☞1. Lo que está por venir
Lo bueno de vivir en una gran ciudad es que nadie te conoce del todo. Pueden saber tu nombre, tu edad o incluso dónde estudias. Pero aparte de unos pocos datos, el resto está reservado a un grupo reducido, ese que consideras tus amigos.
Por suerte, Clay no vivía en un pueblo, si no todos sabrían que es un niño que no le gusta jugar a videojuegos, que su mejor amiga es Melia, que vive únicamente con su abuela y que ésta, le esconde un enorme secreto...Bueno, esto último no lo sabrían, pero probablemente lo sospecharían.
Barcelona es una ciudad hermosa y enorme, con lo cual hay millones de rincones en los que reunirse a escondidas, rodeado de desconocidos a los que no les importa ni con quién estás, ni esa conversación tuya tan secreta.
Kristie, la abuela materna de Clay, es una persona muy amable y educada, pero no es únicamente eso; esa cara es la que enseña a amigos y –aunque esto te suene raro– también a familiares. Su vida está llena de conversaciones privadas en cafeterías desiertas de estilo vintage, donde se sirven galletas demasiado tostadas y las sillas crujen al sentarse.
Siempre acompañada de personas especiales, que, lo más acertado sería decir que precisamente sus ideas i visiones del mundo no corresponden a las de esta sociedad.
No me malinterpretes no estoy tratando de decir de forma educada que eran sordos o ciegos. Son personas criadas más o menos en este mundo, no son Aliens ni radicales de pensamientos singulares, ni conspiradores contra gobiernos de otros países... simplemente son personas que se han criado en parte en otro lugar, han crecido y evolucionado en un entorno diferente.
Mientras Kristie mantiene una conversación de temas esenciales. Clay se relaja tumbado, bajo el sol veraniego, en un parque urbano cercano a su casa con la que él considera la mejor compañía, Melia.
—Se lo tengo que decir...—suspiran Clay y Kristie a la vez, aunque se encuentran en lugares diferentes, hablan de cosas distintas y cada uno está acompañado de personas muy diferentes entre sí... o puede que no tanto.
— Pero, Clay... ¿Por qué no esperas al curso que viene? —interroga Melia, (la mejor amiga de Clay) mientras se estira en el césped.
—Porque no sé... igual necesitamos ahorrar y entonces...–Melia le interrumpe:
—¿Hace falta que te repita que vives con tu abuela y que la posibilidad de ir de viaje a Hollywood es mínima? –indicó ella mientras guardaba las gafas de sol.
—No me estás entendiendo ¡¡Necesito ir y conocer a todos esos famosos!!
—Ya bueno, Clay... piensa en Kristie. –Opina ella plenamente consciente de que su amigo ha desconectado el razonamiento hace rato.
—¡Ay, Melia! tú siempre tan empática... ¿Que no ves que me está dando un ataque de fanatismo ahora mismo? Deja que se me pase...
—No, si ya. -sentencia ella, zanjando el tema.
Y entonces la conversación cambia. Ponen a inventarse historias sobre la gente que pasea por las calles delante de ellos, como si pudieran saber a qué se dedican o cuál es su destino, sólo con verlos pasar.
Aunque que esas historias inventadas siempre acaban siendo trágicas en el mejor de los casos o bien, sin sentido alguno.
Ellos siguen imaginando historias, al mismo tiempo que Kristie se encuentra en uno de esos locales donde pasar desapercibida, esperando por tercera vez en lo que va de mes a Gleen, una persona completamente surrealista...
La razón por la cual Clay no sabe de este amigo, no es porque sea un amante de su abuela ¡ni mucho menos! Simplemente es un amigo de infancia de Kristie, del que se vio obligada a separarse por una serie de contratiempos, pero cuya identidad es mejor que Clay, de momento desconozca.
Los años han pasado, pero, desde que se pudieron volver a encontrar, la relación de amistad sigue intacta; siguen teniendo mucha confianza entre ellos. Y suerte de eso, si no fuese por él, Kristie seguiría desubicada en un asunto de lo más urgente...
—¡Hola Gleen! – dice Kristie al verlo entrar por la puerta. Lleva una de sus viejas camisas mal planchadas, con su pantalón de siempre, con enormes bolsillos en lo que que guarda quién sabe qué.
Igual te lo imaginas algo desaliñado, pero aún no lo juzgues, aquí se siente como un pez fuera del agua.
—Hola, ¿Cómo estás? — contesta él mientras toma asiento. Al sentarse la silla cruje sordamente.
—Bien... bueno, ya sabes... Tenemos que hablar sobre eso... -Insiste Kristie, sin rodeos.
— ¿En qué quedamos la otra vez? - Pregunta Gleen, como si no recordara la anterior conversación.
—La última vez me explicaste las predicciones según los astros, y me comentaste que vuestro Experto en Mitología estaba de vacaciones o algo así...
–Sí... Sigue de vacaciones, pero ya sabes que tras años de monotonía las cosas no cambiarán.
–Dos semanas no son suficientes...
Entonces Gleen contesta con una voz seria, pero a la vez cariñosa.
—Kristie... ya sé que hace tiempo que no vives por donde yo, –quiso añadir lo mucho que echaba de menos sus espontáneas visitas, pero ese no era el momento– pero deberías de haberte dado cuenta que a veces las predicciones son malinterpretadas.
Al ver que ella sigue con la mirada perdida añade –Además, igual interpretamos mal a las estrellas. Ya sabes que nunca han sido mi fuerte y menos con todo esto de la contaminación...
—¡Ah, bueno! si prefieres me fío de una predicción que se hizo hace millones de años... –Su respuesta fue a la defensiva, pero surgía de un sentimiento no del todo olvidado de soledad, que no quería volver a experimentar.
—Clay tiene doce años, el curso que viene empieza la ESO y puede que esa sea una decisión errónea.
—Ya lo sé. —dice Kristie pasándose las manos por la cabeza. -Pero estoy casi segura... ya te enseñé su marca en la oreja y todas las cosas que a veces me cuenta. –toma una respiración profunda antes de continuar.
–Pero me niego a creer que sea posible... ¡Es que no puede ser posible! ¿No te das cuenta de todo lo que causaría si fuese cierto?
—Nada que no hayamos vivido antes. –Dice él, sirviéndose unas galletas.
—Tú lo has dicho... Y déjame que te recuerde que pasó la última vez... –hace una pausa para recordar los terribles sucesos. –¡Murieron montones de Katrins y algún que otro humano!
—¡Sht! No uses ese vocabulario, te recuerdo que estamos en un sitio público. –le replica mirando a su alrededor, pero por suerte nadie está reparando en ellos.
—No cambies de tema, ¿Hace falta que entre en detalles?
—No. Gracias por el recordatorio–se molesta por su poca sensibilidad en el tema– pero no incumplas las leyes... Así vas practicando para darle buen ejemplo a Clay en dos semanas. –recalca el dos simbolizándolo con los dedos de la mano izquierda.
Gleen se levanta de la silla, la coloca bien en su lugar y se marcha. Antes de cruzar la puerta, lanza una última mirada de advertencia hacía Kristie y tira de la manija, dejando entrar todo el ruido exterior de la calle para luego esfumarse entre los turistas.
En ese mismo instante, en el parque el sol ya empieza a picar muy fuerte, Clay y Melia llevan conversando mucho tiempo y para evitar entrar en temas innecesarios, Melia recoge sus lápices y se despide con cierta sequedad; no era plan de darse abrazos, con lo acalorada que está.
Y así, Clay y Kristie se quedan solos, nadando ambos en un mar de dudas muy distintas... Kristie temiendo que ocurra algo que no haya manera de cambiar y Clay fantaseando en cómo llevar a cabo una de esas ideas impulsivas que hasta él mismo sabe que en un par de horas olvidará, pero a la que se resiste a poner sensatez.
Kristie vuelve a casa aún pensativa por la charla que acaba de tener, recordando hechos del pasado que creía superados. Afortunadamente le esperan muchas obligaciones con las cuales despejar su mente.
Ella sola es madre, padre y abuela de Clay. No quiere pensar en los padres de Clay... aquello sucedió hace bastantes años, pero cada vez se nota más cansada de la rutina en la que está inmersa...
En la historia de Kristen la madre de Clay, su hija, no murió en ningún trágico accidente ni fue asesinada por ningún psicópata. Ni siquiera tuvo una larga enfermedad... Más bien se dejó llevar por sus anhelos de viajar por el mundo, consiguiendo lo que ella consideraba su sueño, ser azafata de vuelo. Dejando así a Clay sin madre, con tan solo 5 años. O eso le dijo su abuela.
Ahora ya estaréis usando vuestra neurona prehistórica y pensando: ¡Qué mala madre, anda que dejar solo a un hijo! Puede que os estéis preguntado por su padre, y es que eran tal para cual.
Su padre también siguió su sueño. Desde pequeño quería ser astronauta, si suena surrealista, pero él era un niño de esos que andan como si estuvieran pisando algo extraño y fingen que el sofá en un cohete... Parecía estúpido que pudiera conseguir llegar tan lejos, nadie pensó que sería posible, ni siquiera su mujer, pero llegó muy, pero que muy lejos.
Trabaja como astronauta, físico, matemático y no sé cuántas cosas más en una empresa de América, e incluso ha hecho algún que otro viaje en cohete, con motivos científicos obviamente. Ahora mismo seguro que está flotando por algún lugar del espacio rodeado de equipos carísimos y que únicamente un grupo reducido de personas sabe manejar.
Como es evidente un astronauta no puede ir y volver del espacio cuando le apetece... Así que se podría decir que ninguno de los padres de Clay, tiene los pies en la tierra.
Pero... ¿Quién no ha tenido un sueño alguna vez en su vida? Quizás sueñas con ser astronauta, viajar, o yo que sé, ¿gobernar el mundo?
Clay también tiene sueños y como todos los niños de 12 años, él sueña con un mundo perfecto, donde pueda encontrar el amor de su vida, el trabajo ideal, los amigos más leales, los objetivos más brillantes... pero por encima de todo, una familia que le quiera.
Lejos de odiarlos, Clay adora a los suyos porque sabe que han logrado encontrar algo que les apasiona lo suficiente como para seguir rodeados de humanos como los que salen en las noticias. Aunque uno de esos humanos sea él. Entiende la decisión de sus padres, no le gusta, pero tampoco le extraña que quisieran irse de este planeta... Esta masa de tierra llena de pequeños destructores.
Y también está Kristie... Para Clay es la típica abuela de los cuentos, la que al llegar de casa te espera con un plato de galletas la que te acompaña en tus aventuras y la que te da sabios consejos.
La que aún tiene la ilusión en sus ojos escondidos detrás de unas llamativas gafas azules, la que no entiende la actualidad, ni sus repentinos cambios, simplemente respeta lo que pasa a su alrededor, sin juzgarlo.
Clay sabe que ella tiene que hacer el trabajo de toda una familia, para poder darle el amor de una familia a Clay. Y transmitirle todos los valores necesarios de ser humano. Y para evitar sucesos fatales y un futuro aterrador cada vez más cercano.
¡¡Ey!! gracias por leer hasta aquí. Gracias por ayudarme a cumplir mi sueño. Y no te olvides de darle a la estrellita si te ha gustado.
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