Capítulo 45. "Maravillosa epifanía"

El vestido simplemente me queda horrendo. Aquel color lila me hace lucir aún más pálida de lo que soy y siento que me aprieta de una manera espeluznante. Me quedo mirando mi reflejo unos segundos antes de lanzarme a ver la conversación de mi celular, con la esperanza en mi puño.

¿Qué harás mañana por la tarde?

>Nada importante, ¿por qué?

¿Quieres venir a la fiesta que le harán a mi hermano? 

>¿No será problema que esté ahí?

No, para nada. 

Y no darán hot dogs, es la mejor parte.

Te pasaría la dirección, pero creo que Elizabeth ya te la pasó.

Observo por última vez las dos flechas azules en la esquina inferior de mi mensaje y aviento en celular a la cama antes de llevarme las manos a la frente. Inhalo y exhalo aire por la boca antes de poner ambas manos en mi cintura y concentrar toda mi atención en el otro vestido extendido en la cama. 

El día está soleado, los pájaros cantan y las piernas me tiemblan al pensar que tengo que arreglarme antes de que llegue Josh y la sorpresa se arruine. Mi mamá anda de arriba abajo preparando la comida y yo sólo estoy en mi cuarto intentando recomponerme después de inflar cientos de globos para adornar la sala, el comer y el patio trasero. Chad y Dustin sólo acomodaron las sillas y las mesas en el jardín; mi papá ha ido al supermercado a buscar lo último que se necesite. 

Resoplo y el mechón mojado de mi mejilla baila unos segundos en el aire. La puerta de mi habitación se abre y doy un pequeño brinco por la impresión. Mamá asoma la cabeza y aprieto los labios cuando noto su aspecto: está en bata de baño, tiene unos tubos en el cabello y por alguna extraña razón trae un recipiente grande con carne.

—¿Todavía no te arreglas, cariño?—su voz es tranquila, pero en sus ojos noto la urgencia porque esté lista. 

Todo el día ha pasado haciendo de comer y me sorprende que se haya salido de la cocina aunque sea para regañarme.

—Tú tampoco estás lista—apunto.

—No me falta mucho para estarlo—responde—¿Compraste el regalo de Josh?

—Sí, mamá, ya lo dejé en la mesa con los demás regalos.

—¿Qué compraste?

—Una playera, ¿qué más podría regalarle?—digo—no tengo dinero para darle algo mejor. 

—Era sólo curiosidad—suspira—. En fin, ¿vendrá tu amigo?

Noto que hace demasiado énfasis en la palabra "amigo", pero no digo nada. Después de hacerle la curiosa pregunta a mi madres sobre sí podía invitar a alguien, parece que no se ha sacado de la cabeza que quizá Michael es cosa del pasado y que yo voy ganando en esta vida. Por millonésima más, dudo mucho que vaya ganando.

Ruedo los ojos y chasqueo la lengua, intentando fingir demasiado desinterés cuando respondo:

—No tengo idea, sólo lo invité por cortesía.

Sí, claro, me dice mi mente.

—Elizabeth no vendrá, ¿cierto?

Niego con la cabeza.

—Salió todo el fin de semana con su familia.

No tengo idea de si eso es cierto, pero no tenía otra excusa en mente. Mi madre aún no sabe que Elizabeth y yo tenemos un rato sin hablarnos y no creo que sea un buen día para mencionar que quizá no vendrá en un largo, largo tiempo. Así que sólo opto por mentir para no dar muchas explicaciones. 

—Michael no vendrá... ¿o sí?

Aprieta un poco más fuerte el recipiente con la carne.

—No, mamá—respondo—. No tendría nada que hacer aquí. 

No tendría que estar aquí porque es un idiota que no lo merece... o eso me hubiera gustado decirle. Noto que mamá relaja un poco los hombros ante mi respuesta y me alegro de eso, porque por un segundo pensé que lo quería aquí en la fiesta. 

—Debo decir que eso me alivia—murmura—. En fin, tengo que regresar la carne al refrigerador antes de que se arruine el marinado. Por favor arréglate, tienes cuarenta minutos. 

Cierra la puerta. Pero no tarda en abrirse de nueva cuenta.

—Usa el vestido blanco, por favor... e intenta peinarte.

Ni siquiera me deja responder, pues ya ha cerrado la puerta con algo de fuerza y escucho que sus pantuflas se arrastran por la alfombra del corredor. Me dejo caer en la cama y le doy un último vistazo al celular, sólo para ver si Tom ha respondido.

Pero no lo ha hecho. 

Josh parece feliz respondiendo los abrazos de los conocidos que se acercan a darle unas emotivas palabras. Los recibe con amabilidad sin soltar la mano de la chica a su lado; la famosa amiga que mis hermanos mencionaron la otra noche. Pero entiendo porque nunca dio más información; esa "amiga" es su ex novia de hace años. Recuerdo haber entablado una que otra palabra con ella, pero no recuerdo más que eso y que nunca me dio buena espina. Tampoco recuerdo por que terminaron, pero sí recuerdo que sentía tranquilidad de que mi hermano ya no estuviera con alguien que a simplemente vista era buena persona... pero en el fondo no.

—¿Desde cuándo bebes frente a nuestros papás?

Despego la mirada de la novia de Josh y observo a mi hermano, que sostiene una cerveza. Levanto ambas cejas cuando noto que se ha peinado y que ha usado la ropa que mamá le ha ordenado. Creo que se ha prevenido de que todo salga tan bien, que nos ha dicho hasta que usar.

—¿Desde cuándo bebes frente a mis papás?

—Desde siempre—dice son sencillez—¿Y tú? Luces nerviosa.

Me limpio el sudor de una mano en el ajustado vestido blanco con pequeñas mariposas amarillas y moradas. Había olvidado que este vestido existía y que necesito renovar el closet. Estoy segura que la última vez que lo usé tenía como quince años, pues me aprieta tanto que es difícil respirar. Además, siento que en cualquier momento podría salirse uno de mis pechos o que mi ropa interior podría quedar expuesta si me agacho aunque sea para ver mis zapatos blancos. Luzco como una niña en domingo antes de ir a la iglesia. 

—Desde que mi novio me dejó, desde que no he podido probar la carne del asador, desde que mamá me me obligó a usar este estúpido vestido y...—las palabras se me atoran en la garganta como lo hizo el whiskey al darle el primer trago— desde que el chico que me gusta está parado en la puerta de entrada.

Dustin deja de mirar al frente para mirarme confundido y con un gran signo de interrogación en en la frente. Ni siquiera escucho que me pregunta porque yo estoy congelada, intentando no dejar caer el vaso de vidrio en mi mano.

Lo veo y no lo creo. Tom sonríe en mi dirección, pero no se acerca, pues no sabe si es correcto hacerlo. Yo sigo un poco conmocionada porque creí que no vendría, que preferiría quedarse a la distancia en este asunto y que no se entrometería mucho para no salir herido de nueva cuenta. Le entrego mi bebida a mi hermano y mis pies van a donde está él. Mi corazón comienza a latir de la emoción y las mejillas me hormiguean.

Toda la semana lo vi; toda la semana estuve a su lado y pareciera que jamás me cansaría de ver aquella sonrisa y aquellas pecas que adoran el puente de su nariz y sus pómulos. Y aunque su presencia no rellena el hueco que ha dejado mi mejor amiga, me siento en las nubes cuando río a su lado.

—Hola— no puedo ocultar mi felicidad cuando lo saludo—. Creí que no vendrías.

Agacha un poco la cabeza y se encoje de hombros mientras mete las manos en sus pantalones negros. Una pequeña voz en mi cabeza me dice que me lance a abrazarlo, pero me contengo.

—Prometiste que no habría hot dogs—responde para después mirarme confundido y acercarse un poco a mí—¿Has estado bebiendo?

Las mejillas se me tiñen de rojo.

—No conozco a nadie—me excuso—, tenía que encontrar el modo de olvidar la tensión. 

Ajá.

—Que interesante modo de olvidar la tensión—se burla.

No encuentro algo inteligente que responder, así que me quedo en silencio, rebuscando cómo llenar el vacío de la conversación. Noto que se ha peinado y se ha puesto una camisa blanca e incluso ha dejado atrás los tenis, pues se ha puesto unos zapatos negros que lo hacen ver tan elegante y tan casual. Se ve tremendamente guapo e irresistible. 

(Empecé a escribir el capítulo hace unos días y justo hoy encontré está foto ¿Casualidad? ¡No lo creo! Siento que esté hombre se acopló bastante bien a mi personaje...)

—¿Quieres algo de beber?—pregunto saliendo de mi ensoñación.

Se queda en silencio observándome y parpadea un momento antes de responder. 

—Creo que agua está bien. 

Me doy la vuelta para ir a la cocina, pero me detengo cuando veo que Tom no se mueve y observa hacía todos lados, un poco nervioso y atento a los detalles. Observa a todas las personas del lugar, como si intentara buscar a alguien conocido para sentirse más tranquilo.

—¿Te quedas aquí o vienes...?—señaló la cocina.

Eleva las cejas y después asiente con la cabeza para ponerse a mi altura. Vamos a la cocina, caminando entre mi familia y conocidos de Josh, ignorando que las miradas curiosas quieren conocer al desconocido que acaba de llegar. Cosa que no va a pasar.

Ya en la cocina, tomo un vaso del estante sobre la estufa y voy al dispensador de agua. 

—¿Cuántos años cumple tu hermano?

La voz de Tom se escucha más clara aquí, pues el único sonido además de él es la del agua cayendo al vaso. 

—Veintiséis—respondo mientras estiro el brazo para entregarle su bebida—¿Quieres algo de comer?  

Parece un poco apenado cuando asiente con la cabeza. 

—No quiero que pienses que sólo vine por la comida.

—No exageres, Tom.

Intenta parecer tranquilo, pero cuando lo tomo de la mano para ir al jardín trasero, noto que sus dedos tiemblan. Está tan nervioso como yo. 

Salimos al jardín y observó que el árbol al fondo tiene colgado un gran cartel con las letras doradas formando la frase "feliz cumpleaños". Del lado izquierdo del jardín está papá y mamá cocinando y probando que todo sepa bien y lo que sobra del lugar la gente platica y ríe, sin prestarle atención a la música que resuena.

Mi casa ha sido lo suficientemente grande para 6 personas, por lo que un jardín donde hacer travesuras nunca hizo falta. Incluso creo que el perro de Josh descansa en paz por ahí.

—Mamá se pasó la mañana preparando una infinidad de comida—le digo mientras caminamos hacía la mesa al fondo del lugar, donde el mantel blanco hace aún más llamativos toda la comida—.Aquí tenemos su famosa ensalada de col, es muy rica, pero si no eres de comer especias no te lo recomiendo. Cuando Elizabeth la probó la primera vez estuvo eructando toda la tarde—señalo un plato a la izquierda de la ensalada—. Esto son huevos hervidos con chipotle, Josh los ama así que siempre se los prepara mamá en su cumpleaños.

—¿Qué es esto?—señala un plato más a la derecha.

—Eso es crema de elote—respondo—. Esa es mi favorita, deberías probarla.

—¿No me hará eructar toda la tarde?—pregunta con una tierna mueca.

Nop—le sirvo un poco de la crema en un plato desechable y le paso un cuchara para que lo pruebe—. Esto no te hará tener ningún efecto secundario. 

Me mira un poco inseguro y se lleva una cucharada a la boca. Aprieto los labios, atenta a su reacción y veo que que le ha gustado, pues hace un extraño sonido antes de tomar otro.

—Me gustó.

Abro la boca para decirle que debería probar sólo un poco de la ensalada de col, pero Dustin se planta a un lado de Tom y me extiende un plato con un poco de carne y verduras.

—Toma—me extiende la comida—para que dejes de andar con esa cara. 

Tom se queda congelado, como si eso fuera ayudar a que mi hermano no lo note. Aunque tiene un efecto contrario, pues Dustin lo mira confundido y después me mira a mí, buscando respuestas. Además del olor a carne asada, el olor de los celos inunda mis fosas nasales. Sin pensar, me acerco un poco a Tom y con calma  le pongo una mano en el hombro.

—Él es Tom—lo presento— y él es mi hermano Dustin.

El  chico a mi lado sonríe algo incómodo y estira su mano. Dustin lo escudriña  y sacude su mano con excesiva amabilidad, lo cual me confunde. Tom también parece confundido por su reacción, por lo que me mira un leve segundo, casi preguntándome si mi hermano lo asesinará.

—¿Tú también quieres un poco de carne? no creo que te llenes sólo con eso—inclina la cabeza—No entiendo cómo le fascina esa cosa a Grecia.

—¡Oye!

—Sabe bien—dice Tom algo avergonzado. 

—No es necesario que la defiendas para quedar bien, hermano—le da una palmada en la espalda—. Ya vuelvo.

Se da la vuelta y yo sigo confundida con su extraña amabilidad. Hace días estaba pensando cómo podía asesinar a Michael sin dejar rastro y a Tom le ofrece comida como si fueran amigos del alma.

—Creo que le caes bien a mi hermano—digo atónita.

—¿Debería asustarme? 

—No lo sé.

Dustin regresa con otro plato aún más lleno que el me ha entregado y observo como mi hermano casi le mete todo un bistec de carne para que lo pruebe. O una de dos, intenta ser amable para que no huya de mi lado y o planea asesinarlo haciendo engullir todo ese bistec. Yo pruebo la carne que mamá ha marinado desde la mañana. Pero la cosa no puede ponerme más rara, pues llega Chad con dos cervezas en mano y una se la ofrece a Tom.

Y entiendo todo: papá está detrás todo el asunto. Y apuesto lo que sea que mamá también tiene metida las manos en este asunto, pues es casi lo mismo que hicieron cuando Michael fue a cenar por primera vez; intentaron ser tan amables para que no se llevara una mala impresión. Lo gracioso es, que no he traído a Tom porque quiera presentarlo a mis padres y después tener una larga relación. Simplemente lo he invitado porque sabía que el día sería mejor si estaba a mi lado. 

—¡Familia y amigos!

Levanto la vista del plato y veo a Josh parado a unos metros de nosotros. Tiene un vaso en la mano y su típica ropa que usa cuando trabaja; su outfits de oficinista. Mis hermanos y Tom guardan silencio y las demás personas lo miran atento. Incluso mis padres han dejado de prestarle atención a la parrilla.

—Quiero darles las gracias por haber venido el día de hoy—comienza—. Gracias por sus buenos deseos y todos sus regalos, ha sido un buen cumpleaños y una buena despedida. 

—¿Desde cuándo Josh habla como señor?—pregunta Dustin. 

—Desde siempre—respondo.

—¿De verdad te das cuenta hasta ahora?—le susurra Chad. 

—Gracias a mis padres por apoyarme en todo momento e incluso por acompañarme a buscar un apartamento...

—Para así dejar que el tarado de Chad haga fiestas—murmura Dustin con recelo. 

—¿Podemos superar el pequeño error de logística?—se queja mi hermano menor.

—Jamás—sentencio.

—Además tú no tuviste que limpiar el vómito de desconocidos.

—O meter las manos entre los sillones para sacar comida y otras cosas asquerosas—apoyo a Dustin. 

—La carne quedó realmente bien—dice Tom.

—¿Verdad?—dice Chad, quitándose de encima el tema de su horrible y desastrosa fiesta. 

—Pero también, hoy quiero dar un importante paso...

Vuelvo a poner atención a las palabras de Josh cuando noto el silencio que se forma. Mis ojos se ponen atentos a cada movimiento, desde que veo que mi hermano mete su mano en la bolsas de su pantalón hasta el momento en el que pone una rodilla en el piso. Veo que su boca se mueve, diciendo algo, pero no escucho, sólo estoy analizando la situación y que tan rara es.

—¿Te casarías conmigo?

"Su amiga", asiente eufóricamente mientras llora por la emoción de la propuesta. 

—¡Sí!

Me giro a mirar a mis hermanos y a pesar de que veo una escena graciosa, con Chad a medio sorbo de la cerveza; Dustin con la mandíbula por los suelos y Tom con la boca abierta a medio mordisco, no me río. Me doy cuenta que mis hermanos también creen que es mala idea. Todos celebran, menos nosotros... y Tom que no entiende nada.

—¿Por qué lo hizo?—murmuro.

—Porque es idiota—responde mi hermano menor.

Dustin se lleva la mano a la frente, del mismo modo que cuando ve perder a su equipo favorito de Futbol y hace la misma mueca que cuando escuchó que Michael quería halar conmigo.

—Lo engañó y se va a casar con ella—musita.

Abro los ojos sorprendida. 

—¿Ella fue la que...

—¿Encontraste en el supermercado con otro?—completa mi pregunta— ¡Es ella, Grecia!

—¿Quieres salir unos segundos?—escucho el susurro de Tom cerca de mi oído.

—Sí.

—Por un segundo creí que se pondrían a saltar de la emoción—escucho que habla Tom—, después vi sus caras raras y no supe si seguir comiendo, salir corriendo o aplaudir para no verme mal.

—Hubiéramos salido corriendo antes de que Josh viera nuestras caras de decepción—suspiro—. Perdón por incluirte en el drama familiar.

Seguimos caminando a paso lento sobre la acera del fraccionamiento. La tarde está tranquila y lo pajarillos en los árboles cantan por el espléndido día. Al menos para ellos es un buen día.

Le resta importancia y me regala una bonita y tranquilizadora sonrisa.

—¿Él lo sabe?

—¿Qué cosa?—miro a Tom.

—Que ella... lo engañó.

—Supongo—respondo—. Yo jamás le dije a Josh, pero sé que ella le contó porque sentía demasiada presión cada que iba a la casa. No era muy bien recibida por nosotros, sólo por mis padres porque ellos no supieron—tuerzo un poco la boca—. Tenía como diez años, tampoco entendía muy bien que alguien te podía herirte de esa manera.

Nos quedamos en silencio mientras caminamos, disfrutando de la compañía del otro. Y es tan cómodo, que el dolor de pies se me olvida.

—Entonces Grecia tuvo una caótica infancia, eh—silba por lo bajo— ¿Qué se siente ser la única mujer entre tantos hombres?

—Es raro—admito—Nunca tuve con quien hacer todas esas cosas de chicas que hacen en las películas... por eso Elizabeth es como mi otra mitad—susurro lo último.

Ojalá ella hubiera podido estar aquí.

—¿Puedo preguntar algo?

—Claro.

—¿Qué pasó realmente entre tú y Elizabeth?

La pregunta me toma con las defensas abajo, así que me ahogo con mi propia saliva. Me doy pequeños golpes en el pecho, intentando recobrar el aliento, pero incluso me siento torpe al no encontrar mi voz cuando quiero responder. 

La pregunta más correcta podría ser: ¿Qué no ha pasado con Elizabeth?

—¿De verdad quieres saber toda la historia?—lo miro algo insegura.

—Sólo si tu quieres contarla. 

Desvío la mirada un segundo y me muerdo los labios. Me paso la mano por el cabello lleno de laca para que los rizos no desaparezcan y me digo a mi misma que quizá es buena idea. Que sería bueno decir las cosas en voz alta y que alguien me de una opinión, porque mis propios consejos son terribles y sólo me llevan a hundirme un poco más.

—Elizabeth nunca confío mucho en que tuviera una relación con Michael, porque decía que el que fuera mayor que yo complicaría un poco las cosas y sería algo difícil—comienzo—. Cuando todo comenzó, yo estaba en la preparatorio y él en la universidad, así que teníamos los horarios algo complicados, pero lográbamos vernos. Todo era normal hasta que noté que él y su vecina tenían una cierta química, ¿sabes? parecía que no sólo eran amigos de la infancia y Elizabeth desconfiaba demasiado de esa amistad. Así que después de mucho tiempo le mencioné eso y me dijo que era alucinaciones. 

—¿Y no lo eran?—pregunta bastante intrigado.

—No tengo idea de si llegó a engañarme, y si lo hizo nunca me enteré—digo—. Lo que tenía con Michael parecía de en sueños, no podía pedir nada más porque él me hacía feliz, así que nunca dudé lo suficiente de él—me abrazo a mi misma para sentir menos pena—. Cuándo terminó conmigo, fue lo más extraño porque nunca hubo señales de que lo haría, todo iba bien. Sólo un día decidió dejarme y Elizabeth confirmo que ese "no me da confianza"

—A veces he llegado a pensar que Elizabeth tiene un tercero ojo.

—Yo también—sonrío—.Cuando nos peleamos porque me abandonó en la fiesta y Michael me salvó de que casi me rompieran el cuello, parecía que de verdad quería disculparse por lo que hizo y que se arrepentía de todo. Después ella me dijo que Michael estuvo tirándose a su vecina y a otra chica de su grupo, pero no quise creerle. 

Me rasco el cuello, recordando la desesperación en su voz por hacerme entrar en razón y el odio con el que se fue después de decir que era patética y tenía que recomponerme.

—Después de que fue a sacarnos a la comisaría y te fuiste, terminamos peleando y me dijo algunas cosas que me dolieron pero que eran ciertas. 

Noto la calma que siento al sacar un poco de mis pesares. El pecho se me oprime menos y me siento mejor al decir en voz alta todo eso que platico sólo conmigo en esas madrugadas donde no puedo conciliar el sueño. 

—Michael estuvo llevándome a los juzgados y estuvo apoyándome, fingiendo que mis moretones no eran nada serio... porque mis papás no saben absolutamente nada—lo miro—. Elle tenía razón, Michael sólo estaba aprovechando el momento de debilidad para acercarse a mí y no le creí. No le creí a nadie que me quiso abrir los ojos.

—¿Ya le has dicho que no irás con él al baile?

Siento tanta vergüenza cuando niego con la cabeza. 

—¿Por qué?—pregunta confundido.

Detiene sus pasos y me mira un poco descompuesto por mi respuesta. Yo también me siento apenada de mi cobardía

—Porque no he podido—me encojo de hombros—. No he querido acercarme a él y prefiero sólo asistir a baile y después cortar todos los lazos con él.

—¿Por qué?

—¿Por qué qué?

—¿Por qué regresas a donde te lastiman?

No sé si todos conocen esas ganas de llorar por la desesperación de no poder tener todo bajo control o porque las situaciones te manejan de modo que te dejan tirada en el piso, pero mis ojos se humedecen al sentir la desesperación de no poder afrontar a Michael por miedo de que termine aceptando algo que no quiero.

—Algo dentro de mí crees que es correcto—susurro.

—¿Correcto?—pregunta con algo de burla—Te fuiste a otro país por su culpa y no le puedes dar un simple "no"—eleva las manos en el aire—. Te costó errores estar donde estás, confiaste en él y te falló, te dejó como un cachorro abandonado y aún eres demasiado blanda con él.

—¡No sé qué hacer, Tom!—me llevo las manos al pecho, resignada—. No sé como acercarme a él sin miedo de que arruine todo, no sé como quitar el poco control que tiene sobre mí. Este miedo que siento es porque tiene control sobre mis sentimientos. 

Se queda en silencio, mirándome. 

—¿Recuerdas la fiesta?—dice—¿En la que me besaste?

Es gracioso, porque no la recuerdo del todo.

—Thomas...

—Jamás voy a olvidar el dolor en tu voz cuando dijiste que lo amabas más que nada en el mundo—me dice—. Sé que estabas ebria y no lo recuerdas, pero el corazón se me rompió cuando dijiste que sólo querías que regresara... con o sin explicaciones, pero que regresara.

Se acerca a mí y pasa sus pulgares por mis mejillas, limpiando las lágrimas que ruedan. Me siento tan hipnotizada por su tacto y sus palabras, que ignoro el hecho de que es seguro que el rímel se me haya corrido y luzca como mapache a punto de robar comida.

—¿Cuánto le lloraste y cuánto te costó que dejara de dolor aunque sea un poco?

—Lo suficiente para ahorrar y largarme de aquí—reniego.

—¿Y de qué sirvió?

—¿De... nada?

—Si tu quieres que el esfuerzo no valga, no va a valer—me susurra con cariño.

Julián me lo dijo.

Elizabeth me lo dijo.

Tom me lo ha dicho.

Y yo paso de eso. Quizá ese ha sido uno de mis tantos errores: encerrarme a mi propio dolor y no aceptar lo que las personas ven desde los puntos que yo no. He preferido perder personas que abrir los ojos para analizar mi lista de cosas qué puedo hacer para cambiar todo.

La cercanía del chico me marea. Sus manos en mi rostro me hacen querer abrazarlo más fuerte y llorar un ratito. Miro sus labios y el pequeño arranque de besarlo me atraviesa por la cabeza como cada vez que estoy con él. Quiero juntar mis labios con los suyos, quiero decirle que me parece lindo y que me gusta su sonrisa tan delicada. Quiero pasarle los dedos por entre su cabello marrón y decirle que es encantador.

Sólo quiero poder estar con él y olvidar que estoy atada al recuerdo de alguien.

—Gres—susurra.

—Dime.

Me acerco un poco a más, como si eso ayudara a que lo escuchara un poco más claro.  Siento su nervioso aliento cruzarse con él mío y creo que es una fantasía el notar que parece querer lo mismo que yo, pero me sorprende su autocontrol por no acercarse. Una de sus manos se coloca en mi espalda y mis manos suben a su pecho, como si mi subconsciente quisiera poner una barrera por yo si quiero acercarme. 

Siento los labios de Tom rozando mi boca y miro sus ojos color avellana antes de cerrar los míos, añorando su encuentro.

—Sabes que si tu me dices que me quede contigo,  ¿lo haría? sin juegos y sin inseguridades.

—Thomas...

—Pero...—me interrumpe y se separa un poco de mí—, sólo cuando lo que esté aquí—coloca un dedo en mi cabeza—, esté solucionado.

Me da un beso en la mejilla que me hace reaccionar, como si sus palaras me hubieran hecho entender algo. Es como una maravillosa epifanía; la manifestación de una respuesta a intentarlo... a intentar salvarme del desastre que he creado.


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