Capítulo 25."Al menos nos robamos el show"
—¿Sabes? por alguna razón se siente raro cuando sales con nosotras—la voz de Lu me saca de un pequeño trance.
La miro confundida. Intento sentarme lo mejor que puedo en el asiento del ferry, pero el chaleco salvavidas me lo impide. Me aprieta un poco y me impide moverme bien.
—¿Debería ofenderme?
—No, no, no—habla con prisa, como si quisiera arreglar su malentendido—, es sólo que pasas tanto tiempo con Julián, que nos acostumbramos a verte en el desayuno y por la noche.
—Y eso si te encontramos despierta cuando llegamos—agrega Lauren—¿Acaso Julián te quita toda tu energía?—me lanza una pequeña sonrisa y su ceja izquierda se eleva un poco.
Estoy por responder que quizá un poco, pero me guardo mis palabras cuando entiendo el doble sentido de sus palabras. Si tan sólo supieran que Julián está más interesado en una checa que lo dejó hace un mes qué en acostarse con una torpe chica que se muere por alguien que conoció de imprevisto. Quizá si supiera eso, esto ya sería tema del pasado.
—Que graciosa, que graciosa—murmuro—, pero no, no me quita la energía de esa forma, Lauren.
Ruedo los ojos. Me cruzo de brazos y observo como Lu pelea con el viento, intentado que no la despeine más de lo que ya se encuentra su melena rojiza. Ahora es cuando agradezco tener la pequeña costumbre de traer en la muñeca una pequeña liga, mi cabello está sujeto en un horrible moño, pero al menos no me pica los ojos.
—¿Estás segura que no?—pregunta con evidente tono pícaro—¿Acaso ese día que los dejamos solos no aprovecharon?
Suspiro cansada, aprieto los labios en una final línea. Lauren sabe sobre Tom pero creo que le parece más atractiva la idea de que viva toda una aventura con Julián, pues no no hay día que no pregunte si ya sucedió algo con el checo. Lo bueno es que aún no sabe del beso y que me ha visto en ropa interior, porque pegaría el grito en el cielo.
—¿Y tú aprovechaste esa noche para estar con Paul?—le dedico mi mejor sonrisa burlona.
Sus mejillas se encienden enseguida y observa a todos lados, sólo para cerciorarse que Paul está lo suficientemente lejos para escuchar nuestra conversación. Sus manos aletean un poco, como si quisiera ahorcarme o aventarme al agua. Suelta un chillido nervioso y esconde sus cara entre sus manos. Lu le pone una mano en el hombro para darle un poco de apoyo moral.
—Tranquila, está muy ocupado sacado fotos de todo lo que ve y se mueve—no sé si en la voz de Lauren hay burla o consuelo—, estoy segura que no escucho nada.
—Deberías aprovechar los últimos días, Lauren—sonrío—, sólo para que te quite un poco de energía.
La castaña levanta la cara de sus manos y me mira. Estoy segura que si las miradas mataran, seguro estaría tocando el fondo del río. Me apunta con su dedo retóricamente y pregunta:
—¿Ya llamaste a Jonas?
Oh, no.
—Thomas—corrijo—, aunque prefiero sólo decirle Tom.
Con su mano hace un gesto de que aquello le interesa en lo más mínimo y regresa a su postura, me mira atenta y está encorvada para que la conversación sólo quede entre nosotras.
—¿Ya le dijiste cuánto lo quieres?—me reta con la mirada.
¿Quiere jugar? vamos a jugar. Me encojo de hombros, como si no fuera un tema de suma importancia. Aprieto las manos en un puño, para evitar balbucear.
—Ya—y en teoría ya lo he hecho, sólo que no atendió mi llamada... así que no cuenta como mentira—, ya nada malo puede pasar después de aquello... salvo que tu des el primer paso con el chico que te... está mirando discretamente—susurro lo último.
Y eso sí que no es una mentira. Quedo unos segundos en shock cuando descubro que el chico mira a mi amiga con una pequeña sonrisa, como si disfrutara verla distraída y actuando con naturalidad. Lauren se tapa la boca para no gritar de emoción, parece que se va a desmayar de la felicidad... o por de los nervios. Paul deja de mirar en nuestra dirección cuando Lu también lo descubre mirando a nuestra amiga, sigue tomando fotografías y actúa como si nada. ¿Por qué no ha pasado nada si tuvieron una extraña conexión desde el primer momento de conocerse?
—Lauren, ¿no has pensado que quizá él quiere lo mismo que tú?—bajo un poco la voz—. Hasta acá puedo percibir la tensión sexual.
—¡Grecia!—chilla apenada.
—Oh, Lauren, no finjas ser tan inocente—replico—, puedo ver como lo desvistes con la mirada.
Ella niega con la cabeza y ladeo un poco la cabeza, imaginando muchas cosas en su cabeza. Tomo a Lauren de las mejillas, obligándola a mirarme a los ojos. Veo su expresión avergonzada y como intenta fingir inocencia, pero después de tener a Lizzie como mejor amiga, hay gestos y expresiones que ya no pasan desapercibidos. La cara de amiga combina tan bien con el chaleco salvavidas color naranja.
—Él te mira y tú lo miras, hay interés mutuo, ¿no lo crees?—la acerco un poco a mi rostro y ella asiente eufóricamente—. Nos vamos en seis días...
—Cinco—me corrige Lu.
—Nos vamos en cinco días, tienes el tiempo contado para tener una buen anécdota, para pedirle su número o sólo salir por un helado, ¿entendiste?
Lauren se queda en silencio, observándome algo confundida o emocionada, no logro distinguir pues creo que estoy apretando un poco sus mejillas. Sus labios están fruncidos, como si estuviera a la espera de un beso.
—Sólo dile "hola" o terminaras arrepentida.
—Sí, capitana—dice con algo de dificultad.
Cuando la suelto, veo que su mueca se vuelve una sonrisa. Se pasa una mano por las mejillas y se pasa una mano por el cabello mientras se giro a mirar en dirección a Paul, quién está platicando alegremente con el mismo chico que me habló sobre lo qué era el de jet lag. Cuando capta la mirada de Lauren, le sonríe de regreso con un leve gesto de cabeza, después ella agacha la cabeza y sonrío.
Observo sus discretas mirada y como ella se pasar las manos por el cabello de una forma coqueta pero sutil. Lu también sonríe cuando ve que Lauren se ha lanzado a la pesca; se ha lanzado a Lanzado por Paul sin importarle sí será bueno o malo. Algo en mi pecho hace "boom", feliz de que ella sea feliz con aquello.
Me cruzo de brazos y me acomodo en mi lugar, mientras observo el rio Moldava montada en este Ferry. La primera vez que estuve arriba de uno, Julián me convenció de que no se hundiría y que estaríamos a salvo. Por alguna razón, me daba miedo caer al río, que algo se enredara en mi pie y yo terminará ahogándome. Para mi sorpresa, él nunca protesto cuando tome su mano durante todo el recorrido, incluso no alejo su mano cuando mi agarre comenzó a lastimarlo. Sostuvo mi mano hasta que perdí el miedo como para acercarme a la baranda y estirar los brazos, ignorando el temblor de mis rodillas. Y después de eso, se quedó conmigo hasta que dejé de temblar y comencé a escuchar con atención las historias que tenía en el lugar.
Cuando el viaje termina, el grupo baja con calma del ferry y camina un poco mareada. Incluso a mí me cuesta caminar con normalidad, pues después de cuarenta minutos, aún siento el movimiento del río bajo mis pies. Caminamos unos minutos y llegamos a la camioneta que siempre nos mueve de lugar en lugar y nos lleva a una plaza por el paseo marítimo, donde terminamos comiendo hamburguesas.
Ya son las seis de la tarde cuando todos estamos en la camioneta de regreso al hotel. Lu va dormida, tiene la cabeza en mis piernas y Lauren sus piernas. Para ser una chica un poco alta, se ha podido acomodar de maravilla en el espacio de tres asientos. Los párpados me pesan un poco, parpadeo un par de veces ahuyentando la pesadez que hay en ellos. Mi celular comienza a vibrar en la bolsa trasera de mis jeans y eso ayuda totalmente a olvidar mi cansancio.
Miro un poco intrigada la pantalla cuando veo que es Julián.
—¿Cómo estuvo la reunión?—le digo al contestar.
—Tenemos un problema—dice enseguida—. Y es uno grande.
Me incorporo de inmediato y Lu protesta por mi movimiento. Le paso mi mano por la cabeza, como si aquello pudiera hacerla callar.
—¿Qué clase de problema es para que me vea involucrada?—intento que mi tono de voz sea tranquilo, quizá y el problema no es tan grande como para alterarme.
Me muerdo el labio cuando el tarda unos segundos en responder al otro lado de la línea.
—¿Estás en el hotel?
—No.
—¿Cuánto tardaras en llegar?—pregunta algo insistente.
—Unos quince minutos—respondo—¿qué pasa?
Escucho que suspira frustrado y algo en mí tiene una descarga eléctrica, como si me advirtiera que lo que dirá a continuación es algo malo.
—Lanka, ella es el maldito problema.
—¿Te está molestando de nuevo?—pregunto algo preocupada.
—¡Aún peor!—se queja—le dijo a todo el mundo que me volví a comprometer.
Me quedo en silencio, analizando y buscando el error en lo qué ha dicho. Lu se remueve en mis piernas cuando pasamos por un pequeño desnivel en la avenida. Me paso la lengua por los labios, confundida.
—¿Y?—me atrevo a preguntar.
—¿Me estas tomando el pelo?—inhala aire algo desesperado—¡Tú eres mi prometida!
Lauren gira el cuello algo asustada cuando escucha el impacto de mi mano contra mi frente. Lo había olvidado por completo, mi cerebro ni siquiera creyó que sería importante almacenar aquel dato, ¿por qué? porque era una estúpida mentira para ayudar a Julián. Mi mente ni siquiera creyó necesario guardar el cómo se sintió cuando me besó. Y ahora resulta que quién sabe cuántas personas saben nuestra mentira.
¡Genial!
—¿Y cuál es el pez gordo dentro de todo esto?—pregunto preocupada, pues que Lanka haya comentado que Julián se casará pronto es sólo un pez mediano. Hay algo más, algo que sé que hará que quiera saltar de la camioneta mientras esté en marcha.
—Hoy hay una cena como "celebración" del trato que fuimos a cerrar...mi padre te quiere ahí.
Mi celular pudo haber caído directo en la nariz de la pelirroja, pero mis dedos están tan entumecidos que han apretado el agarre alrededor del electrónico. La respiración se me corta un momento, cuando intento procesar lo que conlleva asistir a esa cena: hablar un idioma que desconozco en su totalidad y vestir de gala cuando lo único que he traído han sido jeans.
—Creo que te olvidaste de algo, Julián.
—¿Qué?—pregunta confundido.
—¡Yo no hablo checo!—grito.
Lu termina sentada gracias al susto que se lleva por mi culpa. Todos me miran confundidos y después de sonreír incómoda todos regresan a lo suyo. Me toco el puente de la nariz, algo nerviosa y cuando siento la mirada de Lauren, levanto el dedo índice para callarla. No es comento de comentarios subidos de tono.
—Lo sé, Grecia, lo sé—se queja—, y también sé que todo se irá al carajo.
Miro el techo de la camioneta, dándole toda la razón. La mentira se va a caer en el momento en el que me vean.
—¿Te falta mucho para para llegar?
—Creo que unos minutos—respondo.
—Te cuento todo acá.
Y cuelga.
Dejo caer la cabeza en el respalda y me cubro la cara con las manos. ¿Cómo es que tengo la facilidad para meterme en problemas o situaciones incómodas? ¿cómo rayos le hago para tener tan mala suerte? Las chicas a mi lado no preguntan nada, quizá por mi estado de estrés porque, sé mueren por saber qué pasa. Todo el resto del camino, me voy mordiendo la uñas y tamborileando mis piernas, voy pensando en lo qué podría pasar y cómo podríamos zafarnos del problema.
Tan pronto como la camioneta se detiene, salgo disparada y corro a los brazos de Julián. Por alguna razón que desconozco, sé que ambos necesitamos este abrazo. Y lo confirmo cuando me rodea con sus brazos y me atrae un poco a su cuerpo. Siento que su respirar es irregular y sus manos tiemblan sobre mi cuerpo. Dejo mi cabeza en su pecho y siento su barbilla en mi cabeza. No me había detenido a pensar qué tan difícil podría ser esto para él.
Una simple e inocente mentira lo ha puesto en un gran aprieto. Y yo me he ido con él al problema.
—¿Tienes algún plan?—pregunto para romper el silencio.
Me despego un poco de él para observar su expresión. Se inclina un poco a mirarme y niega con la cabeza. Es tanta la diferencia de altura, que hasta ahora noto lo inclinada que está mi cabeza para mirarlo, me lleva unos treinta centímetros. Es incluso más de lo que Michael me sacaba.
—Mi único plan es ir a la cena, fingir que no pasó nada, escuchar un sermón y cuando regreses a tu país, decirle a mis padres que me di cuenta que lo nuestro fue muy apresurado.
Su voz tiembla por los nervios, porque ahora no hace frío y tampoco hay señales de lluvia. Se muerde el labio, intentando tranquilizarse.
—Sí para salvarte el pellejo tengo que fingir ser tu futura esposa, podría hacerlo—digo—. Pero no tengo un vestido de gala y tendremos problemas para comunicarme.
Sonríe. Aún no deshacemos el abrazo.
—Lo del vestido lo que solucionado, así que espero que seas talla chica—responde—. Y ya inventaremos una coartada para cubrir lo del idioma.
Suspiro. Hoy será una noche algo cansada.
—Esto será un desastre—aseguro.
—Pero al menos nos robamos el show—bromea—. El convenio que se realizó el día de hoy pasó a segundo plano.
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