Capítulo 24."¿Anular envío?"
Columpio un poco mis pies, ya que cuelgan del pequeño mirador de piedra que encontramos por ahí. No está muy alto, pero se puede observar la pequeña ciudad de Praga 22: es pequeña, algo rustica y con menos gente de lo que podría haber por ciudad vieja, pues este es el distrito más alejado de la capital. A una hora y media ya está la Región de Vysočina. Según Julián el lugar es precioso, está menos poblado que la capital y hay aun más espacio rurales. Y aunque me gustaría ir a echar un ojo, hay poco tiempo.
Hoy, después de tanto, Julián se ha tomado la molestia de explicarme Praga se divide en Distritos: los "viejos distritos", que se podría decir son los distritos originales, y dentro de ellos existen los distritos administrativos actuales. Eso, sólo para tener un mejor control y calidad de los servicios que proporciona el gobierno. Y no me parecía cosa del otro mundo, hasta que mencionó la formula con la que llamaron cada lugar: Praga + el número de distrito.
No se rompieron la cabeza buscando nombres, ellos fueron prácticos y rápidos.
Observo mi postre y disfruto mi helado de fresa con mora azul; sabe dulce y algo amargo al mismo tiempo. En esta ocasión, lo encantador no es la vista frente a mí, es el rico postre entre mis manos: es un pequeño pan con azúcar que sabe como a dona glaseada y, encima tiene una gran cantidad de helado. Cuando lo vi mientras caminábamos por las bonitas calles del lugar, sabía que tenía que probarlo. Julián se quejó de que era mucha azúcar para su gusto, pero terminó comprando un helado de chocolate con fresa. Y también terminé convenciéndolo de que pidiera por mí una crepa de chocolate amargo y un frapuccino.
Tuve que comprarle un gran vaso de café con nuez para que me hiciera aquel "gran" favor.
—Voy a extrañar esto—digo después de un rato de saborear el helado.
Julián también parece un poco entretenido en el suyo.
—¿Estar conmigo?
También, pero no lo digo.
—No—niego con la cabeza—, estos helados.
Me mira con los ojos entrecerrados, ofendido por mi respuesta. Yo sólo rio ante su disgusto y por la pequeña mancha de chocolate que tiene a un costado de su labio. Se ve tan ridículo.
—Mañana te toca pagar el desayuno—una gran sonrisa burlona aparece en su rostro.
—Pues claro que me toca pagarlo, torpe, mañana no estarás aquí—le recuerdo.
Y parece que lo ha olvidado, porque suelta una maldición en checo mientras se pasa una mano por su casi rubio cabello. Se rasca la frente mientras piensa en algo y después rueda los ojos. No tengo idea de que pasa por su cabeza, porque después frunce el ceño y se golpea la frente. Si no lo conociera, podría decir que parece un lunático.
—¿Qué pasa?— le pregunto confundida.
No sé si la cara de estrés que ha remplazado su sonrisa burlona se debe a que ha olvidado algo o que ha vuelto a recordar la melancolía con la que ha andado estos días.
—Me he olvidado de hacer la presentación de mañana—se queja.
—Grecia, ¿sabías que eres un poco boba?—hablo en un fallido intento por imitarlo.
Esa ha sido una de las frases más usadas desde del accidente; también tiene otras cómo "Grecia, ¿podrías caminar más rápido?" o "Grecia, ¿por qué comes tan lento?". Comienzo a carcajearme cuando imagino lo tonta que se ha escuchado mi imitación. Y sí que le parece graciosa al chico a mi lado que finge seriedad, sólo que reprime la carcajada que es ahogada por su labios cerrados. Observo que su tranquilidad se ha esfumado desde el segundo que ha recordado que tiene pendientes. Y la culpa me carcome un poco.
—¿Quieres que regresemos?—pregunto algo preocupada.
—No, no, no—se apresura a decir—, no pasa nada.
Le da un sorbo a su café y después sigue comienzo su helado. Hago una mueca, preguntándome si no le sabe algo raro aquello, porque a mí si que me sabe raro el frapuccino cada que pruebo el helado.
—¿Seguro?
—Que sí—asegura—. Cuéntame algo para que se me olvide.
—¡Julián!—lo reprendo.
—¿Tienes hermanos?
No tengo idea de si la calma que ha optado por tener es todo un show o de verdad no es la gran cosa lo que tiene que hacer.
—Eso no va a funcionar—le digo—. Sí tienes cosas que hacer deberíamos irnos.
Le da una mordida al helado y me mira como mi hermano Nathan cuando lo frustro con tantas preguntas sobre cosas que no entiendo. Se toma el tiempo de tragar y después dice:
—Grecia, es una estúpida presentación que puedo hacer en treinta minutos.
—¿Seguro?—vuelvo a preguntar.
Sus fosas nasales se expanden un poco cuando inhala una gran cantidad de aire, conteniéndose a gritarme que está completamente seguro de terminar su presentación en poco tiempo.
—Estoy seguro—farfulla mientras se toca el puente de su bonita nariz—. Ahora disfruta de tu tonto helado, no soporté un berrinche para que dejes que se desperdicie.
Y sin darle la razón, sigo comiendo de mi helado y dejo a un lado la culpa que ha aparecido.
Y nos quedamos en silencio.
Lo único que acompaña al mutismo es el sonido de las copas de los árboles moviéndose y el canto de algunos pájaros. ¿Quizá es un buen momento para hacer preguntas sobre su vida? He pasado a su lado tantos días y sólo conozco su nombre, su trabajo, a su ex y porqué tiene el corazón roto. Realmente no conozco nada de él. Incluso me ha visto en ropa interior y no tengo idea de cuál es su apellido. Quizá sería buena idea responder la pregunta que dejó en el aire.
—Tengo tres hermanos, ¿y tú?
El helado queda a medio camino a su boca cuando me da una rápida mirada.
—¿Tres hermanos? pobre de ti—dice sorprendido, casi asustado.
Todas las personas a las que les cuento que soy la única chica entre tres hombres, me dan el pésame como si aquello fuera lo peor. Y la verdad es que, no es tan malo como creen. Cuando era más pequeña si era una pesadilla ver como Josh y Dustin alejaban a cualquier chico que se me acercara en el jardín de niños. Aunque, después de la llegada de Chad, dejaron de tratarme como una pequeña niña frágil que necesitaba protección todo el tiempo; comenzaron a tratarme como uno más de la manada. Y aquello tenía todas sus ventajas.
—Realmente no es tan malo—digo—. Soy la tercera hija entre los cuatro.
Y hasta ahora, me cuestiono ¿Cómo pudo haber sido mi vida si tuviera tres hermanas en vez de hermanos? ¿sería igual de divertido o sería frustrante?
—En la gran vida que te he inventado, tienes sólo un hermano menor—sonrío por su comentario—. Yo tengo sólo una hermana menor... bueno, hermanastra.
Y en la gran vida que le he inventado, tiene un hermano mayor que es perfecto y que él se ve obligado a igualar.
—¿Cuántos años tiene?
Mira al cielo mientras frunce el ceño. Le doy un gran sorbo al frapuccino y un escalofrío recorre todo mi cuerpo cuando me trago un pedazo gigante de hielo.
—Creo que es de tu edad—dice inseguro—. No hablo mucho con ella y no somos muy unidos, así que calculo que tiene mas o menos tu edad.
¿Qué se sentirá tener familia que no es de tu sangre? ¿Ver como tus padres conocen a otras personas y tu te tienes que acoplar a aquello?
—¿Cuál es tu color favorito?—cambio de tema, pues noto un poco la incomodad que se refleja en su ceño.
—Azul marino—responde—¿el tuyo?
—Naranja, ¿película favorita?
Le doy una mordida al pan azucarado de mi helado y efectivamente, sabe a dona azucarada o glaseada.
—Cambiemos de juego, esas preguntas son aburridas y tediosas—se queja mientras se acomoda en su lugar para poder cruzar las piernas como chino—.Tienes la oportunidad de hacerme cinco preguntas, sobre el tema que sea. Y después yo te hago cinco preguntas.
—¿De lo que sea?—pregunto algo vacilante.
—De lo que sea—afirma—. Sólo no preguntes cosas aburridas y típicas como "¿cuál es tu comida favorita?"
Chasqueo la lengua pensando en algo bueno para preguntar. Pero me quedo de una pieza cuando ninguna idea atraviesa mi cabeza. Creo que soy mala para esto y él lo nota. Se da un golpe en la frente y niega con la cabeza, yo sólo lo miro con un puchero.
—¿Por qué pensaste que viajar te ayudaría a superar tu situación?—pregunta con mucha curiosidad.
Una pequeña sonrisa se asoma en mis labios. ¿Por qué aún no supera que prefería esto en vez de hacer un desastre en mi cabello? ¿o en vez de tatuarme algo?
—En realidad, nunca me pasó por la mente como una opción—confieso—. La mamá de mi mejor amiga, un día me dijo que quizá tenía que salir de la rutina para calmar la maraña de sentimientos que tenía, entonces dije "¿por qué no salir del país, olvidar todo y empezar hacer una nueva historia?"
—¿Una nueva historia?
Una nueva historia que no incluyera a Michael. Ese era el plan principal: dejarlo atrás. Y casi me ha estado funcionando.
—Verás, siempre he creído que la vida tiene que estar llena de buenas historias para reírte con el tiempo—explico— y yo, no tengo ninguna de la cual reírme, todas las "buenas anécdotas"—hago comillas con mis dedos— que tengo me recuerdan el porque lloré casi una semana seguida.
—Creo que hablaremos después de eso y el porqué estoy en desacuerdo—chasquea la lengua—¿Qué es lo más atrevido qué has hecho en tu vida?
—Enamorarme.
La señorita dramática ha llegado.
—¡Vamos, Grecia, se supone que hay que divertirnos con esto, no deprimirnos!
Deja caer los hombros, algo derrotado y me mira algo harto. Ladea la cabeza esperando que mi respuesta no sea la definitiva.
—Discúlpame por ser sincera—me quejo—. Creo que lo más atrevido hasta ahora, ha sido quitarme la ropa frente a ti...
Me quedo en silencio cuando recuerdo en realidad qué ha sido lo más atrevido que he hecho. Y me sonrojo un poco al recordar el momento: Michael, yo, un autocinema y mi mano siendo la estrella principal. De repente, el calor me invade las mejillas, la vergüenza me recorre todo el cuerpo. ¿En qué demonios estaba pensado? O estaba muy enamorada o tenía las hormonas bailando como si no hubiera un mañana. Tengo que echarme el cabello a la espalda y mover las manos para refrescarme el rostro.
—Oh, conozco ese gesto—me mira con la boca un poco abierta—... ya me imagino que ha sido lo más atrevido que has hecho.
Y a esto me refería: Julián me conocía lo suficiente para saber que pasaba por mi mente y yo lo conocía lo suficiente para saber que ocultaba con sus raras muecas, y sólo llevamos poco más de dos semanas conviviendo. Es como si de verdad hubiéramos estado destinados a encontrarlos, a pesar de las distancias, porque no creo que nuestra rápida y rara amistad sea sólo porqué sí.
—Y por favor no me hagas decirlo—suplico con una sonrisa incómoda.
—Descuida, no quiero asistir al psicólogo por tu culpa—dice al despegar sus ojos de mi sonrojado rostro—, así que procederé a la siguiente pregunta: ¿Qué esperas del futuro?
—¿No te parecen preguntas muy profundas?—me burlo y sólo recibo un pequeño golpe en el hombro—Tú sabes que espero del futuro, además de lograr graduarme, conseguir un buen trabajo y tener un bonito departamento.
—Me quedo lo último, porque tú esperas del futuro muy poco—dice con la boca llena, pues ha metido lo que queda de su helado, mientras que yo apenas voy a la mitad—¿Crees en las almas gemelas?
—Sí—digo sin pensar y el me mira esperando a que le de una explicación—. Creo que las almas son cargas opuestas que se atrae constantemente, algo así cómo un imán. Entonces creo que las almas gemelas existen porque de algún modo es el complemente del otro, por eso se buscan entre tanta gente para terminar funcionando como un pequeño sistema.
—¿Recuerdas que te dije que me parecía asombroso lo sabia y lo torpe que eres al mismo tiempo? Eso ha sido muy sabio.
Se muerde el labio para no dejar salir la carcajada que ahoga y yo sólo me dedico a mirarlo mal.
—Aquí no es bienvenido, tu sarcasmo, Julián—le inquiero—. Así que basta de preguntas para mí, me toca.
—Pero todavía no termina mi turno...
—¿Qué te hace feliz?—lo interrumpo.
Como si ya fuera costumbre en él, se toca el puente de la nariz. Creo que he descubierto que hace eso cada que me pongo un poco a la defensiva, cuando cambio de tema o cuando no dejo que él se salga con la suya.
—El dinero—dice muy seguro.
Lo miro sin darle crédito a su respuesta.
—¿De verdad?
—Claro, soy muy feliz comprando lo que quiero, cuando quiero y sin preocuparme del precio—se encoje de hombros con simpleza.
—Eso no te hace feliz realmente, Julián—le digo al desconcertada—. El dinero sólo llena el vacío que sientes y se confunde con felicidad.
—Mi corazón vacío le gusta llorar en un colchón cómodo, con buenas películas y de vez en cuando en el Caribe, Gres—sin soltar el vaso con café, me apunta con su dedo.
Boqueo unas cuantas veces para contradecirlo, pero no se me ocurre nada, porque tiene un poco de razón. ¿Por qué busqué empleo? ¿por qué estoy aquí? ¿ qué yo no fui feliz hasta que conseguí el dinero suficiente?
—Okay, tú ganas—murmuro—¿por qué no te llevas con tu hermanastra?
Hago otra pregunta intentando ignorar mis pegajosos dedos. Intento comer a mordidas mi helado porque comienza a derretirse y el pan se ha comenzado a aguadar. Me chupo los dedos para quitar el helado de ellos mientras presto atención a la respuesta de Julián.
—Porque es una chiquilla maleducada acostumbrada a los lujos que le dan desde que nació.
Y por la forma en que lo dice, de verdad parece que no soporta a su hermana.
—¿Al menos has intentado tener una charla con ella?
—¿Por qué crees que no convivo con ella?—pregunta como si fuera obvio— porque las charlas que he tenido con ella son tediosas.
—Okay, siguiente pregunta—cambio rápidamente de tema—¿Qué es lo más atrevido qué has hecho?
Se lleva una mano a la barbilla y mira al cielo. Veo qué lo piensa tanto, que podría jurar sale uno de su cabeza. Chasque la lengua cuando recuerda algo, pero en seguida niega con la cabeza pensando qué es mala idea. Abre la boca y la cierra, y lo hace otras tres veces mientras piensa.
—Creo que fue pedirle matrimonio a Darina—dice sorprendido—,nunca hice nada asqueroso como tú, aquí respetamos el orden público.
—No me tomes el pelo, Julián—como puedo, me cruzo de brazos—. Estoy cien porciento segura que no eres un santo.
Y de repente sus mejillas también se tiñen de rojo y me mira asustado, como si pudiera escuchar sus pensamientos. No puedo evitar reírme cuando imagino que su historia tuvo casi el mismo final que la mía. Me llevo una mano a la boca para silenciar mi risa.
—Y creo que efectivamente no eres un santo—me burlo.
—Oh, cállate—se queja—, todos sufrimos las consecuencias de la chtíč.
—¿Qué?—pregunto confundida.
—Chtíč.
Lo miro sin expresión alguna, confundida por lo que ha dicho e intrigada porque muchas palabras podrían entrar en contexto: calentura, hormonas, testosterona, emoción y algunas otras que suenan bastante rudas.
—Julián... no hablo checo.
—Lo sé, no pienso traducirlo.
—¡Por dios! ¿Cuántos años tienes? ¿Quince?
Suspira.
—Sabes muy bien a lo que me refiero, Grecia.
Ruedo los ojos ante su comentario. Sigo comiendo mi helado y pienso en la siguiente pregunta que podría hacerle, ya que otra vez me he quedado en blanco. Veo que el sol ya ha comenzado a ocultarse en el horizonte, lo que significa que en no mucho tenemos que regresar, pues son casi cuatro horas de camino. Me muerdo el pulgar mientras una pregunta algo atrevida se asoma en mi cabeza; es algo más como una duda que una pregunta vergonzosa. Me muerdo el labio y lo miro preguntándome si es buena idea. Julián se encuentra observando la vista y está recargado en sus codos, sin importar si va a ensuciar su sudadera gris. Siento mi mirada y me observa mientas tengo una discusión interna.
—¿Cuál es tu mejor consejo para saber si le interesas a alguien?—pregunto al fin.
—¿Me estas pidiendo consejos sobre el amor?
—Algo así—admito.
—Se te acabaron las preguntas, ¿verdad?
No tengo idea de cuánto tiempo llevo mirando la estrellada pantalla del celular. Tampoco tengo idea de cuántas veces e intentado presionar el botón verde para iniciar la llamada. Pero sé, que han sido unas cien veces las que me he intentado dar valor para decir lo que he planeado durante todo el regreso al hotel.
Según Julián, iba a darme las mejores clases para poder conquistar a Tom. Sería mi coach personal si eso logra arreglar un poco más mi corazón. Durante todo el camino vino dándome ideas de lo qué podría hablar con el chico pecosos que me encanta, de las formas sutiles de acercarme a él mediante mensajes y de las cosas que vuelven locos a los hombres.
Y durante el camino, me propuse que yo sería su coach persona para enseñarle que la vida es muy curiosa y buena cuando el dinero no es el centro del universo. Quizá el me enseñe de amor y yo le enseñe sobre la felicidad.
Me muerdo el labio, rendida y desesperada. Cruzo mis brazos en el barandal de metal de la azotea del hotel y dejo caer mi barbilla en ellos. El lugar parece que no está apto para visitas, pues sólo tiene unos cuántos contenedores de agua y las cajas de luz de los cuartos. Aprieto con fuerza el celular y observo a la gente que camina por la acera; va riendo, trotando con prisa, hablado por teléfono y algunas sólo van por así sin ninguna expresión. Enderezo la espalda de golpe y me arreglo el suéter gris y después de quito el sudor de las manos en el pantalón de mezclilla.
—Vamos, Gres, no seas tan cobarde.
Reboto en mis talones y muevo mi cabeza de lado a lado, como si estuviera preparándome para la pelea del siglo. Levanto los brazos para estirarme un poco y dejo salir de un golpe el aire. Sin pensarlo dos veces, presiono el icono de llamada. El corazón se me acelera cuando escucho que ha comenzado a marcar el número.
En tiempo record, las manos comienzan a sudarme y, podría apostar que Julián escucha el latir de mi corazón hasta su departamento. Comienzo a morderme la uña de mi pulgar y se me agita la respiración.
Un pitido.
Dos pitios.
Tres pitidos.
—El número que usted marcó está ocupado o se encuentra fuera del área de servicio. Deje su mensaje después del tono.
No me da tiempo de pensar la voz robótica de la contestadora, enseguida suena el conocido tono que indica que mi mensaje está siendo grabado. Me quedo sin aire y con la mente en blanco. ¡Ese no era el maldito plan! Seguro Tom está en clase o algo parecido y ha desvíado la llamada, ¿por qué demonios no lo pensé?
Di algo, Grecia, ya está siendo grabado el mensaje.
—Hola, Tom, ¿cómo estás?—la voz me tiembla gracias a los nervios—Lizzie me pasó tu numero, espero no te moleste...
Me golpeo la frente después de lo que he dicho. Seguro ha de pensar que lo hago esto porque ya me ha sacado de su corazón o porque sólo quiero ver sufrir. Me frustro los ojos con algo de desesperación.
—No sé cómo decir lo que tengo en mente, porque realmente no esperaba llamarte, pero... bueno... quería decirte que no me he metido en problemas, tal y cómo dijiste que hiciera... o bueno, sólo quizá un poco—corrijo al recordar la pasada noche con Julián—. Creo que... también quería decirte que.. que... eres una persona muy linda y me encanta tu sonrisa...oh, creo que eso ha sido muy atrevido, lo siento, ignora lo anterior, por favor.
Vamos, Grecia, contrólate, no es para tanto, no puede ver que eres un manojo de nervios. Me acomodo el cabello detrás de la oreja. Tomo valor de donde quiera que tenga y la voz comienza a temblarme.
—Tom... me gustas—suspiro—, eres increíble y creo que nos conocimos en un momento... y de verdad espero que no sea tan tarde, porque...
—Presione uno para mandar mensaje a buzón de voz—me corta la voz robótica—. Presione dos para anular mensaje de voz. Presione tres para regrabar mensaje de voz.
Me despego el celular de la oreja y observo que apenas y se ha cumplido el minuto de llamada. Y yo he sentido que ha pasado una eternidad desde que inicie la llamada. ¿Cancelo la nota de voz? ¿Es buena idea el declarármele tal y cómo dijo Julián? ¿O sólo estoy siendo impulsiva porque se ha fijado en Jenna? Muevo el dedo para presionar la tecla del número dos, pero entonces la llamada termina.
La contestadora toma el silencio como un "cancelar envío".
Quizá y sí estoy siendo un poco impulsiva. Me abrazo a mi misma y en mi momento de silencio, presto atención a la canción que mis nervios me impidieron escuchar. Guardo el celular en la bolsa trasera de mi pantalón y camino a la salida.
Oceans may break the walls of your shore
Rivers might change the shape of your floor
But you're three thousand miles away
I don't ever wanna see you surrender
And I never wanna say goodbye
Cause the last thing I remember
Is a tear falling from your eye
As you flew into the Berlin sky
Into the bright blue Berlin sky
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