desenvolvía.

—Es gracioso, pero no fue un amorío—le explico, pero me atoro cuando voy a explicarle que fue un gran amigo... ¿o aún es un gran amigo?—, nunca tuvimos esas intenciones de por medio... cómo ustedes dos.

Las mejillas de Paul se encienden de un tenue color carmesí e intenta disimularlo rascándose la mejilla.

—Era inevitable no ver a esa preciosura.

Sonrío.

—Te amo—chilla en voz baja Lauren.

Después de contarme que Paul está de vacaciones y que se ha quedado unos días con Lauren, escucho todo el trayecto a casa su historia de amor: desde que se conocieron afuera del hotel de Praga hasta que las distancia les puso el reto más grande. Lauren cuenta la historia con emoción y sin perder detalle alguno. Y no puedo evitar pensar en cuando yo hacía lo mismo con Michael: contar nuestra historia como si todo fuera a durar una eternidad.

—Bueno, chicas, hemos llegado—anuncia—. Espero que se diviertan, no beban mucho y no salgan tan noche.

Yo bajo del auto en cuanto escucho eso, pues estoy segura que van a tener una acaramelada despedida de la cual no quiero ser testigo.

—Sí, papá—dice Lauren con voz monótona, como si de verdad estuviera respondiéndole a su padre—. Avísame cuando estés en casa, maneja con cuidado y no vayas muy rápido, ¿de acuerdo?

—Sí, mamá—la imita—. Te amo, preciosa.

—Te amo más.

Tengo que mirar a otro lado y apretar los labios con fuerza para no vomitar el sándwich de atún que comí por la mañana. Tengo que fingir observar a unos pajaros hasta que Lauren se posa a mi lado.

—Nos vemos, Paul—grito— y gracias.

Se despide con la mano antes de irse y Lauren me guía a su casa. Es muy parecida a la mía, solo que esta es de color amarillo y el porche esta lleno de rosales en vez de pequeños arbustos. Igualmente tiene dos pisos y si no fuera por su patio trasero es tan pequeño como para poner un comedor y dos sillas, su casa sería casi idéntica.

—Creo que mamá aún no llega del trabajo—dice—¿Quieres salir a caminar?

Asiento a su pregunta y veo que deja su vaso vacío sobre el bote de basura a un lado de la puerta. Apresuro a darle un largo sorbo a mi vaso ya que he olvidado que lo tenía.

—Le dije a Lu si hoy tenía la tarde disponible, pero me dijo que saldría algo tarde la escuela—me dice cuando salimos de su casa—. No vive muy lejos de aquí, es curioso ¿no?

—La agencia de viajes es local, ¿qué se podría esperar?

—No, me refería a que es curioso que siempre estuvimos tan cerca y tan lejos—explica—. A veces me parece sorprendente como el destino cruza a las personas en el momento correcto.

—¿Crees en el destino?—atino a preguntar.

Tomo el vaso de chocolate entre mis dos manos, sólo para esconder el ansia de pellizcarme.

—Totalmente—me mira son una dulce sonrisa, como las que veía por las mañanas antes de salir corriendo con Julián—, creo que todos tenemos una misión en la vida y que las personas que nos rodean nos encaminan, ¿Tú qué opinas?

—No estoy tan segura de si todos tenemos una misión—rezongo—o sólo somos los personajes de relleno.

—Si tu quieres creer que eres una personaje de relleno, eso serás—se encoje de hombros—. Me gusta pensar que yo soy el personaje principal y que mis decisiones son las que van a regir mi futuro. Así cuando arruino las cosas, no tengo que buscar a un culpable y sé por donde tengo que comenzar a arreglar todo.

—¿Ahora qué has regresado te has vuelto más sabia?—le inquiero con una sonrisa.

Sin embargo, su comentario no me causa risa; me provoca un pequeño dolor de cabeza, pues intento rebuscar en mis recuerdos en dónde podría comenzar para arreglar todo. Pero hay muchos lugares que podrían ser los certeros.

—¿O acaso tu has vuelto más cabeza hueca?

—Creo que eso no lo dudo ni un segundo—le garantizo—. Creo que conozco unas cuantas personas que podrían afirmarlo.

—¿Es por eso que estás aquí?

—Quizá... no tenía dinero para salir huyendo del país. Además, necesitaba de alguien ajeno a la situación para que pudiera darme su punto de vista—le digo apenada—. Cuando tuve el pequeño problema interno sobre hablar o no con Tom, tu me ayudaste bastante.

—Me halaga bastante saber que no sólo he ayudado a que tengas una obsesión con el chocolate blanco—balancea las manos y las choca contra sus muslos, como si fuera la señal para comenzar con todo— ¿Qué ha pasado contigo?

—¿Recuerdas a mi ex?

—Y como no—rueda los ojos.

—¿Y a Tom?

—El insufrible chico de tus sueños.

—No lo diría de ese modo—me quejo—. Pero digamos que... no sé por donde empezar.

Me llevo las manos al rostro y después de sacar el aire por la nariz con pesadez, las aparto. Lauren me mira atenta, casi como si intentara leer el ajetreo de pensamientos que circulan por mi cabeza.

—¿Alguna vez has sentido que las cosas nunca mejores por más que lo intentes?—la miro—¿Y has sentido que cuando intentas arreglarlas, hieres a la gente a tu alrededor?

Se muerde el labio y sus ojos se desvían para mirar el cielo naranja. Veo que algo atraviesa su mirada antes de asentir con la mirada.

—Cuando regresamos de Praga me propuse dar más de dos pasos fuera de la situación con Michael, pero me sentía bastante confundida para hacerlo... no podía o no sé si no quería hacerlo—cuento—. Pero cada que tenía dudas estaba ahí Tom, dándome todo su apoyo y siempre abriéndome los brazos para refugiarme.

Lauren detiene sus pasos y se sienta sobre la banca más próxima que hay en el sendero por el que hemos estado caminando. Palmea el asiento a su lado y me mira, prestando toda su atención a mis palabras.

—Creí que las cosas con Thomas comenzarían a ir bien y que podría aventurarme a querer a alguien de nueva cuenta, pero me di cuenta demasiado tarde que aún no cerraba el libro llamado "Michael" cuando ya había abierto el libro llamada "Tom"—me quejo—. Pero todo empeoró cuando... casi abusan de mí.

Las palabras me queman la garganta cuando las digo en voz alta. A veces, suelo olvidar lo sucedido con Britany, pues me siento con calma cuando no recuerdo mi rostro y cuello lleno de marcas moradas. Lauren a mí lado parece algo asustada de escuchar aquello, pues se ha quedado con la boca abierta y los ojos llenos de horror.

—Y como si el destino quisiera molestarme, Michael fue el que me encontró y me salvó del asunto. Estuvo "apoyándome" tanto que, por un segundo, olvidé que él me había roto el corazón—la voz comienza a temblarme gracias al enojo y la decepción de los recuerdos—. Y bueno, después de eso digamos que Tom y yo tuvimos un encuentro... ¿Cómo decirlo? ¿casual?

—¿Te acostaste con Tom?—pregunta sorprendida.

—Sí y no.

—¿Cómo es eso?

—Sí tuve sexo con él pero no termino bien.

—¿Él no pudo...?

—¡No, no, no!—la interrumpo algo nerviosa—. Michael interrumpió el momento y Tom se molestó porque no había terminado las cosas con él.

—Déjame ver si estoy entendiendo—entrecierra los ojos, analizándome—¿Quieres superar a tu ex novio pero no puedes?

—Creo que eso es una tarea que por el momento he llevado bien.

—¿Quieres saber cómo recuperar a Tom?

—Creo que tampoco es lo principal.

—¿Entonces?

¿Qué es lo que quería? Algo que me había costado entender durante tanto tiempo:

—Quiero recuperarme a mí misma.

Cuando Lauren sonríe me recuerda a la Señora West en aquel momento donde dijo que todo se iba a solucionar; que tuviera paciencia. Y me da fe en que soy lo suficientemente capaz de soltar las cuerdas que he mantenido con tanta fuerza para que las manos me sangre.

—Hay dos cosas que tienes que entender antes de que te de el golpe de gracia—me toma de la mano y su calidez pasa a mi fría piel—. Primera: Tienes que aceptar que el Michael que conoces ya no existe, ese que está en tu cabeza es mero recuerdo que jamás se va a repetir. Los besos y las promesas ya no van a volver y sí él es para ti... pues el destino se ocupara de que su gran momento llegué y no desaparezca—me mira con demasiada paciencia, algo tan característica de ella—. Y si no es para ti, el destino sólo te hizo un bien al sacarlo de tu vida.

—Me he hecho bastante a la idea de que quizá no es para mi—murmuro.

—Eso es demasiado bueno—sonríe—. Y lo segundo es algo bastante obvio que creo ignoras mucho: Tú y Tom jamás podrán tener algo porque nunca han ido por el inicio. Sólo han ido saltándose pasos, buscando querer y han olvidando lo principal. Es como querer correr sin haber aprendido a caminar, ¿Cómo esperas entender el libro llamado "Tom" si sólo lees el epílogo?

Me quedo de una pieza al procesar. Parpadeo un par de veces y siento que he arrugado demasiado la frente gracias a la sorpresa. Ahora lo comprendo; Intentaba que todo saliera bien con Tom, sin embargo, eso jamás pasaría pues no había nada que pudiéramos cuidar. Por tal razón, lo nuestro no funcionaba: no podíamos ser amantes si antes no habíamos sido conocidos si quiera.

—Tampoco puedes arreglar las cosas de una sentada—me regaña—, tienes que hacer todo por partes. Todo es como un rompecabezas: si pones pieza por pieza sólo es cuestión de tiempo a que tengas la imagen completa.

—Lauren, eres una maldita genio.

—Claro que no—cruza los brazos—, sólo medito todo antes de actuar.

—¿Me estás diciendo insensata?

—Sólo un poco, sí.

—Bueno—alargo—, hay algo que definitivamente no tengo que pensar mucho y que sé que es sensato.

—¿Qué cosa?—me mira intrigada.

—¿Cuánto crees que me den por—meto la mano a la bolsa delantera de mis jeans y saco con urgencia el brazalete de plata—esto?

El brazalete reluce entre mis dedos, los dijes tambalean un poco y la falsa promesa tallada en uno de ellos ahora me parece una absurda frase. Una parte de lo que quiero soltar esta ahí.

—Lo suficiente para preguntar de dónde la has sacado.

Sonrío de manera alucinantes antes de ponerme de pie.

—Vamos y después te llevo a cenar algo para olvidar esto.

__________________________________________________

¡Hola, chiquillas preciosas! ¿cómo han estado? ¿qué les dice la vida?

Yo les quiero dar las gracias por estar aquí, por leer, por comentar y por ser las más grandiosas personas de la vida.

Las quiero muchísimo.

Nos vemos en el siguiente capítulo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top