capítulo treinta y ocho
—Cyno, si ocupas todo el sofá nadie podrá sentarse —le regañó Tighnari—. Además, esta no es tu casa. No te confíes mucho.
—Perdón. Es que me duelen mucho las piernas —Cyno se sentó en el sofá, dejando espacio libre para otras tres personas. Su amigo le echó un rápido vistazo a sus piernas, estaban llenas de rasguños y heridas.
—¿Cómo te has hecho todo eso? —le preguntó mientras tomaba asiento a su lado—. Hasta hace unas semanas estaban perfectamente.
—Unas pocas caídas mientras iba por el bosque y algunos golpes que me he dado entrenando. Nada más.
—Deberías tener más cuidado —Tighnari extendió su mano para acariciar la pierna derecha de Cyno (la más cercana a él). Intentó no ejercer presión, pero su amigo soltó un quejido cuando rozó cierta zona—. Perdón, no era mi intención hacerte daño.
—No te preocupes. No pasa nada —Cyno quiso restarle importancia. Sabía que Tighnari no tenía malas intenciones. Simplemente había tocado, sin saberlo, una herida reciente que le dolía bastante—. Por cierto, ¿mañana nos vemos en mi casa para continuar?
—Sí. Aunque no es necesario, es divertido trabajar contigo.
—El problema es que nos entretenemos mutuamente. Menos mal que hemos empezado antes de tiempo —Tighnari soltó una carcajada.
—Y este es solo de prueba. Pero creo que nos dará tiempo. No nos frustremos ahora.
Hacía una semana que Tighnari le había dicho que quería preparar un regalo para su madre, cuyo cumpleaños era en diciembre. Por lo visto llevaba un tiempo planeándolo, pero todavía no se había atrevido a hacerlo.
Resulta que su madre era una aficionada de los zorros. Siempre los había amado y los consideraba un animal hermoso. Tighnari había crecido rodeado de peluches de zorro, aunque ninguno había sobrevivido.
Eso le dolía. Porque sabía que su madre había hecho algunos de ellos, siempre con todo el cariño del mundo, especialmente para él. Y su perro los había destrozado porque él había sido muy descuidado.
Así que esta era su oportunidad para devolverle el favor, y al mismo tiempo, para disculparse por haber perdido aquellos que ella había hecho con todo su amor.
Como su abuela le había enseñado a tejer cuando era niño, Tighnari quería aprovechar su conocimiento. Porque no, jamás había dejado de tejer (aunque cada vez lo hacía menos). Era algo que su abuela le había dejado antes de morir, y él no pensaba dejarlo desvanecerse en su memoria.
Cyno, quien todavía recordaba algunas cosas que su abuela por parte de padre le había enseñado cuando era más pequeño, se ofreció a echarle una mano.
No le importaba ser rechazado. Sabía que podría llegar a ser un obstáculo para Tighnari (pues había muchas cosas que todavía debía aprender), así que estaba dispuesto a aceptar cualquier respuesta, ya fuese positiva o negativa.
—Espérate, ya me he liado —Tighnari rio y sujetó las manos de Cyno.
—Deja que te ayude.
—Pero se supone que soy yo el que está para ayudar —se quejó Cyno al darle sus agujas.
—Eso es lo de menos. Pasar tiempo contigo es divertido. El trabajo me resulta mucho más ameno si lo hago junto a ti —confesó mientras intentaba arreglar el desastre que su amigo había hecho.
Sus agujas descansaban encima de la mesa, junto a la parte que acababa de terminar. Estaban a nada de terminar el peluche de prueba, una pequeña tortuga que Tighnari planeaba regalarle a Cyno en cuanto terminasen.
—Y luego dices que odias mis chistes.
—Es que los odio —Cyno soltó una carcajada y se recostó sobre su hombro.
—Estoy agotado.
Tighnari dejó escapar un suspiro: —No eres el único. Y fíjate que hace poco más de un mes que empezamos la universidad. Es que se me hace eterna.
—Y como tú vas por la mañana y yo por la tarde, apenas podemos coincidir —se quejó—. ¿Por qué no pillaste este año por la tarde? Así podrías pasar más tiempo con tu hermana.
—Es que me gusta ir por la mañana. Y ella no quiere dejar de ir por la tarde porque te tiene a ti —suspiró—. Es comprensible. Y creo que no está tan mal así. De esta forma aprovechamos mejor el tiempo que podemos pasar juntos —Cyno sonrió.
—Tienes razón. Por cierto, voy a pillarme un refresco, que estoy muerto de sed. ¿Quieres algo? —Tighnari dudó antes de responder—. De comer o beber, lo que sea.
—¿Tenéis zumos?
—Soy el tonto de los zumos. Obviamente hay —antes de marcharse, se dio la vuelta para poder verlo y le preguntó—. Es de manzana. ¿Te gusta?
—Tú simplemente tráelo.
El regalo de su madre fue el medio que les permitió pasar juntos tardes enteras, sin aburrirse en lo más mínimo. Normalmente pasaban horas charlando, aunque a veces dominaba el silencio. De vez en cuando se entretenían y acababan haciendo otras cosas, porque como sabían con certeza que terminarían a tiempo, no les importaba tomar descansos para hacer el tonto.
Y de esta forma, ambos se acercaron un poco más.
♡
—Lo siento, no era mi intención presentarme aquí sin previo aviso... De hecho, ni siquiera tenía planeado venir. Pero no tengo otro lugar al que ir —esta persona agachó la cabeza—, y tú eres la única persona en la que confío.
Tighnari tomó sus manos y lo arrastró hasta el interior de su casa. Las palabras se le quedaron atascadas en la garganta, y no porque temieran ser escuchadas, sino porque temían la posible respuesta que recibirían.
—Cyno, ¿qué ha pasado? ¿Quién te ha hecho esto? —el mencionado no respondió. Lo único que hizo fue abrazarlo con las pocas fuerzas que le quedaban.
Estaba agotado. Estos últimos días habían sido horribles, y hoy, para colmo, había acabado peleando contra una persona.
—Lo siento. Soy un imbécil —a Tighnari le temblaban los brazos. Pero a pesar de eso, fue capaz de corresponder al abrazo de Cyno.
—¿Y si simplemente me explicas qué ha pasado...?
—¿Podría sentarme antes? No me encuentro especialmente bien.
—Pues tengo malas noticias. Ve a la ducha, anda —Tighnari cerró la puerta de la entrada y se adentró en su hogar. Cyno soltó un suspiro y caminó lentamente hasta el baño, donde se sentó en la tapadera del váter con cuidado y esperó pacientemente a que su amigo viniera.
La sangre brotaba de todas sus heridas. Es cierto que no había sido una pelea muy fuerte, pero la otra persona tenía muy malas intenciones.
Tighnari llegó tras un rato y dio tres toques en la puerta, preguntando si podía pasar: —Lo vas a pasar un poco mal, creo yo —dejó prendas limpias y una toalla sin utilizar sobre un mueble de madera que tenían frente a la ducha—. Intenta no tardar mucho.
—Gracias, Tighnari... —el mencionado lo contempló en silencio antes de abrazarlo. Como temía dañarlo, sus movimientos fueron delicados.
—Imbécil —murmuró—. Me tenías preocupado.
—No quería contarte nada. Pero al final, veo que no me queda otra.
—Dúchate antes. Luego podremos charlar tranquilamente.
Unos diez minutos después, aproximadamente, Cyno salió del baño vistiendo la ropa que Tighnari le había dado y con su ropa sucia en la mano derecha: —¿Dónde dejo esto? —el perro de Tighnari se acercó a sus piernas y empezó a olisquear.
—Puedes dejarla en mi habitación.
Cyno se dirigió a la habitación de su amigo. Como conocía esta casa como la palma de su mano, no tuvo que dar muchas vueltas para llegar.
Abrió la puerta y se acercó al escritorio. Dobló su ropa, la cual estaba sucia y rasguñada (probablemente tendría que tirarla) y la dejó encima de dicho mueble, que siempre que iba de visita estaba limpio y ordenado.
Ahora debía afrontar la realidad y contarle a Tighnari la verdad. Pero, ¿de qué forma podía contarle esto? ¿Qué podía hacer para que Tighnari no se sintiera mal con sí mismo?
Había hecho esto por voluntad propia, sí. Pero fue Tighnari el motor que lo impulsó.
Fueron las imágenes que Dottore le había mandado de repente. Fue su deseo de hacerlo callar de alguna forma, de obligarlo a eliminar lo que había reunido durante todo el tiempo que estuvo saliendo con Tighnari.
Los pasos le resultaron demasiado pesados mientras caminaba hacia el salón. No quería hacer esto.
Cuando finalmente llegó allí, se encontró a Tighnari sentado en el sofá. En la mesita frente a él había un botiquín, así que Cyno supuso que era el momento de atravesar el verdadero infierno.
Al sentarse junto a él, ambos permanecieron en silencio durante un rato. Tighnari sentía su rostro calentándose. Probablemente se había puesto tan rojo como un tomate.
Cuando finalmente fue capaz de hablar, su voz le falló: —Vas a tener que quitarte la camiseta.
—¿Y los pantalones?
—¿Tienes heridas?
—No —su amigo frunció el ceño.
—Entonces no te los quites.
Cyno se deshizo de la camiseta que acababa de ponerse, dejando su torso al descubierto. Tighnari abrió el botiquín y dejó algunas cosas fuera antes de darse la vuelta para inspeccionar el cuerpo de su amigo.
—¿Y bien? ¿Quién te ha hecho esto?
—Creo que no te gustaría saberlo —respondió Cyno.
—¿Entonces por qué has venido? No puedes presentarte en mi casa lleno de heridas y pretender que no te pregunte —el herido le permitió sujetar su brazo y pasar la gasa empapada por sus heridas. No, no le gustaba nada que otras personas lo tocaran. También odiaba que lo curasen. Pero Tighnari tenía derecho a hacer todo esto.
Además, había ido a su casa precisamente porque lo necesitaba.
—No quería preocuparte. Pero al terminar, descubrí que no tenía otro lugar al que ir.
—¿Al terminar qué, Cyno? —el mencionado soltó un quejido—. Perdón.
Cyno no respondió. Simplemente desvió su mirada mientras Tighnari seguía curando sus heridas, una por una, con el mayor cuidado del mundo. Su otra mano la tenía bajo el brazo de Cyno, manteniéndolo suspendido en el aire.
Fue cuando alcanzó su pecho que Cyno finalmente habló.
—La última vez que estuvimos juntos, Dottore me escribió. Me mandó una foto... De nosotros dos abrazándonos. Estuvo presente esa misma noche y nos vio. Probablemente vio todo desde que llegamos a la plaza —la mano de Tighnari se detuvo en seco, justo antes de alcanzar una herida que Cyno tenía en el abdomen.
—¿Cómo?
—No te dije nada porque no quería asustarte. Parecías tan feliz que temía arruinarlo todo, así que lo mantuve en secreto —Cyno apretó sus labios—. Esta última semana lo he estado vigilando. Y justo cuando pensaba que ya se había aburrido, él... Me envió algo más. Así que hice lo posible para poder verlo hoy.
—¿Tan grave es lo que mandó?
—Para mí, sí —Tighnari entornó sus ojos y finalmente acercó la gasa al abdomen de Cyno.
—¿Está relacionado conmigo? —la herida ardió. Cyno soltó un quejido y retrocedió de forma inconsciente.
—Sí... Lo está —Tighnari cerró sus ojos. No hacía falta que Cyno dijera qué había mandado, él ya lo sabía—. Me mandó vídeos privados e imágenes tuyas que nadie debería tener —al ver su expresión, Cyno se sintió algo culpable—. Lo siento. No voy a decirte que no vi nada, porque al abrir el chat se muestran las imágenes de golpe. Pero tan rápido como lo abrí, lo cerré.
—Qué vergüenza... —Tighnari quería salir corriendo y esconderse en su habitación, bajo sus cálidas sábanas. Quería sentirse seguro y olvidar lo extremadamente humillado que se sentía.
—Lo siento.
—No hace falta que te disculpes. No tienes culpa de nada, Cyno —a pesar de todo, el joven volvió a retomar su trabajo. No podía dejar a su amigo ahí, sin camiseta y expuesto al frío.
—No he borrado nada. Si quieres denunciar a Dottore, ahí tienes evidencias. Porque dudo que tú tengas eso en tu móvil.
—Algunos probablemente sean vídeos que grabó sin mi consentimiento —como en el brazo izquierdo apenas tenía heridas, Tighnari terminó su trabajo antes de lo esperado—. Así que no, no los tengo.
Tighnari tomó unas vendas limpias y empezó a envolver el cuerpo de su amigo en ellas. Ambos intercambiaron miradas llenas de lástima.
Cyno estaba mostrando su lado más débil a Tighnari. Y eso solo revelaba lo muy importante que era para él.
—¿Por eso te has peleado con él?
—Te mentiría y diría que también fue por motivos personales, pero no puedo. Todo fue por ti —confesó—, porque quería protegerte de él.
—Pues por hacerte el héroe, estás pagando las consecuencias —bromeó con tristeza.
—No me estoy haciendo el héroe —se quejó Cyno—, hago esto porque te quiero. Me importas muchísimo. Así que no quería ver esas imágenes, y mucho menos esos vídeos rondando por ahí.
—¿Y una paliza los haría desaparecer?
—Bueno, puede que le haya destrozado algunos aparatos electrónicos y le haya amenazado —Cyno se encogió de hombros—. Puedo arruinarle el día de mañana y dejarlo aquí atrapado una época, o puedo joderle en un futuro. Y tú puedes denunciarlo.
—¿Y una denuncia va a servir de algo?
—Bueno, estamos hablando de alguien del bajo mundo, así que no estoy del todo seguro. Pero siempre se puede probar —Tighnari pasó la venda por detrás de su espalda y se arrimó a él para poder recogerla con su otra mano.
Justo cuando pensaba retirarse para poder terminar de ponerla, Cyno aprovechó su postura para abrazarlo.
—Perdóname. Probablemente haya hecho todo esto en vano, y no ha sido más que un impulso. Ver a tu madre... Era mucho más importante que esto.
Tighnari negó con su cabeza y se aferró al cuerpo del contrario: —Me da igual. Me da igual si no has conseguido nada, has dado la cara por mí. Es lo único que me importa.
—Si te sirve de consuelo, Dottore ha acabado peor que yo —Tighnari se echó a reír.
—Déjame terminar, anda.
Cyno lo soltó, permitiéndole seguir vendando su cuerpo. Era la primera vez que una persona lo trataba con tanta sutileza, así que no podía evitar sentirse dichoso.
—Oye, si quieres, puedo pasarte todo lo que él me ha mandado y eliminarlo de mi móvil. Para que te sientas más cómodo.
Tighnari guardó los botes que había sacado y la venda que había sobrado en el botiquín: —Puedes eliminarlo directamente —Cyno frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Ya has dicho que se mueve en el bajo mundo. No merece la pena poner una denuncia —suspiró—. No te preocupes. Que difunda todo si quiere, mientras yo no me entere.
—Pues como yo me entere de que hace una estupidez, se va a enterar.
—Pero si se va lejos de aquí...
—Tengo mis contactos.
Silencio. Cyno estaba nervioso y temía moverse mucho, pero al final acabó lanzándose a los brazos de Tighnari. Respetaría cualquier decisión que tomase, pero no por eso no las pondría en duda.
—¿Seguro? Puede ser útil.
—No quiero ver eso nunca más. Además, no hay mucho que pueda hacer con ello. Así que mejor deshazte de todo y sigamos viviendo con normalidad, ¿vale? —sonrió—. Dottore ya no va a estar aquí. Se acabó.
—Que no esté no significa que haya acabado.
—Algún día se olvidará de mí —Tighnari rodeó el cuello de Cyno con ambos brazos y lo atrajo hacia él—. Y si no lo hace, sé que te tendré aquí conmigo. Siempre y cuando tú quieras, claro.
—Eso significa que estaré siempre.
Tighnari rio. Fue una risa genuina, aunque lo que no sabía es que Cyno estaba siendo sincero.
Porque él estaba realmente enamorado de Tighnari. Y no pensaba dejar que ese imbécil se saliera con la suya.
♡
—Mira cómo te ha dejado la cara —Tighnari acarició su rostro, evitando sus heridas para no hacerle daño.
—Estamos a mano. Nos lo pasamos bien repartiendo golpes.
Ambos estaban sentados sobre el colchón que acababan de dejar sobre el suelo para que Cyno durmiese, sentados uno frente al otro, más cerca que de costumbre.
—No vuelvas a hacer algo así —Cyno sonrió con algo de lástima.
—Espero no volver a verlo nunca.
Tighnari se acercó a él y lo estrechó entre sus brazos. Necesitaba tenerlo cerca.
No estaba enfadado. No podía enfadarse con Cyno por lo que había hecho por él.
—Me alegro de que estés bien —su amigo correspondió su abrazo.
Tras pasar un rato entre aquellos brazos anhelados, Cyno habló: —Tengo sueño, Tighnari. Creo que deberíamos acostarnos ya.
—Ah, tienes razón. Buenas noches, Cyno.
—Buenas noches, Tighnari.
Tighnari subió a su cama tras haber apagado la luz. Cuando finalmente estuvo listo para dormir, una mano empezó a tantear por encima de su colchón.
—¿Qué buscas?
—Tu mano.
El contrario sacó su mano por debajo de las mantas y tomó la de Cyno: —¿Para qué la quieres?
—Para dormir así. Me siento algo solo aquí abajo —Tighnari no pudo evitar reírse.
—¿Por qué no subes conmigo?
—Estoy bien aquí.
Aunque para Cyno era algo incómodo, al final pudo dormir mientras sujetaba la mano de Tighnari, quien se había acercado hasta el borde de su cama para no tener que mantener las manos suspendidas en el aire.
La noche seguía avanzando a su ritmo, aunque al estar dormidos, ambos jóvenes eran inconscientes del paso del tiempo.
La madrugada llegó. Parecía un día normal, dentro de lo que cabía. Habían vivido una experiencia nueva, y por primera vez, Tighnari había estado realmente enfadado con Cyno.
Sin embargo, al final acabaron como siempre. ¿Tan débil se había vuelto cuando se trataba de él?
Ambos dormían plácidamente, con las manos unidas, como si tuvieran miedo a separarlas.
Todo parecía marchar bien. Hasta que el móvil de Tighnari empezó a sonar, despertándolos a ambos.
—Ah, ¿quién puede ser a esta hora...? —Tighnari se levantó y fue a por su móvil lo más rápido que pudo.
—¿Tal vez sea Collei? —Cyno se sentó en el colchón. La figura de Tighnari se deslizó en la oscuridad hasta finalmente alcanzar su móvil.
Todo su cuerpo se paralizó de repente al ver el número. Al verlo, Cyno preguntó que quién era. Ahora sí estaba asustado.
Tighnari no se atrevió a decir nada.
—Un segundo, Cyno —Tighnari aceptó la llamada y respiró profundamente—. ¿Sí?
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