capítulo uno
Era una mañana como otra cualquiera. Cyno estaba sentado sobre una silla que había colocado en la acera. Las manos las tenía ocupadas, procurando tocar correctamente la guitarra. Una dócil melodía se arrastraba a lo largo del bullicio; una melodía confusa, una que suspiraba con pesar junto a cada persona antes de que el viento la llevase a su nuevo destino.
Junto al asiento del joven nunca había nada para dejar dinero. Al fin y al cabo, él no lo necesitaba. No era más que un universitario mantenido por su padre que disfrutaba pasar algunas horas de su mañana tocando la guitarra, sobreviviendo al ambiente del centro, siempre abarrotado y rebosante de almas agotadas que necesitaban un suave soplo de aire que les recordase que todavía había esperanza. Y por algún motivo, un día, él había decidido convertirse en ese suave soplo de aire.
O al menos, esa fue su intención en un principio.
Como sus clases eran vespertinas, Cyno tenía las horas de su mañana libres. A lo largo de toda su vida, él se había acostumbrado a disfrutar estas horas haciendo las cosas que le gustaban (siempre tras haberse hecho cargo de sus responsabilidades, obviamente).
No obstante, un día, de repente, tuvo la idea de comenzar a tocar la guitarra en la calle. En aquellos momentos solía colocar un vaso junto a él y aprovechaba el dinerillo que recibía para dárselo a otros artistas ambulantes que lo necesitasen más que él. Y finalmente, tras un rato vagando sin rumbo por el centro, regresaba a su cómodo hogar, donde, tras descansar un poco, solía ponerse a trabajar en sus proyectos para la universidad.
Esta rutina comenzó a hacerse algo pesada a mitad de año. La presión y estrés que sus estudios provocaban le comenzaban a robar su tiempo libre, motivo que casi lo empujó a abandonar su música mañanera.
Fue entonces cuando encontró a ese joven caminando entre la multitud.
Era de estatura baja, aunque era un poquito más alto que él. Su cabello era negro como la obsidiana, aunque la zona frontal la tenía teñida de un verde que resplandecía bajo la luz del sol. La piel, probablemente tan suave como una caricia, era morena.
Su apariencia era descuidada: prendas tres tallas más grandes que su propio cuerpo, el corto cabello mal recogido con una pinza plateada, enormes ojeras bajo sus hermosos luceros bicolores.
Cyno juró haber visto a un ángel en persona.
Todo el estrés pareció dejar de importarle mágicamente. Su único objetivo ahora era poder ver ese rostro cansado diariamente, aunque el encuentro fuese efímero. Aunque no tuviese el valor para acercarse a hablar con él. Porque, aunque le avergonzaba admitirlo, se había sentido atraído por él.
Era una mañana como otra cualquiera. La mirada de Cyno volvió a buscar entre la multitud a aquel universitario que había llamado su atención. Cuando lo encontró, sus miradas conectaron, como ya lo habían hecho varias veces antes. El chico lindo sonrió al verlo, y Cyno sintió que su corazón iba a salirse de su cómodo hogar en su pecho. Y como todas las mañanas, el músico observó cómo su figura desaparecía al girar la calle, sin dejar rastro alguno tras sí.
Un suspiro escapó de sus labios. La música se detuvo. Y el planeta siguió girando alrededor del sol; las personas caminando, quejándose y hablando; y sus pensamientos, enredándose sin control alguno en su mente.
Cyno guardó la guitarra en su funda y se alejó lentamente de su pequeño lugar en la calle, dispuesto a regresar a su hogar. Ahora que se había encontrado con el universitario lindo, no tenía más motivos para permanecer en el centro.
─Hoy tengo que entregar el cuadro... ─observó en silencio el mensaje de Candace diciendo que hoy debía almorzar solo. No le importó. Ya estaba acostumbrado a esta vida. Una vida que insistía en dejarlo solo.
Alzó su mirada y vio los coches avanzando. El autobús que debía tomar se acercó lentamente tras una fila de vehículos de colores monótonos. Su brazo se levantó inconscientemente, dando a entender que tenía planeado subir y debía detenerse en la parada.
El camino de vuelta solía ser tranquilo. Normalmente, podía tomar asiento, así que acomodaba la silla plegable que utilizaba en sus pies y su guitarra junto a él, rodeándola posesivamente con su brazo (pues se trataba de algo muy importante para él) mientras contemplaba el paisaje en movimiento que podía apreciarse a través de la ventana. Su mente divagaba al compás de la música que sonaba en sus auriculares, hecha un completo desastre.
Era una mañana como otra cualquiera. Y Cyno seguía sintiéndose tan solo como de costumbre.
Al llegar a su casa, nadie lo recibió. Esto ya no era nada extraño en su vida. Desafortunadamente, ahora lo extraño era coincidir en casa con algún familiar y tener la oportunidad de establecer una conversación en condiciones con esta persona.
Aunque algo a lo que todavía no se acostumbraba era a la falta de su perrita, su pequeña Sorda. Bueno, Sorda, Enana, Gorda, Rata, o cualquier otro nombre que utilizasen para dirigirse a ella. Como no podía escuchar, ni siquiera les hizo falta usar su verdadero nombre (Frutilla). Simplemente decían lo que querían mientras le daban todo el cariño del mundo.
Tras haber tomado un refresco cualquiera para aplacar su calor, Cyno se dirigió lentamente hacia su habitación. Con su mirada analizó las paredes, las fotos de su familia, de la pequeña Sorda, de amigos. Sus "obras de arte" infantiles, algunos cuadros de su adolescencia, otros más actuales.
Muchos, de una época en la que era mucho más feliz que actualmente.
Honestamente, ahora que se encontraba casi a finales de su segundo año de universidad, se sentía algo (bastante) solo. Toda su vida había cambiado casi al completo desde aquel maldito año: sus amigos se habían distanciado, su propia familia había sufrido una pequeña ruptura, su pequeña Sorda había sido atropellada por un coche y no había sobrevivido... Toda su vida iba en constante descenso. Nada bueno había ocurrido últimamente.
Tal vez, su única felicidad era la pequeña Collei, una compañera de primer año que se había acercado a él a principios de año porque había descubierto que ambos estaban solos durante los descansos. Ninguno tenía a nadie con quién hablar allí dentro, así que decidieron refugiarse en el otro.
Desde entonces, se había acostumbrado a tener un pollito junto a él. Al no tener a nadie más, su compañera acudía en su búsqueda cada vez que necesitaba ayuda para algo, quedaban muy seguido para pasar sus horas libres juntos o simplemente pasaban sus descansos tumbados sobre el césped, uno junto al otro, hablando sobre cualquier trivialidad o filosofando de vez en cuando (porque sí, ambos eran estudiantes de artes y amantes de la filosofía. Y no, curiosamente, ninguno consumía sustancias de procedencia dudosa).
En realidad, esta compañía era bastante agradable. Tal vez suficiente para alegrar sus días.
Alien
CYNOOOOOOOOOOOOOOOOO
QUEDEMOS ESTA NOCHE PARA DISCUTIR ACERCA DE NUESTRA REALIDAD Y NUESTRA EXISTENCIA
Y de paso échame un cable con un trabajo, porfi
Estoy completamente cohibida y no sé qué hacer
Alfombra
Hoy en mi casa a las 19:30
Nada de porros o coca
Solo te dejaré pasar si me traes un batido de frutas
❤
Alien
Marica
Una sonrisa adornó el rostro de Cyno. Collei era como la hermana menor que jamás tuvo.
─Bueno, bueno. Hora de trabajar ─estiró sus brazos hasta que se sintió satisfecho, antes de tomar asiento frente al enorme cuadro, casi finalizado, que tenía guardado en su habitación. Las tonalidades claras del día y la positividad de aquel paisaje contrastaban con sus verdaderos sentimientos.
O tal vez coincidían con esa extraña atracción que nacía en su agotado pecho cada vez que observaba a aquel joven tan lindo con el que coincidía cada mañana.
El pincel comenzó a deslizarse a lo largo de la superficie ya pintada. Hizo varios retoques por aquí y por allá, el verde manchando sus manos sin vergüenza alguna.
En el fondo, se sentía algo estúpido e inútil. Ahora que estaba tan solo, tal vez debía encontrar la oportunidad para acercarse a ese joven. Anhelaba escuchar su voz, quería saber cómo era más allá de su apariencia física.
Necesitaba un motivo para superar la atracción y enamorarse de él, o simplemente para desilusionarse. Y si tenía la suerte y se encontraba de frente con una persona que realmente le agradaba, le gustaría tenerlo a su lado.
Porque a estas alturas de su vida, Cyno sentía que tenía el derecho de vivir un poco la vida de universitario que tenía. No podía pasarse estos años encogido en su zona de confort, teniendo una sola amiga y hablando con todo el mundo solo para hacerlos reír, volviendo cada día a su casa solo para ser recibido por la soledad y trabajo por hacer.
En estos momentos incluso comenzaba a extrañar fumar. Sin embargo, incluso tras haber cortado con Nilou, sentía la necesidad de seguir cumpliendo su promesa. Por el bien de su propia salud y por no hacer inútiles los esfuerzos de su exnovia, quien realmente hizo todo lo que pudo hasta que finalmente logró convencerlo de que dejase el tabaco.
Pensar que en algún momento realmente le importó tanto a alguien... Y ahora estaba jodidamente solo.
Cyno no pudo evitar reírse. De su garganta brotó un sonido irónico, con una pizca de amargura y desdén. Era un insulto hacia sí mismo. Por ser tan débil. Por estar tan solo.
Porque él mismo había buscado esto. Y si no hacía nada, ya no habría vuelta atrás.
♡
El cuadro finalmente estaba completo... Y la última pincelada no fue tan satisfactoria como el universitario había imaginado.
Al alejarse y observar el proyecto en el que había estado trabajando durante meses, se sintió decepcionado. Pensó que tal vez los últimos retoques lo convencerían. Y no obstante, seguía tan insatisfecho como al principio.
Sentía que le estaba costando captar la esencia de las cosas que le gustaban. Tal vez por eso este cuadro le parecía tan insípido y desagradable: la esencia de ese extraño de rostro lindo y apariencia descuidada no se encontraba aquí. A pesar de que las tonalidades verdes eran reinas, a pesar de que había tratado de plasmar todo lo que relacionaba a su persona.
Cyno quiso destrozar su trabajo. Y lo hubiera hecho, si no fuese porque era un proyecto que había hecho especialmente para una exposición que la universidad tenía planeada para finales de abril.
Y sí, los trabajos presentados en esta exposición serían evaluados como un proyecto como cualquier otro.
«Después de tanto tiempo, veré a Nilou bailar», pensó de repente al recordar este evento.
El final de su relación no fue del todo malo. Jamás hubo rencores entre ellos, pero Cyno todavía no se sentía especialmente cómodo en su presencia. Por eso mismo, hacía mucho tiempo que no sabía nada acerca de ella o su baile.
De vez en cuando se la encontraba por la facultad (solo ella sabría qué hacía por allí), intercambiaban una mirada rápida y seguían su propio camino como si nada, sin ni siquiera saludarse. Ninguno se sentía especialmente cómodo viéndose cómo eran en la actualidad al recordar lo que alguna vez fueron.
Cyno pensó que tal vez este era el momento de arreglar todo. Nilou ofrecía una compañía amena, era alguien en quien siempre podía confiar. Si ella estaba dispuesta a volver a ser su amiga, tal vez podría ayudarlo con su soledad.
Mientras todas estas ideas danzaban irregularmente en su mente, la pintura del pincel comenzaba a irse junto al agua, e incluso sus manos comenzaban a verse cada vez más limpias.
Tras recoger todos los materiales y dejarlos preparados para la universidad, caminó lentamente hacia la cocina. Como su móvil estaba cargando, por el camino jugueteó con el cordón de sus pantalones. Se habían manchado de verde. Tal vez debería cambiarlos.
Una brisa fría sacudía la cortina que cubría la ventana de la cocina. Al retirarla, el aire despeinó el cabello de Cyno, quien no pudo evitar hacer una mueca.
—Qué pereza me da cocinar —apoyó su barbilla en su mano, codo en el alféizar de la ventana. Su mirada inspeccionó la calle, tal vez con la esperanza de que alguien de su familia llegase repentinamente y almorzara junto a él.
Pero el tiempo pasó. Y la puerta jamás fue abierta.
Dejando escapar un suspiro lleno de pesadez, Cyno comenzó a preparar su almuerzo. Su única compañía era el sonido de los coches en la calle, pasando velozmente de un lado a otro, bocinas demostrando la impaciencia de los conductores. La dulce frialdad del aire, el sonido del cuchillo cortando las verduras por encima de la tabla de madera. El sonido del aceite mientras era calentado por el fuego.
Comer no era tan agradable como algunos años antes. Tras poner tanto esmero en su comida, ahora tocaba sentarse en la mesa y descubrir que no había nadie junto a él.
Como no tenía con quién hablar, Cyno aprovechó y puso algo de música para no tener que seguir aguantando el ruido externo.
Mientras una de sus manos la utilizaba para comer, con la otra trazó algunos bocetos, algunas ideas pequeñas para sus proyectos personales. Al tratarse de una hoja en sucio, no le importó si se manchaba accidentalmente de comida o agua.
Aunque esta no era su actividad favorita, en el fondo no era tan mala. Al encontrarse siempre solo, había buscado distintas alternativas para entretenerse, en ocasiones como esta, aprovechándose de su capacidad para utilizar ambas manos con naturalidad para cualquier cosa.
Cuando finalmente terminó, recogió y limpió todo lo que había utilizado, desde su tenedor hasta la sartén con la que había preparado su comida. No le quedaba mucho tiempo libre antes de que el autobús llegase, así que cambió su ropa rápidamente y se dirigió apresuradamente a la parada que quedaba a tan solo cinco minutos de su hogar.
Más allá de su música podía escuchar los murmullos de la gente que charlaba a su alrededor. El lienzo (ya seco) que sujetaba con su brazo derecho le resultaba cada vez más molesto.
Tan solo deseaba que la noche llegase pronto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top