Capítulo 33. "El miedo a enfrentarte"
El miedo es importante en nuestras vidas. Porque nos hace darnos cuenta que nuestras barreras no son lo suficientemente fuerte; nos hacen darnos cuenta que todo nos puede destruir incluso si traemos la mejor armadura. Aunque lo curioso es... que tan rápido pueden destruirnos.
A este punto de mi vida, estaba seguro que todo estaba cambiando para mejor. Estaba casi segura que, tras los consejos de Julián, mi único miedo era admitir que Tom me gustaba más de lo que decía en voz alta. Pero claramente estaba equivocada.
No sólo tenía un miedo: tenía miles de miedos. Y uno de ellos era el miedo a enfrentarle. El miedo de enfrentar a Michael.
La verdad es que ya había perdido la cuenta de cuánto había pasado desde aquella tarde a la que volví a estar soltera. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado para que el dolor en mi pecho desapareciera, pues tenía tantas cosas en la cabeza, que no había espacio para pensar en Michael. Tenía tanto tiempo lejos de él, hablé con tantas personas sobre lo que era batallar con mis sentimientos y llegué a la conclusión tantas veces de que, necesitaba soltarlo como diera lugar.
Por desgracia, mi corazón volvió a latir desenfrenado cuando lo tuve frente a mí; mirándome como si la chispa jamás se hubiera apagado o como si yo aún fuera su maravilla.
Y aquello no me gustaba. No me gustaba sentir que las manos me temblaban y que mi cabeza pusiera play a todos los recuerdos que creí haber tirado. Era una pesadilla de la que no estaba segura si quería despertar.
Aunque quizá debamos recapitular un poco antes del gran caos...
Había sido una semana bastante agotante después de intentar no toparme con Tom en la escuela. Había sido bastante cansado el siempre salir corriendo del mismo lugar en el que él estaba. La Universidad es una lugar enorme, lleno de edificios, pasillos, áreas verdes, una biblioteca, varios quioscos de comida y una enorme cafetería, por lo que podía ser difícil que coincidieras con alguien con quien no compartías clases. Pero coincidir con Tom toda esa semana fue de lo más fácil. Salía del baño de chicas y casualmente él estaba por entrar al baño de chicos de alado; iba a comer al quiosco más lejano y ahí estaba con Jenna. Incluso me lo encontré en la biblioteca buscando un libro en el mismo pasillo.
La vida se estaba riendo muy fuerte en mi cara. Y no dudo que se diera cuenta que escapaba de él, porque la última vez ni siquiera volteó a verme, pues seguro sabía que saldría corriendo antes de devolverle el saludo. Aunque yo sólo quería lanzarme a sus brazos y que me rodeara con ellos como la última vez, cuando Jenna llegó a interrumpir.
—¿Por qué no sólo hablas con él?—preguntó Lizzie en tono cansado— Ya estoy cansado de ir a comer lejos del edificio donde me toca clases.
—No puedo—me quejé al tiempo que cerraba el libro en un movimiento brusco—, no puedo estar cerca de él mientras Jenna me asesina con la mirada.
—Supéralo, Gres—dijo—, el destino claramente te esta mandando una señal al ponerlo cada dos por tres en tu camino.
—Elizabeth, esto es muy complicado como para que sólo sea una señal del destino.
—No, eso no es cierto. Tú complicas las cosas—me apunta con su dedo índice—. Tú eres la que sólo va de aquí para allá, ni con Michael intentaste esconderte tanto.
—Esa es otra historia—murmuro sin ganas.
Estaba segura que sí era el mismo cuento, sólo que uno me prometió amor eterno y luego me dejó varada y el otro sólo intentó ser lindo y amable. Me llevé las manos a la cara y recuerdo haber soltado un pequeño chillido frustrado.
—Ojalá pudiera regresar a Praga, despertar sin preocuparme, desayunar con Julián y después ir a visitar bonitos lugares—dije—. La vida parecía mejor cuando no me preocupaba.
—Al parecer tú vida parecía mejor cuando no estabas conmigo, eh—se quejó Lizzie mientras me mira mal.
Me lanzó una uva que se atoró entre mi cabello y después intentó lanzar otro pedazo de fruta que pasó de largo, sin siquiera tocarme. Maldijó por lo bajo y siguió con su almuerzo.
—No digas tonterías—me quejé y fue mi turno de lanzarle un trozo de manzana, que le dio directo en la frente y ahí se quedó unos segundos.
Lizzie me miró con la boca abierta y después miró al trozo de fruta que impactó en la mesa, produciendo un leve plop.
—Que buena puntería—dijo asombrada, turnando su mirada en la manzana y en mí
—Tengo tres hermanos—sonreí.
Y ese fue el último momento "tranquilo del día". Pues lo que restó de la tarde sólo se podría resumir en: Yo huyendo de Tom; yo huyendo de Michael, yo pensado en lo que dijo Elisa y yo sin muchas ganas de ir trabajar.
Y eso me hace recordar a Elisa Smith.
Un niña de quizá unos dieciséis años, cabello negro y ojos verdes; un encanto a decir verdad. Pero lo impresionante no era su belleza, era que tenía sabias palabras para su corta edad. Después de todo el desastre entre la familia West y los Smith, la pijamada entre mi mejor amiga y yo, se vio interrumpida por la pequeña que quería robar de nuestras palomitas. Aunque en el trascurso de la plática comenzó a prestar atención a las cosas que contaba de Julián, de Lu y Lauren; comenzó a interesarse en las locuras que hice y en cómo confesé mis sentimientos a Tom y después creí que no había enviado aquel buzón de voz.
En un inicio pensé que haría preguntas del tipo "¿qué se siente salir con alguien mayor?", "¿Qué es todo eso de pasar una noche con un completo desconocido?". Pero fue todo lo contrario: preguntó cosas sobre cómo llevé mi ruptura, sobre qué había aprendido con el viaje y si sentía que algo dentro de mí había cambiado una vez que regresé de Praga. Y a decir verdad, Lizzie y yo nos quedamos sorprendidas de aquello, pero lo interesante no fue eso. Lo interesante fue cuando comenzó a hablar sobre almas gemelas y si aquello era la razón por la que habíamos conectado tanto.
Según Elisa, una alma gemela no necesariamente tiene que ser aquella persona con la que estas envuelta amorosamente. Tu alma gemela puede ser tu mejor amiga, tu madre o incluso un desconocido al otro lado del mundo; pero cuando estas frente a esa persona, sabes que no es una persona cualquiera, pues hay una conexión instantánea. Y es tan rápida como un suspiro y tan potente como un relámpago en una tarde lluviosa.
Pero la plática no sólo quedó ahí, también sacó a colación que, tu alma gemela no es el amor de tu vida. Yo estaba en completo desacuerdo, pero después tuvo razón cuando lo explicó:
—Tu alma gemela es como tu otra mitad, pero el amor de tu vida es como tu complemento. Con ambos tienes una conexión especial, pero sólo con el amor de tu vida te quedas a contemplar el amanecer, ¿entiendes?—sonrió de manera muy tranquila—: tu alma gemela sólo te contará cómo estuvo el amanecer.
Aquello parecía que era de aquellas cosas que te dicen tus padres cuando te ven sufrir por alguien, y sí todo lo que decía Lizzie era cierto, estaba segura aquello se lo dijo su padre. Y Elizabeth también lo había captado, porque comenzó a reírse cuando atino que quizá el alma gemela de su tío Smith era su madre; y que la madre de Elisa era el amor de su vida. Había visto el amanecer con una persona y a la otra sólo fue a contarle la experiencia de estar mirando los tenues colores naranjas de la mano del amor de tu vida.
Después de tener la cabeza llena de un tornado de pensamientos, Lizzie y yo fuimos al trabajo. Cuando llegamos creíamos que nuestro turno estaría de locos ya que era viernes. Pero fue todo lo contrario: sólo había una pareja de adultos comienzo con tranquilidad.
Casi pudimos ver pasar la planta seca que suele rodar por los áridos desiertos. (Se llama Estepicursor por si tienen dudas de cuál es jejeje).
Todos estábamos desconcertados por la falta de clientes, pero nuestro jefe lo atribuía a que era fin de quince y la mayoría de personas estaban apretadas con las cuentas de fin de mes. Y vaya que estaban apretados con el dinero, porque en las primeras dos horas de turno sólo atendimos a una persona.
Y así decidí que era buen momento para comenzar a adelantar mi tarea e ignorar los discretos coqueteos de Jared, mi jefe. A veces me sorprendía lo perseverante que lucía cuando se trataba de flirtear conmigo, pues siempre encontraba el momento perfecto. Y aunque me halagaba un poco que creyera que era linda, era demasiado desesperante para ser verdad.
Por otro lado, Lizzie había decidido sentarse sobre la barra de la caja registradora a estudiar para su examen de derecho penal. Sólo escuchaba cuando sus pies que colgaban en el aire, golpeaban contra el mueble y cómo repasaba en voz alta algunos párrafos para grabarse lo que leía.
Recuerdo que antes de que sucediera el desastre, estaba rascándome la cien con la punta contraria del lápiz mientras miraba mis ejercicios de álgebra. Estaba confundida de no saber por dónde iniciar y también estaba asustada de ver que me había perdido de algunos temas. Estaba a punto de comenzar a escribir cuando noté que alguien se detuvo frente a mí, al otro lado de la mesa. Levanté la mirada rápidamente pensando que era un cliente que quería la mesa. Enseguida me arrepentí de haberme sentado a hacer tarea, porque no era un cliente el que estaba delante mí. Era Michael.
Y me sonreía.
—Hola—murmuró como si nunca hubiera roto mi corazón.
Yo sólo me quedé ahí, sentada y asustada de verlo tan cerca después de tanto tiempo. Mentiría si dijera que no sentía que las piernas se me iban a doblar si me ponía de pie, porque vaya que estaba nerviosa.
Me quedé cómo una tonta mirando su cabello, sus ojos, su nariz, su cicatriz y la forma de sus labios. Me quedé como tonta mirando todas aquellas facciones que conocía de memoría.
—¿Cómo estás, Gres?—preguntó con un tono de voz amable y tierno. La verdad es que no podía ni siquiera notar si me hablaba por educación o por deseo.
En ese segundo, se escuchó el pequeño saltó que dio Elizabeth y cuando vi que se dirigía hacía donde estábamos, fue mi señal para recoger todo. Como pude, cerré mi cuaderno y mi libro de ejercicios, tomé mi lápiz y metí todo en mi mochila para irme dando zancadas a la cocina.
Vi la intención de Michael de detenerme, pero Lizzie ya había llegado a su lado para preguntarle qué iba a ordenar. Fue sólo un instante cerca de él, pero fue suficiente para que el aire me faltara de nuevo.
Y ahora, sólo doy vueltas en la cama, intentando saber por qué me miraba de aquella forma.
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¡He regresado!
Ya sé, me desaparecí mucho, pero en mi escuela se hizo un desastre con mi semestre y ahora salen tareas y trabajos por todos lados con tal de evaluar. Pero en fin, ¿cómo han estado?
Gracias por la espera, espero que les guste el capítulo, no olvide de votar y comentar jejeje
¡Las quiero muchoooooo!
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