Capítulo 22."Nada se rompe como un corazón"

El primer paso estaba hecho: había añadido el número de Tom a mis contactos. Y el segundo paso me aterraba: comenzar a hablar con él. Me aterra hablar con él después de todo lo que me había imaginado; me aterra hablar con él después de imaginarlo de la  mano de Jenna. 

Deja de comportarte como una niña dolida, me repite mi mente una vez más. 

Mis dientes castañean un poco gracias al frío de la noche y a mi ropa húmeda. Las chicas y yo seguimos caminando por las mojadas calles de Praga y nos tomamos el tiempo de observar todo lo que se atraviesa por nuestro camino. Observamos los edificios y como los niños salen a brincar sobre los charcos de agua como si fuera de lo más normal y sano. 

Después de pasar toda la tarde sentadas en la playa falsa del paseo marítimo, como si aquello fuera lo más divertido del mundo, Lu terminó hablando de la situación en la que se encontraba con John; el chico que le gusta. Volvió a resumir su pequeña historia y llegamos a la conclusión de que no tenía porque sentir que el chico había dejado de quererla; simplemente estaba concentrado en querer terminar la universidad. Por lo que había mencionado la pelirroja, alguna empresa se había interesado en él gracias a su excelente historial académico, así que no lo culpaba de querer dejar de lado todo, sólo para poder aprovechar la oportunidad de tener un buen trabajo.

Y después entré yo en la conversación. Para ellas no fue complicado saber que tenía algunos problemas del corazón... metafóricamente, claro. Además, se dieron cuenta que algo en mí había cambiado después de la llamada con Elizabeth. Y les conté todo. Les conté desde el día que Michael terminó conmigo, les conté que me sentía una inútil llorando por él y que quería empezar de nuevo; les conté lo que pasó con Tom y que el viaje era para olvidar un rato todos esos problemas, pero que justo hoy, los había recordado todos. 

Creí que lo primero que dirían sería algo como "Oh, vamos, no es para tanto, sigue disfrutando el viaje y olvida a esos idiotas", sin embargo, me sorprendí con lo que dijo Lauren:

—Llega un punto en nuestra vida en la que el amor es algo tan serio, que da miedo. Empiezas a comprender que las relaciones ya no son un juego como lo eran en la preparatoria, sólo porque empiezas a buscar a la persona con la que quieres compartir tu vida, ya no quieres relaciones baratas sólo para tener a quien manosear. 

Me sorprendió lo que dijo, pero era verdad. Elizabeth y yo, creíamos que la razón por la que Michael había terminado conmigo, había sido por eso: porque no me veía en su futuro. Porque él ya tenía planeado qué hacer una vez que terminara la universidad, y yo, simplemente no estaba entre sus planes... o quería averiguar si estaba. 

—Sí tu ex no te quiere a su lado en el futuro, es sólo porque es un tonto. Mientras más pasas con alguien, te das cuenta de lo mucho que lo quieres a tu lado, no de lo mucho que lo quieres lejos—dijo—. Y respecto a Tom, creo que él sólo está siguiendo su vida, pues sabe que ahora tú no estás en las condiciones de querer a alguien más. Él mismo te dijo que no quería estar en tú vida para ser el remplazo de Michael.

Y así, tres chicas debajo de la lluvia comenzaron hablar sin importar que tanto se podrían mojar.

—¿Pero y si no es el remplazo de Michael?—pregunté.

Lu chasqueó la lengua, como si la respuesta a mi pregunta fuera algo clara.

—Yo creo que deberías llamar a Tom sólo para preguntar cómo está—dice Lu—. No estoy sugiriendo que te metas entre él y esa chica, sólo estoy diciendo que quizá hablando con él puedas acomodar tus ideas. 

—¿No crees que eso la confunda más?—Lauren miró algo insegura a la chica.

—Si no habla con él, sólo se está llenando la cabeza de ideas y de cosas inciertas—se encoje de hombros—. Y el consejo también es para ti, Lauren, porque he notado como miras a Paul.

Por la tarde, también descubrí que Lauren tenía pequeños problemas, pues ella y Paul se lanzaban unas miradas nada discretas que, gritaban a los cuatro vientos que se gustaban mutuamente, sin embargo, ninguno daba el primer paso. Aunque eso no me sorprendió, pues yo fui consiente de aquello desde el momento que los vi presentarse, aunque creí que ya había pasado algo. Se podría notar a kilómetros que encajaban muy bien. 

Y en resumen, nuestra tarde estuvo llena de café, lluvia y consejos de amor para nuestras complicadas vidas. 

—¿Soy la única a la que se le congela el trasero?—pregunta Lauren, con la voz un poco temblorosa. 

El tiriteo de sus dientes me trae un poco de regreso a la realidad

—No, creo que no eres la única—digo con algo de gracia, pues siento el trasero y los pies congelados. Miro a Lu, que está temblando un poco gracias al frío.

Seguimos caminando de regreso al hotel, pero ahora nuestros pasos son más rápidos, pues queremos cambiarnos de ropa. Ahora sí nos urge tener quitarnos todo esto. Tardamos aproximadamente quince minutos en llegar a la calle donde está el hotel. 

Escucho suspiro de alivio cuando nos paramos frente a las puertas de cristal que he visto a diario durante las últimas semanas. Las chicas siguen su camino, pero yo me detengo cuando veo a Julián esperando en las pequeñas escaleras que hay en la entrada. No está mojado gracias al pequeño techo que cubre la entrada, y paree que tampoco sufre de frío, pues está bien preparado para la ocasión. 

—¿Qué haces aquí?—pregunto intentando llamar su atención, pues está entretenido viendo su celular. 

Lauren y Lu detienen el paso cuando me escuchan hablar. Se miran entre ellas y no saben si seguir su camino o esperarme. Julián sonríe, no sé si por mi aspecto o por la sorpresa en mi rostro, pues creí que lo vería hasta mañana. 

—¿Qué estuviste haciendo? estas empapada—se burla—. Por cierto, estoy muy bien, gracias por preguntar.

Me baja el gorro del impermeable y me pasa una mano por el cabello mojado. Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando siento la brisa fría directo en mi cabeza.

—Dime algo que no sepa—le doy un manotazo y ruedo los ojos mientras me coloco de nuevo el gorro amarillo de plástico—. Creí que regresarías hasta mañana. 

Veo que guarda su celular en la bolsa delantera de su pantalón de vestir. Parece todo un hombre de negocios con su abrigo negro. Se cruza de brazos y me lanza una severa mirada.

—Si tan sólo hubieras atendido mis llamadas y mensajes sabrías que he terminado temprano—me culpa.

Reacciono algo rápido y me toco las bolsas de la chamarra sólo la rectificar que traigo conmigo el celular y que no está mojado. Gracias al cielo no lo está, porque no creo que el pequeño artefacto aguante mucho más después del fuerte golpe que ha sufrido por mi culpa. 

—Lo traía en silencio y no quería que se mojara—le explico. Y tampoco quería cometer una locura y llamar a Tom—. ¿Llevas esperando mucho?

Miro a sus espaldas, donde Lu y Lauren me dan una mirada del tipo "¿Te esperamos?" y yo les hago una seña con la mano, diciéndoles que me esperen  un momento. 

—Quizá cuarenta minutos—dice pensativo— o media hora. 

—Perdón

Sonríe un poco y sus ojos se achinan un poco. Y eso me recuerda a Tom, a la manera en la que sus ojos se achinan cuando sonríe y como es que sus ojos se vuelven un poco pequeños, volviéndolo tan adorable. Cierro los ojos con fuerza unos segundos, intentando alejar de mi mente al chico pecoso que parece me trae loca.

—No sé si tengas aún energía pero, ¿te gustaría ir a un bar?—se balancea en sus talones mientras me mira, parece ansioso y algo estresado—. Pueden ir tus amigas, no tengo problema.

Definitivamente necesita salir, pues nunca se había tomado la molestia de incluir a Lu y a Lauren entre nuestros planes. Siempre hemos sido él y yo, y no es que me moleste, simplemente me sorprende. 

—¿A un bar?—pregunto sin poder ocultar mi sorpresa.

Él asiente y yo no creo que sea buena idea. Siempre que tengo preguntas sobre qué debo hacer con mi vida o me siento gris, termino metiendo la pata en un tremendo hoyo si llego a beber. Justo por  uno de esos días me siento tan confundida: la última vez que bebí con el corazón roto me metí en un lío con Tom. 

—Los últimos días hemos visitado todos los lugares que visitaría una escuela, creo que necesitas conocer las noches locas de Praga.

Entrecierro un poco los ojos. ¿Yo necesito una noche loca o el necesita una noche loca?

—¿Me estás intentado convencer a mí o a ti?

—¿Yo?—abre un poco los ojos gracias a la sorpresa, lanza una pequeña risa nerviosa que desaparece en el aire frío de la noche. 

Le lanzo una mirada socorrona.

—¿Yo necesito conocer  las noches locas de Praga o tu necesitas desahogarte un rato?

Suelta una pequeña risa que me  hace contagiar. Se rasca la nuca y me mira con una mueca culposa. Sabía que esos planes no saldrían sólo porque sí. Además, sus ojos casi verdes, aún lucen un poco tristes.

—¿Aceptas o no?

—¿Me das tiempo para cambiarme?—pregunto—¿O te urge un poco embriagarte?

Rueda los ojos mientras su semblante cambia a uno serio. Cuando camino para alcanzar a las chicas que se encuentran temblado de frío, me sorprendo al darme cuenta que Julián me sigue. Y ellas también se sorprenden... y quedan encantadas con su cercanía. 

—¿Quieren ir a beber?—les pregunto de manera directa.

Ambas se miran entre sí y no muy convencidas, aceptan la propuesta. Subimos a nuestra habitación y Julián espera afuera  mientras nosotras nos cambiamos a toda prisa. Nuestra ropa húmeda queda colgada en el baño, en todos los lugares posibles que se pueda. Salimos de la habitación con ropa limpia, pero el cabello un poco húmedo. 

Julián observa lo pequeña que es nuestra habitación, pero observo que se reserva a decir algo, sólo ladea un poco su cabeza en señal de que nos vayamos. Nadie dice nada mientras bajamos las escaleras y el ambiente se siente algo tenso, pues la incomodidad de las chicas es palpable. Y lo entiendo. 

Cuando llegamos al auto, nos subimos en silencio y observo las caras sorprendidas de Lauren y Lu. Me muerdo el labio para no decir ningún comentario o broma. Julián maneja por la ciudad durante unos quince minutos, quince minutos en los que el único sonido que se escucha en el carro es la música de la radio. Música algo rara, pues está en checo y tienen ritmos algo llamativo y raros. 

Cuando me doy cuenta que Julián ha estacionado el auto, noto los demás carros que están en el estacionamiento. Él no dice nada y simplemente baja del auto y yo lo imito. El aire frío me golpea las mejillas y me abrazo a mí misma ante el repeluzno. Las tres comenzamos a seguir los largos pasos del checo y entramos a un lugar que por fuera luce como una cafetería, pero por dentro es alguna clase de bar-antro. Cruzamos un largo pasillo algo oscuro, donde hay pequeñas parejas fumado o platicando, y llegamos al salón principal, donde se encuentran las mesas, el alcohol, la música y la gente divirtiéndose. En automático siento un poco de calor gracias al bochorno provocado por el calor corporal de la gente. 

Julián se abre paso entre la gente y me sorprende que no nos dice nada, sólo camina, como si se olvidara que lo hemos acompañado. Con algo de prisa, lo seguimos y alcanzo a ver cuando se acerca a una chica y le dice algo al oído, ella sólo lo lleva en dirección a una mesa vacía. Le entrega un billete y se siente en el taburete mientras se quita su abrigo negro, sacado de la pena por habernos dejado. 

Nos sentamos en los taburetes y me doy cuenta que somos las personas justas que caben en aquella mesa. Lu observa el lugar algo maravillada y parece que quiere ir a bailar un poco, en cambio, Lauren mira algo incómoda el lugar. Observo que Julián busca con la mirada a la chica rubia que le dio la mesa. Mientras cada quien está en su mundo, me paso el cabello detrás de los hombros y me quito la cazadora, la cuelgo en el respaldo del largo taburete rojo; tal cual ha hecho Julián. 

Me pierdo un momento observando a la gente del lugar. Observo los tonos de piel bronceados, las constantes cabelleras rubias y los ojos de color que abundan en el lugar. Observo como la gente coquetea entre sí y casi como si mi mente quisiera sufrir, recuerdo la noche que conocí a Tom. Era una noche similar, salvo que no estaba rodeada de adolescentes ebrios y con las hormonas al tope. 

Julián toca mi hombro y doy un pequeño respingo. Me doy cuenta que la mesa está llena de cerveza y un pequeño vaso de lo que podría ser whiskey a simplemente vista, sólo que parece que tiene pequeñas basuritas dentro. 

—Esto es Becherovka—Julián dice en voz alta, para que podamos escucharlo por encima de la música—. Es una bebida muy típica en Republica Checa y es muy buena. 

—¿Qué tan fuerte es?—por primera vez en la noche, Lauren abre la boca para hablar.

Veo como el chico a mi lado cierra un ojo, como si estuviera rebuscando aquella información entre tanta materia gris.

—Es igual de fuerte que el Vodka o el Tequila—responde.

Lu toma el vaso entre sus manos y lo olfatea un poco antes de llevarse el pequeño vaso de cristal a los labios. Enseguida hace una mueca y sacude un poco la cabeza por la sensación que le provoca el alcohol en el líquido. 

—No se lo vayan a tomar de fondo...

Julián se queda en silencio cuando ve que Lauren ha inclinado la cabeza para beberse de una sola sentada la bebida. Miro a Julián sorprendida y él sólo frunce el ceño algo preocupado.

—Se supone que es un coctel—le dice a Lauren—y se toma con algo de calma o terminarás ebria. 

Las mejillas de mi amiga se tiñen de rojo, supongo que por la vergüenza o por la sorpresa de que Julián le ha dirigido la palabra. En cambio Lu, le da un pequeño trago y se toma el tiempo de saborear el líquido. Cuando se da cuenta que le ha gustado, levanta sus cejas y mira satisfecha al vaso. Veo el vasito frente a mí y sin pensarlo mucho, le doy un sorbo. No tardo el sentir un familiar quemazón en la garganta y el típico calor en el estómago. 

—¿Seguro que esto es un cóctel?—pregunto con la voz un poco rasposa gracias al trago.

Julián se burla de mis gestos. 

—¿La gente de tu edad conoce los cócteles o sólo bebe para embriagarse?

 No tengo idea de la hora qué es, ni de cuantos envases de cerveza han retirado de nuestra mesa cuando mis amigas deciden qué es hora de salir a bailar. Lo hacen a un paso medio torpe, pero lograr parase en medio de la pista. Gracias al alcohol, ahora están menos cohibidas de lo que estaban cuando subieron al auto. Alejo la mirada de ellas y observo un rato a Julián, que parece estar perdido en sus pensamientos. No siento la lengua cuando me inclino a decirle:

—¿Me dirás qué te pasa?

Y sin dejar de mirar a un punto de la nada, me responde.

—¿Por qué crees que me pasa algo?

Suelto un bufido, pero no se da cuenta de aquello.

—Después de todo lo que pasó ayer con Lanka, comenzaste a actuar algo raro—le explico.

—¿Raro?

—Sí, diría que hasta parecías decaído... y tanto, que hoy hiciste que lloviera y el día estuviera gris. 

El fantasma de una sonrisa se anuncia en sus labios. Mira la botella marrón entre sus manos y se muerde el labio inferior unos segundos antes de mirarme. Sí que parece derrotado.

—¿Te han roto el corazón?

Su pregunta me agarra con la guardia abajo, así que sólo asiento. Pasa la vista por la etiqueta blanca de la cerveza; la observa como si nunca lo hubiera hecho.

—¿Y te lo ha roto la persona que juró siempre estar contigo?

La saliva se me atora en la garganta. ¿Por qué todo me recuerda lo que ha pasado o esto es mucha casualidad? Me rasco el brazo, intentando que mis pensamientos no se mezclen con el alcohol que hay en mi sistema nervioso. No quiero arruinar la noche. No aquí. 

—La misma persona que alguna vez me dijo que quería pasar el resto de su vida conmigo, me rompió el corazón hace no mucho—digo al fin.

Y él, como queriendo y como no queriendo, me dice de manera muy sincera:

—Te jodió la vida y hasta la existencia, ¿no?

Aparto la mirada de él y observo mis manos. Entonces todo esto es porque, efectivamente, Julián carga con los pedazos de su corazón roto. ¿Fue Lanka o alguna otra chica guapa? Porque no parecía tan afectado cuando estuvo cerca de ella. 

—Sentí que el mundo se me venía encima.

Y no miento.

Si la música no estuviera tan fuerte, quizá hubiera escuchado el sonoro suspiro que sale de lo más profundo de él. Su suspiro está lleno de alcohol y malos recuerdos. 

—Creo que al notar la felicidad de Lanka al verme... después de todos los malos rato, sólo me recordó la poca esperanza que tengo de verla otra vez... aunque sea un segundo.

Por alguna razón, verlo así, me recuerda a mí hace unos meses, la que quería buscar desesperadamente a Michael. Me recuerda a la Gres que esperaba por alguien que jamás iba a llegar. La que quería lanzarse a sus brazos y rogar por su querer.

—¿Fue—vacilo—... fue hace mucho?

Niega con la cabeza y le da un largo trato a su cerveza. 

—El día que cambiamos maletas se cumplió exactamente un mes.

Deja salir todo el aire que hay en sus pulmones y se pasa algo desesperado la mano por su cabello. Conozco ese sentimiento; el sentimiento de creer que has superado todo. Crees superar todo hasta que un día, te das cuenta que las cosas siguen tan frescas como el día que todo ocurrió. Le doy un trago a la cerveza que ahora está un poco caliente por tenerla entre mis manos.

—¿Crees que hay una diferencia desde aquel día qué todo termino al día de hoy?

Me mira, escrudiñando un poco mi rostro. Las luces del lugar iluminan un segundo su cara y noto que ya está un poco ebrio.

—Que desde que llegaste la he pasado un poco más sobrio.

Me impresiona lo que ha dicho, pero intento no desviarme de lo que intento decir. Aunque simplemente no puedo imaginarlo ebrio, llorando y queriendo que todo desaparezca, me parece casi imposible.

—No me refiero a eso, Julián—lo regaño—. Lo que quiero decir, es que ¿no te has dado cuenta que tu vida no está tan jodida como creíste que estaría? ¿Y qué el dolor que sientes en el pecho ha disminuido  un poco?—me mira—¿No has sentido que las cosas han cambiado un poco para bien?

—¿Por qué parece que eso te lo has intentado decir todos los días?—pregunta— ¿Y que no has sabido aplicarlo en tu vida?

No puedo evitar reír ante su comentario. Me llevo una mano a la boca para intentar controlar el sonido escandaloso de mi boca y cuando logro calmarme, me encojo de hombros, dándole la razón.

—Entiendo tu punto—dice—, entiendo completamente la frase que dice "el arcoíris viene después de la tormenta". Entiendo todo eso, pero lo que no entiendo es ¿por qué se fue como si nunca hubiera pasado nada?

—Mi mamá dijo que no servía de nada preguntarme aquello todos los días. Quizá sólo... deberías aceptar que se ha ido—le sugiero.

—¿Tú has aceptado que se ha ido?

¿Lo he hecho? ¿He aceptado que se ha ido y sólo me aferro a los recuerdos? ¿O me aferro a los recuerdos porque aún no acepto que se ha ido? Me muerdo el labio y aprovecho para terminar lo que resta de mi bebida. Sacudo un poco la cabeza después de tragar el líquido que se ha puesto amargo. 

—Creo que es más fácil dar un consejo que ponerlo en práctica—concluyo algo triste.

Se recompone en su lugar cuando ve pasar a la mesera. No pierde la oportunidad de hacerle una seña y pedirle más bebidas. Cuando la mesera se da la vuelta para buscar lo que ha pedido, me mira con sus ojos algo perdidos. Sacude su cabeza unos segundos y otra vez, se pasa las manos por el cabello. 

Y justo ahora, toda la situación me parece tan curiosa. En realidad, todo me parece curioso: el haberlo conocido, el haber conectado con él sin saber que ambos pasamos por lo mismo. Quizá esa sea una de las razones por las que me sentía tan bien con él, ambos teníamos el corazón llenos de dudas y nuestra mera presencia hacia que se olvidaran por un momento.

Nadie dice nada hasta que la mesera llega con cuatro tragos y Julián se bebe dos de los vasos tan rápido como tocan la mesa.

—¿Sabes? parece tan irreal pensar que no somos tan diferentes—murmuro.

Aprovecho el silencio que hay, pues no sé si me ha escuchado y observo a mis amigas, que para mi sorpresa están junto a otras chicas riendo. Se mueven como si el alcohol no se les hubiera subido a la cabeza, parecen estar disfrutando la noche. No tengo idea de si están teniendo problemas para comunicarse con las chicas, pero se ven bastante cómodas con la situación. 

Veo los dos los dos tragos que hay frente a mí y veo que Julián ya se encuentra buscando nuevamente a la mesera. Cuando tenía catorce años, el niño que me gustaba había roto mi corazón al besar a una niña con la que solía juntarme en los recesos. Después de un tiempo me di cuenta que no me habían roto el corazón realmente, sólo estaba desilusionada. Pero de aquella ocasión, me di cuenta que los corazones rotos se vuelven peor conforme vamos creciendo. ¿Por qué? porque vamos conociendo nuevas formas de medicarnos para dejar de sentir dolor. Y no tengo la menor idea de si después de cierta edad, uno se vuelve de acero y las cosas duelen un poco menos, pero ahora sólo estoy segura que nada se rompe como un corazón. Y nada duele como un corazón aguantando la mecha que de poco a poco, se va quemando.

Inhalo todo el aire que mis pulmones me permiten y entonces me llevo a los labios uno de los tragos. Lo trago sin saborearlo, porque enseguida siento un pequeño arqueo. Cierro los ojos con fuerza y bebo igual de rápido el segundo vaso. Necesito morderme un poco la lengua para volver a sentirla y me paso una mano por el cuello, como si aquello pudiera quitar el ardor que recorre mi faringe.

Mi mente se pone borrosa al cabo de un rato.

Y el recuerdo de estar mirando la mesa con varios tragos, es lo último que pasa por mi mente antes de apagarse.

_____________________________________________

Chiquillas preciosas, faltan dos capítulos del maratón, pero hay algo que no me convence de ellos. Así que los voy a editar, mañana mismo los subo. Mientras disfruten estos dos capítulos.

Pd: Mientras escribía este capítulo y el otro, comencé a imaginarme a Tom como a Tom Holland por pura inercia... y pensé: ¿Y si lo dejo como Tom? ¿Qué opinan? 7u7






Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top